sábado, 19 de mayo de 2007

Luchas palaciegas


"Escasos cinco meses ha durado el idílico experimento. El presidente y el secretario general de Ciutadans han empezado a pelearse por el poder. La voz de alarma la dieron unos cuantos afiliados andaluces, que denunciaron «las luchas palaciegas» en el seno de esta organización. Poco tiempo les ha costado acostumbrarse a las cosas de palacio."

Los partidos políticos alcanzaron sus mayores cotas de respeto ciudadano durante la Transición. En estos 30 años de ejercicio democrático diario -y por tanto aburrido y melancólico- los partidos han ido perdiendo prestigio y ahora cualquier encuesta que se precie los sitúa en la cola de las instituciones más respetadas por los ciudadanos. Las universidades están llenas de carteles que anuncian jornadas de reflexión sobre la deficiente calidad de nuestro sistema democrático cimentado sobre los partidos, según recoge la Constitución. Las formaciones políticas españolas tienen defectos de funciona-miento, qué duda cabe. Las cúpulas -«minare-tes», decía el malvado Miguel Herrero y Rodrí-guez de Miñón- hacen lo que les viene en gana y la democracia interna brilla por su ausencia.
Sin embargo, con todos sus defectos, a la hora de la verdad los partidos políticos son mucho más serios y más de fiar que los experimentos surgidos al calor de un fuego mediático artificial. ¿Se acuerdan de Ciudadanos de Cataluña? El fenómeno Ciutadans. El aire puro y fresco que entraba en el Parlamento catalán, los hombres y mujeres libres de ataduras orgánicas, la voz de la calle, el ejemplo para los políticos profesionales, el espejo en el que había que mirarse, el pueblo soberano, la solución para el abotargado sistema de partidos. Los muchachos de Ciutadans saltaron al campo respaldados por un grupo de selectos intelectuales que abominaban de la clase política.

Albert Rivera, el joven líder, se convirtió en un fenómeno mediático y salía por la tele más que Darek, el novio de Ana García Obregón, también desnudo de cintura para arriba. Los flamantes tres diputados que consiguieron en las elecciones catalanas -con 90.000 votos- se pasearon por la gloria prometiendo que sólo servirían al pueblo llano.

Escasos cinco meses ha durado el idílico experimento. El presidente y el secretario general de Ciutadans han empezado a pelearse por el poder. La voz de alarma la dieron unos cuantos afiliados andaluces, que denunciaron «las luchas palaciegas» en el seno de esta organización. Poco tiempo les ha costado acostumbrarse a las cosas de palacio.

El secretario general, Antonio Robles, le escribió una carta al presidente Rivera anunciándole su dimisión. «Hasta aquí hemos llegado, amigo Albert, es curioso que la primera vez que impones autoridad, lo hagas para desautorizar al secretario general en la única decisión que ha tomado por sí mismo y sin tu aprobación». Robles había destituido al gerente. Nótese con qué naturalidad el secretario general hace valer su cargo orgánico en tercera persona. Luego hemos sabido que el presidente impulsó dos mociones de censura contra el secretario general y que éste ha anunciado que aplaza su dimisión hasta después de las elecciones del 27-M.

Es la naturaleza humana. Le das un poco de poder a cualquiera y en un cuarto de hora se cree Napoleón. No sabemos si Ciutadans hace algo útil en su labor parlamentaria, pero han aprendido pronto las peores artes.

LUCIA MÉNDEZ, ASUNTOS INTERNOS
El Mundo, 19-05-2007