miércoles, 3 de febrero de 2010

Impasible el ademán. Por M. Martín Ferrand

DEBEN reconocérsele a José Luis Rodríguez Zapatero dos virtudes políticas en las que sustenta su fortaleza y le facultan, desde la escasez, para anular las abundancias de sus adversarios. Es inasequible al desaliento y carece del sentido del ridículo. Llegó a secretario general del PSOE frente a personajes de mejor trayectoria y mayor fuste, porque no dio por perdida una batalla que, desde el talento, nadie hubiera asumido. De parecido modo se instaló en La Moncloa gracias a la dejadez que el PP viene exhibiendo desde que José María Aznar pasó el ecuador de su segunda legislatura presidencial sobrado de fuerzas, crecido en la grandeza y en la arrogancia y muy desatento a la demanda social.

Las circunstancias actuales son especialmente adversas para Zapatero. No sólo en razón del paro creciente y el déficit temerario a que nos ha conducido su política. Lo normal sería verle abatido y abrumado; pero sigue encantado de estar donde está y, bien sea en alarde de disimulo y desfachatez o en síndrome de distorsión cognitiva, no parece afectado ni contrito por la calamidad en que nos ha instalado. El desaliento, ya digo, no cabe en la insensatez de quien nos gobierna sin que los suyos, quienes le acompañan en el Gobierno o en el partido, se sientan responsables, que lo son por acción o por omisión, de una situación que puede echar por tierra el edificio, tan imperfecto como real, de nuestro progreso democrático tras la Constitución del 78.


Su inalterabilidad ante los estímulos del ridículo es todavía más notoria y sorprendente. Después de que sus heraldos -y sus heraldas- desplegaran todas las fanfarrias de la propaganda socialista para anunciarnos la «conjunción planetaria», gran acontecimiento histórico, del encuentro madrileño entre Zapatero, eventual discontinuo en la presidencia de la UE, y Barack Obama, emperador del mundo, los clarines se han quedado en pitorreo. El desdén del presidente norteamericano, concordante con el errático tercermundismo de que hace gala nuestra política exterior y justa respuesta a la utilización partidista y local de lo que debe ser un acontecimiento mundial, hubiera sacado los colores de cualquier líder sensato; pero el socialista ni se inmuta. Impasible el ademán. ¿será capaz de advertir la realidad que le circunda y el futuro que nos espera o lo suyo, más que resistencia para tragar sapos, es puritita insensibilidad?

ABC - Opinión

¿Zoofilia? Poca cosa. Por José Antonio Martínez-Abarca

Ojalá la asignatura de Educación para la Ciudadanía hubiese consistido sólo en los peores temores conspiranoicos sobre ella que tenían los padres y asociaciones (y, antiguamente, hasta partidos, antes que algún PP se convirtiese en submarino de bolsillo de la Internacional Socialista). En un adoctrinamiento derivativamente soviético de los escolandos en convicciones antioccidentales, anticlericales, anticapitalistas o anticulturales. Ya nos hubiésemos arreglado con eso. Pero no. El verdadero efecto espeluznante e irrefragable de la EpC es haber otorgado, con timbre oficial, condición de archimandritas del nuevo culto a todos los tontos y zumbados que hasta entonces se mantenían callados en España, para que no los descubriesen. Y ya se sabe aquello de que a un malvado lo puedes hacer tu íntimo enemigo, pero contra un tonto no puedes luchar.

Nada de extraño que uno de estos nuevos intérpretes auténticos del sentir ciudadano en ese sitio que se está convirtiendo en una especie de silente Silicon Valley de la ingeniería social, Andalucía, haya aconsejado a las cabecitas en proceso de esponjamiento que el sexo está para hacerlo con otro niño, otra niña "o un animal". Los padres se han levantado contra la pobre piltrafilla investida acusándole de hacer apología de la zoofilia. En realidad, estaba haciendo apología, no de la comparativamente pacata zoofilia (la "expresión lúdica" incluirá, ya lo verán, la necrofilia y prácticas más divertidas aún), sino de la mismidad, de la intrínseca condición de Educación para la Ciudadanía en su totalidad: la inestimable oportunidad que concede el Gobierno socialista (y, por lo que dicen, también lo hará el PP) para que todos los perturbados que antaño se mantenían atados al brasero de la mesa camilla sin salir de casa para evitar los cuchicheos vecinales hagan sus pinitos como ideólogos de la reversión del país, travestidos de docentes.

Metidos en la lógica inversa de que todo lo que antes se decía que era bueno ahora es malo y al revés, lo que antes era perverso ahora es autenticidad corporal y al revés; único mandamiento por cierto de ciertas cómicas sectas luciferinas (que también, curiosamente, se titulan a sí mismas "masónicas") de guardarropía que por lo visto tienen su campo de pruebas en los cursos de primaria de los colegios, todo es posible y ya no hay espacio para la noticia. Porque cualquier atrocidad en EpC es esperable. No hay razón educativa ni por tanto legal para que los turbios acomplejados a los que antaño las pandillas de niños crueles apedreaban cuando les pillaban mirando bajo las faldas de las crías que subían a recolectar brevas, y que actualmente ocupan plaza de reverendos tutores de La Asignatura en las escuelas, no aporten en clase todo lo que tienen para mejorar al género humano. ¿Zoofilia? Bah. Esperen y verán.


Libertad Digital - Opinión

Seis años de estupidez. Por Gabriel Albiac

NADIE va a devolvernos los años perdidos. Van para seis. Y esto no tiene pinta de haber más que comenzado. La estupidez, en política, es rentable. Y ni en la más disparatada de las ficciones pudo ocurrírsele a nadie que una necedad tan alta pudiera tomar el poder. Pero, una vez asentada, la estabilidad de lo necio es temible. En parte, porque consuela mucho en tiempos duros constatar que no existe un solo miembro del gobierno al cual no podamos mirar por encima del hombro. En parte, porque consuela mucho saber que ese que ejerce aquí el mando no daría para bedel en una empresa seria.

Son ya oficialmente más de cuatro millones de españoles arrojados al vertedero del paro. Y no pasa nada. Eso es lo de verdad aterrador: no pasa nada. Y eso es lo que no hay manera de explicar racionalmente: el cúmulo de disparates no deja un solo respiro; en ninguno de los espacios de intervención que definen a un Estado. Y la fiesta sigue.


Política internacional: devastada. Fue lo primero aquella huida grotesca de la fuerzas españolas, sin siquiera respetar los plazos, de la misión que cubrían en un Irak sobre el cual se jugaba el equilibrio mundial; me pregunto qué sensación pudo quedarles a los militares que pecharon con la vergüenza de aquel ridículo. Vino enseguida la humillación ante el Sultán de Marruecos, que fue, al cabo, el primer beneficiario del golpe que se llevó por delante, el 11-M de 2004, a los irreverentes gobernantes españoles que habían osado oponerse a la voluntad del heredero de Mahoma en Perejil; la pronta pleitesía de Zapatero tranquilizó al Sultán: todo volvía a donde siempre. Afganistán fue aún peor: porque enviar tropas al frente de guerra más peligroso del mundo y negarles potestad para el combate, es condenarlas a muerte; al modo exacto que proclamara el primero de los ministros zapateriles del ejército: «mejor morir que matar»; es lo que ha venido sucediendo desde entonces; es lo que sucederá; un ejército no puede negar su condición de ejército y seguir vivo; para funciones benévolas existen otras instituciones; el servicio del soldado es el de las armas; si la actual ministra -como el ministro de antes- juzga poco honorable que las armas -las adecuadas, blindados incluidos- se usen, es mejor que disuelva el ejército; que no lo envíe, en todo caso, a un lugar sobre el cual se libra hoy la guerra más despiadada.

Política nacional: suicida. Fue personalmente Zapatero quien hizo aprobar un estatuto catalán cuyo dislate tiene paralizado al Tribunal Constitucional desde hace ya cuatro años, y cuyo desenlace no puede ser otro que la independencia. Que, tal y como están las cosas, a muchos empieza a parecernos la salida menos mala. Independencia. Con todos sus costes. Y que podamos, de una maldita vez, dedicarnos todos a las cosas serias y no a chorradas. Y que quien quiera pagarse doblajes a una lengua sin mercado, que se los pague. Y que el que tenga tantas ganas de arruinarse, que se arruine. Pero que no debamos pagar su despilfarro todos.

¿Política económica? ¿Qué es eso? Ni está, ni se la espera: de Solbes a Salgado, todo es una obscena burla. Más de cuatro millones de parados. Es lo que imponen las cifras oficiales: no una crisis, un desastre. Esto era, hace seis años, un país que parecía moderno: moderno y aburrido; lo menos malo. Bastó el golpe del 11-M para salir del sueño. Manos en alto. Para que lo peor -lo peor- se plantara en el proscenio. Y la ruina se nos llevara a todos por delante. Seis años de nuestras vidas ya perdidos; nadie va a devolvérnoslos. Y la horrible sospecha de que esto va para largo. La estupidez es rentable.


ABC - Opinión

Quousque tandem, Zapatero? Por Juan Ramón Rallo

Aquí lo tenemos, cinco años perdidos por culpa de la burbuja creada por nuestros bancos centrales y por el fanatismo socialista de nuestro Gobierno. ¿Hasta cuándo seguiremos soportando la incompetencia y la mala fe de estos señores?

Decía ayer Aznar que nadie ha hecho tanto daño en tan poco tiempo a la economía como Zapatero. Razón no le falta. Aunque no deberíamos sorprendernos. Zapatero llegó a La Moncloa sin saber distinguir entre un impuesto regresivo y uno progresivo, lo que no le impidió unos años después, cuando probablemente seguía sin conocer la diferencia, enarbolar la bandera de la progresividad con ese mágico adagio de "que paguen la crisis los más ricos", trasunto de la no menos célebre fórmula de Alfonso Guerra "to’ pa’l pueblo".


Ignorante y déspota sin complejos, Zapatero se ha topado de bruces con la ley de la gravedad económica, a saber, que no basta con que el Gobierno pulse un botón para que las familias y las empresas vuelvan a generar riqueza. Por desgracia, dos tardes no bastan para que un ungido como nuestro presidente aprenda a desconfiar de la omnipotencia estatal, ese becerro de hojalata al que rinde pleitesía el conjunto de nuestra izquierda.

El problema esencial de nuestros políticos es que no son conscientes de sus limitaciones, que son todas. La sociedad no puede planificarse con escuadra y cartabón y cualquier intento por lograrlo sólo terminará fracturando esa misma sociedad.

Zapatero nos prometió que a partir de marzo del año pasado, los efectos sobre el empleo de su monumental despilfarro público iban a ser visibles. Nos aseguró que él solito, tirando de nuestras chequeras, conseguiría hacer remontar el vuelo a nuestra economía. Total, si la receta ya la dejó escrita Keynes, ese trilero que algunos pretenden hacer pasar por el mejor economista del s. XX:
Si el Tesoro Público se pusiera a llenar botellas viejas con billetes de banco, las enterrara a una profundidad conveniente en minas de carbón abandonadas que luego se cubrieran de escombros de la ciudad y encomendáramos a la iniciativa privada (...) la tarea de desenterrar los billetes (...) terminaríamos con el paro.
He ahí condensado todo el pensamiento económico de ZP. He ahí el sustrato ideológico de su Plan E: convertir en escombros nuestras ciudades para cubrir de basura las minas subvencionadas de Rodiezmo con tal de que las empresas busquen en su fondo un tesoro repleto del dinero que previamente nos ha quitado Hacienda. Que tal proyecto sea del todo inútil para las familias y las empresas resulta irrelevante. Al cabo, se parte de un error: pensar que el gasto público debe servir de alguna manera a las necesidades de los contribuyentes que lo sufragan en lugar de a los intereses electorales del político que les ha arrebatado los impuestos.

ZP se gastó en 2009 algo así como 320.000 millones de nuestros euros; unas cinco veces lo contenido en esa filfa llamada Fondo de Reserva de la Seguridad Social que supuestamente iba a garantizar in saecula saeculorum nuestro fraudulento sistema de pensiones públicas. ¿Resultado de semejante despilfarro?

Desde enero de 2009 a enero de 2010 el paro se ha incrementado en 700.000 personas, superando –incluso con manipulaciones y maquillajes– esa cifra que Corbacho, el enésimo ministro socialista del Paro (Almunia, Chávez, Griñán... uno ya pierde la cuenta), nos juró en todas las lenguas sagradas existentes que nunca íbamos a alcanzar.

Pues aquí lo tenemos, cinco años perdidos por culpa de la burbuja creada por nuestros bancos centrales y por el fanatismo socialista de nuestro Gobierno. Barra libre de gasto público y bloqueo absoluto de cualquier liberalización de los mercados, incluyendo el laboral. ¿Hasta cuándo seguiremos soportando la incompetencia y la mala fe de estos señores? A estas alturas de la película nadie debería dudar de que su política económica ha sido y es un profundo fracaso que sólo ha conseguido arruinarnos y endeudarnos. Peor que la crisis, ha sido su calamitoso Gobierno. ¿Debemos esperar impotentes ante la tragedia a que concluya la legislatura para que terminen con su operación de derribo de nuestras economías?


Libertad Digital

Ajuste «como sea». Por Ignacio Camacho

CASI todo lo que hasta ahora podía salir mal en la flamante presidencia europea ha salido, efectivamente, mal. Y no sólo por el plante de Obama a la cumbre española, principal objetivo mediático del Gobierno, sino porque la visibilidad que buscaba en el continente se ha convertido en un boomerang proyectado contra la cabeza de Zapatero, quien en su burbuja autocomplaciente parece haber olvidado que en Europa hay bastante gente a la que le parece cargante su suficiencia. Lo que hasta el momento sólo sabíamos los españoles se ha convertido en dominio universal. El presidente quería alzarse sobre el turno de guardia para mostrar su adanismo pero resulta que algunos lo estaban esperando para darle con un canto en los dientes a las primeras de cambio. Muy especialmente los alemanes de la «fracasada» Angela Merkel, principales compradores de deuda española a través del Banco Central Europeo; primero lo pusieron en su sitio cuando tuvo la ocurrencia inicial de sugerir que iba a enseñar a la Unión el camino de salida de la crisis, y ahora le han metido las cabras en el corral de Davos al sentarlo entre Letonia y Grecia -¿dónde estaban las decenas de asesores monclovitas cuando se hizo esa foto?- y obligarle luego a forzar un ajuste social si quiere seguir contando con la anuencia de los mercados.


Ésa y no otra es la razón esencial de la brusquísima reconversión del discurso zapaterista y el vertiginoso abandono de las políticas indoloras. Europa no sólo no se traga el rollo sostenible ni nuestra proclamada solidez financiera, sino que exige medidas de garantía para seguir sosteniendo la fiesta socialdemócrata. Menos gasto y más reformas estructurales: he ahí las condiciones del aval que le han señalado a ZP los señores del dinero, a quienes conmueve poco el énfasis ideológico y la milonga del cambio de modelo productivo. En Davos le han puesto las peras al cuarto por meterse a redentor del sistema; los gurús monetaristas le echaron un rapapolvo de órdago, le destriparon las cuentas y luego le recordaron de dónde sale la pasta que alegremente se ha gastado en financiar un dispendio incompatible con la coyuntura.

Ahora falta por saber si la retractación presidencial va en serio o si se trata de uno de sus trucos virtuales de cosmética política. La defensa del modelo proteccionista ha ido demasiado lejos para que parezca creíble esta turboabjuración, aunque en materia de principios el zapaterismo haya demostrado ser dúctil como la plastilina: su única lógica coherente la articula la permanencia en el poder. El problema es que apretar el cinturón de la gente, por necesario que resulte, cuesta votos y eso ya supone jugar con las cosas de comer. Así que lo más probable es que prepare un ajuste de atrezzo para ir tirando hasta que pase la tormenta. Quizá pronto veamos una reforma laboral diseñada según el acreditado procedimiento del «como sea».


ABC - Opinión

¿Con o sin preservativo?. Por Pablo Molina

En lugar de conocimientos válidos para enfrentarse a la vida real, el objetivo de esta novedosa asignatura es convertir a los niños en seres amorales incapaces de distinguir el bien del mal.

La asignatura de Educación para la Ciudadanía Socialista, como era de prever, se ha convertido rápidamente en un reducto académico en el que toda aberración encuentra perfecto acomodo. El problema no es que un tarado intente trasladar a los niños sus perversiones haciéndolas pasar por algo coherente con la naturaleza humana, sino la existencia de una asignatura que permite situaciones como las vividas en un instituto cordobés, con un profesor que ha decidido llevar al terreno educativo las bondades de la zoofilia, deporte que, seguramente, practica con asiduidad. En la exposición magistral que ha sido denunciada por los padres se echa en falta, no obstante, una mención al salvífico preservativo, conocimiento transversal que todos los niños y niñas deben asimilar antes que dividir por dos cifras. Zoofilos, sí, pero precavidos, como manda Bibiana.


Los socialistas, promotores de esta forma de adoctrinar a los adolescentes, seguramente llevarían con gusto a sus hijas a ese tipo de clases para aprender cómo copular con un asno, sólo que no pueden porque sus hijos van a colegios privados, carísimos, superpijos y preferentemente católicos, donde se enseñan asignaturas más tradicionales como matemáticas, literatura o física. La izquierda clásica corrompió a los trabajadores haciéndoles creer que el socialismo les liberaría de la esclavitud laboral. Una vez constatadas las dimensiones de aquella estafa, el socialismo progre trata de hacer lo mismo con los hijos de los obreros a través de la educación pública.

Las reformas educativas perpetradas por los socialistas españoles son la mayor conspiración que jamás se ha urdido contra las clases más desfavorecidas, a cuyos hijos se les priva de una formación adecuada para tener un futuro mejor que el de sus padres. En lugar de conocimientos válidos para enfrentarse a la vida real, el objetivo de esta novedosa asignatura es convertir a los niños en seres amorales incapaces de distinguir el bien del mal, que es la única manera de que de mayores voten socialista sin sufrir arcadas.

Y el PP, que podría utilizar el argumento de que este tipo de basura perjudica sobre todo a los más pobres, que no pueden llevar a sus hijos a los colegios privados a los que acuden los hijos de los políticos de izquierdas, prefiere ponerse de perfil y decir tímidamente que, si ellos mandan algún día, intentarán que en esa asignatura no se enseñen demasiadas barbaridades.

Parece mentira que, con lo listos que son en la calle Génova, no se hayan dado cuenta aún de que su falta de brío en estos temas que preocupan a millones de ciudadanos permite a los socialistas colar todos y cada uno de los objetivos de su agenda para que permanezcan de forma institucional en la sociedad gobierne quien gobierne. El aborto indiscriminado, la píldora abortiva a menores de edad, la ideología de género en la enseñanza, la política, la justicia y la información, la educación sexual desde la perspectiva de los lobbys izquierdistas o la educación para la ciudadanía bajo el patrón neomarxista han llegado para quedarse, y si la oposición no plantea una enmienda a la totalidad ante tanta inmundicia, se habrá convertido en cómplice necesario a ojos de los ciudadanos. Por cierto, también votantes.


Libertad Digital - Opinión

Es peligroso asomarse al exterior. Por José María Carrascal

NI los mayores críticos de Zapatero podían imaginar tal caída a plomo. Que Obama no venga a Madrid, tras haberse anunciado como «conjunción planetaria» su visita, es algo peor que un plantón. Es hacer el ridículo. Y nada hay más letal para un gobernante que hacer el ridículo.

Pero Zapatero no ha hecho otra cosa desde que empezó a salir al extranjero. La fatua, pomposa, inflada celebración de su acceso a la presidencia rotativa europea, su malaconsejado pulso con el presidente efectivo, su comparecencia en Davos, tratando de dar lecciones a gentes que conocen la situación real de la economía española mejor que él, han sido demoledoras para su prestigio. Por si todo ello fuera poco, Zapatero pierde mucho en la traducción. Esas frases rimbombantes que prodiga, esos adverbios terminados en «mente» que desgrana, esas hipérbolas que le chiflan, se quedan en nada tras pasar por la criba de los intérpretes, gentes que van al grano, dejando en evidencia la vacuidad de un discurso en el que sólo hay paja. Con un hombre que sigue diciendo que somos la octava potencia económica del mundo, con un 19 por ciento de paro y un 11,4 de déficit, ni siquiera vale la pena discutir. Se pasa de él, y a otra cosa.


Que es lo que ha hecho Obama. Ante el imperativo de recortar su agenda internacional dada la urgencia de apuntalar la doméstica, ha prescindido de lo superfluo, y la visita a Madrid ha sido lo primero que ha caído. Si Zapatero quiere hablar con él, puede hacerlo entre oración y oración en el desayuno de mañana. Al que, por cierto, acude rodeado de lo más granado de las fuerzas vivas españolas. ¿Teme que le secuestre el archiconservadurismo norteamericano o busca que recen con él para que no se lo reprochen? Porque este hombre puede no tener idea de economía y de política, pero de ligarse a los incautos sabe un rato.

La presidencia europea, que Zapatero pensaba iba a permitirle puentear el jorobado primer semestre de 2010, hasta que la recuperación de las grandes economías tirase de la nuestra, se ha convertido en su vía crucis, con escenario de Calvario al fondo. Por lo menos el primer mes no ha podido resultarle peor. Si los indicadores económicos han sido desastrosos, los resultados políticos no le han ido a la zaga. No se ha apuntado un solo tanto en ninguno de los dos terrenos, sus propuestas se desinflan como un suflé a las pocas horas de lanzarlas -ahí tienen la última, retrasar la jubilación- y, para colmo, le falla Obama, su ídolo, su maestro, su otro yo. ¿Tendrá también la culpa el PP?

Aunque, bien mirado, era previsible. No es que esté gafado. Sencillamente, tantos errores, mentiras, faroles, llevaban, irremisiblemente, a estrellarse. Triste que hayan tenido que ser los extranjeros quienes nos lo advirtieran. Más triste, que la factura la paguemos nosotros.


ABC - Opinión

¡A mí Gallardón!. Por José García Domínguez

Ya lo decía Ennio Flaiano: "Hay dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas". Pregúnteselo si no el sufrido camarada Utrera a su chico, Gallardón. Cría cuervos.

Parece que al padre político de Gallardón, el camarada José Utrera Molina, a la sazón ex secretario general del Movimiento, le da un subidón de bilirrubina siempre que otra gloria del fascio redentor resulta desposeída de algún olvidado laurel provincial. Y es que el camarada Utrera ha alcanzado esa edad en la que un hombre ya puede confesar con impunidad lo que piensa. Por eso, hace bien repudiando en los papeles el fariseísmo iconoclasta del hijo pródigo y sus pares. Ocurre, en fin, que al general Millán Astray, un militar no más bárbaro que la época que le tocó vivir, van a demolerle el monolito donde las palomas abonan el recuerdo de su paso por la Tierra. Hazaña libertaria que hermanará a otro concejo celtíbero con sus iguales, los talibanes que dinamitaron en su día las dos efigies de Buda en el valle de Bamiyán.


A uno la sobrevenida furia antifranquista de tantos alcaldes, concejales, plumillas, ganapanes, tertulianos y demás fauna menor del Ruedo Ibérico siempre le recuerda cierto pasaje de las Memorias de Cambó. Ése donde describe el ardor revolucionario con que la Ciudad Condal rindió póstumo homenaje a Durruti. Según don Francesc, las exequias constituyeron la mayor concentración de masas de la historia local, algo sólo equiparable al eufórico recibimiento con que Barcelona celebraría la llegada de los nacionales, apenas meses después. Un asunto que, a decir del líder de la Lliga, no encerraba ningún enigma: unos y otros, en realidad, eran los mismos.

De ahí, sin duda, que al pobre camarada Utrera, padre de la criatura al fin y al cabo, no le haya cabido ahora llamar en su auxilio a la Guardia Urbana de Madrid, que hubiera sido lo suyo. "Esta noche, antes de que cante Cobo, me negarás tres veces", se le ha oído aseverar en los salones de palacio. Por lo demás, el "¡Muera la inteligencia!" que berreó en célebre aquelarre salmantino aquel tullido ante Unamuno, igual podrían corearlo hoy sus legítimos albaceas intelectuales, esos concejales ofuscados en borrar la historia de España a golpe de piqueta municipal. Ya lo decía Ennio Flaiano: "Hay dos clases de fascistas: los fascistas y los antifascistas". Pregúnteselo si no el sufrido camarada Utrera a su chico, Gallardón. Cría cuervos.


Libertad Digital - Opinión

El paro asusta al PSOE

EL dato del paro en el pasado mes de enero explica que el presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, pidiera públicamente ayer una nueva crisis de Gobierno y una reducción de ministerios. Es el primer «barón» socialista que da señales públicas de preocupación por el efecto que pueda tener el desgaste de Rodríguez Zapatero en los resultados de las elecciones autonómicas de 2011. No será el último, porque a estas alturas del mandato, el PSOE contaba con poder exhibir otro balance, y no el de un paro desbocado -más de 4,5 millones de demandantes de empleo no ocupados-, con una hemorragia de cotizantes a la Seguridad Social y unas perspectivas negras a medio plazo. El Gobierno, patéticamente, vuelve a pretender que las cifras del desempleo se vean como una mejora respecto a 2009, para ocultar que en mayo, junio y julio del pasado año el paro se redujo y que, desde entonces, no ha hecho más que aumentar. Las ingeniosas excusas de la estacionalidad y el clima deberían quedar para mejor ocasión.

El PSOE ha rechazado la crisis de gobierno que le pedía Barreda, pero sabe que no habrá otro remedio porque el capital político del actual Ejecutivo está agotado. El problema de Zapatero es que una crisis de gobierno será inútil sino hay un cambio de política económica. De hecho, ya cambió a su equipo económico tras la salida de Pedro Solbes y la situación se mantuvo en caída libre. El temor de muchos socialistas es que el Gobierno haya llegado a su límite, a partir del cual no se toman decisiones correctas y la opinión pública no perdona un solo error. El paro de más de cuatro millones de personas es un dato que anticipa que esta crisis aún va a causar muchos daños y demuestra que la recuperación exigirá cambios estructurales en un sistema laboral que está desahuciado. Por eso, también las empresas deberán modificar sus hábitos de contratación, aprendiendo de los errores cometidos en los años de bonanza y apostando por la progresiva incorporación de jóvenes al mercado con sueldos dignos y estímulos a su productividad; valorando la experiencia de sus empleados y no penalizando la edad. Nadie debe ser ajeno al esfuerzo de la recuperación.

ABC - Editorial

Zapatero pierde cumbre política y gana cumbre religiosa. Por Antonio Casado

La Casa Blanca renuncia a la cumbre semestral de Estados Unidos con la Unión Europea. Como tocaba celebrarse en España, en el ejercicio de su presidencia rotatoria, se cae de la agenda de Rodríguez Zapatero la ansiada foto de mayo con Barack Obama en Madrid. Jarro de agua fría si lo ponemos en relación con las expectativas creadas por Moncloa. Por tanto, hablemos de frustración. No de plantón. Por falta de compromiso previo, como ha precisado el secretario de Estado adjunto para Asuntos Europeos, Philip Gordon. Y además, porque en todo caso el desprecio no se lo hacen a Zapatero sino a la UE.

Desprecio es palabra mayor. Entender que el presidente español ha sido despreciado por Obama supone conceder a Zapatero, como gobernante o como líder político, la importancia que no tiene para EE. UU en el marco de las relaciones de poder a escala mundial. Ni como amigo ni como enemigo. En cualquier caso, Zapatero sale bien parado. Se pierde una cumbre política pero es el artista invitado de una solemne cumbre religiosa, aunque de religiosa solo tiene el envase. Hablo del Desayuno de la Oración, que mañana reúne en el hotel Hilton de Washington a los primeros del escalafón político, social, económico, militar, judicial, etc, de la primera potencia del mundo.


Otra cosa es la Unión Europea, que se tiene por una potencia regional y practica el fetichismo transatlántico. Con poca credibilidad en la consideración norteamericana. O, al menos, con un interés muy relativo en la agenda política de Obama, a juzgar por el plantón. Está claro que considera a la UE como un actor frágil de la escena internacional al entender que no hay asuntos urgentes a tratar con sus responsables oficiales (crisis económica, terrorismo internacional, proliferación de armas de destrucción masiva, cambio climático, etc). Y si los hay, prefiere ventilarlos en mesas bilaterales. Con Reino Unido, Francia y Alemania, básicamente.

De modo que, insisto, no es un desprecio a España sino a la UE. Y eso libera una incómoda verdad. El plantón de Obama pone en evidencia el escaso peso políico o la escasa vocación de Europa para convertirse realmente en un actor relevante de ese nuevo mundo post-americano del que hablan Jeremy Shapiro y Nick Witney (Revista “Política Exterior”, número 133), en cuyo alumbramiento se combinan la caída de las Torres Gemelas y la ascensión de potencias emergentes como China, India y Brasil. Por no hablar de las dificultades de interlocución que debe tener Obama si busca un trato eficiente con un verdadero piloto de la nave europea.

Veamos. Zapatero es un presidente de turno con inciertas competencias en coordinación de políticas y organización de eventos durante seis meses. Van Rompuy es un político opaco, frío e introvertido que escribe poemas, al gusto de Reino Unido, Francia y Alemania cuando cocinaron su nombramiento como presidente permanente. Durao Barroso es el primer burócrata de Bruselas en su papel de jefe de la Comisión. Y Catherine Ashton, la teórica ministra de Asuntos Exteriores de la UE, una criatura del euroescepticismo británico, es una ilustre desconocida en Europa, EE. UU y el resto del mundo.

Este es el panorama. No me extraña que Obama haya renunciado a la cumbre de mayo con la UE y prefiera concentrarse en asuntos internos para no recibir un nuevo revolcón electoral en las legislativas de noviembre.


El confidencial - Opinión

Muerte en Afganistán

La entrega de los soldados ha impedido el desastre; pero se acerca la hora de las decisiones.

Un soldado muerto y otros seis heridos, además de tres bajas mortales entre los talibanes, es el balance del ataque contra las tropas españolas perpetrado el pasado lunes en Afganistán. No fueron los únicos datos del parte militar de la jornada: pocas horas después, los talibanes atacaron con cohetes el aeropuerto y la base española en Herat, donde debía llegar la ministra de Defensa. Además, otros dos soldados británicos murieron en el sur del país a consecuencia de una emboscada de los talibanes contra su patrulla.


La de Afganistán es sin duda la misión más compleja en la que participan las tropas españolas en el exterior y también la que mayor responsabilidad exige para abordar los numerosos problemas que se ciernen sobre ella. El ataque no puede servir de excusa para regresar a las recurrentes querellas políticas en torno a la presencia española en Afganistán, sobre todo cuando aún no se han atendido deberes elementales como rendir homenaje a quien ha perdido la vida por cumplir con la misión que se le ha encomendado, el soldado John Felipe Romero Meneses. También a sus seis compañeros heridos.

Las incertidumbres que planean sobre el papel de las fuerzas internacionales en Afganistán, patentes tras la Conferencia de Londres, no deberían trasladar a las tropas sobre el terreno la impresión de que no se valora su esfuerzo o, peor aún, de que es inútil y sólo se justifica por necesidades diplomáticas que se sirven de él como moneda de cambio. Sería deshonesto ocultar que la actual situación es resultado de múltiples errores políticos en el planteamiento inicial y en el desarrollo de las dos misiones militares presentes en el país, una de guerra y otra de reconstrucción. Por duro que resulte reconocerlo, son estos errores -entre los que destaca la difícil compatibilidad estratégica de ambas misiones- los que están dotando de sentido al trabajo de las tropas internacionales en Afganistán: gracias a que siguen desarrollando su trabajo con profesionalidad mientras se van adensando las dudas en la opinión pública y las instancias de decisión política, los errores no se han convertido en catástrofe.

El tiempo parece correr aceleradamente en contra de los objetivos que se impuso la comunidad internacional en Afganistán, mientras se incrementan los riesgos para las tropas desplegadas en el país. El discurso de que es allí donde se libra un combate avanzado contra el terrorismo, ni se ajusta a la realidad, ni contribuye a la adopción de estrategias que permitan salir airosos del avispero. En Afganistán, las fuerzas adscritas a la misión Libertad Duradera sólo combaten para evitar la derrota, en tanto que las de la ISAF, entre las que se cuentan las españolas, se ven obligadas a proseguir con una misión humanitaria que cada día que transcurre se revela más inviable. Se va acercando la hora de Afganistán, el momento en que los aliados deberán plantearse la realidad tal como es, y decidir en consecuencia.


El País - Opinión

Aznar 'vuelve' en su mayor ataque a Zapatero

El ex presidente realizó ayer el mayor ataque a Zapatero desde que ocupa La Moncloa a cuenta de la desastrosa situación económica nacional.

LAS MANIFESTACIONES de Aznar responsabilizando a Zapatero de la desastrosa situación de la economía española y su pronóstico de que se avecinan tiempos difíciles para el país suponen uno de los mayores ataques a la política del Gobierno en esta legislatura, tanto por el contenido como por la forma lapidaria en las que están hechas. Cuando Aznar subraya que «nunca nadie hizo tanto daño en tan poco tiempo» está describiendo una realidad, por dura que sea de asimilar para algunos: en poco más de cinco años, Zapatero ha pasado de gobernar uno de los países de referencia del continente a ser mirado de reojo porque España empieza a estar considerada un lastre para el futuro de Europa.


Habrá quien trate de deslegitimar hoy los argumentos del ex presidente jugando a alimentar esa caricatura de extremista y de personaje antipático con la que la izquierda ha pretendido sacarle siempre del debate político. Es cierto que sus palabras no son nada tranquilizadoras, que reconforta más oír otro tipo de diagnósticos y otro tono más amable, pero cuando un país tiene 4,3 millones de parados y no deja de crecer el desempleo, cuando la sombra de la recesión marca los años venideros -la previsión es que el PIB caiga de nuevo en 2010-, cuando las arcas del Estado se desangran y se buscan recursos debajo de las piedras para sostener el sistema de pensiones y para intentar pagar los intereses de la deuda, lo responsable no es sonreír, sino decirlo.

Las palabras de Aznar no nacen del rencor; están, cargadas de amargura, la de quien es consciente de que «España ha vuelto dramáticamente a la segunda división». Suponen ante todo un baño de realidad que se abre paso entre los cantos de sirena de un Gobierno al que la situación se le ha escapado de las manos y el aparente sesteo oficial de una oposición que parece guardar sus fuerzas para acelerar hacia la meta sólo en el sprint final de la legislatura.

Hay que empezar a ser conscientes de que España inicia una dura travesía que puede durar años y que va a dejar cicatrices en la sociedad. No es antipatriota quien denuncia que no se están tomando las decisiones oportunas. Tampoco lo es Aznar cuando pone el dedo en la llaga y avisa de que la credibilidad de nuestra economía «ha quedado pulverizada» y constata que crecen las dudas en cuanto a que el país «pueda financiar su deuda en el futuro», aunque tal vez no sea prudente que un ex presidente diga esto. En todo caso, la virtud del discurso de Aznar es la de poner al descubierto la pésima gestión económica del Gobierno en un momento clave en el que España se juega su futuro y su prestigio en Europa.

En su ingenuidad, Zapatero pretendía hacer de este semestre de la presidencia española de la UE una exhibición del éxito de su política, pero en cuanto se ha puesto el foco sobre nuestro país se han iluminado todas las carencias de su gestión. De ahí las prisas por ganar credibilidad presentando un plan de ajustes y recortes del que había abominado. Pero chirría por su incongruencia que quien negaba hasta hace cuatro días la propia existencia de la crisis y se oponía a propiciar un pacto de Estado alegando aversión ideológica hacia la oposición se descuelgue de la noche a la mañana con la propuesta de reformar el sistema de pensiones a la manera en que lo plantearía cualquier político del ala liberal.

Es esa falta de coherencia de Zapatero y el contraste entre su buenismo y la cruda realidad en que han desembocado sus ocurrencias en materia económica lo que le hace tan vulnerable. Por eso Aznar fue ayer tan duro con el presidente, y porque el tiempo ya está empezando a demostrar que el legado del actual inquilino de La Moncloa no se parecerá en nada al de su antecesor.


El Mundo - Editorial

Una pérdida de tiempo y de empleo

Aun cuando Zapatero aprobara una buena reforma laboral este viernes, sería una vergüenza que hubiera esperado a que la cifra de parados en nuestro país se duplicara para plantear unas reformas que ya eran necesarias antes del estallido de la crisis.

A la vista está que con Zapatero no existen límites para el deterioro. Después de perder más de ocho cientos mil puestos de trabajo el año pasado, acabamos de estrenar el 2010 con 124.890 parados más, según los datos hechos públicos por los Servicios Públicos de Empleo. De este modo, el desempleo sube por sexto mes consecutivo y encadena los tres peores meses de enero desde que se realizan estadísticas. Aunque este mes suele ser un periodo de subidas, nunca había sido tan negativo como en los últimos ejercicios. En 2008 se incrementó en 132.000 personas y el año pasado en 198.838, el peor dato registrado nunca.


Con el aumento del mes pasado, el número total de parados supera los cuatro millones, en concreto 4.048.493, la mayor cifra desde la que existen datos comparables. Eso, sin contar con los 455.845 parados –los llamados Demandantes de Empleo no Ocupados y los Demandantes de Empleo Especiales con disponibilidad habitual– que, como es habitual, el Ministerio de Corbacho arteramente contabiliza aparte.

No vamos a dedicar un minuto a las declaraciones con las que los miembros del Gobierno tratan de maquillar la extrema y al tiempo creciente gravedad de la situación. Más importancia tiene comentar las propuestas para la reforma laboral que el Ejecutivo tiene previsto presentar en el Consejo de Ministros de este viernes y que tendrá que negociar con patronal y sindicatos. A la espera de conocer las medidas concretas, ya podemos afirmar que, en el mejor de los casos, la propuesta de reforma laboral del Gobierno llega tarde. Es una auténtica vergüenza que el Gobierno de Zapatero haya esperado a que la cifra de parados en nuestro país se haya duplicado respecto a la que había hace dos años y medio para acometer unas reformas que ya eran necesarias desde mucho antes. Para colmo, nada garantiza que las propuestas del Ejecutivo de Zapatero vayan en la buena dirección, tal y como lo sería una liberalización profunda de nuestro mercado laboral.

Es evidente que llegado a este nivel de deterioro, los salarios deben ajustarse a la productividad para recuperar competitividad, tal y como sin tapujos acaba de recomendar para España el responsable del FMI, Olivier Blanchard. El Gobierno debería así mismo dotar de mayor flexibilidad para reubicar geográfica y funcionalmente a los trabajadores, así como enterrar su oposición a la contratación con menor indemnización por despido. Estas y otras reformas destinadas a la liberalización del mercado laboral, unidas a una reducción de la presión impositiva y una drástica contención del gasto público, constituyen la vía correcta para evitar la destrucción de empleo y lograr la recuperación... tal y como ya sucedía hace tres años.

Sin embargo, de un Gobierno que se ha negado sistemáticamente a plantear soluciones para no tener que admitir la existencia misma del problema; que lo deja todo –incluida su propia acción de Gobierno– al consenso de los agentes sociales, para no tener que enfrentarse a la rémora que suponen los sindicatos; y que lo único que ha hecho es agravar la situación tratando de evadirse de ella a través del gasto y el endeudamiento público, nada cabe esperar que no sea seguir malgastando el tiempo y el dinero de los contribuyentes bajo la excusa del diálogo social.

Lo malo es que, a la vista está, ese tiempo perdido se seguirá traduciendo en una mayor destrucción de empleo y en un serio deterioro de la situación financiera de nuestras familias, empresas y administraciones públicas.


Libertad Digital - Editorial

Tropezón europeo en la cumbre

EL episodio de la renuncia del presidente Barack Obama a participar en la cumbre entre la Unión Europea y Estados Unidos programada para el mes de mayo no es en modo alguno un tropezón diplomático banal, sino que se trata de algo que deja muy disminuido el semestre de presidencia española. Cuando se pone tanto empeño en resumir la posición internacional de España en una sucesión de sesiones de fotos, se comprende que por parte norteamericana no exista mucho interés por añadir reuniones con un gobierno que tiene muy poco que decir en la mayoría de los grandes problemas mundiales que inundan la agenda de la Casa Blanca. Sin embargo, esta no era solo una reunión con España, sino sobre todo una expresión de normalidad en la alianza entre las dos orillas del Atlántico y si la presidencia semestral no sale bien parada de este asunto, la consideración no es en absoluto mejor para la nueva estructura permanente de la Unión, creada precisamente para acabar con esa sensación de interinidad en la representación exterior. El año pasado Obama viajó seis veces a Europa, y asistió a dos cumbres con la UE, lo que indica que no ignora el significado ni las consecuencias de la decisión de no asistir a la que había programado la presidencia española. Sin embargo, la nueva Alta Representante, la baronesa Ashton, que viajó a Washington la semana pasada, no parece haber conectado ni con la Administración norteamericana, ni con la Presidencia española. En cuanto al presidente permanente del Consejo, Herman Van Rompuy, que se apresuró a proclamarse como el dueño del famoso teléfono de Europa, tampoco ha contribuido a clarificar la situación, siquiera en términos protocolarios.

Ha costado más de nueve años poner en marcha las reformas del Tratado de Lisboa y en sus primeros pasos los nuevos mecanismos se han revelado como artefactos chirriantes y llenos de problemas que nadie había previsto. La elección de los principales cargos de la UE siguiendo criterios de cuotas de género o repartos ideológicos no garantiza en absoluto que se haya optado por la personalidad más adecuada teniendo en cuenta el perfil requerido para suceder a una figura como Javier Solana. Hará falta mejorar mucho las cosas en Bruselas para vencer la visión estereotipada de Europa que persiste en la mentalidad norteamericana. Tal vez sea mejor menos cumbres pero más llenas de contenido realmente importante.

ABC - Editorial