martes, 18 de septiembre de 2007

Albert Boadella anuncia que no volverá a trabajar en Catalunya


Barcelona. (EFE).- El dramaturgo Albert Boadella, director de la compañía teatral "Els Joglars", ha asegurado hoy que no volverá a trabajar más en Catalunya, una decisión que ha calificado como "una derrota placentera".

Boadella ha presentado hoy su ensayo "Adiós Catalunya. Crónica de amor y de guerra" -un título del que ha dicho que no es metafórico sino real- en un barco frente a la costa de Barcelona, para "no hacerlo en territorio catalán".

Esta decisión no significa que el dramaturgo deje físicamente Catalunya, porque "el clima es benigno mientras los nacionalistas no pueden cambiarlo. Seremos como las empresas de calcetines que tiene las fábricas en Taiwán y los venden a todo el mundo menos a los taiwaneses".

Albert Boadella ha indicado que en el resto de España "llena" los teatros desde hace años, pero que no ocurre lo mismo en Catalunya, donde la "mayoría silenciosa" no va a ver sus obras.

El dramaturgo ha comparado esta situación con el boicot al cava catalán: "En ningún momento se dijo que el cava era malo, sólo se recomendó no consumirlo por cuestiones políticas, pero en mi caso se decía que mis montajes eran malos". Esta campaña en contra de su producción teatral la atribuye Boadella al nacionalismo catalán, pero también al actual gobierno de la Generalitat y al PSC.

A partir de ahora, ha anunciado Boadella, su compañía representará obras de diverso contenido porque "no sólo hemos tocado el tema del nacionalismo. Somos una compañía privada y por lo tanto buscamos los lugares donde hay más interés por nuestra creación". Con esta decisión, ha aseverado Boadella, ha conseguido quitarse de encima un "lastre" y también que Catalunya le importe "menos que Birmania".

Sobre la reciente Feria del Libro de Frankfurt, donde Catalunya ha sido el país invitado, ha dicho que le importa "un comino" y que los espectáculos "provincianos" no son de su gusto.


La Vanguardia

El párroco de Mendavia

El párroco del pueblo navarro de Mendavia, Domingo Urtasun, tras recibir una carta de ETA, ha publicado una carta abierta en Diario de Navarra. Urtasun sabe lo que es luchar con los sectarismos del poder gracias a su experiencia en Nicaragua durante 23 años (1974-97), periodo en el que vivió el ascenso y caída del sandinismo.


He recibido una carta sin remite y sin firma, a la que contesto públicamente, con la esperanza de que sea leída por los interesados.

Mi primera impresión fue de sorpresa. Pero después de releerla detenidamente no dudé en pensar que lo que tenía en mis manos era un panfleto del más rancio corte estalinista. Esto se desprende ya desde el primer párrafo que dice literalmente: «Nos dirigimos a Vd. porque venimos constatando su inhibición y escaso interés en la defensa de la Iglesia Vasca». ¿Desde cuándo existe la «iglesia vasca»? ¿Quién es el fundador de tal iglesia? ¿Quiénes son sus autoridades? ¿En qué lugar de Euskal Herría residen?... No alarguemos inútilmente este interrogatorio. Yo he sido bautizado en la Iglesia Católica, que tiene su origen y fundamento en Jesucristo. Mi Obispo y el Papa son mis autoridades. Y todos mis esfuerzos están orientados en esa dirección. Por otra parte, ¿quiénes son Uds. para pretender «obligarme a trabajar más activamente por una Euskal Herría libre, soberana e independiente», como afirman en su carta? Desde mi infancia aprendí que mi patria es España. En ella he crecido, en ella vivo y en ella espero morir, si Dios quiere. No estoy, en absoluto, por la labor de establecer nuevas fronteras, sino más bien por derribar muros y mugas que nos separen.

Tienen la desfachatez de señalarme algunas tareas, como por ejemplo: «poner nombres vascos a los que se bautizan». Señores míos, ¿de verdad que hablan en serio? ¿Estarían dispuestos a aceptar que el cura pusiera los nombres a sus hijos? No me lo puedo creer. Para darle consistencia a tan absurda proposición citan «el comportamiento ejemplar de muchos curas patriotas». Yo pensaba que este lenguaje obsoleto y arcaico, y este afán por promover «iglesias patriotas», sólo se daba en la extinta Unión Soviética y en los países de su órbita comunista, sin excluir la China de Mao Tse-Tung. Esto me suena a manual de Marxismo-Leninismo para principiantes.

Finalmente, su atrevimiento llega hasta «pedirme, también, el voto para H.B. ¡Qué más da cómo nos llamen los fascistas…!» Pues va a ser que no. Sería lo último que se me pudiera ocurrir. ¿Cómo voy a votar por quienes no son capaces de condenar la violencia que asesina indiscriminadamente, y no sienten ningún escrúpulo al profanar los humildes monumentos que el pueblo erige en recuerdo de las víctimas del terrorismo, como acaba de suceder en Berriozar con el monumento a Francisco Casanova, a quien me correspondió enterrar? Es como volver a asesinarlo de nuevo. De verdad que no me resulta ilusionante colaborar con sujetos de semejante catadura moral.


Periodista Digital

La horda de los gestores


En realidad va a parecer que no hablo de literatura, pero sí lo estaré haciendo. Si en este país la piratería prácticamente no afecta al mundo de la literatura, es sólo por motivos circunstanciales, prácticos. Haciendo uso de los medios a nuestra disposición, y obviando la posibilidad de leer en pantalla, en términos económicos hoy en día sale casi por lo mismo fotocopiar un libro que comprarlo. De ahí la narcótica sensación de oasis del noble arte de la escritura, aparentemente a salvo de estos desaprensivos malversadores: los piratas. Pero eso en realidad poco importa, porque la extorsión no tiene a un arte por objeto sino al ciudadano, al lector, al consumidor de productos culturales, y éste (como imagino que es su caso, lector disciplinado) unas veces lee libros y otras ve películas o escucha música.
Por eso creo que es importante que usted lo sepa: los piratas existen, están ahí fuera, son malos y nos acechan. Su propósito es acabar con el arte, convertirlo en mercancía y traficar con ella. Le daré algunas pistas para que, en caso de toparse con uno de ellos, pueda usted identificarlo y actuar en consecuencia.
Un confuso vínculo une al pirata con el mundo del arte. Si hoy se dedica a chulearlo y chuparle la sangre en nombre de la gestión y la propiedad intelectual, en otros tiempos lo practicó, normalmente con escasa suerte y altas cotas de mediocridad. Luis Cobos o Pau Donés (que sigue en activo, en serio…) serían ejemplos obvios, pero hay otros ex artistas que sí gozaron alguna vez del favor de las musas (no hay más que recordar la preciosa canción que, en su debut, Víctor Manuel le dedicara a Francisco Franco. Lo cierto es que suelen iniciarse en la piratería cuando se les acaban las ideas, o más bien las ganas de trabajar para tratar de tenerlas).
Sus métodos pueden despistarnos, pues no andan por la vida en barco, ni tienen el valor que requiere empuñar una espada. Han abandonado el ron, en favor del CD-Rom, y la bandera de la calavera por otras más discretas y actuales con las siglas de su banda: SGAE, VEGAP, etc.
Han ampliado su radio de acción, colonizando los mecanismos que en otros tiempos ampararon a una especie hermana: los corsarios. En virtud de esta reestructuración jurídica, y gracias a un juego de sobornos estándar, cuentan con el apoyo de las instituciones y sus representantes (muy próximos a ellos en capacidad intelectual y gusto estético), y en una evolución próxima a la de la mafia clásica, ejecutan un poder parademocrático que suele tener la forma de impuestos y normalmente recibe el nombre de canon.
Como los piratas de verdad en su momento, como el telar manual tras la aparición del mecánico, o como la comunicación mediante tambores después de inventarse el teléfono, estos zafios piratas tienen las horas contadas. Y nosotros, por una mera cuestión generacional, asientos de primera fila para asistir a su cochambrosa y ridícula agonía.
Así que, de momento, dejemos que nos sigan extorsionando. Querrá decir que siguen vivos, que todavía tenemos tiempo para asistir a su hecatombe.


Trebor Escargot

Articulo publicado en al revista literaria Quimera, nº 232, sección Kalidoskopia, Pág. 6 y 7.