lunes, 31 de mayo de 2010

Elecciones. Durán, Rajoy y la política. Por Agapito Maestre

¿Y Rajoy qué hizo políticamente sensato? ¿Qué sacó Rajoy de su no a Zapatero? Excepto desgastar un poco más a los socialistas, nada que pudiera hacerle a Zapatero adelantar las elecciones, que debería ser la principal prioridad de Rajoy.

Zapatero está acorralado. Parte de su electorado le perdió el respeto hace tiempo. Su propio partido está disgustado con él por las medidas adoptadas contra la crisis. Los sindicatos han roto el idilio con el presidente. Y, por supuesto, los pensionistas y funcionarios juran en arameo contra el Gobierno de Zapatero. El panorama social que está dejando este Gobierno es oscuro: los ricos van a la ruina, las clases medias se proletarizan y millones de parados, entre 45 y 55 años, jamás se incorporarán al sistema laboral, e incluso se corre el riesgo de quiebra de algún gran banco.

A pesar de todo, nadie se engañe, Zapatero tiene mucho margen para maniobrar y mantenerse en el poder un tiempo considerable. No sufran. Hay todavía mucho partido para jugar. Desconfíen de quienes tiran las campanas al vuelo sobre una caída inmediata de Zapatero. Esas personas confunden sus deseos con la realidad, o sea, se ven ya como directores generales del Ente Público o luciendo cualquier carguito. Zapatero es rocoso. Duro. Rajoy tendrá que ganárselo. En todo caso, será muy difícil que Rajoy pierda las próximas elecciones.

Seguramente, el PP vencerá, pero, no lo olviden, se enfrentará a lo más duro de la crisis y, naturalmente, tendrá que recurrir al PSOE. Por eso, precisamente, haría bien Rajoy si hiciese ya un poco de política para el futuro. Haría bien, por ejemplo, imitando a Durán y Lleida. Ya sé, ya sé que las formas políticas de este tipo tienen algo de repulsivo, pero su actuación, aunque hipócrita desde el punto de vista moral, ante las medidas del Gobierno para reducir el déficit es políticamente ejemplar: por un lado, salva al Gobierno de una crisis dura, pero, por otro lado, consigue que Zapatero no haga coincidir las elecciones catalanas con un adelanto de las generales. La jugada es perfecta para CiU.

¿Y Rajoy qué hizo políticamente sensato? ¿Qué sacó Rajoy de su no a Zapatero? Excepto desgastar un poco más a los socialistas, nada que pudiera hacerle a Zapatero adelantar las elecciones, que debería ser la principal prioridad de Rajoy. En fin, Durán tiene motivos para sentirse satisfecho, porque ha conseguido lo que quería: celebrar las elecciones catalanas separadas y bien distantes de las generales, entre otras razones, para que el PP no supere el 5% que le dan las encuestas. Terrible. ¿O no es un horror que el PP pueda gobernar España siendo la quinta fuerza política en Cataluña?


Libertad Digital - Opinión

Mañana, la guerra social. Por César Alonso de los Ríos

La izquierda, que por definición ama la intervención, va a ser desalojada del poder central… para que lo ocupe la derecha, que tiene por oficio la exaltación de los mercados. En esta práctica habitual de las contradicciones políticas que tienen que vivir los partidos ¿acaso podría haber habido alguna más fuerte simbólicamente que la que acaba de perpetrar Zapatero al congelar las pensiones y reducir el sueldo de los funcionarios?

Confiados en esta marcha imparable hacia el Gobierno central, con anticipación electoral o no, los conservadores esperan que Zapatero les haga el favor de hacer la reforma laboral. Confían en que éste les deje resuelto el problema en los próximos meses. Existen, incluso, grupos de economistas y sociólogos liberales que están elaborando informes para que desde el poder actual (Corbacho, Salgado y Sebastián) se lleve a cabo la reforma que permita el acceso tranquilo de Rajoy a la Moncloa. ¿Cabe mayor ingenuidad? ¿Acaso creen que Zapatero puede ser tan angelical como para enfrentarse con los sindicatos sabiéndose condenado políticamente?


No creo que el PSOE vaya a quemarse con un problema que Aznar debería haber abordado frente a Fidalgo. Quizá por todas estas obviedades los sindicatos no se han lanzado ya a la huelga general. Estos, cuya misión es defender a las gentes que tienen trabajo, tratarán de mantener la situación actual, esto es, los términos del actual contrato laboral y los convenios colectivos.

Así como creo que Zapatero intentará reducir el déficit en los términos exigidos por la UE, no creo que vaya a dedicar sus esfuerzos y su función en la izquierda a resolverle al PP la reforma laboral. Si hasta ahora la crisis le ha entregado a Rajoy el electorado, Zapatero no va a declarar la guerra a los sindicatos para que el PP herede la paz social. Algún precio deberá pagar éste por la Moncloa y su mantenimiento en ella. Más aún, me temo que será muy alto.


ABC - Opinión

Zapatero. Esto es lo que hay. Por Emilio Campmany

Lo más probable es que a Zapatero se le permita deambular a tientas por todo lo que queda de legislatura a la espera de que un repunte de la economía y la paz con ETA le salven en el último minuto.

Estamos inmersos en una grave crisis política. ¿Cuándo y cómo saldremos de ella? Para poder contestar a esta pregunta habría que saber dónde está el punto de quiebra de Zapatero. Nadie lo sabe con exactitud. Ni siquiera él. A veces oímos que se ha roto, que ya no aguanta, que está groggy. Pero también leemos que no está dispuesto a rendirse y que piensa aguantar toda la legislatura "como sea", que es como a él le gusta hacer las cosas.

Cabe que Zapatero presente su dimisión. Pero, dando por hecho que él no está por la labor, no parece probable que nadie sea capaz de convencerle de lo bueno que sería que se hiciera el harakiri.

Dispuesto como parece a resistir, tampoco se barrunta probable que vaya a presentar una cuestión de confianza para perderla. Y lo mismo se puede decir de las elecciones anticipadas, que sólo convocaría si tuviera garantía de ganarlas.


El recurso al Gobierno de coalición sin Zapatero tampoco es viable. Habría que contar no sólo con el Grupo Socialista y su disposición a traicionar al jefe, que es mucho contar, sino también con la colaboración de Rajoy. El gallego no quiere ni oír hablar de semejante posibilidad con el irrebatible argumento de que si está a punto de quedarse con el pastel entero por qué habría de conformarse con la mitad. Mucho más si se tiene en cuenta que ese Gobierno de coalición nunca estaría presidido por él.

La crisis de Gobierno que algunos auguran que tendrá lugar en julio tampoco solucionaría nada porque el problema no es la baja capacidad de los ministros, que también, sino la incompetencia de su presidente.

La última opción es la moción de censura. Para ganarla, Rajoy necesita 170 votos. A sus 153 podrían sumarse los 10 de CiU una vez pasadas las catalanas. Junto con los 6 del PNV y los 2 de Coalición Canaria sumarían 171. El precio sería altísimo: el estatuto de Cataluña y la vuelta del PNV a Ajuria Enea. Rajoy podría aceptar pagarlo. Sin embargo, a lo que no parece estar dispuesto es a arrostrar el desgaste del ajuste de caballo que habría que emprender durante los meses que faltaran hasta las elecciones de 2012.

Para salvar este inconveniente, podría pactarse que Rajoy disolviera y convocara elecciones para la primavera de 2011 poco después de haber tomado posesión del cargo. Pero tampoco eso le debe gustar a su arúspice Arriola porque durante esos pocos meses en el poder, el PSOE podría movilizar al electorado de extrema izquierda con la imagen de la derechona en el poder.

De forma que lo más probable es que a Zapatero se le permita deambular a tientas por todo lo que queda de legislatura a la espera de que un repunte de la economía y la paz con ETA le salven en el último minuto.

Así que, saquen casco y correaje del armario, que nos esperan meses de aúpa. Puede que el PSOE sea capaz de ponerse de acuerdo en un sustituto y sus vacas sagradas, ayudados por media docena de empresarios de postín y alguna colleja real, logren que Zapatero firme la carta de dimisión en un momento de debilidad. Pero lo más probable es que se empeñe en arrastrar al país por el lodazal que él mismo ha creado hasta la primavera de 2012. Que Dios nos pille confesados.


Libertad Digital - Opinión

Eurovisión nos retrata. Por José María Carrascal

SI quisiéramos una estampa de la España de nuestros días, ninguna mejor que la que nos ofreció el último festival de Eurovisión: una melodía equivocada -hoy se llevan las baladas románticas, no el kitsch-, un intérprete mediocre -David Diges sólo sirve para andar por casa-, un nacionalista estropeando el espectáculo -Jaume Marquet con su barretina- y uno de los último puestos de la clasificación, el 15. Faltó sólo Leire Pajín echando la culpa del descalabro al PP.

Lo peor es que el descalabro sólo acaba de empezar. Tras el tajo al gasto social, vienen los reajustes estructurales: la reforma del mercado de trabajo, el reajuste de las pensiones, el saneamiento del sistema bancario, las cajas especialmente, que van a costar cantidades astronómicas de dinero y muchos puestos de trabajo. En medio de todo tipo de huelgas y elecciones, por si faltara algo. Pero es que, señores, tenemos una deuda de 1,6 billones, es decir, millones de millones, de euros, entre la privada y la pública. Ni siquiera los que advertíamos que íbamos por mal camino podíamos imaginar un escenario tan negro. Hoy, quienes presentan ese escenario son precisamente quienes nos tachaban de catastrofistas. Por cierto, ¿cuándo llegan sus excusas?, ¿cuándo, el reconocimiento de que se equivocaban al defender la política económica de un gobierno que empezó negando la crisis, que tomó medidas equivocadas contra ella, que calificó de absurdas, equivocadas o alarmistas las voces críticas? ¿Recuerdan las sonrisitas de Solbes en su debate con Pizarro? Y sin necesidad de que se disculpen, ¿no pueden admitir que si se equivocaban entonces, pueden estar equivocándose ahora, al pedir que se apoye al gobierno que nos ha llevado al desprestigio y la ruina?

Pues la pregunta del millón, o del billón, es ¿puede traer la recuperación el mismo que provocó el hundimiento? Difícilmente. Sobre todo si persiste en su postura inicial: no consultar a la oposición, echar la culpa a otros de todos los males, tomar medidas a remolque, desconocer cómo funcionan las cosas en el mundo, confiar en su buena suerte, pensar que puede cambiarse de política, de planes, de discurso de un día a otro sin perder lo más importante para un dirigente: la credibilidad.

«El optimismo excesivamente infundado es lo peor de Zapatero», ha dicho el presidente de Castilla-La Mancha. No, señor Barrera. Lo peor de Zapatero es que tenía a sus órdenes un partido que creía a pie juntillas en ese «optimismo excesivamente infundado». ¿O acaso protestó usted y tantos como usted cuando negó la existencia de una crisis, cuando tomó medidas equivocadas contra ella, cuando nos anunciaba cada dos por tres «brotes verdes»? El día que le veamos decir que su jefe se equivocaba de medio a medio, empezaremos a creer que usted, como él, no son el principal problema que tiene hoy España.


ABC - Opinión

Tontería económica. Marcos Peña, dinero y corrupción. Por Carlos Rodríguez Braun

El dinero, don Marcos, existió con todos los gobiernos, pero la corrupción no fue la misma en todos.

El destacado político socialista Marcos Peña lamentó en El País "la codicia, la avaricia, la centralidad de la economía financiera... El simple dato de que los activos financieros representen en nuestro mundo el 340% de la cantidad de bienes y servicios expresa la realidad de una economía de casino". Defiende a los partidos políticos y los sindicatos frente al "placer inmediato, primario, único: el lucro", y asegura que el dinero es un fetiche "ideal para que la corrupción florezca".

La asociación de las finanzas con la codicia es tan antigua como infundada, puesto que el afán excesivo de riquezas se da cualquiera sea la forma de éstas, financiera o no financiera. El que los activos financieros superen al PIB curiosamente no le lleva al señor Peña a pensar en los procesos de creación de dinero que sólo son posibles mediante unas creaciones políticas, los bancos centrales, y el intervencionismo político en el dinero y las finanzas. No, la imagen que se le ocurre es la manida del malvado casino, entidad susceptible de todas las críticas que se quieran menos la de crear dinero, que es justo algo que no puede hacer.

Tampoco tiene sentido que contraponga a políticos y sindicalistas frente a los pérfidos seres humanos restantes, presas del placer cortoplacista del lucro. ¿Es que tal impulso, sea el juicio que nos merezca, no existe en los gobernantes y los sindicalistas? Por fin, para una persona que ocupó un alto cargo en los gobiernos de Felipe González, es llamativo que piense que la corrupción florece por culpa del dinero. El dinero, don Marcos, existió con todos los gobiernos, pero la corrupción no fue la misma en todos.


Libertad Digital - Opinión

Out of the Blue. Por Gabriel Albiac

GAVIOTAS que, con suprema elegancia, sobrevuelan el basurero; tan necrófagas como las hienas.

La fuerza visual de esa metáfora persevera en la memoria de este animal enfermo de cine. Out of the blue («Caído del cielo») es para mí, con diferencia, la mejor película de Dennis Hopper. La que alza su elegía a un mundo muerto: el de la gran épica del rock and roll, al cual pusiera punto de inflexión poética su temprana Easy Rider, rodada cuando era posible aún morir en combate; aunque el combate fuera con un descerebrado rústico que tira de rifle desde su apestosa furgoneta. Era posible vivir deprisa; aunque, al final, la heroica Harley Davidson acabara destripada, al margen de una cuneta en la infinita línea de las carreteras que no van a ningún sitio. Era posible morir joven; aun cuando a tantos se llevara la muerte más estúpida; no la apocalíptica guadaña de los grandes relatos, la aguja sólo, la desalmada. ¿Dejar un bello cadáver? Eso, ni a los más altos héroes de Troya les fue concedido. El cadáver es maculado enseguida por el polvo. Y las Harley Davidson son máquinas demasiado puras para saber nada de aquellas lágrimas de plomo hirviente que Homero vio a los caballos de Aquiles verter sobre la polvareda del combate en el cual pereció Patroclo. Pero Easy Rider era 1969, cuando la tempestad apenas había anunciado su comienzo. Out of the blue sucede en las últimas trincheras, cuando, al cabo de once años, casi todas la batallas se han perdido.

Del más perseverante rockero de esos años tomaba el título de su película Hopper. Out of the Blue es la escueta maravilla que abre en bucle el álbum al cual da shakespeariano título uno de sus versos: ...rust never sleep..., algo así como que «la herrumbre nunca duerme». Bucle, porque con el eco de esa canción se cierra el disco: la misma, aunque cambiado el subtítulo (Into the black, en lo negro); la misma, sólo que dinamitado ahora el inicial tono angélico que daban a su apertura voz y pulcra guitarra, triturado por el estruendo que sabiamente distorsionan las guitarras eléctricas con las que Crazy Horse hizo los directos más bestias de esos años. «¡Más vale arder en una sola llamarada, puesto que la herrumbre nunca duerme!» La herrumbre, la jodida herrumbre, a la cual, si lo solemne nos complace, podemos llamar muerte. Pero que el Neil Young furioso que lo escupe sabía bien que no es ese instante sólo en el cual todo bicho -humano o lo que sea- tiene que dejar de estar; que es cada segundo, cada instante en el cual se nos va el presente y, con él, hasta el último átomo de cuanto somos. No es una revelación que haya impuesto el vértigo de nuestro siglo. Quevedo lo puso -y dio con ello cima a la intuición primera del Barroco-, en la forma más literariamente perfecta con que haya dado la lengua castellana para decir el drama de ser hombre: «presentes sucesiones de difunto».

A Hopper se lo ha llevado el cáncer. Tan común, tan canalla... La herrumbre que no duerme. Aquí, allá, en media docena de lenguas, leo tópicos que hablan de «icono de la contracultura». ¡Icono de la contracultura a los setenta y cuatro...! Aquí, allá, en media docena de lenguas, los mismos tristes lugares comunes sobre el motero de Easy Rider. No hay muchos que recuerden -quizá porque es más triste, por ser más inteligente- aquel Out of the Blue que seguía el vagar de una desolada adolescente, casi una niña, empeñada en repetir con Neil Young que «el rock and roll no morirá nunca», justo en los tiempos de los cuales el rock and roll era ya canto fúnebre. Inmenso basurero, sobrevolado por bellísimas bandadas de gaviotas. Necrófagas como hienas.


ABC - Opinión

El subidón del PP choca con la 'doctrina Griñán'. Por Antonio Casado

A la derecha política y mediática se le nota demasiado la prisa por llegar.

Debería aprender del montañero. Marchar como un viejo para llegar como un joven. El PP lo hace al revés. Marcha como un joven hacia la Moncloa cuando aún queda tanto camino por hacer. Casi dos años hasta las elecciones y un Gobierno que ha tocado fondo. Lo decía Serrat: bienaventurados los que tocan fondo porque a partir de ahí ya solo pueden mejorar.

A las horas bajas de Zapatero le corresponde un subidón del PP. Así son las leyes de la física y así se lo venimos contando desde la sesión parlamentaria del jueves 27, en la que se rozó la tragedia, dicho sea como valoración del riesgo que corrió la marca España, si bien la marca PP estuvo a punto de tumbar al Gobierno. Los dirigentes de la UE, la OCDE y el FMI le felicitaron, pero a los dirigentes del PP y su escolta mediática les faltó tiempo para iniciar los funerales por Zapatero. En eso están.


Deberían tener en cuenta ciertos elementos olvidados en el análisis que les lleva a iniciar la cuenta atrás en la recuperación del poder. La impaciencia del PP choca con la doctrina Griñán. El presidente andaluz, José Antonio Griñán, no pudo ser más explícito ni más cabal: “El hecho de que Zapatero sea malo no les convierte a ustedes en buenos”. Frase jaleada selectivamente por los adversarios de Zapatero, sin darse por enterados de que se acababa de poner a disposición de los analistas la pieza verbal que les faltaba para explicar por qué los números del empeoramiento socialista son siempre mucho mayores que los de la relativa mejora del PP. O por qué el 169 (PSOE) contra 168 (todos los demás) del jueves pasado nunca se repetiría en una eventual moción de censura presentada por Rajoy.

El PSOE carga con la doctrina Griñán al asumir las limitaciones de Zapatero. De acuerdo. Pero también el PP carga con ella al asumir que eso no hace bueno a Rajoy. Les invito a contar las pedradas de los dirigentes del PP contra ZP. Verán cómo ganan por goleada si las comparamos con el número de elogios a Rajoy por parte de esos mismos dirigentes.

¿Por qué al PP se le va la fuerza por la boca reclamando elecciones generales, que es un recurso exclusivo de Zapatero y Rajoy no presenta ya una moción de censura, que es la herramienta constitucional a su disposición para recomponer un cuadro de ruina inminente? “Porque la perdería”, dicen Rajoy y su gente. Sí, pero al menos salvaría su responsabilidad de gobernante alternativo, al hacer todo lo posible para salvar a España de un gobernante insensato. En vez de hacer lo que está en sus manos, quiere persuadirnos de que se haga sólo lo que está en las del adversario. Y además con prisas. No es coherente. Algo no encaja. ¿Tiene el PP prisa por heredar las ruinas que describe sin parar? Una de dos, o la prisa es falsa o no estamos al borde de la ruina.

Además de la doctrina Griñán hay otros elementos ocultos en la euforia del PP. Algunos tan de sentido común como recordar que las encuestas no ganan las elecciones. O que la estadística tomada de las urnas, no de las encuestas, juega a favor de Zapatero. Dos a cero, por ahora. Y no es de peor condición intentar ganar las elecciones por tercera vez que arriesgarse a perderlas por tercera vez. Lo cual también es de estricta aplicación a un eventual debate interno del PSOE sobre la candidatura a la Presidencia del Gobierno, aunque algunos pasos ya se han dado por si llegara el caso, como tengo escrito en mi comentario del pasado 7 de mayo.


El Confidencial - Opinión

Plan de ajuste. La derecha sin remedio. Por José García Domínguez

Se han subido al carro de la demagogia garbancera con tal de cortejar los oídos de las capas más acéfalas del censo. Y ahora, aunque quisieran, ya no podrán apearse. Ahí están ellos, pues, fieles guardianes de las esencias del zapaterismo.

No hay nada que hacer. Este pobre país nuestro, tan bronco, tan cainita, tan frívolo, tan irresponsable siempre, no tiene remedio. Pueril, es igual que un niño obstinado en no querer saber de la verdad si la intuye dolorosa. De ahí que celebre, feliz, a cuantos lo engañan. Más que pedirlo, exige que le mientan. Por eso, nunca atiende a las razones de la razón, porque lo suyo, como en las tribus primitivas, es la magia. Así, igual que si no llueve da en pasear a la Virgen del pueblo de romería, cuando se sabe al borde de la bancarrota saca en hombros al primer chamán que le prometa cuadrar los círculos con apenas un chasquido de dedos.

¿A qué extrañarse, entonces, de que siempre se deje embaucar por pícaros, farsantes, charlatanes y trileros? Al cabo, quizá cargue con los gobernantes que merece. Y no sólo con los gobernantes, también con la oposición. Puro esperpento, la derecha toda, con sus escribidores a la cabeza, brinca hoy de júbilo viendo a Rajoy, Toxo y Méndez, al fin juntos y revueltos en el gran frente nacionalsindicalista contra el rigor fiscal y la Europa de los mercaderes, que rugiría el camarada Girón de Velasco. ¿Para qué perder el tiempo leyendo a Hayek –barruntan– mientras podamos disfrutar con la pornografía sentimental de González Pons? "Quiero mirarte a los ojos, papá...". Ni Evita ante los descamisados de la Plaza de Mayo. Ni ella.

Lo dicho, no hay nada que hacer. Se han subido al carro de la demagogia garbancera con tal de cortejar los oídos de las capas más acéfalas del censo. Y ahora, aunque quisieran, ya no podrán apearse. Ahí están ellos, pues, fieles guardianes de las esencias del zapaterismo, prestos a restaurar los grandes avances sociales del sexenio, vilmente traicionados por el revisionismo del Solemne. Y mientras tanto, los mercados mundiales de deuda, contemplando atónitos la comedia bufa. Mas dejémosles que sigan absortos en su cuento de la lechera particular. Y es que Zapatero va a regalarles el poder porque se lo exija un tertuliano de La Noria. Y si no, lo cederá cuando los chamarileros del Congreso, unánimes, le repudien los Presupuestos. Y si no, cuando lea la próxima encuesta del CIS. Y si no...


Libertad Digital - Opinión

El ajuste «sexy». Por Ignacio Camacho

LA explicación más desconcertante de la congelación de las pensiones es la de que se trata de... ¡un gesto publicitario!

Sostiene Zapatero que los mercados reclamaban providencias rápidas y contundentes para respaldar la deuda y que la decisión de dejar ateridos a los pensionistas es uno de esas medidas «que se entienden a la primera»; al menos, así se lo explicó a Rajoy cuando trataba de obtener su apoyo. Es decir, que bien se podían ahorrar 1.500 millones de otra manera, pero el Gobierno necesitaba un guiño propagandístico que hiciese creíble su plan ante los alarmados socios europeos, y le pareció que ninguno tendría impacto más seguro que el de cargarse la precaria subida de los jubilados. Zapaterismo puro: nada maneja mejor este presidente líquido que la política gestual, la escenificación de apariencias, la categorización de las anécdotas. Sólo que en esta ocasión se trataba de una anécdota bastante cruel, inoportuna y desconsiderada.

Si ésta es la verdadera razón de ese recorte -y resulta bastante verosímil en la lógica eminentemente publicitaria de este Gobierno- estaríamos ante el paroxismo de la superficialidad simbólica que caracteriza el lenguaje político del zapaterismo. Un guiño para la galería, como el de hacer ministra del Ejército a una Carmen Chacón embarazada o el de quedarse sentado ante la bandera estadounidense. Un desaprensivo mcguffin en el guión de una política trivial que necesita de reclamos, espejismos y señales para divulgar su liviano mensaje. Una mueca cínica con la que reforzar el spot de un cambio de estrategia. Un mohín discursivo para volver el ajuste «más sexy», como decía aquel asesor de Tony Blair que exageraba los informes sobre Irak para presentarlos más sugerentes a la opinión pública.

Zapatero necesitaba un tijeretazo sexy, sugestivo, prometedor, con el que aplacar a Merkel, Sarkozy y Obama, cuya frase sobre la marea negra de Louisiana -«¡tapen ese maldito agujero!»- parecía pronunciada al teléfono de la Moncloa en la ya célebre conversación imperativa sobre la reconducción del déficit español. Y le pareció que anular la financiación extra regalada a las autonomías -11.000 millones, la mitad del total del ajuste previsto-, o reducir los fondos sin fondo de partidos y sindicatos -más de 600 millones/año-, o adelgazar la red de empresas públicas estatales, o expurgar el sumidero de subvenciones oficiales, no iban a parecer medidas lo bastante seductoras para contener la airada presión de los prestamistas ante su derroche desmadrado. Necesitaba algo más terminante, más claro, más inmediato y fácil de entender. Las pensiones, claro.

Y las congeló. Como el que redacta un anuncio, como el que acuña un slogan, como el que posa para una foto. Que de eso se trataba al fin, de retratarse ante Europa como Zapatero el austero, Zapatero el frugal, Zapatero el ahorrador. Una mera pose, un gesto. Una siniestra propaganda.


ABC - Opinión

El PP, más cerca de gobernar

Mientras crece el clamor entre la opinión pública para que se convoquen elecciones anticipadas, según una encuesta de NC Report para LA RAZÓN, a día de hoy el PP aventajaría en nueve puntos al PSOE en intención de voto.

Mientras que los populares conseguirían 10.981 millones de votos –el 44,97%, lo que le daría entre 172 y 174 diputados–, los socialistas lograrían 8.783 millones de votos –el 35,97% , que le situarían entre los 137 y 139 diputados–, por lo que sufrirían una sangría, con respecto a las elecciones de marzo de 2008, de más de dos millones y medio de votos.

Para el PP, este sondeo no puede ser más favorable, ya que incluso romperían por primera vez en su historia la barrera de los diez millones de votos. Esto significa que el electorado valora positivamente la labor de oposición que los populares están haciendo en los últimos meses, una oposición responsable y coherente con sus principios, puesto que tanto el discurso de Mariano Rajoy como el del resto de los representantes populares ha sido siempre firme y no ha estado sometido a bandazos provocados por intereses partidistas. También cabe extraer una conclusión evidente: los españoles confían mucho más en las recetas del Partido Popular para salir de la crisis, que en las medidas que está tomando un Gobierno que parece perdido en su propio laberinto sin que sea capaz de actuar eficazmente contra la lacra del paro y el déficit público. El PP no se ha equivocado en su labor de oposición, extremadamente crítica con temas tan sensibles para la ciudadanía como la reforma de la Ley del Aborto, que ha disgustado a no pocos votantes socialistas, y en su negativa a respaldar o apoyar las erráticas e improvisadas medidas contra la crisis del Gobierno.

La encuesta también revela que la última remodelación del Ejecutivo tampoco ha gustado a la ciudadanía. Para los encuestados, los ministros más cuestionados del actual gabinete son el vicepresidente tercero, Manuel Chaves, con un 27,8%; el titular de Exteriores, Miguel Ángel Moratinos, con un 26,1%; la vicepresidenta segunda y ministra de Economía, Elena Salgado, con un 24,8% y la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, con un 24,5%. Que sean precisamente estos ministros no es asunto baladí, ya que los encuestados son extremadamente críticos con esa tercera vicepresidencia de Chaves, que perciben como prescindible. Y lo que es aún más significativo: descalifican parte de la columna vertebral del Ejecutivo, al reprobar la política económica que está llevando a cabo Salgado, nuestra política exterior –justo en el semestre en el que España ostenta la Presidencia de la Unión Europea–, que encabeza Moratinos y a Bibiana Aído, la punta de lanza de una de las leyes más polémicas y discutidas de esta Legislatura como es la ley del Aborto.

Los encuestados ya dan por amortizado a Zapatero como presidente del Gobierno y como candidato del PSOE a las próximas elecciones generales. Así lo indican los datos, ya que un 28,1 por ciento cree que debería sucederle como candidato socialista, el actual presidente del Congreso, José Bono, o en su defecto, con un 25,4%, José Blanco. Sea como fuere, el presidente, por responsabilidad política, debería convocar elecciones.


La Razón - Editorial

Zapatero y la urgencia democrática del cambio

Zapatero se ha quedado sólo en el parlamento, ha perdido el apoyo de alguno de sus principales arietes mediáticos e incluso dentro de su partido se le desprecia como mal gestor o déspota. Es hora de que cese en su cargo.

La gran ventaja de la democracia como sistema político es que permite que las opiniones de toda la población estén representadas en los órganos de poder y que, por tanto, se gobierne según el criterio de la mayoría. Por supuesto, este resultado no es ni mucho menos condición suficiente para que emerja una sociedad libre –de ahí los contrapesos constitucionales a la acción política y la separación de poderes– pero sí suele ser una condición necesaria: que los políticos gobiernen sometidos a la mayoría limita su discrecionalidad y abre las puertas a un cambio pacífico cuando la mayoría social se desencanta de la clase dirigente.

Claro que el político tampoco es un simple ejecutor de las órdenes claras y precisas de la ciudadanía. En los sistemas democráticos suele existir una cierta realimentación entre gobernantes y gobernados que, dentro de sus límites, resulta beneficiosa. Los políticos responsables y con las ideas claras han de explicar y persuadir sobre la pertinencia de unas decisiones que la mayoría tal vez no entienda pese a resultar vitales para sus intereses. De ahí que las elecciones se realicen en períodos de al menos cuatro años: los gobernantes deben tener un tiempo para implementar sus programas y para que empiecen a brotar sus supuestos buenos frutos. Si cada mes se celebraran unos comicios generales, muy probablemente los asuntos públicos se volverían ingobernables.

Lo cual, sin embargo, no significa que un político tenga derecho a ocupar el poder aun en contra del deseo de la inmensa mayoría de los ciudadanos. Ganar unas elecciones no pone fin a la soberanía popular durante un período de cuatro años, simplemente inaugura una legislatura que puede durar hasta cuatro años, siempre y cuando el proyecto político que iba a desplegarse no se agote con anterioridad. Por ello existen las mociones de censura, las cuestiones de confianza o las elecciones anticipadas; instrumentos que permiten o sustituir a un proyecto político muerto o que sea el pueblo soberano quien se pronuncie sobre el rumbo de los acontecimientos.

Zapatero puede optar por tomar La Moncloa hasta la primavera de 2012. Si en el Congreso no cristaliza una mayoría suficiente para sacar adelante una moción de censura, será él quien tenga la competencia para decidir cuándo irse. Sin embargo, lo deseable desde un punto de vista democrático –ya no sólo político o económico– sería que se marchara de inmediato. Durante la anterior legislatura y una parte de ésta, podía aducirse que Zapatero gobernaba legitimado por una mayoría social que buscaba suicidarse como nación; en cambio, desde hace varios meses es a todas luces evidente que ni siquiera esa parte de la ciudadanía le otorga su apoyo.

Tras llegar al poder manipulando y engañando a la población sobre nuestra auténtica situación política y económica, el proyecto de Zapatero no ha hecho más que agonizar. Las medidas desastrosas que tuvo que adoptar para no reconocer a los pocos meses de los comicios que había mentido de manera generalizada nos han abocado a una situación crítica que ahora le obliga a enmendar todo su programa ideológico.

Aparte del clamor social contra el presidente –reflejado en parte en las encuestas de intención de voto o en el reciente malestar que se vive en el ejército y el funcionariado–, Zapatero se ha quedado sólo en el parlamento, ha perdido el apoyo de alguno de sus principales arietes mediáticos e incluso dentro de su partido se le desprecia como mal gestor o déspota.

Parece claro que la decencia democrática exige que Zapatero plantee, como mínimo, una cuestión de confianza, ceda su cargo a otro socialista o, como opción óptima, convoque elecciones anticipadas.

Si la situación económica es insostenible, la política no lo es menos; y de hecho, la insostenibilidad de la segunda es en parte causa de la primera. Claro que si Zapatero ha optado por llevarnos a la bancarrota económica también puede optar por arrastraros hacia la bancarrota política. En las manos de todos los partidos –incluido un PSOE que parece creerse un apéndice de Zapatero y un PP todavía muy tímido a la hora de pedir un cambio inmediato– está evitarlo.


Libertd Digital - Editorial

Ley milagrosa... y obsoleta

UN año ha pasado desde que Rodríguez Zapatero anunciara la presentación de la gran ley que cambiaría el modelo productivo de la economía española, no sólo para superar la crisis económica, sino también para asentar bases de un desarrollo «sostenible».

Tanta importancia política dio el presidente del Gobierno a aquella ley de Economía Sostenible, que quiso que se tramitara por el procedimiento de urgencia. A día de hoy, está en la quinta prórroga del plazo de enmiendas y con un horizonte muy oscuro. A esta la ley la ha matado el mismo voluntarismo con el que se alumbró la Alianza de Civilizaciones o se proclamó la «conjunción planetaria» de liderazgos progresistas a ambos lados del Atlántico. La superficialidad política del Gobierno lo llevó a plantearse como verosímil que una ley, por sí sola, tendría el poder mágico de crear un nuevo modelo de actividad económica en España, volcando en ella los tópicos del discurso más correcto del progresismo. Obviamente, el Gobierno se ampara en el cambio de «circunstancias» para explicar la paralización de la ley, pero ya cuando se anunció recibió críticas muy solventes que denunciaban la inoportunidad y la inviabilidad del proyecto. Ahora se demuestra nuevamente que el Gobierno no sabía bien lo que estaba haciendo.

Su tramitación en el Congreso es, en las condiciones actuales de crisis económica y ausencia de apoyos políticos al Gobierno, una pérdida de tiempo. El proyecto está superado por los acontecimientos actuales, pero nació viciado de origen porque, aun sin crisis, no habría servido por sí sola para que el sistema productivo español abandonara sus fuentes tradicionales de crecimiento (sol, ladrillo y coche) y fuera sustituido por un modelo de investigación, desarrollo e innovación que habría requerido inversiones públicas ahora imposibles. Aquel esfuerzo legislativo que comprometió innecesariamente a ministerios y expertos debió orientarse a las medidas y reformas que entonces se despreciaron y hoy son imprescindibles. Pero esta ley es fruto de la impostura con la que el Gobierno se ha comportado ante la crisis. Por eso no será fácil que el Ejecutivo acepte que este nuevo fracaso es otro síntoma de la implosión de su legislatura, del desplome de su estrategia política iniciada en 2004. Y, lo que es peor, exhibe con toda crudeza la falta de ideas, objetivos y proyectos realistas para España porque al recuento de fallos en la gestión del Ejecutivo se une la pérdida del futuro y la vuelta a la mediocridad de la mano de un Gobierno incapaz.

ABC - Editorial

domingo, 30 de mayo de 2010

«¿Qué voy a hacer ahora?». Por Arturo Pérez Reverte

El segundo gintonic, Pencho se vuelve hacia mí. Hace quince minutos que aguardo, paciente, esperando que se decida a contármelo. Por fin hace sonar el hielo en el vaso, me mira un instante a los ojos y aparta la mirada, avergonzado. «Hoy he cerrado la empresa», dice al fin. Después se calla un instante, bebe un trago largo y sonríe a medias con una amargura que no le había visto nunca. «Acabo de echar a la calle a cinco personas.»

Puede ahorrarme los antecedentes. Nos conocemos hace mucho tiempo y estoy al corriente de su historia, parecida a tantas: empresa activa y rentable, asfixiada en los últimos años por la crisis internacional, el desconcierto económico español, el cinismo y la incompetencia de un Gobierno sin rumbo ni pudor, el pesebrismo de unos sindicatos sobornados, la parálisis intelectual de una oposición corrupta y torpe, la desvergüenza de una clase política insolidaria e insaciable. Pencho ha estado peleando hasta el final, pero está solo. Por todas partes le deben dinero. Dicen: «No te voy a pagar, no puedo, lo siento», y punto. Nada que hacer. Los bancos no sueltan ni un euro más. Las deudas se lo comen vivo; y él también, como consecuencia, debe a todo el mundo. «Debo hasta callarme», ironiza. Todo al carajo. Lleva un año pagando a los empleados con sus ahorros personales. No puede más.

Cinco tragos después, con el tercer gintonic en las manos, Pencho reúne arrestos para referirme la escena. «Fueron entrando uno por uno –cuenta–. La secretaria, el contable y los otros. Y yo allí, sentado detrás de la mesa, y mi abogado en el sofá, echando una mano cuando era necesario… Se me pegaba la camisa a la espalda contra el asiento, oye. Del sudor. De la vergüenza… Lo siento mucho, les iba diciendo, pero ya conoce usted la situación. Hasta aquí hemos llegado, y la empresa cierra.»

Lo peor, añade mi amigo, no fueron las lágrimas de la secretaria, ni el desconcierto del contable. Lo peor fue cuando llegó el turno de Pablo, encargado del almacén. Pablo –yo mismo lo conozco bien– es un gigantón de manos grandes y rostro honrado, que durante veintisiete años trabajó en la empresa de mi amigo con una dedicación y una constancia ejemplares. Pablo era el clásico hombre capaz y diligente que lo mismo cargaba cajas que hacía de chófer, se ocupaba de cambiar una bombilla fundida, atender el correo y el teléfono o ayudar a los compañeros. «Buena persona y leal como un doberman –confirma Pencho–. Y con esa misma lealtad me miraba a los ojos esta mañana, mientras yo le explicaba cómo están las cosas. Escuchó sin despegar los labios, asintiendo de vez en cuando. Como dándome la razón en todo. Sabiendo, como sabe, que se va al paro con cincuenta y siete años, y que a esa edad es muy probable que ya no vuelva a encontrar jamás un trabajo en esta mierda de país en el que vivimos… ¿Y sabes qué me dijo cuando acabé de leerle la sentencia? ¿Sabes su único comentario, mientras me miraba con esos ojos leales suyos?» Respondo que no. Que no lo sé, y que malditas las ganas que tengo de saberlo. Pero Pencho, al que de nuevo le tintinea el hielo del gintonic en los dientes, me agarra por la manga de la chaqueta, como si pretendiera evitar que me largue antes de haberlo escuchado todo. Así que lo miro a la cara, esperando. Resignado. Entonces mi amigo cierra un momento los ojos, como si de ese modo pudiera ver mejor el rostro de su empleado. Aunque, pienso luego, quizá lo que ocurre es que intenta borrar la imagen del rostro que tiene impresa en ellos. Cualquiera sabe.

«¿Y qué voy a hacer ahora, don Fulgencio?... Eso es exactamente lo que me dijo. Sin indignación, ni énfasis, ni reproche, ni nada. Me miró a los ojos con su cara de tipo honrado y me preguntó eso. Qué iba a hacer ahora. Como si lo meditara en voz alta, con buena voluntad. Como si de pronto se encontrara en un lugar extraño, que lo dejaba desvalido. Algo que nunca previó. Una situación para la que no estaba preparado, en la que durante estos veintisiete años no pensó nunca.»

«¿Y qué le respondiste?», pregunto. Pencho deja el vaso vacío sobre la mesa y se lo queda mirando, cabizbajo. «Me eché a llorar como un idiota –responde–. Por él, por mí, por esta trampa en la que nos ha metido esa estúpida pandilla de incompetentes y embusteros, con sus brotes verdes y sus recuperaciones inminentes que siempre están a punto de ocurrir y que nunca ocurren. ¿Y sabes lo peor?... Que el pobre tipo estaba allí, delante de mí, y aún decía: No se lo tome así, don Fulgencio, ya me las arreglaré. Y me consolaba.»


XL Semanal - Opinión

Rebelión a bordo. Por Jesús Cacho

La frágil, bella, casi anoréxica ministra de Economía Elena Salgado, Orense, 61, no para de lamentarse estos días del error que supuso no haber honrado la promesa que a sí misma se hizo de no volver a la política activa.

Tras su paso por varios altos cargos durante los Gobiernos de Felipe González, y una tormentosa presidencia de la Fundación Teatro Lírico, de la que fue expulsada por el malvado Miguel Angel Cortés, año 96, primer Gobierno Aznar, la señora peregrinó por cargos de distinto pelaje en el sector privado, el más notable de los cuales fue la consejería delegada de Vallehermoso Telecom, filial del grupo Sacyr. A las órdenes de Luis del Rivero, del que terminó diciendo pestes cuando abandonó la empresa para regresar a la política, se encontraba cuando Jesús Caldera, íntimo amigo y entonces hombre de confianza del incipiente Rodríguez Zapatero, fue a visitarla para plantearle su incorporación inmediata al programa de la “tercera vía” con la que el leonés pretendía cambiar el mundo. La respuesta de Salgado fue rotunda: “Conmigo no contéis y os digo más: si Zapatero llegara un día a ganar las elecciones yo me iría de España…”

La frágil, bella, casi anoréxica Elena Salgado no ha recibido excesivas alegrías de la política, aunque su ego de mujer orgullosa y segura de sí misma haya podido escalar las más altas cotas de la autoestima. Cuando Zapatero retiró su proyecto de Ley del Vino, la Salgado se vino abajo. “Ha sido la única vez que la he visto llorar”, señala uno de sus colaboradores más directos, “la única en que vi a una mujer tan fría pidiendo ayuda a gritos en silencio”. Adicta al trabajo hasta altas horas, a la doña le entraban golpes de sueño en los consejos de ministros “y entonces, apenas apoyada en el borde del sillón, componía un extraño escorzo para dar la espalda al jefe, de modo que no la viera bostezar”. Zapatero no la destituyó tras el episodio del vino, como muchos esperaban. Muy al contrario, puso en sus manos la gestión de la Economía de un país que ya se deslizaba sin frenos por la pendiente de una crisis de dimensión desconocida. Demasiada carga para los frágiles hombros de una mujer cuya ambición le impidió advertir el riesgo que entrañaba penetrar en las fauces del dragón. “Nunca nadie en la vida política española ha tratado tan mal a una mujer como Zapatero, el profeta del feminismo, está tratando a Salgado. La ningunea, la desautoriza, la desprecia, no se le pone al teléfono y, lo que es peor, no se recata en admitir en público que su nombramiento fue un grave error…”

El Confidencial - Opinión

España, Zapatero y los nacionalistas. Por José María Carrascal

LA mejor prueba de la ignorancia que asola nuestro país es ese rumor de que Durán Lleida fue el más crítico con Zapatero en el último debate parlamentario.

Cuando fue su salvador, el que le envió el cable para que no se ahogase. Lo hizo, eso sí, con extraordinaria habilidad: poniéndolo verde. Pero lo salvó, que era lo importante, y Zapatero puede decir aquello de «Llámame tonto, pero dame bollos». Mientras Durán se fabricaba una excelente cortada -el interés general- cara a su electorado, buena parte del cual considera a Zapatero un desastre para Cataluña y para España.

Esa ingeniería política, sin embargo, no va a salvarle a él ni a sus salvadores. Las medidas de ajuste aprobadas no sólo no bastan, sino que pueden resultar contraproducentes. De entrada, consisten sólo en recortes, que pueden conducir a la recesión, como advertía ayer en Madrid el nobel de Economía Joseph Stiglitz. Luego, se concentran en los sectores más débiles de la población, lo que enrarece la atmósfera y dificulta el acuerdo social. Por último, un gobierno que tan pronto hace una cosa como la contraria aumenta la desconfianza de los mercados, como demuestra la rebaja de la calificación de la deuda española que acaba de hacer la agencia Fitch. Total, que quienes invocando los intereses del país permitieron pasar las medidas de ajuste pueden haberle hecho un flaco favor. Claro que a los nacionalistas nunca les han importando los intereses de España. Sólo les han importado los suyos, y los de CiU ya sabemos cuáles son: recuperar el poder en Cataluña y tener en Madrid un gobierno de rodillas, como estará el de Zapatero al llegar los próximos presupuestos. Un plan que comenzó con su abstención el martes en el Congreso y debe culminar tras las próximas elecciones catalanas.

Los nacionalistas vascos han sido mucho más directos, como corresponde a su temperamento. A cambio de abstenerse, exigieron que la paralización de las obras públicas no se aplicase a la Y del AVE vasco y que se suspendiera la cesión de las políticas de empleo al Gobierno vasco, una suspensión que perjudicaría a Patxi López, a quien tienen en el punto de mira. Elena Salgado no pudo concedérselo porque la protesta de todas las demás autonomías se oiría, no ya en Bruselas, sino en la Luna, y porque sería una doble traición, al país y a los socialistas vascos, con consecuencias imprevisibles. Ante lo que el PNV votó «no». Lo que no le impedirá votar sí en el futuro, de pagársele lo suficiente. No le criticamos, pues para algo son nacionalistas.

Lo que no aceptamos es que se convierta a los nacionalistas en salvadores de España, cuando sólo han salvado a Zapatero. Aunque después de haberle visto hacer alardes de patriotismo, uno está preparado hasta para verle jurar hoy la bandera en Badajoz. ¡Y luego dicen que no tiene sentido de Estado!


ABC - Opinión

Saneamiento y reformas

Unas elecciones ahora retrasarían lo que es urgente hacer y perpetuarían vicios del sistema

Frente a riesgos inminentes como los que acechan a la economía española, las soluciones cuyos efectos no sean inmediatos carecen de sentido. Como también las que sumen incertidumbre política a la creciente preocupación por la situación de nuestro país entre los socios de la zona euro y las principales economías mundiales. Un eventual adelanto de las elecciones en estos momentos abundaría en ambos errores, y podría dar al traste con el precario equilibrio desde el que, hasta ahora, España ha conseguido colocar sus emisiones de deuda pública.

Una llamada a las urnas en las actuales circunstancias, como reclaman los más impacientes, entre los que ya se encuentra Rajoy, paralizaría la toma de decisiones desde el instante en que las Cámaras fueran disueltas hasta la formación del nuevo Ejecutivo. Por una parte, habría incentivos partidistas para aplazar o relativizar el alcance de las medidas de austeridad más impopulares ya aprobadas; por otra, un Gobierno en funciones solo podría tomar decisiones de trámite, sin capacidad para hacer frente a las emergencias que, como se ha comprobado, son inherentes a esta fase especialmente aguda de la crisis.


Descartar el adelanto no es sinónimo de voto de confianza al Gobierno de Zapatero, sino de exigencia de responsabilidades: que lo que no ha sabido evitar a tiempo lo corrija, incluso a riesgo de impopularidad; que hasta someter los nuevos Presupuestos al Parlamento y comprobar si dispone de la mayoría necesaria para aprobarlos, asuma su responsabilidad en el saneamiento de la economía; y que aborde las reformas que pueden ayudar a crear empleo cuando se inicie la recuperación; y para ello, que, como parece haber entendido que debía hacer, diga claramente a los ciudadanos que España ha perdido en esta crisis una parte sustancial de su riqueza y que, de no tomar medidas urgentes, la economía española puede entrar en una espiral negativa de difícil salida.

La teoría recomienda hacer las reformas en periodos de bonanza, pero la realidad es que, por inercia o electoralismo de mirada corta, casi siempre se aplazan hasta que las crisis presionan lo suficiente. En ese sentido dicen los economistas que la actual puede ser una oportunidad para mejorar la eficiencia del sistema. La reforma del mercado laboral no permite más dilaciones, después de dos años durante los que el Gobierno ha delegado su responsabilidad en los agentes sociales, que han fracasado rotundamente. El Gobierno actual ha dado un gran protagonismo a los sindicatos, pero si, al igual que la patronal, tienen una función social que va más allá de la defensa de los legítimos intereses de sus afiliados, este es el momento de demostrarlo. En circunstancias como las actuales, ni esos intereses ni los generales del país se defienden mediante huelgas u otras medidas de presión que, de vencer, lo harían sobre un país en ruinas.

Una reforma del mercado laboral contribuiría por su carácter central a la creación de un nuevo clima desde el que abordar otras reformas necesarias, como la fiscal, de forma que los ingresos no dependan tanto de la coyuntura; o la de las administraciones, que profesionalice y despolitice la función pública, evite duplicidades y esos derroches que tanta irritación suscitan ahora (desde los viajes inútiles con séquito a los informes sobre cuestiones fútiles a precio de oro).

Pese a todas las razones que aconsejarían evitar el adelanto electoral, su fantasma seguirá pesando porque no es seguro que el Gobierno pueda sacar adelante la próxima Ley de Presupuestos. A efectos de la oposición, este horizonte invitaría a apoyar al Gobierno ahora que ha empezado a cumplir con sus obligaciones, no a desentenderse de las suyas solo porque cree encontrarse en la antesala del poder.


El País - Editorial

¿Ángel o demonio?. Por M. Martín Ferrand

TANTO las encuestas como el criterio de los analistas más conspicuos coinciden en señalar a Josep Antoni Duran i Lleida como el político más valorado entre todos los españoles.

Respaldado por un 3 por ciento de los votos emitidos en las últimas legislativas, consigue más relevancia y respeto que los mismísimos José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy. Es más, se extiende como una mancha de aceite la idea -ignoro si espontánea o inducida- de que la abstención de CiU, tan brillante como contradictoriamente explicada por Duran i Lleida, nos ha salvado de un momento dramático. Se opone esa valoración a la más negativa que, por votar en contra, le adjudican al líder del PP. Taparse la nariz ante un olor fétido, ¿es más razonable y meritorio que tratar de ventilar el ambiente?

Posiblemente, el voto negativo de CiU, más concordante con su discurso, hubiera sido el gran fracaso de Zapatero y ello, lejos de precipitarnos en un problemático abismo, hubiera forzado al PSOE a proceder al relevo de su líder, la más fáctica y vertiginosa de las fórmulas posibles para la sustitución de quien tiene acreditada su incapacidad para enfrentarse a una crisis que no supo ver venir y a la que trata de enfrentarse con cataplasmas de abuelita antigua en lugar de hacerlo con la moderna cirugía que nos permite nuestra situación en la Unión Europea.


Sospecho que en la intención de Duran, de quien no conviene olvidar sus mañas democristianas, dominaba la prioridad de evitar unas legislativas anticipadas que pudieran superponerse a las autonómicas catalanas del próximo otoño y quitarle así brillo y oportunidad a un Artur Mas que va camino de perpetuarse con aspirante a president.

Mi admirado Francesc de Carreras, que enseña Derecho Constitucional en la Autónoma de Barcelona y civismo en La Vanguardia, contrastaba ayer la conducta, en el Senado, de José Montilla con el proceder, en el Congreso, de Duran como la antítesis entre la sinrazón y la razón. Entre la rauxa y el seny. Me atrevo a discrepar. Lo de Montilla en el Senado fue de alipori y le cuadra la imagen de la sinrazón si se aliña con unas gotas de ridículo; pero lo de Duran, por mucha admiración que genere, es un caso claro de anteposición de los intereses de un partido y un territorio a los generales de una Nación y un Estado. La perfección formal del gesto es otra cosa que, esa sí, merece vítores.


ABC - Opinión

Reforma laboral, ya

Con una cifra de más de cuatro millones de parados, y un horizonte nada esperanzador si, como afirmó el viernes Elena Salgado se prevé más paro hasta 2013, se antoja imprescindible que los agentes sociales sellen de una vez por todas una reforma laboral que transmita a la ciudadanía y a los mercados la voluntad común, a partir de criterios sólidos, de crear empleo.

Tanto urge este acuerdo –incluso desde organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, la OCDE y la ONU se está pidiendo a gritos que se concrete la reforma laboral– que hasta el presidente del Gobierno ha decidido no asistir a la cumbre de la Alianza de las Civilizaciones para quedarse en Madrid y calibrar cómo se está desarrollando el proceso. Ayer mismo, y después de que el Ejecutivo decidiera interrumpir los encuentros a tres bandas, hubo una nueva reunión al máximo nivel entre los agentes sociales y el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, para intentar desatascar la situación, lo que no sucedió, hasta el punto de que desde los sindicatos se afirmó que «no habrá un desenlace satisfactorio» , una conclusión que no puede ser más decepcionante, aunque el encuentro no había levantado muchas expectativas.

Seguimos igual que hace unos días o peor. Se han estado dando algunos pasos tímidos y, sobre todo, de una lentitud que sólo puede calificarse como exasperante. Por no hablar del penúltimo y más sonrojante episodio al que hemos tenido que asistir al ver el estéril enfrentamiento entre el líder de UGT, Cándido Méndez, y el presidente de la Comisión de Economía de la CEOE, José Luis Feito. No se contribuye al diálogo social con el intercambio de insultos que protagonizaron. Si Feito tildó a los sindicatos de «infantiles e inmaduros» por amenazar con la huelga general, Méndez le correspondió llamándole «sicario». Estos comportamientos irresponsables no están a la altura del desafio al que se enfrentan y, desde luego, son desalentadores. Sin embargo, es mejor pasar página ante esta tarascada y centrarse en lo esencial: la reforma laboral no admite más demoras. Los agentes sociales dicen que están predispuestos a llegar a un acuerdo, pero éste no se termina de concretar. Es evidente que ambas partes tendrán que hacer sacrificios, pero las circunstancias así lo exigen. La reforma laboral deberá ser ambiciosa para adecuar el mercado de trabajo a las nuevas exigencias. Así, por ejemplo, se debería evitar el actual modelo excesivamente rígido en la contratación indefinida, con lo que se promueve la contratación temporal, que procura en el trabajador una sensación de inestabilidad. También debería modificarse la actual negociación colectiva, liberar la intermediación laboral y rebajar los impuestos sobre el uso del empleo.

El Gobierno ha puesto una fecha límite, el 11 de junio, para que ésta se concrete. Si no es así, el Ejecutivo presentará al resto de fuerzas políticas una propuesta que se aprobaría en el Parlamento. Ése es el peor de los escenarios para el Gobierno, tras el decreto del «tijeretazo». Pero también dejaría en una pésima posición a los sindicatos –que amenazan con una huelga general que no beneficiaría a nadie– y a la patronal, puesto que demostrarían una inoperancia y falta de cintura para presentar a la sociedad un acuerdo tan necesario como inaplazable.


La Razón - Editorial

Reforma laboral, ya

Desinvestidura. Por Ignacio Camacho

EL Gobierno vivió el jueves una sesión de desinvestidura, y Zapatero salió de ella con la túnica de tribuno hecha jirones.

Salvó in extremis el cargo que hubiese tenido que rendir en caso de acabar rechazado su plan de ajuste, pero sufrió el que quizá haya sido su peor calvario político: no tuvo un solo voto favorable, lo abandonaron sus antiguos socios y lo zarandearon amigos, enemigos e indiferentes sin que tuviese arrestos para dar la cara en el ambón. A partir de ahora vive en el poder de prestado hasta que sea capaz de fraguarse una nueva confianza. La que ganó, también por la mínima, en 2008 está amortizada por la enmienda a la totalidad que ha tenido que presentarse a sí mismo.

Para seguir al frente de la nación en unas circunstancias de emergencia socioeconómica no puede comportarse como un gobernante atrincherado en un pequeño círculo de pretorianos, bajo sospecha incluso ante parte de los suyos. Así ha logrado sacar a rastras un paquete de recortes improvisados, pero van a ser necesarios más sacrificios y no los puede pedir un Gobierno bajo respiración asistida que además ha pasado dos años defendiendo políticas indoloras. Carece de credibilidad, de respaldo y de ideas. Si se quiere resistir a convocar elecciones, que sería la salida honorable y la que otorgaría al vencedor la legitimidad necesaria para un ajuste duro, no tiene más remedio que someterse a una moción de confianza; un debate sobre un nuevo programa en el que no pueda parapetarse en la excusa del patriotismo. El proyecto con que se presentó a la investidura ha fracasado, sus previsiones han quedado trituradas por la crisis y sus recetas han encallado en la más clamorosa inoperancia. El presidente de hace dos años está derrotado por la realidad; si pretende reinventarse tiene que pasar otra vez la prueba del apoyo parlamentario.

La cuestión es que a día de hoy su soledad es tan intensa que tiene cerrado hasta el mercado negro de la política: no encuentra quien le alquile unos votos. Quizá trate de ganar tiempo a ver si el PNV o los catalanes de CiU le acaban prestando, a precio especulativo, el soporte que esta semana le han negado. Cree que una remodelación del Gabinete y las elecciones de Cataluña le pueden dar oxígeno hasta fin de año. Pero su dependencia ha quedado colgada de un hilo cada vez más frágil. Si los nacionalistas cumplen su palabra y le tumban el techo de gasto o le rechazan los presupuestos, la legislatura se acaba en diciembre. Y el país habrá perdido seis meses cruciales bajo Gobierno en coma.

Cualquier político con coraje asumiría su responsabilidad y tomaría la iniciativa antes de que se la marquen. Zapatero va a optar por el enroque a sabiendas de que su tiempo, como le dijo Duran antes de echarle el último cabo, ha terminado. El problema de fondo, sin embargo, consiste en que aunque él aún pueda agarrarse a su agonía, la gravedad de la crisis no admite más prórrogas.


ABC - Opinión

Salgado. Prepotentes venidas a menos). Por Maite Nolla

No me parece equitativo justificar la incompetencia de esta señora y su nulo peso político con la fragilidad: es una mentirosa consciente. Y ahora le ha llegado el turno de la decadencia.

Caído el mito de Durán, aunque sólo sea porque dijo lo que la derecha quería oír, pero hizo lo que le pidió Zapatero, el personaje que peor ha salido de esta semana es la vicepresidenta Salgado; peor incluso que el insumiso Montilla. Como les pasa a muchos políticos, la fama inmerecida, la falsa apariencia o algún editorial a favor sin mucho fundamento, suelen tener un grave problema de comparación con la realidad. Le sucede, por ejemplo, a José Antonio Alonso, todo un magistrado-juez que ha acabado haciendo de Leire Pajín, eso sí, con un uso más fino y profesional del lenguaje, pero con el mismo discurso.

El caso es que hace unas semanas algún editorial se refirió al rigor de Elena Salgado. Es de suponer que se refería a sus conocimientos de economía, nunca demostrados. Porque en el ámbito de sus aptitudes como política el rigor ocupa un discreto último lugar, al borde de la expulsión. Algunos consideran que el lamentable incidente de la rectificación o corrección en el Boletín Oficial del Estado demuestra la fragilidad del personaje. Es cierto que desde hace un tiempo Zapatero sólo se levanta para humillarla en público y dejarla como una mentirosa.


Hasta el líder sureño del socialismo en Madrid, el finísimo Pedro Castro, se atrevió a dejarla en ridículo. Podemos aceptar cierto grado de penilla, pero también es verdad que hasta mintiendo lo que demuestra la vicepresidenta es ser una prepotente, venida a menos, eso sí.

La cuestión no es que mintiera sobre si lo del crédito de los ayuntamientos publicado en el BOE era una errata o una vuelta atrás, sino que encima nos tratara de imbéciles, como suelen hacer los millonarios de izquierdas que desprecian a la derecha y a sus propios votantes. No me imagino a la señora Salgado en la agrupación socialista de Lavapiés; le debe pasar como al sector nacionalista del PSC con las casas regionales. El mismo amor. Pero es que Salgado, como les decía, se adornó en el insulto, añadiendo que, como somos idiotas e ignorantes, no podemos comprender lo complejo que es elaborar un decreto-ley, entre otras cosas, porque no lo vamos a hacer en la vida.

Por eso no me parece equitativo justificar la incompetencia de esta señora y su nulo peso político con la fragilidad: es una mentirosa consciente. Y ahora le ha llegado el turno de la decadencia, aunque su actitud siempre ha sido la misma. Negó que España fuera a recurrir al fondo que se había creado para salvar a España y tengo unos conocidos con unas cuantas ejecuciones hipotecarias y con siete u ocho monitorios, esperando a los brotes verdes.

En definitiva, que no me da ninguna pena.


Libertad Digital - Opinión

Recurso oportuno y necesario

EL Partido Popular va a presentar de forma inmediata su recurso de inconstitucionalidad contra la ley de ampliación del aborto, que entrará en vigor el próximo 5 de julio.

Mariano Rajoy cumple así su compromiso de impugnar esta ley ante el Tribunal Constitucional y de defender hasta sus últimas consecuencias el respeto a la vida humana, que es un principio fundamental de toda ideología liberal-conservadora. La libertad, como bien supremo del hombre, es una utopía si no se defiende el derecho a vivir para poder ejercerla. El aborto libre es una negación radical del sistema de Derechos Humanos sobre el que se han construido las democracias y los ordenamientos jurídicos. Por eso, la privación de la vida de un ser humano en su fase gestacional es incompatible con el reconocimiento de Derechos Humanos absolutos. Ninguno de tales derechos puede serlo si se niega la premisa de todos ellos, que es el derecho a vivir.

Si políticamente Mariano Rajoy ha demostrado la coherencia de su partido en oponerse a una reforma letal para la sociedad española, jurídicamente esta ley se enfrenta a una doctrina constitucional consolidada que desde 1985 está declarando que no es aceptable la eliminación del «nasciturus» por la sola voluntad de la madre, porque el ser humano, concebido y no nacido, es en sí mismo un bien jurídico digno de protección.

El salto que da la nueva ley del aborto llega a ese aborto libre, incondicional, puramente voluntarista, que permite a la mujer -en muchas ocasiones bajo presión e intimidación de su entorno- decidir sobre la vida o la muerte de quien ya es, aparezca o no esta palabra en el diccionario abortista del Ministerio de Igualdad, un ser humano. Su hijo, para ser más precisos. En este aborto libre, el feto no provoca ningún conflicto específico, no causa daño comprobable. Simplemente molesta. El recurso del PP propone una medida que no está prevista en la ley. Pide la suspensión cautelar de la ley para que no se aplique hasta que haya sentencia. Los fundamentos de esta petición son claros, de sentido común y, sobre todo, de una justicia material inapelable. Por un lado, la nueva ley contradice abiertamente la doctrina del TC, por lo que no tiene esa «presunción de constitucionalidad» con la que cuenta de partida toda ley del Parlamento. Por otro, si esta ley injusta se aplica, una posible sentencia de inconstitucionalidad llegaría demasiado tarde para evitar los miles de abortos que ya se habrían cometido en virtud de una norma ilegal. Nunca antes se le había planteado al TC una disyuntiva tan dramática y necesaria.


ABC - Editorial

sábado, 29 de mayo de 2010

Duran y la responsabilidad. Por Eduardo San Martín

Y ahora, ¿qué? Los sinuosos nacionalistas catalanes han levantado de la lona al Gobierno cuando sonaba la campana pero le han puesto fecha de caducidad.

Sin su apoyo, negado solemnemente en el propio Congreso, no habrá presupuestos. Y entonces... Usted está finiquitado, le dijo Duran Lleida al presidente del Gobierno, y la única salida que le queda es convocar elecciones. Pero si Zapatero está acabado y la llamada a las urnas es la única salida, ¿por qué prolongar la agonía?

El portavoz de CiU, unos de los políticos mejor valorados en el páramo desolador del parlamentarismo español, incurría con su discurso en una manifiesta incoherencia entre palabras y hechos. ¿Responsabilidad o cínico cálculo de conveniencia propia? Duran apeló a una temida reacción de los mercados si el Gobierno caía derrotado. Era una probabilidad no desdeñable, pero existía la posibilidad de ofrecer al Gobierno, junto con el resto de la oposición, una alternativa inmediata que cumpliese con las exigencias de esos mercados y de la UE en vez de tragarse el injusto sapo de sacrificar a los pensionistas para salvar a Zapatero. Es sabido que los nacionalistas catalanes no desean que el alboroto de unas elecciones generales perturbe las autonómicas de noviembre de las que se consideran seguros ganadores. Así pues, un sentido de la responsabilidad muy matizado, en el mejor de los casos.

El argumento en contra de unas elecciones anticipadas apela al coste y a la incertidumbre políticas que generaría una campaña en medio de la tempestad. Vale, pero no mayores que la de no sustituir al patrón que dirigió el barco a esas aguas. El Reino Unido, con un déficit fiscal superior al nuestro y con unos enormes recortes pendientes, que también le exigen los mercados, celebró elecciones hace tres semanas y cambió de Gobierno. Y el país, y los mercados, respiran más aliviados.


ABC - Opinión

Plan de ajuste. Para una vez que el PP hace lo correcto.... Por Pablo Molina

A Zapatero hay que votarle en contra aunque someta a escrutinio que el sol sale por la mañana y se pone al anochecer, y dejar el argumento del patriotismo para cuando se localice a un solo socialista en el Gobierno que no se avergüence de España.

El Partido Popular, en contra de su caótica trayectoria anterior, hizo en la votación de ayer sobre el decreto de recortes del Gobierno exactamente lo que tenía que hacer: Votar un "no" como una catedral. Las apelaciones a que estamos en una situación de emergencia nacional y que su obligación era haberse abstenido, no tienen en cuenta que el origen de la tragedia actual es la presencia en La Moncloa de José Luis Rodríguez Zapatero, por lo que cualquier acción parlamentaria que lo debilite y acelere su caída será siempre un acierto.

Estas llamadas a la sensatez y al sentido de estado de Rajoy vienen curiosamente desde ambos lados del espectro político y mediático, aunque lógicamente por intereses distintos. La izquierda no quiere perder el poder y la derecha no quiere que se destruya España, que es la constante dialéctica de ambas fuerzas desde que se instauró el actual régimen de partidos. Los hay también que esgrimen argumentos de coherencia técnica para justificar su deseo de que Rajoy se hubiera abstenido, como el hecho de que no se puede dar el consentimiento expreso o tácito a medidas más lesivas como el FROB o el Plan E, y negarse a convalidad otras como las incluidas en este decreto que van, aunque tímidamente, en una dirección más acertada que las anteriores.

En todo caso, hay una razón más importante para que el Partido Popular negara su voto al decreto presentado por el Gobierno, que tiene que ver con el momento actual que atraviesa la nación, incapaz de aguantar mucho más tiempo esta sangría de la riqueza futura de los ciudadanos a base de deuda y déficit públicos. Cada minuto que Zapatero siga en el Gobierno va a suponer un paso más hacia un desastre que probablemente sea irreversible llegado el caso. Las medidas que propone no es que supongan un "recorte social", por utilizar la jerga progre a la que con tanto entusiasmo acaba siempre apuntándose el PP, es que no van a servir absolutamente para nada pues el núcleo duro del gasto que sí podría revertir la situación es una caja fuerte que el Gobierno de Zapatero no va abrir jamás. La reforma del Estado de las autonomías, la del mercado laboral, la supresión de ministerios inútiles, la cancelación de la ayuda a los tiranos del tercer mundo, la reestructuración del sistema financiero dejando caer a las entidades insolventes o la transformación profunda de nuestro sector energético, eliminando subvenciones a iniciativas absurdas y carísima y dando entrada a energías limpias como la nuclear, son cuestiones, estas sí, sustanciales que Zapatero no va a abordar porque son contrarias a su visión sectaria de la política.

A Zapatero hay que votarle en contra aunque someta a escrutinio parlamentario que el sol sale por la mañana y se pone al anochecer, y dejar el argumento del patriotismo para cuando se localice a un solo socialista en el Gobierno que no se avergüence de España o de su Historia.

Si el jueves se hubiera rechazado el decreto propuesto por el Gobierno como intentó el PP, es probable que la bolsa hubiera tenido que suspender su sesión ante las fuertes pérdidas y que el diferencial de la deuda soberana del Reino de España se hubiera disparado. Pero es que estas, y otras peores, son cosas que van a ocurrir indefectiblemente a medio plazo mientras Zapatero esté en La Moncloa. La única diferencia con la situación actual tras la aprobación por la mínima del decreto económico es que la agonía será más larga y las víctimas más numerosas.

Cuando la gangrena amenaza irremediablemente una pierna los médicos la amputan sin dudarlo, aunque sean conscientes de que el shock inicial para el paciente va a ser muy doloroso, porque lo importante es salvar la vida al enfermo conservándole sanas el resto de extremidades.

Zapatero es capaz de arruinarnos como país para varias generaciones dejándonos un Estado desestructurado, con las arcas vacías y una constitución invalidada por la propia dinámica de los hechos, por lo que estar en su contra es y será siempre un acto de honor y patriotismo. El PP ayer lo hizo muy bien. A ver si con suerte tarda un poco más de lo normal en volver a las andadas.


Libertad Digital - Opinión

El palique social. Por M. Martín Ferrand

Amitad de camino entre el diálogo de sordos y el de besugos, los llamados «agentes sociales», una de las coartadas del Gobierno para no enfrentarse a su responsabilidad, vienen estirando en demasía un hipotético diálogo social que, por la enjundia que transparenta, tiene mucho más de palique y cotorreo que de conversación responsable y conducente a sentar las bases de un marco de relaciones laborales capaz de, en pie de igualdad con las potencias económicas de la UE, favorecer el desarrollo y el verdadero progreso de la Nación. En ese ambiente, ayer se produjo un cruce de insultos, algo poco edificante, entre Cándido Méndez, secretario general de UGT y heredero directo de las doctrinas de José Antonio Girón y José Solís, y José Luis Feito, presidente de la Comisión de Economía de la CEOE y economista de reconocido prestigio en instituciones como el Fondo Monetario Internacional o la OCDE.

Supongo que Feito irrita a los sindicatos por su anacrónico bigotito, su currículum brillante -antítesis de las biografías de nuestros grandes defensores del proletariado- y su autoría de un libro de especial actualidad y valor divulgativo, En defensa del capitalismo. Como se sabe, defender el capitalismo es algo indigno y perverso mientras que la apología del socialismo -el gran fracaso europeo del siglo XX- es tanto como hacerlo del progreso y la equidad. Feito calificó de «infantil, inmadura y absurda» la postura de los sindicatos mayoritarios por su reciente amenaza al Ejecutivo con una huelga general. Méndez, que tiene la finura del esmeril y la sutileza del granito, le replicó llamándole «sicario». Es decir, asesino a sueldo. Ni tan siquiera le permite al capitalista establecerse por cuenta propia.

Puestos a entender como deseable, como fórmula para la solución de un problema nacional, el diálogo entre los agentes sociales, partes interesadas, debiera establecerse un reglamento mínimo. Al igual que en boxeo no se tolera que un peso pesado, con sus más de 90 kilos, cruce los guantes con un mosca, menos de 50, el Ministerio de Trabajo, que así tendrá alguna función de provecho, debiera estar atento para evitar que un uppercut del púgil de mejor preparación y forma física pueda ser evitado por el más débil y peor formado con un rodillazo en sus partes más íntimas. Méndez ha jugado sucio. ¿Sabe hacerlo de otro modo? El diálogo, como el boxeo, tiene sus normas.


ABC - Opinión

Austeridad. El centro descolocado. Por José María Marco

Desde el jueves no se sabe muy bien cuál es el programa del PP para salir de la crisis. Respaldó las inyecciones de dinero y no rechazó la expansión del gasto público. Ahora rechaza las medidas de austeridad…

En 1986 Felipe González cambió de opinión sobre la pertenencia de España en la OTAN. Así que para rectificar la posición de su partido, salimos de la OTAN y celebramos un referéndum sobre si debíamos entrar o no –cuando ya estábamos dentro–, y al final acabamos ingresando donde ya habíamos estado. Aquel episodio lamentable dio la medida de la consideración que los dirigentes socialistas tenían de la democracia. Hubo incluso quien lo elogió, como si aquello hubiera sido un ejercicio supremo de responsabilidad y, sobre todo, de habilidad.

Tuvo, en cuanto a esto último, una virtud: la derecha, que siguiendo su programa había metido a España en la OTAN, no supo cómo reaccionar... y no llegó al Gobierno hasta 1996. Ante una maniobra del PSOE, la derecha española se quedó sin discurso, sin habla, podría decirse, y no lo recuperó hasta muchos años después.


Las circunstancias de lo que ocurrido esta semana en el Congreso de Diputados no son las mismas, claro está. En 1986 se trataba de la posición de España en la escena internacional. Aquí se trata de la ruina de nuestro país, causada, en buena parte, por quien ahora se ofrece como salvador. Se entiende, por tanto, que el único partido de la oposición votara en contra de unas medidas que parecen garantizar la supervivencia de Rodríguez Zapatero en el Gobierno.

Dicho esto, conviene observar que en la mañana del jueves el Partido Popular, al votar NO a las medidas de ajuste del Gobierno, nos puso a todos al borde del abismo. Todos sabemos lo que habría pasado de haber salido adelante el NO. Pues bien, el Partido Popular prefirió arriesgarse a colocar a España en situación de quiebra y colapso económico en vez de dejar pasar, aunque fuera críticamente, unas medidas que sabe imprescindibles, por muy improvisadas, tardías, contradictorias e insuficientes que sean. Convengamos en que el centrismo radical presenta rostros sorprendentemente variados.

No quedó ahí la cosa. Al votar NO, el PP también se quedó, como ocurrió en 1986, sin discurso. Se veía venir desde hace semanas, cuando ante la ola de recortes de Rodríguez Zapatero, el PP ha ido poniendo el acento, más y más, en la defensa de la política social, por no decir en la de los sufridos, oprimidos y explotados empleados públicos, el nuevo sujeto revolucionario del centro derecha. El jueves todo quedó escenificado con claridad, aunque hay que reconocer que en su intervención Rajoy salvó la trampa de la demagogia, en la que han incurrido bastantes de sus barones. Otros, en cambio, han comprendido muy bien lo ocurrido y en vez de hablar –por lo menos hasta ver qué se debe decir– han pasado a los hechos. Así en el Ayuntamiento de Madrid, con un recorte serio, y la Comunidad de Madrid, donde ya se venían tomando medidas de este tipo, insuficientes también, de todos modos.

En cualquier caso, desde el jueves no se sabe muy bien cuál es el programa del PP para salir de la crisis. Respaldó las inyecciones de dinero y no rechazó la expansión del gasto público. Ahora rechaza las medidas de austeridad... Llegará al poder porque el esperpento de Rodríguez Zapatero es ya desorbitado, incluso para lo que se estila estos días. No es seguro, de todos modos, como muestra lo ocurrido después de 1986...


Libertad Digital - Opinión