lunes, 11 de enero de 2010

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El País

El descrédito. Por José Carlos Rodríguez

El crédito internacional de nuestro Gobierno y el de España no ha dejado de caer. Los medios foráneos llevan años dándole una estopa que está sólo un cuerpo por detrás de la que recibe Berlusconi.

El semanario The Economist vino a decir recientemente que a España, en los seis meses de presidencia europea que le quedan, le falta algo fundamental para impulsar las reformas necesarias para mejorar la respuesta europea a la crisis: credibilidad. Se lo hacía ver una periodista al preguntarle cómo podía liderar la recuperación un país que dobla la media europea en paro. The Financial Times ha dicho que "una España torpe guiará a Europa".


El crédito internacional de nuestro Gobierno y el de España no ha dejado de caer. Zapatero tuvo una buena acogida en los medios foráneos, y en ocasiones le han prestado atenciones inmerecidas. Pero llevan años dándole una estopa que está sólo un cuerpo por detrás de la que recibe Berlusconi.

Desde que el Wall Street Journal le considerara un "presidente por accidente", le han caído a Zapatero tortas de todos lados. Le han llamado "populista", "provinciano", "sectario", le han puesto como un cobarde o un mentiroso, como un tramposo. Y ven en él un personaje ideologizado, que vive al margen de la realidad, y que ha pasado de ella con graves consecuencias para los españoles. Gracias a Zapatero, España es ahora "irrelevante".

No le doy a la prensa extranjera el crédito que le conceden habitualmente los medios y el público. Suele mirar a España con un desenfoque notable, especialmente en la cuestión nacional y la incidencia del terrorismo. Pero las críticas de la prensa de fuera al Gobierno y, por extensión, a nuestro país (le hemos elegido dos veces, al fin y al cabo) son importantes por dos razones.

Primero porque degradan la imagen exterior de nuestro país y, especialmente, de nuestra economía, que es donde nos las están dando (casi) todas. Y segundo, porque la prensa extranjera no está atada a los intereses políticos nacionales y por tanto resulta inmune ante la sucesión de consignas enlatadas en que consiste el discurso de Zapatero. Fuera se han dado cuenta de que es un hombre risible.


Libertad Digital - Opinión

La Nación en nuestra Constitución. Por Manuel Jiménez de Parga

Desde el día en el que se afirmó, desde una tribuna oficial, que la Nación era algo cuestionado y cuestionable, han proliferado los debates políticos en torno a ese elemento básico de nuestro ordenamiento constitucional. ¿Qué es una Nación? ¿Qué valor tiene la Nación en la arquitectura jurídico-política diseñada para España en 1978?

Si queremos responder a esas preguntas debemos recordar que la cuna del nacionalismo español se encuentra en las Cortes Generales y Extraordinarias que se reunieron, primero en la asediada Isla de León, el 24 de septiembre de 1810, y se trasladaron luego, el 24 de febrero de 1811, a Cádiz, en cuyo templo de San Felipe Neri terminaron de elaborar la Constitución que lleva fecha 19 de marzo de 1812, festividad de San José.

La España que vivimos arranca en Cádiz, donde el Pueblo se hizo Nación y soberano, y la Monarquía dejó de ser absoluta para, siendo ya constitucional, terminar en el siglo XX siendo parlamentaria. De las Cortes de Cádiz surge una nueva idea de España, que será la continuación de las nociones previas, acompasadas ya al nuevo ritmo de la Historia. La singularidad del episodio gaditano, lo que hace de él algo tan distinto frente a otros procesos de redefinición de la idea de España en el pasado, es que aquél fue un proceso que consta en acta. Un proceso parlamentario en el que se discutió -y se discutió de raíz- sobre el ser de España y su mejor gobierno, concurriendo en el debate toda suerte de opiniones e ideologías. El resultado fue un proyecto de Estado y de Nación del que todavía somos tributarios.


Fue en el Cádiz de las Cortes, además, donde el patriotismo brota y se convierte, como dijera el poeta Quintana, en «una fuente eterna de heroísmo y prodigios políticos». «Patria» y «amor a la patria» eran vocablos que venían de la Antigüedad clásica, pero «patriotismo», novedad del siglo XVIII, hacía referencia a la predisposición para sacrificarse por la colectividad. El patriotismo, así entendido, recibe un impulso decisivo de los constitucionalistas gaditanos.

En Cádiz se forja una idea de España, pero en la fragua se fundieron las ideas precedentes, dándose así continuidad a un proceso que todavía no ha podido detenerse. En aquellos debates parlamentarios confluyeron -dije antes- sensibilidades muy diversas, que es costumbre agrupar alrededor de las distintas filiaciones ideológicas de los Diputados: realistas, americanos y liberales. Sería esta última la orientación ideológica dominante en nuestro primer texto constitucional, pero son evidentes los vestigios debidos a quienes no lograron imponer sus planteamientos. Y, por encima de todo, es llamativa la terca voluntad liberal en presentar como simple actualización de la tradición y de la Historia lo que constituían verdaderas innovaciones revolucionarias. Hasta tal punto se era consciente de que no se trabajaba sobre el vacío o desde la nada, sino a partir de una entidad histórica que reclamaba una nueva formulación política.

Y tal sería la Constitución de 1812. Un texto constitucional, el primero auténticamente español, de tantos méritos como trágico destino. Su vigencia fue en verdad pequeña, pero su influjo se ha hecho notar hasta nuestros días, y desde el principio disfrutó del mejor predicamento más allá de nuestras fronteras. Se inserta, sin duda, en la escogida tradición de las Constituciones que han marcado la senda del constitucionalismo universal, que arranca con la de los Estados Unidos y, pasando por Cádiz, recorre México y continúa por Weimar y Bonn, trazando un mapa constitucional que tiene aquí en España una de sus capitales. Para nosotros, particularmente, supuso el inicio de la modernidad, el nacimiento de la España que conocemos. Una España cuyos contornos enseguida hubo que revisar a raíz de la emancipación americana, pero que en lo sustantivo se ha demostrado capaz de llegar a los doscientos años.

Se crea así una España que es Estado; y Estado constitucional, unitario, descentralizado y liberal. En verdad sólo puede hablarse del proyecto de una España así definida, pues en Cádiz apenas se inició un proceso que, en esa línea, tardaría muchos años en realizarse. Quizás tantos como los que median hasta la Constitución que nos dimos en 1978. Pero el proyecto ya estaba entonces trazado y los primeros pasos pudieron comenzar a andarse.

El punto de partida fue la soberanía de la Nación española, fundamento primero de un Estado que trae causa de la voluntad soberana formalizada en la Constitución. El arranque no podía ser más radical ni, tampoco, más extemporáneo, demasiado adelantado en el contexto de una Europa de Cartas otorgadas que se movía al ritmo desacompasado del Congreso de Viena. De allí la causa de su perdición a manos de los Hijos de San Luis. Tardaría en recuperarse aquel axioma, pero ya era un dogma irrenunciable de nuestra incipiente tradición constitucional. Soberanía de la Nación, del Pueblo, concebido como sujeto unitario al que no cabe oponer otros sujetos de su misma calidad. Se admitirían, a lo sumo, unos sujetos subordinados y constitutivos de la Nación, a los que no puede corresponder otra cosa que una autonomía que, por definición, no es soberanía.

Preguntarse por la idea de España en la Constitución de Cádiz es hacerlo por la España que hoy vivimos. No es, por supuesto, la definitiva. Si algún día alcanzáramos una España perfectamente acabada habríamos dado con una España moribunda, desprovista del genio que ha hecho posible su continuada reinvención, necesaria para su acomodamiento en cada tiempo histórico. Pasados ya casi doscientos años cabría preguntarse si el modelo gaditano muestra ya signos de agotamiento; si, como sus predecesores, ha cumplido un ciclo y se impone volver a comenzar. No lo creo.

La España de principios del siglo XXI apenas recuerda en lo económico, social y jurídico a la España de 1812, pero la abrumadora distancia que media entre una y otra se ha recorrido con el Estado nacional inaugurado en Cádiz y sucesivamente perfilado en las Constituciones que jalonan nuestra accidentada tradición constitucional.

El viaje ha sido difícil, demasiadas veces penoso y hasta trágico, pero la nave botada en San Fernando no ha hecho agua y mantiene el rumbo de la singladura que entonces emprendimos y que en la Historia cuenta los días por centurias.

Quizás Europa, se dirá, acabe siendo el trance histórico que imponga una nueva idea de España. Acaso así ocurra, pero no debe olvidarse que la construcción europea es obra, ante todo, de los Estados y España es uno de los más antiguos y de mayor peso histórico. En la futura organización de Europa la realidad profunda de España encontrará, sin duda, la manera de traducirse en una idea acompasada con esa nueva organización. Casi dos mil años son prueba fehaciente de que en esta Península hay una Nación que pugna por manifestarse como una unidad protagonista de la Historia.

Como afirmara Muñoz Torrero en las Cortes Generales y Extraordinarias, y consta en la página 1745 del Diario, «yo quiero que nos acordemos que formamos una sola Nación, y no un agregado de varias Naciones».

Así se dijo, así se sintió en aquel templo del constitucionalismo mejor: «Una Nación verdaderamente una; donde todos sean iguales en derechos y obligaciones, iguales en cargas». «Aquí no hay provincia, aquí no hay más que la Nación, no hay más que España», leemos en el Diario de las Cortes.

Manuel Jiménez de Parga de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas


ABC - Opinión

La presidencia europea. Por José Cavero

Una periodista preguntó en los estrenos de la presidencia europea de España si Zapatero se siente con la autoridad moral suficiente para presidir la Unión teniendo en cuenta los últimos datos publicados por la oficina Eurostat, según los cuales, junto a Letonia, el nuestro es el país con más paro de la Unión y el que parece que va a tardar más en salir de la recesión. A Zapatero, la pregunta le pareció insólita, viniendo sobre todo de una periodista española. Quizá si hablara con la BBC, o con "The Economist", -que ayer se volvía a sumar a los ataques y proclamaba que Europa se burla de sus consejos-, el Presidente se hubiera mostrado más amable, porque éstos, al fin y al cabo, son británicos, y arremeten a diario con la mala situación económica española, y pretenden entender que no habrá buena presidencia mientras dure la crisis económica española. Que es, precisamente, lo que Zapatero se va a esforzar en desmentir en este medio año que tiene por delante. Muy al contrario, Zapatero ve este semestre como su gran oportunidad para demostrar unas dotes y capacidades que incluso muchos de sus propios compatriotas -basta comprobar las voces de la oposición, de muchos medios informativos hostiles por principio y a ultranza-, tampoco admiten ni están dispuestos a reconocer. De manera que pudo advertirse una cierta irritación en la actitud del jefe del Gobierno, cuando afirmó de manera rotunda que es absolutamente insólito que se cuestionen los treinta años acumulados de "milagro económico español".

Por todo lo cual, bien puede garantizarse que, aunque su presidencia haya arrancado "a la defensiva", y con unos cuantos datos muy desfavorables -recesión y número de parados, esencialmente-, y con una tercera situación y condición desfavorable, la de compartir la presidencia con Van Rompuy, Zapatero se está esforzando, y lo hará durante estos seis meses, para que esta presidencia no sólo no pase inadvertida, sino que llegue a ser considerada modélica y útil. Desde luego, la agenda de tareas es importante, y las prioridades han quedado establecidas, de modo que resultará fácil comprobar si se cumplen en su totalidad o sólo en una mínima proporción: Servicio europeo de acción exterior, iniciativa legislativa popular, más parlamentarios europeos, plan de acción de justicia electrónica, creación de una fiscalía europea, política común de seguridad y defensa, regulación y supervisión financiera, gestión conjunta de la crisis, coordinación de políticas de crecimiento, lucha contra la evasión fiscal, comité de cooperación antiterrorista, mejor inserción laboral de los jóvenes. Desde luego, una relación impresionante de tareas para que la Europa Unida avance. Siempre que exista voluntad de hacerlo en 27 estados soberanos.

Periodista Digital

El académico avinagrado. Por Emilio Campmany

Es una pena que Cebrián no nos regale más a menudo su literatura, porque se haría con más frecuencia patente la poca con la que Dios ha dotado al académico.

Cuando Juan Luis Cebrián ingresó en la Academia de la Lengua, muchos fueron los sorprendidos. Luis María Anson les explicó que para que un periodista merezca ingresar en el ilustre instituto, no se necesita tanto que escriba bien como que dirija medios con brillantez, que es lo que, al parecer, Cebrián sabe hacer.


El maestro Anson tendrá toda la razón del mundo, pero digo yo que, aparte de dirigir periódicos con maestría, o de dominar el arte de criar reses bravas, si es que también esto fuera necesario, para ingresar a la Academia habrá que escribir el castellano con alguna gracia. Y en eso, es una pena que Cebrián no nos regale más a menudo su literatura, porque se haría con más frecuencia patente la poca con la que Dios ha dotado al académico.

Últimamente, al hombre se le ha avinagrado el carácter para que le haga juego con la cara, siempre vestida con gesto de estar oliendo mal. Y la ha tomado con los jueces que no le hacen caso. Un día se mete con el que le archiva una querella y al otro con quien le condena a unos periodistas de la SER. Sin embargo, lo peor de lo que escribe no es su ignorancia jurídica, ni la pobre argumentación, mucho más notable cuando en el caso de los periodistas de la SER alguna razón podría asistirle. Lo peor es cómo lo escribe.

A Cebrián le parece que la sentencia que condena a sus periodistas no se entiende bien. Y es probable que tenga razón porque la jerga leguleya es cada día más críptica y obtusa. Pero hay que ver cómo se explica él, que es académico: "la argumentación jurídica [de la sentencia está] revestida de la oscura dignidad de un lenguaje incomprensible". Jamás se me habría ocurrido que el ser incomprensible pueda revestir al lenguaje de alguna dignidad. Pero lo que nadie puede imaginar, académico o no, es que la dignidad pueda ser oscura. Quizá quiso decir que la oscuridad del lenguaje lo reviste de una falsa dignidad, pero eso sólo él lo sabe.

Anson no aclara si para ser académico hay que saber algo de Historia Antigua. Seguramente no. Cebrián no sabe quién fue Pirro, rey del Epiro. El maestro de periodistas califica de "pírrico" el triunfo de Esperanza Aguirre tras el tamayazo. Un triunfo es pírrico cuando su coste equivale al de una derrota. En ese sentido, más pírrica fue la victoria de Simancas en la "primera vuelta", que la de Aguirre en la segunda, pues Simancas se volatizó y la presidenta de la Comunidad de Madrid no ha dejado de ganar elecciones desde entonces.

Ahora, lo que peor hace Cebrián es aquello en lo que más docto se cree, insultar. A Güemes se le podrá injuriar de muchas maneras, pero decirle que su brillo parlamentario emana más que nada de su afición al fijador es del todo improcedente. Comprendo que le venga bien lo del fijador para meterse con el supuestamente escaso brillo parlamentario de Güemes. Pero eso tendría alguna gracia si Güemes fuera un asiduo del fijador. Dado que no lo es, el insulto carece de eficacia y encima suena un pelín rancio. El maestro tendría que saber que cuando a alguien se le quiere llamar idiota, decirle que no tiene un pelo de tonto sólo tiene gracia si es calvo.


Libertad Digital - Opinión

Las dudas hamletianas del TC. Por José María Carrascal

COMO un Hamlet con toga, el Tribunal Constitucional lleva tres años sumido en la duda de si aprueba o no el nuevo estatuto catalán. En realidad, es una duda sobre sí mismo, sobre su naturaleza y papel en el ordenamiento democrático español, sobre sus deberes y derechos, funciones y responsabilidades. En otras palabras: sobre el espacio a que pertenece, el político o el jurídico. Los otros tribunales lo tienen muy claro, aunque no lo practiquen siempre: forman parte del tercer poder del Estado, independiente de los otros dos.

El Constitucional, en cambio, se mueve en esa zona fronteriza donde confluyen política y judicatura, los imperativos del hoy con los de siempre, nunca fáciles de encajar, y en ocasiones, imposible. Por ejemplo: hacer constitucional lo que no lo es. Durante tres años, la presidenta del tribunal, doña María Antonia Casas, con la ponente del caso, doña Elisa Pérez Vera, vienen tratando de resolver esa cuadratura del círculo. Creyeron encontrarla en una sentencia «abierta», es decir que pudiera interpretarse tanto en un sentido como en otro. Pero pronto se encontraron con el muro de la realidad, contra el que no hay interpretación que valga. Si la soberanía nacional reside «en el pueblo español» (Art. 1), no puede haber soberanías de una parte de ese pueblo. Si la Constitución se funda en «la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles» (Art. 2), no puede haber otras naciones en España. Si el castellano es «la lengua oficial del Estado, que todos los españoles tienen el deber de conocer y el derecho a usar» (Art. 3), no puede ser desplazada en ninguna comunidad. «Lo que no puede ser, no puede ser, y además, es imposible». Creíamos que esta máxima del torero había sido adoptada por el TC, al emerger allí una mayoría dispuesta a atenerse más a los principios que a las circunstancias, y que esta semana tendríamos sentencia.

Pero parece que las dos señoras siguen dispuestas a encontrar una salida más acorde con las circunstancias políticas, y habrá que seguir esperando. Como se retrasen un poco más, se nos echan encima las elecciones catalanas, y entonces sí que sería cuestión de no mezclar el fuego con la gasolina. Aunque puestos ya a esperar, ¿por qué no dejarlo para 2013, tras las próximas elecciones generales? ¿ O «ad kalendas graecas»? A fin de cuentas, ¿qué necesidad hay de ese fallo? El nuevo estatuto catalán ya se está desarrollando y aplicando sin que nadie se alarme ni se ofenda. Y si se ofende, que se aguante. Claro que alguien podría también preguntarse: ¿para qué necesitamos entonces el Tribunal Constitucional? ¿Para que se aplique la Constitución o para impedir que se aplique?

En tales condiciones, tan malas o peores que las meteorológicas, sólo nos queda esperar lo mejor y estar preparados para lo peor.


ABC - Opinión

El 'chivatazo' de Rubalcaba y cuatro más al 'trullo'. Por Antonio Casado

Más que un aviso era un chivatazo. El ministro del Interior fue el chivato que desnudó en vísperas de las Navidades las malas intenciones de ETA al anunciar la posibilidad de un atentado inminente. No quiero saber si ese chivatazo de Rubalcaba creó tanta confusión entre los terroristas como para hacerles cometer los errores de libro que han dado lugar a las cuatro detenciones de este fin de semana. Pero sí estoy seguro de que, una vez más, los españoles de bien se alegran de que cuatro etarras más hayan confirmado que el final de su aventura y el de quienes eligen “bombas” y no “votos” siempre será la cárcel.

Bombas había en la furgoneta interceptada en las tierras de Viriato (Bermillo de Sayazo, Zamora). Diez kilos de pentrita, además de bidones para guardar armas y explosivos, componentes para su fabricación, un revólver y un arma larga. El ministro del Interior no quiso relacionar ayer el contenido de la furgoneta con la posibilidad de un atentado inminente. Sin embargo, no parece que en el actual debate interno de la llamada izquierda abertzale, los García Arrieta, Yáñez, Irribarren y Uruburu, que ya están en el trullo, sean de los que optan por los votos de cara a las elecciones municipales del año que viene.

Eran de los más buscados. Dos en Francia, dos en Portugal. Véase la información de El Confidencial sobre los cuatro detenidos como resultado de un paciente seguimiento policial planificado sobre el trabajo previo de los servicios de información de la Guardia Civil, la Policía Nacional y el CNI. Por supuesto, con guión político del ministro Rubalcaba, al que los terroristas no dejan de ver como el gran chivato de sus siniestros movimientos: “Ya sabemos en lo que ETA está, pero ETA también sabe en lo que estamos nosotros”, dijo ayer. Dosis de recuerdo para que los etarras sigan sintiendo el aliento policial en la nuca.

“Cuando vayan a un zulo se encontrarán con las Fuerzas de Seguridad y cuando vayan por carretera, las Fuerzas de Seguridad también les estarán esperando. Así hasta que esto se acabe”, explicó en rueda de prensa. Declaración de principios que debería contar con la anuencia expresa del PP, como principal partido de la oposición, en nombre de las buenas prácticas políticas. Como ya hizo hace unos días, cuando el chivatazo de Rubalcaba alertó a la sociedad de que ETA pensaba perpetrar una acción “llamativa”, por ejemplo, el secuestro de una figura “con gran repercusión mediática”. Las primeras reticencias, expresadas por el portavoz del PP, González Pons, quedaron aparcadas después de la conversación del ministro con Federico Trillo, su interlocutor habitual en asuntos de terrorismo.

Trillo tomó nota y dio por buenas las razones de Rubalcaba, frente a quienes las habían reprobado inicialmente –sindicatos policiales y un sector mediático, sobre todo- por considerarlas “inoportunas”, porque daban publicidad a ETA, porque creaban “alarma social”, porque estaban inspiradas más por la política que por la seguridad, etc. Desactivados todos esos argumentos, se abrió paso el que asocia el chivatazo a la opinión pública con un doble mensaje. Por un lado, impedir que se baje la guardia en el conjunto de la sociedad. Por otro, sembrar la confusión en las filas de Eta y desestabilizar aún más el convulso mundo de la llamada izquierda abertzale. Las detenciones del fin de semana indican que esa estrategia funciona.


El confidencial

Cuba. Por Charo Zarzalejos

La querencia española hacia Cuba y los cubanos está más que justificada. Son lazos diversos, auténticos y antiguos los que no unen con la isla caribeña, último reducto de un régimen atrapado en si mismo, carente de toda inteligencia y desvergonzado con sus ciudadanos . La desvergüenza se aplica a los extranjeros bajo el criterio de la sospecha. Muestra reciente de ello ha sido la inaceptable actitud del régimen cubano con el eurodiputado socialista Luis Yañez. Ver y escuchar a un digno ciudadano español que lo que quería era un viaje privado, que no había llamado a nadie, que lo suyo era de descanso como si tuviera que dar explicaciones de cómo utiliza su derecho a la libre circulación no puede por menor que llenar de indignación. ¿Y si quería ir a visitar a sus amigos?. ¿Y si se hubiera tratado de un viaje para visitar una biblioteca concreta?. Resulta inaceptable desde cualquier punto de vista que Cuba se permita semejantes desmanes, máxime con un ciudadano español. Ahora ha sido Luis Yañez, pero antes fue Jorge Moragas y un diputado de CiU.

La reacción del Gobierno español ha sido la mínima. Pedir explicaciones al embajador. Cuatro palabras propias de la dialéctica diplomática y aquí paz y después gloria. Es obvio que la política de embargos o la de la hostilidad pura y dura no conducen a ningún sitio pero, a la vista está, que las buenas intenciones del Gobierno de Rodríguez Zapatero no han sido interpretadas y valoradas como debiera por el régimen cubano del que no cabe esperar nada más que su propia extinción. No se merecen los Castro que España haga esfuerzo alguno ante Europa para modificar la que viene siendo una relación conjunta marcada por la frialdad y la desconfianza.

El Gobierno, mucho más enfadado de lo que ha dado a entender, ha tomado nota y, afortunadamente, ha rectificado sus entusiasmos iniciales de manera que en los seis meses de presidencia española Cuba no se va a ser un asunto preferente. Ni el régimen de Castro se lo merece ni España se puede permitir el lujo de meterse en charcos en lo que, al final, iba a chapotear en solitario. Ni Alemania, ni Italia y ni mucho menos Francia están dispuestos a perder un segundo en mecer la cuna de una dictadura refractaria a cualquier gesto de buena voluntad.

La expulsión de Luis Yañez ha sido una de las circunstancias que ha marcado el estreno de la presidencia de turno española, recibida en buena parte de la prensa extranjera con comentarios que no hacen fáciles los inicios de estos seis meses en los que lo ideal sería combinar el entusiasmo sin caer en la ampulosidad. Renunciar a plantar cara por Cuba ha sido una decisión acertada por realista. Rebajar algunos objetivos, utilizar con cuidado algunos adjetivos y medir bien el terreno pueden ser pequeñas normas que ayuden al éxito. Hay que tener cuidado con los entusiasmo porque suele ocurrir que entre lo sublime y lo ridículo la raya puede ser tan fina que se caiga en el ridículo creyéndose sublime. Con Cuba, afortunadamente, el Gobierno acierta sorteando el ridículo.


Periodista Digital - Opinión

El éxito de la guardia civil no exculpa a Rubalcaba

Lo responsable frente a ETA habría sido combatirla sin circos mediáticos que buscaban ocultar episodios mucho más deplorables en los que a los asesinos no se los perseguía con la acción policial sino que se les protegía de la misma.

Una vez más, es necesario felicitar a la guardia civil por su impagable labor en la lucha contra el terrorismo etarra. Con la detención de cuatro terroristas y la interceptación de una furgoneta cargada de material explosivo diverso se han evitado numerosos atentados que sin duda la banda habría intentado cometer.


No es una novedad que ETA sigue plenamente operativa y que sus objetivos continúan siendo los mismos de siempre: causar el máximo terror posible en la sociedad civil con tal de doblegar la voluntad de las instituciones políticas nacionales. Precisamente por esto último, el mal llamado proceso de negociación con la banda que llevó a cabo de manera declarada el Ejecutivo de Zapatero durante su primera legislatura sirvió para oxigenar a la organización en un momento en el que se encontraba política, policial y económicamente acorralada. ETA recuperó la esperanza de que podía obtener un precio político por dejar de asesinar y desde entonces no ha cejado en el intento.

Tras la operación de la guardia civil, el PSOE no ha tardado un instante en utilizarla para lavar la imagen del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba. Como es sabido, Rubalcaba anunció que ETA estaba preparando un "espectacular" atentado poco después de que conociéramos por las actas de la banda que un agente del Gobierno y hombre de la plena confianza de Rubalcaba, José Manuel Gómez Benítez, había empleado en las negociaciones con ETA el caso del chivatazo como una señal de buena voluntad del Ejecutivo hacia los terroristas.

Una vez la Asociación Española de Escoltas reconociera que Rubalcaba no les había informado sobre las intenciones de la banda hasta que las hizo públicas al conjunto de los ciudadanos, quedó patente que el ministro del Interior estaba creando una cortina de humo para encubrir su responsabilidad y la del Ejecutivo del que forma parte en el caso del chivatazo.

Poco importaba a ese respecto que el ministro del Interior estuviera empleando información auténtica procedente de la lucha antiterrorista o que se la estuviera inventando. La cortina de humo se extendió desde el mismo momento en que se efectuó todo un despliegue mediático para dar a conocer a la ciudadanía una información que no necesitaba poseer. Todos los españoles sabían en "qué estaba ETA" con anterioridad a este operación: que la banda quiere atentar siempre que puede y hacer el mayor daño posible es una terrible realidad que hemos constatado los españoles desde hace 40 años.

En este sentido, tampoco debería sorprendernos que ETA haya cumplido con unos pronósticos que, fundados o no, ha venido verificando a lo largo de toda su existencia. No se trata, pues, ni de que Rubalcaba actuara responsablemente ni de que el peligro anunciado estuviese basado sobre datos reales: el dato sobre la pervivencia de ETA nadie lo puso en duda y la actuación responsable frente a esta realidad habría sido la de combatirla sin circos mediáticos que buscaban ocultar episodios mucho más deplorables en los que a los asesinos no se los perseguía con la acción policial sino que se les protegía de la misma.

El uso político del éxito de la guardia civil que ha realizado el PSOE no debería hacernos olvidar que el caso del chivatazo sigue sin aclararse y que mientras no se resuelva, no podrá articularse una política antiterrorista integral que sea capaz de combatir a ETA con credibilidad y eficacia.


Libertad Digital - Editorial

Una pregunta molesta. Por Félix Madero

SI Zapatero conociera los fundamentos de la lidia sabría que la suerte de varas es definitiva por premonitoria. Si supiera que en el varilarguero están la medida del toro, su fuerza, nobleza y bravura; si supiera que es ahí donde se le descubre, pero también la que le permite irse arriba, la que le desnuda como manso, despistado, confundido y sin ganas de pelea; si supiera esto, hubiera tomado la pregunta de la periodista, que tanto le molestó el viernes pasado, como una vara que le daba la oportunidad de crecerse y mostrar que más allá del trapío que dan los buenos gestos y un traje bien cortado hay algo más que palabras.

Al presidente le incomoda que se cuestione que un país de parados reparta recetas para la recuperación de Europa, incluidas Francia y Alemania. Le fastidia que sea una periodista española la que pregunte delante de los presidentes Van Rompuy y Durao Barroso. Y en vez de explicar por qué dice lo que dice, se asusta y se va del peto del caballo camino de la querencia, allí donde van los mansos que sólo ofrecen peligro al defenderse. Fraga hubiera dicho eso de «usted pregunte lo que quiera que yo responderé lo que me dé la gana». En La Moncloa, rodeado de funcionarios y asesores serviles, el presidente no entiende cómo se le pueden hacer estas preguntas. Todavía estamos así, avanzando lenta e inadecuadamente.

El presidente y los que aspiran a serlo no saben que la compañera hizo algo que se hace cada vez menos: preguntar con fundamento. Recordó que el periodismo existe para eso, para preguntar, que este oficio es hacer preguntas, cuanto más incómodas, mejor. Sí molestamos; sí tenemos el acierto de poner nervioso al que manda que se aguante, llámese Zapatero, Rajoy o Rouco Varela. En realidad, la periodista le dio a Zapatero una oportunidad que no supo aprovechar. Faltaron casta, bravura, nobleza, y sobró trapío. Lo de siempre, mucha fachada: toros comerciales para toreros de salón. El ruedo ibérico de siempre.

Hartos de ruedas de prensas que son purita propaganda, de respuestas absurdas y huecas. Aburridos de dirigentes sin discurso, que leen las respuestas porque saben las preguntas. Mosqueados con compañeros que se prestan a la pregunta inducida por una asesor y que el político espera. En fin, algo que debería ser normal entre nosotros hizo grande el oficio de periodista. Si Zapatero se cabreó por la pregunta, díganme dónde hay que firmar. Que alguien le explique que no hay preguntas indiscretas; las respuestas lo son. Que le recuerden que los animales son buenos amigos del hombre porque no hacen preguntas. Y, por favor, que le digan que sigue sin responder cómo un país con cuatro millones de parados enseñará a los demás el camino de la recuperación. ¡Coño con la preguntita!


ABC - Opinión