martes, 23 de junio de 2009

El silencio de la progresía

Irán hierve por los costados, y los progres del mundo enmudecen. ¿Dónde están ahora los pañuelitos, las webs histéricas, las manifestaciones con politiquillos incluidos? En ningún lugar. Esta revuelta les rompe los esquemas, alejada de los dogmas de fe que configuran su pensamiento político.

Subraya Pilar Rahola en La Vanguardia que no es una revuelta contra los malos de manual, cuya presencia excita sobremanera sus delicadas fauces.

Los americanos no dirigen la represión –hasta que Michael Moore o Noam Chomsky descubran alguna perversa conspiración judeo-yanqui–; los israelíes no mueven los hilos –demos tiempo a Michael y a Noam–; y todo pasa en el islam, que siempre está libre de toda culpa. Además, el dictador es amigo de uno de los paladines del neorrevolucionarismo, un tal Hugo Chávez, cuya amistad con el tirano iraní ha permitido que el fundamentalismo islámico pusiera su perversa patita en Sudamérica.

Es decir, sin malos clásicos, sin víctimas homologadas y sin paternalismo occidental por repartir, lo de Irán no es una causa. Es, simplemente, una noticia, una de esas noticias que surfean por la conciencia progre, sin hacer ninguna mella. Nada es nuevo, porque esa misma progresía se ha mantenido impasible ante decenas de masacres, dictaduras y todo tipo de represiones, cuyos verdugos no les interesaban, y cuyas víctimas les resultaban indiferentes.

Más allá de vociferar contra los israelíes –que siempre sale gratis–, y de vender una solidaridad de plástico con los palestinos, basada en prejuicios, mentiras y manipulaciones, esta progresía ruidosa, dogmática y reaccionaria no tiene ninguna otra causa que le interese.

¿Por qué? Probablemente porque nunca fueron tan amantes de la libertad como vendieron. Y también porque sus esquemas mentales no han superado la caída del muro de Berlín, y miran al mundo con los mismos ojos con que lo miraban los viejos comunistas.

En esta dialéctica de buenos y malos, la libertad siempre sale perdiendo. Lo más sorprendente es que estos chillones de lemas vacíos, depositarios, a la vez, de grandes silencios, son los mismos que dividen al mundo entre derecha malvada y progresía justiciera, y nos inundan con proclamas redentoras.

Algunos hasta convierten esa dialéctica en un estilo de propaganda, para ganar elecciones. Sin embargo, la realidad a veces es tan dura de oído que no oye los cantos de sirena.

Y ahí está, martilleando los esquemas con sonora eficacia. Fíjense en la sutil contradicción. Contra la dictadura iraní, y contra la represión brutal que ejerce contra la revolución verde de los ciudadanos, los que alzan la voz no son los redentores pancartistas, sino líderes de la derecha, como Angela Merkel o Nicolas Sarkozy.

Lo cual nos recuerda una verdad histórica: en defensa de la libertad, no están todos los que son, ni son todos los que están.

Periodista Digital

El Gobierno ZP recluta a los 'titiriteros' para cerrar Garoña


Son más de 250 personalidades del mundo de la cultura, la ciencia, la educación, la política y la ecología, el sindicalismo y la política, entre otras disciplinas, los que han suscrito un manifiesto en favor del cierre de la central nuclear de Santa María de Garoña, cuyo permiso de explotación acaba el próximo 5 de julio. Los 'titiriteros' encuentran una nueva causa. Están Fernando Colomo, Bernardo Atxaga, Rosa Regás, Manuel Rivas, Bebe,... Los de siempre, vaya.


El manifiesto, promovido de Ecologistas en Acción y Greenpeace, está firmado por directores de cine como Víctor Erice o Fernando Colomo, escritores como Bernardo Atxaga, Rosa Regás o Manuel Rivas, músicos como Bebe o Kiko Veneno, y políticos como Hugo Morán (PSOE) o Gaspar Llamazares (IU).

Además, el texto cuenta con el respaldo de un centenar de científicos, catedráticos, rectores universitarios, investigadores, expertos en el sector energético, e incluso empresarios.

El manifiesto, que ignora los argumentos de Nuclenor que desmontan los recelos que 'vende' Zapatero, pide al Gobierno que cumpla sus compromisos electorales y ordene el cierre inmediato de Garoña, una instalación "insegura", "sobradamente amortizada" y "totalmente prescindible".

Sin embargo, Nuclenor demuestra que el posible cierre de la central nuclear de Garoña, anunciado por Zapatero, no está plenamente sustentado. Al menos por las razones que hasta ahora ha esgrimido el Presidente. Pero a los 'titiriteros' los argumentos les sobran.

Tanto ecologistas como los 'siempre listos titiriteros' prefieren demonizar una energía que produce electricidad mucho más barata que la generada por fuentes renovables. En lugar de someter el tema a debate, han preferido la pancarta y el vociferío. Porque así lo manda el canon progre.

Periodista Digital

Embajadas españolas, 116. Autonómicas, 196

Que las Comunidades Autónomas tengan en el extranjero más representaciones que el mismísimo Estado español, revela sin necesidad de comentario alguno el despropósito en que el estado de las autonomías ha caído. Los datos del Gobierno acreditan que en este momento hay 196 organismos de esas características, de los cuales una cuarta parte, exactamente 46, dependen de la Generalitad de Cataluña, empeñada en hacer proliferar estos sucedáneos de embajadas creados para promocionar la idea de que Cataluña es una nación aparte de España.

La promoción cultural y comercial, además de los asuntos de los españoles en el exterior, creíamos que era una competencia exclusiva del Estado. Pero como en España vale todo y sus más altos tribunales sólo piensan en lamer la mano que les nombra, los caciques autonómicos usan el eufemismo de delegación, para en realidad invadir las competencias diplomáticas del gobierno central en estas materias, porque la constitución de 1978 reserva en exclusiva al gobierno de España la acción exterior. Eso sí, la imagen que proyecta España internacionalmente, es la real, somos un gallinero, no una nación.

Por no hablar del dinero que nos cuestan estas oficinas de propaganda nacionalistas, absolutamente innecesarias y fuente de todo tipo de corruptelas, sin fin público alguno. Porque a lo que se dedican es bien a crear lobbys empresariales, procurar el voto cautivo de los inmigrantes españoles en el extranjero ( la autonomía gallega es el mejor ejemplo) o bien en el caso catalán y vasco difundir y recabar apoyos para su causa separatista. Cuando la deuda de las CC.AA aumentó un 20,6% en el primer trimestre del año, hasta registrar 73.385 millones de euros (el 6,7% del PIB), la cifra más alta de toda la serie histórica, según datos del Banco de España, es un autentico insulto para el contribuyente que su dinero se gaste en estas estúpidas delegaciones «diplomáticas» autonómicas, en vez de en mejorar los servicios de sanidad, educación, justicia, infraestructuras o se destine a poner de una vez en marcha esa famosa Ley de Dependencia, para la que las autonomías nunca tienen fondos suficientes.

minuto digital

Malversación autonómica. Por M. Martín Ferrand

THOMAS Malthus sospechaba erróneamente que, mientras la población crece en progresión geométrica, la producción de alimentos lo hace en progresión aritmética y, en consecuencia, debemos elegir entre el hambre y la esterilidad. El tiempo le ha quitado la razón al economista británico; pero el maltusianismo, aplicado al gasto público en España, es algo cierto y comprobable. Por mucho que crezca la recaudación fiscal, su caudal siempre resultará insuficiente para atender la demanda y el capricho de los administradores públicos. Es más, mientras la ley del rigor no obligue, incluso penalmente, a quienes tienen la responsabilidad del gasto, la malversación será perpetua y el déficit publico inconmensurable.

Ángel Collado trajo ayer a estas páginas una denuncia que, especialmente en temporada declarativa del IRPF, solivianta el ánimo de los contribuyentes. Las Autonomías, esos 17 agujeros por los que se escapan a chorros los fondos del Estado, mantienen 196 «embajadas» por el mundo. Las dependientes de Exteriores sólo son 119. Una vez más, el Título VIII de la Constitución sirve de apoyo para una interpretación caprichosa, posiblemente inconstitucional, de las funciones propias de cada uno de los gobiernos que, sobre los municipales y bajo el de la Nación, organizan la Administración pública española.

La Ley de los Presupuestos Generales del Estado y sus derivadas autonómicas son las más vulneradas entre cuantas están en vigor; pero no consta que los transgresores sean conducidos por la Guardia Civil, sentados ante un juez y, en su caso, trasladados a prisión. Si un ciudadano raso, por incumplir un precepto del Código de la Circulación puede ser inhabilitado para conducir un automóvil, ¿por qué no les pasa nada a quienes, con el mayor compromiso de haber sido elegidos democráticamente, no cumplen lo establecido en los Presupuestos?

Todas las leyes que proclama el Legislativo y que ha de interpretar y hacer cumplir nuestro sistema Judicial obligan, con preferencia, a los integrantes del Ejecutivo. Esas «embajadas» de las Autonomías, fuente de corruptelas y bicocas, funcionan contra el principio de centralidad del Estado, son ilegales. El que cada cual se establezca por su cuenta es, además, un despilfarro y un modo eficaz de hacer el ridículo planetario, ese que tanto emociona a Leire Pajín, intelectual de izquierdas.

ABC - Opinión

La derecha no existe. Por Cristina Losada

«Mientras la derecha política no quiere por nada del mundo llevar con orgullo la etiqueta de derechas, su adversario luce con obscena ostentación la insignia de la izquierda. Ese marbete constituye su más preciado capital.»

España es un país plural, dice el lugar común. Falso. España es un país singular, y una de sus singularidades es que carece de un gran partido de derechas. En las democracias más antiguas y asentadas, existen partidos de derechas, pero aquí no y ello por haberlo decidido así los políticos de derechas a lo largo y ancho de las últimas décadas. Pongamos, aunque no se trata de un caso excepcional, al actual dirigente del Partido Popular. Meses atrás, en una entrevista, dijo que no era de izquierdas. ¿Era, entonces, de derechas? No, señor. Se proclamó independiente. Este domingo en La Razón, Rajoy confesaba que no le importa que digan que es de derechas. ¿Por qué debía importarle? Ahí está el quid de la cuestión. Debe importarle porque así lo han decidido los políticos de izquierdas. Lo cual confiere un significado de fondo a lo que de otro modo sería asunto de superficie.


Mientras la derecha política no quiere por nada del mundo llevar con orgullo la etiqueta de derechas, su adversario luce con obscena ostentación la insignia de la izquierda. Ese marbete constituye su más preciado capital, pues ha logrado inculcar el miedo a la derecha y en la derecha. Para los políticos con rótulo de izquierdas resulta trascendental mantener vivo ese temor absurdo y por ello se dedican todo el tiempo a identificar a la derecha como derecha y a mancharla con un profundo desprecio. Cuanto más trata la derecha de pasar por otra cosa, más se aplican sus rivales a ese ejercicio de definición y desprestigio. No puede faltarles el enemigo y siempre lo fabricarán, por mucho que la bête noire se disfrace de osito de peluche.

Los políticos de derechas se refugian en la vacuidad del centro conscientes de que en España importa mucho y para mal ser de derechas. Tanto es así que cuando los encuestadores del CIS preguntan sobre la adscripción ideológica, las personas de derechas prácticamente no existen. El descrédito de la marca derecha ha tenido un éxito indudable, pero ese triunfo se ha podido alcanzar gracias a la colaboración de quienes, a su pesar, la representan. Asumen que han de ocultar su condición, que han de huir de esa denominación como de la peste, y de esa manera contribuyen a perpetuar el círculo vicioso.

Sellan su destino por escapar de él: tendrán que negar siempre su identidad política. Lo que, por otro lado, no incomoda en demasía a los conservadores, que sienten aversión por la politización excesiva y la discusión teórica. Pero hace tiempo que la política se juega en el ámbito de las ideas articuladas y en ese campo de batalla, el sentido común y la tradición, que son la sustancia de la derecha, están en franca desventaja. Así, podrá ganar aquélla por desgaste del contrario, mas sus etapas de gobierno serán meros interregnos en la era socialista.

Libertad Digital - Opinión

Viento del noroeste. Por Ignacio Camacho

OJO a ese tipo de Galicia, Alberto Núñez Feijóo. No le pierdan la pista; puede ser gente en la política española. Tiene el perfil que las encuestas piden para un dirigente del centro-derecha: moderado, abierto, tenaz, pragmático. Parece suavón y algo aburrido, sin estridencias, pero pega -que se lo digan a Touriño- con mano de piedra y cierto instinto asesino. Le ha ganado a una coalición socialnacionalista que representa la síntesis del zapaterismo. Y aunque tuvo algunos cargos intermedios en la Administración aznarista, pertenece a la generación que no salió quemada del poder. Es un activo de futuro. Quizá no «el» hombre del futuro, pero quién sabe.

Después del triunfo en las europeas quedan pocas dudas de que Mariano Rajoy será de nuevo el candidato del PP a la Presidencia del Gobierno. Salvo una improbable catástrofe en las municipales del 11, los críticos no volverán a salir antes a campo abierto; a su manera lenta y constante, con tracción de gasoil, ha ido recomponiendo un liderazgo a su estilo y medida. En su piel de elefante han rebotado maniobras, disidencias y hasta conspiraciones, y hoy por hoy no tiene alternativa. Pero si vuelve a fracasar o se abre, por la razón que sea, una catarsis; si la derecha española se ve abocada a buscar un líder que arranque con motor de inyección, es probable que el partido mire por encima de la nomenclatura del aznarismo y se decida a dar un salto generacional. Aguirre y Gallardón se neutralizan mutuamente, Camps está más tocado de lo que parece y Arenas, aunque aún joven de edad, lleva demasiado tiempo en la primera línea.

Feijóo es un político de síntesis. Un hijo del marianismo con una imagen más moderna que su jefe. Sabe aguantar y esperar sus momentos, como demostró tras sustituir a Fraga, que no era un encargo fácil. Tiene el toque centrista gallardoniano, la transversalidad capaz de construir mayorías, sobre todo entre los votantes urbanos; no se le transparentan ambiciones y hasta ahora ha manejado los tiempos con solvencia. Carismático no resulta, pero ha ganado unas elecciones a la primera en la tierra del «aparatchik» Pepe Blanco. Y hay quien sostiene que para tumbar a Zapatero hay que ponerle delante a un tío al que no se pueda vincular con el pasado.

Por ahora, es un capital de reserva, un depósito a plazo que rinde intereses a su jefe de filas. Si Rajoy alcanza el poder, da el retrato robot de un vicepresidente o un ministro de Estado. Pero sobre todo representa, como Cospedal, Sáez de Santamaría o Basagoiti, esa nueva oleada de cuadros que un partido necesita para convertirse en garantía de relevo. Una dirigencia nueva, sin hipotecas, moderna y con capacidad de gobernar en la España poliédrica de este tiempo confuso. Justo lo que le falta a Zapatero, que detrás de los supervivientes felipistas sólo enseña la insolvente liviandad de bibianas y pajines. Ojo al viento del noroeste.

ABC - Opinión

Silencio, se mata. Por José García Domínguez

«Las víctimas, todas, no han de hablar, pues, sin ir más lejos, podrían ofender a las otras mamás, las de los etarras encarcelados.»

"El jueves, mi ama, con una amiga, iba a una reunión de verano en Donostia, donde siempre pasa el mes de agosto. Se les ocurrió, en mala hora, coger un autobús. Iban tan tranquilas cuando en pleno trayecto un grupo de nazis encapuchados y con bates de béisbol destrozaron los cristales, echaron líquido inflamable y quemaron el autobús. Dos minutos más y hubieran ardido dentro. A su amiga, le hirieron los cristales. Ella quedó traumatizada ante la barbarie de aquellos salvajes y tuvo que ser atendida". No sé si Iñaki Anasagasti iría sedado a tope cuando pergeñó aquel célebre, iracundo artículo contra los violentos, muy rara pieza de coleccionista que contiene el párrafo que encabeza estas líneas.


Sea como fuere, incurrió en grave pecado tanto cívico como moral al publicarlo en Deia. Porque el más estricto y respetuoso silencio ante los chicos de la gasolina hubiera sido la obligación primera de Iñaki en su condición de protovíctima colateral. Así, aquella descalificación tan imprudente, tan descontextualizada, tan plagada de adjetivos precipitados, tan huérfana de referencias a las causas históricas del conflicto, estaba fuera de lugar. Y es que, tal como acaba de recordar ese miembro anónimo (¿iría también encapuchado?) de la dirección del PNV, "es mejor que las viudas [y los huérfanos y los padres y los hermanos y los mutilados y los secuestrados y los extorsionados y los amenazados y los escoltados y los exiliados y los desquiciados] no hablen". Nadie, ni siquiera el sufrido vástago de la ama de Iñaki, debería hablar.

Las víctimas, todas, no han de hablar, pues, sin ir más lejos, podrían ofender a las otras mamás, las de los etarras encarcelados. Como Francisca Hernández, que, para escándalo supremo del partido de Anasagasti, acaba de negar nada menos que la condición de presos políticos a sus chicos. Cosas veredes, amigo Iñaki. Qué ajenas tan turbadoras novedades al claro criterio y recto proceder del obispo Setién. Qué lejos aquella radiante mañana, la del primer aniversario de Gregorio Ordóñez, cuando monseñor, indiferente, pasó de largo ante los que se manifestaban por la libertad del raptado Aldaya. Ni una palabra. Ni una mirada. Ni un saludo. Ni un gesto. Sólo aquel apretar el paso con la vista fija en el otro lado de la calle. Sólo aquel tonsurado, preceptivo, obediente, sepulcral, equidistante silencio.

Libertad Digital - Opinión

Sedados. Por Hermann Tertsch

ESTÁ claro que los peores no son los muy malos sino los indolentes, los celosos de la corrección, los obsesos de la obediencia y los cobardes. Ya no sé a quién parafraseo aquí. La frase podría haber sido del gran Ralf Dahrendorf, un aristócrata alemán por nacimiento que se convirtió en aristócrata británico por mérito y excelencia. Un auténtico príncipe del pensamiento europeo que nos dejó la pasada semana. Podía haber sido la frase también de Annah Ahrendt, de Elie Wiesel, de Isaiah Berlín, de Anna Ajmátova o Mijail Sebastian, de George Washington o Winston Churchill. Da igual. Lo que me hace inmensamente feliz es que esta frase -por supuesto no en esos términos- me ha parecido oírla o al menos la he evocado continuamente durante estos últimos días, aquí, en España, en el País Vasco, entre gobernantes españoles. Reconozco mi sorpresa. ¿Será un sueño? ¿Será una confusión de las mías? Mucho -sobre todo la experiencia- sugiere que podría ser así. Que a las grandes palabras pronto seguirán las eternas miserias. Que las mezquinas componendas de indolentes, correctos, obedientes y cobardes convertirán en espejismo este despliegue de gallardía al que hemos asistido con motivo del asesinato de Eduardo Puelles.

Son muchas las incógnitas. ¿Cómo es posible que un inspector jefe de Indautxu conocido por todos en Arrigorriaga y por supuesto por las sucesivas camadas pardas, amenazado desde hace veinte años, aparcara su coche en la puñetera calle? ¿Se sentía tan seguro? ¿Lo hacía por ahorrar? ¿Por falta de medios de un Gobierno cuyos miembros viajan en aviones militares hasta a la pedida de mano de su tía Clota? ¿Cuántos merlines puede pescar el jefe de nuestros servicios secretos (CNI) por aguas africanas con el alquiler de un garaje vigilado, o dos o tres si hacen falta? Otro día hablaremos de horteras depredadores. De personajes de mal chiste manchego que manejan toda la información secreta de nuestro Estado. De la catadura de individuos a los que no prestaríamos un coche y manejan nuestros datos, nuestra seguridad y nuestra hacienda que, por supuesto, es la suya.

Hoy hablamos de Arrigorriaga, de las dignísimas palabras que se han podido escuchar estos días en este país habitualmente sedado. Sedado no por el doctor Montes por supuesto, ni en una de esas muertes tan dignas que se inventan nuestros apologetas de la eutanasia, ni en un aborto de una menor que se nos presenta como un «lifting» o unas tetas mejoradas. Mis reservas son infinitas pero mi emoción por lo vivido estos días también. Los moralmente sedados de los nacionalismos, de la indolencia y la capitulación, han visto que en España pueden pasar cosas que hasta a ellos podría llevar a recuperar la lucidez y la dignidad.

ABC - Opinión

Cuando las falsedades del debate nuclear alimentan la confusión. Por Vidal Coy

Lo que más sorprende de un asunto de profundidad económica y trascendencia política y social es la premura, por no decir precipitación, con que se ha planteado públicamente la disyuntiva de cerrar o mantener abierta por otro periodo añadido la central nuclear de Santa María de Garoña, al margen de la campaña pro-nuclear que desde hace muchos meses se desarrolla. La confusión sobre las intenciones gubernamentales y su verdadera política socioenergética es la sensación hoy primordial.

Se diría que el Gobierno ha estado pensando en las musarañas desde que asumió sus funciones, dando por hecho que el cierre iba a ser una mera concreción del programa electoral del PSOE, sin que nada ni nadie se manifestara no ya en contra sino simplemente dubitativo. Sabemos fehacientemente que ese cálculo era falso, pues en el seno del mismo Ejecutivo hay quienes no son partidarios de cerrar Garoña o, por lo menos, de no decidirlo ya y prolongar la vida de la central.

El resultado es que, salvo quienes estamos decidida e históricamente en contra de la energía nuclear, hay muchas voces, cada una representando sus legítimos intereses -y alguno, dicen que el del Estado, como el CSEN­-, que cuestionan ahora la conveniencia de que Garoña inicie su proceso para dejar funcionar.

Incluso desde el punto de vista de la oposición sociopolítica a la energía nuclear, parece palmario que no se han hechos los deberes para que la conversión pretendida de una España parcialmente nuclear a otra energéticamente renovable fuera sin muchos problemas. ¿Cómo se explica, pues, que la población de los aledaños de Garoña esté decididamente a favor de la continuidad de la central? Sencillamente, porque no se les ha convencido con actuaciones reales y concretas de que puede haber otros medios de creación de riqueza para los menos de diez mil habitantes cuyo bienestar económico está relacionado con la instalación.

Ni se les ha convencido de que hay vida después de Garoña (quizá más) mediante una reconversión del tejido productivo. Claro, que esto último lleva tiempo. ¿Pero acaso no lo ha tenido el actual Gobierno en los años que lleva al frente del Estado? Indudablemente, ha habido tiempo y lugar para ello, sobre todo si tenemos en cuenta que, salvo el paréntesis de ocho años de Aznar, la suma temporal de ejecutivos socialistas contrarios, por lo menos teóricamente, a la extensión de la energía nuclear en España es de 19 años, desde 1982.

Resuena en el fondo el eco de otro falso debate en el que la actitud de quien ahora gobierna ha sido sino idéntica, sí al menos parecida. No es otro que el de los trasvases, en el que se adoptó una postura radicalmente correcta -eliminar el del Ebro-Segura del Plan Hidrológico Nacional-, pero no las actuaciones consecuentes: apuestas decididas, claras, explicadas y firmes por las alternativas hídricas subsiguientes al no-trasvase. Una vez escribí en este mismo medio algo titulado “Muerta Narbona, vivan los trasvases”. Pues eso. Y ahora estamos en el debate de si es viable, o no, un trasvase desde el Tajo en Villacañas (Extremadura) hasta el canal Tajo-Segura en La Roda (Albacete) para alimentar el caudal del Segura (Murcia, fundamentalmente).

Como es igualmente falso el debate de si la energía nuclear es “limpia”, porque no produce dióxido de carbono. Efectivamente, de eso no hay en el paquete nuclear. Pero hay unos residuos que no se conoce cómo eliminar, si acaso se pudiera, y que dejaremos en herencia a decenas de brotes de nuestros respectivos, por individuales, árboles genealógicos.

En el caso concreto de Garoña, quienes estamos en contra de su continuidad productiva argumentamos que su aportación porcentual al input energético estatal es mínima. Por desgracia para quienes así argumentamos, no hay respaldo oficial, que debería haberlo, para tal argumento. Porque ¿cómo podría explicar el órgano colegiado que es el Gobierno sus recientes restricciones a la expansión de la producción de energía solar fotovoltaica, fuente limpia y “opuesta” a la nuclear?

Sorprende, por demás, ese corte precisamente en vísperas, como quien dice, del deadline de Garoña, después de casi una década de expansión de la energía solar que nos ha colocado casi en lo alto de la lista de países productores de energías renovables. Otra cosa no, pero hay razones suficientes para estar confuso, al menos en cuanto a la actual política energética se refiere.

el confidencial - Opinión

El Odio. Por Alfonso Ussía

En esa mirada ennegrecida por el odio se reúnen las respuestas de su vida. Su biografía ha sido permanentemente manipulada por los imbéciles que lo confunden todo. El autor madrileño Alfonso Sastre se movió de maravilla en los círculos falangistas y vencedores de la Guerra Civil. A su íntimo amigo y tocayo Alfonso Paso no se le ha perdonado su pertenencia a las llamadas «derechas». A él se le han concedido todas las amnistías por ser amigo, partidario, apoyo constante y refugio de la ETA. Hasta Gustavo Pérez-Puig, en sus tiempos de director del Teatro Español de Madrid y de nada escondidos ideales políticos, le montó una de sus obritas en el gran teatro municipal siendo Alcalde de Madrid José María Álvarez del Manzano. De perseguido, nada. Un mimado por los complejos y las inseguridades de quienes despreciaba. Se casó con una mema, Genoveva Forest, cuya casa compartida con Sastre, se hizo base logística etarra para planificar el atentado de la cafetería «Rolando», sita en la calle del Correo de Madrid, en la que murieron asesinados doce inocentes.

Amigos los dos, Alfonso Sastre y Genoveva Forest, de todos los altos dirigentes de la banda terrorista, «Argala» incluido. Hoy, Alfonso Sastre se ha convertido en un simple y elemental propagandista de la ETA, que firma sus amenazas en el diario «Gara» y ha hecho de su deteriorada capacidad intelectual un bazar del odio, de la depresión que su pasado le causa, de la frustración que su vanidad le recuerda. A sus ochenta años, este pobre individuo, ensalzado durante décadas por la crítica oficial de la retroprogresía, nos revela el patético camino hacia su propia destrucción. Su mirada es una ennegrecida asignatura de rencor, de pudrimiento, de venganza no se sabe contra quién ni contra qué, de ridículo, de necedad, de chochez y lo que es peor, de júbilo ante la barbarie. Pero no tiene sitio en su mirada la expresión del júbilo, porque son tantos y tan variados los odios acumulados, los pasos perdidos, las vanidades degradadas, que nada le queda por ofrecer excepto su tributo a la barbarie y su dependencia de los canallas. Cuando Alfonso Sastre muera, nadie tendrá que cerrarle los ojos. La mancha negra del odio es también clausura.

Publicaba el domingo en ABC un dibujo prodigioso, tremendo, estallante, el genio. El genio es el de siempre y no precisa ser identificado, pero lo hago. Antonio Mingote. Unos terroristas encapuchados, cumplido el asesinato de Eduardo Puelles, hablan de sus cosas. «No hay que preocuparse porque nos llamen asesinos. Siempre nos quedará el Tribunal Constitucional». Eso. El mismo Tribunal que no quiso ver en Alfonso Sastre todo el lastre ignominioso de su pasado y permitió que los cómplices del crimen tuvieran la oportunidad de formar parte del Parlamento europeo. El dibujo es irreal, porque a ningún asesinado de la ETA y a nadie de su entorno se le puede ocurrir un editorial de catorce palabras como a Antonio Mingote. No condenar el terrorismo no significa apoyar el terrorismo, dicen los magistrados. Pero amenazar al «Lehendakari» con más dolor en el futuro, sí es amenazar desde el terrorismo y a través del periódico del terrorismo. No obstante, déjenlo estar. Ya no es nada. Alfonso Sastre es una patética sombra de ennegrecido odio. Una caricatura soez de la tragedia, un final abrazado al fracaso.

La Razón - Opinión

PNV: insultar a las víctimas y arropar a los asesinos

«El PNV aparenta firmeza antiterrorista y se postula en Madrid como el interlocutor juicioso y confiable, cuando lo cierto es que se encuentra en posiciones muy parecidas a las de los batasunos más recalcitrantes»

Para nadie medianamente bien informado es un secreto que en el nacionalismo no hay moderados. Ni en el catalán, ni en el gallego ni, por supuesto, en el más bizarro de todos ellos: el vasco. Tanto los melifluos miembros del PNV, que hasta ayer pastoreaban del presupuesto en el Gobierno regional, como la bronca izquierda abertzale son dos variantes del mismo radicalismo que actúan como un frente unido e inquebrantable cuando toca. Y suele tocar siempre en las mismas circunstancias. Cuando se producen detenciones de etarras y cuando esos mismos etarras asesinan, secuestran o extorsionan. Viene siendo así desde el principio de los tiempos, es decir, desde hace unos 30 años, que es lo que dura la glaciación nacionalista en el País Vasco.


El asesinato del policía nacional Eduardo Puelles la semana pasada mediante una bomba lapa ha vuelto a poner a cada uno en su sitio. En un lado, a los que, como Puelles, combaten y abominan del terrorismo; en el otro, a los que lo toleran, lo alientan o se valen de él como arma política indeseable pero necesaria para conseguir el fin último, que no es otro que alcanzar la soberanía plena de esa Euskalherría fantasmagórica que tanto se prodiga por los mapas meteorológicos de los medios adictos al nacionalismo. Así nos encontramos con que el entorno de la ETA, personificado esta vez en el dramaturgo Alfonso Sastre, candidato estrella de Iniciativa Internacionalista en las pasadas elecciones europeas, justifica a los asesinos y repite los latiguillos habituales de Batasuna. Una reiterativa infamia que invierte los roles poniendo al verdugo en el papel de víctima, y a la víctima en el de verdugo.

A pesar de que la mentira revolucionaria de los portavoces filoetarras es tan insistente y nauseabunda, nos hemos terminado acostumbrando a ella. Hasta el extremo de que esta gentuza siempre dispone de altavoces para hacerse oír, y no precisamente dentro de la prensa que le es afín. Como muestra el botón de la entrevista supuestamente cómica que la Sexta le dedicó a Arnaldo Otegui hace pocos días. La ventaja de los proetarras es que son directos en sus manifestaciones y no recurren al artificio retórico. Están con la ETA, comparten sus fines y sus medios y cuentan con un arsenal de sofismas en los que apoyan sus inicuas convicciones. Nadie puede llevarse a engaño, y menos aún el Gobierno de España, empeñado como estuvo, pese a todo, en negociar con ellos durante toda la última legislatura.

No sucede lo mismo con el PNV y su gastado disfraz de cordero. Aparenta firmeza antiterrorista y se postula en Madrid como el interlocutor juicioso y confiable, cuando lo cierto es que se encuentra en posiciones muy parecidas a las de los batasunos más recalcitrantes. La diferencia con ellos es que saben disimularlo y se enredan en la aparatosidad más pomposa para tratar de ocultar lo que de verdad sienten. Para el PNV la víctima no existe, es el desagradable resto de una acción política que, o es vergonzosamente ninguneada o, según los casos y la necesidad, se convierte en objeto de velados vituperios. El terrorista para ellos no es un asesino a secas, sino parte de un conflicto, del mismo conflicto con el que se llenan la boca los proetarras. En este trastocado orden de cosas la violencia no es violencia sino manifestación externa de algo que requiere una solución que, irremediablemente, pasa por ellos.

La postura frente a esta hidra de dos cabezas, una que muerde y otra que no, es incomprensible. Se condena a una de ellas mientras se tolera a la otra como mal menor negando incluso su naturaleza anticonstitucional y antidemocrática. Pero la realidad es terca, no sabe de componendas y se niega a complacer a los bienpensantes que, para tranquilizar su conciencia, quieren creer que el nacionalismo tiene una veta positiva y dialogante. Pero no es así. La disfunción intelectual y emotiva que caracteriza a cualquier nacionalismo irredentista como el vasco sale a flote en cuanto tiene ocasión de hacerlo. Entonces se autorretrata y su presunta bondad queda en burda ignominia.

Libertad Digital - Editorial

El PSOE desbarra en Pamplona

NINGUNA explicación sirve para disculpar a los socialistas navarros de haber votado junto a Acción Nacionalista Vasca dos mociones contra la alcaldesa foralista de Pamplona, Yolanda Barcina. Aunque se tratara de mociones propuestas por Nafarroa Bai, una coalición de formaciones nacionalistas, los socialistas sabían que sólo si ANV sumaba sus votos a los suyos podían derrotar a Unión del Pueblo Navarro, que cuenta con trece concejales en el Ayuntamiento pamplonés, frente a los catorce del PSN, Nafarroa Bai y ANV. Por tanto, ningún portavoz del PSOE o del PSN puede escudarse en que su partido no puede controlar los votos de ANV, un grupo declarado ilegal por su integración en ETA. Los socialistas navarros se han equivocado por completo, no sólo porque hay una razón ética para no votar nunca lo mismo que ANV -razón que no habría que aclarar a ningún demócrata-, sino porque no habían pasado ni 72 horas del asesinato de Eduardo Puelles. Los proetarras de ANV se negaron a repudiar este horrible crimen, motivo suficiente para que los concejales socialistas del Ayuntamiento de Pamplona renunciaran a cualquier moción que implicara el apoyo de un partido ilegalizado.

Además, por si fuera poca la indignidad de sumar votos con ANV, las mociones aprobadas son de las que agradan a la izquierda proetarra y al nacionalismo en su conjunto. Una insistía en el cese del jefe de la Policía Municipal de la capital navarra, un funcionario conocido por su intensa actividad contra los grupos de apoyo a ETA, y advertía a Yolanda Barcina de que en dos meses llegaría la reprobración, lo que sólo será posible si de antemano los socialistas aceptan los votos de los dos concejales de ANV. La otra moción, también propuesta por Nafarroa Bai, amparaba la petición de la plataforma «Gora Iruñea» de que se le cediera espacio para sus «actividades lúdicas y culturales». Desde hace tres años, el Ayuntamiento de Pamplona suprimió las «barracas políticas» en San Fermín porque se habían convertido en puestos de recaudación para los presos de ETA y sus familias. Los matices de los socialistas navarros sobran, porque no pueden justificar una coincidencia, siquiera esporádica, con un partido ilegal y proetarra como es ANV. No es admisible que unos socialistas, los vascos, apuesten inequívocamente por estar contra ETA, y que otros socialistas, los navarros, sean capaces de coincidir con ANV y definir opciones futuras contra Yolanda Barcina que sólo son viables si vuelven a tener los votos de esta formación proetarra.

Las últimas elecciones forales y municipales en Navarra fueron traumáticas para los socialistas, obligados a hacer lo que debían, facilitar un gobierno de UPN, y no lo que querían, pactar con Nafarroa Bai. La opinión pública apreció favorablemente esta decisión porque habría sido irresponsable franquear al nacionalismo panvasquista la entrada en los gobiernos foral de Navarra y municipal de Pamplona. Pero el coste de esa decisión no justifica hacer oposición con los votos de los proetarras. La moción que anuncia la reprobación de Barcina debe ser desautorizada expresamente por la dirección nacional del PSOE porque implica contar de antemano con ANV para ganar la votación y es una incongruencia con la claridad del discurso pronunciado por el lendakari López ante el cadáver de Eduardo Puelles.

ABC - Editorial