miércoles, 27 de diciembre de 2006

El Psc (supuestamente) se aleja del catalanismo para frenar el 'efecto Ciutadans'

De hecho, el conseller de Educació, Ernest Maragall, ha llegado a proclamar en el Parlament la necesidad de que los niños catalanes, especialmente de algunas zonas con poca presencia del castellano, mejoren su formación en lengua española. Es evidente que el denominado efecto Ciutadans es real y que la presencia de este partido en la cámara catalana no infunde respeto únicamente al PP sino también al PSC del president Montilla."

El día de Navidad, ante la tumba del presidente de la Generalitat Francesc Macià, el líder de CiU, Artur Mas, aseguraba que ve en el actual inquilino de la plaza de Sant Jaume, José Montilla, menos «ambición catalanista» que en el que fuera fundador de ERC. Seguramente la reflexión de Mas sólo buscaba un titular en los periódicos, pero lo cierto es que, de forma cada vez más perceptible, el PSC está girando a posiciones menos catalanistas.Aunque en las filas socialistas se tiende a ningunear a Ciutadans, la nueva formación política liderada por Albert Rivera que ha supuesto una bocanada de aire fresco en el Parlament, la estrategia política del PSC ha virado para alejarse de planteamientos nacionalistas.En otras palabras, el PSC de Montilla está reduciendo su catalanismo, una de las señas de indentidad del anterior Govern tripartito liderado por Pasqual Maragall, para intentar que el nuevo partido no le coja con el pie cambiado. Por el momento, son pocos los gestos al respecto, pero muy significativos. Por ejemplo, la defensa, en contra incluso de la opinión de sus socios de ERC e ICV, de que se amplía a tres las horas de enseñanza de castellano en la eduación catalana. Se trata de una medida aprobada por el Ministerio de Educación pero que el PSC no ve con malos ojos.De hecho, el conseller de Educació, Ernest Maragall, ha llegado a proclamar en el Parlament la necesidad de que los niños catalanes, especialmente de algunas zonas con poca presencia del castellano, mejoren su formación en lengua española. Es evidente que el denominado efecto Ciutadans es real y que la presencia de este partido en la cámara catalana no infunde respeto únicamente al PP sino también al PSC del president Montilla.

El Mundo de Cataluña, 27-12-2006

Nuestro hombre en La Habana


"Para nuestro hombre en La Habana, es el embargo el que lleva al régimen cubano, a despecho de la formidable y ejemplar sanidad que ha levantado, a buscar en el exterior."

El doctor García Sabrido es mucho más que el médico español de Fidel Castro. Es, por si no se han dado cuenta (a ver si nos despertamos, hombre), un sutil propagandista del régimen cubano, cuyo sistema sanitario –según nos informa, abundando en el viejo cuentecillo– "está entre los mejores del mundo". No quiero ser desabrido, Sabrido, pero la mercancía que nos vende apesta. ¿Dónde sitúa en el ranking a la sanidad de ese fantasma viviente del comunismo? ¿Entre las cinco primeras del mundo? ¿Entre las diez, las treinta primeras? Concreción, doctor, concreción y datos.

Como cree el doctor que todos son de su condición, no nos ahorra el guiño del embargo. Así, el problema de esa "excelente" sanidad radicaría en "algunas limitaciones de suministro por razones del mercado internacional". Avance unos pasos, doctor, por la senda que abre usted bisturí o machete en mano: el mercado internacional, es decir, el mercado, es decir, la libertad, es el problema. Por culpa de esa maldita libertad va a morir Castro, a pesar de sus esfuerzos, como un apestado. Por culpa de esa libertad que rodea a la isla ha tenido que instalar el pobre filántropo doscientas cárceles, ha tenido que fusilar y torturar, ha tenido que prostituir a su pueblo y espiarlo valiéndose de los vecinos, agentes enemigos de sí mismos.

Para nuestro hombre en La Habana, es el embargo el que lleva al régimen cubano, a despecho de la formidable y ejemplar sanidad que ha levantado, a buscar en el exterior "diverso tipo de tecnología". ¿Se considera usted, doctor, "tecnología"? En la opinión que nos coloca de tapadillo para pintar de rosa la tiranía del genocida moribundo no faltan los marchamos habituales. Así, la seducción que ejercen ciertos seres repugnantes cuando gozan de todo el poder: "me asombró la capacidad de relato de anécdotas personales o históricas que pudo compartir conmigo". Qué honor. Así, la admiración al carnicero: "Tiene una actividad intelectual –uno de los grandes problemas que tiene el equipo médico– intacta y fantástica". Sonrisas de complacencia.

Cualquier persona cabal justifica el tiranicidio (Vean los medrosos los Comentarios a los libros de las Sentencias, de Santo Tomás; vean la teología española toda del XVI). No le pido tanto al médico. Ni siquiera a la clase política española, del color que sea, cuyos mejores pensamientos siempre quedan sin expresar. Pero de ahí a soportar sin pestañear las pildoritas del galeno va un trecho que no se puede andar sin vomitar. Recétenos otra cosa, Sabrido.

Cansa ya jugar al paralelismo, pero en fin, ahí va: ¿Qué no habrían dicho si nuestro hombre en La Habana hubiera sido ayer nuestro hombre en Santiago? ¿Qué sería del nombre de un médico que, tras encargarse de la salud de Pinochet, hubiera venido a cantar sus excelencias en rueda de prensa?

Juan Carlos Girauta
Libertad Digital, 27-12-2008

Tampoco la historia lo absolverá


"De ahí que pase con sus estómagos lo mismo que pasa con los edificios de la capital: que más de la mitad serían declarados en ruinas si se siguieran los parámetros que fijan los manuales de arquitectura."

¿Que qué pasará con el resto de los habitantes, presidenta? Pues pasa que su salario medio ronda los 9,4 dólares, y que alcanza justito para comprar un kilo de carne –8´65 dólares–. Y también pasa que los jubilados apenas pueden llegar a soñar con cuatro filetes así de escuálidos al mes; aunque a condición, claro, de que estén dispuestos a invertir en ellos el importe íntegro de una pensión que nunca pasa de cuatro dólares. De ahí que pase con sus estómagos lo mismo que pasa con los edificios de la capital: que más de la mitad serían declarados en ruinas si se siguieran los parámetros que fijan los manuales de arquitectura. Porque pasa que en todas las viviendas de la ciudad hay grifos, pero que sólo algunas –menos de la mitad– disponen de servicio de agua corriente todos los días. Pues pasa que en las otras no hay.

Por lo demás, también pasa que si sus dueños pretenden alquilar una de sus habitaciones a algún turista deben pagarle 250 dólares a él. Como pasa que los que traten de engañarlo se enfrentarán a un castigo de 1.800 dólares que él les impondrá. E igual pasa si aspiran a colocar unas simples mesas y unas sillas para ofrecer lo que sea a la gente: habrán de entregarle antes otros 850 dólares. Dólares que él sabe que jamás podrán conseguir. Nunca, a menos que atraviesen esa puerta entreabierta; esa iluminada con la bombilla roja y el sórdido catre al fondo; la que sólo él administra, gestiona y regenta. Eso pasa.

Eso y más. Por pasar, pasa que si se tienen dólares no hay problema: se puede comprar cualquier cosa. Sin embargo, pasa que los funcionarios del Estado cobran en pesos. Y también pasa que todo el mundo es funcionario del Estado. Aunque pase que las empresas extranjeras paguen a sus empleados en dólares. Porque es como si no pasara: él confisca todas sus nóminas cada fin de mes. Y después, el día uno, los expropiados reciben el equivalente en pesos. Sólo en pesos. Al cambio oficial. Así, los que cobran en dólares nunca ven un dólar. Por lo demás, pasa que en las tiendas del Estado se puede comprar cualquier cosa con dólares; sin embargo, fuera de ellas, no se puede encontrar casi nada.

De ahí que cuando sus súbditos estén más desesperados pase que únicamente les reste esa puerta entreabierta con la luz roja y el catre al fondo. Por eso, pasa lo que todos saben que pasa. Es la economía política del Estado jinetero: convertir al Estado en el proxeneta de un país entero.

Y ahora pasa que él se está muriendo. Y pasará que hasta su nombre será olvidado. Porque tampoco la Historia lo absolverá.

José García Domínguez
Libertad Digital, 27-12-2006