sábado, 17 de febrero de 2007

Control

Ciudadanos en la red dedica este artículo de Arcadi Espada a todos los políticos españoles, en particular a los de Cataluña. Todos.


El diputado Mascarell abandonará en los próximos días su escaño en el Parlament de Cataluña y empezará a trabajar en la empresa privada. Se trata de cualquier cosa menos de una noticia local. El diputado Mascarell fue consejero en el último Gobierno de Maragall; y entre los consejeros de todos los gobiernos que ha formado el tripartito era de los pocos que sabía lo que llevaba entre manos. Esto es muy fácil de entender si se piensa que el consejero Joan Saura está al frente de la Policía Autonómica, Ernest Maragall al frente de Educación o Marina Gili al frente de la Sanidad Homeopática, Acupuntora y Alternativa.

El diputado Mascarell lleva 25 años dedicándose a la política cultural. No es que sea el español que más entiende del asunto; es que es el único. Tiene otra característica: todo el mundo, ya se ve mi caso, habla bien de él. Excepto su partido, naturalmente; pero es conocido que los vínculos con la realidad de ese partido son enteramente discutibles: los del partido socialista y en especial los de don José Montilla (toda una confortable vida en el sector público), que después de echar al consejero Mascarell de su sitio para que lo ocupase una cuota de Esquerra Republicana han sido incapaces de ofrecerle algo más que un escaño, es decir, un trabajo.

El asunto ilumina a la perfección la materia oscura de la política. En primer lugar las relaciones de poder en los partidos. El diputado Mascarell fue mirado siempre con aprensión por los profesionales de la siglas. La única razón es que no estaba bajo su control. Y no hay otra, por mucho que miren. La perfecta mediocridad de esos profesionales no tiene ninguna explicación misteriosa: dedican muchas horas al Control y muy pocas a cultivar su jardín. El conocimiento y la libertad pueden ser interesantes, pero no garantizan ni la nómina ni la fama: esto es cosa del Control, que no por casualidad es una marca de condones.

El caso, en su proyección, va bastante más allá de la crítica convencional a los aparatchiks. Cuando la función pública expulsa a un experto como Mascarell está dando la medida de sí misma y de lo que los ciudadanos pueden esperar de ella. El caso es también el enésimo indicio de una hipótesis por la que tal vez pueda explicarse parte de la historia moderna de España y el inhóspito presente: la indigencia intelectual, profunda, contagiosa, muy extendida, de unos dirigentes que para disimular su vacuidad suelen blindarse en el clan y el griterío.

(Coda: «Aquél que tiene derecho a voto en esta legislación se llama ciudadano. La única cualidad exigida para ello (...) es ésta: que uno sea su propio señor (sui iuris) y, por tanto, que tenga alguna propiedad (incluyendo en este concepto toda habilidad, oficio, arte o ciencia) que le mantenga; es decir, que en los casos en que haya de ganarse la vida gracias a los otros lo haga sólo por venta de lo que es suyo». (Kant, Teoría y Práctica, Alianza 2004.)

Arcadi Espada
El Mundo, 16-02-2007

La información os hará libres

Desde que se inició la instrucción del sumario del 11-M, los medios de comunicación han estado divididos en dos grupos: aquellos que queríamos informar y aquéllos que han pretendido desde un principio adoctrinar.

La diferencia es patente. Quien informa, está proporcionando al lector, al oyente o al espectador una serie de datos ciertos, a partir de los cuales construye un titular. Puede acompañar esos datos con valoraciones o análisis que la audiencia compartirá o no, pero al menos proporciona a esa audiencia los datos en los que basa esos análisis o esas valoraciones.

Quien adoctrina, elige primero el titular y luego lo acompaña de las medias verdades necesarias para que el titular no se desmorone. En lugar de presentar los hechos y valorarlos, presenta valoraciones decididas de antemano y criba o manipula los hechos para ajustarlos a esa valoración.

En el caso del 11-M, algunos hemos intentado desde el principio proporcionar datos, es decir, informar a la audiencia. Si las informaciones de El Mundo o este blog tienen tanta aceptación no es porque las valoraciones de Casimiro García Abadillo, de Fernando Múgica o de Luis del Pino sean más o menos acertadas, sino porque la inmensa mayor parte de los datos sobre el 11-M que la opinión pública conoce, los conoce a través El Mundo, de Libertad Digital, de Cope, de City FM....

Frente a esos pocos medios independientes, los medios defensores de la versión oficial han optado por el silencio durante muchísimo tiempo, intentando proporcionar la mínima cantidad de información posible. Eso sí, con muchas y altisonantes valoraciones: titulares efectistas, pero poco dato concreto.

Sólo salieron del letargo informativo esos medios cuando la presión de los datos empezó a ser demoledora. Entonces, comenzaron con las intoxicaciones puras y duras: mantener los falsos titulares exige pagar el peaje de retorcer los hechos hasta volverlos incompatibles con la realidad.

La ventaja que tiene informar frente a adoctrinar es, precisamente, que la confrontación con la realidad nunca le incomoda a quien trata de informar. Como tampoco le incomodan la luz y los taquígrafos. En cambio, para quien adoctrina, la transparencia es veneno.

Por eso este juicio está siendo demoledor para los defensores de la versión oficial: porque la gente está teniendo la oportunidad de ver de primera mano a los acusados, de confrontar su imagen real con la imagen ficticia que los adoctrinadores presentaron. ¿Éstos que han declarado hasta ahora son los peligrosos émulos de Osama Ben Laden dispuestos a levantarse contra la coalición internacional que operaba en Irak? ¿Ése que ha contestado hoy a la fiscal y a los abogados de las acusaciones es el peligroso terrorista que puso las bombas en los trenes?

La información nos hace libres. Y la luz y los taquígrafos del juicio están consiguiendo que los españoles puedan por fin conocer los hechos de primera mano y juzgar por sí mismos. La versión oficial tiene los días contados.

Luís del Pino
Libertad Digital, 16-02-2007

Ruindad del PSE, indignidad del PNV

El PSE anunció ayer su decisión de no debatir las iniciativas sobre política antiterrorista que presente a partir de ahora el PP en el Parlamento de Vitoria. El supuesto detonante fue la propuesta popular que rechazaba el diálogo político con ETA y planteaba que no debe llegarse al fin del terrorismo a cambio de contraprestaciones políticas. El texto recibió el voto en contra de todos los grupos, que sin embargo sí respaldaron -con la excepción del PCTV- la iniciativa del PSE que insta a «eliminar de la confrontación la política antiterrorista».

El portavoz socialista, José Antonio Pastor, trató de justificar ayer su decisión de no debatir con el PP a base de ruindad y marrullería. Proclamó que era «el mayor altavoz de ETA en la Cámara» y que sólo quería «enfrentar a los demócratas». El portavoz del PNV, José Antonio Rubalkaba, llegó a la indignidad de acusar al PP de estar «muy cómodo con que ETA siga existiendo aunque les asesine». La decisión del PSE de no discutir sobre las propuestas del PP es tan errónea como antidemocrática. Sin embargo, el PSE no ha hecho sino seguir la estela del Grupo Socialista en el Congreso, que anunció hace exactamente un mes el boicot de las iniciativas del PP en el Congreso. Ya dijimos entonces que negarse a debatir indica ausencia de argumentos y es un insulto a los ciudadanos, que delegan sus derechos en sus representantes. Esta actitud es aún más grave en el PSE, que siete meses antes de tomar esta decisión se ha reunido en público con el brazo político de una organización terrorista. ¿Prefieren la compañía del PP o la de Batasuna?

El Mundo, 17-02-2007

Juicio 11-M: La Fiscal pierde el "primer round" ante uno de los acusados clave

Tres de los principales imputados declararon ayer en la segunda jornada del juicio del 11-M, que alcanzó momentos de extraordinario interés procesal.

El primero en comparecer fue el marroquí Youssef Belhadj, acusado de ser uno de los instigadores de la masacre y uno de los portavoces de Al Qaeda en Europa. Siguiendo la pauta marcada por El Egipcio, Belhadj se presentó como un islamista moderado, que rechaza la violencia y condena todo tipo de atentados. De entre los implicados, Belhadj sólo admitió conocer a Bouchar, con el que jugaba al fútbol e iba a la mezquita, y al profugo Afallah, al que vio muy ocasionalmente.

Igual línea de defensa siguió Hassan Haski, al que se le acusa de ser uno de los líderes del Grupo Islámico Combatiente Marroquí y estar implicado en los atentados de Casablanca y Madrid. Haski afirmó que no sabe español, que no conoce a ninguno de los imputados por el 11-M y que no tiene ningún contacto con organizaciones islámicas radicales.

Las declaraciones de ambos -que sólo respondieron a las preguntas de su abogado- son poco creíbles en cuanto a su talante ideológico y sus conexiones pero corresponderá a la fiscal y a las acusaciones demostrar su culpabilidad con pruebas concretas que les vinculen al 11-M y no simplemente por su militancia islamista.

El testimonio de Jamal Zougam, el único al que el juez instructor acusa como autor material de los hechos, fue totalmente distinto, ya que aceptó responder a todas las preguntas con buenas dosis de seguridad y aplomo pese a que su comparecencia no estaba prevista para ayer. La imputación contra Zougam, al que se le piden 38.000 años de cárcel, se basa en dos elementos: fue identificado por cuatro testigos que le situaron en los trenes y las tarjetas de los teléfonos móviles supuestamente utilizados fueron vendidas en su tienda de Lavapiés.

En cuanto a lo segundo, Zougam explicó que fue su socio quien vendió esas tarjetas a unos desconocidos. Y en cuanto a lo primero, argumentó que fue identificado en una rueda de reconocimiento por tres testigos que habían visto previamente su fotografía en los periódicos. Zougam sacó partido a la contradicción de que el otro testigo le situó en el piso bajo del tren cuando la bomba fue colocada en el de arriba.

Zougam ratificó que en el momento de los atentados estaba durmiendo en su casa y afirmó que no tuvo contacto alguno con El Tunecino, El Chino, Lamari y el resto de los miembros del comando, a los que no conocía.

La versión de Zougam tiene sentido porque resulta muy difícil de creer que no huyera si él había colaborado en el atentado y había pistas que conducían directamente a su detención. Por el contrario, parece poco verosímil la tesis de la fiscal de que Zougam vendió las tarjetas al comando del que formaba parte. ¿No habría sido más lógico que el comando las comprara en otro lugar para no dejar una pista tan llamativa?

En su media hora escasa de interrogatorio, la fiscal no logró cazar a Zougam en contradicción o falsedad alguna ni consiguió desmontar su versión exculpatoria. Tratándose de uno de los principales acusados y habiendo esperado tres años para intentar acorralarle ante un tribunal, la intervención de Olga Sánchez no pudo resultar más deslucida. Ello no prejuzga nada, puesto que el juicio no ha hecho más que comenzar y pueden aparecer nuevas pruebas incriminatorias contra él o cualquiera de los acusados. Pero nadie que observara lo ocurrido ayer con un mínimo de ecuanimidad puede dejar de reconocer que la fiscal perdió rotundamente el esperado primer round.

Editorial de El Mundo, 17-02-2007