sábado, 2 de mayo de 2009

LA MENTIRA COMO METODO. Por Edurne Uriarte

La mentira como método de gobierno ha sido una constante de Zapatero desde que llegó al poder. La novedad ahora, con la mentira aplicada a la situación económica, es la irritación que está provocando por primera vez entre los suyos. Antes, a lo mismo lo llamaban optimismo, y pensamiento mágico, los críticos más bondadosos. Los demás lo llamábamos simplemente mentira, con un éxito más bien limitado, puesto que el pensamiento mágico atribuido al líder acabó atrapando a unos y otros. Y llegaron a convencerse de que se trataba de la ingenuidad de un idealista y de que el idealista tenía, además, una varita para convertir sus deseos en realidad.

Poco importó que hubiera todo tipo de evidencias de sus mentiras sobre ETA y la auténtica realidad de la negociación. Tampoco el constante engaño de unos y otros en el debate autonómico. La preocupación de los seguidores de Zapatero sólo comienza a ser significativa ahora, cuando le escuchan asegurar que ya hemos pasado lo peor de la crisis económica y que ve signos de recuperación allí donde los datos, los expertos y todos los líderes internacionales reconocen una profundización de la crisis. Ha sido la última de sus boutades, y van muchas desde que comenzó negando la crisis.

Los suyos aventuran que pudiera tratarse de una estrategia calculada para contener el descontento hasta que el inicio de la recuperación llegue de verdad, antes de 2012 con un poco de suerte. Pero, si así fuera, se asombran de la torpeza de su líder, cuando el reconocimiento de los hechos sería política y electoralmente mucho más eficaz. Se acabaron el optimismo, el idealismo y el pensamiento mágico. Desapareció la flor en el culo. Ni siquiera está claro aquello de que «pero gana elecciones», que diría Sarkozy. Para los cercanos, queda la torpeza. Y para los demás, lo de siempre, la mentira como estilo de poder.

ABC - Opinión

2 de MAYO de 1.808



ZAPATERO, UN AMOR PARA LOS TRABAJADORES. Por Cristina Losada

1º de Mayo

«Aquí los subsidios de las dos grandes centrales y de algunas más los conceden los gobiernos y los paga el contribuyente. No hay quien los toque, pues al chantaje de romper la "paz social" sólo se resisten gentes endurecidas como la Thatcher.»

Decía Scott Fitzgerald que los ricos son gente que rompe cosas y deja que otros limpien, lo que bien puede aplicarse a nuestros socialistas. La diferencia es que los socialistas, aunque ricos, abrigan buenos sentimientos. Con cuatro millones de parados tienen la sensibilidad a flor de piel y las emociones flojas. Zapatero se siente "muy cerca" de los trabajadores y el Gobierno se suma "de corazón" a un Primero de Mayo sindical cuyas pancartas suscribe con todas sus vísceras. Natural correspondencia de afectos, después de que el presidente solicitara el cariño de su sindicato. El amor, en fin, es lo que cuenta. Un parado que se siente querido no estará menos parado, pero se encontrará más a gusto. Love is all you need, he ahí el auténtico lema de la fiesta.


La transformación del Primero de Mayo en un Día de los Enamorados no sólo obedece a las servidumbres que genera un Gobierno de izquierdas. Es lo que cabe esperar de una izquierda que consiste en pura proclamación sentimental y no en doctrina política específica. Ante una crisis como la que se padece, su única arma es una retórica que, acabado el cuento de la lucha de clases, se ha vuelto cursi, mojigata y repelente. No está preparada para tiempos difíciles esa izquierda que representa Zapatero. Florece en la estación de la abundancia, que es cuando puede predicar contra los efectos nocivos del progreso y ordeñar el sentimiento de culpa. En época de escasez está como pulpo en un garaje.

En trance tan antipático, el Gobierno busca el brazo fraternal de CCOO y UGT para apoyarse. Toxo, que es hombre sensato –lo era incluso cuando estaba en la LCR, donde le apodábamos "el obrero"– dice con razón que la huelga general no sirve para nada. Pero aquí y allá los suyos juegan a los soviets por motivos que nada tienen que ver con los intereses de los trabajadores. Los aperitivos y paellas sindicales compartidos con el ministro de Trabajo me recuerdan aquella anécdota que se cuenta de Lenin, quien al enterarse de que unos huelguistas británicos habían jugado al fútbol con los policías, vio claro que los obreros ingleses nunca harían la revolución y cortó los subsidios del Partido Comunista. Aquí los subsidios de las dos grandes centrales y de algunas más los conceden los gobiernos y los paga el contribuyente. No hay quien los toque, pues al chantaje de romper la "paz social" sólo se resisten gentes endurecidas como la Thatcher.

Libertad Digital - Opinión

«LOS PICAPIEDRA». Por M. Martín Ferrand

Todos cuantos somos trabajadores sustentamos tan dinámica y productiva (?) situación en la condición previa y fundamental de ciudadanos. De ahí que en algunos momentos, como cuando se celebra el Primero de Mayo, algunos sintamos la incomodidad de que las reivindicaciones de quienes dicen representarnos en tanto que trabajadores suelen atentar contra nuestro derechos cívicos. El sindicalismo español actual, hijo directo del verticalismo franquista, se ha quedado tan viejo y anacrónico que sus líderes fundamentales, como los secretarios generales de CC.OO. y UGT, Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez, tienden a evocar -dicho sea con ternura y cariño- a los protagonistas de Los Picapiedra, una de las series de más éxito emitidas por TVE.

Toxo y Méndez, o viceversa, descendieron ayer de sus respectivos troncomóviles, adquiridos y mantenidos con cargo al Presupuesto, como los de la CEOE, para, en alarde de anacronismo ideológico y verbal, reclamar los cambios «trascendentales y urgentes» que, según ellos, pueden remediar el difícil momento por el que atravesamos: «Frente a la crisis: empleo, inversión pública y protección social». Suena bien; pero, ¿qué quiere decir eso? La palabrería hueca, los eslóganes acuñados por su eufonía antes que por su significado, forman parte de una liturgia que ya no tiene lugar cuando nadie discute los supuestos básicos del Estado de bienestar.
En una democracia, aunque lo sea, como la nuestra, sin la separación fáctica de los poderes del Estado, los derechos del ciudadano tienen más enjundia y muchísima más fuerza que los del trabajador. De ahí que la latente propensión sindical a contraponer sus organizaciones con la representatividad del Parlamento sea una patología que convendría remediar. Será difícil porque hasta María Teresa Fernández de la Vega, que no pierde oportunidad para evidenciar su populismo de raíz peronista y en renuncia a la mitad de su responsabilidad, es capaz de decir que el Gobierno, que se suma «de corazón» a la celebración del Primero de Mayo, estará siempre al lado de los trabajadores. ¿Y los demás? Lo suyo, que es lo que le entra en el empleo, debi-eran ser los ciudadanos -empleadores, empleados, infantes, amas de casa... -; pero la claridad en las ideas y la asunción de responsabilidades no son notas dominantes en el PSOE según lo entiende y desvirtúa José Luis Rodríguez Zapatero.

ABC - Opinión

CUIDADIN. Por Maite Nolla

«¿Que la votación ha sido ajustada? Sí, como la de la elección de Alicia Sánchez-Camacho. Ningún partido, viejo o de nueva formación, aguanta una vara de medir similar a la que desde el principio se le ha aplicado a Ciudadanos.»

Hace unos días estuve hojeando el libro de Joan B. Culla, La dreta espanyola a Catalunya. Para despistados, no habla de La Vanguardia, ni de los Godó, ni de la familia Maragall, ni del suegro de Laporta, sino que es una especie de análisis sobre la historia del PP de Cataluña, basado en que España y Cataluña son dos cosas distintas; mucho arroz para tan poco voto.


No lo compré, pero me dio tiempo a leer un pasaje en el que se hace referencia a un pacto que Eduardo Zaplana ofreció a Albert Rivera para concurrir a las elecciones municipales de 2007 conjuntamente en Barcelona, Lérida o Sitges, entre otras ciudades. El pacto garantizaba concejales de Ciudadanos y beneficiaba al PP por efecto de la ley electoral. La cuestión es que Albert Rivera se negó a dicho acuerdo aduciendo que eso suponía la desactivación de Ciudadanos en beneficio del PP; no lo digo yo, está publicado. De hecho, el posible acuerdo ni siquiera se sometió a la deliberación de la ejecutiva del partido –de la que yo entonces formaba parte– ni de ningún otro órgano. Es más, yo me enteré de todo esto hace relativamente poco, mucho después de dejar Ciudadanos y pasar al PP, y es posible que muchos dirigentes de Ciudadanos ni siquiera lo supieran, ni lo sepan. Por cierto, los que le han ido contando a Rajoy que el asunto de Ciudadanos favorece al PP y perjudica a Rosa Díez, por lo visto, no tenían ni idea de todo esto.

De los comentarios y las críticas que Ciudadanos está recibiendo estos días, muy pocas van al fondo del asunto; van desde los artículos desinformados y atontados que piensan que pueden meterle el dedo en el ojo a Federico a costa de Rosa Díez y a favor del PP oficial, hasta las críticas maleducadas y prepotentes de un tal Martínez. La clave del tema es por qué Ciudadanos –o su presidente– decide ahora pactar con el guiri éste y no quiso pactar con el PP en su momento. Vale que el PP es un desastre y todo lo que ustedes quieran, pero es lo que hay y ese pacto hubiera garantizado la subsistencia de Ciudadanos. El episodio relatado explica regular por qué se acaba pactando con la extrema derecha europea y el nacionalismo charro de por el puente de Aranda se tiró, se tiró. De todas formas, como buena liberal, que cada uno haga lo que pueda y lo que bien le parezca y que decida el que vota; al fin y al cabo, los órganos competentes del partido han decidido democráticamente. ¿Que la votación ha sido ajustada? Sí, como la de la elección de Alicia Sánchez-Camacho. Ningún partido, viejo o de nueva formación, aguanta una vara de medir similar a la que desde el principio se le ha aplicado a Ciudadanos.

¿Mi opinión? Que esto perjudica al PP, a lo mejor no ahora en las elecciones europeas, pero cuidadín con las próximas autonómicas catalanas. El posible castigo a Zapatero y el voto útil, aunque sólo sea para el disfrute efímero de ver perder a Zapatero, van a beneficiar al PP. En las catalanas que vienen, con un PP sin rumbo, sin ninguna opción, dando gracias por dejarles salir a la calle, ante la victoria segura del nacionalismo en cualquiera de sus formas y el camino libre para Rosa Díez, veremos. Avisados estáis.

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DERROTISMOS. Por Ignacio Camacho

«NO siempre lo peor es cierto» se llama el libro, brillante y documentado, con que la académica Carmen Iglesias rebate el tradicional pesimismo histórico español, esa corriente de amarga melancolía que circula por los meandros de nuestro regeneracionismo intelectual y cuaja en el escalofriante verso de Gil de Biedma -«De todas las historias de la Historia...»-; pero aunque bien sea cierto que no es verdad que España tenga un destino inexorable de fracasos sedimentados, hay algo en la psicología colectiva que nos impide blasonar de los éxitos a la hora de construir una cierta memoria común. Quizá la retórica neoimperialista de la dictadura nos vacunó de triunfalismos, o tal vez nos guste posar con una aureola victimista, pero buena parte de la identidad colectiva de la España moderna, que es la del Estado autonómico, se ha levantado sobre la conmemoración de descalabros fundacionales. Ocurre en Cataluña con el 11 de septiembre, apoteosis del victimismo nacionalista, en Andalucía con el 28 de febrero -un éxito moral, pero técnicamente una derrota- y hasta con este 2 de mayo en el que Madrid conmemora una heroica sublevación aplastada. Parece como si un hado de fatalismo nos pusiera cachondos en el regodeo de lo que pudo ser, o como si gozásemos en el ventajismo retrospectivo de conocer el desenlace de la posteridad; el caso es que este país tiende a ignorar sus triunfos con pudorosa falta de autoestima, mientras engrandece los reveses de la Historia con la complacencia derrotista de una memoria avinagrada.

La efeméride épica del 2 de mayo, por ejemplo, contrasta con la sordina de la de Bailén, que es el inmediato punto de inflexión sobre el que gira el signo de la Historia de Europa, pero cuyo aniversario apenas alcanza el rango de celebración comarcal a cencerros tapados. Este país siente vergüenza hasta de enorgullecerse por el 12 de octubre, verdadera bisagra universal de la que cualquier nación haría un acontecimiento y de la que aquí estamos a cinco minutos de pedir perdón por haber cambiado el mundo. Prejuicios ideológicos, sentimientos de culpa y hasta tonterías infantiloides oscurecen la identidad memorial de una gloria a cuya reivindicación tenemos pleno derecho, pero ante la que sentimos un encogido remordimiento. Lo nuestro es complacernos en el lamento, conmemorar carnicerías fratricidas o mitificar turbulentas experiencias fallidas como la II República. Si los franceses hubiesen descubierto América se lo seguirían pasando por la cara a media Humanidad. Fue palmando en Bailén y aún sacan pecho a cuenta.

Quizá sea que en el fondo tenemos alma de perdedores. Heroicos, desesperados, bravos, agónicos, pero perdedores. Que nos gusta convertir las derrotas en símbolos de un carácter condenado. Si por lo menos aprendiésemos de lo que significan, acaso sería posible evitar que la nuestra acabe siendo una Historia de recurrentes infortunios autoprovocados.

ABC - opinión

EL MAPA DEL TERROR

EE UU cree que España es una base logística del fanatismo islamista, que se afianza en el Magreb

El Departamento de Estado, en su informe anual sobre terrorismo internacional, percibe una sustancial disminución de actos terroristas en el mundo y del número de víctimas causadas por ellos. Señala como caso especialmente grave, por sus implicaciones, el de Pakistán, donde la tendencia es la inversa. La ofensiva talibán en el occidente del país está forzando a Washington a concentrarse en impedir que la insurgencia islamista gane terreno en aquel polvorín.


EE UU utiliza el informe -una compilación estadística y un análisis de tendencias a cargo de servicios de espionaje- para poner el acento sobre aquellos países a los que considera especialmente peligrosos. Pero también para recompensar, borrándolos de la lista negra de instigadores del terror, a los que cooperan con sus políticas. Corea del Norte, por ejemplo, ha desaparecido este año, pese a su actual radicalización, debido a que en 2008 se avino a iniciar el desmantelamiento de sus instalaciones atómicas bélicas. Libia, un fijo en la lista, fue apeada en su momento por su desarme químico y el mea culpa de Gaddafi en el caso Lockerbie. Irán, Sudán, Siria y Cuba siguen figurando como impulsores del terrorismo, aunque se presume la próxima salida de La Habana, en línea con la apertura de Barack Obama hacia la isla.

En relación con España, el documento es significativo, pese a reflejar hechos y tendencias básicamente conocidos. Washington considera a nuestro país una destacada base logística del terrorismo islamista. Esgrime como razones fundamentales su estrecha vecindad con el norte de África, la gran población inmigrante de esa procedencia y la capacidad de viajar desde aquí a otros destinos europeos sin fronteras formales. Especialmente preocupante resulta para EE UU el refuerzo de Al Qaeda en el Magreb, a medida que se acentúa su acoso en lugares con mayor visibilidad. Algo puesto trágicamente de manifiesto en Argelia y que contamina ya a Mauritania o Malí.

El Departamento de Estado alaba el esfuerzo antiterrorista del Gobierno español, que va mucho más allá de la eficaz lucha contra ETA. Y alerta sobre el peligro de que el fanatismo islamista, aprovechando las circunstancias económicas actuales, reclute en Europa a más jóvenes inmigrantes insatisfechos. La amenaza sobre la que EE UU advierte supera las capacidades individuales de los Estados. Y exige estrategias globales.

El País - Editorial

LOS SINDICATOS DE LA MANO DEL GOBIERNO DEL PARO

«La supervivencia política de los sindicatos (y de las rentas de ahí derivadas) depende de seguir espoleando junto al PSOE el mito de que existe una clase trabajadora que necesita de la permanente defensa de sus autocalificados "representantes".»

El 1 de Mayo se ha institucionalizado como el Día de los Trabajadores, una fecha en la que en teoría defienden sus derechos frente a los capitalistas explotadores. En realidad, éste es un objetivo muy desenfocado; la ciencia económica hace décadas que ha demostrado que no existe un irresoluble conflicto de intereses entre trabajadores y empresarios. Unos mayores beneficios dentro de la empresa significan más inversión, más riqueza y, a la postre, precios más bajos y salarios más altos. El impresionante nivel de vida del que hoy gozan las clases medias sólo puede comprenderse en el marco de un sistema de libre mercado que ha permitido una continua acumulación de capital.


De hecho, ni siquiera la distinción entre las mal llamadas "clases sociales" es tan nítida como pretende transmitir la izquierda. Los proletarios día a día van incorporando a sus patrimonios una mayor cantidad de acciones de compañías privadas, lo que significa que van adquiriendo con sus ahorros la propiedad de los "medios de producción" y convirtiéndose en capitalistas. Asimismo, sería complicado para muchos clasificar a un trabajador autónomo. ¿Es un empresario explotador o un obrero oprimido?

Por estos y otros motivos, los sindicatos han ido perdiendo influencia durante los últimos tiempos. Simplemente son fruto de la manipulación de unas circunstancias pretéritas que ya no se dan. El 1 de Mayo, en consecuencia, se había ido convirtiendo en un acto superfluo e irrelevante al que sólo asistían los liberados sindicales por aquello de trabajar una vez al año y justificar su salario.

Sin embargo y de manera paradójica, la crisis económica que padece España y la fragilidad política del PSOE les ha otorgado una inmerecida notoriedad desde hace unos meses. Zapatero se niega a emprender la imprescindible reforma laboral y apoya buena parte de su cerrazón negligente en la "paz social" y en la autoridad moral de los sindicatos. El Gobierno necesitaba del cariño de UGT y CCOO y desde luego éstos se lo han dado.

La manifestación sindical de este 1 de Mayo ha servido de vehículo para defender el disparatado recetario socialista para salir de la crisis: más gasto, más déficit y en ningún caso reforma laboral. No les importa que sean los propios trabajadores quienes con sus impuestos y los de sus hijos vayan a tener que sufragar los dispendios de los políticos actuales; no les importa que se asfixie a las empresas hasta el punto de que tengan que detener sus actividades y despedir a toda la plantilla por la imposibilidad de adaptarse a la crisis; no les importa que la clase obrera a la que dicen defender sea en buena medida propietaria de las compañías a las que pretenden expoliar; no les importa, en definitiva, que su impostura ataque por casi todas las vías posibles la estabilidad financiera del proletariado.

Y es que alimentan su irreal discurso ideológico para trasladar el debate desde la economía hacia el sentimentalismo más demagógico. El presidente sigue necesitando las dos tardes para aprender de lo primero; pero le sobran años de experiencia para manejar lo segundo. Sólo así, embistiendo pero no reflexionando, han podido convertir el Día del Trabajo en un acto de campaña electoral a favor del Gobierno que más empleo ha destruido en la historia de España.

La supervivencia política de los sindicatos (y de las rentas de ahí derivadas) depende de seguir espoleando junto al PSOE el mito de que existe una clase trabajadora que necesita de la permanente defensa de sus autocalificados "representantes". Sin esta campaña de adoctrinamiento, tan nociva para los propios obreros, su negocio llegaría a su fin y tendrían que comenzar a ganarse la vida buscándose un empleo en lugar de seguir parasitando al resto de trabajadores a quienes juran proteger. En esta crisis se han convertido especialmente en el mayor obstáculo a la creación de empleo.

Libertad Digital - Opinión


LOS SINDICATOS DE LA MANO DEL GOBIERNO DEL PARO

CANDIDATURAS OPACAS Y ENDOGAMICAS

LA ENDOGAMIA, el control absoluto de las decisiones por parte de los máximos líderes y la falta de democracia interna han ido ganando terreno en los dos grandes partidos españoles, al mismo tiempo que el sistema político iba perdiendo en calidad democrática.Pocas veces como en la designación de las candidaturas para las elecciones europeas del próximo 7 de junio ha quedado tan en evidencia el desprecio de las cúpulas de los partidos por sus propios órganos de decisión y en definitiva por la institución que se elige, el Parlamento europeo. Las listas con las que PSOE y PP concurrirán a estos comicios -salvo excepciones de personas que conocen muy bien los temas europeos- han sido elaboradas con criterios de premiar a unos, castigar a otros, o buscar un retiro digno y escandalosamente bien pagado al resto.

De estos dineros, huelga decirlo, también se benefician las organizaciones.Los cabezas de lista, Juan Fernando López Aguilar (PSOE) y Jaime Mayor Oreja (PP) fueron designados a dedo por los máximos líderes de ambas formaciones y no han tenido arte ni parte en la elección del resto de los integrantes de las candidaturas, que han sido aprobadas formalmente por los correspondientes comités de listas sin rechistar, sin transparencia y sin ningún tipo de participación de las bases. Los partidos ni siquiera se han planteado la posibilidad -muy adecuada en estos comicios- de buscar el concurso de personalidades independientes y de prestigio para realzar la representación española en Estrasburgo. Por supuesto, tampoco han planteado la posibilidad de cambiar la Ley electoral para presentar a los ciudadanos listas abiertas para que puedan elegir entre los candidatos propuestos.

Fue el número dos de la candidatura socialista, Ramón Jáuregui, el que reconoció que el Parlamento Europeo es utilizado por los partidos como un cementerio de elefantes. El PSOE ha buscado acomodo en su lista, por ejemplo, a Carmen Romero por razones nada políticas y a la ex ministra de Fomento, Magdalena Alvarez, que abandonó su cargo completamente quemada ante la opinión pública.Otro tanto se puede decir del PP, cuya candidatura responde básicamente a criterios de representación autonómica o de cuotas de personalidades tan destacadas como el ex presidente Aznar, que ha logrado colocar por tercera vez a un ayudante personal. Primero fue Alejandro Agag, después Antonio López Istúriz y ahora Pablo Arias. El caso de Rosa Estarás es el más llamativo, puesto que es la presidenta del PP balear, organización muy castigada por los casos de corrupción.A nadie se le puede ocurrir que Estarás -como pretende- siga dirigiendo este partido desde Estrasburgo o Bruselas. El criterio con el que Mariano Rajoy ha elaborado la lista no es, desde luego, el de premiar el trabajo bien hecho -como él mismo aseguró-, ya que Luis Herrero ha sido excluido a pesar de que es de los pocos europarlamentarios que han tenido un perfil propio y una labor contrastada en materias como la libertad de expresión, el idioma español o la defensa de la democracia en Venezuela.

A la endogamia de las listas hay que sumar el propio debate preelectoral, en el que se habla de todo, menos de las cuestiones europeas.Se puede afirmar ya por adelantado que la campaña tampoco se centrará en la UE, sino en la política doméstica. Con estos antecedentes, no sería de extrañar que en las elecciones europeas aumentara la abstención que no ha dejado de crecer desde los primeros comicios, celebrados en el año 87 en el que la participación alcanzó el 68,52%. En 2004, sólo el 45,14% de los electores acudió a las urnas. Una cifra muy baja que puede descender aún más el 7 de junio.

El Mundo - Opinión

DECLIVE SINDICAL

CON más de cuatro millones de parados, de los que varios cientos de miles no cobran subsidio alguno, una demoledora tasa de desempleo superior al 17 por ciento -más del doble de la media europea-, una reducción preocupante del superávit de la seguridad social y un decrecimiento cercano al 3 por ciento en el PIB del último período internanual, el 1º de mayo de este año era el más indicado desde 1978 para que los sindicatos asumieran su responsabilidad con la clase trabajadora. Sus antecedentes inmediatos de huelgas generales, especialmente la que organizaron contra el Gobierno de Aznar, apuntaban a que CC.OO. y UGT exhibirían una sensibilidad reforzada. Sin embargo, el sindicalismo español está dando muestras de una extravagante forma de entender su función social, comportándose como filiales de la propaganda del Gobierno y asumiendo el papel de arietes contra los iconos favoritos de la izquierda en tiempo de crisis, como el mercado, la clase empresarial y el liberalismo.

La confusión de personalidad que atenaza a los sindicatos españoles es una de las características más notables de la actual crisis económica, porque si con los datos que día a día se acumulan son incapaces de armar un discurso de reivindicación que tenga como destinatario al Gobierno, acabarán suicidándose socialmente. Está clara la razón por la que Rodríguez Zapatero es hoy el único presidente europeo capaz de pedir «cariño» a un sindicato socialista. Los mensajes que ayer lanzaron los líderes sindicales podían haberse oído en el Consejo de Europa durante la comparecencia de Zapatero. Lejos de ser una mera coincidencia, la utilización de los mismos dardos verbales contra las empresas y el mercado demuestra que la izquierda anda necesitada de chivos expiatorios que expliquen por qué España, cuya economía está intervenida o condicionada administrativamente por los cuatro costados, es la que aporta dos tercios del desempleo generado en Europa. Y esta explicación es inaplazable porque las acusaciones de codicia, especulación e insolidaridad se dirigen contra sectores económicos sometidos al control de agencias o entidades públicas reguladoras con capacidad de inspección, fiscalización y sanción, a las que nadie pide cuentas por los resultados de su gestión. Que la única entidad financiera intervenida hasta hoy haya sido una caja de ahorros representa un fallo clamoroso en el diagnóstico antiliberal.

El problema de descrédito que sufren los sindicatos tiene su origen en el seguidismo que practican con el Gobierno, a sabiendas de que su limitada implantación entre los trabajadores no les permitiría desenvolverse con autonomía frente a los poderes políticos. A Aznar le montaron una huelga por un decreto que ponía coto a los abusos del subsidio y propiciaba la movilidad laboral, recetas que hoy están defendidas por los más cualificados expertos, esos a los que el Gobierno y los sindicatos mandan callar, como si la realidad a la que se refieren fuera ocultable. Las circunstancias son hoy mucho más perjudiciales para los trabajadores, pero los sindicatos han elegido jugar como peones de la estrategia del Gobierno de echar la culpa a los demás, pasando por alto que no hay Gobierno más antisocial que aquel que no frena la pérdida de miles de puestos de trabajo al día.

ABC - Opinión