martes, 16 de febrero de 2010

Los Goya y una bandada de pájaros. Por E. Rodríguez Marchante

Cualquiera puede jugar a los detectives con el cine español... Llega uno al lugar de los hechos, la noche de los Goya, y, tras acordonar la zona y encender un pitillo, puede comenzar la investigación: ahí está todo para los ojos que quieran y sepan verlo. El cine español es un termómetro de sí mismo y un espejo cóncavo de todo lo demás, hasta el extremo de que se podría hacer un diagnóstico preciso de los achaques y dolencias de la sociedad española midiéndole la temperatura al pecho de su cine.

Todo lo que ocurre en la ceremonia de los premios Goya, aquello que se ve, lo que no se ve, lo que se dice, lo que se calla, lo que se premia y lo que se ignora..., todo, son destellos, indicios y hasta síntomas de lo que le sucede al presente del cine: sus tribulaciones, sus anhelos, sus complejos, reclamaciones, intenciones, logros, carencias y ruegos quedan expuestos con el impudor de quien sale al balcón a gritarle al mundo. Los síntomas, la enfermedad, su curación o no..., todo es parte del espectáculo.


Antes de analizar las pruebas en el laboratorio, veamos lo peculiar del mundo del cine, o al menos del mundo del cine español, formado por ilustres individuos, muchos de ellos artistas singularísimos, personalidades inclasificables, irrepetibles, difíciles de encauzar o dirigir..., auténticos capitanes de su destino, que diría Mandela, o que diría Eastwood que diría Mandela... Pues, ese mundo de personalidades únicas y creativas es capaz de moverse tan al unísono como la percusión de la Filarmónica de Berlín. Cada año, con la puntualidad de un lord de los de antes, llega «la forma» que le corresponda a todo el cine español, y nos la muestran en la gala de los Goya.

Sí, el cine español es, con todos los respetos, como esas bandadas enormes de aves que hacen formas curiosas mientras vuelan..., desde nuestros ojos no vemos miles de aves, sino la figura gigante y cambiante que adquieren en el cielo. Bandada de aves o banco de peces, pues, para que lo entiendan mejor los niños que lean Terceras, se puede poner el ejemplo de «Buscando a Nemo», esa escena en la que el padre de Nemo y Dory (el pez con memoria de pez) se cruzan con un banco de peces que se entretienen imitándo a personajes diversos... Entiéndase: nadie en el cine español es un boquerón, pero la cofradía, hermandad o como queramos verlo, se nos presentan durante esa noche como si fueran un banco de boquerones o una bandada de alondras.
Y estamos de nuevo en el lugar de los hechos, una ceremonia ejemplar y emocionante la que nos brindó a todos los espectadores nuestro mundo del cine, más elegante y guapo que nunca, aunque también más sencillo y humilde, y tan unido entre sí que apenas si se le notaban las tramas. No hubo ni reproches, ni súplicas y plegarias a su público, sino todo lo contrario, agradecimiento por haber estado allá donde se le necesitaba, en la taquilla. El presidente de la Academia, Álex de la Iglesia, dirigió durante unos instantes el vuelo de la bandada con un vistosísimo movimiento: el público, este año, nos ha dado una oportunidad, aprovechémosla, vino a decirle a la sala.

He aquí una nueva forma: el cine español mira a su público, en vez de contarlo. Y aún sin analizar con detalle las pruebas, se puede deducir que la noche de los Goya era en esta ocasión también para el público con sólo ver quiénes fueron los que consiguieron los premios. Daniel Monzón, igual que su gran contrincante, Alejandro Amenábar, e igual, también, que Juan José Campanella son cineastas que miran siempre de frente al público, y que así, también de ese modo, buscan masivamente su mirada. Y las palabras de Daniel Monzón, ganador del Goya al mejor director y también el de mejor película por «Celda 211», eran iluminadas, o iluminadoras, en este sentido, pues admitió que el público había hecho buena su película y a él en pleno le remitió el premio. Algunos pensarán que esto no son más que palabras, pero me gustaría insistir en todo lo que llevo escrito hasta ahora: son formas, las formas al unísono que nos envía nuestro banco o bandada de cineastas.

Sobre esta relación tan singular, tan íntima, que se establece (o no) entre el artista y quien le mira, se arrojan más tópicos que monedas a la Fontana de Trevi, y uno de los más recurrentes, celebrados (y falsos) es ése de que el artista, y especialmente el cineasta, siempre quiere dirigirse a cuanta más gente mejor. Parece lógico este lugar común, pero, sorprendentemente, no ocurre así: existe una considerable nómina de directores de cine, que evito detallar, que no sólo no pretenden ser admirados por la inmensa mayoría del público, sino que tal cosa les preocuparía profundamente. Tal vez haya un modo mejor de decirlo, algún eufemismo, pero ahora no se me ocurre más que este modo: desprecio al público que va precedido por la palabra «gran». Lo cual, en cierto modo, es comprensible, y que se tomen precauciones vistas las tendencias del «gran» público en asuntos como la televisión.

Grande, mediano o pequeño, el público pudo tener durante la noche del Goya la sensación de que el cine español quería poseerlo, conquistarlo, pero no por la fuerza (trae) sino mediante la seducción (toma), y yo no sé que pensarán los otros millones de público (y no hace falta decirlo, los del público también somos una bandada de pájaros y un banco de peces que nos movemos misteriosamente al unísono) pero personalmente me pareció una posibilidad tan nueva como atractiva: dejarme seducir por un cautivador y fascinante cine español. Este año, tan bien trajeado, tan relimpio y atento y espectacular, el cine español ha empezado a cortejar a su público con películas como las que se citaron allí esa noche, las que ganaron más y las que ganaron menos, o nada, títulos como «Celda 211», «Agora», «Planet 51», «Tres días con la familia», «El secreto de tus ojos», «El baile de la victoria», «Pagafantas», «Yo también»...

La emotiva no presencia de Antonio Mercero; la palpitante y turbadora si presencia de Pedro Almodóvar; el conmovedor, insistente e íntimo canto a los muy suyos de los premiados; el elogio elegante y emocional a la presencia de la pareja, de pe a pa, con especial sombrerazo al requiebro de Lola Dueñas a Pablo Pineda, y de Luis Tosar a Marta Etura; esa fascinación y buen uso por la gran frase sobre el cine hecha mármol por algunos de los mas grandes genios de este negocio, o arte, como Berlanga, Azcona, Buñuel o Borau... Definitsivamente, el cine español ha cambiado en pleno vuelo de forma... Quiero decir, de formas. Esto va a ser culpa de la Iglesia.


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Gramática parda. Por M. Martín Ferrand


CON las elecciones autonómicas catalanas, en otoño -o antes, si la fatiga del «artefacto inestable» que gobierna la Generalitat obliga a José Montilla-, comenzará un apasionante bienio electoral que, municipales incluidas, se rematará con las legislativas en las que, de hecho, ya vienen trabajando los dos grandes partidos nacionales. Mañana, en el Congreso, Mariano Rajoy tiene una gran oportunidad para elevar su cotización política. El líder de la oposición ha planteado una moción de censura atípica: moción, sí; censura, no. Una triquiñuela que evita el riesgo de una votación y, en lo posible, le permite presentar la alternativa económica del PP a la fracasada política económica del Gobierno Zapatero.


El «plan Rajoy», razonable en lo que se le conoce, aborda reformas estructurales y laborales, bajada de impuestos y, sobre todo, junto con una reducción de la cuarta parte de los cargos públicos, de un 25 por ciento de los gastos del Estado. Quizá no resulte suficiente porque los destrozos del zapaterismo en sus seis años de acción demoledora en lo político y en lo económico, es mayor de lo que aparenta; pero, ¿cómo se le puede dar un tajo de tal magnitud al gasto público? El proceso de transferencias a las autonomías ha vaciado de tal manera el contenido del Estado en su Administración central que las partidas que gestionan entre todos los ministerios -útiles o inútiles- son, redondeando, una tercera parte del total. En el supuesto de que Zapatero aceptara esa reducción, la cuarta parte del tercio total es el ocho por ciento. Poca cosa dada la magnitud de la catástrofe que nos aflige y empobrece.

Zapatero, Rajoy si le sucede o cualquiera que pueda relevarles a los dos tendrá que hacer gala en el manejo de lo que los castizos dicen «gramática parda», de la habilidad para resolver con ventaja las situaciones más adversas. Fernán Caballero, a pesar de ser suiza de nacimiento, define la tal gramática parda con palabras que parecen cortadas a la medida del líder popular: «Ver venir, dejarse ir y tenerse allá». Claro que los líderes autonómicos, independientemente de su dosis nacionalista, no querrán perder fortaleza ni, mucho menos, la capacidad de gasto que marca su poder. De ahí, por brillante que resulte, vendrán las rebajas al plan que Rajoy le presentará mañana a la Cámara. Hemos construido una España imposible y, como es natural, no puede ser.


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La derecha y el Rey. Por Ignacio Camacho

ES fama que Aznar y el Rey mantuvieron durante el aznarato una sintonía muy mejorable y a menudo salpicada de ciertos desencuentros sobre el papel de la Corona en política exterior, que el antiguo presidente embridaba con excesivo celo. Pero la relación, no siempre cómoda, se atuvo en todo momento al principio de una lealtad incombustible. En cierta ocasión el monarca preguntó a su primer ministro si atisbaba en el futuro político del país algún peligro para la Monarquía; eran tiempos aún lejanos del rebrote antiborbónico del separatismo catalán, con sus aquelarres incendiarios de efigies coronadas, o de los coqueteos del zapaterismo con la tradición republicana, de modo que al escuchar una respuesta afirmativa el soberano quiso saber de dónde provendría la supuesta amenaza. Fiel a su seco talante, Aznar no se anduvo por las ramas.

-De la derecha, Señor.


El áspero diagnóstico aznarista apuntaba con tino certero -quién podía saberlo con más conocimiento de causa- a ese miope instinto de cierto rancio conservadurismo español que desde la Transición desconfía de la figura que trajo la democracia. Hay en nuestra derecha un sector visceral y exaltado que tiene poco asimilados algunos preceptos constitucionales porque se compadecen mal con su fragor sectario; confunde favoritismo con neutralidad e intervención con arbitraje, y tiende a irritarse cuando el Jefe del Estado otorga a los Gobiernos de izquierda el rango institucional que merecen como legítimos depositarios de la voluntad ciudadana. Falto de visión histórica y estratégica, este imprudente -en el mejor de los casos, tibio- desapego conservador hacia la función de quien de modo más nítido representa la estabilidad y cohesión del Estado actúa como eficaz cómplice involuntario de los que pretenden socavarla.

El alboroto formado por la iniciativa de Don Juan Carlos en torno a un acuerdo social contra la crisis es por ahora el último episodio de esta insensata pulsión autodestructiva. El Rey no sólo ha hecho lo que tenía que hacer, ateniéndose a la Constitución y al sentido común, sino que ha desnudado las carencias de una mediocre clase política enfrascada en la refriega partidista y la obcecación ideológica. Como señalaba ayer en su Tercera el profesor González Trevijano, lo que ha pedido el monarca -un compromiso de la dirigencia pública ante una emergencia nacional- no sólo no constituye una extralimitación de funciones sino que casi es lo mínimo que cabría exigir a su responsabilidad de Estado, que no puede permanecer impasible ante el deterioro y quiebra de una sociedad asfixiada. Es la política convencional la que ha fallado al ofuscarse en su bronca, y la que volverá a fallar si ese pacto resulta, como parece, imposible por mutuas culpas de líneas rojas y/o egoísmos tácticos. Mala táctica y peor estrategia es la que renuncia a un acuerdo y pretende ofrecerse como una esperanza.


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Negociación sumergida. Por Francisco José Alcaraz

Si ETA hubiese dado por roto totalmente el proceso de negociación con el PSOE, sin duda alguna utilizaría un arma política incluso más demoledora que los atentados: las actas de la negociación.Después del mal llamado "proceso de paz", hay algunos ingenuos y otros oportunistas que proclaman con bastante imprudencia que no se va a volver a negociar con ETA. Y en parte tienen razón: nunca volveremos a saber que se esté llevando acabo un proceso de negociación con ETA. Es de tan sentido común, que no se puede obviar nuestra historia más reciente para poder llegar a la conclusión de que ni con este Gobierno ni con ningún otro veremos anuncios de negociación con ETA. No tendría sentido cuando la prioridad de los dirigentes políticos es sacar o mantener votos, y negociar es algo que no contribuye de manera especial a obtener una tajada electoral.

Una negociación con ETA puede efectuarse sin hacerse pública (tal y como se llevaron a cabo los contactos PSOE-Batasuna ETA desde el año 2000 hasta que se hicieron públicos en 2006) y sin sufrir ningún tipo de acoso, ¿por qué no recurrir a esa misma estrategia?


El continuo acercamiento de presos de ETA a la comunidad autónoma vasca, la excarcelación, por motivos nada convincentes, de terroristas condenados por asesinatos, la todavía presencia de ANV en las instituciones, el vigente permiso del Parlamento para negociar con ETA, y la marginación, aún hoy, de las víctimas del terrorismo que nos opusimos al proceso de negociación con ETA, son sin duda hechos que generan una persistente desconfianza hacia un Gobierno que ha mentido a toda España.

Esta nueva estrategia es, sin lugar a duda, la estrategia más acertada para los intereses de Zapatero, puesto que estaría muy protegida de las críticas de la oposición, de los medios de comunicación, de la sociedad española, y de la mayoría de las víctimas del terrorismo que nos oponemos a ello. Y para hacer creíble la continuidad del proceso, hay que detener a terroristas, excepto al negociador Josu Ternera y su hijo. Estas detenciones tienen una doble intencionalidad: la primera debilitar la posición de aquellos con quienes negocias, y la segunda, despejarles las dudas a quienes pudieran cuestionar el cambio de rumbo en materia antiterrorista. No es una estrategia desdeñable, ya que por muy siniestra que parezca, más aún lo fue el proceso de rendición con sus mentiras e incluso la supuesta colaboración con ETA, como ilustra el caso del bar Faisán. De hecho ETA, cada vez que negociaba con los gobiernos socialistas, pedía más atentados y más féretros blancos encima de la mesa (asesinato de niños) para, de esa manera, hacer sentir su poder al Ejecutivo durante las negociaciones; la misma fuerza que mostraría el Gobierno con las detenciones. En esta estrategia se chalanean cesiones y gestos de voluntad del Gobierno con estos continuos acercamientos y otras decisiones que estarían fuera de los focos, y todo ello sin que prácticamente nadie diga nada, pues supuestamente no hay negociación.

Si ETA hubiese dado por roto totalmente el proceso de negociación con el PSOE, sin duda alguna utilizaría un arma política incluso más demoledora que los atentados: las actas de la negociación. En éstas aparecerían todas y cada una de las cesiones políticas del Gobierno y despejarían muchas incógnitas, entre ellas las del caso Faisán. ETA no las hace públicas porque dinamitaría el proceso de negociación. Por otro lado, el Gobierno tan sólo tendría que hacer público el final del acuerdo con los terroristas, un acuerdo con hechos consumados y que nos lo venderían como el fin de ETA. Obviamente este sería un final sin vencedores ni vencidos, lo que significaría que la traición a las víctimas del terrorismo y la memoria, dignidad y justicia que durante tantos años hemos reclamado, sería un espejismo.

Finalmente, nos venderán una ETA buena, la que ha negociado políticamente y está totalmente amortizada, y la ETA mala, la que seguirá asesinando.


Libertad Digital - Opinión

La OTAN está en guerra. Por Tomás Cuesta

SALVO mejor criterio de la ministra de Defensa, la ofensiva de la OTAN en Afganistán tiene toda la pinta de ser una operación de guerra en la que se despachan tiros en lugar de tiritas y en la que los cañones sí tienen agujero. De los chistes de Gila («¿Está el enemigo? Que se ponga, si no es mucha molestia») a las tesis de Clausewitz («La guerra es la prolongación de la política a través de otros medios») se pasa en un suspiro: en el último suspiro, algunas veces. De ahí que la afición en general, curtida en el análisis de batallitas sobre el césped, exija conocer a qué jugamos en el escenario del Gran Juego. ¿Somos de los que atacan o de los que defienden? ¿Subimos a rematar los corner o nos quedamos en la cueva? ¿Acaso nuestra misión -de paz, naturalmente- es llevar el botijo y administrar el linimento? Averígüelo Vargas, porque Carme Chacón no sabe o no contesta. Mientras sea la OTAN la que reparte leña, los pésames impíos corren por su cuenta: Pío, pío, que yo no he sido. ¿Doce inocentes muertos de malas a primeras? Aquí se despide el duelo y si te he visto no me acuerdo.

La memoria es falaz, la amnesia selectiva y el olvido («Dicen que la distancia es el olvido...») es un tongo con aires de trolero. El domingo, la gala de los Goya no fue la quermese heroica de otros tiempos. No hubo nadie que se rompiera la camisa en nombre de las víctimas de la arrogancia del imperio. Las pegatinas de rigor no subieron al púlpito de los escotes más locuaces, ni aún de los más locuelos. El frufrú de la seda no pereció abrumado por el feroz estruendo de la mala conciencia y la sensiblería apalabrada no dejó traslucir el eco tartamudo de los lejanos tiroteos. La lejanía, sin embargo, cae tan cerca que recordar ofende y, cuando aprieta, asquea. ¿Qué se hizo del crepitar de las consignas? ¿Qué de los desafíos esparcidos a los cuatro vientos? ¿En qué ha quedado el pacifismo insomne expresado a través de un carnaval de violencia?

Aquella, por supuesto, era otra guerra. En lo que va de ayer a hoy las circunstancias han cambiado, el libreto es distinto y el enemigo diferente. Entonces se trataba de difamar a Aznar a cualquier precio y con cualquier pretexto a cambio de que, un día, en recompensa a sus desvelos, les entregasen en bandeja las llaves del pesebre. Del resto, allá películas, cual corresponde al gremio. A los que antaño patrullaban las aceras con el grito encendido y la pancarta enhiesta las guerrillas de Obama se la traen a la intemperie y el ensordecedor silencio de Rodríguez Zapatero, en lugar de inquietarles, les acolcha el sueño. Sin novedad, así pues, sobre la alfombra verde. Pío, pío, que yo no he sido, reza la piadosa cantinela. La culpa es la OTAN, desertemos de nuevo antes de que Al Qaeda se mosquee. ¿Y traicionar a la ONU? Ni hablar del peluquín: de no ser por la ONU ni siquiera sabríamos que somos de los nuestros.

O sea que estamos donde estábamos: metidos de hoz y coz en una condenada guerra en la que se mata y en la que se muere, aunque, eso sí, limpiamente. Nada de cabezazos alevosos, ni puntapiés en la entrepierna, ni mordiscos en la oreja. Ni víctimas civiles, como mandan los cánones y la ONU nos enseña.


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Zapatero y las patatas. Por Cristina Losada

La sociedad postmaterialista a la que se dirigían aquellos señuelos está desapareciendo. Reclama la vuelta a la prosperidad, qué antigua, cuando el socialismo que nos ha tocado sólo está a sus anchas predicando contra los males del crecimiento.

El periodista Louis Fischer explicaba, en los años cuarenta, cómo se puede uno alinear con una causa a pesar de que los hechos más escandalosos la desacrediten. En The god that failed, uno de los primeros libros de ex comunistas, reflejaba así el modo de superar aquella disonancia: "¿Cómo podía uno quejarse de la escasez de patatas cuando se estaba construyendo el socialismo?". He ahí, en pocas palabras, el misterio de la ideología. Y he ahí también el lamento que debe de proferir hoy el presidente del Gobierno. Zapatero ha embarrancado en las patatas, cuando se había especializado en vender sucedáneos ideológicos.


El ardid funcionó mientras jugábamos a ser ricos. Ardid, toda vez que la ideología de Zapatero no es un enigma histórico, sino un secreto de Polichinela. Nada hay salvo una colección de poses, pues la izquierda posmoderna no representa una doctrina política específica, sino una proclamación de virtud, sentimental y orgullosa. Superioridad moral se llama su producto más preciado. Y luego, los adornos para la estantería, signos de diferenciación, como la memoria histórica, la política de género, la alianza de civilizaciones, los nuevos derechos, el laicismo y restos de la vieja retórica de lucha de clases pasados por la turmix. Todo ello hacía el papel de "estamos construyendo el socialismo" o, en versión infantil, "otro mundo es posible". Y siempre, bien a la vista, el gran reclamo, la etiqueta ideológica, la marca "izquierda".

Resulta que ha llegado la escasez de patatas y la sociedad postmaterialista a la que se dirigían aquellos señuelos está desapareciendo. Reclama la vuelta a la prosperidad, qué antigua, cuando el socialismo que nos ha tocado sólo está a sus anchas predicando contra los males del crecimiento. El electorado de izquierdas, cuya movilización fue el as del doble triunfo, se le escapa y con razón. De ajustarse a sus parámetros ideológicos, Zapatero no daría dinero a los bancos: los expropiaría. No retrasaría la jubilación: la adelantaría. No contentaría a los mercados: los suprimiría. No sugeriría una reforma laboral: haría funcionario a todo el mundo. Esto para empezar a hablar. Así, no extraña su resistencia a un pacto económico con el Partido Popular. Poco más le falta para soliviantar a los que, por él abducidos, adquirieron entradas para el show de los "rojos" contra la derecha.


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Baltasar y Teddy, faisán o rebeco. Por Hermann Tertsch

LA Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha ordenado al juez Baltasar Garzón que siga investigando el supuesto chivatazo policial que alertó a ETA de la operación que se iba a llevar a cabo en el bar «Faisán», de Irún (Guipúzcoa), contra el aparato de extorsión de la banda terrorista y que practique varias de las diligencias solicitadas por las partes. Así de sobrios somos en ABC cuando damos las noticias. Pero la cosa tiene, perdónenme, bastante jugo. El juez estrella, que algunos defienden como si fuera su yerno, parece estar a punto de dejar de ser la SGAE de la justicia española. Si existiese una mínima decencia entre los jueces de este país, se le va a acabar esa patente de corso que goza como Teddy Bautista, equiparable perfectamente con nuestro juez aventurero en cuanto a la relación de sus méritos, sus intereses y sus beneficios. A Teddy Bautista ya le abuchean sus empleados por las tropelías, arrogancias y abusos cometidos en una compañía monopolística nacida para trincar. A Baltasar Garzón parece habérsele acabado su libertad de atropello, desprecio a las víctimas y arbitrariedad manifiesta a favor de los intereses de una carrera que toca, Dios lo quiera, a su fin.

El señor Garzón, si le da tiempo, entre rebeco y faisán, tendrá que investigar quiénes han sido los policías traidores que han colaborado con los asesinos de sus compañeros para mejorar su personal valoración profesional y sus emolumentos. Todo de cara a sus superiores políticos, que no son otros que el Gobierno de España, como le gusta ahora llamarse y principalmente a Fouché Rubalcaba y su jefe, el Gran Timonel de Valladolid o León. Todo, por supuesto, supuestamente. La Audiencia Nacional nos dice que los intentos del fiscal, del Gobierno, de archivar esta causa son disparatados o quizá merecieran un calificativo peor. Nunca en esta democracia joven ha habido, salvo el golpe de Estado del 23-F, una conspiración más grave en contra de la democracia, del Estado de Derecho y de la seguridad de nuestros ciudadanos y especialmente de las Fuerzas de Seguridad del Estado que la directa cooperación de mandos policiales con los nazis que nos amenazan y matan.

En Lasarte hemos asistido ahora a un acto sin precedentes. En el que se ha honrado a las once víctimas que, sólo en ese pequeño pueblo, han caído por obra de la banda de asesinos alimentada por el activismo nacionalista y comunista de unos y la condescendencia y cobardía de otros. De allí era la niña de dos años que murió en Amara, San Sebastián, primera víctima de ETA. Medio siglo ha costado que su madre recibiera una mínima gratificación moral por tan terrible perdida. Les confieso que pienso que no son sólo la mayoría de los vascos los que forman una sociedad de cobardes. Los españoles en general hemos demostrado que son cuatro los que realmente arriesgan su seguridad por el bien nacional. Y tres de esos cuatro están en los cuerpos de seguridad. Por patriotismo, por lealtad y, por supuesto, por valentía y dignidad. Por lo demás, hemos cultivado unas generaciones abúlicas y mal educadas que sólo son gratuitamente combativas cuando todo sale o gratis o con beneficios. Garzón es mayorcito y no proviene de las peores cosechas de gente sin cultivar. Por eso lo suyo, como lo de otros personajes de triste recuerdo, no puede achacarse a la Logse.

Cierto es que supone un mínimo consuelo que finalmente haya esperanza en que este país se deshaga de un juez que nos insulta a los españoles tanto como Teddy Bautista con sus prepotencias y su gama de trucos y trampas para mayor gloria propia. Pero no deja de estar bien que a veces haya instituciones que no quieren tragar con lo intolerable. Y cierto es también que ante los años oscuros que se avecinan todo esfuerzo por mantener una cierta seguridad jurídica va a ser capital para que tengamos una mínima seguridad personal. De ahí la necesidad de que desaparezcan Teddy y Baltasar.


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La Hipatia de Benidorm. Por José García Domínguez

Mejor haría Pajín dejándose de citas apócrifas y subrayando, en cambio, la Memorabilia, aquellos recuerdos de Sócrates legados por Jenofonte a la posteridad. Que ahí es donde el maestro prescribe a los necios de todo tiempo y lugar alejarse de la política.

Es fama que el ansia enciclopédica caracteriza al PSOE. Una querencia por el saber erudito que igual alcanza materias sacras y profanas. Recuérdese al respecto aquel "Héctor, nombre bíblico" con que González lanzó un guiño al humanismo cristiano representado por los teólogos de la Escuela de Salamanca. Soberbio magisterio en el dogma y la doctrina que al punto sería emulado por Rosa Conde, entonces portavoz del Gobierno, con otro aserto llamado a pasar a la Historia. "Como ya dijo el Santo Job, el hombre es un lobo para el hombre", desvelaría en gloriosa rueda de prensa la doña a unos atónitos plumillas. Por lo demás, no consta que a su igual González Sinde tanto derroche de ciencia le resultase "asustante".


Una serenidad de espíritu que, sin duda, compartió con su antecesor Javier Solana, el ministro que presumía de gozar hasta el éxtasis con las acuarelas de cierto "Susane", ignoto pintor francés coetáneo de Cézanne. Solana, Javier, el epígono de la Ilustración que igual se vanaglorió de haber presidido "el catorceavo Premio Mayte". Nadie se extrañe, pues, de que Leire Pajín, como Pinochet gran lectora de las obras de Sócrates, acabe de apelar al padre de la mayéutica con tal de meterle un dedo en el ojo al PP. Así, según la Hipatia de Benidorm, su ancestro ateniense habría sentenciado:"Quien no puede gobernar su casa es incapaz de gobernar un país". Chascarrillo, lugar común y refrán de comadres tan propio del ágora como de cualquier barra de bar, por cierto.

Aunque ya lo advirtió Schopenhauer: "Quien quiera peces, que se moje el culo". Y también Nietzsche en memorable aforismo: "La avaricia rompe el saco". Por no mentar, en fin, la más conocida tesis de Leibniz: "No por mucho madrugar amanece más temprano". Pero mejor haría Pajín dejándose de citas apócrifas y subrayando, en cambio, la Memorabilia, aquellos recuerdos de Sócrates legados por Jenofonte a la posteridad. En concreto, el parágrafo séptimo del capítulo segundo del libro cuarto. Que ahí es donde el maestro prescribe a los necios de todo tiempo y lugar alejarse de la política, ya que "es el arte que más estudio y más empeño necesitan los que a él aspiran a dedicarse". Proceda, Pajín. Créame, es por su bien.


Libertad Digital - Opinión

Un debate sin concesiones

EL debate de mañana en el Congreso de los Diputados entre el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y el líder de la oposición, Mariano Rajoy, es una oportunidad para que cada uno de ellos asuma plenamente su responsabilidad. El cruce de mensajes sobre el supuesto pacto de Estado contra la crisis ha distorsionado los papeles que incumben a uno y a otro, hasta el extremo de que el Ejecutivo se ha presentado a sí mismo como víctima de la oposición, y a la oposición, como responsable de la falta de soluciones a la crisis. La confusión entre Gobierno y oposición es una trampa tradicional en los últimos años: el PSOE propone al PP un pacto, éste acepta negociarlo y los socialistas lo frustran con condiciones imposibles o apostando por las minorías nacionalistas. Con la crisis económica ha sucedido lo mismo, pero el debate de mañana en el Congreso debe contribuir a poner a cada cual en su sitio y ante sus deberes institucionales.

Rodríguez Zapatero es el que debe proponer las medidas económicas, con ofertas concretas y un calendario preciso. A partir de ahí, hay que esperar del líder del PP que actúe como oposición, no como gabinete de estudios de Zapatero, y que rechace las medidas que no comparta y apoye las que sean asumibles. Medir el papel de Rajoy por el detalle y la concreción de sus propuestas contra la crisis es una manera de adulterar el debate democrático, al trasladar a la oposición una responsabilidad que es del Gobierno. Bien está que el PP realice pedagogía con sus propuestas y que las difunda, sin olvidar que ya están formuladas, porque a nadie se le puede ocultar que los populares han solicitado rebaja de impuestos, recorte del gasto público, reforma laboral y, sobre todo, seriedad y rigor en la tarea de gobernar España.

La insistencia del PSOE en acusar al PP de poner palos en las ruedas o «de no arrimar el hombro» persigue preparar un ambiente de incriminación política contra Rajoy antes del debate de mañana. La situación es tan grave que la mejor aportación de ambos líderes a la recuperación de la economía es que hablen con sinceridad y sin paños calientes. Jugar al consenso imposible es una forma de engañar -una más- a los ciudadanos. Si Rodríguez Zapatero quiere consenso con el PP, tendrá que demostrarlo con hechos.


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Razón jurídica y razón política del 'caso Faisán' . Por Antonio Casado

Si el juez Baltasar Garzón tenía pensado archivar el llamado caso Faisán, tal y como le viene pidiendo la Fiscalía desde el mes de octubre, la sección segunda de la sala de lo penal de la Audiencia Nacional se lo ha quitado de la cabeza. En un auto conocido ayer le ordena la práctica de nuevas diligencias, pero no todas las requeridas por la acusación popular y el periódico que las jalea. Por un lado, interrogar a tres policías conocedores de la operación contra los contables de ETA destripada por el supuesto chivatazo. Por otro, recabar a Francia datos sobre el tráfico telefónico de una cabina próxima al bar Faisán.

Si ha de cerrarse la causa del cacareado chivatazo policial (mayo 2006), el juez debe cargarse de razón antes de que otros sigan acusándole de estar a las órdenes del Gobierno. En el auto se explica perfectamente. La naturaleza de los hechos investigados aconseja un especial celo indagatorio, “más allá de toda duda”, y un agotamiento de la investigación “más allá de lo usual”. Así que no sólo el juez Garzón, sino la propia Administración de Justicia, deben cargarse de razón.


Razón judicial, se entiende, porque la razón política es arbitraria y sólo responde a criterios de oportunidad. Al PP le gusta el Faisán. En su necesidad de hacer hogueras más altas que las de Gürtel, el partido de Mariano Rajoy se empeña en convertir el caso en un elemento más de su reyerta política con el Gobierno. En el Parlamento, donde cada dos por tres el ministro Rubalcaba es interpelado. Y también en los tribunales, pues el PP tiene solicitada la personación en la causa. No tanto por su fe en el funcionamiento del Estado de Derecho, razón esgrimida para mantener vivo el caso Faisán, sino por desgastar a su adversario, aunque eso pase por poner en solfa unos métodos policiales de excelente resultado en la lucha contra el terrorismo.

En cuanto a la razón moral, allá el alma en el almario o la conciencia de cada individuo. Personalmente no me permito poner en duda el compromiso de las Fuerzas de Seguridad del Estado para acabar con los terroristas. Ni se me pasa por la cabeza la posibilidad de que la conducta de un profesional de la policía sirva a la causa de una banda armada. Por ejemplo, mediante la revelación de un operativo policial, que es el supuesto delictivo manejado en el caso Faisán.

Y queda, por fin, la razón técnica. Pura estrategia policial en la ya larga lucha contra el terrorismo, como muy bien saben quienes conocen la meritoria labor de los confidentes y los excelentes resultados de la infiltración policial en ETA. Empezando por los números uno y dos del PP, Mariano Rajoy y María Dolores de Cospedal, que ocuparon altos cargos en el Ministerio del Interior y, por tanto, saben perfectamente que la historia de la lucha antiterrorista se escribe a veces con renglones torcidos. Con esa figura retórica nos ilustraban en las clases de religión cuanto tocaba descifrar la voluntad divina: Dios escribe recto con renglones torcidos, se nos advertía frente a los palos de la vida. Qué cosas.


El Confidencial - Opinión

La nieta. Por Alfonso Ussía

En España sentimos una gran fascinación por los parentescos. Y se concede autoridad a quien simplemente es hijo, sobrino, nieto o cuñado de cualquier personaje más o menos relevante. Hablaba un joven Antonio Maura en el Congreso. –¿Quién es este tío?–, preguntó un diputado. Su vecino de escaño le informó: –Es Maura, el cuñado de Gamazo–; –Pues muy pronto será Gamazo el cuñado de Maura–. Esos cuñados. Desde Rivas Sheriff a Serrano Súñer, los cuñados han tenido mucho poder y responsabilidad. Ahora le toca el turno a una nieta. «La nieta de Negrín». Esta señora, cuyo único título es ser nieta de un abuelo, es, o al menos lo parece, íntima amiga de Garzón. El juez estrella–estrellado cuenta con incondicionales de primera magnitud. Juan Diego, Juan Diego Botto y la nieta de Negrín. La señora nieta ha arremetido contra el Presidente del Consejo del Poder Judicial, Carlos Dívar, por no impedir que empapelen a Garzón y le ha llamado «juez franquista». La nieta es muy nieta. Desautoriza a Dívar por un pecado cronológico. Nació durante el franquismo, estudió durante el franquismo, ganó las oposiciones durante el franquismo y fue juez durante el franquismo. Como Jiménez–Villarejo, por poner un ejemplo, aunque éste eligiera la senda de la fiscalía. Sólo por eso, Dívar no puede permitirse el lujo de poner en duda las actuaciones de Baltasar Garzón. Lo ha dicho la nieta, y además, la de Negrín.

La nieta, para hablar con esa contundencia y severidad, no ha debido conocer bien a su abuelito. No pongo en duda la capacidad de cariño de Negrín hacia su nieta. Mientras asesinaba a decenas de miles de rusos, el ídolo de su abuelito, Stalin, abrazaba con un amor inabarcable a su hija Svetlana. Mientras asesinaba a decenas de miles de judíos, Adolf Hitler hacía carantoñas a la sobrina preferida de Eva Braun. El abuelo de la nieta de Negrín, es responsable de miles de asesinatos, tropelías, torturas y robos durante su Presidencia del Gobierno del Frente Popular. El abuelo de la nieta de Negrín ha sido el mayor ladrón de la Historia de España. Vació de oro las arcas del Banco de España para entregárselo a Stalin en Odessa. No le dio todo a Stalin. El abuelo de la encantadora nieta de Negrín se quedó con un pellizco, que le permitió vivir con desahogo en el exilio. Un hombre sin problemas económicos puede llegar a ser un abuelo encantador, y parece ser que el abuelo de la nieta de Negrín lo fue. Pero si la autoridad moral para descalificar a una persona decente le viene exclusivamente del parentesco, y el pariente no es otro que Negrín, la nieta del abuelo haría muy bien en permanecer callada y disfrutar con discreta resignación los años que le queden de vida. No se pretende que la nieta de Negrín pida perdón por serlo, que de ello no tiene culpa alguna. Pero sí que se documente, que lea, que valore las opiniones que de su abuelo nos dejaron muchos de sus estrechos compañeros de fechorías. Si la nieta de Negrín guarda un buen recuerdo de su abuelo, lo mejor que puede hacer para mantenerlo, es dejar al abuelo en paz. No fue un abuelo para presumir. Lea, lea, que lea la nietecita.

Y Garzón que se busque mejores apoyos incondicionales. A este paso, se suman a su defensa «El Dioni», Maradona y Farruquito.


La Razón - Opinión

Un auto de la Audiencia contra la impunidad

La Sala de lo Penal de la Audiencia no ha podido ser más contundente en su tirón de orejas a Garzón: el 'caso Faisán' es "de una gravedad sin precedentes".

LA SALA de lo Penal de la Audiencia Nacional dictó ayer una importante resolución que obliga al juez Garzón a seguir investigando el chivatazo del bar Faisán y que supone un duro golpe a las tesis de la Fiscalía.

El Ministerio Público había pedido en octubre pasado al juez que archivara la causa, argumentando que la instrucción no había logrado esclarecer los hechos y que, por tanto, no se podían exigir responsabilidades penales a los agentes y mandos policiales investigados.


La Sala responde ahora que «la gravedad sin precedentes en la historia de la lucha contra el terrorismo en España» de lo ocurrido obliga al instructor a proceder con «especial diligencia y celo» hasta «el agotamiento más allá de lo normal» de la investigación. Ello desbarata el intento del ministro de Interior de restar importancia al asunto con el argumento de que todos los miembros de la red de extorsión de ETA fueron detenidos posteriormente. Lo que dice la Audiencia Nacional es algo tan obvio como que, con independencia de ese hecho, el chivatazo fue un acto de auxilio a la banda desde el interior de la Policía y, por tanto, un hecho punible por sí mismo.

En su resolución, la Sala de la Audiencia asegura también que estamos ante delitos de revelación de secretos y de colaboración con banda armada cometidos «dentro del grupo de funcionarios policiales que tenían conocimiento de la operación». Es, por tanto, en el interior de la Policía donde hay que investigar la autoría material y entre sus superiores políticos donde habrá que encontrar el impulso intelectual.

Los tres magistrados que dictan este fallo instan, además, al juez instructor a practicar nuevas pruebas que había denegado a la acusación popular. La principal de ellas es que Garzón deberá llamar a declarar al inspector Carlos G., el funcionario policial que realizó la investigación interna y que redactó los informes en los que se concluye que el chivatazo partió de la cúpula policial. Este inspector sostiene que quien dio la orden de alertar a Joseba Elosua, uno de los jefes de la trama de extorsión de ETA, fue el ex director general de la Policía, Víctor García Hidalgo. Aunque parezca increíble, Carlos G. nunca había sido llamado a declarar por el juez Garzón, lo que corrobora su escaso interés en conocer la verdad.

Igualmente, la Sala ordena al instructor que pida el listado y el contenido de las llamadas realizadas por el etarra al que Elosua tenía que entregar el dinero ese mismo día en Francia, otra diligencia que podría aportar luz al caso y que Garzón nunca quiso practicar.

La resolución de ayer de la Sala de lo Penal de la Audiencia supone, por tanto, un importante respaldo para EL MUNDO, sin cuyas revelaciones este caso habría sido ya seguramente archivado u olvidado. Hay que recordar que fue nuestro periódico quien primero informó sobre la existencia del chivatazo, luego sobre la implicación de la cúpula policial y, por fin, sobre el cruce de llamadas entre el ex director general de la Policía y Antonio Camacho, el secretario de Estado de Seguridad, en la víspera del delito.

Ayer mismo se escucharon ya las primeras voces intentando deslegitimar la resolución por el hecho de que uno de los tres magistrados, Enrique López, fue portavoz del CGPJ a propuesta del PP. Los que pretenden descalificar a López -que nunca figuró en unas listas electorales ni fue diputado como Garzón- olvidan que el fallo fue también suscrito por otros dos jueces con plena autonomía personal, a diferencia de la actuación de la Fiscalía, que depende orgánicamente del Gobierno y que ha hecho todo lo posible para echar tierra sobre el asunto. No lo ha conseguido porque el auto de la Audiencia Nacional desmonta las argucias de quienes han intentado por todos los medios que unas conductas extraordinariamente graves queden en la impunidad.


El Mundo - Editorial

Chávez recurre a Cuba

Un singular enviado de La Habana asesora al presidente venezolano en la grave coyuntura actual.

Venezuela se halla en virtual campaña electoral, pese a que las elecciones legislativas están previstas para un lejano 29 de septiembre. Pero es mucho más una carrera electoral de marchas y contramarchas de oposición y oficialismo que de programas, en medio de una gravísima crisis nacional. En las últimas semanas han dimitido o sido sustituidos cinco ministros, entre ellos el de Defensa y vicepresidente del país; hay cortes de suministro eléctrico a todas horas; desabastecimiento masivo de artículos de primera necesidad; y una devaluación del bolívar que no hará sino incrementar una inflación que ya fue en 2009 del 30%.

Ante todo ello, al líder bolivariano no se le ha ocurrido nada mejor que recurrir a Cuba, país experto en algunas cosas, pero dudosamente en desarrollo económico. Un íntimo colaborador de Fidel Castro, Ramiro Valdés, que lo ha sido todo en la isla, hoy ministro de Informática y Comunicaciones, además de desempeñar las vicepresidencias del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, es el hombre de la situación en Caracas.


Valdés está nominalmente encargado de resolver una crisis energética que deja a casi todo el país sin fluido entre dos y ocho horas varias veces por semana; y que si la sequía no cede podría, teóricamente, provocar la oscuridad total en abril. El Gobierno asegura, sin embargo, que con un plan con el que espera ahorrar un 20% de electricidad, la sangre no llegará al río, ni se agotará el agua de los embalses. Pero todo ello es un sarcasmo cruel, porque el cubano es sin duda un experto, pero en represión: generalizada, como demostró en su paso por el Ministerio del Interior, entre 1961 y 1969, y tecnológica desde 2006, como censor de Internet.

Hay unos 60.000 cubanos en Venezuela, de los que la mitad trabaja eficazmente en sanidad y enseñanza para compensar los 100.000 barriles diarios de crudo que Caracas facilita a La Habana a precio de saldo. Pero abundan también en el Ejército, lo que no entusiasma a muchos de sus pares venezolanos. La oposición atribuye, por ello, a Valdés el papel de represor en jefe del movimiento de protesta, al que conviene haber amansado para cuando llegue el día de las urnas.

Antecedentes de lo que se prepara, y que delatan la inquietud gubernamental ante las elecciones, pueden ser la reciente redemarcación de distritos electorales, en especial donde gobierna la oposición; la sanción al diario Tal Cual, por un artículo satírico contra el chavismo; la destitución del fuertemente crítico director de Globovisión o el cierre de RCTVI, emisora por cable y obsesión de Chávez, que ya fue clausurada en 2007, cuando emitía en abierto. El caudillo venezolano ha ganado todas las elecciones legislativas y presidenciales desde su primera victoria en 1998, con el grado de limpieza aceptable para gran parte de América Latina. Pero, vencedor o derrotado, así es como hay que exigir que discurran, cuando menos, los comicios de septiembre.


El País - Editorial

Garzón, el caso Faisán y la impostura de El País

La actitud Garzón, el juez que se empeñó en instruirlo a toda costa, pone de manifiesto la catadura del personaje y lo urgente que es apartarlo de una vez de la carrera judicial.

Hace ahora trece años que comenzó uno de los episodios más lamentables de la historia judicial española: el del acoso, derribo y linchamiento de Javier Gómez de Liaño, a la sazón juez de la Audiencia Nacional. El error de Liaño fue encausar al entonces todopoderoso poder fáctico Jesús de Polanco, a su palafrenero Juan Luis Cebrián y al consejo de administración de Sogecable en pleno. Liaño pagó carísima su audacia y hoy vive apartado de la carrera judicial ejerciendo de abogado.

Durante varios años todos los medios de comunicación del grupo PRISA se cebaron con el juez hasta extremos que hoy nos parecerían intolerables. El mascaron de proa del grupo, el diario El País, machacó, literalmente, a Liaño hasta que hubo conseguido su ruina personal y profesional. Bien, toda esta misma artillería la está empleando el mismo grupo hoy pero no para hundir a un juez de la Audiencia Nacional sino para salvarle de la quema. Este juez es Baltasar Garzón, un hombre de la casa que está pasando en estos días por un calvario que él mismo, por obra de su ineptitud, arrogancia y parcialidad, se ha buscado.


Pero con lo que PRISA no contaba mientras se deshacía en halagos a Garzón era con que la Audiencia Nacional no es sólo él. La Sala Segunda de lo Penal ha ordenado al juez que prosiga con la investigación del caso Faisán, esa espinita clavada en la parte más sensible de la negociación con la ETA de la que nadie –ni el Gobierno ni sus medios adictos– quieren hablar. Garzón, pues, tendrá que reabrir el caso; y decimos reabrir porque el Faisán lleva cerrado desde que el juez instructor lo aparcó al poco de empezar a instruirlo hace dos años. No puede haber ya más demoras y, en lo relativo a la línea de instrucción que ha de seguir Garzón, la Sala Segunda ha especificado por dónde tienen que ir y a quién hay que citar.

Parece mentira que un caso tan importante lleve cogiendo polvo en el despacho de Garzón desde 2008. El juez, que no quiere saber nada de él, se ha aprovechado de que la propia Fiscalía tampoco está muy interesada por saber quiénes dieron la orden de avisar a los etarras de una operación antiterrorista que, allá por 2006, llevaba a cabo el juez Marlaska. La actitud de Garzón, el juez que se empeñó en instruirlo a toda costa, pone de manifiesto la catadura del personaje y lo urgente que es apartarlo de una vez de la carrera judicial. Porque, según está la administración de Justicia, ya no se trata de creer en ella, sino de hacerlo en algunos magistrados como Hurtado, de Diego y López, los mismos que han puesto, al fin, a Garzón en su sitio después de tantos años de chulería y desmanes judiciales.

Así las cosas, a estas alturas poco podrán hacer sus amigos de PRISA –amigos también del Gobierno Zapatero– para evitarle un mal que él solito se ha proporcionado. Dar salida al caso Faisán debe ser ahora un objetivo prioritario, porque en él residen ocultas las verdaderas claves del proceso de rendición ante la ETA que planificó Zapatero durante su primera legislatura. Conocemos la propaganda, lo que el Gobierno nos vendió adornándolo de buenismo, pero no la naturaleza de la negociación y los extremos a los que llegó Zapatero con tal de sacar algo en claro de aquella infamia. Dicho esto, si Garzón no acelera la instrucción y sienta en el banquillo a los responsables que están dentro del Ministerio, es que no es el juez adecuado para un caso de esta relevancia y de ninguna otra, se ponga El País como se ponga.


Libertad Digital - Editorial

«Caso Faisán»: llegar hasta el final

EN plena negociación política con ETA, un supuesto «chivatazo» policial en el bar «Faisán» de Irún alertó al aparato de extorsión de la banda sobre una operación antiterrorista. Se trata de un episodio de máxima relevancia jurídica y política, respecto del cual la sala de lo Penal de la Audiencia Nacional corrigió ayer la decisión del juez Baltasar Garzón al admitir los recursos de Dignidad y Justicia y de la AVT contra el archivo de las actuaciones y la negativa a practicar nuevas pruebas. Nada menos que 32 diligencias había rechazado el juez instructor en una decisión como mínimo precipitada, según refleja el acuerdo de la sala, que también deja en mal lugar al Ministerio Fiscal por su apoyo al sobreseimiento provisional. La implicación en el caso de un ex director general de la Policía y de varios inspectores es motivo más que suficiente para llegar hasta el fondo del asunto con el rigor que corresponde al Estado de Derecho en la comprobación de los hechos y la determinación de los presuntos culpables. No sobran, por tanto, nuevos informes de la Guardia Civil, declaraciones de otros policías o análisis de llamadas telefónicas, entre otras diligencias solicitadas en su día y que Garzón eludió de forma injustificada. En el plano jurídico, el asunto presenta una «gravedad sin precedentes», según los términos rotundos de la propia sala. Hay que felicitarse por ello de que las asociaciones recurrentes vean reconocido su interés legítimo en llevar la investigación al extremo para la búsqueda de la verdad.



En el ámbito político, el «escándalo Faisán» es una consecuencia directa de la vergonzosa negociación con ETA impulsada por Rodríguez Zapatero durante la pasada legislatura. Si se confirman los indicios, afectaría directamente al presidente del Gobierno y al ministro del Interior, porque se trata de eventuales delitos de revelación de secretos y colaboración con banda armada cometidos -si es el caso- por subordinados de Alfredo Pérez Rubalcaba en el contexto de una decisión política al más alto nivel. Procede ahora practicar las pruebas indebidamente rechazadas, por mucho que el deseo de agradar a los responsables políticos haya podido influir en las prisas del instructor para cerrar el asunto. Utilizar los instrumentos del Estado al servicio del interés partidista supone una grave perversión del sistema democrático. La investigación tiene que llegar hasta el final, sin omitir ningún elemento que permita extraer todas las consecuencias.


ABC - Editorial