martes, 25 de septiembre de 2007

Réquiem por una esperanza muerta

Ayer domingo día 1 de julio de 2007, a las 9 p. m., tras casi cuatro inexplicables e interminables horas de recuento,los delegados al 2º congreso de “Ciutadans” (y no de Ciudadanos a pesar de la multitud de delegados del resto de España),certificamos con gran alborozo unos, y con inmensa tristeza otros, la defunción de una criatura que apenas acababa de cumplir un año.

Al igual que en todo crimen con numerosos cómplices y consentidores, tardaremos mucho en saber quiénes la mataron, que no murió de muerte natural. El cadáver de Ciutadans goza de muy buena salud y de incontenible alegría. Sólo tiene un pequeño inconveniente, insignificante para su ya viejo y caduco dueño: que es cadáver, un cadáver nada más. Quizá fueron los fórceps que se emplearon para dar a luz a la criatura, los responsables de lesiones externas e internas que minaron su salud a tal punto que costó muy poco empujarla a la defunción.

Ciutadans y su imagen fueron por encima de todo un CARTEL audaz, y fue el cartel, más que las ideas y más que la persona que había detrás del cartel, el que electrizó a los militantes y a los electores, y le mereció la ganancia de 3 diputados en
las elecciones autonómicas del 1 de noviembre de 2006.

Ayer domingo día 1 de julio de 2007, a las 9 p. m., tras casi cuatro inexplicables e interminables horas de recuento,los delegados al 2º congreso de “Ciutadans” (y no de Ciudadanos a pesar de la multitud de delegados del resto de España),certificamos con gran alborozo unos, y con inmensa tristeza otros, la defunción de una criatura que apenas acababa de cumplir un año.

Al igual que en todo crimen con numerosos cómplices y consentidores, tardaremos mucho en saber quiénes la mataron, que no murió de muerte natural. El cadáver de Ciutadans goza de muy buena salud y de incontenible alegría. Sólo tiene un pequeño inconveniente, insignificante para su ya viejo y caduco dueño: que es cadáver, un cadáver nada más. Quizá fueron los fórceps que se emplearon para dar a luz a la criatura, los responsables de lesiones externas e internas que minaron su salud a tal punto que costó muy poco empujarla a la defunción.

Ciutadans y su imagen fueron por encima de todo un CARTEL audaz, y fue el cartel, más que las ideas y más que la persona que había detrás del cartel, el que electrizó a los militantes y a los electores, y le mereció la ganancia de 3 diputados en
las elecciones autonómicas del 1 de noviembre de 2006.

Pero en las municipales, el electorado esperaba más, mucho más. Agotado el efecto cartel, estaba ansioso por ver qué había detrás de éste: ideas, personas, equipo. Y no comparecieron. También los afiliados estuvimos expectantes, ansiosos, nerviosos, impacientes esperando las ideas, las personas y el equipo que nos pondría a todos a trabajar con el entusiasmo que sacó de nosotros el cartel de las autonómicas que tanto, tanto prometía.

No hubo tiempo material en las autonómicas de mostrar qué había detrás del cartel, ni nos dieron oportunidad los medios, por suerte para el final feliz de la campaña; porque si nos la llegan a dar igual que a los demás partidos, ahí mismo pinchamos.
Pero como el cartel del niño desnudo no cundió hasta las municipales, sólo medio año al fin y al cabo (sic transit…), y como la dirección del partido no produjo nada más, ahí que pinchamos. Fue el descalabro.

El truco del cartel valió la primera vez, pero era irrepetible; así que esta vez tocaba ofrecer a los afiliados y a los electores un partido en marcha. ¿Y qué ofreció la dirección del partido? Pues nada, porque no tenía nada que ofrecer: ni liderazgo, ni dirección de campaña, ni organización, ni ideas, ni soporte económico.

¿Y eso por qué? Pues porque el presidente del partido creyó (¡cuán engañado estaba!) que podía tirar de cartel, y se ofreció a estar en todas partes donde se le requiriese. Pero él no era el cartel, sino el modelo; y en el mercado electoral resultó que él en persona y en discurso valía mucho menos que su cartel: era tan sólo su sombra. Así de crudo. Resultó que él interesó mucho menos que su cartel. El cartel fue una gran idea que cosechó su recompensa.

Y sobre todo fue interpretado por los electores como indicio y anticipo de un enorme esplendor y frescura de ideas. El cartel era muy prometedor, y los electores se fiaron: por eso lo votaron (digo “lo”, no “le”). Pero ni el modelo ni el partido al que alegóricamente se referían el cartel y el modelo, se acercaron ni de lejos a las expectativas que tan habilidosamente habían levantado. Y eso se paga. Se pagó. A un alto precio.

La decepción de los electores fue precedida por la de los militantes, que llevaban meses trabajando a ciegas, convencidos de que la dirección del partido trabajaba a tope. Pero no. A falta de ideas, se dedicaron a pelearse entre ellos. Y llegó el 2º congreso del Partido, del que habían de surgir las ideas, y quizá las personas, que lo sacasen del atasco. Pasaron cosas raras, muy raras en ese congreso.

Ninguna por casualidad. Se presentaron equipos y programas, algunos muy buenos. El caso es que presentados los informes de gestión de la Ejecutiva por el presidente saliente (Alberto Rivera), fueron todos reprobados por la asamblea. Y sin embargo se volvió a presentar con su guardia pretoriana completada por un grupo numeroso de jóvenes y un par de personas añosas para componer el cartel.

Allí hizo el despliegue de su tropa; y comparando con los equipos que se habían presentado antes (en especial el de Bouza), aquello parecía realmente un cartel. Alberto Rivera seguía atrapado por su cartel, y lo que hacía era adornarlo con figurantes. Todos fidelísimos. ¿Al proyecto? No, a la persona.

Pero al ver ese viejo e inservible cartel amañado con aquellos retoques, se me encendió la luz que iluminó de repente el congreso y sus antecedentes. Allí estaba la clave, a la derecha del todo según se mira. Una señora muy mayor (confesó más de 70 años) allí estaba desbordada de sonrisa, de vitalidad y de triunfo. Riverista hasta los tuétanos, me explicaron luego. Ella era la clave. La había visto en la asamblea de ideario defendiendo con un ardor rayano en el fanatismo unas bagatelas que se discutían. Eran bagatelas; por eso me sorprendió tanto el ardor de su discurso.

Había una escandalosa desproporción entre la bagatela y el ardor: algo no encajaba en aquella escena. Y por fin me encajó del todo al verla triunfante en la ejecutiva de Rivera. La enmienda a la totalidad del ideario, una cuenta pendiente y bochornosa del pasado congreso, una espina clavada en el sensible corazón de Carreras, se había convertido en virtud del cambio de cromos, en la enmienda de Rivera (que en la ceremonia de presentación de su equipo se confesó liberal y no de izquierdas; ¿captan Vds. la generosidad del gesto?).

En virtud de ese cambio de cromos, tú ayudas a papi a declarar el partido de centro-izquierda, y papi maniobra con sus huestes de izquierdas para poner el partido en tus manos. Eso explica que la señora mayor pusiera toda su alma en defender a papi Carreras para que le pudiera regalar el partido a su niño (“Papi, cómprame un partido”). Allí lo vi todo claro, en el cartel bis de Rivera.

Porque claro, no conseguí ver más que un cartel, del que no pude imaginarme que saliera un ideario de verdad, cuando acababan de cargarse el mejor que teníamos, el más elaborado al menos, el más participado por todos los afi liados del
partido… para curar el ego herido de papi. De un equipo que se formaba a ese precio, tirando por la borda el ideario del partido, pobre aún, pero aceptado y compartido por todos; de semejante equipo, digo, es temerario, es suicida esperar nada bueno.

¡Y la afinadísima orquesta de los que lo votaron, tanto si les iba de cara como si les iba de culo! Esa es otra. No podía ni imaginarme que en el partido hubiera tal capacidad gregaria. Hay que hacérselo mirar.

El prodigio final de tamaño despropósito es que entramos en el congreso sin etiqueta, y salimos con ella en la frente: aquella por la que suspiraban papì Carreras y los suyos. Por supuesto que todo aquel que se ha pasado la vida rehuyendo las viejas etiquetas y que se refugió en Ciudadanos porque en este partido no se jugaba a eso, ha vuelto a quedarse huérfano de partido. ¡Y mira que se llegó a explicar por activa y por pasiva que la etiqueta, si no lo expulsaba directamente del partido, lo devaluaba frente a los auténticos, convirtiéndolo en afiliado tolerado; y por supuesto de segunda fila, sospechoso de heterodoxia e inepto por tanto para acceder a cargos de responsabilidad en el partido… como no sea por graciosa concesión de los fetén.Pero ese era el precio convenido con papi; y había que pagarlo.

Por supuesto que mientras se fraguó toda esta infamia en el plenario, eché por la boca, sin el menor recato, sapos y culebras para desahogarme con mis compañeros de agrupación. Pero rodeado como estaba de riveristas (arribistas los llaman otros), fui increpado por alguno de éstos. Me decía que calificando de bodrio y basura el ideario de papi Carreras, sobre todo comparado con el que desplazaba, y más basura todavía la forma en que se estaba perpetrando tamaña fechoría; me decía el interpelante que con esas acusaciones ofendía a los que votaron el nuevo ideario y la secuencia de votaciones hasta culminar en las listas cerradísimas (abiertas, pero con el 100% de miembros).

Mi respuesta fue que eso era lo que pretendía: ofenderles, al menos para que sintieran el peso de la vergüenza. Creo que lo conseguí. A estas horas son ya muchos los que tienen serias dudas de para qué les servirá esa victoria a ellos y al partido.



Mariano Arnal
Ciudadanismo

Ciudadanos en la Red: este artículo, publicado al día siguiente del II Congreso de Ciutadans, merece ser leido con atención, por eso lo hemos recuperado en estos momentos para que los numerosos lectores que nos preguntan que ha ocurrido en Ciutadans tengan una idea de lo que ocurrió cuando los dirigentes actuales, convirtieron el partido Ciudadanos en un partido de plástico fino. Aprovechamos para felicitar al autor por su estupenda
descripción y sutil análisis.