miércoles, 29 de abril de 2009

LA ENFERMEDAD: EL HOMBRE. Por Gabriel Albiac

«La enfermedad, en sus perseverantes irrupciones de exterminio, rigió siempre un estupor primordial entre los hombres.»

MÉXICO, un virus mutante, un mundo ínfimo: el nuestro. La enfermedad, de nuevo. Y en su exacta metáfora, la verdad de lo humano.

La más bella exaltación de mundo y vida, y la más inteligente, la escribió Lucrecio hace más de dos mil años: un prolijo poema cuyos versos aspiran a inventar un universo equiparable en lo extraño a lo real del cual busca dar cuenta de la mano de Epicuro, primer maestro que «supo alzar una luz clara en el fondo de las tinieblas, e iluminar los verdaderos bienes de la vida». Su título remite al encuentro con la prodigiosa «naturaleza de las cosas», De rerum natura; y pocas veces, o tal vez ninguna, la mirada de un filósofo se ha sabido tan desnuda ante la inmensidad de eso, narrar cuya epopeya es imperativo moral de aquel que piensa. Narrarla tan bellamente. En la invocación de Venus, que lo abre, está todo el fervor claro del «padre griego que descubrió la verdad»: que «nada es nuestra muerte, pues que en nada nuestra muerte nos afecta»; que no hay muerte jamás que nos alcance nunca; que cuando ella, no yo; que cuando yo, no ella. En el cuadro devastador de la peste sobre Atenas, sin embargo, que cierra su libro VI, y con él la obra, todo es tiniebla, absurdo y exterminio. El soplo de la muerte prima; y, con él, dolor, angustia, y miedo. Un paisaje de insepultos cadáveres acecha al poeta de la lucidez y del sosiego sabios: «Se afanaban en sepultar a la multitud de los suyos,/ volvían a sus casas agotados de llanto y de gemidos», y «la súbita necesidad y la pobreza les inducían a muchos horrores».


La enfermedad, en sus perseverantes irrupciones de exterminio, rigió siempre un estupor primordial entre los hombres. Acepta uno dar razón del mal, aun del más enorme, cuyo responsable moral pueda ser designado. Eso consuela, porque impone un sentido lógico, un orden y -aun monstruosa- una cierta armonía en el fingido equilibrio de los daños y las culpas. La ausencia de sentido es lo más insoportable para la mente humana. Pero no hay mente humana que pueda postular su acceso a la edad adulta sin comprender que el sentido, que tanto nos consuela, es, como todo consuelo, una forma eficaz -y, como tal, perversa- del engaño. Lucrecio había, con seguridad, leído también al Aristóteles más grande: ese que sabe cómo vida y muerte son lo mismo; nombres de la misma cosa, corrupción y generación; todo lo más, perspectivas conmovedoramente humanas de la impecablemente desalmada naturaleza. Y tengo por el momento más alto de la metafísica cristiana ese instante «aterrador» -el adjetivo es suyo- en el cual el infalible matemático Blaise Pascal sentencia lo inexorable: que la enfermedad es el hombre, esa mirada de espanto que nos devuelve entera la perversidad de ser en un mundo efímero, tan efímeros como él, pero sabiéndolo. El lacónico Borges lo cifraba en una de sus más sabias ironías, que trueca el axioma epicúreo en paradoja: sólo el hombre es mortal, porque sólo él sabe que muere.

No hay tiempo en la breve historia de los hombres que no haya tenido su propia Peste de Atenas. Sacralizadas epidemias medievales; sífilis, con la cual abrirá el mundo moderno su universo sin fronteras; demasiado escenográfica tuberculosis de la pésima lírica en el siglo diecinueve; sida que arrasó cuanto una generación soñaba haber ganado en la tan trabajosa construcción del propio cuerpo... Y Heráclito que llamó, hace ya más de dos mil quinientos años, a la Guerra padre de toda cosa, señor de toda. La guerra, la enfermedad... Majestuosa herencia de los hombres. Únicos que son libres. Por ser trágicos.

México. Virus mutante. Ínfimo mundo. El nuestro.

ABC - Opinión

MUY RARO. Por Alfonso Ussía

El torneo de tenis «Conde de Godó» era el más prestigioso de España. En los últimos años ha perdido protagonismo en beneficio del «Masters» de Madrid. Pero sigue siendo un gran campeonato, y su nombre arrastra un indudable prestigio. Este año, por quinta vez consecutiva, lo ha ganado Rafael Nadal. Y lo ha hecho con facilidad suprema, porque al Godó no ha venido casi nadie de fuera. Ni Federer ni Djokovic ni Murray. Pero en este artículo no pretendo establecer comparaciones con la posible desgana de los organizadores del Godó y la ambición y fuerza de Manolo Santana, que han contribuido de manera fundamental para que Madrid, y no Barcelona, se haya convertido en la capital del tenis español, rango que siempre ostentó la Ciudad Condal. Me interesan otras rarezas, políticamente sospechosas.

El torneo lleva el nombre de un conde. El de Godó. Se celebra en el centenario Real Club de Tenis Barcelona, que como su nombre indica es un «Real Club». Lo patrocina el Banco Sabadell, que está implantado en todo el territorio de España. Me figuro que contará con el asesoramiento de la Real Federación Española de Tenis. Se trata de un acontecimiento deportivo que aún mantiene su atractivo en el circuito internacional de tenis, y está notablemente dotado de premios y dietas. Pero le molesta el Himno de España. Rafael Nadal ganó, a principios de año, el Internacional de Australia, celebrado en Melbourne. La primera vez que un tenista español lo conseguía. Después de recibir el trofeo, se oyó el Himno de España. Rafael Nadal ganó en Indian Wells, un «Masters 1000» -como el inmediato que se celebrará en la Caja Mágica de Madrid-, y después de recibir el trofeo, se oyó el Himno de España. Rafael Nadal ganó el también «Masters 1000» de Montecarlo, y asímismo por quinta vez consecutiva. Cuando el Príncipe Alberto de Mónaco le entregó el trofeo, se oyó el Himno de España. Y llegó el Godó. Lo ganó Nadal, y se lo entregó la Infanta Cristina. Pero en España, no se oyó el Himno español. Y me pregunté. ¿A quién le molesta el Himno de España en el Godó? ¿Al conde de Godó? ¿Al Banco Sabadell? ¿A los directivos del Real Club de Tenis Barcelona? ¿A la Real Federación Española de Tenis? ¿A la Infanta Cristina? ¿A los recogepelotas?¿ Al público no. El público de tenis de Barcelona es el más sabio, antiguo por afición y educado de España. Un público que se vuelca con Nadal, Ferrer, Verdasco y Feliciano López no se puede sentir molesto y ofendido porque en un gran evento deportivo celebrado en Barcelona suene el Himno español. Estoy seguro de que a la Infanta Cristina, duquesa de Palma e hija de los Reyes, tampoco. Le encanta el Himno. A Nadal y Ferrer, los finalistas, lo mismo de lo mismo. Del conde de Godó tampoco albergo dudas, como de los directivos del Real Club de Tenis Barcelona y del Banco Sabadell. Aunque su nuevo presidente sea republicano, pensar que la Real Federación Española de Tenis es la causante del desprecio u olvido del Himno Nacional no se me antoja correcto. Por ello, sería conveniente que la organización del Godó nos abriera los ojos señalando al imbécil que considera inapropiado que en España, y después de vencer un español, el Himno Nacional esté prohibido. No sabemos quién es el imbécil, pero por ahí se mueve.

La Razón - Opinión

EL RUIDO DE LA LLUVIA. Por M. Martín Ferrand

«Si, aunque el marido de Angela Merkel tenga menos glamour que la esposa de Sarkozy, nuestros líderes reparasen en el modo alemán de enfrentarse a la situación se les podría caer la cara de vergüenza.»

SEA grande o pequeño, desde la gripe porcina al sastre de Francisco Camps, cualquier pretexto es bueno para que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no se centre en el primero y más grave de los problemas que nos angustian. Tampoco podría decirse con justeza que el PP -especialmente en las Autonomías de su jurisdicción- y cuantos partidos integran el mosaico de la oposición actúen como cabría esperar frente a una situación que está desintegrando buena parte de los logros materiales alcanzados en los últimos años y que, en lo que respecta a sus cuatro millones de protagonistas principales, es rotundamente dramática.

Ya que tanto deslumbran el encanto de Carla Bruni y la habilidad y finura de Nicolás Sarkozy, podrían reparar nuestras fuerzas vivas en las medidas, muchas de ellas drásticas, que ya operan en Francia para enfrentarse a una crisis global y financiera. Una crisis a la que aquí se le añaden la quiebra de un modelo económico taponado por un exceso de ladrillos y un sistema de relaciones laborales en el que los empleados aparentan trabajar y los empleadores hacen como si retribuyeran el esfuerzo virtual. Si, aunque el marido de Angela Merkel tenga menos glamour que la esposa de Sarkozy, nuestros líderes reparasen en el modo alemán de enfrentarse a la situación se les podría caer la cara de vergüenza. Allí toman medidas, muchas y radicales, sin el menor interés por resultar simpáticos u obtener un rédito electoral: al servicio de Alemania.

Dejando a un lado a los partidos periféricos y nacionalistas, una de las cargas añadidas aportadas por el germen consentidor de la Transición y la degeneración partitocrática, los dos grandes partidos en presencia, en la poco sutil reflexión de que los parados también votan, se las prometen felices ante la hipótesis de enriquecer su parroquia natural con los cuatro millones de perjudicados directos. Craso error. Aquí está floreciendo un insano sentido de negación democrática que, con base en el tradicional acratismo hispano, puede llegar a tener fatales consecuencias. Como cuando llueve, nadie se siente responsable del agua que cae y unos, los prudentes, esperan a que escampe y otros, los audaces, se someten al chaparrón; pero, hay que recordar lo obvio, no es la lluvia lo que nos empapa, sino la inoperancia de un Gobierno sin rumbo y con complejos y el prudente desdén de una oposición sesteante.

ABC - Opinión

ADVERTENCIAS AL GOBIERNO

El gobernador del Banco de España, Fernández Ordóñez, ha salido al paso avisando al Gobierno de que va por el camino erróneo, que el desaforado gasto no resuelve la recesión, es necesario reducir y abrazar la austeridad, que está en peligro el sistema de pensiones y son precisas medidas correctoras, porque el erario público no se puede vaciar y agotar. El hombre, F. Ordóñez, quiso intervenir la Caja Castilla La Mancha (CCM), pero el Gobierno de ZP, se lo impidió para salvar a sus amiguetes socialistas colocados en el Consejo de Administración; luego, cuando se hizo, ya era tarde, habían mareado la perdiz innecesariamente" durante varios meses, lo que puso al borde del infarto financiero a la caja. La hambruna de estos politiquillos ha convertido las Cajas de Ahorro en refugio y pasto de sus ambiciones.

Pues bien, su diagnóstico, que ha venido a coincidir con las previsiones del FMI, advirtiendo que, en España, la recesión durará un año y medio o dos, el PIB caerá un 3% y, el año próximo, el paro llegará al 20%, ha hecho saltar, sin dilación, a varios ministros, atajando sus apreciaciones y tildándolo de alarmista y equivocado; ellos que nos han dejado caer en este desastre y no saben tomar las medidas oportunas, son los que impulsaron la fusión de CCM con otras cajas de ahorro, a sabiendas de que se producía sobre unas cuentas falseadas, y los que, no reconociendo la existencia de la crisis, para tomar a tiempo las medidas necesarias, han provocado una situación aún más grave, a la que el sistema financiero no puede ser inmune. El aumento del paro de marzo demuestra que la situación se agrava y que el problema económico-financiero, en España, va a durar más que en el marco europeo, por no haberlo atajado en su momento.

Las alegrías de ZP chocan contra las advertencias del FMI y del Banco de España; sus voces autorizadas, al pronosticar que la gravedad, lejos de amainar, irá en aumento, aconsejan racionalizar el gasto público; no siendo necesario recortar el gasto social, el Gobierno debe poner fin al derroche que suponen las autonomías y al dispendio, que bajo la etiqueta de cultura, sindicatos y otros inventos, se dilapida en financiar la propaganda encubierta de los partidos políticos. Si no se hace así, esta crisis de confianza se enquistará y ya no habrá remedio. ZP, al no querer ver sus errores y no enmendar sus políticas ineficaces, sólo hará que el enfermo caiga en coma y se apague definitivamente.

Además es preciso, y aquí los deberes corresponden a empresarios y gobierno, incrementar nuestra productividad, acomodándola a un modelo económico más competitivo y acorde con los tiempos. La Confederación de Cajas de Ahorro insta al Gobierno a entablar un plan de contingencia para el sistema financiero, que pueda responder a riegos catastróficos. Aquí, se requiere, no un cambio de ministros, sino un estricto proceso de austeridad y ahorro, una profunda reforma laboral, un cambio radical de política, en definitiva, un frenazo en seco, un corte por lo sano y convocatoria de elecciones.

Voto en Blanco

OBAMA, CIEN DIAS

Pese a los muchos frentes abiertos, el nuevo presidente se ha afianzado como un líder solvente

No resultaba fácil enfrentarse a la herencia de George W. Bush y de toda una época de excesos políticos, económicos y militares, pero Barack Obama ha conseguido durante sus primeros 100 días en la Casa Blanca mantener intacta la confianza que depositaron en él los norteamericanos y también el resto del mundo. La formación de su equipo de Gobierno fue un signo claro de la nueva forma de hacer política que intentaba promover. Frente a la consigna sectaria del conmigo o contra mí que la doctrina neoconservadora exportó a la mayor parte de los países democráticos, incluidos los europeos, Obama se rodeó de los mejores sin importar la adscripción partidaria ni, tampoco, la proximidad a su persona.


Cien días después, su mensaje político de fondo ha calado en la opinión pública, pese a algunos escándalos y dimisiones entre sus colaboradores: Obama no se propone ejercer la jefatura de un partido, sino el liderazgo de un proyecto. Las medidas adoptadas para hacer frente a la crisis financiera y económica van más allá del simple catálogo de recetas rutinarias o de iniciativas mediáticas. Se han enmarcado, por el contrario, en una estrategia de gran calado que ha obligado a reformular el papel del Estado y a establecer una escala diferente de valores en una sociedad como la norteamericana.

La mayor parte de las instituciones internacionales y los expertos coinciden en señalar que Estados Unidos podría ser una de las primeras economías en ver la luz al final del túnel gracias a las políticas de Obama, y, en ese caso, su presidencia habrá marcado un hito. Aún es pronto, sin embargo, para conocer unos resultados de los que dependerá en gran medida el balance global de su gestión al frente de la Casa Blanca. Porque es difícil imaginar que se lleguen a reconocer sus méritos en ámbitos como la cohesión social o la política exterior si fracasan sus medidas para vencer la crisis.

La retórica de los discursos internacionales de Obama ha podido confundir no sólo a quienes han acogido su diplomacia con reservas, sino también a sus propios partidarios. En estos 100 primeros días Obama no ha perfilado la política exterior de un soñador. Antes por el contrario, ha recuperado la doctrina del interés nacional frente a la fanática ideologización de la diplomacia de Bush, que a punto estuvo de comprometer la hegemonía internacional de Estados Unidos. Y es en esta primacía del interés nacional donde pueden surgir para Obama algunos problemas estratégicos, como la difícil compatibilidad entre la nueva política hacia Irán, enmarcada en el objetivo de detener la proliferación del arma atómica, y el mantenimiento de la alianza a ultranza con Israel.

Cien días tan exitosos como los transcurridos desde su llegada a la Casa Blanca eran imprescindibles para que Obama afianzara su liderazgo interior y exterior; ahora queda que sepa administrar esa capacidad para hacer frente a una crisis cuya profundidad espanta.

El País - Editorial

"ESPAÑA NOS QUIERE LIQUIDAR". Por José García Domínguez

Pujol

«Gente rara, esos españoles. Fueron capaces de vencer al Imperio Inca, de eclipsar al azteca y de someter al maya y, sin embargo, nunca se atrevieron a exterminar de la faz de la tierra a sus muy odiados payeses de Vic.»


Descubro en una gaceta catalana de ambición doméstica la siguiente deposición: "Los españoles siempre nos han querido liquidar, desde el siglo XVI, y ahora tienen la sensación de que lo pueden hacer. Será trabajo nuestro, una vez más, el impedirlo". He ahí una loable muestra de sensatez, cordura y sereno afán de concordia, amén de envidiable rigor histórico; en suma, un ejemplar testimonio de equilibrio mental al que nada cabría apostillar si su autor no fuese Jordi Pujol i Soley, "español del año" entre otras distinciones y honores civiles.


Gente rara, esos españoles. Fueron capaces de vencer al Imperio Inca, de eclipsar al azteca y de someter al maya. Su poder incontestado abarcó un continente entero. Italia toda se arrodilló a sus pies. Dominaron Flandes. El Franco-Condado obedeció presto a su férrea voluntad. A sangre y fuego impusieron, implacable, su ley. Temibles sus tercios, que levantaban olas de incontenible pavor a su paso. Y, sin embargo, nunca se atrevieron a exterminar de la faz de la tierra a sus muy odiados payeses de Vic, tal como ansiaba esa catalanofobia patológica que, eterna, corre por sus venas. Raritos, raritos...

Tan raritos que, tras ser estafado su Ministerio de Hacienda por una banda de contrabandistas de divisas catalanes dirigida por cierto Florencio Pujol, decidieron castigar al tal Pujol otorgándole una ficha bancaria. No de otro modo nació Banca Catalana, la misma que después heredaría su hijo Jordi. Aquel monumental timo lo explicó en sus memorias Manuel Ortinez, gerente durante la autarquía del Consorcio Algodonero de Barcelona, el célebre sanedrín de la burguesía textil. Así:

Si tú exportabas un producto que te daba un millón de dólares, simulabas venderlo al doble de ese precio y por tanto podías importar por dos millones [gracias a las licencias de importación que concedía el Estado]. Era evidente que necesitabas un millón de dólares extra (...) Yo libraba las pesetas en Barcelona, en billetes de cien, que hacían un bulto considerable, y las pesetas convertidas en dólares aparecían en los Estados Unidos o en Suiza. Naturalmente era una operación delicadísima que no podías realizar con cualquiera (...) Con Florenci Pujol nunca tuve ningún otro trato más que éste.

Raritos, los españoles. Décadas después de aquel tocomocho germinal, en 1982, en lugar de liquidar a los catalanes, su eterna asignatura pendiente, prefirieron liquidar 83.633 millones de pesetas (504 millones de euros) con tal de salvar a los impositores de la quebrada Banca Catalana de la ruina y a Pujol (Jordi) del oprobio público. Lo dicho, extraños, raros, rarísimos genocidas.

Libertad Digital - Opinión

EL NOMBRE DE LA COSA. Por Ignacio Camacho

QUE le cambien el nombre. Ya. Inmediatamente. Si la vacuna va a tardar tres o cuatro meses en inmunizar nuestros cuerpos, resulta urgente, perentorio, blindar al menos nuestra dignidad. No es decoroso morirse de gripe porcina. En un mundo disfrazado de eufemismos hasta el extremo del ridículo nadie merece el apóstrofe de una plaga nominalmente degradante. Ya es suficiente calamidad contraerla para que, además del aislamiento social y físico, los enfermos sufran el estigma de una denominación ignominiosa. El pudor colectivo que aún se resiste a hablar del cáncer e impone el circunloquio de la «larga y penosa enfermedad» exige que se levante un cierto velo de sensibilidad en torno a los afectados por la epidemia. Una tarea que, por cierto, se antoja bastante más fácil que controlarla.

De momento, el empeño parece reducido a sacudirse literalmente el muerto. La OMS está empezando a mencionarla como «gripe americana», mientras los estadounidenses, tan expertos en el arte perifrástico del disimulo conceptual, han desplazado hacia los mexicanos la denominación de origen. Y en México, después de unas semanas de ninguneo que acaso hayan resultado cruciales en la expansión del mal -los viajeros recientes se sorprenden del silencio inicial que reinaba en el foco de la crisis vírica-, han optado por referirse simplemente a la «influenza», palabra de eco más retórico, o al menos más ambiguo. Los españoles llevamos un siglo arrastrando el vestigio histórico de una pandemia que sembró de muertos el planeta: la gripe española de 1918. Si vamos a enfrentarnos a una hecatombe similar, deberíamos tener el derecho a elegir siquiera el nombre de nuestro asesino.

La peste porcina afecta en exclusiva a la cabaña ganadera, por lo que identificarla con este virus que nos acecha supone una renuncia moral a la condición humana.

Para colmo, algunos medios han dado en hablar de la «peste porcina». Peste suena medieval, atávico, premoderno; en el mejor de los casos, a agonía camusiana, alegoría de la resistencia frente a la opresión, pero el adjetivo infama sin paliativos cualquier pretensión honorable. Además, es inexacto: la peste porcina afecta en exclusiva a la cabaña ganadera, por lo que identificarla con este virus que nos acecha supone una renuncia moral a la condición humana.

Parecerá una cuestión baladí, pero el propio Camus nos enseñó que a la catástrofe sólo se le puede hacer frente desde la dignidad. Y ya que a la medicina le ha pillado a contrapié este inesperado enemigo invisible, que viene a mostrar lo vulnerables que aún somos en nuestro presunto progreso, no dimitamos de la autoestima de la especie. Como enseñó el viejo nominalismo escolástico, hay que encontrar una palabra, un término, una expresión que salvaguarde nuestra esencia metafísica. El nombre de la cosa. Una especie de testamento vital para, llegado el caso de una fatalidad irremediable, morir como personas y no como gorrinos.

ABC - Opinión

CIEN DIAS PARA CAMBIAR EL RUMBO DE EEUU

Lo esencial del balance de estos 100 primeros dias del presidente Obama no son tanto los resultados por venir, sino las herramientas y el carácter del nuevo inquilino de la Casa Blanca.

«LOS GRANDES Estados se parecen más a un superpetrolero que a una lancha motora. Si quieres cambiar de rumbo, tienes que ir despacio». Esta metáfora, formulada por Barack Obama el pasado 7 de abril, define a la perfección la forma en la que ha encarado sus primeros cien días como presidente: sin radicalismos pero con el timón firme en dirección opuesta a la de su predecesor.


Obama será juzgado sobre todo por la evolución de la crisis económica, y de ésta depende que el demócrata pueda impulsar su ambiciosa agenda social. Es pronto para saber si sus planes rendirán frutos, pero las bases puestas están: un estímulo de 787.000 millones de dólares que incluye rebajas fiscales para las clases medias y grandes inversiones en infraestructuras, un plan para limpiar la banca de activos tóxicos y otro para que nueve millones de familias puedan renegociar sus hipotecas. Y como colofón, un presupuesto de 3,6 billones de dólares que incrementa las asignaciones de salud pública y los impuestos a las grandes fortunas.

Además, y frente a todo pronóstico, Obama no se ha centrado sólo en la economía. Se ha involucrado personalmente en los más diversos ámbitos y en todos ellos se comprueba el giro emprendido por la gran potencia. Ya en su primer día como presidente suspendió los tribunales militares de Guantánamo, y prometió cerrar las ominosas prisiones de la base en un año. Dos días después, prohibió las cárceles secretas de la CIA y las prácticas de tortura en los interrogatorios. Ha hecho públicos los informes de la anterior Administración que admitían esas prácticas. Ha levantado el veto a la investigación con células madre de embriones humanos. Ha anunciado limitaciones a la emisión de gases de efecto invernadero.Ha puesto un calendario a la salida de Irak, enviando 17.000 soldados más a Afganistán. Ha emprendido una nueva diplomacia abierta al diálogo, como demuestran sus acercamientos a Cuba o Irán y su propuesta de desarme a Rusia. Nadie espera que los Castro reviertan de la noche a la mañana su proceder de los últimos 50 años o que Ahmadineyad ponga fin al programa nuclear sintiéndose seducidos por esa política mano extendida. Pero al menos éstos y otros gobernantes no podrán atribuir a la prepotencia y el unilateralismo norteamericanos la razón de todos sus males.

Lo que atempera este cambio de rumbo es que Obama ha demostrado en todo momento ser un líder pragmático, dispuesto a escuchar a todos antes de tomar una decisión y de incorporar diversos pareceres al resultado final. Prueba de ello es por ejemplo que optó por una retirada escalonada de Irak que culminará a finales de 2011 pese a la decepción de muchos demócratas. O su oposición a crear una comisión de la verdad que someta al escarnio público a la Administración Bush por permitir las torturas. Si no ha logrado hasta ahora convertirse en el líder bipartidista que prometió ser se debe más a una estrategia de confrontación de los republicanos que a la radicalización del presidente. Prueba de ello es que Obama mantiene un índice de popularidad del 65%.

Lo esencial del balance de los primeros 100 días no son tanto los resultados, que están por venir, sino las herramientas y el carácter que demuestra tener el presidente para afrontar el resto de su mandato. Pocos recuerdan las 15 leyes que Franklin D. Roosevelt logró que aprobara el Congreso en sus primeros 103 días, alguna de ellas un fiasco, pero sí que con su amplia iniciativa demostró ser un líder diligente, dispuesto a innovar y a extender el poder del gobierno federal. En estos tres meses, Obama ha sabido transmitir seguridad y confianza a los estadounidenses y a la opinión pública global sin caer en ese optimismo simplista que nos es tan conocido por estos pagos. Ha demostrado ser capaz de tomar decisiones coherentes con unos principios pero no cegadas por el partidismo. Y encima ha logrado que todo ello parezca fácil. No parece un mal capitán para esta singladura.

REl Mundo - Editorial

UNA LISTA CON LUCES Y SOMBRAS

«La sustitución de Galeote por alguien como Teresa Jiménez Becerril, o la persistencia de Vidal-Quadras, no hacen, sin embargo, menos criticable la injusta defenestración de un eurodiputado tan conocido y querido por el electorado popular como Luis Herrero»

El Partido Popular por fin ha hecho pública su lista electoral para los próximos comicios europeos del 7 de junio, en la que Luis de Grandes aparece como número dos y en la que, finalmente, no está incluido el hasta ahora "número tres" del PP en Europa, Gerardo Galeote. Como se recordará, este eurodiputado ha sido vinculado por el juez Garzón en el "caso Gürtel", si bien la Fiscalía Anticorrupción ha rechazado en dos ocasiones su imputación en la supuesta trama de corrupción liderada por Francisco Correa y que salpica a algunos miembros del PP. Según fuentes de Génova, la ausencia de Galeote, tras quince años como eurodiputado, se ha producido "a petición propia" para "no perjudicar la candidatura" de Mayor Oreja y evitar convertirse en "el eje de la campaña".


Aunque el principio de presunción de inocencia debe ser siempre defendible, y aunque la buena labor de Galeote en Europa haya sido reconocida hasta fuera de las filas del PP, su ausencia en estos comicios es una decisión acertada y sensata que, ciertamente, evitará al PSOE manejar las sombras de la sospecha contra sus adversarios políticos. Más aun en una campaña electoral que va a girar, como es previsible, en torno a asuntos domésticos, poco o nada relacionados con el ámbito europeo, y en la que los socialistas se aferrarían a buen seguro a este supuesto caso de corrupción que salpica al PP, por mucho que en él Galeote ni siquiera esté imputado. En cualquier caso, esta asunción de responsabilidades políticas por parte de Galeote –pues de eso se trata, tanto si ha sido decisión propia como si no– contrasta con la persistencia como Tesorero del PP de Luis Bárcenas, sobre el que se ciernen tantas o más sospechas en el ya citado caso Gürtel.

La sensata sustitución de Galeote por una persona como Teresa Jiménez Becerril, o la persistencia de Vidal-Quadras como número cuatro, no hacen, sin embargo, menos criticable la absurda e injusta defenestración de un eurodiputado tan conocido y querido por el electorado popular como es Luis Herrero. Más aun teniendo en cuenta la brillante y conocida labor en defensa de la libertad de los medios de comunicación, de los derechos lingüísticos o de la libertad en países como Cuba o Venezuela que Herrero ha protagonizado valientemente dentro y fuera de la sede parlamentaria europea. Así paga, sin embargo, Rajoy una independencia que nunca estuvo reñida ni con la lealtad ni con la mejor representación de los valores y de los votantes del Partido Popular.

Por lo demás, se trata de una lista previsible, de continuidad en la que alrededor del 70 por ciento de los actuales miembros del Grupo Popular vuelven a formar parte de la candidatura; una lista que, además del activo que supone Mayor Oreja, va a verse beneficiada por la absoluta incompetencia del Gobierno de Zapatero a la hora de afrontar una crisis que, se quiera o no, va a constituir el eje de estos comicios europeos. Al margen del desinterés por la política europea, detectable hasta en los propios candidatos, los previsibles buenos resultados del PP en estos comicios serán sin duda aprovechados por Rajoy, cuya posición de liderazgo ya se ha visto reforzada tras las elecciones vascas y, sobre todo, gallegas. Estrasburgo es una etapa necesaria, aunque no suficiente para la meta monclovita a la que aspira Rajoy. En cualquier caso, cada vez resulta más probable que Rajoy termine por heredar del desgobierno de Zapatero lo que aspiraba a recibir del buen gobierno de Aznar.

ABC - Editorial

UN LUJO. Por Hermann Tertsch

Nuestra querida presidenta consorte francesa, Carla Bruni, con las permanentes bailarinas, es probablemente una brujilla. Y muy tramposa. Pero también, y fundamentalmente, es una diosa, una diosa griega. No nos engañemos.

Lo ha sido el presidente de Francia y el presidente de Colombia, Álvaro Uribe, que saben ambos los que se dicen. Aunque a veces lo diga muy mal. Aunque a veces parezca un chico malo y gamberro. Porque es perfectamente correcto e impecable en el arte de mostrar la gloria republicana. Incluso rodeado de monarcas. Impecable ha sido su mujer que a tantos molesta, a tantos impone y a tantos inquieta. Porque es, digámoslo, lo que queremos ser. Guapos, ricos, inteligentes y muy listos. Como quieren ser ellas. O mejor dicho, quieren ser muchas de ellas. Nuestra querida presidenta consorte francesa, Carla Bruni, con las permanentes bailarinas, es probablemente una brujilla. Y muy tramposa. Pero también, y fundamentalmente, es una diosa, una diosa griega. No nos engañemos.

Pero lo importante de la señora Sarkozy o Bruni no es eso. Ni siquiera lo mucho más elegante que sea frente a otras. Lo importante y definitorio, como pasa con la inmensa señora que siempre es nuestra Reina Sofía, es todo lo que sabe estar esta jovencita en el momento que importa.Con su diferencia de edad, con su diferencia de trayectoria, obviamente no hablamos de lo mismo. Mientras nuestra gran señora que es la Reina lo sabe prácticamente todo en el estar, la niña Bruni, tan pija ella en tanto, va alcanzando sus mismos niveles, que son la perfección. Quienes la creen endiosada no entienden la disciplina. Quienes la pretenden amanerada no saben nada de lo que es, simplemente, el estar.


ABC - Opinión

Electric Light Orchestra - Livin' Thing