miércoles, 10 de febrero de 2010

Qué pesadez: otra vez la conjura. Por Antonio Burgos

CUANDO había cines de sesión continua, y no esta tontería de ahora que te dan entrada numerada para una sala vacía donde, encima, no hay acomodador con linterna y te tienes que pegar tú solo los trompazos en la oscuridad... Cuando había cines de sesión continua, decía, entrabas en la sala cuando llegaras, con la película ya empezada o por la mitad. Veías la parte final, salía el «The End» y lo de «Descanso, bar en el entresuelo», se encendían las luces y al rato empezaban otra vez los anuncios de Movierecord y luego el inicio de la película que no viste, en cuyas primeras escenas te enterabas bien de lo que no tenías claro, a saber: que el malo del bigote había sido antes novio de la gorda rica, y que por eso la rubia guapa del bote le aventó dos tiros.

Y cuando habías reconstruido con el final por un lado y el principio por otro la historia que contaba la película, al llegar a la escena del atraque del barco en Nueva York, cuando a ella, a la muchacha, el malo le roba el maletín donde iba la leña del dinero y de las joyas, tu novia siempre te decía:

-Vámonos, que aquí llegamos.

A mí me ha pasado con el régimen de Zapatero igual que cuando entraba en los cines de sesión continua con la película empezada. Cuando ha llegado la escena de la conspiración, que hay una conjura internacional del euro contra España, y que se trata de turbias maniobras en una campaña perfectamente orquestada para demonizar al presidente del Gobierno, me he dicho a mí mismo como en aquellos cines:
-Vámonos, que aquí llegamos cuando Franco, en la escena de la conjura judeo-masónica.

Es igual. Qué pesadez de conjura. No es que esto sea un desastre y estemos gobernados por una manta de desaprensivos, no. Es que los de siempre, los enemigos de España, han levantado una conjura contra nosotros, contra nuestra paz, contra nuestra concertación social de los sindicatos y la patronal estabulados en el pesebre de las subvenciones, contra nuestro despilfarro. Les falta lo de la envidia. Les hubiera quedado tan redondo como a Franco cuando decía que lo que pasaba es que Europa tenía envidia de nuestra paz, de nuestro sol, de nuestro desarrollo y de nuestra unidad de los hombres y las tierras de España. A Blanco le ha faltado esa media verónica:

-Hay una campaña perfectamente orquestada para demonizar al presidente del Gobierno, pero lo que pasa es que nos tienen envidia por nuestro milagro, que con cuatro millones de parados esto no haya estallado ya y las turbas hambrientas no hayan asaltado el Cortinglés.

O también podía haber dicho:

-Lo que pasa es que le tienen envidia a nuestra deuda. Nadie en Europa ha conseguido entramparse como nosotros, que cuando acabe 2010 deberemos medio billón de euros, que se dice pronto.

En resumen, una antigüedad esto de la conjura y la conspiración internacional. Una película que ya hemos visto. Por menos de esto el otro régimen que padecimos, el de Franco, llevaba a la gente a la Plaza de Oriente. El recurso es el mismo: envolverse con la bandera de España. Lo que hacía Marujita Díaz para cantar «Banderita, tú eres roja», pero sin bandera, porque eso es facha. Cuando se mete uno con Montilla, ya se sabe: se ofende a Cataluña. Cuando Europa nos aprieta las clavijas y nos dice lo que somos (una mierda) y cómo estamos (de pena), hay una conjura contra España. En Europa se han dado cuenta de lo que este tío está haciendo. Hay, en efecto, una conjura contra España. ¿Y saben dónde está esa conjura? Pues en el Gobierno. El principal conspirador contra España se llama José Luis Rodríguez, alias Zapatero. En Europa lo han calado y por eso lo están buscando, ¡cogedlo ahí!


ABC - Opinión

Gracias Pepe. Por Juan Morote

La verdad por delante, tras las declaraciones del egregio ministro de Fomento del Reino de los jirones de España, ya puedo dormir más tranquilo. Después de una semana de zozobra declarada en la economía española, parece que todo está en calma luego de la audaz intervención del bachiller Blanco. El caos en la economía española es de tal magnitud que, probada la inexistencia de algún miembro del Gobierno con un discurso económico mínimamente articulado, han sido los menos ilustrados del Gabinete los que han saltado a la palestra.

La ventaja de tener palmeros apesebrados, léase televisiones de cualquier propietario y medios impresos de casi cualquiera, es que puede salir don José Blanco y rectificar al comisario europeo sin acogerse a dato alguno. Nunca deja de sorprenderme este Blanco, yo pensaba que más allá de insultar a Rajoy, balbucear con dificultad el castellano y ejecutar lo que ya estaba diseñado y presupuestado, no sabía nada más. Pues no señor, el caballerete sabe de economía. Al menos, así lo cree el interfecto.


El señor Blanco ha dicho que la crisis es culpa de la avaricia, la codicia y los mercados. Para el ministro, "rey de las implosivas", los mercados deben ser unos señores con cuernos y rabo que viven en los Estados Unidos y creen en la libertad. Debería saber Blanco que los mercados no son personas, por lo tanto, no tienen atributos diabólicos, es más, representan el instrumento espontáneo más eficaz que existe para lograr un adecuado intercambio de bienes y servicios. Este personajillo de dudoso pelaje es un liberticida que so capa de presentarse como un adalid de la justicia social, está dando pábulo al manido mensaje marxista de que todo lo que representa el capital y el mercado es producto de la avaricia, y conduce a la explotación y a la acumulación de riqueza en manos de unos pocos.

Tome nota don José de que el mercado financiero es el mercado más intervenido que existe. El único bien en el mercado monetario es de producción exclusiva de los Estados: el dinero; estos lo manejan a su conveniencia a través de los bancos centrales. Efectivamente, como usted ha dicho, estamos en presencia de un problema de codicia y de los mercados. Si bien, no como usted piensa, sino a la inversa. Somos presos de unos mercados hiperregulados, para que sirvan a intereses políticos, y además, somos esclavos de unos políticos codiciosos como usted, que no dudan en arruinar a España en aras de cuatro años de reelección. Sí señor ministro, estoy completamente de acuerdo con usted, han sido la codicia de nuestros gobernantes y la mano grasienta de los Estados, ensuciando los mercados, los responsables de la situación que atravesamos. Muchas gracias Pepe.


Libertad Digital - Opinión

La banda del Titanic. Por José María Carrascal

BASTABA ver las caras de los senadores y diputados socialistas escuchando ayer a Zapatero para darse cuenta del esfuerzo que estaban haciendo para creer lo que les decía. Y es que se necesitaba una fe de carbonero para no echarse a llorar o a reír ante aquella reata de simplezas. Sólo Alfonso Guerra, sin mirarle, buscaba afanoso en las páginas del discurso algo que sólo él podría decirnos. Los demás, como estatuas de un cementerio, que era lo que aquello parecía. A la salida, mientras se dejaba fotografiar entre niños, el presidente dijo la única cosa fiable: «Es el momento más grato de la jornada». Puede que para sus adentros se estuviese diciendo: «¡Lástima que los ingleses no sean como los niños o, por lo menos, como los españoles!». Veníamos del esperpento de Elena Salgado tratando de convencer a los medios y mercados europeos de la solidez de nuestra economía, mientras José Blanco acusaba a esos mercados y medios de conspirar contra España. El Financial Times se ha quedado corto al calificarlo de esquizofrénico e infantil.

El único culpable de la lamentable situación en que se encuentra la economía española es un Zapatero apalancado ante la crisis, contumaz en el error y sordo a las advertencias que le llegan por todas partes. Esa es la única conspiración que ha habido: la de un presidente que empezó negando la crisis, pasó a asegurar que no afectaría a España, dilapidó luego las reservas de la nación con una serie de medidas inoperantes, anunció cien veces -ayer la última- el inminente inicio de la recuperación, insistió en las medidas fracasadas -como ese Plan E2 para rotondas, aceras o polideportivos- y organiza, de Cádiz a San Sebastián, congresos tan caros como inútiles, para celebrar su fugaz presidencia de Europa. La banda del Titanic, interpretando valses mientras el trasatlántico se hundía, no lo hizo mejor.

Hoy, el mayor peligro para España es un presidente del Gobierno instalado en la mentira y convencido de que puede engañar a los extranjeros, como ha engañado a los españoles. Aquí nos hemos tragado sin rechistar que puede recortar 50.000 millones de euros del gasto público «sin tocar las prestaciones sociales», e incluso ampliarlas, como esa prolongación del subsidio de paro a los que se han quedado sin él que acaba de anunciar. O sea, más déficit. Y, encima quiere que doña Elena Salgado convenza a los inversores extranjeros de la salud de nuestras finanzas.
«¡De la que me he librado!», debe de estar diciéndose Solbes. De lo que no se libra es de la culpa que le toca por haber contribuido a pulverizar en pocos años los avances realizados por España hacia la estabilidad y el desarrollo durante décadas.


ABC - Opinión

Conspiración apocalíptica. Por Agapito Maestre

A pesar del proceso de empobrecimiento cada vez más profundo, la crisis económica comparada con la crisis política será, insisto, una cosa de niños. La economía, sí, está mal, muy mal, pero la política democrática ha desaparecido.

Blanco, Chaves y Corbacho, en España, y Salgado y Campa, en Londres, imitan a Franco. El PSOE en general, y este Ejecutivo en particular, no pueden dejar de lado su retórica más populista y totalitaria. No tienen responsabilidad alguna en el deterioro de la economía española. Todo obedece, según ellos, a los intereses especulativos de grupos financieros dispuestos a dañar España. El Gobierno es víctima, según la nueva propaganda del Gobierno, de una conspiración de "los mercados" internacionales y, por supuesto, de la mala imagen que ofrece el PP de España. Blanco, sí, culpa de todos los males de España a la alianza negra formada por el PP y los especuladores internacionales. Terrible.


Esta nueva "concepción ideológica", por llamarle algo, refleja una crisis más grande que la económica. Estamos ante una crisis política y moral desconocida en nuestro entorno europeo. Sin referencias morales serias donde anclar sus convicciones políticas, el español medio estará sometido de aquí hasta las elecciones generales a un proceso de adoctrinamiento y "aculturación" política basado en las mitologías más irracionales, naturalmente, la persecución y estigmatización del PP contra el Gobierno será dominante, una vez dejada atrás la conspiración de los especuladores internacionales contra la economía española.

Pronto, sí, muy pronto harán campaña todas las televisiones y cadenas de radio del PSOE con el eslogan de Blanco: Todo lo que pasa en España es culpa de la conspiración del PP con los especuladores financieros internacionales. Nadie en su sano juicio económico, excepto este Ejecutivo, puede renunciar a la gran verdad marxista: la especulación y la voluntariedad nada son ante las determinaciones inapelables del mercado. Más aún, lejos de cualquier posición racional, quien no quiera entender esas determinaciones o, sencillamente, las desprecie, quedará fuera de juego. O sea, al margen del sistema económico capitalista, base de la democracia occidental.

Ahí parece que se siente a gusto el Gobierno de Zapatero. Ahí quiere ubicarse, o mejor, desubicarse este Ejecutivo. Al margen de todas las reglas y necesidades que rigen sobre el mercado, los socialistas prefieren optar por las mitologías más populistas del siglo veinte para mantenerse en el poder. La crisis económica no puede solucionarse sin conocer la lógica, o mejor, el funcionamiento determinista del mercado, pero ellos o desprecian esos conocimientos o tratan de atribuir sus males a una absurda e irracional conspiración. Antes que adoptar las medidas de austeridad, reformas del mercado laboral y sistema de pensiones, exigidas por la lógica capitalista, Zapatero aumenta el gasto para postrarnos en la ruina económica y social. Ayer, por ejemplo, en el Senado, Zapatero volvió anunciar más gasto público, y, por supuesto, volvió a insistir que no hay otra solución que el endeudamiento.

En fin, a pesar del proceso de empobrecimiento, cada vez más profundo, en el que está instalada la sociedad española, la crisis económica comparada con la crisis política será, insisto, una cosa de niños. La economía seguirá estando mal, muy mal, pero la política democrática ha desaparecido. Zapatero nunca ha creído demasiado en la posibilidad de entendimientos y pactos con la oposición, pero, ahora, está adoptando la actitud más populista y reaccionaria que cabía esperar de un gobernante salido de las urnas: hacerse la víctima de una conspiración. Culpar de todas sus miserias a la oposición. La izquierda española asesina, definitivamente, a Marx, porque no acepta que el capital tiene su propia lógica, y, de paso, copia los métodos más terribles del populismo para mantenerse en el poder, o sea, se lamenta como una vieja plañidera de ser víctima de una conspiración del capital.


Libertad Digital - Opinión

Conspiración, dice el necio. Por Gabriel Albiac

HABER leído a Marx salva de muchas tonterías. Incluso al más indigente. Incluso a Zapatero. Pero leer exige constancia. Y tiempo. Es un hábito trabajoso y, cada vez más, en desuso: cosa de otra era, reliquia arqueológica. Y el señor Zapatero es un hombre muy moderno.

Haber leído a Marx, no obstante, le hubiera ahorrado un cruel ridículo. El que acaba de hacer ante la prensa económica inglesa. Cuyos analistas tienen la mala costumbre de saber de qué cosa hablan, y la aún peor de haberse zampado todas las bibliotecas. Porque -es asombroso, visto desde aquí- en Inglaterra aún queda alguna que otra Universidad magnífica. Y haber leído a Marx en los lejanos años de estudiante sirve al menos para saber eso: que las oscilaciones económicas las rigen determinaciones materiales; que nada pintan en sus ciclos las malas o la buenas voluntades; que a uno no lo arruinan perversos conspiradores, que uno se arruina a sí mismo cuando hace un cálculo errado; que, en suma, el enriquecimiento capitalista no es «el robo» perpetrado por una banda desalmada de empresarios y brokers; que es el resultado, por el contrario, del más estricto atenerse a las leyes del mercado, y que precisamente a eso -incremento de capital sin violación de ley- es a lo que Marx llama en alemán Mehrwert, que solemos traducir por «plusvalía» (mejor, «plusvalor»). De eso trata el Libro I del Capital, su obra maestra, a la cual dediqué mi tesis doctoral, hace ahora como varias eternidades.


No hay un solo izquierdista de entonces al cual no le hubiera dado un ataque letal de risa ante el necio pardillo que atribuyera una bancarrota a malévolos designios conspirativos. Eso quedaba para peronistas y otros fascismos locales. Que un gobernante normal se hubiera atrevido a decir tal cosa nos hubiera sonado tan hilarante como lo de la «conspiración judeo-masónica» que atenazaba a nuestros padres. Pero no hay paradoja: en lo hondo, no existe heredero más fiel del proteccionismo franquista que el PSOE. Desde la transición. La única diferencia de los últimos seis años es que del PSOE se han hecho cargo sus más impecables nulidades. Siguiendo tal vez los aires del tiempo, que ya sólo permiten identificarse con lo necio: ya sea una petarda del corazón televisivo, ya un político; mercancías, al cabo, intercambiables. Si estamos con un pie en la bancarrota es porque este Gobierno ha hecho exactamente lo contrario de lo que dicta la ciencia económica para tiempos de crisis. Y no es conspiración. Es incompetencia.

Conspiración, dicen ellos. Para arruinar a España. Lo cual, como todo el mundo sabe, es el placer más alto de los degenerados hijos de Albión. ¡Manda narices! Mi niñez está hecha de las mismas proclamas. Por lo menos, entonces se ponían la camisa azul para largarlas. Y daba aún más risa. Ahora lo hacen con ropita de diseño y sonrisa de oreja a oreja. ¡Para morirse de la depre! Conspiración, dicen ellos. Con la tierna ingenuidad del infante que sueña someter la inexorable determinación material a sus joviales caprichos. Con la perversa ingenuidad del infante que maldice como maquinación diabólica todo cuanto se rebela a sus letanías. Y la buena voluntad que de sí mismos proclaman, los exime de todo. Pero la buena voluntad es el pésimo modo de arrojarse sonriendo al precipicio. O de arrojarnos. Ignorándolo. Pero los precipicios nunca nos ignoran a nosotros. Y no es conspiración, es ruina.

Marx tenía muy mala leche. Nada podía encolerizarlo más que un infantil utópico; que un idiota que confunde economía y robo. Eso aprendimos algunos. Leyéndolo. Pero leer es rito antiguo. Zapatero es moderno.


ABC - Opinión

Los contubernios de Pepiño. Por Pablo Molina

Si no hubiera sido por los flujos económicos que facilita el mercado y la compra masiva de deuda pública realizada por esas instituciones "especuladoras", Zapatero habría tenido que huir del país en medio de la bancarrota absoluta.

A pesar de que el voluntarioso González Pons, twittero y facebookero de pro, defienda las virtudes de la red como formadora masiva de opinión electoral, la realidad es que la inmensa mayoría de españoles decide su voto en función de los dos primeros minutos de los telediarios nacionales. Esa es la razón principal de que las majaderías de personajes como José Blanco, acusando a una oscura trama de especuladores de atacar al presidente español, sean asumidas como válidas por un importante número de individuos a los que un demasiado benévolo régimen electoral les concede derecho a voto.


Es que los votantes de izquierda son algo brutos y ante el estupor de ver "a los suyos" en el poder provocando la mayor catástrofe económica, social y política a que ha debido enfrentarse cualquier país en la época moderna, prefieren confiar en que, en efecto, todo se debe a una tenebrosa maquinación exterior urdida por avaros especuladores financieros. Sólo le faltó a Blanco añadir que esa conjura anti-zapateril ha sido instigada por Aznar y Bush, pero conociendo el nivel intelectual de la mayoría de sus simpatizantes, hay aclaraciones que resultan ociosas.

Los socialistas denuestan a los especuladores, pero si no fuera por ellos Zapatero no habría podido aguantar en el poder ni seis meses tras el estallido de la crisis. Los altos cargos socialistas, como si estuvieran hablándole a un parvulario con problemas de desarrollo, insisten en que el mercado y la especulación financiera son los culpables del desastre absoluto que se ha enseñoreado de España bajo su mandato. Ahora bien, si no hubiera sido por los flujos económicos que facilita el mercado y la compra masiva de deuda pública realizada por esas instituciones "especuladoras", Zapatero habría tenido que huir del país en medio de la bancarrota absoluta, porque con lo que extrae de nuestro sufrido bolsillo no tiene ni para pagar la mitad de lo que derrocha.

Los socialistas en general, y los progres españoles en particular, sienten un odio primario hacia lo que ellos creen que es la especulación. Su drama es que sin ella no podrían gobernar, porque son incapaces de administrar con cuidado y provecho la riqueza de un país. Y es que su voracidad depredadora no queda satisfecha con lo que producen los contribuyentes que han de sufrirles en el Gobierno, así que no tienen más remedio que acudir al maldito mercado y su avatar, la proterva especulación internacional, para seguir derrochando y llenando el bolsillo de los grupos de presión que les apoyan, con los sindicatos en primer lugar.

Si tuvieran algo de vergüenza, nuestros socialistas crearían el Día del Especulador con romería incluida y todos los liberados sindicales en el cortejo. Ah, y el galardón correspondiente dentro de los premios Príncipes de Asturias. Ya que hablamos de contubernios...


Libertad Digital - Opinión

Derecho al pataleo. Por M. Martín Ferrand

«SI yo tuviera la mínima posibilidad de ganar una moción de censura, la presentaría». Así, con la ingenuidad de un candoroso novicio, se ha manifestado Mariano Rajoy en TVE. Según los manuales al uso, reforzados en su letra por la música del sentido común, un líder nunca, en ninguna circunstancia, debe confesar su propia debilidad; pero el del PP -tan singular, tan solitario- rompe los esquemas y, según parece, no aspira a ganador, le complace el rango de colocado, de segundón, en la insensata carrera política a la que asistimos.

La moción de censura prevista en la Constitución tiene una doble posibilidad. La primera, la obvia, acelerar la sustitución del jefe del Ejecutivo con una participación mayoritaria de la Cámara que así lo exija. Dado nuestro sistema electoral, el sometimiento de los diputados a su sigla de pertenencia y no a sus electores y los entramados de alianzas y componendas que le niegan representatividad al mal llamado Parlamento, es muy poco probable que, en ninguna circunstancia, pueda prosperar una moción de censura. Sin embargo, su poder demoledor puede llegar a ser tremendo si quien la promueve sabe lo que hace y pone sobre la mesa, a un mismo tiempo, los fallos del censurado y las esperanzadoras propuestas alternativas que podrían corregirlos.


Esa moción testimonial no sirve para crear presidentes de Gobierno, pero sí para fortalecer aspirantes y consagrar el valor y la capacidad de un jefe de la oposición decidido, resuelto y cabal. A Zapatero, de hecho, sólo le pueden desmontar quienes le avalan y defienden, los socialistas, y faltan más de dos años para las próximas legislativas. No está muy claro que, entre deuda y paro, la Nación tenga fortaleza para tanto aguante; pero, ¿la tiene Rajoy?

Un Gobierno en el que, mientras la vicepresidenta segunda recorre Europa con protestas de seriedad y solicitud inversora, el ministro de mayor predicamento denuncia la existencia de conjuras y conspiraciones antiespañolas, no es lo que le conviene a un Estado patológicamente endeudado ni a una Nación afligida por el paro; pero, ante tan estrambótica situación, síntoma y resumen de otros muchos disparates, la responsabilidad máxima del líder de la oposición es dejar constancia de ello por todos los medios a su alcance. La moción de censura, aun para perderla, es el superlativo político del derecho al pataleo. ¿No lo exigen las circunstancias?


ABC - Opinión

Zapatero sigue en la inocencia irresponsable

Da la impresión de que el presidente es incapaz de tomar medidas impopulares por mucha necesidad de ellas que haya, ya que teme una posible reacción sindical.

ZAPATERO cosechó ayer una gran ovación cuando prometió a sus parlamentarios en el Congreso y en el Senado que no habrá recortes del gasto social. El presidente anunció que el Gobierno va a a ampliar a 200.000 parados más la ayuda de 420 euros, lo que supondrá un gasto adicional de 500 millones de euros. Luego se fotografió con un grupo de niños de primaria y ambas situaciones le instalan en «la edad de la inocencia», cuando las fantasías no han dejado paso aún a las duras realidades.

Zapatero volvió ayer a insistir en que todas sus medidas han sido cuidadosamente previstas y en que tiene una agenda para sacar a España de la crisis. Sus palabras resultan muy difíciles de creer tras el penoso espectáculo del jueves pasado, cuando el Gobierno tuvo que dar marcha atrás en su propuesta de alargar el periodo de computo de las pensiones alegando que había sido un ejemplo.


La realidad es que Zapatero no ha abordado ninguna reforma estructural de la economía y que su plan para sanear las pensiones es una iniciativa a largo plazo que tiene que ser pactada con los partidos y los agentes sociales.

La calma con la que el Gobierno se ha tomado estas reformas contrasta con la actitud de instituciones como el Banco de España y los propios agentes sociales, que han empezado a coger el toro por los cuernos sin esperar a que el Ejecutivo salga de su permanente indecisión.

Resulta extraordinariamente importante para el saneamiento del sistema financiero la decisión del Banco de España de exigir a bancos y cajas que reduzcan en un 20% el valor contable de sus activos inmobiliarios. Ello va a suponer unas minusvalías de unos 20.000 millones de euros, pero a cambio tendrá la ventaja de devolver la confianza en la solvencia de nuestros bancos y cajas. Algunos de ellos, como el BBVA y el Popular habían empezado ya a sanear sus balances.

Unas cuantas cajas con excesiva exposición al sector inmobiliario pueden tener graves problemas con esta medida, pero es mucho mejor afrontar ahora el problema en el contexto de las fusiones que impulsa el Banco de España que esperar a que el tiempo lo resuelva.

Igualmente importante es el acuerdo de moderación salarial, firmado ayer entre las patronales y los sindicatos. El pacto supone que la subida de los convenios no superará el 1% este año y que en los dos ejercicios siguientes los sueldos subirán en una horquilla que no sobrepasará el 2,5%.

Dada la gravedad de la crisis, es posible que los agentes sociales tuvieran que haber ido incluso más lejos. Pero el acuerdo es razonable y crea un marco adecuado de confianza que puede ayudar a la recuperación de nuestra economía. Ello pone de nuevo la pelota en manos del Gobierno, que no ha tomado una decisión todavía sobre el incremento de los sueldos de los funcionarios, que el año pasado fue del 3,5%. En el programa de estabilidad, el Ministerio de Economía sugiere que habrá congelación salarial en 2010, pero no lo dice de forma explícita.

Da la impresión de que a Zapatero no le gusta adoptar medidas impopulares y retrocede cuando detecta una fuerte oposición a sus planes. Por ello, hay un justificado escepticismo sobre la voluntad real del Gobierno de recortar el gasto presupuestario en la cuantía en la que se ha comprometido. Los propios mensajes del presidente a su clientela corroboran que sigue sin tener clara una política para sacar a nuestro país de la crisis, lo que difícilmente se producirá sin esos ajustes que tanto está demorando. El Banco de España y los agentes sociales le han dado sendos ejemplos de por qué no puede seguir instalado en el limbo de la inocencia irresponsable.


El Mundo - Editorial

Benditos especuladores. Por José García Domínguez

A sus oídos, una devaluación inducida del euro debe sonar más o menos igual que un diagnóstico clínico de disfunción eréctil; bochornoso trance para la Unión, a su limitado juicio, que procedería evitar al precio que fuera.

Tras la airada filípica de Zapatero contra "los especuladores que atacan al euro" yace ese temor reverencial que sólo se siente ante los misterios más insondables de la existencia. Así, frente al enigma metafísico de que a un trozo de papel le quepa transmutarse en depósito fiduciario de valor, don José Luis experimenta el sobrecogimiento de aquellos feligreses que asistían a la liturgia en latín con la boina entre las manos y sin comprender ni una palabra. De ahí, sin duda, esa réplica de Campesinos búlgaros huyendo de la vacuna en que ha devenido la imagen pública del Consejo de Ministros durante las últimas horas.


Arrastra el presidente, y se le nota, el atavismo psicológico que en tiempos de María Castaña vinculó la moneda fuerte con el orgullo de la Nación. Por eso, a sus oídos, una devaluación inducida del euro debe sonar más o menos igual que un diagnóstico clínico de disfunción eréctil; bochornoso trance para la Unión, a su limitado juicio, que procedería evitar al precio que fuera. Se comprende, pues, la virulenta hojarasca retórica contra los fondos de inversión libre que acaban de lanzar Blanco, Pajín y demás eruditos de la Wikipedia. Al cabo, sólo falta que Rubalcaba ordene aplicar la Ley Antiterrorista a los mayoristas de salchichón, tratantes de albardas e importadores de pelotas de baloncesto, también reos todos ellos del infamante delito de especulación; es decir, de adquirir bienes con la torticera esperanza de revenderlos con ganancias en el futuro. Aunque arbitraje se llame la figura y resulte ser tan antigua como el universo mundo.

Alguien, por lo demás, ha debido calentarle la oreja al presidente con la historia de George Soros y la libra esterlina; cuando decidió depreciarla y, tras pedir prestados dieciséis mil millones, se puso a venderlas al ostentóreo modo. Que ésa sería su manera de espantar al rebaño electrónico. Así, hasta que el Gobierno de Su Majestad capituló y el altivo parné de Isabel II cayó un quince por ciento. Quizá sepa, entonces, que al acabar la partida Soros había ganado unos mil millones de dólares. Aunque debe ignorar, seguro, que los ingleses, con un tipo de cambio más competitivo, comenzaron al punto a salir de la crisis en la que andaban enfangados. ¿Especuladores? Que Dios los bendiga.


Libertad Digital - Opinión

Inmóviles. Por Ignacio Camacho

CUANDO sólo un 30 por ciento de los ciudadanos mantiene la confianza en Zapatero -el dato es aún más demoledor al revés: más de un 70 por ciento desconfía de él-, la lógica de los vasos comunicantes debería otorgar a Rajoy una expectativa de clamorosa mayoría, muy superior a esos cinco o seis puntos que le pronostican las encuestas más optimistas. Así ocurre en la Gran Bretaña de Brown, donde todo el mundo sabe desde hace tiempo que el brioso David Cameron ganará con holgura las elecciones en el momento en que sean convocadas, al punto que el líder tory ha sido investido de la condición virtual de «primer ministro a la espera»: instalado en la antesala del gobierno hasta que el pueblo y la reina lo llamen a ocuparlo. En España el jefe de la oposición también está esperando, pero lo que espera es que el zapaterismo se hunda del todo para alcanzar el poder con el brinco leve y comodón con que saltaba a tierra el pirata Jack Sparrow. Y esa actitud algo apoltronada, más propia de un heredero inevitable que de un conquistador proactivo, provoca en la opinión pública un sentimiento bastante más parecido a la resignación que al entusiasmo. Cansados de un seductor al que se le ha marchitado el encanto, los españoles bostezan ante una alternativa sospechosa de displicencia.

En la personalidad de Rajoy es fácil confundir la paciencia con la falta de ambición, lo que genera en torno a su imagen una aureola de cansina parsimonia que contrasta con la alarma que el propio PP siembra sobre el evidente estado de emergencia socioeconómica. Cuando descarta una moción de censura no se sabe muy bien si es porque no la puede ganar o porque teme hacerlo. Prudente hasta la exasperación, el líder del centroderecha se ha situado en una actitud de denuncia contemplativa que para muchos ciudadanos equivale a sentarse a esperar que el Gobierno le caiga delante como una fruta no madura, sino pasada.

La otra clave del «impasse» o bloqueo político reside en la inmovilidad trincheriza de un electorado con altísima tasa de fidelidad. Rajoy entusiasma poco a los suyos y nada a los indiferentes, pero en cualquier caso no puede soñar con que los decepcionados votantes socialistas se pasen a su bando. Esos trasvases sencillamente no ocurren en nuestro cuerpo electoral porque los vasos comunicantes sólo se comunican a través de la abstención; la única posibilidad de triunfo del PP es que la desconfianza hacia Zapatero desmovilice a sus huestes y las deje en su casa el día de las urnas. Pero quedan dos años y el presidente no tiene pinta de regalar ni una semana; se ha reinventado tantas veces a sí mismo que aún confía en la enésima resurrección. Él piensa resistir; la cuestión es cuánto aguantará un país en quiebra que desconfía tanto de un gobierno que puede gobernar pero no sabe como de una oposición que acaso sepa pero no puede... ni parece muy ansiosa de hacerlo.


ABC - Opinión

Unos jetas. Por Alfonso Ussía

Trabajan menos que el director espiritual y confesor de Zapatero. Menos aún que el profesor de Literatura de Belén Esteban. Menos incluso, que el Almirante General de la Marina de Andorra. Los menos tolerantes, siempre quisquillosos, apuntan que trabajan menos que los componentes del equipo olímpico de patinaje sobre hielo de Somalia. Se refieren a los diputados del Congreso. Han tenido unas vacaciones de Navidad de 48 días. Llegaron los Reyes Magos con los bosques detenidos, las arboledas desnudas. Al día siguiente, los niños volvieron a los colegios y los padres a sus puestos de trabajo, los que aún los tienen. Todo enero y diez días de febrero, además de los decembrinos. En ese espacio de tiempo, han florecido los almendros. Ya se aprecian las primeras flores de los cerezos del valle del Tiétar. Han estallado de oro rabioso las mimosas. Los días son más largos. Y en Sevilla los jacarandas comienzan a revivir, las buganvillas a perder la melancolía de los fríos y la explosión del azahar no queda tan lejana. Una semana de sol en lo alto, y las dehesas se poblarán de flores blancas, amarillas, violetas y azules. En el norte de Castilla, Burgos y Palencia con las cumbres nevadas, se han establecido las cigüeñas. España se dispone a recibir la primavera, y sus señorías disfrutan aún de las vacaciones de Navidad. Me propongo para formar parte de la lista cerrada del partido político que me admita en las próximas elecciones generales. Cien días de vacaciones al año, viajes gratuitos, dietas, transportes de gorra, muy buen sueldo y pensión asegurada. El chollo padre y la cholla madre.

Temporada de sesiones muy liviana. Sus señorías ya están pensando en las vacaciones de Semana Santa, llamadas de «primavera» por los laicos de carné. Jueves Santo, Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección para todos. En Cataluña también el Lunes de Pascua. Cinco días de descanso. Ellos, los diputados, alargarán sus vacaciones hasta finales de abril, por aquello del polen y las alergias. Otra temporadita de trabajo en servicio de la ciudadanía, y el verano. ¿Cómo vamos a trabajar en verano con el calor que hace? Doña Bibiana formularía la pregunta quejosa de aquesta guisa: ¿Y con ésta caló, quien coño curra? Y no le falta razón. El verano es para descansar. Los señores diputados tienen el mismo derecho que usted y yo –mi caso es diferente porque no dejo de escribir ni en agosto–, a cambiar de aires y de ambientes. Además, su empresa, el Congreso de los Diputados, no ejecuta «Expedientes de Regulación de Empleo», los temidos «ERE», cuando en realidad, más de la mitad de los diputados no pega con un palo al agua en toda la legislatura.

Novedad jubilosa. Hoy, cuando escribo, sus señorías retornan a los pupitres. Van a recibir una lección de Economía por parte del Presidente del Gobierno, que haciendo gala de su natural modestia, se ha negado a impartir la susodicha lección en el momento oportuno. La cosa está rara. Fuera de España nadie le concede seriedad o crédito. Y en España, hasta sus compañeros socialistas, en privado, reconocen que su política económica ha sido una gamberrada. De cualquier manera, diga lo que diga, que no dirá nada, se abren las puertas del Congreso y terminan las vacaciones de Navidad. Trabajan para nosotros. Insuperables jetas.


La Razón - Opinión

Una oportunidad para la Justicia

Si tan increíble y radical ignorancia de la ley ya lo desacreditaría como juez, todo apunta, sin embargo, a que Garzón llevó a cabo su censurable actuación judicial a sabiendas de que con ella contravenía nuestro ordenamiento jurídico.

La Comisión Permanente del Consejo General del Poder Judicial acaba de acordar, por unanimidad, pedir un informe a la Fiscalía sobre si procede suspender cautelarmente en sus funciones al juez Baltasar Garzón. La decisión se ha tomado después de recibir las dos últimas resoluciones del Tribunal Supremo sobre Garzón: por un lado, el sólido e impecable auto en el que el magistrado Luciano Varela confirma los indicios de prevaricación en los que Garzón pudo incurrir al tramitar las diligencias por las desapariciones del franquismo y, por otra, la resolución en la que la Sala Penal le abre un nuevo proceso por prevaricación y cohecho en relación al dinero que solicitó y obtuvo del Banco Santander para la financiación de sus actividades en Nueva York.


Tal y como ya hemos señalado en ocasiones anteriores, es insostenible que Garzón abriera su delirante procedimiento contra el franquismo ignorando que carecía de competencias para ello, ignorando que la responsabilidad penal por esos delitos había prescrito según los plazos señalados por el Código Penal, ignorando la Ley de Amnistía de 1977 o ignorando que sus supuestos autores, como Franco, Mola o Serrano Súñer, hacía años que ya no se encontraban en el mundo de los vivos.

Otro tanto podríamos decir de la decisión de Garzón de no abstenerse y, por el contrario, archivar una querella dirigida contra el presidente del Banco Santander, tiempo después de haber solicitado y recibido dinero de dicho banco para que le financiara sus actividades docentes en Nueva York. Con independencia de la mucha o poca solidez de dicha querella contra Botín, ¿es concebible que Garzón no se abstuviera en dicha causa por ignorar que el artículo 219.10 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece como motivo de abstención "tener interés directo o indirecto" en el pleito? Nos lo preguntamos porque lo que ya es un hecho acreditado es que Garzón mintió y quiso ocultar al CGPJ que él había pedido a Botín la financiación de sus cursos, algo absolutamente improcedente en un juez.

Si tan increíble y radical ignorancia de la ley ya lo desacreditaría como juez, todo apunta, sin embargo, a que Garzón llevó a cabo su censurable actuación judicial a sabiendas de que con ella contravenía nuestro ordenamiento jurídico.

Con todo, no es necesario, ni siquiera conveniente, que haya que esperar a la supuesta condena de Garzón en una de estas causas para suspenderlo cautelarmente en sus funciones. Y es que, tal y como señala el artículo 383.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, entre los concretos y contados casos en los que procede la suspensión de jueces y magistrados basta el "haberse declarado haber lugar a proceder contra ellos por delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones". No hace falta, pues, que haya sentencia firme condenatoria para la suspensión; bastan los dos procesos abiertos contra Garzón por prevaricación.

Aunque el informe del fiscal no sea vinculante, sino mero tramite previo a la suspensión, no podemos ignorar que la previsible decisión del CGPJ de apartar a Garzón de la actividad judicial, por mucho que sea conveniente para el buen funcionamiento del Estado de Derecho, puede afectar políticamente al Gobierno en un asunto de tanta gravedad como es el chivatazo policial a ETA.

La pasividad de Garzón a la hora de esclarecer la autoría de este gravísimo delito de colaboración con banda armada, así como su público respaldo a la "paz sucia" de Zapatero bajo la excusa de que "por la paz hay que hablar hasta con el diablo", son otros motivos por los que también tenemos que celebrar su probable suspensión. Sin embargo, tampoco podemos ignorar las presiones que el Ejecutivo podría ejercer para que su sustituto siga sin aclarar un asunto del que ya cabe exigir al Gobierno responsabilidades políticas que en el futuro podrían ser también penales.

Con todo, no dejemos de celebrar la oportunidad que para la Justicia supone la suspensión de un juez que tantas muestras ha dado de ignorar la ley a sabiendas de que lo hacía.


Libertad Digital - Editorial

Zapatero elogia su fracaso

EL discurso socialista sobre la crisis ha entrado en una dinámica marcada por las contradicciones. Mientras el equipo económico formado por Elena Salgado y José Manuel Campa prometía en Europa reducir el gasto público y negaba la conspiración contra España y el euro, en Madrid los portavoces del PSOE y algún ministro metían sus argumentos en pura recesión y volvían a cargar contra el PP, los especuladores -a los que nunca señalan por sus nombres y apellidos- y el mercado financiero al que el Estado español quiere colocar su deuda. No es extraño que las críticas de José Blanco a la prensa económica europea recibieran tanta o más atención que la visita de Salgado y Campa a la City de Londres. El remate de esta huida hacia delante del Gobierno y el PSOE lo puso ayer Rodríguez Zapatero ante los Grupos parlamentarios socialistas del Congreso y del Senado, que escucharon una intervención del jefe del Ejecutivo que sonaba ya a vieja. Zapatero no hizo la más mínima autocrítica ni defendió reforma laboral alguna, pero elogió su política económica y social con la vista puesta en los sindicatos y animando a la audiencia con una prórroga por seis meses del subsidio a los parados que se queden sin prestación. Esta medida, aun contando con todo tipo de justificaciones, implica el reconocimiento de que no hay expectativas de recuperación del empleo a medio plazo. Nuevamente, la oferta del Gobierno es la resignación autocomplaciente y más gasto público, pese a que la tasa de desempleo calculada por la OCDE llegó en 2009 al 19,5 por ciento y España es el único país del G-20 que aún sigue en recesión, con un déficit descontrolado.

Mientras el Gobierno busque culpables ajenos, continúe inexplicablemente a la defensiva y se haga la víctima de conjuras ficticias, España no estará en condiciones de superar la crisis. Un mal diagnóstico agrava la enfermedad, y si Zapatero es capaz de elogiar su fracaso ante sus senadores, las esperanzas de una verdadera rectificación son nulas y de poco servirán gestos como el de aferrarse a la oferta de pacto hecha por CiU, cuyos dirigentes ya están midiendo el rendimiento electoral de sus decisiones ante los comicios catalanes. La consigna del PSOE es hacer del PP el culpable de la crisis, de la mala imagen de España y del retraso de la recuperación, aunque las últimas encuestas demuestren que estos argumentos ya no venden. Entre tanto, España sigue encadenada a la crisis.

ABC - Editorial