jueves, 4 de enero de 2007

Contradicciones en la supuesta defensa de los animales

Señora ministra de Medio Ambiente,

Hace unos días, en estas páginas, escribió usted un artículo en el que se congratulaba del debate suscitado por sus anteriores declaraciones sobre la tauromaquia. Aprovechando la oportunidad, deseo manifestarle que siempre me place debatir sobre un tema tan controvertido como los toros, cuya polémica sigue viva a través de los siglos. No obstante, en este caso, lamento que el debate haya sido promovido precisamente por usted, pues no deja de ser sorprendente que sus criterios morales sobre la corrida, los anteponga a la defensa del medio ambiente.

Se lo expreso así, porque no hay en España una actividad que promueva mejor que los toros el sostenimiento ambiental. Los juicios que formula siendo ministra del actual Ejecutivo, llevan como consecuencia final la criminalización de unos ciudadanos que asisten a un espectáculo legal, de gran asentamiento, no sólo en España, sino en Francia, Portugal y cinco países americanos. Cuando en su artículo expone analogías con la esclavitud o el maltrato a las mujeres, sitúa implícitamente la tauromaquia y a sus aficionados, en una consideración de anacrónica crueldad, comparable a esos ejemplos. No me parece que forme parte de sus atribuciones establecer dudas éticas sobre nuestras inclinaciones artísticas, las cuales son, como usted misma señala, absolutamente legales.

Resulta paradójico que una ministra de Medio Ambiente formule reparos morales sobre la corrida, en vez de poner como ejemplo mundial de ganadería extensiva, de respeto medio ambiental y ecológico, a los criadores de toros españoles que han conseguido proteger este animal, proporcionándole, como a ningún otro, su espacio vital. En cambio, me sorprende que cite usted a Cataluña como paradigma por la futura desaparición de los toros en aquella comunidad, sin referirse antes al trato que reciben allí los más de 10 millones de cerdos hacinados cruentamente. No encontraríamos en la Historia un ejemplo parecido de maltrato a tantos millones de animales a los que se les priva de su espacio vital.

Además, sabe usted perfectamente, que la Unión Europea ha condenado a España ante la grave contaminación por purines provocada por esta disparatada forma de ganadería intensiva en aquella comunidad. Una de las más funestas consecuencias que conlleva ha sido la contaminación de los acuíferos, y eso representa un enorme desastre medio ambiental en un país como el nuestro, donde el agua es un bien limitado.

No deja de ser paradójica esta mención a Cataluña por parte de un miembro del Gobierno español pues parece desconocer que las limitaciones catalanas a la tauromaquia tienen como motivo esencial el rechazo a una tradición que el nacionalismo desprecia por española. Eso no impide que Barcelona tenga un zoo municipal, y que el presidente de dicho campo de concentración animal sea quien más ha vilipendiado las corridas ¿No es hoy un zoo una de las mayores e inútiles torturas de toda clase de bichos?

Entre otros ejemplos de gradual desaparición, cita usted la caza del zorro en el Reino Unido, pero me cuesta percibir dónde se halla el paralelismo, pues no puede de ninguna manera compararse un arte de la dimensión de los toros, con lo que ha representado y representa dentro del patrimonio cultural español, y una actividad cinegética de más o menos arraigo entre la nobleza británica. Los toros son hoy el último gran arte del mundo occidental, que, a pesar de las distintas transformaciones, ha sobrevivido milagrosamente desde la Antigüedad frente a toda corrección política.

Es, sin duda, un rito duro, cruel como la vida, porque en cada rincón de nuestra subsistencia, de nuestra evolución, encontramos crueldad. Hay crueldad en la formación de un bailarín, de un deportista, y no digamos en esas niñas practicantes de la gimnasia rítmica que compiten en las Olimpiadas. El objetivo de todo ello es la emoción y la belleza. Pero si hemos asumido que los humanos somos algo más que una amalgama de huesos e instintos moviéndonos exclusivamente por la supervivencia como el animal, la misma razón material que justifica comernos un filete nos avala ante todo lo que sea desarrollar las capacidades mentales, como pueda ser el arte o la investigación científica. Incluso a costa de un supuesto sufrimiento animal, porque en el hombre civilizado la búsqueda de la verdad y la belleza es tan imprescindible como el filete.

Denoto en su artículo cierta inclinación por establecer una política igualitaria y pacifista en la naturaleza. Es una ficción muy placentera, pero, lamentablemente, la muerte y el dolor forman parte indisoluble de la vida. Tratar de esconder o presentar una vida sin muerte es faltar a la verdad. Enfrentarse a ella con un protocolo de belleza tan indiscutible como la corrida nos sitúa ante una realidad difícil de asumir, lo que hace de los toros un rito didáctico y moral. Pero esa moral no le gusta, y veo que en vez de la verdad, prefiere un circo con la muerte escondida, como el caso de las corridas en Portugal. Aquí, señora, llegamos al núcleo de la cuestión; el puritanismo. Nadie debe saber la historia de una morcilla. La muerte bien escondida y, así, a los que asisten a un acto semejante, usted les acusa veladamente de pagar para deleitarse con la crueldad.

De la misma forma que la gente no consume almejas vivas por el placer de verlas sufrir con el limón, los aficionados no acudimos a la plaza para compensar ninguna patología semejante. ¿Pero son acaso las almejas inferiores a un toro? Porque cuando habla de sufrimiento y crueldad, ¿hasta dónde establece los límites permisibles? ¿A las moscas que perecen brutalmente con el insecticida? ¿O al genocidio de bacterias por el antibiótico? Sería curioso saber quiénes encabezan la lista de los 40 animales principales. Una rata, ¿es más o menos digna que un gato?

Por ese camino, señora ministra, no sería extraño que mañana planteara la necesidad de acabar con la hípica, pues, bajo esos criterios tan exquisitamente compasivos, no veo por qué un caballo deba pasar por la vejación a su dignidad animal, soportando sobre la espalda a un explotador, que encima le va pegando taconazos en las costillas, además de extenuarlo para su deleite burgués.

En definitiva, ante esta época de simulaciones puritanas, los toros alcanzan mayor sentido que en el pasado, de tal manera que prefiero hoy dos buenos pases de Enrique Ponce que la mejor obra de Shakespeare, y no soy del PP al que usted, indirectamente, aprovecha su artículo para incluirlo en esa polémica, mezclando el terrorismo de por medio. Tranquilícese, a los toros asiste tanta gente de derechas como de izquierdas, no es patrimonio de ninguna facción.

Es del pueblo, como ningún otro arte lo ha conseguido en España. Es posible que quienes asistimos a las corridas pertenezcamos a un mundo que desaparece. Un mundo poblado hoy por mucha gente que exhibe constantemente el repudio a todo signo de crudeza. Me parece muy compasivo, pero siempre me causa cierto recelo la ostentación pública de tanta filantropía. Sobre todo porque, hasta el momento, quienes más me han insultado han sido los defensores de los animales, y le puedo asegurar que he sido notablemente insultado a lo largo de mi vida, pero jamás con la violencia de los antitaurinos. Éste es el problema de la tauromaquia y de la vida; las contradicciones. Algo que los puros quieren siempre finiquitar.

TRIBUNA LIBRE DE ALBERT BOADELLA
El Mundo, 04-01-2007

En la zona cero

Igual que en el cuento de los niños, de nuestro presidente puede decirse aquello de que quien con asesinos se acuesta, ensangrentado se despierta. Por supuesto que ETA es nuevamente la responsable del crimen, pero el Gobierno del Partido Socialista puede ser acusado de irresponsable.

Hace menos de una semana, el conocido abogado abertzale Txema Montero temía públicamente un inmediato golpe de la banda. Entretanto, Zapatero nos despedía el año con un bucólico discursito sobre lo felices que los españoles íbamos a ser en este año que empezaba. Siempre se debe sospechar de estas blanduras y talantes que sonríen. ZP ha declarado que para él es irrenunciable desayunar todos los días con Sonsoles y las niñas, y también cenar con ellas. Si estadistas como Sir Winston Churchill o el presidente Roosevelt hubieran tenido tales principios habrían sido carnaza de la befa pública y las tiras de los cómics de los periódicos.

Cualquiera que leyera los diarios de los últimos meses podía llegar a imaginar y saber que el alto el fuego era una simulación, y que mientras el pánfilo de Patxi López se reunía con Otegi y clamaba contra el Partido Popular, ETA robaba arsenales, pistolas, vehículos, matrículas, en un ensayo general contiguo. Cabe reprocharle a nuestro presidente que no le hayan dado noticias de lo que estaba al cabo de la calle ni siquiera los servicios secretos, ni la Policía Nacional y mucho menos la Guardia Civil. Hasta desoyó las advertencias francesas. Era inevitable que a este estólido pajarito le pillara en el coto de Doñana desayunando con sus niñas.

El presidente ha alardeado demasiado de que ETA no mataba desde hacía más de tres años (30 de mayo de 2003) sumando administraciones políticas populares y socialistas. Ahora el futuro Nobel de la Paz deberá esperar al menos hasta 2011 para intentar retomar su diálogo de besugos y eso, si consigue la reelección de 2008. Su ministro del Interior ha recalcado que el tan famoso proceso de paz está muerto pero todos hemos escuchado nítidamente a Zapatero que este proceso de Kafka en donde unos jueces desconocidos nos condenan a penas ignotas, está en suspenso, volante como nubes en su atrabiliario cerebro.

Zapatero, tan amante de las fotos, ni siquiera se la ha hecho esta vez en nuestra zona cero de la T-4 de Barajas. Tendrá pudor, y también conoce que éste es el comienzo de una cuenta atrás que no le conduce a ningún futuro. Cada uno decide ahorcarse como quiere.

Martín Prieto, Bajo el volcán
El Mundo, 04-01-2007

¿Qué menos que Zapatero comparezca en el Congreso?

Mientras los equipos de emergencia rescataban esta madrugada el cadáver de la primera víctima mortal acaecida desde que ETA anunciara un «alto el fuego permanente» que el Gobierno dio siempre por irreversible, el número dos del PSOE, José Blanco, se revolvía contra su entrevistador en Radio Nacional negando que Zapatero se haya «equivocado» durante el mal llamado proceso de paz. Su tono no augura nada bueno porque sin autocrítica es difícil que haya la sincera rectificación que exigen las circunstancias.

En todo caso la opinión pública espera conocer de labios del presidente cuáles son sus planes. Zapatero salió ayer de su encierro de los últimos cuatro días y se reunió con las familias de las víctimas, demostrando sensibilidad y reflejos ante las críticas que ayer mismo esbozaban contra él en nuestras páginas

El líder del PP se adelantó al jefe del Ejecutivo, visitando la zona cero ayer por la mañana, antes de presidir el Comité Ejecutivo, en el que se decidió pedir la comparecencia urgente de Zapatero en el Congreso para explicar cuál va a ser la política antiterrorista tras la ruptura del alto el fuego.

La petición del PP es muy razonable, como lo es la actitud de Mariano Rajoy desde el atentado. ¿Qué menos que el presidente comparezca para dar certidumbres a los ciudadanos? Además, fue Zapatero quien convirtió al Parlamento en protagonista del diálogo con ETA, al impulsar la resolución que dio cobertura a sus contactos con los terrroristas. Y en el Congreso -aunque no en el pleno- anunció el comienzo de la fase formal de esos contactos. Los socialistas, a través de López Garrido, respondieron ayer al PP que ellos no solicitaron la comparecencia de Aznar tras la ruptura de la tregua de 1999. Habrá que recordar una vez más al PSOE que la actual crisis no tiene nada que ver con lo sucedido en el 99. La anterior tregua de ETA fue producto del Pacto de Lizarra firmado por los nacionalistas con los proetarras, no de encuentros secretos del Gobierno ni del PP con la banda. Además, el entonces presidente Aznar no transmitió una y otra vez a los ciudadanos mensajes de optimismo como Zapatero, el último 24 horas antes del atentado.

En la Ejecutiva del PP, todos los intervinientes expresaron su convencimiento de que Zapatero pretende mantener abierto el proceso con ETA, por lo que reclamaron a Rajoy que no se fíe de él. Una desconfianza que puede estar justificada, puesto que hace dos años Zapatero abusó de la buena fe de Rajoy, cuando se comprometió a crear una comisión negociadora con el PP sobre el modelo territorial que nunca vio la luz.

El presidente tiene una vía de conjurar esa desconfianza del principal partido de la oposición, al que necesita para salir del atolladero. El primer paso sería convocar la comisión de seguimiento del Pacto Antiterrorista. El Gobierno pretende impulsar un nuevo pacto. ¿Para qué crear un instrumento nuevo cuando el que ya existe fue el mejor que ha tenido el Estado de Derecho contra ETA? Si Zapatero quiere que el resto de los partidos participe, que los invite a sumarse. Será la prueba del algodón para que todos se definan.

Editorial de El Mundo, 04-01-2007