martes, 31 de agosto de 2010

De putas y santas. Por Hermann Tertsch

Si para los ayatolás son putas Bruni y Ashtiani, todas las mujeres y los hombres del mundo libre nos deberíamos declarar tales.

DICE el régimen islamista iraní que la primera dama de Francia, Carla Bruni, es una puta. Como también lo son, según los ayatolás, otras mujeres que se han unido a la mujer del presidente Sarkozy en la campaña de solidaridad con Sakineh Mohammadi Ashtiani. Esa mujer iraní de 43 años fue condenada a la lapidación y lleva ya cinco años pudriéndose en la prisión de Tabriz, al oeste de Irán, a la espera de que se ejecute la sentencia. Ashtiani está acusada de mantener una relación extramatrimonial y de haber conspirado para dar muerte a su marido. Ella siempre ha negado estos cargos hasta que hace unas semanas y después de tres días de torturas continuadas y amenazas de muerte contra su familia, asumió la culpabilidad en una farsa de entrevista televisada. Esta confesión pública, a la que ha sido forzada con los métodos más bárbaros, ha espoleado aún más si cabe la indignación de todos los que se han movilizado para salvar la vida a esta mujer iraní.

Carla Bruni se ha puesto, con el filósofo Bernard Henry Levy, a la cabeza del movimiento internacional de solidaridad con esta mujer iraní. Y ahora los medios iraníes, la voz de su amo, la llaman puta. Aquí la vamos a defender ahora, no sin antes dejar claro que nada tenemos contra la prostitución. Y que Carla Bruni nos resulta muchas veces antipática, especialmente cuando insiste en cantar, grabar y difundir esas insufribles canciones que perpetra. Y cuando nos vence con su tramposa pretensión de candidez y posa con elegancia sobrenatural, moviendo con diabólico embrujo esos pies inalcanzables vestidos con bailarinas. Sabemos que la niña angelical es un bichito. Pero bichitos —y bicharracos— hay muchos y pocos tan seductores y deliciosos. Si encarna muchas de las frivolidades y defectos de Occidente es porque ha utilizado para ello la libertad a manos llenas, en la única sociedad que lo hace posible. Bruni tiene la inmensa suerte de ser dueña de su vida. En todos los sentidos. La pobre Ashtiani nunca ha sido dueña de nada en su triste vida y solo por aspirar a algo se le quiere dar muerte, por puta.

Si para los ayatolás son putas Bruni y Ashtiani, todas las mujeres y los hombres del mundo libre nos deberíamos declarar tales. Benditas todas las putas que sientan compasión y la expresan, que quieren libertad y dignidad y luchan por ellas. Benditas todas las mujeres que sean tachadas de putas por esa jauría de fanáticos que son los ayatolás, el presidente iraní Mahmoud Ahmadineyad y todo el movimiento islamista que intenta que cuaje en nuestras sociedades libres ese oscuro credo de odio e imposición, pesadilla para tantos pueblos sometidos. Pero no se aflijan. Donde somos tantas las putas debe haber santas. Y santas deben ser para los ayatolás de Teherán todas las ministras socialistas españolas, tan feministas ellas, que aún no han abierto la boca ni para darse por enteradas de que el drama humano de Ashtiani existe. Santas todas ellas para los torturadores y para ellas mismas, tristes santas que no sienten ni vergüenza.


ABC - Opinión

Cuba. En torno al viaje del PSOE a La Habana. Por Elías Amor

Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista.

Lo siento. No me queda más remedio que insistir una vez más. En el PSOE se equivocan con el régimen castrista. La visita anunciada para la semana que viene de una delegación de este partido a La Habana no va a conseguir los objetivos planteados. Si es que existe algún objetivo.

Primero, se equivocan al pensar que el Gobierno español está detrás de la actual estrategia emprendida por el régimen comunista para excarcelar presos políticos. Lo que está sucediendo en Cuba, a tenor de lo que me informan algunos de los ex presos que ahora viven pacíficamente en Valencia, es que el gobierno castrista está acorralado por una grave crisis económica que puede suponer su derrumbe definitivo y una sociedad civil cada vez más crítica con sus actuaciones y, sobre todo, desde la muerte en prisión de Orlando Zapata Tamayo el pasado 23 de febrero. Una sociedad civil que lucha por las libertades y que empieza a ocupar espacios en las calles, de forma pacífica y ordenada, como un ejemplo cívico de que el cambio es posible desde dentro: el gran temor de los Castro.

Segundo, se equivocan al pensar que no deben entrevistarse con las organizaciones opositoras y disidentes, que además se han dirigido a ellos en demanda de reuniones. Es un error no reconocer a los defensores de la libertad y los derechos humanos en Cuba, y mantener contactos políticos tan sólo con los opresores y los carceleros de gente que lo único que quiere es libertad, como nosotros en España. Con esta decisión, la delegación del PSOE que viajará a Cuba –que, no conviene olvidar, es una delegación de partido, y no de gobierno– para reforzar lo que denominan como "diálogo exigente", va a perder una gran oportunidad de hacer valer ese diálogo, fundamental para el futuro de Cuba, en el que no deben ser excluidos de forma sistemática los grupos de la oposición y disidencia interna.


Tercero, se equivocan al querer confundir a la opinión pública española, por enésima vez, tanto sobre lo que ellos califican como "política de confrontación" –practicada por los gobiernos de José María Aznar, y que sustenta las bases de la Posición Común de la Unión Europea hacia la dictadura comunista de Cuba– como sobre la "política de Zapatero", convencida en que hay que mantener el "diálogo exigente" con los opresores para que se obtengan resultados. Lo siento, pero creer que la libertad de los presos políticos responde al efecto combinado de las gestiones de la política emprendida por el Gobierno español y la jerarquía de la Iglesia es jugar con una miopía política sin precedentes contra un enemigo que se las sabe todas. Ahí están sus 51 años en el poder.

A mí no me cabe la menor duda que los socialistas españoles se alegran de las liberaciones de presos políticos en Cuba, y que muchos, en su corazón, comparten los principios de libertad y derechos humanos que el castrismo roba a los cubanos. Pienso, además, que en este momento la figura de Fidel Castro y de su hermano apenas aportan capital o rentabilidad electoral en la izquierda más radical, un espacio hacia el que el PSOE muestra poco interés, a tenor de las elecciones de años anteriores, sobre todo porque es un espacio prácticamente liquidado en el mapa político español.

Por eso, me gustaría que la delegación socialista, encabezada por Elena Valenciano, se entrevistara con las Damas de Blanco, que formase parte de sus marchas pacíficas en Miramar el domingo, que visiten a los principales disidentes de los grupos de la oposición y que se interesaran por las condiciones en que sufren los presos políticos que no han cometido delito alguno. Sería bueno que mantuvieran reuniones con las organizaciones sindicales independientes, con las asociaciones de pequeños agricultores, con la prensa independiente, con las organizaciones que solicitan que solo haya una moneda, con todos los colectivos que se mantienen alejados del poder omnímodo del castrismo.

Y un último ruego. Sería muy conveniente por el bien del futuro de la democracia en Cuba que PSOE y PP, como principales partidos de España, adoptaran una política consensuada hacia la dictadura comunista. No debería ser difícil alcanzar este objetivo si se establecen bases adecuadas de diálogo entre los dos partidos. La Posición Común podría verse muy reforzada de una estrategia estable y ordenada frente a la dictadura castrista que dejase muy claro que España no desea un régimen dictatorial en Cuba, que apuesta por la democracia y la libertad, así como el pleno respeto a los derechos humanos, y que no deben existir presos políticos ni represión por el ejercicio de las libertades democráticas.

¿Es tan difícil ponerse de acuerdo en estos postulados? Muy bien haría la delegación socialista de comunicar estos principios al régimen castrista y hacerle ver que con España no se juega ni se utiliza el chantaje para conseguir objetivos de muy corto plazo. Ese sería el verdadero sentido y papel a desempeñar por España en el futuro de Cuba, y todos estaríamos de acuerdo. Todos, excepto los castristas.


Libertad Digital - Opinión

Agresiones. Por Eduardo San Martín

Un cambio en la posición del Gobierno sobre el Sahara le enajenaría aún más el favor de la izquierda militante en favor del Polisario.

Vaya por delante que los activistas españoles detenidos y maltratados este fin de semana en El Aaiún por la policía marroquí sabían que se metían en la boca del lobo. Podían suponer lo que les esperaba y asumieron el riesgo. Es incluso probable que ese fuera precisamente su objetivo. No podía entrar en sus planes, sin embargo, el grado de brutalidad con que fueron tratados.

Dicho esto, las agresiones vuelven a poner a prueba las relaciones entre ambos países porque afecta a una cuestión, el Sahara, que Marruecos considera intocable.


Ninguna protesta de amistad con España va a atemperar una conducta que viola las resoluciones de la ONU y algunos derechos fundamentales. Para observadores expertos, es la cuestión del Sahara la que se esconde detrás de los últimos incidentes de Melilla. Nadie cree que, en la capital marroquí, Rubalcaba hablara sólo de comisarías conjuntas y cooperación antiterrorista. El último informe de la ONU sobre el Sahara es muy negativo para Marruecos. El asunto se encuentra en punto muerto y Rabat, que cuenta ya con el apoyo de Estados Unidos y Francia, quiere sumar a España para modificar la doctrina oficial de la ONU sobre el asunto: referéndum de autodeterminación. Los próximos meses podrían ser decisivos.

Además, el asunto plantea un doble dilema al Gobierno español. De un lado le obliga a elegir entre la defensa de sus nacionales o no incomodar a un régimen al que trata como aliado preferente, pero que no pierde la oportunidad de apretarnos donde más nos duele cuando le conviene. A lo que se ve, el Gobierno se inclina por lo último. De otro, un posible cambio en su posición sobre el Sahara, al que cada día es más propenso, le enajenaría aún más el favor de una izquierda que milita activamente en favor del Polisario. No será el último incidente.


ABC - Opinión

Crisis. El orgullo de ZP. Por Emilio J. González

La única salida a esta más que difícil situación que Zapatero ha creado él solito es ir a las urnas. Lo malo es que el presidente está cegado por su orgullo, el cual le impide ver que está encerrado en un callejón sin salida.

Suele decirse que el orgullo precede a la caída. Para Zapatero, va a ser su perdición. Error tras error, el presidente del Gobierno ha conseguido prácticamente quedarse aislado en términos políticos y ahora se encuentra desesperado por ver cómo salva lo que queda de legislatura ya que, en última instancia, el poder le gusta más que a un niño un caramelo y va a luchar a la desesperada para tratar de conservarlo. De hecho, este apego al poder llevó a ZP a tratar de destruir al Partido Popular y ahora se encuentra con que, después de haber quemado casi todos los puentes y las vías de comunicación con el PP, no puede acudir a él para sacar adelante los presupuestos para 2011 y, de esta forma, prolongar su ya agónica estancia en La Moncloa. Porque los del PP, después de cómo los ha tratado, ya no se muestran dispuestos a colaborar y piden elecciones anticipadas. Lo mismo que una CiU que no se olvida de cómo los socialistas catalanes traicionaron el pacto alcanzado entre Mas y ZP para la gobernabilidad de Cataluña. El presidente, por tanto, no tiene apoyos y, más que pedirlos, los mendiga, estando dispuesto a entregar todo lo que pida quien le brinde los votos necesarios para seguir en el poder, aunque para ello tenga que vender a España si hace falta. El PNV conoce de sobra la apremiante necesidad de apoyos parlamentarios que sufren los socialistas y ya ha dejado bien claro que está dispuesto a cobrar por ellos un precio muy elevado, como también lo ha dejado claro Urkullu recientemente al hablar de elecciones anticipadas; con lo cual han puesto a ZP entre la espada y la pared y si este no pasa por el aro peneuvista, no habrá presupuesto.

En estas circunstancias, un político sensato trataría de restaurar unas mínimas relaciones con el PP. A Zapatero, sin embargo, su orgullo se lo impide. Su orgullo y su estrategia, porque después de negar la crisis por activa y por pasiva, después de rechazar de plano las medidas de ajuste que proponían los de Rajoy, más sensatas que las ideas descabelladas que han salido de Moncloa, ahora no puede sentarse a hablar con los populares de pacto porque éstos pondrían sus condiciones, contrarias a la política de los socialistas, y se acabarían llevando el mérito de las soluciones contra la crisis, algo que el presidente no está dispuesto a concederles ni de broma. Y eso suponiendo que, a estas alturas, los del PP quisieran pactar, lo cual, por lo visto en el momento de convalidar el decreto de recorte del sueldo de los funcionarios y de congelación de las pensiones, hoy por hoy no parece posible. Con semejantes coordenadas, cualquier político con un mínimo de sensatez y de sentido del Estado entendería que la legislatura se ha acabado, que hay que ir a elecciones anticipadas. Pero en Zapatero, cualquier cosa parecida a ese sentido de Estado es pura coincidencia. Su orgullo le impide darse cuenta de que está políticamente acabado; dado que quiere seguir adelante al precio que sea, porque lo único que le importa es él mismo, está dispuesto a dar lo que sea con tal de satisfacer sus deseos.

En el PNV lo saben y por eso tensan y tensan la cuerda con sus demandas a cambio de sus votos. Saben perfectamente que cuanta más presión le metan a Zapatero, más concesiones le van a conseguir arrancar. Concesiones que tienen dos objetivos: la perpetuación del PNV en el poder en el País Vasco y la marcha inexorable hacia el autogobierno como preludio de la independencia. Y ZP, a quien España le importa un bledo, está dispuesto a conceder y conceder. Lo malo es que al presidente del Gobierno le puede volver a ocurrir como en Cataluña: que los socialistas vascos rechacen los acuerdos a que pueda llegar con el PNV porque saben que si desperdician la oportunidad de cambio en el País Vasco que se ha abierto con la llegada de Patxi López a la lehendakaritzia no les vuelve a votar ni el tato. Y el PSE no está por suicidarse políticamente, y menos aún por que su supuesta autoinmolación sirva para apuntalar en el poder a un líder tan crecientemente contestado en las filas socialistas de toda España como Zapatero, con lo cual es dudoso que llegue a respaldar lo que puedan acordar Moncloa y el PNV.

¿Qué pasaría entonces? Pues que ZP se habría quedado completamente solo, sin apoyos con los que sacar adelante una sola medida económica, con la oposición pidiendo elecciones anticipadas con más y más insistencia y con los mercados tomando buena nota de la ingobernabilidad de la economía española y actuando en consecuencia para hundirnos profundamente en una crisis que todavía no hemos empezado a superar. La única salida a esta más que difícil situación que Zapatero ha creado él solito es ir a las urnas. Lo malo es que el presidente del Gobierno está cegado por su orgullo, el cual le impide ver que está encerrado en un callejón sin otra salida que ésta.


Libertad Digital - Opinión

Turismo de alboroto. Por M. Martín Ferrand

Nada más útil en un Estado totalitario, con democracia aparente, que multiplicar los sucesos de sensible repercusión.

¿QUÉ pasaría si, esta misma tarde, un grupito de catorce ciudadanos extranjeros se manifestara en la calle principal de cualquier ciudad española de doscientos mil habitantes con pancartas y voces reivindicativas de la independencia de Ceuta, Melilla o Gibraltar? Entra dentro de lo probable que, ofendidos, los lugareños lleguen a increpar a tan extravagantes y escasos manifestantes y, aunque escapa a lo deseable, llegasen a producirse agresiones físicas. La presencia de la Policía en el lugar de los hechos, ante una manifestación ilegal, sin los trámites previos que exige cualquier Estado de Derecho, tendrá que ser necesariamente disuasoria y tampoco constituiría rareza que los manifestantes fueran trasladados a una comisaría y, en evitación de mayores altercados callejeros, se limitasen sus movimientos.

Marruecos, nuestro vecino del Sur, es un Estado soberano que, independientemente del entusiasmo o rechazo que puedan producirnos sus notas diferenciales, incluidos su condición teocrática y sus limitaciones al ejercicio ciudadano a los derechos humanos, merece el respeto de todos nosotros. No es de recibo, por mucho que ahora les broten voces de adhesión, que catorce vecinos de Gran Canaria se trasladen a El Aaiún y, sin más, desplieguen una pancarta y griten por la independencia del Sahara Occidental. Algo contrario a la doctrina oficial marroquí y, también, a la posición española expresada en nuestras relaciones bilaterales y en los foros internacionales.


Tan absurda y chocante es la conducta de los activistas canarios que este fin de semana montaron su numerito en El Aaiún que, en uso de mi libertad de sospechar, sospecho que, de un modo espontáneo o inducido, sirven, más que a los intereses del pueblo saharaui, a los del Reino de Marruecos. Las muchas y crecientes tensiones sociales, aceleradas por la crisis económica, que, enmascaradas por una fuerte represión policial, viven nuestros vecinos, empuja a su Gobierno a utilizar como válvula de descompresión, como mecanismo de distracción de la opinión pública marroquí, tensiones e incidentes como los que acabamos de vivir en Melilla. Nada más útil en un Estado totalitario, con democracia aparente y gruesas restricciones en el uso de la libertad, que multiplicar —ahora en el Sahara Occidental— los sucesos de fácil y sensible repercusión mediática como los producidos por estos extraños turistas de la algarabía política que se fotografían tumefactos a la vuelta de un incidente que ellos mismo provocaron. Si ellos pueden, en el extranjero, desplegar sus pancartas, yo podré, en casa, airear mis sospechas. Supongo.

ABC - Opinión

La factura de los Presupuestos

Rodríguez Zapatero tendrá que pasar el Rubicón de la negociación de los Presupuestos Generales del Estado 2011 en situación de debilidada. Del desenlace final de las Cuentas depende en buena medida el futuro del Gobierno. El escenario no es nuevo en cuanto a la aritmética parlamentaria ni a las posibles alianzas, aunque la realidad social, económica y política se encuentre más deteriorada. El año pasado, el PSOE contó con el PNV y Coalición Canaria para derrotar en el Congreso las enmiendas de totalidad que el PP, CiU, UPyD, ERC-IU-ICV y el BNG habían presentado contra el proyecto de Presupuestos para 2010. A día de hoy los indicios apuntan a que el escenario podría repetirse.

Se avecina una intensa negociación con los nacionalistas vascos y canarios, puesto que el resto de grupos ya ha anunciado de una forma u otra sus profundas discrepancias con la política económica del Gobierno. La posición de los partidos catalanes está además comprometida y condicionada por los comicios en aquella comunidad y las estrategias electorales de unos y otros. Por tanto, la situación aboca de nuevo a la repetición del pacto entre socialistas, nacionalistas vascos y los canarios. Esa triple alianza sería suficiente para sacar las Cuentas, porque sumaría 177 votos, por encima de los 175 de la mayoría.


El problema para el presidente es que hasta alcanzar ese compromiso queda un trecho complejo y espinoso. Ya en el mercadeo del pasado año el Gobierno cedió en un asunto tan controvertido como el blindaje del Concierto vasco, por el que las normas tributarias forales sólo pueden ser recurridas ante el Tribunal Constitucional.

En ese tira y afloja, los prolegómenos no son tranquilizadores para quienes pensamos que este Gobierno no es precisamente un guardián inflexible del bien común. La secuencia de los acontecimientos fue que el portavoz del PNV, Josu Erkoreka, amagó el sábado con unas elecciones anticipadas si los Presupuestos no contaban con los apoyos suficientes, o sea, los del PNV, y que Rodríguez Zapatero respondió ayer mismo desde Shanghai con toda una declaración de intenciones a favor de avanzar en las transferencias y el autogobierno del País Vasco. Obviamente, el presidente es muy libre de elegir sus apoyos entre el arco parlamentario y de establecer conversaciones preferentes con quien estime oportuno. Otra cosa muy distinta es que esa alianza nos parezca preocupante y que sea moralmente tolerable arañar los votos necesarios para sacar el proyecto de turno al precio que sea.

Todo hace indicar que Rodríguez Zapatero superará la reválida de los Presupuestos, porque los precedentes demuestran que el presidente sabe ganarse los votos necesarios. Pero más allá de la suerte parlamentaria de una votación, el factor de mayor calado en todo este proceso es que se perpetuará una política fracasada en una situación marcada por las dificultades y las urgencias. Lloverá sobre mojado para un país abocado a la crónica adversidad.


La Razón - Editorial

Una ley del silencio para el Sahara Occidental

Tras la "espontánea" agresión el mensaje parece claro: no queremos a nadie que nos recuerde nuestras obligaciones internacionales. Lo que buscan de España es complicidad a la hora de imponer la mordaza y lo peor es que de momento la están consiguiendo.

Supuestamente, la función esencial de todo Estado es la de defender a sus ciudadanos, pues para ello se le ha dotado del monopolio de la violencia. Cabría esperar, por tanto, que el Gobierno español mostrara un poco más de preocupación por la suerte que corren sus ciudadanos más allá de sus fronteras. Cuando en un país que no se caracteriza precisamente por su defensa de los derechos humanos, unos españoles son agredidos por defender asuntos incómodos para el Estado marroquí y además lo son supuestamente por policías vestidos de paisano, todas las alarmas deberían encenderse.

No cabe duda de que el Sahara Occidental es un tema sensible para Marruecos, que pretende consolidar de iure una situación de hecho sin permitir que el pueblo saharaui se pronuncie sobre la ocupación ilegal en referéndum. Cualquier reivindicación política que recuerde el auténtico statu quo del Sahara le resulta terriblemente desagradable. Pero que sepamos cuáles son las razones de las hostilidades de la monarquía no significa que el Reino de España deba vender ni a sus ciudadanos ni tampoco a los saharauis, que al menos hasta hace 35 años eran formalmente ciudadanos españoles.


Sin embargo, el Gobierno de Zapatero lleva seis años de cesión permanente ante las bravuconerías del autócrata marroquí. La última, hace unas semanas con el conflicto de Melilla, el cual obligó a Rubalcaba a improvisar un viaje a Rabat –ni a Ceuta ni a Melilla– para rendir pleitesía al sultán y firmar un documento de colaboración policial idéntico al que habían suscrito dos años atrás. Todo fue puro teatro destinado a convencernos de que existe un clima cordial de cooperación donde sólo hay amenazas por una parte y genuflexiones por la otra.

Y es que los socialistas llegaron al poder con la excusa de restaurar las buenas relaciones con Marruecos y lo único que han conseguido es que éste se envalentone cada vez más y que vaya tensando la cuerda con tal de duplicar sus exigencias hacia el Gobierno español. Ahora, tras la "espontánea" agresión a los ciudadanos españoles, el mensaje parece claro: no queremos a nadie que nos recuerde nuestras obligaciones internacionales. Lo que buscan de España es complicidad a la hora de imponer la mordaza a propios y extraños y lo peor es que de momento la están consiguiendo.

De nada sirven en este caso las excusas aducidas por Zapatero, pues una cosa es que haya que plantear una estrategia diplomática inteligente, guardando las formas en público y presionando en privado, y otra que "inteligencia" equivalga a darle a la monarquía absoluta alauí todo lo que pide. Tal como están las cosas, lo peor que podría hacer este Gobierno, y el partido que le da sustento, es dejar en la estacada a los ciudadanos españoles que han sido agredidos de un modo similar al que, en su día, se dejó en la estacada a los saharauis.

No sólo por nuestras responsabilidades históricas con este pueblo, sino porque deberíamos ser conscientes de que el apetito del sultán es insaciable y de que si la colonización del Sahara Occidental tiene un éxito total, más adelante exportará el modelo de la Marcha Verde a Ceuta, Melilla y Canarias. Diplomacia es saber prevenir los conflictos antes de que estallen y para ello nada mejor que dejar las cosas claras desde el comienzo. Llevamos seis años de retraso y cuando prenda la mecha de nada servirán unas fraternales relaciones "tío-sobrino" que tan inútiles se han mostrado ya en todos y cada uno de los encontronazos previos.


Libertad Digital - Opinión

Montilla caduca

Resulta evidente la sensación de fracaso del tripartito, por el balance de su gestión y por la idea misma del frente de izquierdas social-nacionalista.

EL presidente catalán, José Montilla, no ha decidido aún la fecha en la que se celebrarán las elecciones autonómicas, aunque los condicionamientos que tiene su calendario político —con la visita del Papa Benedicto XVI a Cataluña— no le dejan mucho margen de elección. Descartado el 24 de octubre, probablemente los catalanes tendrán que esperar a mediados o finales de noviembre. Pero mientras Montilla sigue deshojando la margarita de las elecciones, el diagnóstico sobre esta legislatura que acaba en Cataluña es cada día más notorio. Acumula síntomas de cambio de ciclo, que, en realidad, sería un retorno de ciclo si las urnas confirman los resultados de las encuestas y dan la victoria a CiU.

Lo que resulta evidente es la sensación de fracaso del tripartito, no sólo por el balance de su gestión, sino también de la idea misma del frente de izquierdas social-nacionalista, montado sobre la mutación del PSC, que ha pasado de ser un partido socialista no nacionalista a unas siglas de ideología amorfa con pulsiones soberanistas. Esta desfiguración del socialismo catalán está en la base del desmoronamiento del PSC en los sondeos, y en la percepción ciudadana de que ya no es capaz de representar un proyecto definido, sea de autogobierno avanzado, casi federal; o de un pro-soberanismo ajeno a su identidad histórico política. La aventura temeraria del Estatuto ha quebrado la política catalana, que se meterá en un callejón sin salida si CiU o el PSC perseveran en el desafío al orden constitucional. Este es el legado de Zapatero a Cataluña, un ciclo de inestabilidad institucional que no ha tenido más motivos que su repelencia ideológica a los pactos de Estado con el PP, a las reglas de concordia de la Transición y a los principios del Estado autonómico.


ABC - Editorial

La legislatura, en manos de PNV

El PNV ya se lo ha advertido al Gobierno: recurrirá al chantaje político si es preciso y sacará tajada de la debilidad del Zapatero más expuesto desde que llegara a La Moncloa.

LA tensión en la negociación de los Presupuestos Generales del Estado entre el Gobierno y el PNV no ha esperado siquiera a septiembre para hacerse visible, y el intercambio mutuo de mensajes revela el estado de necesidad en que se halla José Luis Rodríguez Zapatero y la posición de fuerza que han adoptado los nacionalistas vascos. Las incipientes tomas de contacto en las negociaciones pronto serán un auténtico proceso opaco plagado de cesiones inconfesables porque en nada favorece a Zapatero su cultivada imagen de dadivoso oportunista, y menos aún cuando lo que está en juego es su supervivencia en la legislatura. En cualquier caso, los guiños entre ambos son un síntoma de que no todo está perdido para Zapatero, a quien una hipotética prórroga de los Presupuestos obligaría a convocar elecciones. Ahora, Zapatero no se recata en buscar al PNV como «socio preferente», y los nacionalistas se saben «los únicos socios posibles», por lo que ya han advertido de que no van a «dejar pasar la ocasión». Representando su papel de oposición en el País Vasco para pasar al cobro las facturas pendientes, el PNV recurrirá en Madrid al chantaje político si es preciso y sacará tajada de la debilidad del Zapatero más expuesto desde que llegara a La Moncloa.

«Más autogobierno» exige el PNV y «más autogobierno» está dispuesto a conceder Zapatero. La garantía del control presupuestario de las Diputaciones vascas se da por descontada. Cuestión distinta es qué garantías podrá dar Zapatero desde su inestable posición para afrontar una hipotética reforma del Estatuto de autonomía vasca, y con qué grado de credibilidad podrá acoger el PNV sus promesas. Los compromisos adquiridos en su día por el jefe del Ejecutivo con el líder de CiU a cuenta del Estatuto catalán se saldaron hace ya meses con la lapidaria afirmación de Artur Mas de que «Zapatero no es de fiar». Y precisamente el PNV nunca ha portado la ingenuidad por bandera. Por ello, la principal incógnita de esta negociación no es saber qué nuevas competencias está dispuesto Zapatero a transferir al País Vasco, sino qué garantías de «poder político» es capaz de ofrecer al PNV a medio plazo. No es descabellada la hipótesis de que ese «poder político» sólo puede pasar por la desactivación de la alianza entre socialistas y populares en el País Vasco en primer término, y por el desalojo de Patxi López de Ajuria Enea en última instancia. No son casuales, pues, ni los recientes dardos de López a Zapatero a cuenta de la debilidad del PSOE, ni la advertencia lanzada por Josu Erkoreka para que el Gobierno vasco «no interfiera» en su negociación con Zapatero. El jefe del Ejecutivo equiparó ayer en China el tamaño de «Miguelín», el enorme muñeco que se exhibe en el pabellón español de la Expo de Shanghái, con el tamaño que adquirirá la economía española. Pero eso ya no dependerá de Zapatero, sino del PNV.

ABC - Editorial

lunes, 30 de agosto de 2010

El incansable improvisado. Por José maría Carrascal

Las contradicciones nunca han asustado a nuestro presidente, que sin vacilación niega en una plaza lo que aseguró en otra o anuncia lo que ha jurado nunca haría.

RESULTA difícil decir cuál de los problemas con que se enfrenta Zapatero es más grande y peligroso. La huelga general convocada por los sindicatos; la aprobación de unos presupuestos sin contar con los votos necesarios; las elecciones catalanas con el paisanaje que trina; las primarias de Madrid con el partido dividido. Por no hablar ya de su pérdida de prestigio dentro y fuera de casa.

¿Cómo va a lidiarlos? Pues como siempre, Zapatero no tiene un plan general de gobierno. Se encara con cada situación como si fuera la única, le da un par de muletazos, y pasa a la siguiente, con la que hace lo mismo, para saltar a otra, y a otra, y así sucesivamente, sin solución de continuidad.


La huelga va a tratar de minimizarla, dando la razón a los sindicatos, pero haciendo ver a sus líderes que su plan de ajuste le ha venido impuesto desde fuera, aparte de ser necesario para lograr la recuperación. Los presupuestos va a intentar pasarlos con el apoyo del PNV como hizo el año pasado: pagando el elevado precio que le pedían. Si el precio que este año le piden es exorbitado —la cabeza de Patxi López, por ejemplo—, les hará ver que si le dejan caer, la suerte que les espera con un gobierno del PP va a ser bastante más dura que en su mandato. El chantaje opera en ambas direcciones y estamos ante dos expertos en él. En Cataluña, va a presentarse como el salvador de lo salvable del Estatut, tras la poda que le ha dado el Tribunal Constitucional. Mientras en Madrid, va a movilizar la inmensa fuerza que tiene desde el gobierno y desde el partido para descabalgar a Tomás Gómez antes de que su rebeldía se extienda, para ponerla luego a disposición de Trinidad Jiménez en su lucha con Esperanza Aguirre.

Surgirán naturalmente contradicciones en esta parcelación estratégica —por ejemplo, lo que le pida el PNV puede no casar con las medidas de ahorro o lo que prometa en Barcelona puede chocar con lo que anuncie en Madrid—, pero las contradicciones nunca han asustado a nuestro presidente, que sin la menor vacilación niega en una plaza lo que aseguró en otra o anuncia lo que ha jurado nunca haría. Su política es una improvisación constante, con un único objetivo: salvar como sea el obstáculo que tiene delante, para alcanzar el próximo y, así, aguantar hasta que escampe. Y si no escampa, tampoco pasa nada. El pasado y el futuro no le importan, él vive sólo en el presente. De ahí que, en Shanghai donde se encuentra, no debe haberle preocupado la portada de la sección económica de «El País» de ayer: «Más de un millón de empresas han cerrado en los últimos tres años».


ABC - Opinión

Zapatero. Juego y vida. Por Agapito Maestre

La exhibición de Zapatero de la copa del mundo sobre cinco millones de parados no deja de ser una indecencia, aunque se justifique para vender productos españoles en Asia.

Cuando el juego deja de ser juego, la tragedia ha comenzado; cuando los espectadores del juego se van a sus casas obsesionados por lo visto, la psiquiatría inicia su trabajo; cuando los jugadores al final del juego no logran quitarse sus máscaras, el juego ha muerto confundido con la realidad. El rito final del culto lúdico, la bajada del telón en el teatro, las luces apagadas del estadio, o el permiso que piden los matadores para abandonar el coso taurino no sólo han perdido vigencia, actualidad, sino que han muerto para la mayoría de una sociedad enajenada.

Nuestra época ha terminado con la esencia de todo verdadero juego a la par que ha hecho de la vida, de la seriedad de todo acto libre, una banalidad. Si es cierto que la seriedad, la normalidad de la vida cotidiana, hace tiempo que sobrevive confundida con el juego, no es menos verdad que el juego ha muerto, sí, porque su esencia, o sea su "The End", permanece entre sombras. Oscurecido. Casi borrado. Nuestra época ha difuminado el momento, el instante, en que todo verdadero juego se acaba. Cuando el juego no tiene fin, una ruptura entre la jovialidad y la seriedad se convierte en un sucedáneo de la vida, incluida la vida política; ejemplo extremo de la muerte del juego y de la política es la utilización de Rodríguez Zapatero, en China y Japón, del triunfo mundial de la selección nacional de fútbol.


Sobre esa prolongación exagerada del juego en la vida política, un eterno retorno mortecino sobre lo ya vivido, viaja Rodríguez Zapatero por esos países con el único objetivo de vender la "marca España". No seré yo quien exagere la crítica al presidente del Gobierno por esta utilización del juego para mejorar la vida económica de España –también lo hizo Hitler con la Alemania de su tiempo o la China Comunista con sus pasadas Olimpiadas–, pero no puedo dejar de despreciar a quien ha reducido la acción política a un juego falso de imágenes entre la ficción del juego y la falseada realidad. La exhibición de Zapatero de la copa del mundo sobre cinco millones de parados no deja de ser una indecencia, aunque se justifique para vender productos españoles en Asia.

Rodríguez Zapatero hace su agosto, nunca mejor dicho, levantando una copa que no es propiamente suya sino de una sociedad que hace tiempo hizo del juego, especialmente del fútbol, su mejor forma de eludir lo real. En eso estamos todos los españoles: "vivimos" sentados entre dos sillas, entre un juego descafeinado y una realidad falsa, sin saber qué hacer. Zapatero lo sabe y presiona por todas partes para que los votantes confundan el juego con la realidad, lo lúdico con lo serio; se trata, en fin, de crear una atmósfera política de enajenación total, o peor, un ambiente para que vivamos incómodos, alerta como los animales, en la noche donde todos los gatos son pardos.

He ahí la baza principal de Zapatero para el nuevo curso político. ¡Más de lo mismo! Se trata de reducir al ciudadano a una enorme panza que vota cada cuatro años. Quizá por eso sea cada día más difícil hallar a un ser humano que camine erguido y se acomode sobre un solo asiento.


Libertad Digital - Opinión

Hombres de negocios. Por Ignacio Camacho

El secuestrador de los cooperantes se dice un hombre de negocios. Y debe de serlo, porque el Gobierno ha negociado.

EL tal Omar el Saharaui, competente secuestrador —por encargo— de los cooperantes españoles en el Sahel, dice que él no es un terrorista sino un hombre de negocios. Un profesional con amplia experiencia, vaya; antes había trabajado con los polisarios, y quién sabe en qué más empresas. Sin duda debe de serlo, y eficaz por cierto, habida cuenta del exitoso desarrollo de sus últimas gestiones. Como al fin y al cabo se trataba de negocios, el Gobierno español se ha prestado a negociar entre profesionales. Total, todo era cuestión de un sencillo toma y daca: Omar secuestra, España paga y Al Qaida cobra y suelta la presa. La libertad de los rehenes a cambio de un poco de dinero, y de propina la excarcelación del mercenario, que como nadie es perfecto se había dejado prender por Mauritania en un descuido. En todas las negociaciones hay flecos de última hora que conviene dejar cerrados para que no se estropee el objetivo principal. Todos contentos; no hay nada como un trato entre caballeros.

El Gobierno se ha acostumbrado a negociar. Nuestra estructura diplomática es experta en el manejo de esta clase de negocios —por ejemplo, con Marruecos— y el CNI dispone de numerosos agentes reciclados en el manejo de operaciones de índole mercantil con lo mejorcito de cada casa. Negoció con los piratas somalíes que se apoderaron del «Alakrana» —unos pardillos que al final se olvidaron de aquel Adu jovenzuelo, preso en Madrid, y se pusieron a celebrar bodas con la pasta del rescate—, y negoció con ETA, que es un hueso más duro de roer porque sus cabecillas carecen de la necesaria profesionalidad, fanatizados como están por el delirio del poder y de la sangre. Pero todo se contagia y ahora parece que los etarras han escrito por ahí un papel en el que solicitan cuatro millones de euros para dejar de extorsionar a empresarios en una eventual tregua. Los tíos ya quieren una subvención por dejar un rato lo suyo, y esto es sólo el principio; como alguien les dé cuartelillo acabarán pidiendo plazas de funcionarios.

A Omar el Saharui le ha dado el Gobierno estatus de hombre de negocios como antes le dio a Otegui —¡y hasta a De Juana Chaos!— el de hombres de paz. El tipo va por ahí hablando con periodistas y protestando de su inocencia; es un honrado traficante de personas, automóviles, rebaños, cosas. Un hombre que se gana la vida trabajando, como los demás, y que a veces tiene trato con los terroristas de Al Qaida porque son gente que anda por ahí, en esos desiertos de Alá. Un subcontratista, que diríamos. Le dieron quince mil euros por la gestiónde los cooperantes y se quedaron con el resto del rescate —de seis a ocho millones de euros— para sus necesidades logísticas. Puro negocio. Los españoles son gente razonable: entienden en seguida la dimensión de los asuntos, cumplen su palabra y pagan al contado. Da gusto entenderse con gente así.


ABC - Opinión

Cascos. Vuelve un clásico. Por Emilio Campmany

Si finalmente Rajoy se ha decidido a contar con él, será porque no ha tenido más remedio que hacerlo. Dicho de otro modo, la elección de Cascos es más un signo de debilidad que una prueba de su fortaleza.

Al parecer, Francisco Álvarez Cascos será el candidato del PP en Asturias en las elecciones autonómicas de 2011. Lo más noticiable del asunto es que tal cosa sea noticia cuando es obvio que es el mejor candidato que el PP puede presentar en el Principado.

Cascos es desde luego un clásico del PP y, por eso mismo, extraña que Mariano Rajoy haya finalmente decidido apoyarle. Extraña porque a Rajoy, que también es un clásico, no le gusta rodearse de veteranos. Y mucho menos le apetece entregarle a nadie de la vieja guardia una baronía cuando ya se sabe que, en España, las baronías constituyen los trampolines más adecuados para asaltar la dirección nacional de cualquiera de los dos grandes partidos. Todo lo cual hace pensar que la decisión del presidente del PP no ha sido voluntariamente tomada, sino que le ha venido impuesta, bien por las circunstancias, bien por otras personas, bien por las dos cosas a la vez.


Las circunstancias importan. Siendo Asturias una comunidad uniprovincial, la victoria allí no es demasiado relevante a efectos de ganar las generales en 2012, que es lo que a Rajoy le interesa. Pero no cabe duda de que, estando perdida Cataluña, habiendo posibilidades para el PP de ganar en Castilla-La Mancha, siendo posible derrotar a los socialistas en Extremadura y estando en tenguerengue Baleares, la derrota en Asturias sería más importante de lo que el tamaño de la región sugiere. Además, Asturias ha sido siempre un bastión socialista y el que ahora pasara a serlo del PP podría dar lugar a un dominio de la derecha allí para muchos años, como ha ocurrido en Madrid, Valencia y Murcia, que habiendo sido durante la Transición tradicionales comunidades del PSOE, hoy pertenecen inequívocamente a la derecha sin que pueda atisbarse a corto plazo ningún cambio.

Por lo tanto, la candidatura de Cascos puede contribuir notablemente a que el mapa de España que muestren las televisiones la noche del 29 de mayo sea predominantemente azul y esto podría bastar para justificar la decisión de Rajoy.

Sin embargo, no sé por qué, me da en la nariz de que Rajoy hubiera preferido evitar la vuelta del clásico Cascos no fuera a ser que el nuevo barón, si finalmente los asturianos le otorgan el título, caiga en la tentación de participar en alguna conspiración para derrocar al Hamlet gallego. Así que, si finalmente se ha decidido a contar con él, será porque no ha tenido más remedio que hacerlo. Dicho de otro modo, la elección de Cascos es más un signo de debilidad que una prueba de su fortaleza.

No parece probable que en Génova haya causado demasiados estragos el diagnóstico de The Economist cuando afirma que en 2012 ganará en España el partido que se atreva a prescindir de su actual líder, pero allí no pueden desconocer la obvia debilidad de quien hoy encabeza el PP. Si Cascos ha logrado imponer su candidatura es que la dirección nacional se siente más débil de lo que a los demás nos parecía.

En definitiva, a Rajoy le pasa con Cascos lo que a Zapatero con Tomás Gómez, que los candidatos se les empiezan a imponer en vez de ser ellos quienes imponen sus candidatos a los demás. En fin, que no ha terminado agosto y el panorama en los dos principales partidos se presenta de lo más interesante. Conviene pues permanecer atentos a la pantalla y no perder ripio.


Libertad Digital - Opinión

Sahara, otra vez

Es mucho lo que está en juego en la relación bilateral y muy poco lo que puede arreglarse por la vía de la confrontación.

MARRUECOS demostró el sábado, una vez más, que no es posible manifestarse libremente en defensa de un Sahara Occidental independiente. Al menos no en territorio marroquí o bajo control marroquí. Catorce activistas españoles viajaron desde las Islas Canarias y se manifestaron en El Aaiún en defensa de la independencia de la antigua colonia española. No estaría de menos tener presente que los manifestantes decidieron tomar la calle sin haber realizado los trámites pertinentes para poder celebrar una manifestación. Si esos trámites se hubieran completado y la autorización para la manifestación hubiera sido denegada, otro gallo cantara. Pero lo cierto es que no parece que la pequeña manifestación del sábado en El Aaiún pudiera representar una verdadera amenaza al orden público o la estabilidad en el territorio ocupado por Marruecos. Y, desde luego, en ningún caso justificaba la violencia empleada. Por el contrario, la represión y el confinamiento temporal de los catorce activistas españoles en la Casa de España en El Aaiún más bien parece una nueva rampa de lanzamiento para la causa anti-marroquí. El Gobierno de Rabat alterna sus problemas en las plazas españolas de su costa norte con los incidentes en el sur en la antigua colonia española. Bien es verdad que esos problemas afectan casi siempre a ciudadanos españoles pues pocos otros hay que manifiesten un mínimo interés por la suerte de los saharauis. La cuestión ahora es clarificar si el deseo de Marruecos es mantener una relación de estabilidad con España o se va a buscar cualquier excusa para que sirva como nuevo pedestal desde el que agitar el conflicto. Es mucho lo que está en juego en la relación bilateral y muy poco lo que puede arreglarse por la vía de la confrontación.

ABC - Editorial

Zapatero se la juega

El nuevo curso político que arranca tras las vacaciones aparece como uno de los más complicados que se recuerdan para el futuro de Rodríguez Zapatero, y también de más incierto desenlace. El presidente se la juega en muy distintos frentes y en circunstancias altamente adversas. De su habilidad para maniobrar en terrenos pantanosos y de su capacidad de aguante para no arrojar la toalla dependerá también la suerte del país. Las experiencias no son tranquilizadoras para los intereses generales. En estos últimos años ha habido argumentos y razones más que suficientes para dar la palabra a los ciudadanos en unas elecciones anticipadas. Con un Gobierno desbordado e ineficaz y una situación económica y del empleo muy adversa, Zapatero se ha mantenido a la espera de que la tormenta escampara y de que Europa le hiciera los deberes a tiempo. Pero lo cierto es que los problemas se han amontonado y el desgaste de su figura y el descrédito de la gestión de sus ministros son cada vez mayores. La encuesta de NC Report para LA RAZÓN certifica que una mayoría de españoles (49,7%) cree que, pase lo que pase, el presidente no convocará elecciones generales. O lo que es igual, que piensan que el jefe del Ejecutivo no actúa conforme al bien común.

Zapatero regresará a su despacho oficial sin pasar por el tradicional mitin de Rodiezmo, a modo de preámbulo del otoño caliente que le aguarda. La huelga general y los Presupuestos Generales del Estado 2011 serán dos reválidas tempranas que marcarán el futuro del Gobierno y puede que el desenlace precipitado de la Legislatura. El apoyo de los nacionalistas a la Cuentas no será gratis y los daños colaterales de esa negociación no serán menores. La alternativa es que si no es capaz de superar esas pruebas, si le explota la situación de aislamiento y de soledad social y política, no habría salida política legítima que no fuera la cita con las urnas.


En cualquier caso, Zapatero tiene además los frentes abiertos de los enfrentamientos internos en el PSOE de Madrid, las próximas elecciones en Cataluña o la crisis económica, con la subida de impuestos y la reforma de pensiones como debates vulnerables para el Ejecutivo, que a buen seguro no mejorarán su deteriorada imagen pública. Y todo ello con la vista puesta en ETA y la posible candidatura proetarra a las elecciones locales y forales. Un panorama difícilmente más negro, que genera un escenario de incertidumbres inconveniente para un país con demasiadas urgencias.

Desde hace meses hemos insistido editorialmente en que estamos ante un Gobierno cuyo tiempo político se había agotado y en que sólo la alternancia política sería capaz de generar la confianza perdida para emprender, con la autoridad moral y política recobrada, las reformas profundas que el país necesita. El Ejecutivo ha sido víctima de su propio estilo de dirigir el país, a golpe de improvisación y ocurrencias, sin un rumbo determinado. Desbordado por las consecuencias de sus errores, decidió cambiar de dirección parcialmente urgido por Europa. Quedarse a medio camino fue la peor opción. La verdad es que el curso político parece agotado antes incluso de su arranque.


La Razón - Editorial

Rajoy apuesta sobre seguro

Sólo cabe esperar que, de confirmarse la noticia, Cascos, antiguo secretario general de los populares, lleve a Asturias los principios que de la mano de Aznar insufló con tanto éxito en el PP: la defensa de España y de la libertad.

Una de las estrategias que más daño ha hecho al PP en los últimos dos años fue esa todavía inexplicada decisión de Rajoy de cortar relaciones con "la vieja guardia aznarista" y abrir de par en par la puerta a conservadores y liberales. Con esta pose, Rajoy no sólo dio a entender que abandonaba los tradicionales principios que habían hecho grande al PP y que lo distinguían como un buen partido de gobierno, sino que además renunciaba a colaborar con un equipo de gestores de avalada experiencia en unos momentos en los que la sociedad española demandaba como agua de mayo un gabinete de profesionales y no de sectarios ideólogos.

Sin embargo, la propuesta de Rajoy durante estos últimos meses ha consistido en un grupo de políticos sin experiencia de gestión previa y con unas ideas y principios poco claros. Por este motivo, el PP no ha empezado a distanciarse moderadamente del PSOE en las encuestas hasta que el Reino de España se halló al borde de la suspensión de pagos y Zapatero hubo de enmendar parte de su irresponsable demagogia previa a través del tijeretazo y la reforma laboral.


No cabe más que considerar una noticia positiva que Rajoy haya rescatado a alguno de los miembros de la vieja guardia de la que él fue parte integrante de cara a las próximas elecciones autonómicas. Aunque no deja de tener un cierto aire caciquil que siga siendo Rajoy –y no los militantes– quien ponga o quite a candidatos locales o autonómicos, de entre todas las opciones que tenía delante el gallego la de Álvarez-Cascos era la más razonable. Se trataba del candidato natural para la presidencia del Principado de Asturias, que sólo podía desestimarse haciendo gala de un furibundo sectarismo rupturista con la mejor historia del PP.

Pero es dudoso que Rajoy pueda permitirse hoy esta serie de lujos. Si Zapatero está desgastado ante la sociedad española, el gallego no lo está menos. Todos los sondeos son unánimes en el desencanto que siente el electorado hacia ambas figuras, y algún prestigioso semanario inglés incluso ha pronosticado que la victoria en las generales se la llevará aquella formación lo suficientemente audaz como para jubilar a su líder.

De ahí que, ya dando por imposible cualquier resultado mínimamente decente en Cataluña, Rajoy necesite de una noche electoral perfecta en las elecciones autonómicas y municipales de 2011. No hay margen para el error: el PP debe arrasar en toda España o Rajoy puede ver cuestionado su liderazgo justo en los meses anteriores a las generales.

Como ya sucediera con las europeas, cuando Rajoy se la juega, recurre a valores seguros de la "vieja guardia". Mayor Oreja o Álvarez-Cascos cuentan con la garantía de haber formado parte de alguno de los mejores gabinetes de nuestra historia y eso, inmersos como estamos en una crisis nacional, institucional y económica sin precedentes, es un mérito muy a tener en cuenta. Pero, además, para Rajoy este tipo de candidatos tienen una ventaja añadida: si por cualquier razón pierden los comicios, siempre se les podría atribuir la derrota a su filiación aznarista de la que el gallego quiere distanciarse.

En cualquier caso, tretas políticas al margen, si se confirma la candidatura de Francisco Álvarez-Cascos, sólo cabe esperar que el antiguo secretario general de los populares lleve a Asturias los principios que de la mano de Aznar insufló con tanto éxito en el PP: la defensa de España y de la libertad. Asturianos y españoles los necesitamos con bastante urgencia.


Libertad Digital - Editorial

Otro «tijeretazo» en ciernes

El nuevo recorte es, una vez más, la paradoja de un Gobierno que siempre presumió de no desatender a los «desfavorecidos» y que ahora se ve acorralado por su propias contradicciones.

LAS cuentas siguen sin cuadrar al Gobierno. La exigencia hecha meses atrás por la Unión Europea y por Estados Unidos al Ejecutivo de Rodríguez Zapatero para acometer una urgente y drástica reducción del déficit público, y evitar así el drama de un rescate de la economía española similar al decidido con Grecia, está obligando al Ejecutivo español a hacer mucho más que esfuerzos más o menos bien intencionados. En realidad, le está empujando a recurrir a artimañas más típicas de la letra pequeña de un contrato que a una gestión transparente y sincera con el ciudadano. Según adelanta hoy ABC, el Gobierno está estudiando la posibilidad de dar a medio plazo un nuevo «tijeretazo» a las prestaciones por desempleo, rebajando la cuantía de los subsidios de paro. Hasta el momento, un desempleado con derecho a subsidio percibe el 70 por ciento de su base reguladora durante los primeros seis meses y el 60 por ciento de esa base hasta el final de la prestación. La idea que maneja Moncloa para los próximos meses pasa por reducir esos porcentajes hasta el 60 por ciento en la primera fase, y al 50 por ciento para el resto del periodo con derecho a subsidio, de modo que un parado con una base reguladora de mil euros y dos años de paro pasaría de cobrar 15.000 euros a 12.600; un recorte del 16 por ciento. Si a ello se unen la posibilidad de que el Gobierno decida recortar también los días que se tienen derecho a la prestación por desempleo y la prórroga con restricciones que impedirá a más de 70.000 actuales desempleados el acceso a la ayuda de 426 euros cuando agoten sus prestaciones, el puzle completo ofrecería la imagen de un Gobierno que, de nuevo, asesta un severo varapalo a su maltrecho icono de las «políticas sociales».

Es, una vez más, la paradoja de un Gobierno que siempre presumió de no desatender a los «desfavorecidos» y que ahora se ve acorralado por su propias contradicciones y por la más errónea de las estrategias para luchar contra una profunda crisis económica: la de la incoherencia de dar bandazos constantes. Sin más recortes impopulares no parece que vayan a cuadrar las cuentas. Los excesos del pasado de un Gobierno manirroto, su imprevisión y su afán por negar la realidad durante más de un año se están pagando hoy con un desempleo desbocado, con una economía incapaz de crecer a ritmo constante, con una reducción drástica en la inversión de obras públicas y con subidas de impuestos generalizadas cuyo tope el Ejecutivo mantiene deliberadamente abierto. Cuando la necesidad obliga, la incapacidad ahoga.

ABC - Editorial

domingo, 29 de agosto de 2010

Recortar los recortes. Por José María Carrascal

Ante un otoño políticamente dramático, el Gobierno recorta los recortes y reaviva las dudas sobre su plan de ajuste.

LA mejor receta para superar la crisis se la he oído a Carlos Ocaña, subsecretario de Estado de Hacienda: «Vivir de acuerdo con nuestras posibilidades». Lo malo es que el gobierno del que forma parte sigue gastando en obra pública, pese a tener ya más autovías que ningún otro país de Europa tras Alemania y ser el primero en líneas de alta velocidad.

Que los españoles hemos venido viviendo por encima de nuestras posibilidades es ya un lugar común en los medios financieros. Yo lo he constatado en cada viaje a Alemania y Estados Unidos, dos países con mucho más desarrollo, tecnología y recursos que el nuestro. Sin embargo, el alemán y el norteamericano medio se permiten menos lujos que nosotros. No comen tantas veces en los restaurantes, ni pasan tantas horas en el bar, ni tienen tantos días libres, ni están tan protegidos contra el despido. Me refiero, naturalmente, a los españoles con empleo fijo. Los demás, tienen que apañarse con el subsidio, el apoyo familiar y el trabajo negro. Pero eso no incrementa la riqueza general. La disminuye.


Nada de extraño que nuestra crisis sea más difícil de atajar que la de los países de nuestro entorno. Pues lo más grave es que si los españoles venimos viviendo por encima de nuestras posibilidades, nuestras tres Administraciones, a nivel municipal, autonómico y nacional, han sobrepasado hace mucho las suyas.

Si queremos superar la crisis, esas ínfulas de nuevo rico deberán acabarse. Tanto a nivel personal como gubernamental, tendremos que empezar a vivir de acuerdo con nuestras posibilidades, y lo primero que hay que preguntarse es si un país como el nuestro puede permitirse tantos funcionarios, festejos, autovías, aeropuertos, pabellones de deportes, palacios de congresos, filarmónicas, subvenciones, premios, concursos y trenes de altísima velocidad. ¿Saben ustedes lo que cuesta no ya el tendido, que es astronómico, sino el mantenimiento de la vía del AVE? Pues 100.000 euros por kilómetro al año, que se convierten en 180.000 si es en túnel. ¿Puede España permitirse tales lujos? Yo pienso que no y sospecho que el señor Ocaña tampoco. De ahí su advertencia. Que no ha servido, al parecer, de mucho.

En la primavera, Europa obligó al Gobierno español a recortar drásticamente sus gastos, ya que estaba poniendo en peligro el propio euro. Ante un otoño que se presenta políticamente dramático, sin embargo, el Gobierno ha recortado los recortes, con lo que reaviva las dudas sobre su plan de ajuste. Pero a Zapatero sólo le importan las elecciones. El resto es «intendencia», algo que no preocupa a quienes, como él, nunca han tenido el problema de cómo llegar a fin de mes.


ABC - Opinión

Anímese, señor Rajoy. Por M. Martín Ferrand

Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.

CUANTO más excluyente sea el bipartidismo en que, no necesariamente para bien, estamos inmersos, más indispensable resulta examinar, en cada caso, el anverso y el reverso de la realidad política. La cara y la cruz de la moneda con la que nos jugamos el futuro individual y colectivo. Algunos, los devotos incondicionales, quienes están dispuestos a votar al PP o al PSOE sea cual fuere su programa y aunque encabezara la lista de las legislativas por Madrid un auténtico chimpancé, no necesitan esos matices; pero los cuatro millones de españoles que «no saben, no contestan», porque queremos saber para contestar, debemos ser exigentes en la demanda y rigurosos en la observación de los matices diferenciales para no caer en el españolísimo vicio del «quítate tu que me pongo yo».

Este fin de semana, mientras en Génova se mantiene la indecisión sobre algunos candidatos indispensables y Francisco Camps, de hecho, se autoproclamaba para su propia sucesión, Mariano Rajoy apareció en Torrox, Malaga, un lugar que, alegóricamente, fue en los tiempos de la España romana la primera factoría sedera del Mediterráneo occidental. Los gusanos de seda reúnen las condiciones precisas de calma y sosiego para ser los idóneos animales de compañía del líder popular y alternativa teórica para el muy urgente y necesario relevo de José Luis Rodríguez Zapatero.

Rajoy, con buen sentido, cogió el toro por los cuernos de Afganistán y, tras pedirle al presidente del Gobierno que «dé la cara», actitud a la que Zapatero es poco proclive, reclamó el reconocimiento de que la misión de nuestras tropas allí destacadas «no es humanitaria», que se trata de una auténtico «conflicto bélico». Cualquier demócrata sensato podría hacer suyas las demandas que Rajoy le hizo a Zapatero; pero, quienes esperamos de nuestros gobernantes, presentes o futuros, un punto más de mérito y excelencia, quisiéramos saber algo más. Dado que, según la denuncia del PP, no es buena la política gubernamental en el imperio de las amapolas viciosas, ¿cuál es la alternativa que se propone? Rajoy no dijo, y debiera hacerlo para que sepamos a qué atenernos por ambos lados, si es partidario de que nuestras tropas, humanitarias o beligerantes, abandonen el escenario afgano y, por ampliación, cuál es el modelo de política exterior que nos propone. Anímese, señor Rajoy, háganos partícipes de sus proyectos. Usted, de haber sido inquilino de La Moncloa, ¿hubiera pagado rescate por los secuestrados de Al Qaeda en el Magreb Islámico? Una alternativa sin definición y contenido, puramente platónica, no es una alternativa política solvente.


ABC - Opinión

Tricornio y chapiri. Por Alfonso Ussía

En un magnífico artículo publicado en estas páginas de LA RAZÓN, Luis E. Togores nos informa de la obsesión del ministerio de Defensa por eliminar de la uniformidad legionaria el chapiri, el clásico gorrillo del Tercio. Significaría una estupidez más. La modernidad, eso tan discutible en instituciones honradas por la tradición. También quisieron fulminar los socialistas el tricornio de la Guardia Civil. Cuando se apercibieron de que la Guardia Civil era la misma con o sin tricornio, abandonaron la estúpida idea. Días atrás lo demostraron de nuevo. Dos héroes más, caídos en la lejanía, en una guerra que el Gobierno no quiere reconocer. Le llegan los cuerpos sin vida de los valientes y ellos siguen en su buenismo de ONG. Los «marines» americanos conservan el uniforme de gala desde su fundación. De ser los responsables de la Guardia Real inglesa Chacón, Méndez y compañía, ya habrían, en beneficio de la modernidad, intentado cambiar los morriones de los guardias reales por cómodas gorras modelo ciclista. Más cómodo y moderno. Y los «beefeater’s» vestirían de no se sabe qué, para pasear con más holgura y modernidad por los vericuetos de la Torre de Londres.

El chapiri es una seña de identidad de los legionarios. Lo que molesta a estos bobalicones horteras no es el chapiri, sino la Legión. Y todo lo que ayude a rebajar la histórica y heroica personalidad de los legionarios sirve para culminar sus planes. Repárese en la uniformidad de la única creación militar de Zapatero, la UME. Su uniformidad es más hortera que un Quijote de ámbar sobre base de lapislázuli. Si hay que cambiar, mejor hacerlo en la UME, que apenas cuenta con cinco años de existencia, que en la Legión, con noventa años a sus espaldas de patriotismo, sufrimiento, sacrificio, lealtad, dolor, heroicidad y muerte. Todo por España, y eso es lo malo.

Además, el chapiri es airoso, chulo y macho. Lo lleva una legionaria y también resulta macho sin que la portadora pierda un gramo de feminidad. La Real Academia Española ignora su voz. Si se mantiene sobre las cabezas de los legionarios cuando sea editada la vigésima tercera edición de su Diccionario, sería justo y conveniente que incluyeran esta palabra centenaria. No es seguro, porque moviéndose Juan Luis Cebrián por ahí, tiene más posibilidades de instalarse en el cuerpo de nuestro idioma «clítoris» que chapiri. Cosas de los sabios.

En los Ejércitos, las tradiciones se respetan con celo y orgullo. La Dirección General de Innovaciones Horteras del Ministerio de Defensa –quizá, la más activa de todas–, ignora que la modernidad en las Fuerzas Armadas se ciñe exclusivamente a la calidad del armamento y el material. No es moderno eliminar el chapiri, sino contar con carros de combate cuyo blindaje soporte una bomba terrorista y tenga capacidad de reacción inmediata y precisa. Pero la obsesión no es otra que oscurecer la personalidad del Tercio, como lo fue, hasta que fracasó, la de robarle los símbolos a la Guardia Civil.

En mi caso, van a pinchar. En 1992 tuve la honra de ser nombrado «Legionario de Honor» en Monte Jaque, en plena serranía de Ronda. Mi compadre en aquella ocasión fue el gran escritor y poeta Manuel Alcántara. Nos entregaron un diploma y un chapiri. Me sienta de dulce y lo guardo como oro en paño. Y como «legionario de honor» no hay ministra ni Constantino que se atreva a quitarme mi chapiri. Y si no se atreven conmigo, que soy tan poquita cosa, menos se atreverán en los legionarios que día tras día, sin darse importancia, demuestran estar dispuestos a morir por España y los españoles. Con su chapiri, claro.


La Razón - Opinión

Elecciones anticipadas. Por Germán Yanke

Se suelen esgrimir dos motivos en defensa de la convocatoria de elecciones anticipadas: el interés o la desesperación.

Se suelen esgrimir dos motivos en defensa de la convocatoria de elecciones anticipadas: el interés o la desesperación. En el PP, aunque no todos abiertamente, se han pedido porque, a todas luces, las circunstancias les son propicias. Si se trata de que el presidente Rodríguez Zapatero pierda, que les parece más eficaz que cualquier programa alternativo, éste es el momento. O cuanto antes. Otros las reclaman porque, a la vista de la incoherencia e improvisación gubernamentales que no presagian nada bueno, se sienten angustiados. Incluso sin entusiasmo por el relevo, piensan que más vale ir a las urnas y dar paso a un mal menor.

No son argumentos sin importancia pero palidecen ante el obstáculo de la aprobación de los Presupuestos para el próximo año y no precisamente porque el presidente y sus negociadores no puedan sacarlos adelante, lo que colocaría su supervivencia política en un grave aprieto, sino porque este objetivo, la supervivencia, se convierta, aprobándolos, en la más seria y lamentable prueba de que es preciso el adelanto electoral. En el último Debate sobre el Estado de la Nación se explicitó que el socio elegido por el presidente era el PNV y este partido es consciente de que su baza negociadora no es ya la tranquilidad parlamentaria sino, llanamente, la subsistencia de Rodríguez Zapatero. Ante la alarma de Patxi López sobre lo que los nacionalistas puedan reclamar, un dirigente del PNV le reprocha una actitud incomprensible «si quiere que el Gobierno central se mantenga».

El PNV asegura querer, incluso para que lo administren los socialistas en Vitoria, añade con indisimulado cinismo, «pleno autogobierno» entendiendo éste a su particular manera y con el añadido deseo de dar de paso una patada en el trasero de los acuerdos entre socialistas y populares que les llevaron a la oposición. Las políticas activas de empleo, por ejemplo, no están transferidas por una inquina que no existe con otras comunidades autónomas, sino porque el PNV, en el poder o no, las reclama de un modo que rompe la unidad de caja de la Seguridad Social y no puede considerarse acorde a la Constitución. Si Rodríguez Zapatero, que ya paralizó por idénticas presiones la transferencia razonable negociada por López, tiene que pasar ese fielato es mejor, sencillamente, que convoque elecciones. No por falta de apoyos, que en este mercadeo podría conseguir, sino por seriedad y solvencia. Incluso los que no las quieren hoy se lo agradecerían. Y los que las desean deberían saber qué va a hacer quien las gane con los nacionalistas.


ABC - Opinión

Seguridad Social. Inversión versus especulación. Por Juan Ramón Rallo

El auténtico objetivo de Zapatero no es revalorizar los ahorros de la Seguridad Social en beneficio de los pensionistas futuros, sino financiar sus múltiples dispendios presentes a costa de esos pensionistas futuros.

En su gran libro sobre inversión bursátil, Benjamin Graham, el maestro de Warren Buffett y de todos aquellos individuos que de manera sistemática han obtenido rentabilidades extraordinarias en el mercado de valores, sostenía que era de primera importancia diferenciar entre "inversión" y "especulación": "Una inversión es aquella operación que, tras un cuidadoso análisis de la misma, nos asegura recuperar el principal y obtener una rentabilidad adecuada. Las operaciones que no cumplan estos requisitos son especulativas".

La persona que niegue esa crucial distinción no sólo estará engañando a las demás, sino que se estará confundiendo a sí misma a la hora de tomar (horribles) decisiones financieras. No se trata de adoptar una pueril retórica izquierdista, loando la inversión y deplorando la especulación; pues ésta última cumple funciones muy importantes en un mercado. Se trata, más bien, de que no estemos especulando cuando creamos estar invirtiendo, es decir, que no nos expongamos a perder todos nuestros ahorros en operaciones que no garantizaban con una elevada probabilidad su recuperación.


En esto, sin embargo, la gente tiende a pecar de reduccionista. Ya en 1934, Graham se quejaba de que para el saber popular el término inversión resulta equivalente a colocar nuestro dinero en bonos de renta fija y el término especulación se asimilaba con adquirir acciones bursátiles. Pero esto no es más que un prejuicio muy poco científico que puede condenarnos de por vida a la pobreza.

Adquirir una acción de una empresa es una forma de convertirse en propietario de esa empresa; es decir, es una forma de comprar un derecho sobre una parte del conjunto de activos de esa compañía y sobre los beneficios futuros que generará.

Por ejemplo, imaginemos que heredamos un millón de kilos de trigo, de modo que tenemos dos opciones: o guardar ese trigo en el almacén (o venderlo y meter las resultas debajo del colchón) o comprar un campo de trigo (valorado en un millón de kg. de trigo) que cada año produce 100.000 kg., los que a su vez reinvertimos en adquirir nuevos campos de trigo. Si seguimos la primera opción, al cabo de 30 años disfrutaremos de ese millón de kilos de trigo, ni más ni menos. En cambio, si siguiéramos la segunda, al cabo de 30 años gozaríamos de alrededor de 180 campos de trigo que nos proporcionarían una renta anual de 18 millones de kg. de trigo.

Sustituyan los campos de trigo por empresas con sus bienes de capital, trabajadores, relaciones comerciales, know how... y ya podrán entender qué es invertir en bolsa: comprar una participación en una compañía que no sólo genera una renta anual incremental (en términos reales), sino que incluso crece orgánicamente a través de la reinversión de esa renta. Un proceso que además no conoce límites (pues el número y la capitalización de las empresas no están dados, sino que aumentan en función del ahorro disponible en una sociedad) y que no ha de acarrear grandes riesgos: si resultaría absurdo concluir que todas las empresas son igual de malas o que todas se ven abocadas a una quiebra muy probable, también resulta absurdo pensar que todas las acciones son igual de malas o arriesgadas.

Zapatero, con su Seguridad Social (SS), sin embargo, no sólo nos impide capitalizar en la bolsa ese tercio de nuestro salario que mes a mes nos arrebata, sino que además, ahora, destina los ahorros de la SS a adquirir una deuda pública española que proporciona un rendimiento mucho menor que la media histórica de la bolsa (4% frente a 10%) e implica un riesgo mucho mayor (pues existe un riesgo cierto de que el Estado español entre en suspensión de pagos). Una decisión totalmente absurda desde el punto de vista financiero; como decía Graham: "[Dado que el bono es una inversión con una rentabilidad limitada] nuestra principal preocupación debe ser la de evitar perder dinero: la selección de bonos es sobre todo un arte negativo. Es un proceso que consiste en excluir y rechazar más que uno de buscar y aceptar".

Graham nunca hubiese considerado la deuda pública española como una inversión, sino como una insensata forma de especulación. Zapatero, sin haber leído a Graham, probablemente también lo haga: en realidad, su auténtico objetivo no es revalorizar los ahorros de la SS en beneficio de los pensionistas futuros, sino financiar sus múltiples dispendios presentes a costa de esos pensionistas futuros.

Con esta operación, el Estado español se funde los ahorros de la SS a cambio de prometer reponerlos en el futuro (¿podemos confiar en semejante promesa de Zapatero?). Los Kirchner tuvieron que nacionalizar los fondos privados de pensiones argentinos para apropiarse de su ahorro voluntario; los Zapateros lo han tenido más fácil: para apropiarse del ahorro coactivo de los españoles sólo han tenido que alargar la mano. Al cabo, fue Franco quien se lo nacionalizó hace décadas.


Libertad Digital - Opinión

Jirones de Gobierno. Por Ignacio Camacho

El Gabinete ha dejado de existir como órgano colegiado. Está hecho jirones, sin cohesión ni iniciativa ni fiabilidad.

EL Gobierno se fue de vacaciones deshilachado y ha vuelto hecho jirones. Como equipo no funciona porque carece de cohesión y como órgano colegiado simplemente ha dejado de existir, es una mera entelequia jurídica. Las escasas decisiones las toma un núcleo pretoriano cada vez más reducido —apenas Blanco y Rubalcaba— en torno al núcleo duro de Moncloa. Los ministros se contradicen unos a otros y más que falta de coordinación dejan ya traslucir la sensación de que están empezando a pasarse facturas y a darse puñaladitas de pícaro. Fernández De la Vega se ha esfumado, volatilizada a la espera de que Zapatero la envíe a sentarse en el Consejo de Estado. Moratinos ha desaparecido —su ausencia en la crisis de Melilla ha sido clamorosa— y ya es el candidato virtual a la Alcaldía de Córdoba. Chacón y Corbacho tienen un pie en la política catalana; la primera no ha dado la cara ante los asesinatos de Afganistán y el segundo anda en un pulso sordo con Elena Salgado por la reforma laboral y la de las pensiones. Trinidad Jiménez se ha enfrascado en las primarias de Madrid. Chaves está en la pendiente de la jubilación y carece de competencia(s). El resto ha desaparecido: ni están ni se les espera. El Gabinete ha perdido toda fiabilidad porque no sólo no decide sino que lo que dicen sus miembros no dura o sufre continuas rectificaciones. La falta de fortaleza que ha denunciado Patxi López, expresando tal vez un malestar del partido, constituye una evidencia clamorosa.

Si Zapatero pretende agotar la legislatura necesita una remodelación urgente de este equipo abrasado, y si piensa adelantar las elecciones también precisa de un Gobierno fuerte que adopte las medidas más urgentes sin armar un descalzaperros en la frágil economía nacional. Con lo que tiene no tira de ninguna forma. El problema es que su forma de gobernar (?) es tan personalista y está tan desgastado que le va a costar un mundo incorporar a gente con peso específico propio; se ha acostumbrado a manejarse con ministros livianos conformes con hacer de secretarios y chiquichancas. A estas alturas ya sólo se entiende con Blanco, que actúa de vicepresidente sin nombramiento; también respeta el criterio de Rubalcaba, eslabón perdido de conexión con el tardofelipismo, pero lo tiene centrado en el encargo con que confía salvar el mandato: el final de ETA. Y más vale que siga ahí porque es el único que puede ponerle cierta cordura a un empeño tan resbaladizo e inquietante.

Así las cosas, el curso va a empezar sin ninguna pujanza en la dirección política del Estado, cuyos responsables han perdido la capacidad de iniciativa y ya sólo pueden componer chapuzas. Los propios socialistas están desconcertados porque el presidente no mueve pieza. La precampaña autonómica y municipal acabará forzando la crisis, pero hasta que eso ocurra el país va a seguir en manos de un Gobierno exánime. Un guiñapo político.


ABC - Opinión

¿Qué vale La Moncloa?

Si Zapatero aspira a llegar a enero en La Moncloa debe cambiar el vigente equilibrio del poder en el País Vasco.

CON las declaraciones del portavoz del PNV en el Congreso a la agencia Europa Press se dio un paso más en la estrategia nacionalista de asfixiar al Ejecutivo de Patxi López. En ellas Josu Erkoreka sostiene que sin los apoyos necesarios para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado para 2011 «sería inconcebible y una irresponsabilidad que el Gobierno pretendiera agotar la legislatura». Lo que sólo puede ser calificado como una obviedad. Pero a ello añadió Erkoreka que se está «poniendo de manifiesto la interferencia» de Patxi López en la transferencia de las políticas de empleo y le describió como «muy condicionado por el control que sobre él ejerce el PP». Aquí tenemos las dos claves del nuevo curso político a día de hoy: el PNV está dispuesto a vender caro su apoyo a los Presupuestos Generales de 2011 y a la supervivencia de José Luis Rodríguez Zapatero como presidente del Gobierno. Y no tiene inconveniente en señalar al Partido Popular como un obstáculo para ese apoyo.

Afortunadamente, el PNV es cada vez menos sutil en sus planteamientos. Y de las declaraciones de ayer de Erkoreka queda claro que los nacionalistas no reconocen al lendakari del Gobierno vasco poder de decisión para promover las políticas de empleo que estime oportunas —no porque no les gusten éstas, sino porque siguen sin reconocer su legitimidad como lendakari— y continúan rechazando el ejercicio democrático que representa la mayoría que respalda al actual Gobierno vasco. Todo ello sumado, el resultado es cada vez más evidente: si Zapatero aspira a llegar a enero en La Moncloa debe cambiar el vigente equilibrio del poder en el País Vasco, de mayoría constitucionalista. ¿Cuánto vale la continuidad de Zapatero en Moncloa?


ABC - Editorial