sábado, 6 de junio de 2009

CIUDADANOS: OTRA VISION DEL NAUFRAGIO. Por Clemente Polo

Crisis interna «Nos dejaron solos a quienes queríamos mantener las señas de identidad del partido frente a la candidatura de oportunistas, buscavidas y parados que encabezaba el Sr. Rivera.»

Tras la coalición electoral de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía con Libertas algunos destacados líderes del partido han decidido abandonar la formación que nació el 8 de julio de 2006 en un Congreso Constituyente que acabó de manera lastimosa con la elección de una dirección patética y la proclamación de un presidente, el Sr. Rivera, al que los delegados presentes no elegimos para el cargo. Cada uno, como es lógico, ha contado la historia de su marcha a su manera, que viene a ser en última instancia la que lo deja en mejor lugar. Hace unos días publiqué un artículo (De ciudadano a ciudadano) escrito el 14 de noviembre de 2006, cuatro meses después de la creación del partido, en el que examinaba la situación de Ciudadanos y apuntaba a lo que en mi opinión constituyó su punto débil desde el inicio de su andadura: la incapacidad del partido para desarrollar el Ideario aprobado en ese congreso constituyente con el fin de renovar y regenerar la política española.


Algunos de los ahora idos acusan al Sr. Rivera de cesarismo, ocultando que durante muchos meses gobernaron, codo con codo, con el Sr. Rivera y que, cuando algunos lanzamos una candidatura alternativa a la oficial en el segundo congreso celebrado el 30 de junio del 2007, no la apoyaron y hasta alguno de ellos acabó fundido en un abrazo con el Sr. Rivera, tras una votación y un recuento plagados de irregularidades (la más notoria de ellas que se proclamaran ganadores a los integrantes de la candidatura oficial sin indicar los votos obtenidos por cada candidatura). Me ha hecho gracia, digo, comprobar que algunos de los hoy idos reivindican incluso la caracterización que hice de Ciudadanos, en el Ideario aprobado con su oposición en el congreso constituyente, como heredero de lo mejor de la tradición política europea, un movimiento a caballo entre el liberalismo progresista y el socialismo democrático. Digo que me ha hecho gracia, porque esas mismas personas no cejaron hasta aprobar una enmienda a la totalidad del Ideario en el segundo congreso el 30 de junio de 2007, sustituyendo esa declaración de principios por una vulgar y engañosa ubicación del partido en el espacio del centro-izquierda.

Una anécdota de los inicios ilumina el drama actual de Ciudadanos, un partido ahora en fase ya avanzada de descomposición. Habían pasado quizás un par de semanas del congreso constituyente cuando un grupo de cinco personas pedimos una entrevista con el Sr. Rivera y el Sr. Robles. Les planteamos nuestra insatisfacción ante lo que considerábamos un comportamiento sectario por parte de la mayoría de la Ejecutiva que estaba dejando de lado a una masa importante de miembros del Consejo General a los que ellos, despectivamente, calificaban como liberales. A mí me sorprendía mucho el calificativo, porque todavía no había asistido a un debate político de cierta altura en el seno del partido y todo lo que había visto hasta el momento eran codazos por estar en tal o cual lista. Lo que realmente me impactó ese día fue la respuesta del Sr. Robles que textualmente nos dijo: "tenéis la puerta abierta. A mí, con que me queden en el partido 500, me sobra". Eso dijo y el Sr. Rivera guardó silencio. Eran las primeras palabras que escuchaba al secretario general y ya pude hacerme una idea del gran tipo que era. Habría hecho falta un milagro para que con estos mimbres se hubiera podido construir una cesta.

Durante meses, el Sr. Robles dirigió la secretaría general de la manera más sectaria e inepta posible, intentando controlar cada agrupación y creando problemas allí donde no los había para seguir acrecentando su base personal de poder. Nunca lo consiguió, pues su escasa habilidad personal se veía más que contrarrestada por la astucia del Sr. Rivera que iba ofreciendo cargos y atrayendo a su órbita a personajillos llegados a la Ejecutiva o al Consejo de la mano de los Sres. Robles y Domingo. Midieron mal sus fuerzas y los tiempos y cuando tuvieron la oportunidad de plantear batalla al Sr. Rivera en el segundo congreso, ambos eludieron enfrentarse con él y nos dejaron solos a quienes queríamos mantener las señas de identidad del partido frente a la candidatura de oportunistas, buscavidas y parados que encabezaba el Sr. Rivera. Una vez constatada la imposibilidad de desalojar al Sr. Rivera de la presidencia, nos marchamos del partido. Eso es exactamente lo que también deberían haber hecho ahora ellos: dejar su escaño si tan a disgusto estaban en Ciudadanos, pues que el acta de diputado sea personal no quita que se la deben a quienes votaron a la lista de Ciudadanos-Partido de la Ciudadanía. Ni hasta en el momento de decir adiós, han sabido estar a la altura de las circunstancias.

Libertad Digital - Opinión

¿QUE VOTAMOS MAÑANA?. Por José Manuel de Prada

LA campaña de las elecciones europeas ha discurrido en «clave nacional», afirman los analistas políticos. ¿Y qué significa eso de «clave nacional»? Pues básicamente significa que los dos partidos establecidos se han repartido el bacalao, que consiste en asegurarse el voto de sus hinchas y la abstención de quienes no se incluyan en esta categoría cerril. Para ello, arrojan sobre el adversario un alud de descalificaciones que lo presenten como epítome de todas las calamidades; y evitan que entre el alud de descalificaciones se cuele, ni siquiera por casualidad, cualquier atisbo de debate sobre la idea de Europa. Así, por ejemplo, causa pasmo que los candidatos de los partidos establecidos no hayan dedicado ni un instante a un asunto tan medular para el futuro de Europa como el posible ingreso de Turquía en la Unión; y causa pavor que los hinchas de uno y otro partido no les demanden una postura sobre este extremo. Pero de lo que se trata precisamente es de que los hinchas se mantengan entretenidos, cerrilmente entretenidos, mientras mordisquean la carroña de descalificaciones que uno y otro partido dedican al adversario.

Pero, ¿qué demonios les importa a los hinchas el ingreso de Turquía en la Unión Europea? Para importarles, primero tendrían que saber lo que fue la batalla de Lepanto; pero la batalla de Lepanto es una cosa muy facha que no creo que se estudie en la ESO, o si se estudia será convenientemente rebozadita de delicuescencias disparatadas y políticamente correctas, al estilo de las que Obama mete en sus discursitos. Tampoco creo que se estudie, por cierto, el funcionamiento real de las instituciones de la Unión Europea, tan descaradamente antidemocrático; porque si se estudiara hasta el hincha más cerril llegaría a la conclusión de que su voto sólo sirve para apuntalar una espantable maquinaria burocrática donde los partidos establecidos colocan a los suyos... para que entre todos se perpetúe la maquinaria. En otras épocas, el ideal de una Europa unida lo encarnaron Carlomagno o Carlos V; hoy ese ideal lo encarnan los burócratas que los partidos envían a Bruselas o Estrasburgo. Y si el sueño de aquellas mentes excelsas era resucitar la grandeza del Imperio Romano a través de una federación natural y religiosa de Estados, el sueño de estas mentes burocráticas es constituir una suerte de imperio persa dividido en satrapías que asegure el mantenimiento de los partidos establecidos... y de los mercaderes que los respaldan.

Los transportes y la tecnología han achicado el mundo. Pero no es lo mismo arrimar los cuerpos que acercar los corazones. Y la Unión Europea constituye una prueba evidente de este aserto: falta el corazón que sirve de argamasa a las uniones verdaderas; y, a falta de corazón, a los partidos establecidos sólo les resta defender sus intereses de sátrapas... después de escenificar disensiones, para regocijo de sus hinchas. A quienes no se incluyen en esta categoría cerril se les invita a la abstención, puesto que las formaciones que podrían representar ese acercamiento de los corazones son condenadas a la irrelevancia mediática. Lo que salga de estas elecciones no será sino una falsa unión sin corazón; y todos sus intentos por perpetuarse serán igualmente infructuosos. Pues, como dice el salmista, «si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los albañiles». Y, como la Unión Europea es una casa sostenida sobre cimientos de arena, correrá el mismo destino que en su día corrió la torre de Babel, que es el fin que corresponde a todo proyecto de fraternidad universal que prescinde de una paternidad común. Pues a quienes edifican sobre el vacío, el vacío acaba engulléndolos en su seno. Podrán dilatar su fin diez o cien años; pero todos sus afanes por dilatarlo no serán sino esfuerzos baldíos por mantener en pie un organismo sin corazón.

ABC - Opinión

LOS DE LA EUROPA SOCIAL, A MISA EN COCHE OFICIAL. Por Maite Nolla

PSOE

«Una cosa, Leire, ¿de verdad ningún alcalde socialista va a los franciscanos en un Audi oficial y con una patrulla de la Guardia Urbana? ¡Qué ocasión para callarte!, aunque eso te lo deben decir todos lo días.»


Supongo que están ustedes al corriente de la insultante y efectiva campaña de los compañeros del PSC. Escribió Pepe García Domínguez un artículo sobre el tema. En el PP de Cataluña –excepto Vidal-Quadras, que va por libre, y algún otro– decidieron que la mejor forma de protestar era ir a darse el pico con Montilla y jugar a política catalana barata de salón, haciendo como que se producía un acercamiento diplomático con los socialistas, en lugar de estar dos meses sin hablarles y sin mirarles a la cara. Alguien tendrá que explicarle a la señora Camacho que ser presidenta del PPC implica que si insultan a tus votantes y a tu partido hay que hacer algo; precisamente porque eres la presidenta ¿eh? Además, me cuentan que dedica tres días a la semana a entrevistarse con los convergentes para ofrecerse, con lo que la pantomima montillesca no tiene ningún sentido. Por cierto, ¿qué opina Vidal-Quadras de que el objetivo de Alicia Sánchez Camacho sea dar por bueno cualquier resultado por malo que sea –como en el País Vasco– si sirve para hacer presidente a Artur Mas?

Pero bueno, yo no les quería sacar el tema de la presidenta del PPC, que nos dará para rato, sino que el PSC se vende, tras insultar al prójimo, como la Europa social, cualquier cosa que eso signifique. Debe ser en relación a lo que dice Zapatero de que él promueve una Europa laica y progresista. De hecho, los socialistas, para defenderse de lo del Falcon, han dicho que ellos no utilizan los coches oficiales para ir a buscar paellas ni para ir a misa. Efectivamente, la autora de la frase es Leire Pajín. Una cosa, Leire, ¿de verdad los socialistas no utilizáis el coche oficial para ir a misa? ¿Me puedes asegurar que ningún cargo público del PSC se sirve del coche oficial para ir a misa los domingos? ¿Ningún alcalde socialista va a los franciscanos en un Audi oficial y con una patrulla de la Guardia Urbana? ¡Qué ocasión para callarte!, aunque eso te lo deben decir todos lo días.

A mí que un alcalde sea socialista y vaya a misa, me parece estupendo, vamos que lo respeto mucho. Que en lugar de ir a pie o en su propio coche, despliegue a la policía y le paguemos el pedazo de Audi para llevar a cabo una actividad estrictamente privada, me molesta un poco; supongo que por ser el jefe, no tiene lo que hay que tener para coger el bus local, aunque sea por miedo a no llegar a la hora. Que los que presumen de laicos, progresistas y sociales, necesiten de un Audi y de la urbana para ir a misa y darnos después lecciones de laicos, progres y sociales, me molesta casi tanto como la situación del PP de Cataluña. Que Leire Pajín acuse a algunos peperos de ir a misa en coche oficial, teniendo en cuenta que algunos sociatas hacen lo mismo, da risa.

Libertad Digital - Opinión

EL PARROCO ZEROLO. Por M. Martín Ferrand

DEL mismo modo que para bailar la Bamba se necesita un poco de gracia, los profesionales de la política -tanto más cuanto menor es su fundamento- precisan una buena dosis de capacidad histriónica. Deben llamar la atención, a ser posible de un modo honorable, para poder recabar, para sí o para las listas en que se incrusten, el voto de sus convecinos. Uno de los principios de la degeneración partitocrática y excluyente que padecemos convierte la discreción en algo no democrático, y de ahí el éxito creciente de tantos bobos ruidosos y necios con campanillas. Los líderes, y quienes aspiran a serlo, ya no buscan el respeto que puede otorgarles su sabiduría o el reconocimiento de sus virtudes cívicas. Quieren hacerse notar y, para ello, nada mejor que el exceso gestual. Los bufones ya no acompañan y di-vierten a los poderosos, son los poderosos. Toda la inversión de valores, muy de nuestro tiempo, que hace doctrina de la extravagancia y coloca en primer plano a los saltimbanquis.

El Ayuntamiento de Madrid, esa distorsión administrativa de Alberto Ruiz-Gallardón que pretende ser sede olímpica y tormento de vecinos y transeúntes, ha inaugurado el «bautizo civil». Una nueva majadería que genera gasto. El bautismo canónico, el sacramento, cursa por cuenta de los padres y padrinos de sus beneficiarios y es, en lo material, cuestión de acuerdo entre la parroquia y sus feligreses. Lo «civil» es la inscripción del recién nacido en el Registro correspondiente; pero añadirle a eso una ceremonia, con ocupación de instalaciones municipales, presencia de funcionarios y discurso de ediles es sólo un exceso que abunda en la confusión de las ideas y en la perversión de los gestos.

Es posible que Pedro Zerolo, el concejal pionero en tan absurda ceremonia, hubiese preferido ser párroco de la Concepción y, convenientemente revestido, oficiar en bautizos, comuniones, bodas y enterramientos; pero eso tiene su trámite. En tanto que concejal, en lugar de buscarle al Ayuntamiento funciones que no le son propias, debiera trabajar por el bienestar de los vecinos de la capital. Si de lo que se trata es de sustituir valores tradicionales, llenos de sentido ético y cultural, por otros más dicharacheros y amenos: hágase, pero sin que nos cueste un euro a quienes sólo aspiramos a que las instituciones sean un marco para la convivencia democrática y no una parodia de valores de mayor respeto.

ABC - Opinión

SIN PILA, SIN AGUA. Por Alfonso Ussía

Que los laicos profesionales pierden la cabeza por los sacramentos y ritos de la Iglesia Católica es una realidad por todos conocida, especialmente por ellos. Algún alcalde necio ha oficiado en su ayuntamiento «primeras comuniones» civiles. Átenme a esa mosca por el rabo. El bautismo es el primero de los sacramentos del cristianismo, con el cual se da el ser de gracia y el carácter cristiano a quien lo recibe. Se puede creer o no en su significado, pero no tiene otras versiones. Como el llamado matrimonio entre homosexuales. Llámese unión, compromiso o lo que sea, porque matrimonio es la unión de un hombre y una mujer concertada mediante determinados ritos o formalidades legales. Y en el catolicismo, el sacramento por el cual el hombre y la mujer se ligan perpetuamente con arreglo a las prescripciones de la Iglesia. Sí hay, por lo tanto, matrimonios religiosos y civiles, siempre que las personas que lo contraigan sean de distinto sexo. Un matrimonio homosexual, por mucho que le moleste al señor Zerolo, es contradictorio por definición, con independencia de la felicidad que le deseo desde aquí tanto a él como a su pareja.

Un bautismo civil es, por lo tanto, una gamberrada y una majadería, como una primera comunión civil es un imposible. En estas cuestiones a los laicos les falta imaginación. Para mí, que los «bautismos» y «primeras comuniones» civiles tendrían que celebrarse en la SGAE, con Teddy Bautista o Ramoncín de oficiantes. Al tratarse de una farsa representada, la SGAE podría legalmente percibir un tanto por ciento de la factura del guateque, y en sus archivos quedaría constancia de los actos celebrados. En el caso que nos ocupa, por ser el primero que se realiza en Madrid, casi todos los asistentes pertenecen al sindicato de la Ceja. Y ahí les propongo la originalidad. Como en actos de esa índole, sobran la pila bautismal y el agua que simboliza la purificación, se podría sustituir el rito con un leve derramamiento del mejor caldo de cada región sobre una de las cejas del protagonista, siempre que le sean cerrados previamente los ojos. Un mínimo toque húmedo, apenas una gotita en la ceja que imprima carácter de progresía en el niño agasajado. Y posteriormente la fiesta. Eso es lo que más les gusta a los laicos cejeros. Y con regalos. En lugar de medallas de la Virgen, estrellitas de rubíes de cinco puntas u objetos numismáticos con el perfil de Zapatero. Lo mismo que en las «primeras comuniones civiles». Los niños vestidos de marineros del «Acorazado Potemkyn», las niñas de blanco, y de regalo, en lugar de un pequeño misal o una imagen religiosa, una cuidada edición de «Educación Sexual para Niños», siempre, claro, que no hayan existido experiencias previas. Que ya lo dice el cuento. La profesora que se dirige a sus alumnos de esta guisa: «Queridos niñas y niños: Hoy vamos a hablar de orientación y educación sexual según nos ordena el Ministerio de Educación. La primera lección trata de la semillita que el niño planta en la niña»¿ Y así hasta que un alumno levanta la mano y pregunta a la profesora: «Señorita, ¿los que ya hemos fornicado podemos salir al recreo?». Bueno, pues eso. Sin pila, sin agua y sin significado no hay bautismo. Inventen otro nombre, un diferente rito y sean felices. Que el niño no tiene culpa de nada.

La Razón - Opinión

MONSEÑOR CEROLO. Por Pablo Molina

Laicismo

«Si quiere registrar el acontecimiento no tiene más que comprar una libretica y hacer la anotación correspondiente, pero exigir que sean los madrileños quienes lo paguen se antoja excesivo incluso para Zerolo.»

Los progres odian tanto a la Iglesia Católica que no dudan en imitar sus ritos, como ha hecho el Padre Zerolo con el hijo de una presentadora de la televisión pública, administrándole el sacramento del bautismo laicista en el Ayuntamiento de Madrid.


Esta fascinación de la izquierda por la liturgia católica es muy comprensible, dado que el progresismo actúa también a modo de religión, con sus profetas, sus presbíteros, sus fieles y su Sagrada Inquisición de lo políticamente correcto. El problema es que se emocionan en el proceso y comienzan a exigir extravagancias, que es lo que le ocurrió a Fray Zerolo nada más terminar la liturgia bautismal del chiquillo de Cayetana Guillén Cuervo, el primer niño español que recibe las sagradas aguas socialdemócratas para que hagan de él un progre a la altura de lo que esperan y merecen sus papás.

En efecto, nada más ungir al pequeñuelo y presa de la emoción por haber protagonizado un acto de esa trascendencia, Monseñor Zerolo exigió que en todos los ayuntamientos exista un registro de bautismo laico, como si el acto que acababa de celebrar tuviera alguna relevancia jurídica que el Estado debiera consignar. La Iglesia, como institución privada, lleva el registro parroquial de los niños bautizados sin que el Estado intervenga en el proceso, dado que se trata de un acto sin efectos legales, que es exactamente lo mismo que ha hecho el concejal madrileño con esta criatura. Si quiere registrar el acontecimiento no tiene más que comprar una libretica y hacer la anotación correspondiente, pero exigir a los madrileños que paguen el gasto de una oficina pública con el único objeto de que el gobierno municipal se parezca cada vez más a una Diócesis se antoja excesivo incluso para Zerolo... O sea que pueden estar seguros de que Gallardón incluirá la creación de este registro en su programa para las próximas municipales.

El laicismo sociata, como vemos, no consiste en rechazar al cristianismo sino en sustituirlo, que es algo bien distinto. A este paso no es descartable que pronto tengamos una Semana Laica, coincidente en fechas con la tradicional Pascua católica, así que no se extrañen si un día ven desfilar por las calles de su localidad de vacaciones el paso de Mister X amarrado a la columna, o azotado por el sindicato del crimen. Cofrades no le han de faltar.

Libertad Digital - Opinión

OBAMA Y EL CALIFATO. Por Ignacio Camacho

CUANDO los dos líderes planetarios de ambos lados de la mar océana se encuentren en enero merced a la conjunción astral de la galaxia progresista, Zapatero debería dedicar unos minutos de su misión cósmica a explicarle a Obama que el Califato de Córdoba y la Inquisición están separados por cinco siglos, más del doble de la edad de la nación americana. La exactitud de los datos tiene un cierto valor en política, sobre todo cuando se trata de adquirir credibilidad, y el presidente estadounidense, que tiene mucha, ha permitido que su patinazo histórico diluya ante la opinión pública española la importancia de su discurso en El Cairo, versión ampliada de la Alianza de Civilizaciones que el futuro colíder global diseñó con tanto mimo para que su colega cometiese el imperdonable olvido de ningunearlo al citarla o, peor aún, de atribuírsela al turco Erdogan. Así no va a haber modo de liderar el planeta mano a mano.

Error cronológico aparte, la ya célebre referencia obamista a la tolerancia perdida de Al Andalus procede de un extendido tópico de la mitología histórica, que se sobrepone en el imaginario contemporáneo a la terca realidad documentada de una abusiva dominancia musulmana sobre las religiones y razas con las que se supone que el Califato convivía en armonía y esplendor. Quizá sea mucho pedir que el «negro» -que por cierto es blanco- que le escribe los discursos a Obama se haya leído a Serafín Fanjul, implacable debelador del mito andalusí que sospecha que a la paloma de Ibn Hazm acabaron retorciéndole el pescuezo con su lírico collar, pero sí al menos debería conocer a Bernard Lewis, que escribe en su lengua. Lewis, antipático politólogo arabista de autoridad mundial, duda de la existencia de ese islam moderado al que la Casa Blanca desea tender la mano, y al respecto pueden ocurrir dos cosas: que lleve razón o que no. Si no la tiene, Obama quizá pueda abrir una nueva era de paz y de diálogo, pero si la lleva el asunto acabará como en otras experiencias similares de anteriores presidentes demócratas, que han terminado tirando montones de despechadas bombas sobre los presuntos amigos empeñados en comportarse de forma poco amistosa con ellos. Así que más vale que Lewis no esté en lo cierto, por la cuenta que nos trae a todos.

De momento el que se ha equivocado es el propio Obama, y por cinco siglos de diferencia. El resbalón constituye un decepcionante episodio para sus admiradores, entre los que me cuento, porque un hombre de su prestigio no merece que le escriban discursos basándose en la wikipedia. Los cientos de asesores de Zapatero tienen tarea para el día glorioso de la alineación de los astros: elaborar unas fichas históricas medianamente rigurosas para que al menos nuestro timonel planetario no parezca recién graduado en la Logse.

ABC - Opinión

VOTAR EUROPA

Pese a la escasa altura de la campaña y su tono nacional, está en juego la legitimidad de la UE.

La última fase de la campaña para las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebran mañana, ha confirmado los peores augurios. Los partidos no sólo han seguido ignorando que el asunto sobre el que se vota es el futuro de la Unión Europea, y lo que a ese futuro pueda aportar la Cámara de Estrasburgo. Se han enzarzado en debates en clave puramente nacional, y lo que es peor, en muchos casos, de una ínfima altura. Y además preparan una lectura interna del resultado.


El PSOE ha centrado su mensaje en agitar el miedo al retorno del PP, con el único barniz europeo de preservar y ampliar el modelo social de la UE. Y el PP ha removido todos los temas menos los que afectan a Europa: aborto, paro o los desplazamientos del presidente del Gobierno. Las escasas excepciones, salpicadas en algún debate televisado, sólo han confirmado la regla. Algunos de los partidos minoritarios, sobre todo las coaliciones nacionalistas o IU-IC, intentaron no esquivar el bulto del asunto sobre el que se votará. Pero sus exhibiciones de europeísmo autoproclamado contrastan con la realidad de que sus programas, o sus cabezas de lista, están sesgados por un incipiente euroescepticismo, como se demostró en su actitud refractaria u hostil en el referéndum sobre la Constitución europea (y en cambio, su aplauso a su versión menos ambiciosa, el Tratado de Lisboa).

La enorme abstención prevista puede anotarse, pues, en la cuenta de los partidos, aunque sus víctimas sean el prestigio y la legitimidad de la Eurocámara, y de rebote, lo que significa en el entramado comunitario: un contrapeso a las tendencias individualistas de muchos de los Gobiernos.

Es falso que el desinterés de la ciudadanía por Europa sea inevitable, y la prueba es que en otros momentos ha formado parte de las aspiraciones compartidas por todo el electorado. Y no es cierto que sea incapaz de entender su alcance y necesidad en un mundo globalizado, en el que las decisiones nacionales apenas tienen incidencia. Quienes han sido incapaces de vincular el debate nacional con las políticas europeas han sido los partidos.

El Parlamento que surgirá del 7-J ostentará muchas competencias para codecidir con los Gobiernos en la UE. De hecho, más competencias que nunca, a menos que las crisis checa y británica arruinen el Tratado de Lisboa. Aunque le falte la potencia de arrastre que supondría la capacidad para designar un Gobierno, podrá influir en la política contra la crisis, la evolución del modelo social o los dilemas ambientales. Así sucedió en la última legislatura en asuntos como los vuelos secretos de la CIA o las directivas más escoradas hacia el ultraliberalismo social.

La UE afronta retos como el de completar la unión económica y monetaria, reforzar la política exterior, salvar el Estado de bienestar o incrementar la seguridad interna. Para ello conviene evitar la erosión de legitimidad asociada a la abstención. Pese a la lógica tentación de castigar a toda la clase política, no hay que olvidar que votar es un deber cívico y también un derecho al que no hay que renunciar.

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UNAS ELECCIONES PARA CASTIGAR A ZAPATERO

POCAS DUDAS caben de quién va a triunfar en las elecciones del próximo domingo: el partido de la abstención. Y es que habría muchas razones para no acudir a las urnas en esta ocasión, pero votar es un derecho de los ciudadanos que ha sido arduamente conseguido y al que, por ello, no se debe renunciar.

Lo que los votantes eligen en estas elecciones es a sus representantes en el Parlamento Europeo, una institución de limitadas competencias y que no ejerce una función real de control de las decisiones que adoptan los órganos ejecutivos de Bruselas. Ésta es la realidad, aunque no nos guste. Estos comicios se celebran además en unos momentos de profunda crisis del proyecto europeo, con el Tratado de Lisboa pendiente de ratificación. Las sucesivas ampliaciones han debilitado la cohesión de la Unión Europea (UE), un gigante con pies de barro.


A la parálisis del proceso de construcción europea se suma la desastrosa campaña electoral que han hecho los grandes partidos, ocupados en descalificaciones mutuas de baja estofa y eludiendo cualquier debate serio sobre Europa. Ahí queda la lamentable intervención de Zapatero en Barcelona, cortejando al electorado catalán a costa de proclamar que lo blanco es negro.

Por si esto no fuera suficiente, PP y PSOE han elaborado sus listas de forma endogámica, proporcionando un retiro de lujo a las viejas figuras o una actividad muy bien remunerada a los parientes en paro.

Todo ello configura un panorama desolador, que invitaría a quedarse en casa si no fuera por dos razones que hay que considerar. La primera, la importancia de relanzar el proyecto europeo que necesita de un empujón de todos. La integración en Europa ha sido clave para nuestro progreso económico y político y ahora no podemos dejar que el sueño europeo se difumine lentamente ante la pasividad generalizada.

La UE es un marco de convivencia y cooperación, una fuente de estabilidad política en un continente con una historia traumática y un motor de crecimiento económico. Votar mañana significa apostar por ese gran proyecto.

Pero hay una segunda razón que nos aconseja recomendar que los ciudadanos vayan a las urnas: es la oportunidad de castigar al Gobierno de Zapatero por sus 15 meses de gestión, que arrojan un demoledor balance negativo. Desde el punto de vista de la economía, el Gobierno ha demostrado su ineficacia para combatir una crisis que le desborda. Desde el punto de vista político, Zapatero está virando hacia un sectarismo cada vez más agudizado. Teniendo en cuenta que las próximas elecciones municipales y autonómicas son dentro de dos años, la cita del domingo es una gran ocasión para que los ciudadanos puedan expresar el rechazo que suscita la deriva del Gobierno.

Aunque Rajoy ha hecho un gran esfuerzo personal en este campaña, da la impresión de que el PP ha perdido la oportunidad de que el electorado pudiera visualizar esa renovación que propugna, que desde luego no queda reflejada en su lista ni en algunos de sus mensajes.

UPyD ha sido víctima de la marginación de los medios estatales, pero tampoco ha logrado en esta campaña transmitir una idea fuerza que le permita dar ese salto que necesita. Ayudarle a entrar en Europa es, en todo caso, un objetivo tan noble como recomendable pues se trata del único partido con un proyecto fiable de regeneración democrática.

En suma, como no hay en juego un cambio de Gobierno ni ninguna decisión trascendental que afecte a Europa, recomendamos a los ciudadanos que voten como les parezca mejor para castigar a Zapatero. Y es obvio que la lista del PP es el instrumento más eficaz para ello.

El Mundo - Editorial

UNA CAMPAÑA POBRE PARA UNAS ELECCIONES CARISIMAS

«A la vista de la inanidad, la falta absoluta de propuestas y la burla descarada al ciudadano, dan ganas de pedir que la jornada de reflexión se extienda a toda la campaña.»

Es evidente que la Unión Europea no despierta un gran entusiasmo entre los europeos por cuyo bienestar dice haberse constituido. Es lo que suele suceder cuando se crea una casta burocrática que se aísla de la realidad y que considera su escaño como una jubilación de lujo anticipada a costa de los ciudadanos.

Y si bien la enorme abstención que se prevé el domingo debe interpretarse como un duro mazazo para la credibilidad e incluso para la supervivencia a largo plazo de la Unión, en España la bajísima participación no debería entenderse sólo como una manifestación más del creciente escepticismo y desencanto hacia Europa, sino como una reacción ante una clase política nefasta y ensimismada que nos ha ofrecido unos cansinos y mortecinos 15 días de campaña electoral.


Para empezar, ningún partido político se ha dignado a hablar sobre Europa y sobre sus proyectos para la misma, probablemente porque carezcan de ellos. Los dirigentes españoles consideran a la Unión Europea como un dato externo que resulta positivo por necesidad. Su mediocridad es tal que nadie cuestiona las bondades que proceden de ese mastodonte burocrático; más bien al contrario: todos se muestran entusiasmados con un proyecto político cada vez más indefinido, despótico y antiliberal.

Por consiguiente, en lugar de discutir sobre Europa en unas elecciones europeas, prefieren dedicar esos 15 días de barra libre propagandística –sufragada, de nuevo, por un contribuyente que sigue pagando puntualmente los salarios de unos gobernantes que se dedican a promover las candidaturas de sus respectivos partidos– a arrojarse los trastos a la cabeza por cuestiones internas. Así, unos y otros han convertido estas elecciones en una especie de calentamiento para las municipales y autonómicas primero y para las generales después. Pero si eso es así, si todos son conscientes del fraude electoral en el que están participando, ¿no sería más lógico que simplemente suspendieran la campaña y nos ahorraran sus insufribles, vacíos y costosos discursos?

Claro que puestos a discutir sobre cuestiones nacionales, los partidos políticos podrían haberse centrado en asuntos sustanciales como la reforma laboral, fiscal, energética o educativa que necesita nuestro país. Sin embargo, vacíos como están de propuestas para Europa, más vacíos, si cabe, se muestran de proyectos para España. Han confundido proponer soluciones para los problemas con repetir una y otra vez que ellos son los más adecuados para solucionarlos. Pero no hemos oído ni siquiera una medida concreta encaminada en la buena dirección. O han tirado por la calle de en medio (como suprimir los paraísos fiscales o abrazar la "economía verde") o se han limitado a soltar vaciedades (como que los niños tienen que estudiar mucho para tener un futuro próspero).

Y es que esta campaña electoral se ha convertido en todo un insulto a unos ciudadano a los que, como pocas veces antes, se les ha tratado de menores de edad inmaduros y medio tontos. Los eslóganes de unos han sido del calibre de que "Rajoy está feliz", "Menos ceja y más Mayor Oreja" o "Rajoy vuela como tú" frente a los de los otros laicistas que ya empiezan a rendir culto al "próximo acontecimiento histórico planetario". Falcons y corruptelas frente al cóctel demagógico de aborto y pederastia. ¿Quién da menos? Probablemente la propia Leire Pajín, que ha resumido perfectamente el nivel intelectual y político de esta campaña electoral con una apropiada soflama de cierre: "Vaya a votar el domingo porque todos los especuladores y machistas lo harán".

Desde luego, siempre nos hemos manifestado en contra de restricciones tan absurdas de la libertad individual como son la prohibición de publicar estimaciones de voto una semana antes de los comicios o la jornada de reflexión. Sin embargo, a la vista de la inanidad, la falta absoluta de propuestas y la burla descarada al ciudadano, dan ganas de pedir que la jornada de reflexión se extienda a toda la campaña. Al menos de este modo sí nos permitirían reflexionar sin las interferencias de un ruido más propio de un patio de colegio y sin que tengamos que financiar este deplorame espectáculo.

Libertad Digital - Editorial

CARTAS ECHADAS PARA PSOE Y PP

LA campaña electoral para el Parlamento Europeo ha finalizado en medio de críticas a los principales partidos por el sesgo de sus estrategias y discursos. Se ha tratado, sin duda, de una campaña trufada por polémicas absolutamente ajenas al debate de programas e ideas, pero, por otro lado, habituales en toda contienda electoral y en todas las democracias europeas. Cuestión distinta es el bajo perfil personal que han exhibido algunos dirigentes políticos, cercano al ridículo, con frases pretendidamente ingeniosas o desproporcionados ataques a terceros. En esto, la clase política tiene motivos para sentirse censurada y obligada a rectificar, porque no basta con tener carné y ser leal para asumir ciertos cargos de primera línea.

Ahora bien, el reproche menos razonable es el que se centra en un exceso de contenido «nacional» y poco europeo en los discursos de PP y PSOE. La abstención del 7-J no vendrá precisamente porque los españoles sientan defraudado su europeísmo. La confrontación de planteamientos sobre la crisis económicas y laboral que sufre España y la oposición de ideas sobre el futuro de nuestro país eran opciones inevitables para populares y socialistas, que asumieron desde las elecciones generales de 2008 que la ronda electoral de 2009, iniciada con las autonómicas de Galicia y País Vasco y que finalizará mañana con las europeas, iba a ser una prueba definitiva para el Gobierno del PSOE y para la oposición liderada por Mariano Rajoy. Lo nacional no puede ni debe ser excluido de una contienda electoral entre partidos que son nacionales. Tampoco es un defecto español. Gran Bretaña ha votado con la vista puesta en el escándalo de los gastos pasados por sus diputados a los fondos públicos del Parlamento y condicionada por el fuerte desgaste de su Gobierno. También Holanda ha votado pensando en sus problemas internos, y lo ha hecho dando la segunda plaza a un partido de extrema derecha, abanderado de una línea dura y xenófoba contra la inmigración. Es lógico y hasta deseable que mañana se vote en España con conciencia de la situación de crisis económica y laboral que se está viviendo.

Por ese significado inevitablemente interno que tendrán las elecciones de mañana, conviene tomarlas con perspectiva para dar a sus resultados el valor real que puede derivarse de que el PSOE las pierda. Sería la primera elección a nivel nacional que ganaría el PP de Rajoy al PSOE de Rodríguez Zapatero. Este efecto político será el mismo fuera cual fuera la diferencia de los populares sobre los socialistas, quienes ya han empezado a difundir la doctrina de la «dulce derrota», considerando que sería un éxito perder por poco. Para José Luis Rodríguez Zapatero, perder frente a Mariano Rajoy nunca sería «dulce» ni consolable. El factor de la abstención es imprevisible, pero para los dos principales partidos, porque están recientes los casos de las elecciones generales de 2008 y de las gallegas de este año, en las que el incremento de participación benefició también al Partido Popular. Incluso la mayor razón de los populares para creer en la victoria de mañana es la movilización de su electorado propio y de los desencantados con el PSOE. Lo obvio -que se trata de elecciones al Parlamento europeo-, es compatible con lo realista, de modo que las urnas pueden significar mañana un punto y aparte en esta segunda legislatura socialista.

ABC - Editorial