martes, 18 de marzo de 2008

El orgullo de ser español

Españolistas tradicionales, independentistas vascos, partidarios del patriotismo constitucional y nacionalistas moderados aparecen, retratados en sus propias palabras, en La dejación de España (Katz editores), un texto en que la socióloga madrileña, a través de un amplio recorrido por las diversas manifestaciones de la identidad nacional, pretende dibujar los discursos más habituales en la política territorial española. La profesora de la Universidad Complutense de Madrid refleja en su libro los resultados de las conversaciones mantenidas por 17 grupos de discusión en diferentes ciudades españolas, en los que reunió a votantes y militantes de los principales partidos del ámbito parlamentario, además de los de la ilegalizada Batasuna.

Y la iniciativa es importante en la medida en que “el nacionalismo es una realidad ascendente en toda Europa, desde la antigua Yugoslavia hasta países como el Reino Unido, donde la identidad inglesa está siendo puesta en cuestión. Sólo países con una tradición de fuerte centralización como Francia parecen escapar de momento a dicha tendencia”. En el caso español se da, además, una situación especial que fomenta el ascenso de esas identidades fuertes, toda vez que “nuestro sistema electoral acrecienta el poder de "partidos llave" que ejercen los nacionalismos periféricos”.

Helena Béjar constata que, en consecuencia, el lenguaje del nacionalismo también está en auge. Lo que implica una mayor presencia pública de discursos simplificadores, en blanco y negro, donde sólo caben buenos o malos. Y es que “el nacionalismo une intereses a pasiones, y es por éstas por las que los hombres combaten por sus patrias, de manera simbólica o real. En la medida que mueve pasiones, el nacionalismo, como otras doctrinas políticas, divide al mundo entre los que están conmigo y los que están contra mí. Pero eso ya pasaba con el marxismo, por ejemplo. Pasa con las todas las doctrinas, que son simplificadoras”.

Si en todos los grupos de discusión los sentimientos aparecían a flor de piel, hubo algunos que cobraron carácter de excepcionalidad. Así ocurrió con los programados en Euskadi. En primer lugar, por las condiciones de su celebración. “Varios de los participantes no nacionalistas en el País Vasco llevaban escolta y tenían miedo a hablar, a pesar de que se les aseguraba el anonimato y la confidencialidad. También tuve dificultades extremas para realizar un grupo con quienes pertenecían a HB, por la desconfianza y el temor con que contemplaban la experiencia y por las medidas de clandestinidad que se hubieron de tomar”.

Y, como segundo aspecto, los grupos de discusión vascos fueron especiales por el contenido de los discursos. En ellos se contraponía claramente un nacionalismo bueno, positivo y comprensivo frente a otro negativo y opresivo. En ese sentido, asegura Helena Béjar, “el nacionalismo radical vasco siempre ha bebido del viejo marxismo: definen la situación a su manera, es decir, creen o dicen que creen que España no vive en una democracia para justificar la lucha armada, que sería así una lucha de liberación del Pueblo Vasco. Ignoran interesadamente que España es el Estado más avanzado en cuanto a autogobierno regional de Europa, por eso niegan los avances en materia de transferencias que ha supuesto el Estado de las autonomías. Por otra parte, el sueño de la gran Euskal Herria les hace construir un discurso siempre insatisfecho con lo que hay, ya que su horizonte es ese gran País que ellos quieren reconquistar”.

Es difícil hablar de política en España

Béjar se detiene en su libro en una paradoja presente en las formas de razonar de los nacionalismos periféricos, para quienes “si el nacionalismo español no se afirma, demuestra sus carencias. Si lo hace, demuestra su autoritarismo”. Desde esta perspectiva, parece un terreno especialmente difícil para que el diálogo cuaje, en la medida en que, se adopte la postura que se adopte, se será rechazado por la otra parte. ”Cada vez es más difícil el diálogo entre estos nacionalismos fuertes, especialmente porque una parte de los que discuten utilizan lo que Sartori llama 'la guerra de las palabras', es decir, te llaman 'facha' en cuanto te defines como español o incluso manifiestas distancia respecto al centro izquierda, y no digamos si estás a favor de ciertas políticas del PP. Por eso no hay que entrar en esa falacia: el español es un facha, el nacionalista catalán es razonable, el vasco tiene derecho a pedir cuanto quiera, etcétera. Mis entrevistados más ponderados advierten que cada vez es más difícil hablar de política en España, especialmente de política territorial porque se disparan en seguida las pasiones”.

Para Béjar, sería necesario reconstruir la tradición del nacionalismo liberal y de afirmar el valor sentimental de España como nación. Y, para ello, afirma, habría que dar la vuelta al significado peyorativo de algunos términos, caso de españolista, y sustituirlos por el de español. Tales objetivos podrían conseguirse “ahondando en la tradición liberal del nacionalismo español porque la imagen que se tiene es la del españolismo conservador, que llevó al extremo el franquismo con su nacionalcatolicismo. Eso es tarea de los historiadores. Yo por mi parte, como socióloga, he analizado los diversos discursos ideológicos que me he encontrado y de lo que me he dado cuenta es de la dificultad de llegar a un discurso españolista sin complejos, precisamente por el predicamento de los nacionalismos sin estado”. Para recuperar la identidad o conciencia nacional española, “habría que volver a una educación integradora, algo que parece ya imposible una vez transferidas casi todas las competencias a las Autonomías. Cualquier científico social sabe que la educación es la palanca nacionalizadora fundamental. De ahí el triunfo de los nacionalismos catalán y vasco, que han extendido sus lenguas y con ello la identidad de sus naciones”.

En la medida en que gran parte de las disputas políticas/mediáticas de la última legislatura han tenido lugar entre dos concepciones de España, una más rígida y otra más blanda, que también han sido las causantes de las diferentes respuestas electorales habidas en las comunidades autónomas gobernadas por el PP y en el resto, podría pensarse no sólo que el asunto territorial ha sido decisivo en las últimas elecciones sino que lo seguirá siendo posible en los próximos años. Así lo cree Helena Béjar: “El Partido Popular ha ido acrecentando en los últimos tiempos, a raíz de la llamada profundización del Estado de las Autonomías, una idea de España "fuerte", a rebufo de la política territorial del PSOE, que no se sabe si tiene un modelo federal de Estado o va a seguir concediendo nuevos Estatutos según la demanda de cada región o comunidad. Como resultado hay parte de la izquierda que se siente traicionada porque no sabe a quién quejarse de la "dejación de España". Y parte de ese centro izquierda ha cambiado el voto a UPyD, claramente antinacionalista, o al PP, aunque no les gusten muchos aspectos del centro derecha. Es un voto "contra", de indignación moral”.


El confidencial

Pekin 2.008