martes, 9 de febrero de 2010

Intrusos en el comedor. Por Arturo Pérez Reverte

Unos los querían para mano de obra barata: jornaleros de miseria, chachas dóciles y carne de puticlub. Otros, para adornarse con la media verónica de que las fronteras son fascistas, aquí cabemos todos y maricón el último. El resto miramos a otro lado porque eso no iba con nosotros. A mí, pensábamos, la impotencia me la trae floja. Y adobando el asunto, la llamada opinión pública –esa puta perversa, tornadiza e hipócrita– extendió su salsa de irresponsabilidad y demagogia. Así, es natural que ni Pepé ni Pesoe, ni gobiernos, ni ministros, ni presidentes autonómicos, ni alcaldes y alcaldas de esta variopinta nación de naciones discutibles y discutidas del payaso Fofó, hicieran otra cosa que currarse lo inmediato. Ninguno de nuestros políticos renunció a esos viajes que se montan a costa de nuestra imbecilidad y dinero con el pretexto de estudiar el funcionamiento del metro de Estambul, las posibilidades eólicas de la Gran Muralla, el impacto del mosquito anófeles en el turismo de Cancún o el imprescindible hermanamiento de Tomillar del Rebollo con San Petersburgo. Nadie, en vez de hacer turismo por la patilla, se asomó a Francia, por ejemplo, donde el problema de la inmigración descontrolada y marginal hace tiempo que rechina en toda su crudeza. A aprender de los errores ajenos, y no meter la gamba en los mismos barrizales.

Las prioridades eran otras: ganar dinero o votos fáciles, emparedar el problema futuro entre la desvergüenza de los explotadores y el buenismo estúpido de los cantamañanas, con esos supuestos papeles para todos que, además, eran mentira. Lo que viniese luego importaba un carajo. Por eso, leyes y normas no respondieron nunca a una política previsora de integración real y educación, planificada con realismo e inteligencia. Nadie aclaró, tampoco, qué idea de España iba a brindarse a quienes se acogían a ella. Qué espacio común podrían hacer suyo, a qué costumbres adaptarse, qué cauces serían adecuados para fundirse con el entorno sin renunciar al carácter y cultura propios. Qué derechos, y también qué obligaciones. Ofreciéndoles una tierra culta, abierta, común y generosa que el inmigrante, o sus hijos, no tardaran en sentir como propia. Una nueva patria: abierta, varia y coherente al mismo tiempo, que pudiesen, con poco o relativo esfuerzo, hacer suya.

Pero todo eso habría requerido inteligencia política, cálculos a largo plazo hechos por gobernantes previsores, no por gentuza oportunista que promulga leyes coyunturales, contradictorias, y sólo actúa pendiente del titular de telediario y de las próximas elecciones, en un país de borregos donde todo problema aplazado es un problema resuelto. Salía más barato dejar que las cosas se asentaran de forma natural. En vez de procurar explicar la necesaria historia del Cid Campeador a un niño magrebí, lo que se hizo fue eliminar al Cid de los libros escolares. Nada por aquí, y nada por allá. Vacío total. Papilla informe, sin sustancia, válida para todos y que no nutre a nadie. Y así, el resto. Cualquier intervención o planificación seria habría sido un acto totalitario y fascista. Laissez faire, laissez passer. Y vaya si pasaron. De cualquier manera. Hacinándose en guetos infames, desorientados mientras los explotábamos en español, en catalán, en gallego, en vascuence, en mallorquín, en valenciano, en bable, en farfullo de Villaconejos de la Torda. Sometidos por fuera a todas las gilipolleces en que tan diestros somos, y formando por dentro sus propias estructuras independientes. Con los daños colaterales lógicos: marginación involuntaria o deliberada, descontrol, delincuencia. Transformando barrios y pueblos enteros, unas veces para bien y otras para mal. Porque no hay gueto bueno, y ciertas convivencias desequilibradas son imposibles. Saturando sistemas poco previsores que no dan más de sí. Creando, también ellos, sus núcleos marginales específicos, sus rencores internos y ajenos. Sus propios problemas.

Ahora mugen vacas flacas y el negocio se va al carajo. De pronto, molestan. Pero ni siquiera así sacamos consecuencias útiles de las señales registradas en otros países que afrontan situaciones parecidas. Y al final pagarán los de siempre. Los tres, o treinta, o trescientos infelices apaleados en tal o cual sitio por una turba de bestias analfabetas en busca de alguien a quien linchar después de haberlo explotado hasta el tuétano. A cambio, algún día, cuando la desesperación propia y el racismo inevitable empujen a esos desgraciados al extremo, allí donde se sientan fuertes y puedan no sólo sobrevivir, sino defenderse e incluso agredir, arderán barrios enteros. No les quepa duda. Nos ajustarán las cuentas con su cólera desesperada, históricamente justa. Espero estar aquí para verlo, apoyado en la ventana de la biblioteca con la última botella de vino en la mano: respetables matronas en deshabillé corriendo por las calles mientras los bárbaros, como era inevitable, saquean Roma. Que nos den, entonces. Que nos vayan dando.


XL Semanal

Ellos. Por José A. Sanchidrián

El juancarlismo fue la mera sustitución del franquismo. La necesidad de homologarse políticamente con los países de nuestro entorno hizo que los grupos parlamentarios, ya permitidos en la fase terminal de la Dictadura como novedosa apariencia, se tornaran en partidos políticos, naturalmente a cuenta del Estado totalitario.


La admisión de los viejos exiliados y de sus descendientes políticos bastó para rellenar un completo espectro estatal y hacerlo pasar por nacional, ahora “democrático”. ¿Quién podría alertar a la mansa sociedad española de esta maniobra, sobre todo después de que el juancarlismo aflojara el lazo de la censura a los agradecidos voceros públicos que ya se permitían medrar (algo que éstos glosaron como “libertad de expresión”)? ¿Acaso los avanzados europeos no practicaban semejante orden institucional?

El aparato totalitario del franquismo había succionado a la sociedad. Lo civil no podía existir sin desnaturalizarse a través de lo orgánico. La inanidad ante semejante monopolio del poder solamente era evitable con el amparo clientelar de los cabecillas del Régimen. Y para la actividad económica, sometida al Estado corporativista, ello era infranqueable. El juancarlismo de varios partidos lo continuó. El pajarillo nacido en cautividad se niega a abandonar la jaula aunque ésta esté abierta, sobre todo cuando la comida se sirve dentro. Todo es licencia estatal. Los sindicatos verticales dejaron su lugar a las franquicias de los partidos de izquierda. Y los patronos, ¡también se asocian!, algo que solamente tiene sentido para que su peso no sea insignificante cuando sólo pueden aspirar a ser pequeñas o, como mucho, medianas. Es el neocorporativismo de la negociación colectiva, cuestión interna de la economía española, oráculo gubernamental para unos empresarios que no podrán prosperar, y tragicomedia de los trabajadores que deben perder. No. A ellos no les toca. Los financieros de la Monarquía de Partidos se saben a salvo. La ruina de los demás les ha servido a ellos. Haciéndose con las antiguas empresas estatales, oportuna contrapartida de la alianza con la casta política del posfranquismo que todavía sostienen, han alcanzado el paraíso en el limbo económico de lo multinacional a través de la CEE, infernal condena para todos los demás.


Movimiento Cívico de la República Constitucional

El descrédito planetario de Zapatero. Por Guillermo Dupuy

Estamos asistiendo a algo que ciertamente tiene resonancia "histórica y planetaria" como es la visión de España y de su Gobierno como un peligroso lastre para la Unión Europea y como una apuesta de altísimo riesgo para los inversores internacionales.

La inesperada designación de Herman van Rompuy como nuevo presidente permanente del Consejo de la UE, los desastrosos resultados de Barack Obama y de su partido en las encuestas de popularidad y en las últimas elecciones celebradas en EEUU, respectivamente, así como la negativa del presidente estadounidense a asistir a la cumbre UE-EEUU prevista para finales de mayo, son hechos que, por sí solos, ya eran de suficiente envergadura como para eclipsar ese acontecimiento "histórico" y "planetario" que, según Leire Pajin, iba a suponer la coincidencia temporal de Zapatero en la presidencia de turno de la UE con la del presidencia de Obama.


Sin embargo, con el creciente y alarmante descrédito internacional que provoca la desastrosa política del Gobierno de Zapatero corremos el riesgo de asistir a un acontecimiento, ciertamente de resonancias "históricas y planetaria", como sería la expulsión de nuestro país de la Eurozona. Por de pronto, y sin necesidad de llegar tan lejos, lo que ya es un hecho es que nuestro país es visto por nuestros socios comunitarios como un peligroso lastre para la Unión Europea y como una apuesta de altísimo riesgo para los inversores internacionales. Precisamente para tratar de mejorar esta merecida y desastrosa imagen de nuestro Gobierno, la vicepresidenta económica Elena Salgado y el secretario de Estado de Economía José Manuel Campa acaban de emprender una gira de urgencia por las principales plazas bursátiles donde tratarán de calmar a inversores y analistas respecto a nuestras preocupantes cuentas públicas.

Es de temer, sin embargo, que las palabras de Salgado y de Campa generen tan poca credibilidad como han causado los insuficientes y nada concretos planes de reforma con los que el Gobierno trata de calmar a nuestros socios comunitarios. Si bochornoso fue el espectáculo que ofreció el Ejecutivo la semana pasada al rectificar la actualización del Programa de Estabilidad 2009-2013 enviado a la Comisión Europea a las pocas horas de hacerse público, no menos lamentable es el contraste que ofrecían Salgado y Campa este lunes al tratar de trasladar una imagen de seriedad y responsabilidad a los mismos analistas e inversores a los que desde aquí José Blanco acusaba de estar detrás de una especie de conspiración internacional contra España.

Si ya lo tiene muy difícil Campa para que los inversores extranjeros se crean que con Zapatero "España es capaz de reducir el déficit publico del 11 al 3 por ciento" –reducción similar a la que en el pasado sólo fue capaz de llevar a cabo el Gobierno de Aznar–, más difícil se lo pone aun Blanco con sus "simplezas" y "paranoias", tal y como el Financial Times ha calificado a sus "conspirativas" explicaciones del porqué de la pésima imagen que nuestro Gobierno y su política económica tienen en el exterior.

Sea paranoia –o más bien esquizofrenia–, a eso han quedado reducidos los delirios de grandeza de un Gobierno que nos auguraban para este primer semestre de 2010 un acontecimiento histórico y planetario. Tanto entonces como ahora todo se debe a su permanente y enfermiza renuencia a aceptar la realidad tal y como es y a su rechazo a tomar medidas de calado para tratar de mejorarla que no se limiten a la mera cosmética.


Libertad Digital - Opinión

Una conspiración de la derecha planetaria contra el pobre Zapatero. Por Federico Quevedo

Así, como lo oyen, o como lo leen, esa es la última ocurrencia made in Ferraz para explicar porqué España ha caído en el pozo del descrédito internacional: las fuerzas planetarias de la derecha, es decir, medios de comunicación al servicio de los intereses de los poderosos y capitalistas que manejan los mercados financieros, se han unido con el único objetivo de hundir al pobre Rodríguez y anular sus intenciones de salvar al mundo de esta orgía de intercambios lujuriosos de acciones, bonos y futuros y, de paso, aupar a Rajoy al poder para que sirva mejor a sus fines malintencionados y perversos. Así, sin anestesia, inyectado en vena, ese fue el argumento que ayer utilizaron al alimón Leire Pijín y José Blanco para explicar porqué el Gobierno lo está pasando tan mal estos días. Y, lo peor de todo, es que por desgracia habrá unos cuantos pazguatos que se lo crean a pies juntillas. Y si no lean el foro, lean, que se van a quedar a cuadros.

Hombre, puestos a buscar excusas increíbles, justificaciones estratosféricas, de la incompetencia gubernamental, casi habría tenido algo más de crédito acusar a Silvio Berlusconi de haber contratado a una bruja para que le echara el mal de ojo a Rodríguez, ¿no? Lo del mal de ojo, como que tiene más gracia, porque a mi la conjura me recuerda a esa otra judeo-masónica que se sacó otro de la manga para explicar porqué a España se la aislaba internacionalmente. El mal de ojo, sin embargo, tiene hasta cura y podemos encargar a Elena Salgado que compre unos ramilletes de tomillo de esos que venden las gitanas en los semáforos para conjurar la amenaza. Claro que, también podría el Gobierno y el partido que lo apoya dejarse de chorradas y por una vez en su vida aceptar sus errores e intentar enmendarlos. Menos mal que, esta vez, la oposición parece decidida a tomarle la medida a Rodríguez Zapatero y se han puesto casi todos de acuerdo en obligarle a comparecer en el Parlamento para que de explicaciones, no sobre la conjura, sino sobre los hechos que nos han llevado a esta situación.

Porque no creo que sea fruto de ninguna conjura planetaria contra ZP el hecho de que fuera antes de ayer cuando el Gobierno aprobaba unos presupuestos con una previsión de déficit del 9,5% para 2010, y ayer cuando reconocía ya un déficit del 11,4%. Ni es fruto de conjura alguna el que hayamos llegado ya a los más de cuatro millones de parados –casi cuatro y medio según Eurostat- cuando hace menos de un año el ministro Corbacho decía que ni de coña España tendría cuatro millones de desempleados. Ni será consecuencia de una conjura internacional el hecho de que el Gobierno presente un día en Bruselas una cosa, al día siguiente otra, luego la contraria de la última y después la corrección de la corrección de la tercera derivada de una propuesta sin compromiso que solo era un ejemplo de lo que se podría hacer pero no una medida que el Gobierno estuviera a dispuesto a llevar a cabo, salvo amenaza.

Esta situación, en general, no es fruto de conjura alguna, sino de la incompetencia de un Gobierno que primero negó hasta la saciedad lo que todo el mundo veía como inevitable, y luego se ha hartado de contarnos milongas sobre que nunca afectaría la crisis al gasto social. Ni al social, ni a ninguno, por eso tampoco es creíble que ahora venga con la tijera para sacar 50.000 millones sabe Dios de donde porque ni siquiera nos lo han dicho. Pero, en lugar de asumir responsabilidades y tomar decisiones, el Gobierno sigue instalado en la misma ineptitud y en buscar responsables en cualquier sitio menos donde tiene que mirar, que es de puertas para adentro del Palacio de La Moncloa. No es de extrañar que los chicos del FT, ante los que ayer se presentaba una Elena Salgado totalmente desbordada por los acontecimientos, acusara al Gobierno español de paranoico. Es que lo está, y no saben hasta que punto. Y lo que nos queda por aguantar.


El Confidencial

¿Los masones contra Zapatero?. Por Juan Ramón Rallo

Tal vez cabe una explicación alternativa que no sé si habrá considerado D. José: que la economía española sea cada vez una inversión más arriesgada y que nadie quiera depositar en ella su dinero a menos que obtenga rentabilidades mucho mayores que antes.

Uno creía que, como explica el propio Tesoro, los mayores tenedores extranjeros de deuda pública española eran Francia, Alemania, Reino Unido y Holanda, países que, a excepción del tercero, integran una Unión Monetaria a la que dudo que quieran hacer estallar por los aires.

Aun así, nada se interpone entre el disparate y la lengua de un socialista cuando de defender a Zapatero se trata. De este modo, D. José Blanco, ese eminente estadista en el que durante años muchos no vieron más que al Sancho Panza de Zapatero, no ha vacilado en anunciar una conspiración internacional contra el paraíso socialista que, contra viento, marea y neocons, nuestro egregio presidente esta instaurando en España.


Al parecer, los especuladores internacionales no tendrían nada mejor que hacer que tratar de derribar el Gobierno de ZP, abanderado en la lucha por regular a estos señores y por despojarles de su impunidad para arruinar países enteros, por lo que se habrían dedicado a pergeñar "maniobras turbias" que desestabilizaran nuestros mercados financieros. Por ejemplo, vender todo aquello que lleve asociada la marca España, incluso las acciones de un banco como el Santander que acababa de presentar los mayores beneficios de su historia.

Sin embargo, tal vez cabe una explicación alternativa que no sé si habrá considerado D. José: que efectivamente la economía española sea cada vez una inversión más arriesgada y que nadie quiera depositar en ella su dinero a menos que espere obtener rentabilidades mucho mayores que antes. Cierto que España no es Grecia, pero liderada por Zapatero va camino de serlo. Entenderá, pues, que a quien piense invertir a varios años en España no le preocupe tanto cómo estamos hoy, sino cómo vamos a estar mañana. ¿Y acaso es del todo descartable que degeneremos a una situación similar a la griega? No, porque a menos que Zapatero rectifique, en esos estamos ya. De hecho, precisamente porque con este rumbo vamos camino del abismo, Zapatero ha rectificado (o más probablemente le han hecho rectificar) en asuntos tan críticos como las pensiones, el gasto público o la reforma laboral.

Si según D. José todo son maniobras infundadas, ¿por qué rectifica ZP? Quizá porque los ritmos actuales de despilfarro son insostenibles y los mercados ya se están dando cuenta. La incógnita es ahora si el PSOE conseguirá sacar adelante las reformas que precisa nuestra economía y en esto, permítame excelentísimo ministro de Fomento, que tanto los malvados especuladores como un servidor tengamos serias dudas, sin necesidad de que meta en la ecuación turbia maniobra alguna.

No es cuestión de que el mercado sea una selva en la que los depredadores con más dinero pueden devorar sin miramientos a unas pobres hormigas progresistas cuyo incontenible altruismo les quitó tiempo para enriquecerse. No, cualquiera con un capital suficiente puede hacer mover al mercado en una dirección justo un segundo antes de que otro con el mismo capital o muchos con pequeños capitales lo hagan mover en la contraria. Porque, no lo olvidemos, si estamos diciendo que merced a las distorsiones judeo-masónicas las acciones de las empresas españolas están artificialmente baratas o que la deuda pública española ofrece rentabilidades mucho mayores a las que justificaría su riesgo real, entonces debería haber cantidades ingentes de inversores ansiosos por forrarse mediante la adquisición de esos activos a unos precios tan atractivos. Pero no los hay, simple y llanamente porque Zapatero, y no los especuladores, ha terminado por cargarse una economía ya debilitada por la propia burbuja que el Banco Central Europeo, y no los especuladores, sentó las bases para crear.

Ya ve D. José, quizá no se trate de que haya una campaña para convertir a Zapatero en un demonio, sino de que muchos, al verlo, ya lo identifiquen con uno. Motivos los tendrían sobrados, aunque más que con cuernos y rabo, habría que imaginárselo vestido de negro, con un pasamontañas y un gran saco en la espalda. En los tiempos que corren, no sería para menos.


Libertad Digital - Opinión

Presidencia providencial. Por Hermann Tertsch

ERA absolutamente necesaria esta presidencia de la Unión Europea para que nuestros socios supieran con quién se la juegan. Por eso ha sido absolutamente providencial que nos tocara el turno de algo que, ya sin ningún valor de mando, pusiera en evidencia a la tropa que gobierna España desde hace seis años. Cierto que es tropa taimada. Y que tiene recursos. La vergüenza total para cualquier librepensador, periodista o intelectual que haya visto seguir a todos los máximos responsables de la prensa escrita, hablada y vista, al Gran Timonel en su paletada de Washington no tiene parangón. Los cursis supremos que sacan y predican buena impresión, ellos los invitados, de esa estafa que fue la tontiloca y falsa alocución de Rodríguez Zapatero en Washington habrán de digerirla por sí solos. Lo malo es que con estos chicos se ha acabado realmente el pudor. ¡Qué vergüenza! Todos, lo que se dice todos los responsables de la libertad de prensa en este país haciendo corte humillante de un presidente acabado que ha hundido a su país en seis años. Hay que buscar a algún enemigo en tiempos de guerra para encontrar a alguien que haya hecho más daño a este país.

Y eso en tiempos de paz. Pero todos fueron allí como perritos falderos del peor presidente de nuestra historia democrática a rendir pleitesía al inane para acercarse mínimamente al presidente de Estados Unidos que probablemente sea -por inteligencia democrática norteamericana- un jefe de Estado fugaz -a onetermpresident- como fueron el padre Bush y el chico de los cacahuetes que era Carter, aquel demócrata que decía que todos somos buenos y acaba haciendo payasadas con los helicópteros en Irán.Los buenos tienen mucho peligro. El nuestro desde luego. España está probablemente en la peor situación desde el final de la guerra civil gracias a nuestros comandantes socialistas y al ideario primitivo y obtuso de nuestro líder de la revancha y necio sideral. ¿Quién lo va a defender? Sus peores. Toda esa selección negativa que ha llevado a gente insólita a puestos de responsabilidad, véase Bibiana Aido o Leire Pajín. Junto a ellas, eso es cierto, Pepiño Blanco parece Metternich. Se lava el pelo y se ha acostumbrado, eso es fácil, a los trajes a medida. Aunque ha de cuidar un poco más su calzado. Los zapatos dicen mucho de uno mismo. Pero supongo que irá aprendiendo. Porque nuestro socialista gallego es un superviviente listo y no me cabe duda de que acabará haciéndose los zapatos en Nagy en Viena o Budapest.

Lo dicho, esta presidencia ha sido providencial porque en pocas semanas nuestros socios y aliados se han enterado de lo que vale un peine. Y su espanto sólo es comparable al que llevamos sintiendo desde hace años algunos compatriotas del Gran Timonel que estamos aterrorizados ante la idea, convertida en realidad en este desgraciado país, de que un niño japonés iletrado se ponga al mando de un submarino atómico. Ya no sabe nadie qué botones, teclas o dispositivos toca, pero todos sabemos que no va a acertar nunca en su opción. La presidencia española, Dios la tenga en su gloria, ha hecho visible para todos los europeos, para todo el mundo, la tropa de insensatos, irresponsables e ineptos que nos gobiernan. Y si nosotros hemos demostrado la capacidad que tenemos de ser embaucados, los europeos y el mundo en general no parecen querer imitarnos. Por eso creo que es un momento feliz aunque trágico que nuestros problemas estén claros y a la vista de todos. No facilitará en nada nuestra recuperación. Pero añadirá honestidad en su valoración. Ya va a ser imposible para la prensa nacional escribir todos juntos un editorial único en defensa del Timonel, que podría haberse producido después de este indigno peregrinaje a Washington. Como el habido en Cataluña bajo el régimen de Iznogud de Iznagar, alias Montilla. En fin, una suerte de presidencia que revela y da luz a la tragedia idiota que nos oprime.


ABc - Opinión

Blanco y la conspiración: recurso de perdedores . Por Antonio Casado

El ministro de Fomento y vicesecretario general del PSOE, José Blanco, abanderó ayer la defensa del Gobierno ante la granizada política y económica que le está cayendo encima. Dejémoslo en defensa, que no es poco, aunque la idea era pasar al contraataque. Por eso no se le ha ocurrido otra cosa que denunciar una conspiración contra España.

Mal asunto. Como síntoma no puede ser peor para la causa política de Zapatero. La teoría de la conspiración siempre fue el asidero natural de los perdedores. O de los fracasados. Y si el más versátil de los ministros de Zapatero echa mano del viejo recurso (de la conjura judeo-masónica a los autores intelectuales del 11-M, que habitan entre nosotros), es que ya se está interiorizando el hundimiento como algo irreversible.


La teoría de la conspiración, como la manía persecutoria, el caldo de cerebro o los delirios de grandeza, produce monstruos. Blanco nos dejó ayer una de esas criaturas. Dice que España está siendo víctima de los especuladores, verdaderos causantes de la crisis de 2008, cuyas turbias maniobras se desatan en venganza por las tesis reguladoras de Zapatero. No perdonan que, al igual que Obama, quiera poner orden en los mercados y regular el funcionamiento de sus agentes para impedir que sigan haciendo de las suyas.

Según Blanco, toda esta actividad cortoplacista que demoniza a Zapatero y ataca la marca España, se ha agudizado ahora precisamente porque ven que “estamos saliendo de la crisis” y no pueden soportarlo. O sea, que nos tienen envidia. Un andaluz de los de Machado (Manuel) diría que eso es salirse por peteneras. Nunca mejor traída esta muletilla castiza. Castiza y terminal, si tenemos en cuenta el mal fario que acompaña a la petenera. Y por eso digo que recurrir a la teoría de la conspiración equivale a reforzar los argumentos de quienes cantan el principio del fin del segundo reinado socialista.

De los especuladores que huelen la carnaza española se puede deducir que son unos carroñeros. O magos del corto plazo, como han dicho Elena Salgado y José Manuel Campa, que ayer estuvieron haciendo bolos en Londres, a los inversores y analistas de la City. Se puede teorizar incluso sobre la posibilidad de que, efectivamente, ciertos poderes financieros quieran darle patadas al euro en el trasero de España. Pero nadie medianamente serio podrá endosar a los tiburones de la Bolsa ni a los analistas del Financial Times el masivo desembalse de dinero público que nos ha dejado a merced de los pescadores en río revuelto. O los resultados, más bien pobres, de las distintas medidas que ha ido tomando el Gobierno para reanimar la economía y fomentar el empleo sin desbordar demasiado la disciplina fiscal de la Unión Europea, cuando seguimos en recesión con insoportables tasas de paro y un alarmante déficit público.

En toda conspiración que se precie habita el enemigo exterior, cuyo perímetro siempre es incierto. Difícil de identificar y, por tanto, fácil de inventar. Luego está el enemigo interior, el PP, en su condición de recambio. Puede hacer una de estas tres cosas: presentar una moción de censura, cooperar con el Gobierno en la saluda de la crisis o seguir recreándose en la diaria descripción de nuestros males. Parece que ha optado por lo tercero, más cerca de la soflama que del razonamiento, como base del discurso político y mediático de su parroquia. O sea, que andamos entre Málaga y Malagón


El Confidencial

El tigre de papel. Por Cristina Losada

El notorio antifranquista retrospectivo no piensa aflojar el rígido corsé laboral heredado de la dictadura. Y ahí vienen bien Toxo y Méndez como perros guardianes. El Gobierno quiere, pero los sindicatos no le dejan. Echen otro hueso.

Lenin tenía muy claro qué esperaba de los sindicatos en las democracias a destruir. Cuando vio en un periódico la foto de unos huelguistas ingleses jugando al fútbol con agentes policiales, ordenó la supresión de los fondos que el Komintern destinaba a los sindicatos británicos. Pensó, y pensó bien, que no harían jamás la revolución. Las trade unions no eran revolucionarias, pero acumularon un poder capaz de derribar gobiernos, si bien a fuerza de usarlo, terminaron por derribarse ellas. Recibieron la puntilla en los ochenta, cuando el líder minero Scargill topó con la determinación de la Dama de Hierro. Durante una generación, no volvieron a levantar cabeza.


Nada indica que en España las dos centrales hegemónicas dispongan de la capacidad para vertebrar algo parecido al "invierno del descontento" que, en 1979, sentenció al último Gobierno laborista y abrió la puerta a la victoria de Thatcher. Pero se dice que el fantasma de las huelgas generales contra Felipe González atemoriza al pobre Zapatero y que ése es el motivo de que diera dos pasos atrás, después de dar medio adelante. Paparruchas. Desde luego, no van a encabezar Méndez y Toxo manifestaciones por el abaratamiento del despido. Como no convocaron la huelga contra el Gobierno que les reclamaban algunos ilusos. Pero de ahí a que sean los obstáculos insalvables va un buen trecho. Ni aquel paro contra el "decretazo", que era, en realidad, contra el PP, fue para tanto.

La naturaleza del escollo se refleja en encuestas recientes. Hay acuerdo general en que el País de las Maravillas se desmorona, pero también en que nada ha de cambiar. Lo queremos todo, ¡qué noticia! Y Zapatero, que alimentó la creencia en la fiesta infinita, como otras fantasías adolescentes, no tiene hechuras de Churchill para descorrer la cortina, mostrar la fea estampa de la realidad y pedir sacrificios. Al contrario. Hasta inventa contubernios contra España con tal de no afrontar la evidencia. Entre la espada y la pared, prefiere la parálisis. El notorio antifranquista retrospectivo no piensa aflojar el rígido corsé laboral heredado de la dictadura. Y ahí vienen bien Toxo y Méndez como perros guardianes. El Gobierno quiere, pero los sindicatos no le dejan. Echen otro hueso. Los sindicatos son tigres de papel. El zapaterismo no quiere jugarse la suerte electoral a la ruleta de las reformas impopulares y lo demás son pretextos.


RLibertad Digital - Opinión

España necesita un Estado. Por Tomás Cuesta

ESPAÑA necesita un gobernante con cerebro (o con «celebro», yendo a rebufo de Cervantes) en lugar de un experto en concelebrar gansadas que desconoce, incluso, que los gansos son ánsares. (¿Un «ánsar»? ¿Igual que Aznar? ¡Lagarto, lagarto!). Necesita un Gobierno que quiera gobernar y no le siga, le siga la corriente a los que han cortocircuitado el porvenir en aras de un hoy falaz y de un ayer falsario. Vamos, que lo que necesita España, además de un Gobierno, es un Estado. De otro modo, no hay caso. El que tome el relevo tendrá que seguir a régimen aunque pretenda ser más listo que el fantasma del hambre. Con suerte, quizá logre salvar los muebles, pero la carcoma se zampará la casa. Diecisiete estadillos comen mucho, sobre todo si el diminutivo ofende, tal cual ocurre en ciertos casos. Añádanse a la suma dos ministerios sindicales que tragan de lo lindo -y de lo repugnante- y el sinfín de voraces tragaldabas de libérrima disposición para lo que haga falta. Y que no farte de na, por descontado. Tarjetas dignas de crédito cuando las del común son verosímiles, y gracias. Coches «con conductor», que es un término medio entre el «chofer» vulgar y el aristócrata «mecánico». Puestos de asesoría a mayor gloria de la casta por el módico coste de ciento cincuenta mil del ala. Y sin que haya que haber pasado por el BOE -un paso pesado- para pasar por caja. ¿El BOE? Menuda patochada. Después de dar boleta a la Administración central -o sea, centralista; o sea, reaccionaria- el Boletín, austeridad obliga, podría amortizarse.

Rodríguez Zapatero, con certera ignorancia, ha puesto de relieve que lo de la Transición es un espíritu iletrado, que el libreto es un evanescente lalalá para salir del paso. En su idea de España -áteme usted ese idealismo por el rabo- lo mismo encaja un Estatuto inconstitucional, un traición podrida («faisandée») o una de veguerías para el Priorato, los Altos Pirineos o la planicie amontillada. De travestir los desafueros ya se ocupa Caamaño que es un especialista en componendas y, por no desentonar con su apellido, siempre encuentra un apaño que avale lo inaudito y justifique lo injustificable. Desde que en España se persiga el español y no exista siquiera la libertad bajo palabra hasta la última ocurrencia que tenga el señorito: «A mandar señorito, pa eso estamos».

Dejar atrás la crisis sin meter en cintura a los sultanes autonómicos que pastan en el erario con una impunidad insultante es un objetivo inalcanzable. Y el que lo niegue incurre en el oportunismo ingenuo o en la patraña interesada. Las taifas incrementan sus recursos gracias a que el presunto árbitro no vacila en quedarse con el culo al aire. Zapatero, entre tanto, se tienta los bolsillos y, al percibir las telarañas, acude a la deuda pública y al imaginario publicado. Ora toca la foto con banqueros, ora con los que ordeñan el destajo, ora con un primo de América, ora con un ex de Gran Hermano. Ora rezando a Dios, ora al diablo. Lo que convenga a condición de que camufle el panorama de un país exhausto en el que los privilegiados sestean a sus anchas y los náufragos sufren una vigilia interminable. Hasta que la resignación se agote o hasta que el cuerpo aguante.

Lo que necesita España es un Estado. Y mejor pronto que tarde.


ABC - Opinión

¿Lealtad o cobardía?. Por Andrés Aberasturi

Casi todos los grandes conceptos tienen dobles lecturas y no hace mucho citaba aquí mismo los versos del poema Brtech titulado "General" que fue traducido y cantado creo que por Adolfo Celdrán: "Otra vez se oye hablar de grandeza / (Ana, no llores, el tendero nos fiará)./ Otra vez se oye hablar del honor / (Ana, no llores no podemos comer ya) etc. Pues bien, ahora anda en juego entre los puristas de la cosa la lealtad del presidente de Castilla-La Mancha que ayer mismo daba una de cal y otra de arena: mientras insistía en la necesidad de pensar más en las generaciones que en la elecciones, más en resolver los problemas que en ganar votos, reconocía que tal vez su consejo de remodelar el Gobierno de la nación después del semestre y hacerlo más ajustado a las necesidades, no fue muy "oportuno". Y la pregunta es ¿por qué no? ¿Acaso porque unos cuantos hayan salido en defensa de lo que todos vemos desde fuera como un error? ¿Es que acaso la lealtad, la verdadera lealtad es decir amén incluso cuando el líder se equivoca?

Y lo malo -lo peor- son los argumentos que desde dentro del PSOE se contraponen al comentario de Barreda: que si no conviene meterse en las facultades del presidente del Gobierno, que si lo dicho ha sido echar más leña al fuego, que si la lealtad* siempre la lealtad para encubrir tantas y tantas cobardías.

La única lealtad de Barreda y, naturalmente, de muchos de los que le critican, incide directamente en los electores en primer lugar. En nombre de esos electores no sólo pueden sino que deben decir lo que piensan. La segunda lealtad -muy lejos ya de esa primera- la deben tener con su propio partido y, una vez más, volvemos a la falta de debate en el seno del PSOE. No es mejor socialista el que dice que sí a todo y aplaude incluso lo que no cree; ver cómo se hunden poco a poco una siglas y no decir nada, eso sí es desleal porque el PSOE, gracias a Dios o al Deuteronomio, no es Rodríguez Zapatero sino once millones de votantes y más de un siglo de historia. Ahí está su fuerza y al final ZP no será sino una anécdota moderadamente calamitosa en ese largo devenir. Y por eso no sólo es bueno discrepar, aconsejar, criticar y debatir: es absolutamente necesario.

Lo único que acepto de los críticos con Barreda es que le echen en cara que las cosas que pueda decir en los medios no las argumente en Ferraz. Pero a eso ya estamos acostumbrados. Había que oír lo que decían los Ibarra, Bono y demás familia en el portal de la sede y el silencio que luego mantenían en las reuniones del Comité Federal. No está mal que el antecesor de Barreda, el señor Bono, opine que hay que cambiar el sistema electoral y que los diputados deberían estar más pendientes de quienes les eligen que de quienes les ponen en las listas. Pues adelante, a plantearlo en la próxima reunión y a ver qué pasa. Pero esto no lo veremos. Ningún partido está por la labor no ya de ser realmente democrático, es que les da igual parecerlo. Al final tendremos que ser los ciudadanos lo que cambiemos un panorama que hoy por hoy es desolador. El problema es cómo hacerlo porque han sido los propios partidos, y muy especialmente la izquierda, la que se ha encargado de laminar lo que ella misma había creado antes de pisar poder: un asociacionismo que hoy es pura utopía.


Periodista Digital - Opinión

¿Y qué?. Por Alfonso Ussía

Cuando Israel anda de por medio, cualquier bobada o insignificancia adquiere la dimensión de una gran noticia. Una gran noticia contra Israel, está claro. La única nación democrática de los Orientes próximo y medio está acostumbrada a digerir el odio del retroprogresismo europeo. Le sobraba razón a José María Aznar cuando afirmó, pocos días atrás, que Israel es Europa. Mucho más que Turquía, escrito sea sin intención de molestar a nadie. ¿Qué barbaridad ha cometido el Gobierno de Israel para merecer la protesta y repulsa de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores? Cuando nuestro Ministerio exterior se enfada, el mundo tiembla. De risa, pero tiembla. Todavía se está esperando que muestre su protesta y repulsa por la situación de los presos políticos y de opinión en Cuba, pero no ha tenido tiempo. Con Israel, su reacción es fulminante. Solicitud de explicaciones al embajador hebreo en España y demás tonterías diplomáticas. El asunto es gravísimo. Una activista, no precisamente intelectual, del movimiento palestino, la señorita catalana Ariadna Jové Martí, con su visado de turista caducado, fue detenida junto a otra coleguis australiana para ser entregadas a la Policía de Inmigración y expulsadas del territorio israelí. A la activista pro-palestina se le ha retirado el pasaporte que le será devuelto momentos antes de su embarque en un avión, con destino España, y cuyo pasaje pagará con toda probabilidad el Gobierno de Israel. Un nuevo abuso hebreo que ha escandalizado a nuestra peculiar diplomacia.

La señorita Jové Martí no se puede quejar del trato recibido. Está muy bien –la libertad en Israel lo permite– que viaje a Israel odiando su realidad. No queda tan educado que forme parte de grupos lejanos al pacifismo para protestar contra quienes le han concedido permiso de entrada y residencia durante tres meses. Eso está feo, señorita Jové. En Israel no se combaten las ideas ni las militancias. En las naciones árabes sí. De haber sucedido al revés, es decir, que la señorita Jové fuera una activista pro-israelí detenida en cualquier nación islámica y acusada de espionaje o conspiración contra el pueblo de Alá, de la señorita Jové no quedaría ni el moño. Y el victimismo de siempre. Ha dicho la señorita Jové que resistirá, y que su detención es consecuencia de la «represión israelí a la resistencia popular». De acuerdo, vale, si ella lo cree así, nada que objetar. Pero la señorita Jové sabe que va a volver a España en perfecto estado de salud y en las próximas horas. Que no va a recibir cincuenta latigazos en una plaza pública, ni va a ser apedreada hasta morir, ni se va a ver obligada a pasear detrás de su novio, si es que lo tiene, con el rostro oculto y tapada hasta los pies como una esclava perteneciente al sexo humillado por el Islam, eso tan progresista. La señorita Jové puede seguir en España defendiendo desde su libertad a los palestinos, y nadie se lo va a impedir. Otra cosa es que el Gobierno de Israel estime conveniente devolver a su nación natal a quien no ha renovado su permiso de residencia. En España se han fletado aviones negreros de vuelta a centenares, y aquí paz y después gloria.

Israel es una nación seria formada por el pueblo que más ha sufrido en el siglo XX. Rodeada de Estados enemigos y sometida a un acoso constante. Ha convertido el desierto en un vergel y los israelíes trabajan. Sus excesos en la defensa han podido ser durísimos en ocasiones. Están en guerra. Excesivos problemas para que se convierta en uno más la pesada de la señorita Jové. A casa. ¿Y qué?


La Razón - Opinión

De la impotencia del poder. Por José García Domínguez

Unos y otros, todos, quieren creer en los escapularios macroeconómicos de Lord Keynes con la misma entrega que sus bisabuelos pusieran en las bulas de cuaresma de Pío XII. Por eso, el unánime desprecio a los políticos que ahora se predica.

Julio Camba, que caló como pocos al paisanaje patrio, puso por escrito lo que sigue a propósito de esa eterna grey celtíbera que sienta cátedra en las barras de los bares, arregla el país con un carajillo en la mano, y se arranca la palabra a berridos en las tertulias: "Todo el mundo sabe que, en el fondo, el español es un pobre hombre y que su cólera es la cólera de la impotencia, de la falta de fuerza y de confianza en sí mismo para tomar una determinación y seguirla serenamente".


De ahí, sin duda, la ferviente entrega con que aquí se rinde culto al Estado. Una superstición pagana que se manifiesta en toda su irracionalidad con la fe en la capacidad del Gobierno para conducir la economía BOE a través; indigesto brebaje ideológico con el que comulga el grueso de la afición. Y es que se trata de una sopa boba transversal tan cara a los devotos de la izquierda como a sus pares de la derecha. Nada extraño, por lo demás, si se repara en su receta: ese caldo espeso que surge de mezclar los prejuicios antiliberales del conservadurismo de Atapuerca con las rémoras de aquel marxismo tosco que cultivó una izquierda tan poco dada a sutilezas intelectuales como la nuestra.

Razón última, ésa, de que el pueblo soberano exija al Solbes o la Salgado de turno que obren milagros idénticos al del can de San Roque lamiendo las llagas purulentas del PIB. Así, unos y otros, todos, quieren creer en los escapularios macroeconómicos de Lord Keynes con la misma entrega que sus bisabuelos pusieran en las bulas de cuaresma de Pío XII. Por eso, el unánime desprecio a los políticos que ahora se predica; un repudio que no surge del lúcido escepticismo del individuo, sino de la frustración airada de una feligresía que confía en la omnipotencia del Leviatán.

Ésa ignorante de que a la "ciencia" económica le sucede igual que a aquel Papa renacentista, el que espetó a un cardenal de la Curia: "¿Usted cree o está en la idea?".Y es que hace décadas que ninguna de las tendencias importantes que surgen en la realidad se compadece con lo que la teoría prevé. ¿Zapatero o Rajoy? No, gracias. Steve Jobs, por favor.


Libertad Digital - Opinión

El Congreso al rescate. Por Ignacio Camacho

ESTAMOS salvados. Las tribulaciones y pesadumbres que agostan el yermo ibérico tocan a su fin. Conmovidos por la aflicción de los ciudadanos ante el colapso socioeconómico y la incertidumbre laboral, preocupados con hondura y abatimiento por la falta de rumbo político de la patria, los diputados (y diputadas, por supuesto) del Congreso vuelven hoy de sus merecidas vacaciones de invierno con el brío renovado por un inconmensurable afán de servicio público. Desde la fecha de la Lotería de Navidad sólo han descansado 48 días, ni siquiera dos meses completos, y ya se dejaba sentir el vacío de su ausencia. Pero al fin están de regreso, al rescate de una nación melancólica.

Algún día habrá que hacer un homenaje a la clase política, a su sufrimiento y entrega. Y de forma muy significada a los parlamentarios que son capaces de afrontar el estresante desgaste de un ritmo de dos o tres sesiones a la semana. Sin más descanso que un par de meses en Navidad y otros tantos en verano. Con unos salarios indignos de entre cuatro a seis mil euros mensuales y unas pensiones que necesitan nada menos que siete años para consolidar el máximo importe legal. Sometidos a la intensa responsabilidad de atender durante las votaciones a la mano del portavoz de grupo para ver si levanta uno, dos o tres dedos y decidir en pocos segundos si votar sí, no o abstenerse. Semejante estado de tensión provoca fenómenos naturales de agotamiento físico y emocional superiores a los de cualquier burnout directivo; de ahí que requiera de períodos laxos de descompresión entre jueves y lunes para mantener la frescura. Y todo ello bajo la ingratitud de una ciudadanía impaciente que desea ver aprobadas leyes y más leyes sin atenerse a la complejidad de su discusión y estudio, y que presiona con reivindicaciones continuas a los representantes de cada circunscripción. Por no hablar de un Gobierno cuya intensa iniciativa legislativa constituye una carga adicional insoportable para quien carezca del temple profesional que otorga la actividad política. Se trata de una responsabilidad acuciante por su carácter de apremio taxativo. ¿Cómo puede, por ejemplo, este Ejecutivo afrontar la recesión si no se aprueba pronto la Ley de Economía Sostenible?

Y sin embargo, ahí están. De nuevo en el tajo, dispuestos a levantar el país, regenerar el optimismo y revitalizar la vida pública tras un bimestre de desoladora orfandad en que el pueblo clamaba por la pronta reanudación del período de sesiones. Sin el reconocimiento necesario a su entrega y a veces bajo el injusto y demagógico estigma de una galbana permanente. Por fortuna la mayoría, plenamente consciente de su compromiso histórico, resulta inmune a la carga de la crítica popular y afronta su tarea con desprendimiento y nobleza. El esfuerzo se recompensa por sí mismo, y al fin y al cabo los dos meses de verano están a la vuelta de la esquina.


ABC - Opinión

Tejer y destejer

Los bandazos del Gobierno sobre las pensiones aumentan la desconfianza de los inversores

El Gobierno ha decidido poner en sordina el debate sobre el futuro de las pensiones que con tanta determinación había abierto dos semanas atrás. Después de comprobar la ausencia de consenso en el propio gabinete y el rechazo radical de los sindicatos, hostiles a ampliar el periodo de cómputo para calcular la pensión de cada jubilado, se ha acogido al pretexto de que no es el momento más adecuado para plantear el debate sobre la viabilidad del sistema y que queda mucho tiempo antes de que aparezcan síntomas de crisis en el balance de la Seguridad Social. Con este razonamiento, que encubre el temor de que una reforma de las pensiones costaría votos y quizás una huelga general, ha organizado una notable confusión sobre una de las medidas más convincentes que la vicepresidenta Salgado podía esgrimir ante los inversores para defender la solvencia a medio y largo plazo de la economía española. Queda en firme sobre la mesa, sin embargo, la prolongación de la vida laboral hasta los 67 años.


El momento elegido para plantear el debate sobre los problemas financieros que tiene el sistema de pensiones a partir de 2020 era tan bueno como otro. De esa fecha en adelante, el sistema corre el riesgo de caer en déficit estructural, que no se podrá corregir sin cambios en un plazo razonable. Si entre los miembros del Ejecutivo no existía suficiente acuerdo como para un debate de estas características, lo adecuado hubiera sido no suscitarlo el último viernes de enero; de esa forma no se hubieran frustrado ahora las expectativas de un cambio financiero en el sistema. Lo que en España, sea por razones de calendario o por falta de acuerdo en el Consejo de Ministros, casi siempre se abandona.

El peor daño que causa este tejer y destejer no es de consumo interno, sino por la incertidumbre y la desconfianza que provoca entre los inversores. El presidente del Gobierno mencionó ayer una supuesta conjura de los mercados contra el euro o contra la economía española. No necesita ir tan lejos ni recurrir a complots de guardarropía. La deuda española pierde credibilidad cada vez que un responsable político se desdice de lo que dijo antes con rotundidad (caso de las pensiones); y se resiente cuando se presentan planes de austeridad en los que se fía parte de la recuperación de ingresos a tasas de crecimiento del 3% en 2012 o se dan como razonables recortes de gastos de 50.000 millones sin eliminar una sola dirección general en la tupida maraña administrativa.

La responsabilidad no queda circunscrita en el Gobierno. El Partido Popular también es corresponsable de la desconfianza de los mercados hacia la economía española. "El problema no es la economía española, sino Zapatero", clama Rajoy sin caer en la cuenta de quién es el rostro y representación del país. Los mercados perciben la destructiva política de la oposición como un factor más de inestabilidad económica; y también que Rajoy no dispone de una política económica articulada, sino tan sólo de cuatro lugares comunes e ideas genéricas.


El País - Opinión

La esquizofrenia de los mensajes del Gobierno

Mientras la vicepresidenta Espinosa pedía confianza en Londres, el ministro Blanco hablaba de campaña de la prensa extranjera contra el Gobierno

ZAPATERO se esforzó ayer en transmitir a la Ejecutiva del PSOE que controla la situación y que todos los pasos que ha dado en las últimas semanas están cuidadosamente meditados. Resulta bastante difícil de creer este mensaje a la luz de los planteamientos de Elena Salgado y José Blanco, que ejemplifican la esquizofrenia en la que está sumido el Gobierno.

Mientras la vicepresidenta y el secretario de Estado de Economía pedían confianza y aseguraban en la City londinense a los inversores internacionales que España hará «los ajustes necesarios» para reducir el déficit del actual 11,4% a tan sólo el 3%, el ministro de Fomento subrayaba que nuestro país es víctima de «turbias maniobras» de los especuladores «que se resisten a que se regulen los mercados».


Blanco afirmó que «nada de lo que ocurre es casual», apuntando a una campaña de la prensa extranjera. Casi al mismo tiempo que pronunciaba estas palabras, Elena Salgado visitaba la sede de The Financial Times, el periódico más crítico de Europa con la política económica de Zapatero.

Leire Pajín se apuntaba a esta teoría de la conspiración contra España, de la que también sería víctima Obama, y en la que estaría implicado el PP, ya que, según sus palabras, Rajoy es cómplice por «su silencio» con todos estos ataques.

Es evidente que muy poco se puede esperar de un Gobierno que se presenta fuera de nuestras fronteras como una institución seria y responsable, dispuesta a realizar las reformas que necesita la economía, y que lanza al mismo tiempo el mensaje zafio y populista para el consumo interno de que España es víctima de una campaña urdida por el capitalismo especulativo internacional, que se ha cebado en nuestro país por su liderazgo en la reforma del sistema financiero.

Esta contradicción no pasó ayer desapercibida en los grandes medios económicos, que recibieron con absoluta frialdad los compromisos de Elena Salgado, contrapuestos a las palabras de Blanco. Desgraciadamente para Zapatero, no es la mano invisible de los malvados mercados la que ha provocado este desastre, sino su errónea política económica, que ha llevado a España a un endeudamiento público y privado sin precedentes. Los analistas destacaban ayer que el Gobierno va a tener que emitir deuda por importe de 76.000 millones para financiar el déficit de este año, una cifra superior a la prevista y que elevará el total de la deuda del Estado a 553.000 millones al acabar 2010 (un 55% del PIB). Ello motivó que siguiera creciendo el diferencial con el bono alemán, que alcanza ya un 1% por prima de riesgo.

España es el país de la UE en el que el porcentaje de deuda sobre el PIB ha crecido más rápidamente en los dos pasados ejercicios. Pero además, es el único país de la UE que lleva siete trimestres consecutivos en recesión y dobla la media de parados de la zona euro. Todo esto no se ha producido por la perfidia de los mismos inversores y medios de comunicación que hace dos años hablaban todavía del «milagro español».

El PP exigió ayer en el Congreso la comparecencia urgente del presidente del Gobierno para que explique cómo va a recortar el déficit, cómo va a reformar las pensiones y cómo va a crear empleo. CiU, ERC y PNV se sumaron a la petición. Forzado por esta iniciativa, Zapatero solicitó horas después acudir a la Cámara. Será muy interesante escucharle el próximo día 17 para comprobar si es capaz de pasar a la acción o sigue instalado en una autocomplacencia que lleva a este país al desastre.


El Mundo - Editorial

Zapatero, entre la espada del descrédito y la pared de la ruina

Quedan dos caminos. Proseguir esta alocada carrera hacia la ruina, o replantearse de cero su política económica, cerrar el grifo del gasto y emprender reformas de calado que hagan nuestra economía más productiva y competitiva.

Uno de los rasgos definitorios de un régimen es que, llegados los problemas, la culpa de los mismos siempre recaen en oscuras conspiraciones extranjeras. Pasó durante el franquismo, cuando los lumbreras del régimen se inventaron una conjura judeo-masónica que sólo existía en su imaginación. Pasa constantemente en la Cuba de los Castro, reino del disparate político donde el causante oficial de toda la miseria y opresión que sufren los cubanos es el vecino del norte; lugar al que, paradójicamente, todo cubano quiere emigrar. Y está empezando a pasar en la España de Zapatero, que, conforme avanza su ya segunda legislatura, va tomando tintes de república sudamericana a caballo entre el México del PRI y la Argentina de los Kirchner.


Hace poco más de un año Zapatero clamaba con el aplauso unánime de los medios que la crisis era una cuestión exógena, provocada por los tiburones de Wall Street. Una crisis importada que, por desgracia, terminaría tocando a España, pero sólo tangencialmente. Hoy vemos que nos ha dado de lleno y que las causas de nuestra depresión no son únicamente financieras sino que hunden sus raíces en nuestra misma estructura económica. Como era de prever, a pesar de la gravedad de los hechos, Zapatero no ha rectificado, simplemente ha modificado ligeramente el discurso, minimizando lo malo y amplificando una inexistente conjura exterior contra su Gobierno.

Evidentemente, no hay conjura alguna. Si el parqué madrileño se ha derrumbado y la deuda española se ha puesto por las nubes se debe exclusivamente a razones de orden mercantil, pura cuestión de riesgos que gestiona todo comprador de títulos de deuda. La imagen del Estado español está muy desprestigiada en el extranjero y hay dudas razonables entre los acreedores de que nuestro Gobierno no pueda atender sus deudas en el futuro. Algo tan elemental ha hecho huir a los inversores, encareciendo los préstamos y tirando abajo la Bolsa de Madrid, que es el principal mercado de valores del país.

Esto es así porque la política económica de Zapatero desde que empezó la crisis no ha podido ser más errática. Pensó en un principio, partiendo de una pésima idea que no ha funcionado jamás, que estimulando la demanda se recuperaría la economía. El dinero necesario para ese estímulo lo pidió en el extranjero convencido de que, una vez pasada la crisis, podría devolverlo cómodamente con la renovada recaudación del ciclo expansivo. Todo, naturalmente, sin necesidad de hacer reforma alguna. La realidad, sin embargo, es muy distinta. El dinero invertido en estímulos se ha tirado por el desagüe en proyectos absurdos y la crisis está lejos de terminar.

A día de hoy el Gobierno se encuentra entre la espada y la pared. No puede seguir estimulando la economía con fondos públicos porque su base fiscal se ha desplomado, y la financiación mediante deuda pública es cada vez más difícil de obtener porque fuera no se fían de un Gobierno manirroto e irresponsable. Le quedan, pues, dos caminos. Proseguir esta alocada carrera hacia la ruina, lo que desembocaría en una quiebra estatal como la de Argentina; o replantearse de cero su política económica, cerrar el grifo del gasto y emprender reformas de calado que hagan nuestra economía más productiva y competitiva. En rigor, el único camino válido es el segundo, ahora sólo hace falta saber si Zapatero tendrá el valor suficiente para tomarlo con todas las consecuencias, incluida la de perder las elecciones de 2012.


Libertad Digital - Editorial

De penitencia por Europa

LA peregrinación europea de la vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado, y de su secretario de Estado, José Manuel Campa, para convencer a los inversores extranjeros de la solvencia económica de España arrancó ayer envuelta por dos nuevo malos datos. Según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Europeo (OCDE), la tasa de paro en España llegó en 2009 al 19,5 por ciento. La segunda mala noticia fue el incremento dramático respecto a 2008 de los concursos de acreedores -lo que antes se denominaba suspensión de pagos- entre familias (un 132,2 por ciento) y empresas (79,6 por ciento). Estas cifras reflejan las consecuencias del desempleo, la caída del consumo y, sobre todo, las dificultades de acceso al crédito. Por eso, no estará de más que el presidente del Gobierno exponga en el Parlamento a los ciudadanos españoles, en un debate con la oposición, las razones que Salgado y Campa sí están dando a los inversores extranjeros para confiar en su política económica. El problema del Gobierno, a estas alturas, es que las palabras no bastan y que sus interlocutores, nacionales o europeos, ya están escarmentados de las explicaciones del Ejecutivo socialista presidido por Rodríguez Zapatero. Los analistas financieros, los medios especializados y los organismos internacionales pueden incurrir en errores de apreciación, incluso en exageraciones injustas sobre la situación de nuestro país, pero, al margen de estos excesos, no hablan de oídas. Conocen los graves problemas de paro, déficit y financiación que tiene España y, también, la falta de respuestas del Gobierno. Una ronda de buenas palabras de la vicepresidenta Salgado no va a cambiar las cosas. En dos años sólo se ha tomado una medida concreta: subir impuestos, pero no hay decisiones publicadas en el BOE de reducción del gasto público y de reforma laboral.

La solución no es buscar otro chivo expiatorio para esta temporada 2010. Bien está que el Gobierno se emplee a fondo para proteger la marca España y replique las descalificaciones que están lanzando contra nuestro país. Pero de ahí a denunciar una conspiración contra España media un trecho tan amplio que saltarlo es una temeridad y, además, empeora la imagen de nuestro país en el exterior. El ministro de Fomento, José Blanco, apuntó ayer esa tesis conspirativa y denunció una campaña para «demonizar a Zapatero». No hay tal cosa, sino la responsabilidad democrática que le incumbe por una muy mala gestión de la crisis.

ABC - Editorial