martes, 7 de julio de 2009

Benamejí, Iznájar y el Estatuto de Cataluña que viene. Por Yauma

Mi vecino del cuarto primera, el señor José, es natural de Benamejí pueblo cordobés cercano a Iznájar , lugar de nacimiento de nuestro amado president Montilla. Ambos pueblos están bañados por el río Genil y comparten en muchos aspectos el famoso pantano del sur peninsular. El señor José, mi vecino del cuarto primera, me habla a menudo de su pueblo de origen. Está jubilado y cuando me engancha en la escalera, en el portal o en el kiosco donde ambos compramos el periódico, aprovecha para pegar la hebra y explicarme vivencias lejanas de sus primeras correrías por tierras cordobesas. Dejó Benamejí a los doce años, nació en 1944 por lo que lleva viviendo en Cataluña 53 años, casi toda una vida. El señor José raro es el año que no visita su pueblo, tiene familiares cercanos allí y el hombre, con la excusa de verles, siempre está a punto para darse una vuelta por el terruño. Ahora con la jubilación se está planteando volver definitivamente al lugar que le vio nacer. No obstante ese proyecto lo contempla poco realizable, la mujer y los hijos han nacido en Cataluña y ello le ata definitivamente a esta tierra.

Según mi vecino José, Benamejí es un pueblo con señorío, desde que allá por 1549 Don Diego de Bernuy eligiese este espectacular enclave natural, ante disfrutado por romanos y árabes, y se trajese al mejor arquitecto, Hernan Ruiz II, para que hiciera el magnífico puente Renacentista sobre el río Genil.
Benamejí es literatura de Calderón con la Niña de Gómez Arias, de Lorca con su Romancero Gitano, y de los Machado con La Duquesa de Benamejí (de nobles y bandoleros 1932 Manuel y Antonio Machado). Ruta del Tempranillo, pueblo bandolero.
La literatura histórica sobre bandolerismo ha utilizado a Benamejí como un punto importante de actuación en el siglo XIX. El paso por el puente para vadear el río, en el camino de Córdoba a Málaga, y su entorno entre colinas facilitaban las cosas para tender emboscadas. En la guerra de la independencia contra los franceses numerosas cuadrillas operaron por los contornos de Benamejí. Son históricos los nombres de Pedro Pena, apodado el Sotana, Juan de Campo, Pedro Alcal Heredia y Francisco Lozano el Bolsero. Entre otros.

El Estatut pasa por Aragón (tranquilo Six se trata de otro Aragón). Con este titular aparecía la Vanguardia el 22 de Junio pasado. “La mayoría a favor del texto es ahora de seis votos contra cuatro, un apoyo en el que está siendo clave la postura del catedrático de Derecho Constitucional Manuel Aragón Reyes”
“El catedrático de Derecho Constitucional está teniendo un papel fundamental en la deliberación de la sentencia sobre el Estatut, que ha entrado en su fase final. La resolución que está elaborando el TC es el resultado de un complejo sistema de equilibrios, al que Aragón ha hecho algunas aportaciones decisivas, después de una etapa de fuertes tensiones internas en la que la precaria mayoría favorable a la reforma estatuaria catalana estuvo a punto de venirse abajo.”
Parece ser que la actuación de Aragón hará posible una estrategia con la que se conseguirá una mayoría favorable al Estatut por seis votos a cuatro.
Este Magistrado del Tribunal Constitucional fue nombrado por el gobierno de Zapatero el 4 de junio de 2004, junto a Pablo Peréz Tremps, en sustitución de Manuel Jiménez de Parga y Tomás Vives, es de los considerados progresistas, línea zapateril, dentro del alto tribunal.
Manuel Aragón Reyes fue director del Centro de Estudios Constitucionales y miembro del Consejo de Estado. Presidente del Consejo Económico y Social de la Comunidad de Madrid, Discípulo de Francisco Rubio Llorente, es heredero de esa escuela de constitucionalistas. Participó activamente en la formación académica del príncipe Felipe de quien fue preceptor cuando este estudió Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid.
Manuel Aragón Reyes Nació en Benamejí en el año 1944

Comento la noticia periodística con mi vecino del cuarto primera el señor José, él también nació en ese pueblo de Córdoba en el mismo año y parece que en idéntico mes que Aragón. ¡Caray, Caray! Con Manolito fue lo primero que me comentó? Quién lo iba a decir? Después me explicó que Aragón Reyes Procedía de una familia adinerada del pueblo, cuando José era un niño poseían fabrica de harina, diversas fincas rusticas y casas varias. Recuerda con simpatía a un tío por vía materna de Manuel Aragón, Pepe Reyes, dueño de un importante comercio de ultramarinos situado en la calle José Marrón, donde la familia Aragón Reyes tenía parte de sus negocios.
Que de alguna manera había compartido juegos infantiles con el Magistrado, “Manolito”, dentro de un orden, ya se sabe las clases sociales en un pueblo de unos escasos 5000 habitantes estaban muy bien definidas y claras en esos tiempos. A partir de aquí poco más le pude sacar a mi vecino del cuarto primera el señor José. Él es muy despierto y se daba cuenta que yo buscaba que se mojara y opinara claramente sobre la actuación de sus dos celebres paisanos, Montilla y Aragón en el asunto del Estatut de Cataluña. Pero no hubo manera.

Pues bien, yo sí, voy a opinar. Curioso mundo político el nuestro. El Estatuto que viene, que se nos echa encima, sobre todo a muchos de nosotros que padeceremos su aplicación con puntos y comas, tiene sus principales impulsores en dos personas originarias de Córdoba, de dos pueblos vecinos de Córdoba, un hijo del proletariado emigrado a Barcelona y otro hijo de la burguesía franquista andaluza con tintes de progresista.
El señor José, mi vecino del cuarto primera, subió hacia su casa pensativo y concentrado, algo le estaba carcomiendo por dentro que le tenía preocupado. Nuestras pequeñas terrazas son contiguas y separadas en la galería por un simple cristal opaco, estas colmenas del extrarradio son como cajas de cerillas y en días calurosos el pequeño balcón o galería es un refugio ventilado y agradecido. El señor José, mi vecino del cuarto primera, me lo imagino sentado en su galería, yo por educación desde la mía, contigua, no moví ni un musculo para observarle, empezó a pensar, hablar, en voz alta y si la memoria no me hace ninguna mala pasada esto es lo que pude oírle:
“Manolito cabroncete, menuda putada nos estás haciendo a muchos de tus paisanos, tú no lo necesitas como es el caso de Montilla, tú eres un profesional brillante y de categoría, no como el sin oficio del mudito, tu no vives aquí y no tienes que congraciarte con ningún fanático cuatribarrado. Recuerdo ,cuando niños, tu bicicleta orbea envidia de todos los desarrapados hijos de jornaleros que te mirábamos embelesados, así como los juguetes de niño rico que con frecuencia mostrabas. Te acuerdas de Rosario aquella morenita trigueña de pechos pujantes que me pisaste por el sólo merito de ser rico, muchas mujeres desde niñas sienten una atracción irresistible ante el poder, y Rosario cumplía esa regla, no sé qué habrá sido de ella. Yo tuve que abandonar nuestro pueblo a los doce años por pura supervivencia, parte de culpa atribuible a familias como la tuya, también por culpa nuestra evidentemente por no habernos espabilado suficientemente, yo no creo en máximas como “Quien nace pobre en la periferia de Barcelona tiene muchas probabilidades de serlo toda su vida y de que lo sea su descendencia”. Hay que espabilarse, por ese motivo nos vinimos para aquí. Pero a lo que vamos, Manolito por tus muertos, que están enterrados cerca de los míos, no le pongas fácil al imbécil de la Moncloa tema tan importante como la inconstitucionalidad del Estatut. Y sobre todo Manolito ¡Coño! No nos jodas”.

En honor de mi vecino del cuarto primera, el señor José, un detalle que le gustará:

Voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.
Voces antiguas que cercan
voz de clavel varonil.
Les clavó sobre las botas
mordiscos de jabalí.
En la lucha daba saltos
jabonados de delfín.
Bañó con sangre enemiga
su corbata carmesí,
pero eran cuatro puñales
y tuvo que sucumbir.
Cuando las estrellas clavan
rejones al agua gris,
cuando los erales sueñan
verónicas de alhelí,
voces de muerte sonaron
cerca del Guadalquivir.

Antonio Torres Heredia,
Camborio de dura crin,
moreno de verde lun luna,
voz de clavel varonil:
¿Quién te ha quitado la vida
cerca del Guadalquivir?
Mis cuatro primos Heredias
hijos de Benamejí.
Lo que en otros no envidiaban,
ya lo envidiaban en mí.
Zapatos color corinto,
medallones de marfil,
y este cutis amasado
con aceituna y jazmín.
¡Ay Antoñito el Camborio
digno de una Emperatriz!
Acuérdate de la Virgen
porque te vas a morir.
¡Ay Federico García,
llama a la Guardia Civil!
Ya mi talle se ha quebrado
como caña de maíz.

Tres golpes de sangre tuvo
y se murió de perfil.
Viva moneda que nunca
se volverá a repetir.
Un ángel marchoso pone
su cabeza en un cojín.
Otros de rubor cansado,
encendieron un candil.
Y cuando los cuatro primos
llegan a Benamejí,
voces de muerte cesaron
cerca del Guadalquivir.

Con un clavel grana temblando en la boca, con una varita de mimbre en la mano, por una "verea" que llega hasta el río, iba Antonio Vargas Heredia el gitano. Entre los naranjos la Luna lunera, ponía en su frente la luz de azahar. Y cuando apuntaban las claras del día, llevaba reflejos del verde olivar, del verde olivar. Antonio Vargas Heredia, flor de la raza calé. Cayó el mimbre de tu mano y de la boca, el clavel, y de la boca, el clavel. De Puente Genil a Lucena, de Loja a Benamejí. De Puente Genil a Lucena, de Loja a Benamejí. Las mocitas de Sierra Morena se mueren de pena llorando por ti. Antonio Vargas Heredia, se mueren de pena llorando por ti. Era Antonio Vargas Heredia el gitano, el más arrogante y el mejor plantao. Y por los contornos de Sierra Morena no lo hubo más bueno, más guapo, ni "honrao". Pero por "curpita" de una hembra gitana, su faca en el pecho de un hombre se hundió. Los celos malditos nublaron sus ojos y preso en la trena, de rabia lloró, de rabia lloró. Antonio Vargas Heredia, flor de la raza calé. Cayó el mimbre de tu mano y de la boca, el clavel, y de la boca, el clavel. De Puente Genil a Lucena, de Loja a Benamejí. De Puente Genil a Lucena, de Loja a Benamejí. Las mocitas de Sierra Morena se mueren de pena llorando por ti.
Antonio Vargas Heredia, se mueren de pena llorando por ti.

El blog de Yauma

El cedro del faraón. Por M. Martín Ferrand

JAIME Vera, uno de los padres fundadores del PSOE, murió hace cerca de noventa años después de haberse consagrado como psiquiatra y de alcanzar el respeto de los intelectuales de su época. Ahora le presta su nombre a una fundación que, con sede en Galapagar, sirve de escenario a las escuelas de verano en las que los notables del socialismo se enfrentan a sus bases y sus alevines. José Luis Rodríguez Zapatero es un habitual de esos encuentros. A diferencia con Vera no es un nombre destacado en el ejercicio de ninguna profesión, no habla en latín con sus amigos y/o antagonistas del clero ni escribe en El Socialista algunos de los más sesudos artículos que conservan las páginas del órgano del partido. Zapatero es, sencillamente, la encarnación del poder y, en tiempos de sequía intelectual, esa es condición suficiente para llamar la atención y fijar el interés, especialmente de quienes prefieren medrar que saber y conocer.

Los diarios han difundido una fotografía de Zapatero impartiendo doctrina a la sombra de un cedro. Ignoro hasta dónde llega la riqueza botánica de los jardines de la Fundación Vera; pero, si había donde elegir, el cedro señala la vocación faraónica del líder. La madera de cedro -del Líbano, del Himalaya o del Atlas- es quebradiza y de escaso valor, pero no se pudre nunca. Por eso, en Egipto, la utilizaban para fabricar sarcófagos y otras piezas funerarias. Con todo, a pesar de que todas las variedades de tan hermosa conífera tienden a centenarias, yo no le aconsejaría al presidente insistir en el uso de tan hermoso palio para sus sermones veraniegos. Su piña es de buen tamaño y la inesperada, pero posible, caída de una de ellas sobre su cabeza, en plena disertación magistral, podría hacerle perder la compostura y el respeto de quienes mañana, o pasado mañana si el zapaterismo se perpetúa, serán sus sucesores en la cúspide del partido.

En esta ocasión, a la sombra de un cedro, el marco resulta coincidente con el cuadro. Quien está imbuido de que es la ley, y no la ciencia y la técnica, lo que debe determinar la vida útil de una central nuclear es, como los faraones, dueño de la verdad y la vida. Por ello mismo insiste en que España «puede ser líder en energías renovables». ¿No sería más provechoso tratar de ser autosuficientes en las energías que nos podamos permitir? Lo eólico y lo fotovoltaico pueden arruinarnos.

ABC - Opinión

Zapatero, un liberal de cintura. Por Cristina Losada

«Cuando se premia la irresponsabilidad, sucede que aumentan las conductas irresponsables. En lo sexual, lo educativo, lo económico y lo demás. Pero tal es el mensaje liberal de Zapatero: sed irresponsables, que os cubrimos.»

El presidente fue a impartir magisterio a una escuela de verano, pero sus enseñanzas indican que en la de invierno hizo pellas (no peyas, como se leía en una pancarta del Orgullo Gay). O eso, o en sintonía con el carnaval del Día en cuestión, quería demostrar que le pone el travestismo. Pues para pasmo de extraños, que los propios reciben sus lecciones con la debida reverencia, proclamó que el PSOE es el gran partido liberal de España. ¿Sabrá Zapatero del imperio de la ley? ¿De la ausencia de coacción? ¿Del respeto a la libertad individual? Ni papa. En su escuela no se aprenden tales conceptos, sino los contrarios. Y en eso hay que reconocer que salió bien enseñado.


El misterio del nuevo ¿neo? liberalismo de Zapatero se agranda al recordar que hace nada señalaba a los liberales como causantes del hundimiento de la economía planetaria, que diría Pajín, ahora liberalísima. Y que la derecha neoliberal fue el coco de su campaña en las elecciones europeas, que fracasó, dicho sea de paso. Pero el enigma de la empanada ideológica del presidente –de izquierdas, rojo, socialdemócrata y liberal al mismo tiempo– se empequeñece al considerar a qué se refería el hombre. Más que empequeñecer, desciende. Zapatero peroraba sobre el aborto cuando se puso la vitola liberal. Será, como en el chiste, un liberal de cintura para abajo y ni un centímetro más arriba. Imposible tomar en serio a quien carece de todo rigor en su pensamiento.

Zapatero achacó la oposición a su ley del aborto a una derecha retrasada en valores y al tiempo que politizaba así la cuestión, reclamó que no se politizara. Solemne. Dijo que la legislación que prepara es normal en Europa desde hace décadas, pero no explicó por qué extraño motivo entonces, si los países europeos gozan de normas tan liberales, venían desde allí a abortar a clínicas radicadas en España. Culpó de la alta tasa de embarazos no deseados a un tabú histórico sobre la educación sexual, cuando la historia incluye el póntelo, pónselo y el corona el rollo con coco, que no han servido –ni servirán– para nada. Pruebe ZP a visionar series de televisión y cine español para enterarse de cómo está el tabú. A estas alturas, no hay sobre el sexo una falta de información. Hay una oceánica falta de formación.

Cuando se premia la irresponsabilidad, sucede que aumentan las conductas irresponsables. En lo sexual, lo educativo, lo económico y lo demás. Pero tal es el mensaje liberal de Zapatero: sed irresponsables, que os cubrimos. En definitiva, una libertad entendida como haz lo que quieras sin pensar en las consecuencias, vinculada a la dependencia del Estado que te sacará las castañas del fuego. Los padres sobran en ese esquema.

Libertad Digital - Opinión

Un juez ‘acojonado’ por el Imperio Prisa. Por Federico Quevedo

El juez instructor del Tribunal Superior de Justicia de Valencia José Flors ha dictado un auto por el que se rechaza el sobreseimiento de la causa abierta contra Francisco Camps y otros en lo que se ha dado a conocer como "la trama valenciana del Caso Gürtel". Líbreme Dios de cuestionar la decisión del juez porque, entre otras cosas, él tiene más datos que yo, y por supuesto unos conocimientos jurídicos a los que ni me asomo, para adoptar con fundamento sus decisiones.

Pero dicho esto, no deja de ser sorprendente este auto a la vista de los hechos que en el mismo se relatan, ya que lo único que pone en duda a lo largo de 18 páginas es que Francisco Camps pagara sus trajes en la medida en que éste afirma haberlo hecho en metálico y esas entregas no parecen figurar como tales en los libros de contabilidad de las empresas afectadas. En ningún momento dice que Camps aceptara regalos a cambio de contratos para Orange Market, ni siquiera plantea la posibilidad de que este pueda ser un hecho probable, y sin embargo sí que obvia, no sé si voluntariamente, el hecho de que Camps y el tal Álvaro Pérez eran amigos.


Es decir, que lo que hace el juez es poner la lupa de la Justicia sobre un hecho difícilmente comprobable: el llamado cohecho impropio, la percepción de regalos que se hacen en función del cargo público que ostenta el homenajeado.

Bien. Es cierto que esa figura ‘penal’ existe. También lo es que, de ser un delito, lo es en un grado menor, es decir, no pasa de falta castigada con una multa, más o menos como saltarse un semáforo en rojo. No es, en ningún caso, razón suficiente para inhabilitar a un político. Pero es que, además, hay que demostrarlo, y de la lectura del auto no se aprecian vínculos lo suficientemente fuertes como para poder afirmar que tales trajes le fueron regalados por su condición de Presidente de la Generalitat, entre otras cosas porque si bien es verdad que el auto parece incidir en el hecho de que las cuantías de esos trajes corresponden a pagos efectuados por empresas de la trama de Correa a las sastrerías, también lo es –y eso también lo obvia el auto- que sobre esas empresas de la trama de Correa pesa una investigación de Hacienda por blanqueo de capitales y facturas falsas que, curiosamente, corresponden también con las facturas supuestamente pagadas por estas a las sastrerías.

Todo esto, obviamente, se dilucidará en el juicio si es que llega a haberlo, pero todo hace pensar que la presión ejercida sobre el juez por parte de los más interesados en que todo esto siga adelante, es decir, el Gobierno y el Grupo Prisa, va a conducir a sentar a Camps en el banquillo en un juicio que nace viciado de origen por tratarse de un juicio político.

Desde el mismo momento en que se supo que Flors iba a ser el magistrado instructor de la causa, el diario El País se puso manos a la obra para sacarle lo colores y demostrarle hasta dónde podían llegar si se lo proponían, vinculándole, incluso, con uno de los imputados, Álvaro Pérez alías El Bigotes, a través del marido de la abogada que representó a éste ante el Juez Garzón, ya que Flors es director de la Revista Jurídica de la Comunidad Valenciana editada por éste personaje. De Flors ha dicho a El País que es un conservador, que como tal accedió al TSJV -es decir, en representación del PP-, y que es amigo de los jueces ‘amigos’ de Camps, Juan Luis de la Rúa –su ‘jefe’ en el TSJV- y Francisco de Rosa –miembro del CGPJ-. En fin, demasiado para un juez poco acostumbrado a salir en los papeles.

¿Y cómo ha respondido Flors? Con un auto que lleva a cabo una de las mayores tropelías jurídicas que puedan imaginarse. A nadie se le escapa que este es un juicio político, porque es un político el que se sentará en el banquillo, después de una campaña de acoso y persecución propia de un régimen y no de un sistema democrático.

Pues bien, siendo un juicio político, no cabe en la cabeza que ya en el auto proponga una vista con jurado. Que van a hacer, ¿preguntar a cada uno de ellos a qué partido vota? Es inevitable, porque todos somos seres humanos –a pesar de Bibiana Aído- que los miembros del jurado tengan preferencias políticas, a favor o en contra, y en cualquiera de los dos casos aunque cada uno de los miembros del jurado actuara de buena fe, su decisión estaría siempre bajo sospecha.

Pero esta es la justicia que tenemos, una justicia que actúa no por motivos profesionales, sino por miedo o adscripción a los brazos armados mediáticos, que no es independiente, y que lejos de actuar sobre la base de la presunción de inocencia y con el máximo respeto a los derechos de las personas, lo hace desde la presunción de culpabilidad y sin ningún respeto a las garantías constitucionales de los presuntos acusados cuando estos son políticos y, sobre todo, cuando son políticos del PP.

el confidencial - Opinión

Camps se acerca al juez

Rajoy sigue mirando hacia otro lado mientras avanza la incriminación del presidente valenciano.

El Tribunal Superior de Justicia de Valencia estima que existen suficientes indicios racionales para pensar que el presidente de la Generalitat, Francisco Camps, pudo haber cometido un delito de cohecho al aceptar regalos de la trama corrupta dirigida por Francisco Correa y Álvaro Pérez, los dos principales encausados en el caso Gürtel que comenzó investigando el juez Garzón desde la Audiencia Nacional. En un nuevo capítulo del procedimiento judicial, Camps deberá comparecer el próximo 15 de julio como imputado ante el instructor José Flors para recibir comunicación de los cargos que pesan contra él. Otros dirigentes del Partido Popular en Valencia, entre los que se encuentra su número dos, Ricardo Costa, también han sido citados.


En contra de lo que habían solicitado las defensas y de lo que esperaba la dirección nacional del PP, no ha habido sobreseimiento ni tampoco archivo de las diversas causas en las que se ha transformado el caso Gürtel, y que se instruyen en los Tribunales Superiores de Valencia y Madrid y en el Supremo. En el punto en el que se encuentran los sumarios, la estrategia de esconder la cabeza bajo el ala adoptada por Rajoy ya no resulta tolerable: no es la imagen del PP lo que está en juego, sino el correcto funcionamiento del Estado de derecho y la salud del sistema democrático. No exigir responsabilidades a Camps y al resto de los imputados cuando el instructor ha apreciado sólidos indicios de delito y, en consecuencia, ha activado los mecanismos para juzgarlos, es tanto como poner en duda la competencia técnica del tribunal, cuando no su imparcialidad. Y, por descontado, Camps no es una marioneta sin voluntad, sino un cargo electo que, por respeto a quienes le votaron y a quienes representa, debería interrogarse sobre su continuidad al frente de la Generalitat.

La dirección nacional del PP parece convencida de que sus consignas en defensa de los dirigentes encausados valen tanto, si no más, que una instrucción judicial que ha transitado por las máximas instancias de la justicia y siempre con igual resultado incriminatorio. Además de un error político, que desacredita al principal partido de la oposición, se trata de un intolerable desafío al funcionamiento de las instituciones. Ninguna excusa es ya bastante para que el PP siga reiterando la letanía del apoyo a Camps cuando se está acercando el día en que tendrá que responder ante la justicia por los delitos de los que se le acusa, y que son suficientes para inhabilitarlo como presidente del Gobierno de una de las mayores autonomías españolas.

La decisión sobre la culpabilidad de Camps y el resto de los dirigentes populares estará en breve en manos de los jueces. En las del PP sólo está el que Camps y los demás sigan siendo o no miembros del partido cuando se sienten en el banquillo. Por simple indecisión, si no por algo más grave, el PP parece resignado a no desmarcarse de estos presuntos delincuentes.

El País - Editorial

Atrapado en una absurda ratonera

La causa abierta por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia contra Francisco Camps coloca al presidente de la comunidad valenciana en el abismo político.

LA CAUSA abierta por el Tribunal Superior de Justicia de Valencia contra Francisco Camps dio ayer un importante salto cualitativo. El juez que instruye el caso dictó un auto en el que considera que existen serios indicios del llamado cohecho impropio y que, por ello, debe celebrarse una vista previa el próximo día 15 de julio para decidir si Camps y el resto de los imputados tienen que sentarse en el banquillo.

Ello coloca a Camps al borde del abismo político, ya que se vería abocado al penoso calvario de someterse a un juicio con jurado popular si, como es muy probable, el instructor decide seguir adelante con el proceso. Algo muy difícilmente compatible con el cargo público que ocupa. No resulta extraño, pues, que Camps se sienta atrapado en una absurda ratonera, como el roedor que mira en la fotografía que publicamos en nuestra portada.


El juez explica en el auto que todo apunta a que Camps no pagó cuatro trajes y unos zapatos, pero subraya también que no hay ningún indicio de que el presidente de la Generalitat Valenciana favoreciera a Orange Market, la empresa de Álvaro Pérez. Por tanto, acusa a Camps de haber vulnerado el artículo 426 del Código Penal, que tipifica el cohecho impropio, que consiste en «aceptar regalos en función del cargo para la consecución de un acto no prohibido legalmente».

El delito de cohecho impropio está castigado con una multa de tres a seis meses -unos dos o tres mil euros, según se calcula-, una de las sanciones más benévolas del Código Penal. Y, además, se da la paradoja de que sólo considera delictiva la conducta del funcionario que acepta el regalo pero no la del particular que lo entrega. Por ello, el juez instructor no ha imputado a Álvaro Pérez y su socio Pablo Crespo, que ordenaron el pago de esas prendas, según el auto.

Ello plantea la cuestión de si tiene sentido este artículo del Código Penal que exime de responsabilidad al que busca un trato de favor de la Administración y castiga al funcionario aunque no exista ese trato de favor. La redacción del artículo 426 roza lo surrealista, pero nada cabe reprocharle al juez que se ha limitado en este caso a aplicar la norma vigente, por absurda que pueda parecer.

A este respecto, el instructor señala en su auto que «no es posible llegar a la conclusión de que los hechos no hayan existido» y que la acusación encierra «una verosimilitud» que le impide archivar la causa.

Este párrafo sugiere que el juez cree que Camps no ha pagado los trajes. Y de hecho esa es la tesis que sustenta en base a la documentación incautada, a los testimonios que obran en el sumario y a los tickets de caja del establecimiento. Camps estaba convencido de que el juez archivaría la causa tras escuchar su versión, pero ha sucedido lo contrario. Ello le coloca en una difícil situación, ya que empeñó además su palabra públicamente en que había pagado sus trajes. Le queda, sin embargo, el recurso ante la Sala de lo Penal, que podría archivar la causa si Camps logra desmontar la tesis acusatoria. No es imposible, por lo que conviene aplazar cualquier valoración a ese desenlace.

Dolores de Cospedal y otros dirigentes del PP insistieron ayer en la presunción de inocencia de Camps, pero el asunto se les ha escapado de las manos, ya que si no gana ese recurso, el presidente de una institución como el Gobierno valenciano tendrá que sentarse seguramente en el banquillo y ser juzgado por los ciudadanos. ¿Cómo va a reclutar el tribunal esos nueve hombres justos y sin prejuicios que van a decidir sobre el futuro de quien lidera el principal partido de la Comunidad?

A Camps no se le acusa de corrupción, pero sí de un comportamiento impropio, más censurable probablemente desde el punto de vista ético que jurídico. Pero hoy por hoy se trata de un delito y, por kafkiana que parezca su situación, a nadie se le escapa la erosión que para el prestigio de la clase política supondría ver al presidente de la Generalitat juzgado por sus conciudadanos a cuenta de si pagó o no los trajes.

Camps siempre ha demostrado su sentido institucional, por lo que estamos convencidos de que renunciaría al cargo si los jueces decidieran que tiene que afrontar una vista oral de esas características.

El Mundo - Editorial

Francisco Camps. Por José García Domínguez

«Apelando a la inocencia presunta, el setenta por ciento de los presos encerrados en las cárceles patrias, reclusos preventivos todos ellos, ergo presuntos inocentes, debieran reclamar un puesto de honor en las listas electorales del PP.»

Del difunto Francisco Camps cabría suscribir dos certezas sin mayor riesgo de errar en la disección moral del personaje, a saber, que no pasará a la Historia por haber sido el político más corrupto de España, ni tampoco, ¡ay!, por revelarse el de mente más despejada. Y es que la suya fue una tragedia volumétrica, un drama diríase que arquitectónico, un eterno calvario siempre marcado por fatales asimetrías espaciales. Así, igual que todos los trajes le quedaban un poco anchos, tampoco hubo manera de conseguir que el cargo dejara de venirle algo grande.


Por eso, como Oscar Wilde en la más atinada de sus boutades, también Camps podría haber hecho mutis por el foro, sentenciando ufano: "Muero como he vivido, por encima de mis posibilidades". Al tiempo, merced a una aciaga mata de tomates de invernadero y cuatro inoportunos cachelos de Orense, acaba de caer el jefe supremo de los anacletos con grande alborozo de Rajoy y sus palmeros. El mismo Rajoy que semeja dispuesto a llevarse por delante, enterita, la huerta de Valencia antes que administrar cristiana extremaunción al cadáver insepulto de los siete trajes de baratillo con ajustador. Cosas veredes, amigo José Mari.

¿O acaso ya nadie recuerda qué se hizo de un tal Gabriel Cañellas, de profesión sus túneles, cuando la incierta sombra de Sóller dio en proyectarse sobre las portadas de la prensa nacional? El todopoderoso muñidor Cañellas, que ni siquiera estaba enfilado por la justicia cuando, fulminante, la conciencia ética que por entonces regía en Génova dio con sus forrados huesos en el ostracismo. Qué tiempos aquellos: aún se percibía, inequívoca, la olvidada línea que un día marcó la frontera entre el territorio moral del PSOE felipista y el de la decencia.

Imposible imaginar por aquel entonces a la Cospedal de turno aferrándose, patética, falaz, risible, a la presunción de inocencia del cuate encausado. Glorioso razonamiento, por lo demás. Tal que así, apelando a esa mera garantía procesal, la inocencia presunta, el setenta por ciento de los presos encerrados en las cárceles patrias, reclusos preventivos todos ellos, ergo presuntos inocentes, debieran reclamar un puesto de honor en las listas electorales del PP tanto en las del Congreso como en las del Senado. Qué lejos, aquellos tiempos.

Libertad Digital - Opinión

Honorable en aprietos. Por Ignacio camacho

UN político delante de un jurado es carne de cañón. Para bien o para mal, quedará a merced de inevitables prejuicios de convicción o de emotividad que van adheridos como una piel inmaterial al ser humano. Si está acusado de corrupción, difícilmente podrá aspirar a que los integrantes del tribunal popular lo juzguen en la estricta individualidad de su caso, al margen de las simpatías o enojos que su ideología les suscite y de los criterios que cada uno de ellos albergue sobre la honestidad genérica de la clase dirigente. Quizá por eso hasta ahora ningún gobernante ha pasado por ese trance que incluso para los delitos más comunes sigue bajo debate en España, donde el juradismo dista mucho de alcanzar el consenso jurídico necesario para consagrarse en el ordenamiento penal.

Dada su negativa experiencia ante los magistrados del sumario Gürtel y su paralelo éxito político en los avatares electorales, quizá Francisco Camps albergue alguna esperanza de salir indemne si es un grupo de ciudadanos el que acaba examinando los motivos de su imputación por cohecho (pasivo, precisa el auto), pero tanto si beneficia su situación como si la agrava -y precisamente por esa doble posibilidad- no parece la fórmula más idónea, ni siquiera la procesalmente correcta, para decidir un caso en el que además concurre su condición de aforado. En el recorrido judicial de la trama de Correa, el Bigotes y demás «selectos espíritus de esta época», que decía el Marco Antonio de Shakespeare, han abundado actuaciones prejuiciosas de los togados, pero el magistrado Flors parece venir actuando con una escrupulosidad refractaria al ruido político y mediático. Su extraño quiebro tendente a pasar el expediente a un jurado equivaldría a contaminarlo de más apriorismos, y eso es exactamente lo que ha sobrado hasta ahora en este embrollo.

Claro que los problemas del presidente valenciano no vienen de la índole de sus juzgadores, sino de la de algunas de sus amistades. A día de hoy sigo creyendo que el Molt Honorable Camps no sólo no es hombre propicio a corromperse por unos trajes, sino que posee en efecto una honradez acrisolada, y es a los acusadores a quienes corresponde demostrar lo contrario. Pero llegados a este punto del sumario también él va a tener que poner algo de su parte para dar las explicaciones que políticamente le obligaban y que ha preferido obviar para centrarse en la defensa procesal. Es una opción, pero tiene sus costes y le pone en aprietos, le guste o no admitirlo. Porque hasta el momento presente no se ha cumplido ninguno de los pronósticos que sus arúspices aventaban al pronosticar en cada fase sumarial un archivo inmediato. Y la cuestión está llegando a la temperatura de fusión de los materiales. Ese momento en que sólo la honorabilidad completa resiste la prueba de la combustión extrema... que también va a acreditar a los que pongan la mano en el fuego.

ABC - Opinión

La miseria avanza. Por Hermann Tertsch

ERA inevitable que llegáramos a ello. En algunos países con un poquito más de memoria y de vergüenza que el nuestro algunos agitadores antisemitas y odiadores profesionales de la Iglesia u otras organizaciones comunitarias habrían ido ya varias veces al banquillo de los acusados. Yo eso no se lo deseo a nadie. Pero tampoco deseo que cierta basura se publique impunemente en periódicos y revistas que se pretenden ya no serias sino mínimamente decentes. Está claro que hay derivas que una vez comenzadas y toleradas cuando no auspiciadas se convierten primero en una bola de nieve sucia y después en un alud de basura. Cuando surgen grupúsculos pequeños como los neonazis de CEDADE u otras organizaciones paracriminales de extrema izquierda o extrema derecha es muy grave y hay que levantar de inmediato la guardia. Cuando la basura publicada llega de periódicos semioficiales o habituales portavoces del poder hay que dar la voz de alarma. Y la subcultura de la descalificación bajo esta nueva generación del sectarismo izquierdista que hoy parece manejar las riendas está llegando en España a unos niveles de vómito. Aquí ya no se debate nada que no quiera el poder. Aquí se difama directamente ya al discrepante y después es éste quien tiene que demostrar que no es lo que el poder y sus palanganeros pretenden. Dice el embajador israelí que las caricaturas antisemitas que publica el diario El País no le habrían sorprendido en un órgano neonazi. Pero no dice el embajador que esas caricaturas publicadas en un órgano neonazi hubieran tenido serias consecuencias para los responsables de la publicación en la mayoría de los países de nuestro entorno.

Pese a todas las esperanzas de los buenistas buenos, de los indolentes y de los pardillos, está claro que existe la voluntad organizada de liquidar política o socialmente al que se oponga al tsunami de mentiras cotidianas del poder. Y que te convierten en fascista o franquista en cuanto les dices que sus mentiras nada tienen que ver con la realidad. Antes eran unos cuantos sectarios perdidos por las páginas del izquierdismo más o menos civilizado. Hoy son una secta muy organizada que crea realidades paralelas desde el poder y sus aledaños. Si se rezuma tanto odio ideológico y se exhibe tanta falta de sofisticación para entender el mundo, la historia y las relaciones humanas, tarde o temprano, el poder mediocre, acosado por su incompetencias y las fatales consecuencias de la misma acaba recurriendo siempre a los mismos recursos de autodefensa. Porque el poder mediocre siempre está compuesto por malas personas y cuando se adhieren al mismo personas honestas dejan pronto de serlo si no huyen del mismo. Para distraer de la hecatombe de puestos de trabajo, la pira en la que arden la seguridad, el bienestar y la ilusión de millones de españoles, de toda España puede decirse, han surgido, procaz, el dedo acusador de un poder que no se hace responsable de nada, nunca y siempre tiene chivos expiatorios entre sus enemigos. Son los ricos o los judíos, los americanos o los fascistas que al parecer se ocultan en la oposición. El embajador israelí en España hace bien en levantar la voz, pero mientras no quiebre la indolencia en este país y se levanten las voces de la gente decente, la miseria seguirá avanzando.

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Quien mal anda.... Por Josefina Albert Galera

El libro titulado La lengua del tercer Reich,que tengo delante, me ha recordado un artículo que apareció en septiembre del 2007 en Siglo XXI,reproducido en otros medios, en el que yo misma establecía el paralelismo entre el lenguaje de Hitler y el de los nacionalistas. Es sabido que la apropiación de la lengua desempeñó un papel fundamental en la configuración del pensamiento nazi y en el nacionalsocialismo.

De la manipulación de las palabras se encargó, mediante la comunicación social y política, Goebbels, designado por el propio Führer para llevar a cabo tal función. El ministro de Propaganda del Tercer Reich actuaba por delegación de Hitler, pero en el caso de los políticos, que ayer aprobaron en el Parlament de Catalunya la exclusión definitiva del castellano en la enseñanza, han actuado por su cuenta, con una prepotencia que no les corresponde, al imponer a todos los ciudadanos de Catalunya sus reglas particulares, vulnerando así derechos fundamentales.

Pero lo asombroso del caso es que el presidente del Gobierno de España, nación a la que pertenece Catalunya, apruebe, y hasta justifique en cierta manera, el resultado de la votación en el Parlamento catalán. Resulta inaudito y hasta escandaloso que el señor Rodríguez, al referirse a ello, hable de "amplio respaldo" y de dos "grandes partidos", que a mi juicio han perpetrado, es decir, han cometido un delito, al aprobar esa ley de educación. Habrá que recordarle al señor presidente que también Hitler contó con un amplio respaldo en el plebiscito en 1933, lo que le permitió acceder al poder como líder supremo y pasar a la historia como un monstruo. La palabra Sprachregelung (uso del idioma para fines del régimen), inventada por los nazis, cumplía la misma función que el nacionalismo catalán pretende al prohibir el castellano. Cada vez más estos se parecen a aquellos. Acabarán fundiéndose en una sola cosa, porque, como se dice, "quien mal anda mal acaba".

Josefina Albert Galera, Doctora en Filología Románica

La Vanguardia