domingo, 10 de diciembre de 2006

No habrá en Navarra candidatura análoga a Ciutadans


No hay tiempo. Las razones para descartar el desembarco en la campaña electoral navarra serían en primer lugar logísticas, por el escaso margen organizativo, y en segundo lugar de estrategia política

La experiencia catalana ha tenido unos resultados más que satisfactorios para los afines a Albert Boadella.

El éxito que supuso obtener tres diputados y los aún mejores resultados que le otorgan las últimas encuestas no han hecho que a Ciudadanos se les suba el éxito a la cabeza; según fuentes bien informadas, han desestimado presentarse a las elecciones en todas las comunidades autónomas, y entre los descartes aparece Navarra.

Se han barajado durante meses las posibles estrategias de los socialistas navarros descontentos con la actual dirección regional y especialmente con la línea impuesta desde Ferraz. En las últimas semanas había cobrado fuerza en los corrillos políticos la idea de que Ciudadanos podría desembarcar a Navarra con el objetivo de convertirse en la bestia negra de Fernando Puras, arrancar un puñado de votos al candidato socialista y pactar con UPN y CDN para mantener a Miguel Sanz como presidente. Sin embargo todos los análisis coincidían: la irrupción de un nuevo partido de centro-izquierda podría provocar exactamente los efectos contrarios a los pretendidos inicialmente. El voto de centro y centro-izquierda lo representa a día de hoy CDN y su división en dos siglas distintas hubiera podido provocar que ni Ciudadanos ni los convergentes obtuvieran representación; supondría en definitiva dejar en bandeja al PSOE navarro y los nacionalistas vascos el acceso al Palacio de Navarra.

Lo sorprendente en este caso es que, según dichas fuentes, la reflexión interna de Ciudadanos, y los peculiares contactos que ha buscado en la Comunidad Foral, no han sopesado estos argumentos. Más bien habría inclinado la balanza la imposibilidad física de conformar una lista electoral cuanto antes con los antiguos cargos socialistas, darse a conocer a través de los medios de comunicación, y marcar distancias con el PSOE. Y habrían sido altos cargos de los partidos que conforman el actual gobierno de Navarra quienes, en conversaciones privadas, habrían transmitido a Ciudadanos la inconveniencia de irrumpir en la comunidad para las elecciones de mayo de 2007.


Semanal Digital (10/XII/06)

Pinochet y el liberalismo de bolsillo


C #: Con motivo de la muerte de Pinochet, el 10 de diciembre, reproducimos un artículo de Federico Jiménez Losantos, publicado en diciembre de 2000 en respuesta a Paul Craig Roberts sobre las reformas económicas aplicadas por el régimen de Augusto Pinochet. La tesis aquí expuesta es que el abuso contra la libertad nunca puede justificarse en el éxito económico de un país.

Hay una tendencia inconfesablemente racista tanto en la izquierda como en la derecha de Europa y los USA según la cual las dictaduras están justificadas y pueden resultar beneficiosas para los países del Tercer Mundo. Que se haga en nombre de la Justicia es la coartada socialista y comunista para la defensa de tiranías como la cubana o la sandinista, una excusa intelectual e inmoral que Carlos Rangel criticó demoledoramente en "Del buen salvaje al buen revolucionario" y "Tercermundismo".

Pero en torno al "Caso Pinochet" está desarrollándose un discurso que, en nombre del liberalismo, supone una manipulación de la historia y justifica lo injustificable en materia de libertades apelando a los resultados económicos del régimen que las conculcó. Paul Craig Roberts en su artículo Los enemigos del mercado, desarrolla, sin duda de forma involuntaria, una argumentación típicamente marxista: los atropellos a la libertad están justificados por los resultados económicos de la gestión de los liberticidas.

Pues bien, ni lo están en los regímenes comunistas ni en los capitalistas, porque nunca la libertad económica y la prosperidad se asientan de forma duradera sobre la falta de libertad política. Y, sin un poder judicial independiente, base de cualquier Estado de Derecho, no puede haber libertad real ni auténtica prosperidad.

Los que desde posiciones liberales hemos defendido públicamente, tanto contra la Izquierda revanchista como contra la derecha acomplejada, que Pinochet no debía ser juzgado en España, lo hemos hecho basándonos en dos razones: que nuestro país reconoce en Chile una democracia y que, en consecuencia, el enjuiciamiento moral, político o incluso legal corresponde a los chilenos. Esto es: a los poderes democráticamente establecidos o paulatinamente restablecidos después de la renuncia de Pinochet en 1990.

Chile ha cambiado desde entonces dos veces de gobierno y de tendencia política. Ha podido elegir y regular su política en materia de Justicia y también su orientación económica. Por mucho que lamentemos el triunfo de los socialistas en Chile, no puede identificarse sin más con las iniciativas del juez Guzmán. Y por mucho que justifiquemos el golpe de Estado contra Allende, no hay ninguna relación de causa-efecto entre los crímenes que se investigan en la "Caravana de la Muerte" y la política económica liberal de Pinochet.

En primer lugar, porque la reforma de las Pensiones no precisa de la tortura y el asesinato. Y en segundo lugar, que debería ser el primero a la hora de hacer identificaciones categóricas y peligrosas, porque cuando el régimen de Pinochet mataba sin necesidad real de hacerlo estaba haciendo un política económica que de liberal tenía tan poco como todo lo demás.

Sólo después de fracasar en su política intervencionista, típicamente cuartelera, Pinochet llamó a los "Chicago boys" a la desesperada, para que arreglaran una situación financiera que llevaba a la ruina no sólo al país en general sino a su dictadura en particular. Pinochet dio el golpe para evitar el comunismo, no para implantar el liberalismo. Como sucediera con Franco, sólo tras fracasar el intervencionismo de derechas se decidió a llamar a los tecnócratas de signo liberal. Con éxito, afortunadamente. Pero no hasta el punto de ocultar los móviles y la realidad de su sistema político.

Dice Craig Roberts: "Hay mucho escondido tras la persecución de Pinochet. Al desacreditarlo, la izquierda pretende desacreditar también sus reformas económicas y políticas. Tales reformas y no un anciano enfermo son el verdadero blanco. Una vez desacreditado Pinochet, la izquierda insistirá en el reemplazo de todas esas "injustas" soluciones liberales". A mí me parece que el ilustre ex-Subsecretario del Tesoro lleva a cabo a favor del dictador la misma mezcolanza que reprocha a la izquierda y que utiliza un liberalismo de bolsillo para defender algo que no tiene nada que ver con la libertad.

Puede que la izquierda chilena necesite identificar las reformas liberales con Pinochet para destruirlas. Pero ciertamente los liberales de Chile, de España y de todo el mundo no necesitamos identificarlas con la dictadura de Pinochet y sus peores episodios represivos para defenderlas. Si la libertad económica -que no puede existir, insistimos, al margen de un Estado de Derecho- dependiera para sobrevivir de su asociación con el futuro de Pinochet, poco futuro tendría la libertad. Pero lo tiene, sin necesidad de falsos amigos ni de enemigos de pacotilla. Que los chilenos defiendan su pasado y protejan su futuro. Pero no convirtamos entre todos su presente en una película del Far West.

Federico Jiménez Losantos
Libertad Digital, 17-12-2000

Los inmigrantes copan ya tres de cada diez plazas en las unidades de elite del Ejército


Una cuarta parte de los foráneos alistados en las Fuerzas Armadas es mujer - La Brigada Paracaidista y la Legión acogen a la mayor parte de los extranjeros - Los países que más soldados aportan son Ecuador, Colombia y Bolivia.

Madrid- La presencia de extranjeros en las Fuerzas Armadas es cada vez más significativa y nutrida. Prueba de ello es que el 30 por ciento del personal de las unidades de elite procede de fuera de nuestras fronteras.
Con la profesionalización total de las Fuerzas Armadas (FAS), en 2001 surgieron los problemas de reclutamiento. Para intentar paliarlos, el Gobierno abrió las puertas al ingreso de extranjeros, pero con condiciones. Sólo podían ser el 2 por ciento del total de tropa y marinería y únicamente podían entrar en cuatro unidades: Legión, Brigada Paracaidista, Tercio de la Armada y Escuadrón de Zapadores paraidistas del Ejército del Aire. Además, para alistarse tenían que venir de países de habla hispana.
Pero estas medidas no acabaron de hacer frente al problema. Con José Bono al frente del Ministerio de Defensa, el Gobierno decidió ampliar el cupo de extranjeros hasta el 7 por ciento y abrir su ingreso a más unidades. Ayudado por medidas económicas y mayor estabilidad, logró que en poco más de un año ingresaran más de 5.000 efectivos en las Fuerzas Armadas, la mitad de ellos venidos de fuera.
Subida gradual
Desde esa reforma, acometida en diciembre de 2004, la evolución del número de extranjeros en las FAS fue gradual: en ese momento, sólo había 767 foráneos alistados, un 1,8 por ciento del total; un año después, ya eran 1.174; en enero de este año ya superaban los 2.500 y a día de hoy el total es de 4.064 inmigrantes.
Esta cifra supone que el 5,25 por ciento de los efectivos de las FAS es extranjero. Este porcentaje es menor que en la sociedad civil, donde es un 8 por ciento, pero poco a poco se van aproximando.
Una cifra especialmente significativa en brigadas como la Legión y los paracaidistas, las dos unidades punteras del Ejército, donde ya constituyen casi el 30 por ciento de sus soldados, algo provocado por el hecho de que fueran las primeras unidades en admitir extranjeros y las campañas de captación. Su presencia en estas dos brigadas se extiende ya desde los puestos de oficina hasta las compañías que primero parten a una misión.
De esos 4.064 extranjeros, 767 son mujeres, casi una cuarta parte de los foráneos. Los países que más soldados aportan son Ecuador, Colombia y Bolivia, y los que menos, Guatemala, Costa Rica y Honduras.
El ingreso de un extranjero en las FAS está regulado de manera que sólo puede entrar si previamente ha logrado un permiso de trabajo para España.
Para empezar, firman un compromiso de tres años. Durante ese tiempo, si quieren, pueden comenzar a tramitar la obtención de la nacionalidad española.
En esta línea, la Ley de Tropa y Marinería recoge que «a los extranjeros que hayan solicitado la adquisición de la nacionalidad española y cumplido los 6 años de servicios se les podrá ampliar el compromiso hasta un máximo de 3 años, sin que en ningún caso puedan suscribir el compromiso de larga duración hasta adquirir esta nacionalidad». Una vez lograda pueden firmar ese compromiso y aspirar a las escalas de suboficial y oficial.
Una profesión con ventajas
Ser inmigrante e ingresar en el Ejército es una buena opción si lo que se persigue es tener una vida estable en España con todas las garantías legales. Tiene sus ventajas, no sólo para la renovación del permiso de residencia, sino también para conseguir reagrupar a la familia que se ha quedado en el país de origen y conseguir la nacionalidad española. Renovar la residencia exige requisitos que cualquier soldado profesional podría acreditar, como son no ausentarse del territorio español durante más de seis meses de forma continuada, carecer de antecedentes penales y haber cotizado a la Seguridad Social un mínimo de 180 días al año. Traerse a la familia también es fácil. La Administración exige demostrar medios económicos suficientes, y un soldado puede hacerlo porque «haber cotizado en la Seguridad Social en la función pública se considera una garantía suficiente», dicen expertos en inmigración de la Confederación Española de Policía.
A la hora de obtener la nacionalidad, que un iberoamericano tarda en tramitar dos años (10 para el resto de extranjeros), la pertenencia al Ejército avala por sí sola su arraigo social en España y los medios de vida suficientes que se exigen por el contrato fijo del que disponen.

Diego Mazón / Rocío Ruiz (La Razón) (10/XII/06)

C´s#: Sin embargo, algunos se empeñan solo en ver cayucos, que los hay, pero no representan ni de lejos la realidad de la inmigración en España

Babel

El PSOE no tiene el menor empacho en culpar al PP por el probable fracaso de su “proceso de paz”, una acusación gravísima, demoledora en caso de ser cierta. El PSOE dispone de una base política-ideológica que le permite maniobrar, embaucar a parte de la población y poner al PP a la defensiva, como viene ocurriendo: hay en marcha un proceso de paz para acabar con el terrorismo, y el PP lo está saboteando con su oposición radical e irresponsable.

A su vez, el PP es incapaz de decir la verdad más obvia: que no se trata de un proceso de paz, sino de guerra a la Constitución; que no destruye el terrorismo, sino que lo premia, convirtiendo el asesinato en un modo aceptado de hacer política y destruyendo las bases de la convivencia en libertad, las bases del estado de derecho. Un proceso que trae aparejados inevitablemente otros: el ataque sistemático a la unidad nacional, a la independencia o a la simple decencia judicial, el acoso a las organizaciones de las víctimas, etc.

Por incapaz de señalar estos hechos, el PP se priva de cualquier base sólida de maniobra para denunciar y demoler cada maquinación del proceso. Gira a la defensiva ante las iniciativas del gobierno, y termina por seguirle en medio, eso sí, de protestas irrisorias o de ofertas grotescas sobre el “precio político”. De paso desmoraliza y divide a sus propios votantes y desconcierta a los indecisos.

El caso más sangrante, hasta ahora, ha sido su actitud ante los estatutos, punto clave del proceso de guerra a la Constitución y del acuerdo con los separatistas y los terroristas. Tras denunciar la estridente inconstitucionalidad del estatuto catalán, así como la completa falta de demanda social para los estatutos –exigidos en cambio por castas de políticos corruptos e indisimuladamente antiespañoles--, termina entrando en la carrera por unas autonomías cada vez más disgregadoras.

En el mito de Babel, los hombres terminan por no entenderse, a base de pervertir el lenguaje en función de intereses o aspiraciones espurios. “Proceso de paz”, “alianza de civilizaciones”, “autodeterminación”, “Euskadi”, “interés ciudadano”… No hay trampa en la que no caiga el PP. En buena medida la lucha por la libertad consiste en una permanente clarificación de los significados, frente a sus perversores.

Pío MOA
Libertad Digital, 10-12-2006

La amalgama


"El comportamiento de la Policía, al igual que el de la Fiscalía, no es, en definitiva, sino el reflejo de las prioridades y problemas del Gobierno al que está supeditada. Puede que a Fernando Lázaro le tuvieran especiales ganas por el descubrimiento del chivatazo, las primeras noticias sobre Cartagena, la localización de Nayo, las noticias sobre la presunta conexión de El Chino con ETA y tantas otras páginas notables del periodismo de investigación de estos últimos años. Pero eso no es más que la fachada de este vergonzoso asunto que ha desembocado, efectivamente, en la escandalosa circunstancia de que haya dos policías en la cárcel por hablar con un periodista para contribuir a que se persiga un delito y ninguno por hacerlo con ETA para ayudarle a que los suyos queden impunes."

Cuando paseo por los alrededores del Sena en estas mañanas brumosas que anteceden al invierno, todavía me parece escuchar, entre los tejados puntiagudos recubiertos de pizarra de las dos torres gemelas de la Conciergèrie que emergen severas desde la pequeña Ile de la Cité, la voz hercúlea de Danton tal y como sonó hace 212 años, durante el simulacro de juicio por el que el Tribunal Revolucionario le llevó a la guillotina. Cuentan las crónicas que uno de los ventanales de la llamada Sala de la Igualdad permanecía abierto y que las vehementes palabras del tribuno del pueblo, remando a pulmón partido contra su trágico destino, cruzaban el río y se extendían por su orilla derecha como si trataran de llegar hasta las Tullerías donde el Comité de Salud Pública ocupaba los salones de la realeza derrocada, hasta el convento de los Jacobinos donde tantas noches de gloria había cosechado el justiciable y hasta la casa del carpintero Duplay donde, en la misma calle Saint Honoré, a la vez corroído por la mala conciencia pero blindado por el cinismo de su sentido intransigente de la virtud, se taparía sin duda los oídos su más notorio huésped, Maximiliano Robespierre.
El presidente del tribunal, su paisano Herman, al que Robespierre había traído expresamente a París desde Arras, no era sino un simple títere al servicio de su estrategia de gobernar por el terror. Es fácil imaginar su agobio y desconcierto cuando abrió el interrogatorio preguntando rutinariamente a Danton por su lugar de residencia y éste le lanzó su primer gran desafío: «¿Mi lugar de residencia? Muy pronto en la nada, enseguida en el panteón de la Historia».

Previamente, el juez y el siniestro fiscal Fouquier-Tinville ya habían tenido que hacer frente al primer estallido de cólera de Danton cuando, al ser conducido a la sala en compañía de sus más estrechos colaboradores políticos, criminalizados por Robespierre como «moderados» o «indulgentes», había comprobado que no iban a estar solos en el banquillo.

«On nous associe avec des voleurs de portefeuilles!», clamó indignado Danton. «¡Se nos asocia con ladrones de carteras!».

En efecto, además de los dantonistas puros como Camille Desmoulins, Lacroix o Philippeaux contra los que se formulaba la grotesca acusación de conspirar para restablecer la Monarquía, allí estaban también no sólo los dantonistas especuladores como Fabre d'Églantine o el ex capuchino Chabot, a los que se les vinculaba a la estafa de la Compañía de las Indias, sino también una serie de pícaros estrafalarios, a mitad de camino entre la revolución y el hampa como el español Guzmán, el abate D'Espagnac, un supuesto secretario del rey de Dinamarca o dos banqueros suizos apellidados Frey.

Nada podía ofender tanto a Danton como esta sucia maniobra, destinada a realzar su fama de hombre venal y poco escrupuloso durante su viaje hacia el cadalso. Ninguna relación había entre los cargos estrictamente políticos que se formulaban contra los unos con los delitos económicos que se imputaban a los otros, pero, como ha escrito Jacques Janssens, se trataba de «envolverlos» a todos con «el relente nauseabundo» que emanaba de estos últimos. El historiador Louis Madelin compara la escena con la de la crucifixión de Cristo entre dos ladrones e incluso el, más que biógrafo, hagiógrafo de Robespierre Ernest Hamel habla de «una amalgama extravagante e inicua».

Esa es la palabra clave: «amalgama». La mezcla con plena intencionalidad de realidades muy diversas para dar una confusa sensación de totum revolutum en la que lo peor de cada uno siempre contamina al resto. En el argot de la política francesa se utiliza desde entonces el verbo «amalgamer» para describir ese tipo de montajes en los que a alguien se le termina haciendo un traje que no es el suyo.

Pues bien, durante este largo acueducto en el que la inmensa mayoría de los españoles han desconectado mentalmente de sus tribulaciones colectivas, dos policías honrados llamados Celestino Rivera y Antonio Parrilla han sido amalgamados a una trama de delincuentes con el principal propósito de dar un escarmiento interno a quienes denuncian la corrupción e intentar dañar la imagen de nuestro periódico, desacreditando sus investigaciones sobre el 11-M y el chivatazo a ETA. Sólo el avance de la civilización humana, y no la falta de ganas de la cúpula policial, impedirá que, además de amalgamados, sean guillotinados, pero -como bien apuntaba ayer nuestro subdirector de opinión, Pedro G. Cuartango- se ha dictado contra ellos un auto de prisión incondicional tan «extravagante e inicuo» como el que sirvió para condenar a los dantonistas.

Heridas del corazón al margen, el intento de suicidio de este Celestino Rivera apodado Funci da una cierta idea de la tremenda sensación de injusticia e impotencia que en estos momentos debe impregnar su ánimo. Todo su presunto delito consiste en haber alertado a un periodista de que se intentaba echar tierra sobre el asunto del tráfico con Goma 2 ECO detectado en agosto en Leganés.

Y ahora, pásmense: a su compañero Parrilla lo máximo que se le puede atribuir es haber asistido a una reunión en la que no se sabe de qué se habló, pero el sagaz juez Del Olmo y un servil Ministerio Fiscal deducen que tuvo que ser de eso, porque había papeles encima de la mesa. El motivo de amalgamarle es, sin embargo, bien distinto a la banal circunstancia de que pasaba por allí: Parrilla fue uno de los agentes que pudo oír a Emilio Suárez Trashorras explicar en Avilés que El Chino le había dicho que conocía a los etarras detenidos en Cañaveras cuando conducían la caravana de la muerte. Se trataría de erosionar al máximo su imagen y credibilidad ante la más que probable hipótesis de que sea propuesto como testigo de alguna de las partes en la vista oral del 11-M.

Amalgamándolos al inspector González Clares apodado El Moro y a sus cómplices civiles en los delitos de tráfico de explosivos, tenencia de estupefacientes y acusación falsa contra una rusa a la que le metieron droga, los mandos de Interior, la Fiscalía y el juez han facilitado su tarea a los medios gubernamentales que no han cesado de presentar a Rivera y Parrilla como dos de esos «policías corruptos» que, a mayor abundamiento, urdían un «montaje para alimentar la teoría conspirativa sobre el 11-M» en comandita sobre EL MUNDO.

Vuelvo a retar públicamente al diario El País, acuñador de tan falsa moneda, a que demuestre dónde está «el montaje». ¿O es que fue acaso nuestro respetado redactor Fernando Lázaro quien eligió que la dinamita con la que se traficara fuera la misma Goma 2 ECO que oficialmente estalló en los trenes? ¿O quien escogió un paraje de Leganés a dos minutos en coche del piso en el que murieron los islamistas como el lugar para efectuar la entrega? ¿O quien seleccionó, de entre todos los policías de Madrid, a uno destinado el 11-M en la comisaría de Vallecas en la que apareció la sospechosa mochila número 13 como principal protagonista de esta trama mafiosa? Circunstanciales o no, todos estos hechos han quedado acreditados y no creo que nadie se atreva a poner en cuestión su relevancia.

No, aquí el único «montaje» ha sido el de la amalgama. La decisión política, instrumentada por la Fiscalía y consumada por el juez, de meter en un mismo saco sumarial tres asuntos tan diversos como un inquietante caso no resuelto de tenencia y trasiego de explosivos, un rocambolesco episodio en el que la obsesión de un abuelo por proteger a sus nietos de los naufragios de sus padres en el mundo de la droga le hace perder la cabeza y contratar a El Moro y sus hampones para que tiendan una trampa a su nuera rusa, y, por último, un hipotético delito de revelación de secretos, ciertamente cogido por los pelos.

A menos que se demostrara o encontrara algún indicio de que la Goma 2 ECO estaba destinada a un grupo terrorista, la Audiencia Nacional no sería competente para investigar ninguno de estos tres asuntos e, incluso en ese supuesto, la conexidad brillaría por su ausencia. Tanto cuando -a raíz de las escuchas ordenadas para investigar el tráfico de dinamita- Del Olmo descubrió la detención prefabricada de la rusa como cuando supo que el inspector Rivera andaba haciendo pesquisas por su cuenta y hablaba con un periodista de EL MUNDO, lo procedente habría sido deducir testimonio de ambos asuntos, trasladándolos a los juzgados ordinarios de la Plaza de Castilla.

Pero la tentación para el incompetente magistrado debió de ser irresistible y la impunidad de Garzón tras el muy similar guiso en el que cocinó a los peritos sin duda contribuyó a ello. Ya que no era capaz de descubrir nada sobre la dinamita, bien podía colgarse la medalla de resolver el caso del abuelo ofuscado. Y en cuanto a lo del presunto confidente de EL MUNDO, ese periódico que tantas veces ha criticado su catastrófica instrucción del 11-M... bien, la venganza es un plato que se sirve frío. Ya que pinchó en hueso cuando hace un año intentó empitonar al director con una imputación de desobediencia tan ridícula como su propia forma de entender la función jurisdiccional, al menos podía fastidiar ahora a un distinguido redactor, poniéndole en la picota de la prensa gubernamental y segándole la hierba bajo los pies al enchironar a dos de sus presuntas fuentes informativas. ¡Ay, Del Olmo, Del Olmo, a qué degeneraciones lleva ese encarnizamiento sin tregua ni cuartel con la sintaxis!

Una vez más este juez ha sido, como el provinciano Herman, el tonto útil de la película y será quien quede en evidencia cuando una instancia superior revoque sus medidas draconianas y le obligue, como a Garzón, a apartarse del asunto. Pero de sobra sabemos que la cocinera de esta olla podrida, en la que se ha echado todo lo que había a mano, ha sido una Fiscalía -férreamente controlada, a través de Javier Zaragoza, por Cándido Conde-Pumpido- que, en lo pequeño y en lo grande, en lo personal y en lo colectivo, hace tiempo que le tiene declarada la guerra a EL MUNDO. Sin esos criterios e instrucciones de nuestro Fouquier-Tinville gallego ni se hubiera producido la amalgama, ni se habrían divulgado en un auto judicial las conversaciones privadas de un periodista con sus fuentes. ¿Cómo se puede comprender que haya existido mucho más celo a la hora de proteger la intimidad de un político sentimentalmente atrapado entre los pliegues de la operación Malaya que el derecho a la información de los lectores de Fernando Lázaro, obviamente dañado por la divulgación de las conversaciones con sus fuentes? Y está claro que no me quejo de lo uno sino de lo otro.

En todo caso, tal y como sigue quedando bien patente bajo el lifting de su nuevo estatuto, el Ministerio Público no es sino el ejecutor de la política del Gobierno en materia criminal. Esto sirve para los principios generales, pero también para las particulares mezquindades. No estoy diciendo que en este episodio Rubalcaba haya desempeñado el vil papel de Robespierre respecto a Danton y sus compañeros -entre otras cosas porque sería verdaderamente excesivo equipararlo en un mismo año a Fouché y a su más detestada némesis-, pero es indiscutible que el menú y las recetas de la comilona judicial contra Lázaro y sus supuestos informantes salieron del Ministerio del Interior y que los pinches de cocina contaron allí con el aliento y beneplácito de los más veteranos y acreditados chefs.

Ya que se acerca la Navidad, vamos a aceptar que el ministro en persona haya sido ajeno a los hechos y que el suyo sea, en realidad, un caso de recurrente mala suerte: baste que una y otra vez proclame su empeño en demostrar su neutralidad institucional, aceptando que una de las piedras de toque claves para juzgar su sinceridad son las relaciones con EL MUNDO, para que una y otra vez desde su departamento no dejen de hacernos todo tipo de putadas.

En todo caso, este no es un asunto personal ni de los amalgamadores ni de sus jefes. El comportamiento de la Policía, al igual que el de la Fiscalía, no es, en definitiva, sino el reflejo de las prioridades y problemas del Gobierno al que está supeditada. Puede que a Fernando Lázaro le tuvieran especiales ganas por el descubrimiento del chivatazo, las primeras noticias sobre Cartagena, la localización de Nayo, las noticias sobre la presunta conexión de El Chino con ETA y tantas otras páginas notables del periodismo de investigación de estos últimos años. Pero eso no es más que la fachada de este vergonzoso asunto que ha desembocado, efectivamente, en la escandalosa circunstancia de que haya dos policías en la cárcel por hablar con un periodista para contribuir a que se persiga un delito y ninguno por hacerlo con ETA para ayudarle a que los suyos queden impunes.

La verdadera trastienda es la de un presidente del Gobierno que tampoco en los últimos 15 días ha sido capaz ni de contestar a mis tres elementales preguntas sobre el 11-M -¿hará falta que vuelva a repetírselas?- ni de encomendar a nadie que lo haga por él. Teniendo en cuenta que, entre tanto, la significativa denuncia del propio Cartagena ante la Audiencia ha puesto de relieve un nuevo episodio -el encargo que recibió de «acercar» a Zougam a El Tunecino- que confirma que todos los eslabones clave de la trama del 11-M fueron soldados por inspiración policial, parece pertinente advertir que también ese sumario está amalgamado y preguntarse por consiguiente: ¿Quién lo desamalgamará? Porque el desamalgamador que lo desamalgame, buen desamalgamador será. Mañana mismo seguiremos intentándolo nosotros con el entusiasmo, la tenacidad y la buena voluntad de siempre.

Pedro J. Ramírez, Carta del director
El Mundo, 10-12-2006