jueves, 12 de noviembre de 2009

La mala educación

EL sistema educativo español tiene el estigma del fracaso escolar y se encuentra en el furgón de cola europeo. El mercado laboral se resiente de la falta de cualificación y los próximos Presupuestos recortan las partidas para educación e investigación y desarrollo. Pero los jóvenes extremeños de entre 14 y 17 años no deberían preocuparse, porque van a disponer de una formación sexual avanzada gracias a la campaña financiada por la Junta de Extremadura para difundir técnicas de masturbación. El título de la campaña, «El placer está en tus manos», lo dice todo sobre la finalidad de un proyecto que cuesta 14.000 euros a los ciudadanos, no sólo de Extremadura, sino de toda España, porque de la solidaridad también hay que acordarse para pedir cuentas. Puede que se considere puramente anecdótico este episodio, pero no lo es, porque se suma a esa cadena interminable de fondos malversados por las administraciones públicas para proyectos absolutamente inútiles desde el punto de vista social, pero lesivos en otros órdenes.

Al mal gusto y a la procacidad de la campaña se añade la impertinencia de la invasión pública de la esfera más íntima de los jóvenes, usurpando un espacio propio de la educación familiar, como es la sexualidad, que, además, en esta iniciativa de la Junta extremeña, es enfocada desde una perspectiva puramente física y amoral. Por si hubiera alguna duda al respecto, los contenidos de la campaña han sido subcontratados a una tienda de productos eróticos llamada «Los placeres de Lola», marca comercial que no remite precisamente a una institución docente.

Para agravar el despropósito, los promotores de esta campaña, el Consejo de la Juventud y el Instituto de la Mujer de la Junta de Extremadura, se justifican con el manoseado argumento de la lucha contra los «estereotipos» y la «discriminación de género», como si algo tuviera que ver la masturbación con todo esto. Más deberían preocuparse por la complacencia de una parte de la juventud hacia la violencia de género y reflexionar sobre la pérdida de valores que conduce a la falta de respeto entre hombres y mujeres. La banalización de la sexualidad entre los jóvenes, como la que alienta la Junta de Extremadura, tiene mucho que ver con la despersonalización de las relaciones humanas y el menosprecio hacia cualquier propuesta educativa basada en la exigencia de responsabilidad y madurez. Luego nadie debería sorprenderse por las consecuencias que causa este tipo de modelo de juventud que propone, promueve y financia la Junta de Extremadura.

ABC - Editorial

Los modernos soldados estropeados. Por Pedro Baños

Afganistán. 50 kilómetros al noreste de Kabul. Siete de la mañana del viernes 4 de septiembre de 2009. Una sección del ejército francés asegura la ruta que enlaza Bagram con la base adelantada de Nijrab. Inesperadamente, un artefacto improvisado explosiona. Muere un soldado galo. Otros nueve quedan heridos, cuatro de ellos muy graves. Horas después, en Francia comienzan las honras fúnebres, los actos de reconocimiento al caído. Como en las demás sociedades avanzadas y democráticas, con cada baja propia se reabren debates políticos, se desasosiegan las conciencias populares.

Pero nadie habla de los heridos. Sus nombres no aparecen en los titulares. Nadie les glorifica. No se les cantan loas ni se glosa sus gestas. Sin embargo, en los conflictos actuales, y en los previsibles futuros, cada vez hay un mayor número de soldados heridos con respecto a los muertos. Gran parte de ellos, de extrema gravedad. Durante los siglos XVIII y XIX, la relación entre muertos y heridos -graves y muy graves- como consecuencia de la acción era de 1/1,5. En la Primera Guerra Mundial fue de 1/2. A partir de la Segunda Guerra Mundial y hasta el año 2000, fue subiendo paulatinamente hasta 1/4. En la actualidad, se está en cifras próximas a 1/9, sin incluir los accidentados ni los enfermos. En Afganistán, la relación de bajas soviéticas entre 1979-1989 fue de 1/3,5. Los últimos datos oficiales de norteamericanos y británicos superan el 1/7. La inmensa mayoría de ellos del Ejército de Tierra y los Marines.

Influye la mejora de la eficacia de los servicios sanitarios y la aplicación masiva de innovaciones farmacéuticas y tecnológicas. Incluida la aeroevacuación. Durante su participación en Irak, el ejército británico realizó 1.971 evacuaciones aéreas. En Afganistán, hasta el pasado 30 de septiembre había realizado 2.649. Pero la diferencia fundamental la establece el dramático aumento de acciones adversarias en las que los explosivos son los protagonistas. La OTAN reconoce que los artefactos explosivos improvisados -conocidos como IED, por su acrónimo en inglés-, se han convertido en la principal amenaza en Afganistán, en el arma preferida de los irregulares, provocando la mayor parte de las víctimas. Estos IED adoptan formas de lo más variado. Un vehículo -coche, moto o bicicleta- cargado de explosivos, una bomba colocada en una ruta o incluso un suicida.

Replicando el éxito de estos artefactos en Irak (donde en junio de 2007 explosionaron 2.588, matando a 83 soldados norteamericanos e hiriendo a 572), en lo que va de 2009 se ha triplicado el número de víctimas por IED en Afganistán con respecto a 2008. Sólo durante el pasado mes de julio, hubo más de 1.000 incidentes. En septiembre, de las 860 acciones con IED, 106 tuvieron el éxito perseguido, causando el 75% de las bajas internacionales.

Las ventajas de su maneja son notables: facilidad de empleo, gran cantidad de víctimas, poderoso efecto mediático y psicosis entre las tropas. Sobre todo si actúa un suicida. Práctica introducida por extranjeros, pero que cada vez tiene más adeptos afganos. Es fácil esconder un IED en las carreteras y calles sin asfaltar afganas. Incluso la principal vía asfaltada, la Ring Road, que une Kabul con las principales urbes, tiene tantísimos recovecos en sus más de 3.000 kilómetros que es sencillo ocultarlos. Las circunstancias atmosféricas también favorecen el enmascaramiento, desde la nieve a las tormentas de arena.

Explosivos no faltan. Se extraen de las ingentes cantidades de minas contracarro, proyectiles de artillería de todos los calibres y bombas de aviación de la época soviética escondidas en escondrijos ilocalizables. O se consiguen a través de las permeables fronteras, merced a los 3.400 millones de dólares anuales obtenidos suministrando el 93% del consumo mundial de opio. E incluso aprovechando el nitrato amónico de los fertilizantes. La explosión de un IED provoca desgarros severos y llega a amputar las extremidades. Revienta los órganos internos. Deja sordos y sin globos oculares. Los cascos actuales, cuyas aleaciones de acero han sido sustituidas por material sintético -polietilenos y poliaramidas-, son mucho más resistentes a todo tipo de impactos. Los chalecos de protección, antibalas y antifragmentos, se han generalizado en todos los escenarios. Ambos consiguen una notable reducción de los muertos, pero no impiden las heridas graves ni las mutilaciones.

Encima, las incrementadas cifras de heridos no incluyen a los soldados que ante estos hechos pierden la estabilidad mental. Una herida invisible, indetectable, pero indeleble, que suele requerir de largos tratamientos. Militares que cuando regresan al hogar se deben enfrentar a una nueva batalla, aún más terrible, ante sus miedos, sus recuerdos, sus fantasmas. El «Trastorno por estrés post-traumático» (TEPT) no se genera sólo al participar directamente en enfrentamientos armados. También se produce por haber estado bajo fuego adversario, resultar herido, mover cuerpos de muertos y mutilados, o conocer que alguien cercano ha fallecido. Situaciones crudas y violentas muy habituales en las misiones actuales -incluso en las relacionadas con la paz-, donde es muy difícil distinguir los ambientes seguros de los peligrosos. TEPT provocado igualmente cuando no se dispone de armamento para responder legítimamente a una agresión, o el empleo de los medios de defensa está severamente limitado por las reglas de enfrentamiento.

En definitiva, cada vez hay más soldados con deterioro físico y psicológico, muchas veces ignorados, siempre pronto olvidados. Se les debe el justo reconocimiento, pero se les regatean condecoraciones, se les obvian los honores. No es sólo cuestión de compensaciones económicas; faltan las morales. Convertidos en una carga para sí mismos, pero también para su familia, para sus más allegados. En no pocas ocasiones la convivencia se torna complicada y tortuosa. Pero difícil es que los esforzados familiares reciban reconocimiento alguno por el sacrificado servicio a su Patria que realizan cuidando de los heridos que tanto a ésta entregaron. El Ejército británico ha instituido una medalla, la Cruz Elizabeth, para las situaciones en que fallece un soldado en operaciones o como resultado de un acto de terrorismo. No es una medalla a título póstumo para los caídos, sino un reconocimiento a sus allegados por la trágica pérdida, así como por el sacrificio y la carga que supone su ausencia para la familia. Sin embargo, nadie parece considerar que al menos el mismo reconocimiento deberían tener los familiares que cuidan y ofrecen todo su apoyo a los soldados quebrados.

Quizá sea la ocasión propicia para recuperar los Cuerpos de Inválidos y Mutilados, que en España tienen sus orígenes en el siglo XVI, en disposiciones de Carlos I. Cuerpos específicos a través de los cuales los militares estropeados puedan seguir integrados en la milicia, vestir el uniforme por el que tanto han dado y perdido. Acceder a instalaciones militares junto con los compañeros a cuyo lado padecieron y combatieron. Continuar siendo miembros de la misma hermandad, a la que un día les dijeron que, una vez que se entra, nunca se abandona ni te abandona.

La ofrenda a los caídos ha sido y siempre será un deber de toda la sociedad ante los que hicieron el sacrificio máximo para proteger el modo de vida y garantizar el futuro de su pueblo. Pero no se puede olvidar a los modernos soldados estropeados ni a sus familias, a quienes reconocer a diario es una exigencia; homenajear periódicamente en actos específicos, una necesidad urgente.

ABC - Opinión

Ser comunista. Por Raúl Vilas

Es difícil, incluso en España, aun en las páginas de El País, hasta en una dirigente de IU, encontrar un ejercicio semejante de apología del totalitarismo como el de Esther López. Es tan mala, sí, tan mala como La Pasionaria, aunque mucho más tonta.

Apenas quedan vestigios de la pared de hormigón con la que se dieron de bruces los anhelos de libertad de miles de alemanes. Las televisiones los muestran estos días como un souvenir, una atracción turística. Difícil ver más allá en una sociedad tan mediatizada por las imágenes, servidas como papilla para que el público no tenga que hacer el esfuerzo de digerirlas. El nombre que se ha dado a la efeméride es revelador: la caída del Muro. Como si hablásemos de un seísmo o un episodio de aluminosis.


El muro fue derribado por las políticas combativas con el comunismo de Reagan, Thatcher y Juan Pablo II, entre otros. Fue una victoria de la libertad, no un fenómeno natural. Esa es la clave para entender lo que pasó y sacar lecciones de cara al futuro. Porque, no lo olvidemos, la libertad sigue siendo un bien escaso en el siglo XXI. Quedan muchos muros en pie y esperar a que se caigan sería un gran error. Lo dijo Edmund Burke: "Para que triunfe el mal, sólo es necesario que los buenos no hagan nada".

Sobran los ejemplos en la historia y en la actualidad. Mientras Chávez acumula armas y amenaza con incendiar Iberoámerica, desde este gran sofá que es Occidente le reímos las gracias. Proliferan los chamberlains y no los churchills. Las "lecciones de la historia" se quedan en una frase más o menos vistosa, o un mero reclamo para los editores.

El derribo no ha bastado para desterrar de Europa las ideas comunistas. Aún persiste una escombrera moral e intelectual que ha quedado retratada en la entrevista conjunta que publicaba El País al eurodiputado comunista Willy Meyer y una joven militante del PCE: Esther López, arqueóloga de profesión, y disfrutando ya a sus 26 años de un carguito en IU. Si el futuro del comunismo patrio pasa por ella, sólo podemos confiar en que el estropicio de Llamazares es irreversible o echarnos a temblar.

Es difícil, incluso en España, aun en las páginas de El País, hasta en una dirigente de IU, encontrar un ejercicio semejante de apología del totalitarismo y desprecio por la libertad como el de esta chica. Es tan mala, sí, tan mala como La Pasionaria, aunque mucho más tonta. Incluso en la defensa del crimen hay clases. Porque, esto y no otra cosa, es lo que hace Esther López. Bastan dos ejemplos:
Cuando los últimos fusilamientos pedimos al gobierno cubano que no los realizara. Pues claro. Pero a ver... ¿Eso mancha un régimen para siempre? Pues es que hay determinadas acciones que son cualitativamente más importantes que el hecho de que hubiera una excepcionalidad de un fusilamiento.

Esas detenciones [las de los dirigentes proetarras] no se sostienen. Si se acaba con la vía política, la única que les vamos a dejar a los independentistas va a ser la terrorista. No se puede detener tan alegremente porque entonces pierdes la razón, así se enquista el conflicto. Son detenciones arbitrarias, un ataque. Por eso decía que claro que hay presos políticos en España.

¿Qué es ser comunista en 2009?, preguntaba El País. Ahí lo tienen.

Libertad Digital - Opinión

A callar. Por Hermann Tertsch

«SE callen, coño». Esa es la orden tejerista que se ha escuchado con rotundidad por parte del poder ante la indignación, el desasosiego y el miedo de los familiares por la suerte de la tripulación de nuestro atunero en aguas del océano Índico. Y parecen haberlo conseguido en gran parte. Es lo más efectivo que ha hecho este Gobierno desde que comenzó la crisis del secuestro del Alakrana, que, por supuesto en un principio, en La Moncloa y en el Ministerio de Exteriores consideraron poco más que un incómodo incidente. Con el que además hacer infantil propaganda al inducir a la abogacía del Estado a indicar a su vez al juez Baltasar Garzón lo bonito que quedaría traerse acá a dos piratas y combinar un espectáculo de garantismo con una firmeza jamás existente.

Cuando hace una semana los desesperados pescadores, por boca de su patrón, denunciaron la desidia e indiferencia del Gobierno y pidieron movilizaciones a sus familiares y la llamada desesperada a los medios de comunicación, nuestros gobernantes entraron en pánico. Y su máxima prioridad desde entonces ha sido hacer callar a los familiares, amigos, compañeros y población solidaria con los secuestrados. Si en el primer momento se hubieran tomado algo más en serio la captura de 36 compatriotas por unos piratas que son terroristas en una multinacional del crimen organizado, quizá se habrían abierto otras opciones. Pero todos parecían muy tranquilos porque con ceder ante la exigencia del rescate todo se podría resolver como una segunda versión del secuestro del Playa de Baquio. Se paga a los piratas, se les deja huir impidiendo a la Armada intervenir para su captura y cinco días después nadie en España habla de ello. Las cosas se torcieron. Pero el Gobierno éste no tiene el menor empacho de contar sus milongas y pretender que todo va bien, en esta crisis como en todas las demás. Quien haya visto al ministro de Asuntos Exteriores de España y Cuba, Miguel Ángel Moratinos, diciéndonos que a los secuestrados no les falta de nada y que, más allá de las molestias, cierta irritación e incomodidad «están bien», puede indignarse un poco más o simplemente resignar ante este desprecio al dolor ajeno en aras de la comodidad propia y conveniencia política. Desde aquí dudamos mucho de que «estén bien» los secuestrados, ni antes ni después de las operaciones de urgencia que ha comenzado el Gobierno sólo cuando ha visto que también él podía acabar siendo víctima de esta historia grotesca. Cuyo origen está en la impotencia de criterio de unos ministros incapaces y perfectamente desbordados en Defensa y Exteriores y una indiferencia de La Moncloa que se intenta ahora disimular con encuentros en los que sólo se pide silencio a los familiares. Y ya saben, si les molesta o indigna o avergüenza la actuación de este Gobierno y encima lo dicen en público es que están ustedes colaborando con los piratas, tal como sugirió nuestro presidente en Polonia hace dos días. Aquí el que no se calle se convierte rápidamente en saboteador o incluso pirata. Aquí no se puede pedir un control parlamentario real de nada sin que a uno lo pongan directamente en el disparadero y probablemente pase a ser objetivo de la fábrica de dossieres que muchos sospechamos tiene montada y funcionando a todo trapo nuestro particular Fouche, don Alfredo Pérez Rubalcaba. Así se puede conseguir de hecho que muchos callen por miedo a ser destruidos política, social y civilmente. Con todas las comunicaciones privadas del país controladas por el ejecutivo y la abierta disposición de jueces socialistas a violar el derecho a la defensa y el derecho a la intimidad, policías dispuestos a colaborar con la banda armada ETA para favorecer los planes de su jefe como en el caso Faisán -¿y por qué no en otros?- y periódicos y televisiones pendientes y dependientes de las dádivas del ejecutivo, no es difícil amedrentar. Pero por si cabe alguna duda lo dicen. Que se callen todos. Que aquí Gobierna uno.

ABC - Opinión