lunes, 17 de septiembre de 2007

Zapatero en el Cabo de Hornos, y Rajoy sentado alegre en la popa

EL presidente Zapatero ha reconocido su perplejidad ante la dimisión del presidente del PNV, Josu Jon Imaz, y en definitiva ante el cúmulo de desastres que se acumulan a su alrededor —«¿he sido yo?», se preguntará—, que son fruto de su impericia y temeridad al mando de la nave del gobierno que él mismo ha conducido al Cabo de Hornos, tras una alegre singladura que debe concluir en un histórico naufragio, si una importante mayoría de españoles percibe el cúmulo de disparates y atisba en el horizonte —lo que aún no se ve— la silueta de una alternativa capaz de rehacer la convivencia ciudadana, reconducir el desgobierno y recuperar la cohesión nacional.
Destrozos difíciles de reparar a los que no ha escapado el PSOE, desde donde se escucha el cobarde lamento de Bono, que, incapaz de denunciar a Zapatero (a quien sueña suceder) como autor de la catástrofe, culpa a sus compañeros socialistas —en alusión a Maragall, Puras, López y Eguiguren— de «venderse al nacionalismo por un plato de lentejas».


Aunque visto lo ocurrido en CiU y en el PNV, al ex ministro de Defensa se le podría decir que también los nacionalistas son víctimas del dinamitero de La Moncloa. El «iluso» Zapatero, como le llaman piadosamente sus protectores, que prometió a los nacionalistas el paraíso confederal y los sumió en el caos y la frustración, gracias a que ETA no aceptó —exigiendo más garantías— el «pacto de Loyola» que acordaron Otegi (preso), Imaz (dimitido) y Zapatero (perplejo).
Ahora los fracasados, Mas e Imaz, inventan frentes nacionales —catalanista, y «galeuscos» con CiU, PNV y BNG—, mientras Durán Lleida se esconde en el congelador catalán, y crece en los ciudadanos la indignación, a la que se añade el ataque a las banderas, la quema de fotos del Rey y los desafíos de Pujol y Maragall. Todo lo cual, lejos de acarrearles nuevos votos, reabrirá la abstención y puede que la guerra del cava y el boicot a empresas catalanas y vascas.

Que es lo que faltaba, cuando se acaba de perforar el costado del buque del Gobierno con una nueva vía de agua que, en forma de tormenta económica, viene de América y ya se verá si deriva en huracán a pesar de optimismo obligado de los portavoces políticos y de los sectores económicos. Porque el tifón de la hipotecas basura de los Estados Unidos ha tocado las costas de Inglaterra, hundiendo el banco Northern Rock. Mientras, en España, el Gobierno, asustado, estudia la concesión de «anticipos a cuenta» para los ciudadanos que no pueden pagar las hipotecas, a los que la ministra Chacón calificó de minoría insignificante, y en la Bolsa no cesan las sacudidas, se anuncia un frenazo inmobiliario y de la construcción que aumentará el paro y en la vendimia se ha desatado una revuelta laboral.

La nave del Gobierno va de susto en susto (el Tribunal Superior andaluz ha aceptado una demanda contra la Educación para la Ciudadanía), mientras en la goleta del PP da la impresión de que siguen en viaje de placer con Rajoy estrenando su nuevo uniforme de candidato capitán, para pasar revista a los nuevos «guardiamarinas» del partido, ascendidos de sopetón a «Consejo de Notables». Y todo ello, tras convocar una convención de ignoto contenido (¿acaso para presentar el programa electoral, a los candidatos de prestigio y cambiar a los catastróficos portavoces?), y mientras permanece en el mayor de los misterios la pública ausencia de los pesos pesados de este partido. ¿Dónde están Rato, Gallardón, Álvarez Cascos, Montoro, García Escudero, Barberá, T. Martínez, L. F. Rudí, Vidal Quadras, Camps, Arenas, etcétera?

Rajoy confía más en la capacidad de autodestrucción de Zapatero que en su iniciativa. Y buena prueba está en la alarma y preocupación que ha producido en el PP la aparición del nuevo partido de los promotores de Basta Ya y su posible pacto con Ciudadanos, reconociendo, como se ha hecho de manera irresponsable desde la secretaría general del PP, que los de Díez, Rivera y Savater pueden hacer más daño al PP que al PSOE —sobre todo en las provincias con tres, cuatro y cinco escaños—, e implorando que se unan a las huestes de Rajoy.

Quienes con dramatismo piden a Basta Ya y a Ciudadanos el voto útil para el PP deberían no entrar en corral ajeno y ser más exigentes con el PP y con Rajoy. ¿De verdad, hay quien piense que los promotores de estas nuevas iniciativas políticas (y sus posibles votantes) van a abandonar la abstención o el PSOE para ponerse a las órdenes de Zaplana, Acebes, la COPE, la Conferencia Episcopal, FAES, los dirigentes que han ninguneado a Rato, repudian el centrismo de Gallardón, jalean la falsa conspiración del 11-M y mantienen intacto su apoyo a la guerra de Irak sobre la que aún guardan un clamoroso silencio en el PP? Cada mochuelo, a su olivo.

En el buque fantasma de Zapatero han izado, a la desesperada, la bandera roja y gualda del «gobierno de España» para disimular. Pero en la goleta de Rajoy, con el perezoso capitán sentado alegre en la popa, suena la música, corre el ron y sigue sin ondear la bandera de combate, a la espera que la borrasca del Atlántico que amenaza la economía se convierta en huracán, y que los temidos bombazos de ETA acaben por destrozar el buque insignia del PSOE sin que el PP tenga que lanzar un solo cañonazo ni siquiera para avisar.


Pablo Sebastián
ABC