domingo, 10 de enero de 2010

La estratosfera por la que andamos. Por Fernando Jáuregui

Alfonso Guerra es, y quien lo dude se equivoca, un gran político. Otra cosa es la valoración que cada cual pueda hacer acerca de cómo aplica sus capacidades. Pero tiene veteranía y la ambición, desde que Zapatero le negó ser presidente del Congreso, controlada. El cupo de importancia lo tiene ya cubierto; por eso, sus declaraciones han de tomarse con una dosis considerable de respeto, por mucho que el histrionismo del personaje, hoy matizado, a veces altere el porcentaje de equilibrio de sus palabras. Dice de la política catalana en general, y me parece que del president Montilla en particular, que está(n) "en la estratosfera" por sus ataques a la aún nonnata sentencia del Constitucional sobre el Estatut. Yo creo que tiene razón el ex "número dos" de Felipe González y actual presidente de la Comisión Constitucional de la Cámara Baja: el president de la Generalitat es una de esas figuras políticas increíbles, cuyo vuelo rasante hace bueno aquel remontarse excesivamente alto de su predecesor, Pasqual Maragall. Montilla nunca incurrirá en una "maragallada", pero jamás albergará en su alma una grandeza. Me parece, como lo fue Maragall, una desgracia para Cataluña, como me temo que se comprobará algún día. Y sospecho que perderá el sillón en las próximas elecciones, porque su tripartito es, desde hace tiempo, inviable. Y su liderazgo político, imposible.

Montilla -y lo que es más lamentable, personajes políticos tan importantes y solventes como el "conseller" de Economía, Antoni Castells_ está poniendo en un riesgo, como jamás ocurriera con Jordi Pujol, la cohesión del Estado. Y todo por su pugnacidad en defender la literalidad de un Estatut que a nadie le preocupa: el texto está en vigor desde hace tiempo, se aplica con mayor o menor normalidad y soportará que el Tribunal Constitucional, en la sentencia más esperada de la Historia, diga que Cataluña no puede ser definida como nación, sino como nacionalidad. O precisiones similares, que, en el fondo, a nadie quitan el sueño y en nada van a variar la realidad de las cosas.

Montilla -y, lo que es más triste, otros personajes políticos del futuro, no del pasado_ cree que el Estatut hace ganar o perder votos en Cataluña y que, por tanto, hay que defender la literalidad de su texto a capa y espada. Como si, a estas alturas, la sentencia del Constitucional fuese a cambiar el estado -lamentable_ de las relaciones entre Cataluña y el resto de España. Sí, están en la estratosfera, como dice Guerra. No solamente Montilla, o Castells, o Artur Mas, o Puigcercós, sino buena parte de la sociedad civil catalana, que se ha dejado arrastrar por esta torrentera. ¿Y el PP? El PP catalán, está claro, no conecta con la mayoría de la población ni con sus aspiraciones nacionalistas, pero eso siempre ha sido así. Cataluña, me lo advertía, poco antes de morar, aquel inmenso político que era Francisco Fernández Ordóñez, quien me parece que contagió su idea a Adolfo Suárez, no es lo mismo que el País Vasco. En Cataluña casi todos son más o menos nacionalistas, quizá un poco independentistas si las cosas no se hacen como es debido. El gran riesgo para España como Estado reside en Cataluña, me decía el inolvidable "Paco". NO en Euskadi.

Montilla -y, lo que es más preocupante, la mayor parte de la clase política catalana_ no hace las cosas como es debido. Carece de la lealtad constitucional que reclama el respeto a las sentencias del Tribunal Constitucional, por muy devaluado que haya quedado el dichoso Tribunal. Y así andan todos, en pos de la entelequia, jorobando al personal y empozoñando la ética y la estética política.

En lo que Guerra se equivoca es en limitar el pensamiento estratosférico a Montilla, a su Govern o a la clase política catalana en general. La estratosfera, o Babia, se extiende como un magma insoslayable por buena parte de la carcundia política nacional a la que damos, los leales y bienpensantes ciudadanos, el pan y la sal. No se entienden, si no, esos fastos europeístas tan alejados de la Europa de los ciudadanos y tan cercanos a la Europa de los prebostes; ni el combate que el Gobierno ha iniciado, en defensa de la Sociedad de Autores, contra los usuarios de Internet. No se entiende, si no, la mayor parte de los titulares de las portadas de los periódicos, que hablan de una clase política instalada en la irrealidad: ahí tiene usted esa polémica entre diversas autonomías acerca del tamaño de los ordenadores que se entregan a nuestros escolares. Si eso no es andar, como Arsmtrong, por la luna, entonces, ¿qué es? Pues eso: en la estratosfera es donde estamos. A Guerra, que tanto sabe de estas cuestiones, tenemos que agradecerle el diagnóstico. Aunque se haya quedado corto.


Periodista Digital - Opinión

La prohibición del burka

EL debate iniciado por presidente francés Nicolás Sarkozy sobre la creciente presencia en las sociedades europeas de musulmanas que, casi siempre obligadas por sus familiares, se visten con burkas o nijabs, de modo que todo su cuerpo queda oculto tras el ropaje, está destinado a marcar una tendencia en un problema que tarde o temprano puede ser de actualidad en toda Europa. El burka es una indumentaria degradante que manifiesta un sometimiento injusto de la mujer, y es normal que su proliferación en calles y plazas haya causado un efecto inquietante, más aún en pleno debate sobre la definición de la nacionaliad francesa.

El burka se considera erróneamente como una expresión puramente religiosa, en cuyo caso podría merecer respeto como una íntima opción confesional. Sin embargo, tiene sobre todo una dimensión exterior, destinada a la sociedad ante la que esa vestimenta se exhibe y que manifiesta un afán de distancia o incluso de rechazo hacia los usos habituales de la colectividad de acogida. Un burka es una expresión pública del apego -en cierto modo fanático- a la tradición cultural o religiosa de la que estos ciudadanos provienen y de resistencia activa a formar parte de la secularizada sociedad europea.

Algunos creen que no se necesita una ley específica que lo prohíba, dado que ya existen normas ordinarias que impiden a los ciudadanos ocultar completamente su rostro. En todo caso, si se considera que es legítimo defender el uso de determinada vestimenta a pesar de la conflictividad social que pueda acarrear, más legítimo debería ser que el Estado proteja aquellas actitudes que promueven la integración de las distintas colectividades y defienden la dignidad de la mujer frente a actitudes degradantes. Francia prohibió en su día el pañuelo con el que muchas musulmanas se cubren el pelo, precisamente para no entintar el concepto de la laicidad del Estado en la conciencia de los escolares. Ahora se trata de mujeres mayores de edad y del espacio público, algo mucho más delicado desde el punto de vista de las libertades individuales. Pero este no es en ningún caso un problema de libertad religiosa. Lo que está en juego es algo muy distinto.


ABC - Opinión

La década perdida. Por Jesús Cacho

Como es norma cuando de calificar periodos de estancamiento económico se trata, también en España se empieza a hablar de los primeros 10 años de este siglo como de la “década perdida”. En voz baja, no vaya a ser que se enfade quien desde el BOE reparte las subvenciones, y echando la culpa al empedrado, es decir, a Madoff y compañía. Lo ocurrido aquí, sin embargo, es bien conocido y sus responsables tienen nombres y apellidos. Frente a la herencia económica recibida en marzo de 2004, las dos legislaturas del PSOE han devenido en la peor crisis económica registrada desde 1947, traducida en la pérdida de todas las ganancias de convergencia real –renta, riqueza y empleo- cosechadas desde el inicio del ciclo expansivo 1996-2007. Y lo peor es que esto no ha terminado. El perfil cíclico de la economía española es en L no en V, lo que equivale a decir que la recesión en curso vendrá seguida de un periodo de estancamiento con tasas de crecimiento entre el 1% y el 1,5% durante toda una serie de años y mucho paro.

Ello porque España combina dos graves desequilibrios: un alto endeudamiento de familias y empresas con un descomunal déficit público, algo que, en un marco de recesión primero y de bajo crecimiento después, genera un escenario explosivo que alienta la sospecha de que la economía española va a encontrar serias dificultades para atender sus compromisos de pago. Las razones son claras: la interacción entre los desequilibrios macro y micros acumulados durante la fase expansiva del ciclo, la profundidad de la recesión con su impacto sobre renta y riqueza de familias y empresas y sobre el sistema financiero, se retroalimenta y conduce a un círculo recesivo de dimensiones inéditas en lo que a intensidad y duración se refiere.

Desde esta perspectiva, nuestra economía está abocada a un escenario mucho más parecido al de una depresión que al de una recesión. De hecho, y a pesar de la fuerte corrección a la baja experimentada en 2008 por las principales variables macro, España no está ni a mitad de camino del proceso de saneamiento que haría posible pensar en un suelo para la dinámica de ajuste en curso. Ni la economía real ni el sistema financiero han absorbido en su totalidad el impacto de la recesión. Así pues, será imposible volver a tasas de crecimiento del 3% en esta legislatura y, en consecuencia, resultará inevitable alcanzar cifras de paro muy elevadas. El resultado final devendrá en un empobrecimiento sustancial de las familias, particularmente las clases medias, que, en promedio, perderán la mitad de su riqueza en el próximo bienio. La crisis no ha tocado fondo. Se halla en sus inicios y lo peor está todavía por llegar.

Embebido en el engaño de un Gobierno que no tiene otro programa que no sea enmascarar la realidad, los españoles siguen sin ser conscientes de las consecuencias que sobre su nivel de vida va a tener, está teniendo ya, la recesión en curso, engaño que contribuyen a mantener los grandes beneficiarios del Régimen, un grupo de millonarios apalancados en la subvención, los nada Cándidos sindicatos, y los dueños del agit-prop mediático. La realidad, sin embargo, es que restaurar la competitividad perdida por la acumulación de un diferencial de inflación y de costes laborales unitarios respecto a nuestros socios comerciales reclama un ajuste brutal y general de precios y salarios, algo que está ocurriendo por el lado del IPC, pero no, desde luego, de los costes laborales, que deberían caer en torno a un 20% para recuperar competitividad. En una economía rígida como la española, eso es imposible: es casi un axioma que en España los salarios solo pueden crecer. De hecho, lo están haciendo a causa de la caída del nivel general de precios, lo cual fortalece las tensiones recesivas y potencia el impacto destructor de empleo de la recesión. La consecuencia es que el ajuste se está haciendo vía destrucción de puestos de trabajo y de cierre de empresas, proceso imparable en una unión monetaria en la que es imposible mover el tipo de cambio.

Un retroceso material que es también cultural

El deterioro de las expectativas económicas, el aumento del paro, la erosión de la riqueza y de los ingresos del trabajo, y la contracción del crédito, hace insostenible el endeudamiento de las familias. Según datos del Banco de España, entre 2006 y 2008 la deuda de los hogares ha crecido casi un 24%, mientras su riqueza ha descendido en más de un 22%. Lo cual conduce a una caída muy potente del consumo familiar y a crecientes dificultades para afrontar el pago de sus deudas. Lo mismo ocurre con las empresas, obligadas a una liquidación masiva de activos a valor de mercado, o lisa y llanamente a la quiebra o suspensión de pagos por falta de crédito. Y es que el ciclo recesivo retroalimenta los problemas de bancos y cajas, deteriorando su capacidad para intermediar los flujos financieros y facilitar la salida de la recesión. El corolario es que el PIB crecerá en el entorno del 1% en lo que resta de legislatura, una tasa incompatible con la reducción del paro y la creación de empleo.

Con el riesgo añadido de default para el año que ahora comienza, consecuencia del elevado déficit público provocado por los planes de estímulo presupuestario, los costes del salvamento de cajas y bancos y, sobre todo, el colapso de los ingresos causado por la recesión. El sumatorio va a crear graves tensiones de financiación a unas Administraciones Públicas que, aunque dispuestas a pagar el diferencial que sea necesario para obtener recursos, van a ser observadas con lupa: los mercados, muy capaces de sumar deuda pública y privada, podrían llegar a preguntarse sobre la capacidad de pago de una economía muy endeudada, con una recesión aguda y sin perspectiva de salir de ella en el corto y medio plazo.

Preguntado una vez en Montevideo por el significado real de la palabra default, el economista argentino Ricardo López Murphy respondió que equivalía no solo a una pérdida de nivel de vida, sino también a “un retroceso cultural” que implicaba, que implica aquí y ahora, retroceder 20 años en el desarrollo, aceptar que somos un 30% más pobres, que no podremos pagarnos muchos de los grandes o pequeños caprichos de antaño, que habrá menos viajes, menos veraneo, menos restaurantes, menos ropa nueva, menos coches alemanes, peores servicios públicos, más hijos obligados a buscar en el extranjero las oportunidades que no encuentran en España, más agricultores abandonando el campo, más industrias quebradas, más comercios cerrados, menos movimientos comerciales y financieros… Más pobreza.

Zapatero o la socialización postmoderna de la teoría de las elites

Hace justamente un año titulé esta crónica con un explícito “España, camino de perdición”. Los temores de entonces se van cumpliendo con precisión matemática. Es ya un lugar común afirmar que la recesión de caballo que padecemos nos ha llegado en el peor momento posible, en una fase de profundo agotamiento del Sistema salido de la transición y con la clase política más mediocre de las últimas décadas. Las consecuencias de los atentados del 11 de marzo de 2004 adquieren cada día mayor relevancia, porque, inducidos por aquella tragedia, una mayoría de españoles decidió poner el Gobierno de la nación en manos de un individuo claramente incapacitado para la importancia del reto. El resultado de aquel error, reiterado cuatro años más tarde, está llamado a tener consecuencias muy dolorosas para el nivel de vida de los españoles y para la propia idea de España como nación. No solo es la pérdida de imagen sufrida por la marca España en el exterior; es que esa carencia de sustancia retroalimente en el interior las pulsiones de quienes ambicionan corralito propio, como demuestra lo que está ocurriendo en Cataluña.

Rodríguez Zapatero es una desgracia para España, como lo sería para cualquier país desarrollado del mundo occidental. Según las tesis de Martin Heidegger, el filósofo simpatizante del partido nazi, un pueblo logra su identidad solo a través de sus Gobiernos, de la misma forma que llega a su cénit únicamente en las personas de sus dirigentes. Con una consecuencia dual: la miseria o la gloria. Pero, ¿es ZP la medida de la conciencia intelectual y moral del pueblo español? ¿Se merecen los españoles a Zapatero? Estamos ante la famosa “teoría de las elites”, pero al revés. En la socialización postmoderna de las tesis de Pareto, Mosca, Michels y demás familia, según las cuales la tarea de Gobierno pertenece a minorías dirigentes, elites supuestamente mejor preparadas, que se alternan en el uso y abuso del Poder. El propio ZP se encargó el viernes de recordárnoslo: “España puede hablar de economía y presidir la UE. Todos podemos participar y liderar”. Él es la prueba irrefutable del aserto.

Y algo deberán hacer los españoles –desde luego también los italianos y europeos en general- para impedir que personas sin una solida formación académica, sin la menor experiencia gerencial, sin un contrastado código de valores democráticos, sin idiomas, sin viajes, sin sentido del ridículo, puedan llegar a la presidencia del Gobierno. De momento, toca esperar. Dos años por delante para completar el daño de dos legislaturas que van a retrotraer a España a niveles de bienestar y riqueza de hace décadas. La presidencia española de la UE será, por eso, una desgracia añadida más. La tentación de entregarse a la orgia de fastos, gestos y gastos, con olvido de los problemas internos, resultará de todo punto imposible de resistir para un tipo que solo sabe de operaciones de imagen montadas sobre el embeleco colectivo. Y que no falte el humor: ¡Zapatero quiere arreglar la crisis económica europea…! ¿Saldremos de esta? Dijo el célebre J. J. Rousseau, padre putativo de toda revolución que se precie, que “el destino de los pueblos que carecen de libertad es llegar a ser gobernados un día por niños, por monstruos o por imbéciles”. Los españoles hemos conocido reyes capaces de reunir en su sola persona esa triple condición. Durante 40 años sufrimos también a un monstruo. ¿Ha llegado el momento de la tercera especie?


El confidencial - Opinión

La conjunción (a Leire Pajín con cariño). Por Andrés Aberasturi

En realidad esto no ha hecho más que empezar, así que tranquila Leire, llevamos apenas unas horas y el futuro nos aguarda para entrar en la Historia de la humanidad. Ya he leído lo del Financial Times y otros comentarios del mismo estilo, pero ya se sabe que nos tienen manía y envidia, así que ni caso. Lo importante es que tu vaticinio ha echado a andar hace unas horas y la Galaxia toda espera grandes cosas de esa conjunción Zapatero-Obama.



Lo del Teatro Real estuvo bien; debió costar una pasta, pero merecía la pena por dos cosas: la primera para borrar esa gamberrada impresentable de Mr. Bean suplantando al gran líder en página web (que costó otra pasta) y la segunda -y esta es la más importante, compañera- porque un acto tan significativo estuvo de par en par abierto al pueblo; no es que el pueblo tuviera acceso al Teatro Real, claro, pero se le dio la oportunidad de seguirlo en grandes pantallas a unos cuantos grados bajo cero. Si la respuesta no fue masiva, a nadie se le puede culpar sino a este maldito frío que no deja títere con cabeza ni parado en la Puerta del Sol contemplando a Tamara Rojo. El Poder, arropado en el teatro Real, se acordó una vez mas de los menos favorecidos y les puso las pantallas para que lo vieran mientras se trajelaban un bocata de chope y es que los españoles todos sabemos mucho más que el Financial ese y somos conscientes -gracias a ti- de la gran oportunidad que para la Galaxia supone la presidencia de España de la UE.

¿Que Obama no ha cerrado Guantánamo, sigue con la guerra en Irak y manda más tropas a Afganistán? Normal; tampoco se le puede pedir que cambie el mundo en seis días. Nosotros por el contrario vamos a toda velocidad aunque no sepamos muy bien hacia dónde. La formidable Ley de Economía Sostenible se ha puesto en marcha y los cuatro millones de parados ven con alivio y esperanza que lo primero, lo más urgente al parecer, es cerrar las páginas web donde el personal se descarga por la cara lo último de la Pantoja. Y así no se hace país.

Tú tranquila, Leire; si ladran es que cabalgamos y si cabalgamos a alguna parte llegaremos. Además jugamos con ventaje: como estamos los últimos de la tabla europea en crecimiento y paro, lo único que podemos es mejorar y si pese a la puesta en marcha de esa increíble genialidad que es la ley de Economía Sostenible, aun vamos a peor, ya se sabe: recordar que los últimos serán los primeros y si alguien pregunta en qué, se le llama poco patriota y punto.

El mundo, como tú anunciaste, está a punto de cambiar y resulta increíble que la gente se entregue a las rebajas en lugar de sentarse a contemplar el milagro. Por cierto y hablando de milagros: que lo de tu madre y sus amigos de Benidorm es magnífico, todo un ejemplo de fe y de principios: dados de baja del PSOE, siguen contribuyendo de corazón con 130 euros cada uno para la buena marcha del partido al que ya no pertenecen. Creemos en ti Leire, en ti y en el Gobierno del Gran Líder y no nos van a engañar desde fuera y desde dentro (el enemigo está en todas partes) con esos datos de deuda externa, bajo consumo, aumento del paro etc. Esperamos el milagro de la conjunción. Yo cada noche me asomo a la ventana y miro al cielo para ver la señal. Por ahora sólo nieva y hace mucho frío.


Periodista Digital - Opinión

¿Cerrará Zapatero Google, Yahoo o Elpais.com?

La disposición “antidescargas” de internet, incluida en el anteproyecto de ley de economía sostenible, es innecesaria, extemporánea y de más que dudosa constitucionalidad por cuanto afecta a un derecho fundamental como el de transmitir y recibir información libremente lo que, por su propia naturaleza, ha de ser regulado forzosamente mediante una Ley Orgánica aprobada en el parlamento por mayoría cualificada.

El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero se dispone, una vez más, a menoscabar la libertad de los ciudadanos mediante una ley absolutamente disparatada. Salvo los grupos de presión de la izquierda española, no existe la menor “demanda social” que exija al Gobierno tomar cartas en este asunto. Zapatero utiliza el poder coactivo del Estado para beneficiar a aquellos que más se han significado en los ataques a su rival político y que, de esa forma, contribuyeron a llevarle a La Moncloa. No ha tenido ni el detalle siquiera de tener en cuenta la opinión de los expertos, basada en abundantísima jurisprudencia, según la cual no existe el menor delito en intercambiar archivos sin ánimo de lucro utilizando las nuevas tecnologías.

El Gobierno se retrata, además, utilizando una novedosa fórmula procesal para cerrar o cancelar páginas webs en el plazo récord de cuatro días, mientras que en asuntos que sí afectan realmente a los derechos de los ciudadanos la Justicia languidece convirtiendo en irreparables los daños provocados por delincuentes perfectamente identificados. Es fácil suponer la perplejidad que esta medida de Zapatero habrá causado, por ejemplo, en las familias que han visto sus viviendas asaltadas por ocupas y siguen tras largos meses impedidos de hacer uso de su propiedad sin que la administración de justicia sea capaz de restituirles en sus derechos legítimos. En la España de Zapatero se puede asaltar la propiedad ajena mediante la violencia y usarla al antojo durante meses, mientras que si se intercambia un fichero de mutuo acuerdo y sin que medie afán de lucro la Audiencia Nacional impondrá una dura sanción en menos de una semana.

La oposición, mientras tanto, se deja engatusar nuevamente en la vieja táctica socialista, consistente en poner sobre la mesa una barbaridad mayúscula, como la ocurrencia de la pobre ministra de Cultura de permitir a un órgano administrativo ordenar el cierre de una página de internet, para acto seguido atenuar el revuelo provocado suavizando los perfiles más escandalosos y dando una imagen de falsa moderación que el PP saluda como un triunfo de la sensatez. Lo que sucede, en última instancia, es que los aspectos sustantivos de la política de Zapatero permanecen inalterables, que es precisamente lo que un partido serio con aspiraciones de gobernar debiera impugnar por todos los medios a su alcance, en lugar de jugar a la abstención para intentar pasar desapercibido en la batalla.

Y como en la España actual cualquier coacción totalitaria tiene perfecto acomodo, es más que previsible que este ataque a los derechos fundamentales de los ciudadanos adquiera finalmente carta de naturaleza aunque para ello resulte necesario modificar la Ley Orgánica del Poder Judicial, de forma que el órgano encargado de perseguir el terrorismo y el narcotráfico tenga como competencia añadida la defensa de los intereses de Teddy Bautista y la banda de la ceja.

Por nuestra parte seguiremos muy atentos el desarrollo de esta normativa y los primeros casos de su aplicación práctica, entre otras cosas porque en los medios de comunicación distinguidos por su filiación de izquierdas se practica habitualmente la actividad que Zapatero y su recusada ministra de cultura se han propuesto prohibir. Es el caso de la web del diario El País, cobijo de un blog excelente que facilita los medios para localizar los sitios desde los que se pueden descargar las películas y series sobre las que sus autores realizan críticas cinematográficas.

Si es cierto que Zapatero quiere prohibir las descargas de internet de forma indiscriminada esperamos que comience por los medios más cercanos, pero no antes de ordenar el cierre inmediato de Google o Yahoo, a través de cuyos sistemas de búsqueda se pueden localizar con suma facilidad los enlaces para descargar todo tipo de archivos en la web.

A ver si el juez Garzón resuelve pronto los problemas judiciales en los que está inmerso por sus actividades privadas y nos brinda el espectáculo de ver a la justicia española intentando cancelar la página web más visitada del planeta. Será otro jalón excelente en las credenciales de Zapatero para presidir este semestre la Unión Europea


Libertad Digital - Editorial

De Potemkin a Zapatero. Por José María Carrascal

¡QUÉ oportunidad hemos perdido de dar una lección a los europeos, de demostrarles que no somos torpes ni ridículos, sino tan realistas como ellos, y reaccionamos mejor que ellos cuando las circunstancias aprietan!

¡Y con lo fácil que hubiera sido! Hubiese bastado que la ceremonia de trasmisión de poderes en la presidencia europea se hubiera limitado a un escueto protocolo de gestos y mensajes, acordes con la situación y prueba de que estamos de verdad dispuestos a liderar la salida de la crisis.

Pero no. Una vez más, nos ha salido el español arrogante y ostentoso, imprevisor y exagerado, más preocupado por la apariencia que por la substancia, capaz de gastarse el sueldo en deslumbrar al vecino, aunque no le quede para acabar el mes.


Los tiempos que corren aconsejan modestia y ahorro, sobriedad y comedimiento. Pero la forma como el Gobierno español está celebrando la presidencia europea -una presidencia efímera, además de compartida, que ni siquiera es la primera ni será la última- es todo menos austera. La recepción inaugural más parecía una feria gastronómica que un acto político: 1.500 invitados, todas las variedades de la cocina española, todos los quesos, embutidos, vinos, tartas y tortas de nuestra geografía, espectáculo final por todo lo alto. Algo que no encaja con el déficit galopante y con los cuatro millones de parados, para los que incluso puede ser una ofensa. A lo que seguirán 350 encuentros, entre ellos ocho «cumbres», lo que ya está levantando problemas de competencia con Van Rompuy, según el «New York Times»...

Aunque, se veía venir. Desde el primer día, Zapatero ha hecho de su presidencia de turno europea una gran plataforma de autobombo. Once millones de euros para la página web, cien mil en corbatas y pañuelos, recepciones multitudinarias y faustos por doquier. En Bruselas se va a comer más jamón en los próximos seis meses que en España y la Comunidad Europea no va a conocer presidencia más rumbosa que la nuestra. Todo, para demostrar a los europeos lo bien que está llevada España. Cuando demuestra justo lo contrario: que seguimos tirando la casa por la ventana.

Desde aquel Grigori Alexandrovich Potemkin, el favorito de Catalina de Rusia que hacía transportar las bambalinas de pueblos impecables por donde pasaba la zarina, para que los tomase por verdaderos, no se había conocido en Europa tramoya semejante. Puede incluso que en vez de los «poblados Potemkín» empiece a hablarse de «presidencias Zapatero», como sinónimo de política ficción.

¿Cree que podrá engañar a los europeos como a los españoles? Al parecer, sí. En otro caso, los hubiera despachado en su toma de posesión con un frugal: «Señores, en tiempo de crisis, recepciones de cuaresma». Una copa de vino español, y al despacho. Con lo que se hubiera acabado lo de Mr. Bean.


ABC - Opinión

El síndrome del Coronel Tapioca. Por Arturo Pérez Reverte

Hace treinta y dos años desaparecí en la frontera entre Sudán y Etiopía. En realidad fueron mi redactor jefe, Paco Cercadillo, y mis compañeros del diario Pueblo los que me dieron como tal; pues yo sabía perfectamente dónde estaba: con la guerrilla eritrea. Alguien contó que había habido un combate sangriento en Tessenei y que me habían picado el billete. Así que encargaron a Vicente Talón, entonces corresponsal en El Cairo, que fuese a buscar mi fiambre y a escribir la necrológica. No hizo falta, porque aparecí en Jartum, hecho cisco pero con seis rollos fotográficos en la mochila; y el redactor jefe, tras darme la bronca, publicó una de esas fotos en primera: dos guerrilleros posando como cazadores, un pie sobre la cabeza del etíope al que acababan de cargarse.

Lo interesante de aquello no es el episodio, sino cómo transcurrió mi búsqueda. La naturalidad profesional con que mis compañeros encararon el asunto. Conservo los télex cruzados entre Madrid y El Cairo, y en todos se asume mi desaparición como algo normal: un percance propio del oficio de reportero y del lugar peligroso donde me tocaba currar. En las tres semanas que fui presunto cadáver, nadie se echó las manos a la cabeza, ni fue a dar la brasa al ministerio de Asuntos Exteriores, ni salió en la tele reclamando la intervención del Gobierno, ni pidió que fuera la Legión a rescatar mis cachos. Ni compañeros, ni parientes. Ni siquiera se publicó la noticia. Mi situación, la que fuese, era propia del oficio y de la vida. Asunto de mi periódico y mío. Nadie me había obligado a ir allí.

Mucho ha cambiado el paisaje. Ahora, cuando a un reportero, turista o voluntario de algo se le hunde la canoa, lo secuestran, le arreglan los papeles o se lo zampan los cocodrilos, enseguida salen la familia, los amigos y los colegas en el telediario, asegurando que Fulano o Mengana no iban a eso y pidiendo que intervengan las autoridades de aquí y de allá –de sirios y troyanos, oí decir el otro día–. Eso tiene su puntito, la verdad. Nadie viaja a sitios raros para que lo hagan filetes o lo pongan cara a la Meca, pero allí es más fácil que salga tu número. Ahora y siempre. Si vas, sabes a dónde vas. Salvo que seas idiota. Pero en los últimos tiempos se olvida esa regla básica. Hemos adquirido un hábito peligroso: creer que el mundo es lo que dicen los folletos de viajes; que uno puede moverse seguro por él, que tiene derecho a ello, y que Gobiernos e instituciones deben garantizárselo, o resolver la peripecia cuando el coronel Tapioca se rompe los cuernos. Que suele ocurrir.

Esa irreal percepción del viaje, las emociones y la aventura, alcanza extremos ridículos. Si un turista se ahoga en el golfo de Tonkín porque el junco que alquiló por cinco dólares tenía carcoma, a la familia le falta tiempo para pedir responsabilidades a las autoridades de allí –imagínense cómo se agobian éstas– y exigir, de paso, que el Gobierno español mande una fragata de la Armada a rescatar el cadáver. Todo eso, claro, mientras en el mismo sitio se hunde, cada quince días, un ferry con mil quinientos chinos a bordo. Que busquen a mi Paco en la Amazonia, dicen los deudos. O que nos indemnicen los watusi. Lo mismo pasa con voluntarios, cooperantes y turistas solidarios o sin solidarizar, que a menudo circulan alegremente, pisando todos los charcos, por lugares donde la gente se frota los derechos humanos en la punta del cimbel y una vida vale menos que un paquete de Marlboro. Donde llamas presunto asesino a alguien y tapas la cara de un menor en una foto, y la gente que mata adúlteras a pedradas o frecuenta a prostitutas de doce años se rula de risa. Donde quien maneja el machete no es el indígena simpático que sale en el National Geographic, ni el pobrecillo de la patera, ni te reciben con bonitas danzas tribales. Donde lo que hay es hambre, fusiles AK-47 oxidados pero que disparan, y televisión por satélite que cría una enorme mala leche al mostrar el escaparate inalcanzable del estúpido Occidente. Atizando el rencor, justificadísimo, de quienes antes eran más ingenuos y ahora tienen la certeza desesperada de saberse lejos de todo esto.

Y claro. Cuando el pavo de la cámara de vídeo y la sonrisa bobalicona se deja caer por allí, a veces lo destripan, lo secuestran o le rompen el ojete. Lo normal de toda la vida, pero ahora con teléfono móvil e Internet. Y aquí la gente, indignada, dice qué falta de consideración y qué salvajes. Encima que mi Vanessa iba a ayudar, a conocer su cultura y a dejar divisas. Y sin comprender nada, invocando allí nuestro código occidental de absurdos derechos a la propiedad privada, la libertad y la vida, exigimos responsabilidades a Bin Laden y gestiones diplomáticas a Moratinos. Olvidando que el mundo es un lugar peligroso, lleno de hijos de puta casuales o deliberados. Donde, además, las guerras matan, los aviones se caen, los barcos se hunden, los volcanes revientan, los leones comen carne, y cada Titanic, por barato e insumergible que lo venda la agencia de viajes, tiene su iceberg particular esperando en la proa.


XL - Semanal