lunes, 1 de marzo de 2010

Las declaraciones de un miserable

Willy Toledo: "Orlando Zapata no era más que un delincuente común"

En Cuba, de nuevo el silencio. Por Gina Montaner

El fin de la tiranía es inevitable y sucederá más pronto que tarde, pero es improbable que ocurra como consecuencia de una manifestación multitudinaria que no puede materializarse mientras el Gobierno domine los mecanismos de la represión y el miedo.

El disidente cubano Orlando Zapata Tamayo al fin descansa en paz. Desde su encarcelamiento hace siete años su vida se había reducido a raciones de golpizas y penurias. En los últimos meses la huelga de hambre que había iniciado se agravó por la falta de atención médica. Se había cumplido el deseo de la dictadura castrista: que de una vez desapareciera tan incómodo prisionero de conciencia.

A primera vista uno pensaría que los hermanos Castro habrían preferido no pagar un coste político frente a la Unión Europea y otros gobiernos del mundo que no han tardado en condenar la más reciente violación de los derechos humanos en la isla. Pero eso obedecería a un pensamiento lógico, alejado de la sintomatología de una mente asesina. Tratándose de estos dos sujetos, la cuenta que sacan les proporciona beneficios: la indignación por el fallecimiento de Zapata Tamayo se difuminará en cuestión de días. En un par de semanas pocos recordarán el desgarrador testimonio de su madre, Reina Luisa. Y, sobre todo, una vez más demostraron que pueden contener el menor estallido de insurrección popular propagando el terror desde la Habana hasta Banes, la localidad donde fue enterrado el opositor.


¿Cuántas veces hemos intuido que podríamos estar presenciando el chispazo que provocaría la caída de ese muro invisible pero implacable que ha privado a los cubanos de libertad durante más de medio siglo? ¿Recuerdan la marejada del pueblo durante el éxodo de El Mariel? ¿Tienen memoria de los días trémulos en los que María Elena Cruz Varela y otros opositores empapelaban las calles con Dazibaos que clamaban por la apertura política? ¿Conservan las imágenes del gentío revuelto en la jornada del Maleconazo? ¿Acaso no fue ayer cuando el aire fresco de los jóvenes blogueros irrumpió en los portales de la aldea global? Han sido episodios intensos y esperanzadores que nos hicieron vivir el instante del espejismo. El falso oasis en medio de la nada de un desierto.

El fin de la tiranía es inevitable y sucederá más pronto que tarde, pero es improbable que ocurra como consecuencia de una manifestación multitudinaria que no puede materializarse mientras el Gobierno domine los mecanismos de la represión y el miedo. Lo habitual es que el dictador de turno muera en la cama, a menos que sus propios hombres fuertes conspiren para deshacerse del jefe. De lo contrario, la sociedad, desprovista de herramientas para impulsar la resistencia cívica, simplemente intenta sobrevivir o huir del país a la menor oportunidad. Y los cubanos no tienen un componente genético distinto a tantos otros pueblos que han permanecido oprimidos durante años.

A este lamentable modelo político le llegará su hora final, y seguramente los propios miembros de la nomenclatura se encargarán de desmontar el andamiaje en los estertores de la polvorienta dinastía. Entretanto, continuaremos siendo testigos de hechos tan terribles como la injusta muerte de Orlando Zapata Tamayo, cuya valerosa madre no ha dudado en calificar de "asesinato premeditado" por parte del Gobierno cubano.

Los que acompañaron a Doña Reina Luisa en su duelo ya han regresado a sus hogares. Los que en la isla tuvieron el arrojo de solidarizarse con ella se han visto obligados a retornar a sus asuntos. En su humilde vivienda sólo permanecen los crespones negros de su infinita tristeza. En Cuba, de nuevo todo es silencio. Y los corazones desmayados.


Libertad Digital - Opinión

España, en Cuba culpable. Por Alberto Sotillo

En los amenes del franquismo Europa fue solidaria con quienes aspiraban a un futuro democrático para nuestro país. Condicionó el ingreso de España en la Comunidad Europea y en la OTAN a su democratización, convenció a los sectores reformistas del régimen de que no habría futuro sin cambio y subvencionó al PSOE para ayudarle a emerger de su indigencia.

Lo que España recibió, sin embargo, lo niega hoy incluso a los países con los que tiene una mayor responsabilidad histórica. La única estrategia de nuestro Gobierno en Cuba es la defensa de una oligarquía esclavista, sin más objetivo que ampliar un puñado de negocios al margen de las leyes que gobiernan a cualquier país civilizado. Ni en los tiempos más negreros de la América colonial se practicó una política tan descaradamente explotadora.


Lejos del menor atisbo de generosidad, la presidencia española de la UE sólo ha buscado la consolidación de la oligarquía cubana a la que ciegamente apoya. No movió un dedo cuando un albañil -Orlando Zapata- se puso en huelga de hambre tras ser encarcelado por pedir un cambio pacífico. Y siguió mirando hacia otro lado cuando murió aquel humilde Zapata, negro, albañil y pacífico opositor. Pocas veces ha sido más mezquina una presidencia europea.

No son lágrimas de cocodrilo lo que espera la sociedad cubana. Esta puede ser la ocasión de emplear la posición común vigente hacia Cuba en la UE. Una estrategia positiva: si Cuba libera todos sus presos políticos como primer paso hacia la democratización del régimen, la Unión comenzaría a negociar un acuerdo de Asociación con Cuba. Si el régimen rechaza la oferta, se suspendería toda la actual cooperación a excepción de la ayuda humanitaria. España sólo haría cumplir una estrategia ya consensuada y, aunque tarde, intentaría hacer olvidar nuestra actual política colonialista, tan desfasada, tan carente de futuro.


ABC - Opinión

Maquiavelo.es. Por Félix Madero

HAY entre Maquiavelo y Zapatero 491 años y un trecho que va de Florencia a León. Estudiaron Derecho, y aunque el florentino no dijo eso de que el fin justifica los medios, hay que reconocer que alumnos aventajados en España no le han faltado al tutor de Lorenzo de Medicis. ZP es uno de ellos, y por lo que leo y sé, de cum laude. Ahora un actualizado Maquiavelo aparece en el libro del periodista José García Abad, El maquiavelo de León. Supongo que la comparación no le hará gracia; tampoco sé, pero lo barrunto, si ha leído o no El Príncipe. No le hace falta. En el arranque del libro, el periodista reconoce el mérito de los que han tenido la valentía de romper la omertá, la ley del silencio que se ha impuesto en el entorno de Zapatero. Es un dato, y da una idea precisa de lo difícil que es encontrar a socialistas que hablen con libertad de su líder. En privado sí, en público hay miedo. Es un síntoma que explica al personaje, su método y forma de entender la política. Es un síntoma absoluto y absolutista. En mayo de 1521 Maquiavelo escribía a su amigo Francesco Guicciardini: «Desde hace un tiempo a esta parte, yo no digo nunca lo que creo, ni creo nunca lo que digo, y si se me escapa alguna verdad de vez en cuando, la escondo entre tantas mentiras, que es difícil reconocerla». ¡Dios, qué miedo! ¿Están pensando ustedes en la misma persona que yo?

Los enemigos de Zapatero ensalzan el libro con el argumento de que está escrito por alguien cercano a las tesis socialistas. Por eso, dicen, el libro es verdadero y apreciable. El argumento es falaz, pero se ha instalado en tertulias y foros en que el único afán es zurrar a Zapatero. Ya había argumentos, pues bien, ahora uno de los suyos, dicen sin decir verdad, lo desnuda y analiza a modo de apasionado entomólogo. Conviene decir que importa poco de dónde venga García Abad, porque aquí los hechos son sagrados, y ese es el fuste del buen periodismo. No destriparé el libro. Les diré que al terminarlo le invade a uno una mezcla de inquietud y perplejidad. Si todo lo que García Abad dice de ZP obedece a un guión previo elaborado hace años, entonces la inquietud se torna en miedo y desafío. El que han debido sentir todos aquellos amigos suyos que lo auparon al poder y hoy ya no cuentan. Ni contarán. El que sintieron aquellos que han comprendido que para el de La Moncloa lo único importante es el poder y no tanto gobernar. Otero Lastres, profesor de Derecho Mercantil del presidente, le dijo una vez: Rodéate al menos de una persona que te diga siempre la verdad. Que no te adule. En el libro esa persona no aparece. Y no aparecerá por una simple razón, porque esa persona es él mismo, el Maquiavelo de León.

ABC - Opinión

El cristal de la política. Por Agapito Maestre

La oposición de Rajoy no ilusiona. Tampoco lo pretende. A él sólo le cabe, dicen sus exegetas, esperar. Saber esperar es lo único que le importa. Rajoy es un "hombre de espera". Escucha, piensa y toma nota. ¿A qué conduciría otra cosa?

La casta política tiene bloqueado el sistema democrático. La desafección ciudadana es el auténtico fenómeno democrático de España. Y, sin embargo, las elites intelectuales que podrían hacer algo por descongestionar el sistema, por ejemplo, llevar a cabo una crítica más seria y contundente de lo existente, prefieren esconderse en lo privado. El pueblo vuelve a ser otra vez superior a sus cobardes "elites". Éstas han optado por colaborar ideológicamente a ocultar lo obvio: es menester reformar la Constitución para salir de la crisis. Con 17 "Estados" es imposible superar la recesión. Es menester repetir esta idea para saber que detrás de la crisis económica y financiera, hay una crisis más grave: la crisis nacional. De España.

Pero el personal "ilustrado", el demócrata de boquilla, por desgracia, no quiere enterarse de qué cosa oculta la casta política. Prefieren cerrar los ojos ante la irresponsabilidad organizada por los dos grandes partidos. No quieren reconocer que socialistas y populares han contribuido a destruir la nación y, por supuesto, están desmantelando el Estado. En esa circunstancia, bajo el arco en ruina como diría Ortega, nadie puede sorprenderse del desánimo general que cunde en la sociedad civil más desarrollada de este país.

Menos mal que el espíritu del tiempo, de estos desgraciados tiempos antidemocráticos, no ha arruinado todavía la capacidad de oposición de algunos sectores de la sociedad; así, cabe recordar que la verdadera política ha traspasado, en España, los ámbitos de los parlamentos y partidos políticos para instalarse, por un lado, en la movilización ciudadana contra determinadas leyes socialistas que deslegitiman la Constitución, y, por otro lado, algunos medios de comunicación un día sí y otro también están poniendo en evidencia que las formas institucionales existentes son inviables, o peor, están muertas para configurar una voluntad democrática de calidad.

El divorcio entre la casta política y la sociedad más desarrollada es cada vez más grande. El sistema democrático agoniza. Zapatero insiste en que "no dejará a nadie en la estacada" y Rajoy espera. Los estudios demoscópicos siguen expresando lo obvio: avanza el PP y retrocede el PSOE. Los datos son incontestables. La crisis económica hace más daño al partido del Gobierno que a la oposición. Quizá Rajoy gane las próximas elecciones. Y, sin embargo, la oposición de Rajoy no ilusiona. Tampoco lo pretende. A él sólo le cabe, dicen sus exegetas, esperar. Saber esperar es lo único que le importa. Rajoy es un "hombre de espera". Escucha, piensa y toma nota. ¿A qué conduciría otra cosa? ¿Seguir los consejos de quienes le piden un "auténtico discurso" contra la crisis, con fórmulas pedagógicas sobre los sacrificios que todos tendremos que soportar no es muy recomendable para ganar votos? Para Rajoy es suficiente con repetir la cantinela: hay que reducir el déficit y reestructurar el sistema financiero.

Eso no es suficiente. Quizá sirva para ganar unas elecciones, pero ahora se trata de otra cosa más importante: es menester entusiasmar a millones de seres humanos. Es la hora de hacer política. De tener una idea clara de Estado en una nación. Algo, en fin, capaz de ilusionar a millones de seres humanos en un proyecto común. Sin ese cristal de la política es imposible alcanzar una sociedad más civilizada.


Libertad Digital - Opinión

El español. Por José María Carrascal

EL terremoto chileno pilló _-cuidado con «coger» en el cono sur- a los académicos de la lengua en Valparaíso, a punto de celebrar su V Congreso, que hubo que suspender.

Pero el verdadero terremoto del español está teniendo lugar en España, con las otras lenguas romances del Estado sublevándose contra él. Mejor dicho, se sublevan los políticos, que ven en el asunto un chollo, aunque sea costa de sus escolares. Con casos tan cómicos como el de esos comisarios lingüísticos de Vigo asegurando que en Argentina no se habla español, sino argentino, en Chile, chileno, en Perú, peruano, y así sucesivamente. Lo que trasladado a Galicia significaría que en Coruña no se habla gallego sino coruñés, en Lugo, lucense, etc.,etc. No es la única ridiculez de tan interesados cabestros. En Barcelona, se dan cursos de español, pero sólo para alumnos extranjeros, que pagan bien por ello, como en el Barça se permite hablarlo a los jugadores no catalanes, con tal de que marquen muchos goles. Mientras se multa al comerciante que no se anuncie en catalán. La venganza del chinito.

Pero hablábamos del español. ¿Su fuerza? Los 440 millones que lo hablan en 41 países, que lo han convertido en el segundo idioma «universal». A lo que se añade que también lo es en Estados Unidos, donde son ya 36 millones los que lo hablan. Con toda la repercusión que tiene Estados Unidos en el mundo.

¿Su debilidad? Su escasa presencia en publicaciones técnicas y científicas, clave del futuro. Viene de lejos. En el estudio que hizo Juan J. Linz de «Obras de autores (españoles) de primera categoría en los siglos XVII y XVIII», encontramos que el 51,2 por ciento de ellas eran literarias; el 20,1, de Derecho; el 16,4, de Historia; el 9,6, de Moral, mística y ascética; el 7,5, de Humanidades; el 5, de Medicina; el 2,5, de Economía; el 2,2, de Matemáticas y el 1,6, de Ciencias Naturales. Una desproporción que pesa sobre el español hasta nuestros días, obligándole a tomar términos científicos de otras lenguas.

Hemos producido una de las más excelsas literaturas -hasta el punto de que ha habido quien aprendió español para poder leer El Quijote en su lengua original-, pero seguimos muy por detrás en trabajos de investigación. Pero eso no es culpa del español ni, me atrevería a decir, de los españoles, sino de quienes han dirigido nuestra política educativa. «Se necesita tanto rigor mental para escribir un soneto como para descubrir una nueva enzima», le oí decir al dr. Ochoa, cuando alguien soltó el tópico de nuestra incapacidad para la ciencia. «Lo que ocurre -siguió nuestro Nobel en Medicina-, es que para escribir un soneto basta un lápiz y un papel, y para descubrir una nueva enzima se necesita un laboratorio de cincuenta millones de dólares.« Así que ya saben por qué no tenemos términos científicos y por qué nuestros jóvenes científicos se van a Estados Unidos»


ABC - Opinión

John Cobra o por qué las TVs parecen casas de putas . Por Federico Quevedo

Perdonen los lectores la sinceridad del título de este post, incluso la crudeza si me apuran, pero seguro que buena parte de ustedes, al menos los que buenamente compartan unos mínimos principios morales en el comportamiento humano, estará de acuerdo conmigo. La televisión en España, y principalmente en las cadenas privadas –y en esto no se salva ninguna de las analógicas-, deja mucho que desear en lo que a su programación se refiere.

Más allá de que la programación sea mejor o peor, lo que realmente escandaliza es que se hayan convertido en reclamo para cierta clase de personajes cuyo comportamiento raya en lo inmoral, lo obsceno y, en muchos casos, lo delictivo y, lo que es peor, encima se presente ante el espectador a este tipo de personajes como héroes de nuestros días, como ejemplos a seguir. El último caso de lo bajo que puede llegar a caer una televisión lo hemos visto con el ya famoso John Cobra, un tipejo espeluznante cuyo comportamiento avergonzaría al más osado, un personaje violento y malencarado, grosero, y que en ningún caso puede servir de ejemplo para nadie y al que, sin embargo, Telecinco no ha dudado en ofrecer un cuantioso contrato para que aparezca en sus programas y atraer a la audiencia.


No sé si al final ambas partes han llegado o no a un acuerdo, pero me da igual, porque si no es Telecinco, será Antena 3 la que le ofrezca un lugar en su parrilla, porque al final de lo que se trata es de luchar por la audiencia, y en esa guerra de las ondas vale todo, aunque bajo ese paraguas se incluyan personajes como éste, o como el tal Antonio Puerta, de quien se dice que ya está estudiando ofertas para trabajar en televisión, o su propia novia, a la que el profesor Jesús Neira libró de una monumental paliza jugándose la vida a manos del primero, pero que sin embargo no ha dudado en ir de pantalla en pantalla atacando no a su agresor, sino a su salvador.

Las televisiones se han convertido en escenarios en los que en lugar de ensalzar el comportamiento loable de quien es capaz de jugarse la vida por salvar a una mujer de una paliza, se presenta como ejemplarizante el comportamiento del agresor y la propia víctima que justifica la agresión. Y esto en un país donde la violencia de género es un gravísimo problema diario y en el que las televisiones, haciendo bueno su compromiso de servicio al interés general, deberían contribuir a erradicar en lugar de fomentar.

Lo tremendo de todo esto es que nuestras televisiones se han convertido en espacios que albergan la más absoluta inmoralidad. Porque, miren, se puede estar de acuerdo o no con determinados programas, con su línea editorial, pero el hecho de que Buenafuente sea un señor de izquierdas no empequeñece en absoluto la calidad de su programa en la búsqueda del entretenimiento sin necesidad de acudir al morbo, al sexo o a la violencia de manera recurrente. Yo no veo El Intermedio, porque a esa hora habitualmente no tengo tiempo para ver la televisión, pero al margen de algunas polémicas que no vienen ahora al caso, se trata de un programa de humor que con mayor o menor acierto intenta entretener al personal creo que sin sobrepasar ciertos límites. ¿Y qué adolescente español no ve cada noche El Hormiguero?

He puesto, a conciencia, programas de dos cadenas vinculadas a una línea editorial de izquierdas, pero lo mismo cabe decir de la programación que se hace en televisiones más próximas al centro-derecha. Si es posible hacer una programación de calidad, y que esa programación tenga éxito, ¿por qué Telecinco y Antena 3 se empeñan en ofrecer tanta inmundicia como ofrecen todas las semanas? Es verdad que las televisiones tienen la función de entretener, pero en la medida que se dirigen a millones de personas, también tienen la obligación de formar.

La muerte de la televisión como servicio público

Eso no significa, en ningún caso, defender una idea mojigata de la televisión, sino simplemente contribuir a eliminar de las parrillas, de los prime times, la chabacanería, la obscenidad, la grosería, lo sexualmente explícito y lo violento… Se trata de no permitir que una televisión pague dinero a un delincuente para obtener una primicia o contratarle como parte de su programación. No es de recibo que, ahora en tiempos de crisis, personas cuyo único mérito es haber echado un polvo oportuno en un momento oportuno, o tener unas grandes tetas, o participar en un programa en el que no se aporta valor alguno más allá del constante griterío, el insulto, la descalificación y la competencia desleal como norma de conducta, alcancen un tren de vida y lo muestren a las cámaras como ejemplo gracias a esas televisiones que han perdido por completo el sentido de servicio público del que son depositarias.

La función de entretener tiene unos límites, o debería tenerlos, y las propias cadenas son conscientes de que es posible cumplir sin sobrepasarlos, y la prueba de ello es que las parrillas están plagadas de programas, unos más frívolos, otros menos, pero en los que se muestra un respeto razonable a la audiencia y a los propios protagonistas de esos espacios.

Y este es el extremo que deberían vigilar los poderes públicos. El caso de John Cobra vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de que desde el Parlamento se inste a la elaboración de un código de regulación –si no es posible la autorregulación- de determinados contenidos y temáticas. Los límites están muy claros: los ponen las leyes. Eso quiere decir que no debería permitirse que una televisión utilice para ganar audiencia el mal ejemplo de alguien a quien la propia sociedad, a través de su sistema judicial, ha condenado, salvo que de un modo claro y contundente esa persona se haya mostrado arrepentido por su comportamiento.

Pero, ¿a que no se le ocurriría a ninguna cadena contratar a De Juana como contertulio de Sálvame Deluxe o como quiera que se llame el otro programa del mismo estilo en Antena 3? No, porque saben que si lo hicieran la sociedad, a través del resto de los medios de comunicación, se lo reprocharía e, incluso, correrían el riesgo de perder audiencia. ¿Por qué no pasa lo mismo si una televisión contrata a Antonio Puerta o a éste tal Cobra, que son personajes repudiables por su comportamiento social? ¿Por qué no se pueden poner unos límites a comportamientos claramente perniciosos como modelo para la sociedad, como el de algunas estrellas televisivas que lo son sólo por haberse acostado con tal o cual señora bajo una manta que les escondía del ojo de una cámara del Gran Hermano?

No se trata de cuestionar el comportamiento sexual de nadie, sino de que alguien pueda llegar a servir de ejemplo sólo por su comportamiento sexual, como tampoco se trata de juzgar la vida que pueda llevar una mujer como Belén Esteban, sino de evitar que un modo de vida ajeno al del común de la sociedad, basado en la venta permanente de la intimidad propia y ajena, sea presentado ante las cámaras como un ejemplo en el que todos deben fijarse. Como tampoco es de recibo que para ganar audiencia las televisiones fabriquen series juveniles donde el único objetivo de sus protagonistas sea echar la mayor cantidad de polvos posible con cuantas más, o con cuantos más, mejor.

Series como Física o Química tienen mucha responsabilidad en la deformación de los jóvenes, y que nadie vea esto como una defensa del puritanismo, porque esto no es un alegato contra los contenidos para adultos en televisión, sino contra una falsa visión de la realidad, contra la transmisión de una idea amoral de la convivencia en la que desnudar el cuerpo y el alma simplemente tiene un precio, y la única diferencia entre quienes a cambio de ese precio están dispuestos a prostituirse en la televisión y quienes lo hacen en un bar de carretera, es que seguramente las segundas tienen un plus de dignidad del que carecen los primeros. Y la única diferencia entre quienes chulean a las segundas y quienes programan a los primeros, es que estos últimos lo hacen, por desgracia, al amparo de la Ley.


El Confidencial - Opinión

¿Se nos está rebelando la Naturaleza?. Por Gabriel Calzada

Quienes han convertido su oficio en hacernos creer que el capitalismo y el progreso socioeconómico es una especie de pecado, no soportan la idea de una naturaleza que destruye y mata sin otra razón que no sea eminentemente física.

Volvió a temblar la tierra. Esta vez en Chile. El seísmo, de 8,8 grados en la escala de Richter (uno de los diez más fuertes de los que tenemos registro histórico) ha causado enormes daños humanos y materiales. Este desastre va a poner a prueba la economía, la política y las instituciones del país más rico de Iberoamérica. Además nos invita a reflexionar sobre las relaciones entre los fenómenos naturales extremos y el desarrollo socioeconómico e institucional de un país, así como sobre algunos de los mitos que envuelven las catástrofes naturales.

Conviene empezar por lo evidente: la naturaleza no es la madre protectora que nos presentan continuamente los medios de comunicación y el movimiento ecologista. La imagen falaz de los fenómenos naturales como algo intrínsecamente bueno para el hombre ha servido para demonizar la transformación que el ser humano hace de los recursos naturales tal y como los encuentra en estado puro. Según esta visión del mundo, el principal factor causal de los desastres que padecemos los seres humanos es la propia acción cooperativa y empresarial del hombre. De este modo, el capitalismo, que fomenta la cooperación y la productividad humana a través del respeto de la propiedad privada y a los contratos libremente acordados, alteraría esa armonía natural entre el hombre y su medio ambiente provocando reacciones de la naturaleza que sufrimos en forma de catástrofes.

La realidad es bien distinta. La naturaleza es y ha sido siempre tremendamente dura para el hombre. Sin embargo, la inteligencia humana nos ha permitido adaptarnos y adaptar el medio en el que vivimos para que nuestra relación con la naturaleza sea, en general, más segura y armónica. Sin embargo, quienes han convertido su oficio en hacernos creer que el capitalismo y el progreso socioeconómico es una especie de pecado, no soportan la idea de una naturaleza que destruye y mata sin otra razón que no sea eminentemente física o, si lo prefieren, natural. Sus ideas se han colado hasta tal punto en el ideario popular que periódicos como El Mundo titulan y califican el desastre chileno (y las borrascas ibéricas) de "rebelión global de la Naturaleza". ¿Contra quién se supone que opone resistencia o se subleva la Naturaleza? Contra el ser humano, está claro. ¿Y por qué? Por habernos atrevido a desarrollar nuestras sociedades y superar la etapa en la que íbamos en taparrabos.

La realidad es casi la contraria. Los fenómenos catastróficos naturales son más o menos los mismos de "siempre". La diferencia fundamental es que los hombres hemos ido reduciendo paulatinamente el riesgo y la incertidumbre relacionados con los fenómenos catastróficos gracias al desarrollo económico, al ahorro, al avance del conocimiento y al desarrollo de las instituciones. A muchas personas esta idea les resulta chocante porque sabemos que los daños (medidos en unidades monetarias) de los desastres naturales no han hecho sino crecer en los últimos dos siglos. Pero la paradoja es sólo aparente. Este fenómeno sucede allí donde las sociedades han progresado. A medida que vamos siendo más ricos, el valor económico de los daños es superior pero representan una fracción cada vez más pequeña de la riqueza total. Además, a medida que hemos desarrollado instituciones como la de los seguros, una parte de estos riesgos queda actuarialmente cubierta, reduciendo así la incertidumbre a la que nos enfrentamos. Es más, parte de ese mayor valor monetario que se destruye en catástrofes como la ocurrida en Chile se debe a que las construcciones se diseñan para tratar de compatibilizar una elevada densidad demográfica (que permite una mayor división del trabajo y crecimiento económico) con una alta protección del ser humano; éste sí, el recurso más valioso de cuantos existen.


Libertad Digital - Opinión

Un asesinato muy común. Por Gabriel Albiac

«EN Cuba no hay más que presos comunes», reza el dogma oficial. No miente. En Cuba no hay más que presos. Comunes. Matiz de puntuación. Cuba es el común presidio de los hermanos Castro. Gracias al cual, entre otras cosas, un puñado de empresarios turísticos españoles se embolsa una bonita pasta, sangrando mano de obra presidiaria, en hoteles robados a sus propietarios. Si alguien quiere explicarse la solidaria tolerancia española hacia esa rancia dictadura, no tiene más que hacer la lista de sus nombres, influencias y beneficios. No son tolerantes. Son cómplices. También, en el asesinato de Orlando Zapata. Aunque en sus caros trajes no salpique la sangre que mancha a los carniceros. Para la casquería, ya están los Castro. Además, les gusta.

Cuba podría ser un paraíso. Es un presidio. Ahogado en la miseria por un caudillo loco que ha tejido alrededor suyo algo que, más que un partido político -ni siquiera staliniano o nazi, que es lo que más le ajusta-, es un secta. Salvífica y supersticiosa. Que cíclicamente exige sacrificios humanos, porque sólo en la exhibida potestad de decidir quién vive y quién muere, forja el providencial brujo su mágica función de Dios en tierra. ¿Qué Dios sería Fidel Castro, si no matase? Nada me escandaliza en el puro pleonasmo de que un asesino asesine: es algo tan de suyo coherente como lo puedan ser las tormentas de agosto. Un déspota mata o muere. Es todo. Que yo lo prefiera muerto, nada cambia. Seguirá matando, mientras le quede aliento. Y mientras seguir matando le salga tan barato. Gratis, casi.

Y eso es lo horripilante, lo moralmente horripilante. No ha habido un tirano en el siglo veinte que haya gozado de una simpatía ni de lejos tan universal como la simpatía con la que Fidel Castro ha sido respaldado en cada uno de sus crímenes por España en su conjunto. Digo España, con un nudo de vergüenza en la garganta. Pero debo decirlo. Me niego a mentir. En esta vileza, no es la ciudadanía menos responsable que los dirigentes políticos; ni el pobre currante asfixiado por su hipoteca lo es menos que el multimillonario poseedor de agencias turísticas. Castro ha sido la monstruosa figura totémica en torno a la cual han ido tejiendo sus delirios todas las frustraciones españolas del siglo que siguió a 1898. Los de mi edad saben hasta qué punto era alucinatoria la fascinación del régimen franquista por aquel Fidel Castro que se decía comunista pero que recuperaba como consigna propia la del más puro fascismo español de entreguerras: «Patria o Muerte», una de las escasas publicaciones inequívocamente hitlerianas de aquellos años. En el fondo, hasta el menos letrado sabía que el iluminado sumo sacerdote laico que oficiaba en La Habana nada tenía que ver con el sobrio materialismo que viene de Marx -para eso hace falta saber leer-; la verdad, ni siquiera era un fascista en el sentido europeo del término. Era un sacrificador: un agente ejecutor de lo sagrado. Anacrónico y repugnante. Pero hay gente -y Freud nos dio los elementos para entender eso- a la que nada gusta más que lo repugnante. Aquí, fueron legión. Siguieron siéndolo, después de la dictadura. A Cuba viajó González, en busca de legitimidad abrazado al asesino y a un par de recias mulatas. Hasta cuando a un mindundi socialista le negaron la entrada, hace no demasiado, se excusó humildemente invocando el malentendido: ¿pero por qué me hacen esto a mí?, si yo no tengo la menor intención de hablar con disidentes...

Son legión. Hoy. Legión que incluye a un presidente que no se atreve siquiera a llamar dictador asesino a un dictador asesino. ¿A esto llaman un hombre?


ABC - Opinión

Titulares con plumero. Por Emilio Campmany

Lo que parece que creen en El País es que lo ideal es que sean jueces aupados por el PSOE los que juzguen todo y que los conservadores no juzguen nada, que hay que tener valor para sugerirlo.

Desde que el Supremo empezara a admitir querellas contra Garzón, que ya van tres, El País se ha erigido en baluarte del juez. El argumento no es muy sutil. Un juzgador de izquierdas ha de gozar de inmunidad, no como un privilegio personal, sino por la bondad intrínseca de su ideología. Por eso, ninguna importancia tiene que Garzón aplique la ley de amnistía según le pete; ni que reclame dinero por escrito a personas encausadas en su juzgado a las que, tras el abono de la suma exigida, exculpa; ni que ordene escuchas expresamente prohibidas por la ley en flagrante violación del derecho constitucional a la defensa.

Pero, con ser este planteamiento sectario e inmoral, resulta en realidad excesivamente elevado para la gente de El País. Cuando rompen una lanza tras otra en defensa del juez universal no lo hacen por salvarle a él o a sus afanes, sino para proteger a Rubalcaba. El futuro político de Freddy depende de que el caso Faisán se archive y Garzón es quien tiene la llave del cajón donde descansa el sumario en un inquietante duermevela. Así es como lo tiene el juez, que ni lo archiva ni lo reactiva, a la espera de que el ambicioso político y el poderoso medio que lo promociona lo rescaten de las garras del Supremo. Si entre los dos encuentran el modo de salvarle, el juez sabrá como agradecer el favor con un piadoso sobreseimiento.


Y en esas están en ca’ Cebrián, locos por ver como rescatan al magistrado de magistrados. Es tal su denuedo, que en el último titular se les ha ido un poco la mano: "Jueces aupados por el PP decidirán sobre Camps, Gürtel y Garzón". Al parecer, según El País, deberían ser jueces aupados por el PSOE los que decidieran sobre todos esos casos. ¿Por qué? Tendría sentido defender que, en casos de corrupción, sean los jueces de un partido quienes juzguen a los otros y que crean que unos magistrados socialistas juzgarían con mayor rigor los casos de Camps y Gürtel. Pero no es eso lo que deben de creer cuando añaden el caso de Garzón, en el que, por ser progresista, el mayor rigor cabría esperarlo de un juez conservador, no de un correligionario. Al final, lo que parece que creen allí es que lo ideal es que sean jueces aupados por el PSOE los que juzguen todo y que los conservadores no juzguen nada, que hay que tener valor para sugerirlo.

Una de las muchas cosas que no entienden los socialistas, da igual que sean leguleyos o plumillas, es que la ley es general. Y que, como es general, cuando se hace una para utilizarla en el propio beneficio, resulta que puede venir otro y emplearla para lo mismo. Dicho de otro modo: las leyes son un sitio en el que donde las dan, las toman. Eso es lo que ha ocurrido con la reforma del Poder Judicial que inconstitucionalmente impuso Felipe González con el fin de colocar en la cúpula judicial a gente de su cuerda. Cuando llegó el PP al Gobierno hizo lo mismo recurriendo a la misma ley. Y ahora viene El País a quejarse de que en el Supremo hay demasiados jueces conservadores. Llegará el día en que pretenderán que la ley diga que, para estar en el Supremo, hay que ser socialista viejo y estar avalado por cinco militantes del PSOE. Capaces son de proponerlo.


Libertad Digital - Opinión

Voces de la libertad. Por Ignacio Camacho

YA no vale el cuento de la gusanera reaccionaria. Los disidentes actuales del castrismo no son neoliberales deslumbrados por el fulgor de Miami sino los nietos de una revolución fracasada en un marasmo de desesperanza. A gente como el negro Zapata o la bloguera Yoani no les caben los despectivos descalificadores propios del neoestalinismo; son -eran, en el caso del pobre albañil victimado por la crueldad de esa tiranía carcelaria- miembros de una generación cansada de yugos que no sueña con horizontes de codicia capitalista sino con un simple paisaje de libertades cotidianas, una atmósfera social emancipada de consignas sectarias y de dogmas trasnochados. Su rebeldía no es contra el igualitarismo sino contra la intolerancia; ni siquiera contra el socialismo sino contra un régimen policial, represivo y asfixiante que se sostiene sobre una red de delatores emboscados en los pliegues del vecindario, las amistades y hasta las familias. En una democracia normal, esos opositores serían militantes de izquierdas, activistas de los derechos humanos, miembros de oenegés solidarias; en la Cuba fósil del tardocastrismo se trata de resistentes agónicos que intentan mantener vivos los rescoldos de una débil llama de libertad.

Por eso duele más la sorda indiferencia o la terca contumacia de un Gobierno que, como el zapaterista, debería sintonizar más que nadie con esa sencilla aspiración humanitaria. Por eso hiere la dureza dogmática de cierta irreductible izquierda española que sigue anclada en un gastado maniqueísmo, que se tapa los ojos con la venda de un prejuicio rocoso, que se niega a admitir la evidencia del naufragio de la utopía colectivista que, si alguna vez tuvo algún dudoso sentido, ha perdido toda razón de ser en la despótica perpetuación del fracaso. Sin coartadas ni excusas, sin disculpas ni pretextos. Liquidados los últimos conatos de reformismo, ya no hay esperanza de evolución, de transición ni de avance; la Cuba de los hermanos Castro es tan sólo un ámbito de crueldad estéril y de miseria prolongada, el falso símbolo de una vía muerta, un camino cerrado hacia ninguna parte. Un bloque de nada.
Las voces de los nuevos disidentes, las de los blogueros de Internet, las de los presos de conciencia, las de las antígonas del pueblo como la madre de Orlando Zapata, son el enérgico testimonio de ese clamor de auxilio que debería interpelar al sedicente progresismo español que aún no ha desertado de un ciego numantinismo sin razones. La causa de los ideales, la del progreso, la de la libertad, es hoy la de Yoani Sánchez, la de Reina Tamayo, la de Guillermo Fariñas, la de los miles de represaliados silenciosos, la de las víctimas del último, residual delirio represivo de la gerontocracia castrista. Quien no lo entienda por exceso de sectarismo o por ausencia de lucidez, debería sentirlo al menos por compasión, por altruismo, por honradez. Por humanidad. Por justicia.


ABC - Opinión

Hoy se reanuda la comedia del pacto contra la crisis. Por Antonio Casado

Se reanuda la comedia, la quimera del pacto, tras el paréntesis del fin de semana. Para hoy está previsto que el Gobierno plantee en un extenso documento propuestas concretas en cada uno de los puntos del índice temático entregado por la troika ministerial (Salgado, Sebastián y Blanco) a los partidos el miércoles pasado por la noche. Y a partir de pasado mañana comienzan en el Palacio Zurbano las reuniones bilaterales de la llamada comisión anticrisis. Empezando por el PP.

Sobre la predisposición al pacto del partido que encabeza todas las encuestas electorales, basta echar una ojeada a los testimonios que nos deja el fin de semana con la firma de sus principales dirigentes. Rajoy y Cospedal, al estribillo: “Este país no necesita comisiones sino un Gobierno que gobierne”. Respuesta concertada al emplazamiento de Zapatero para llegar a un acuerdo en dos meses. “Si tenemos que esperar dos meses para que la comisión ofrezca soluciones, iremos observando como cada día de esos dos meses irán al paro 4000 personas más, y 240.000 al finalizar ese plazo”, dijo ayer en Toledo, calculadora en mano, la secretaria general del PP.

La doctrina Rajoy quedó una vez más meridianamente clara en Ciudad Real, primero, y en Alcalá de los Gazules (Cádiz) después. A saber: “Si apoyara alguna de las decisiones que ha tomado el Gobierno, y que nos han llevado a esta situación, sería un irresponsable y no sería digno de pedir la confianza de nadie”. Aunque Rajoy dice que leerá con interés el documento que el Gobierno le remita hoy, al que responderá con enmiendas y correcciones, y que incluso está dispuesto a respaldar las medidas concretas que le parezcan bien, queda muy clara la imposibilidad de llegar a ningún tipo de acuerdo global con el Gobierno para sacar a España del agujero.

Observemos al mismo tiempo una constante del discurso socialista que, de manera más o menos explícita, consiste en señalar preventivamente al PP como el culpable de impedir el pacto entre los dos grandes. “Hemos echado a andar el tren y sería inexplicable que alguien se tirara en marcha”, decía el otro día el ministro Blanco, ex Pepiño, en un intento de ir preparando el terreno.

A nadie podría extrañarle que el PP rompiera la baraja. También sería una buena noticia, e inconfesable, para el PSOE. Malísima noticia, en cambio, para quienes de buena fe apuestan por la concertación política para superar la crisis. Pero también es verdad que si el PP no rompe la baraja se la juega como primer partido de la oposición y, por tanto, alternativa de recambio en el poder, pues se quedaría sin discurso al aparecer del brazo del Gobierno en la política económica.

No tiene tanto misterio la cosa. Zapatero juega a aprendiz de brujo con la complicidad del calendario. Su apuesta es por los brotes verdes mientras que Rajoy juega a la recaída. Lo demás es puro teatro. Si el Gobierno creyese de verdad en el pacto, se centraría en intentarlo con el PP, con la esperanza de que se sumen otros. Sin embargo su método es el contrario. Lo está intentando con otros, con la esperanza de que se sume el PP. Y si no se suma, señalarlo como culpable. Ahí está la caja negra de un fracaso anunciado.

Por tanto, el abajo firmante eleva a definitivas las conclusiones provisionales sobre el desenlace de la comedia representada en el Palacio de Zurbano. Nada tan quimérico como esperar un pacto global contra la crisis donde vayan de la mano los dos grandes, el que gobierna y el que aspira a gobernar.


El Confidencial

La "rebelión" de la Naturaleza

Nunca igual que ahora, en el mismo instante crepuscular de la Modernidad, se había alcanzado tal punto de inflexión en la idiocia emocional de algunas sociedades occidentales.

Con la prodigalidad tipográfica propia de los grandes acontecimientos, un diario que se pretende ilustrado, El Mundo por más señas, viene de titular así la aleatoria coincidencia del terremoto chileno y esa severa tormenta que acaba de asolar Francia: "La rebelión global de la Naturaleza". Bueno –se me dirá–, apenas una licencia algo tremendista con tal de dar salida al papel en tiempos de zozobra mercantil. Sí, claro que algo de eso ha de haber. Aunque también, y sobre todo, el epigrama constituye otra prueba de que las metáforas periodísticas las carga el inconsciente –más o menos– colectivo. Ya lo auguró el viejo Chesterton con lúcido sarcasmo: "Lo malo de que los hombres hayan dejado de creer en Dios no es que ya no crean en nada, sino que ahora están dispuestos a creerse cualquier cosa".

Es sabido, Hitler diseñó con muy extremo mimo las autopistas del Tercer Reich a fin de obedecer al sacro orden ecológico alumbrado por los dioses del Paisaje. Y el arquitecto que ingenió la Gran Muralla China se suicidaría persuadido de que los cimientos de su obra habían segado las venas de la Tierra. Pero nunca igual que ahora, en el mismo instante crepuscular de la Modernidad, se había alcanzado tal punto de inflexión en la idiocia emocional de algunas sociedades occidentales. Una tara que se exterioriza con la acelerada regresión a los orígenes de la especie, ese viaje de vuelta al animismo que dejan entrever enunciados como el que nos alerta de la inminente desafección política de valles, montañas, mares, ríos, alcornoques, belloteros, melones y sandías.

¿Inocua retórica panteísta para exclusivo consumo de acéfalos new age? ¿Empalagosa sensiblería kitsch sin mayor trascendencia fáctica? Explíquenselo a las viudas de los cinco bomberos catalanes que tuvieron que poner en juego –y perder– sus preciosas e irremplazables vidas por culpa de un simple y estúpido bosque. Porque si hasta los estertores mismos del siglo XX, la Historia, así con mayúscula solemnidad, dispuso de su propio Comité Central, el que condenaba o absolvía a los humanos según soberano e inapelable designio, ahora, su altar vació vienen a ocuparlo todas las máscaras posibles de la Pachamama. He ahí los Na´vi de Avatar, diseñando ya las portadas de la prensa madrileña.


Libertad Digital - Opinión

El guión de la derrota de ETA

CON la detención de tres importantes miembros de ETA, entre ellos Ibón Gogeaskoetxea, considerado número uno de la banda terrorista, la derrota de esta organización criminal está cada vez más cerca. Realmente, la sucesión de desarticulaciones de «comandos», hallazgos de «zulos» y desmantelamiento de bases, como la de Potugal, configuran lo que podría ser el epitafio de ETA. Sin ningún atisbo de euforia ni conformismo, los datos de la eficacia policial permiten pensar que, superado el agujero negro de la negociación política con ETA del primer mandato de Zapatero, se ha retomado con éxito la dinámica antiterrorista impulsada por los Gobiernos de Aznar y pactada con el PSOE. De nuevo, la unidad política en torno a la derrota policial de ETA demuestra ser la fórmula más eficaz para alcanzar la paz. Los pusilánimes que ejercieron de profetas del caos cuando el PP impulsó la Ley de Partidos, la ilegalización de Batasuna, la derrota incondicional de ETA y la victoria electoral sobre el PNV son corresponsables de que esta clara tendencia hacia el desmantelamiento de la banda no hubiera continuado donde se quedó en marzo de 2004. En todo caso, aunque nunca hay que olvidar los errores del pasado, el presente está marcado por una excelente dirección política de la lucha contra ETA y así debe ser reconocido.

Ahora también hay que ganarle a la izquierda proetarra su enésima campaña de engaño. Hay un enseñanza histórica constante: siempre que el Estado lleva a ETA al límite de sus posibilidades, el entramado proetarra se saca de la manga una falsa apuesta «por vías exclusivamente democráticas». Los que compraron políticamente esta mentira durante el proceso de negociación con ETA en el anterior mandato socialista, deben ahora callarse y no volver a confundir a la opinión pública. No hay una ETA mala y una izquierda «batasuna» buena. El fin de ETA será completo cuando los cooperadores cobardes y serviles de los terroristas corran la misma suerte carcelaria que los asesinos. Y luego, sólo cuando la memoria, la dignidad y la justicia de las víctimas hayan sido reparadas, se podrá plantear, como señalaba el Pacto Antiterrorismo, medidas individuales de reinserción para aquellos que hayan pedido perdón y condenado la violencia.

ABC - Editorial

Rumbo a la irrelevancia

La quinta detención de la cúpula de ETA en dos años avala la eficacia de la estrategia antiterrorista

Una operación conjunta de las fuerzas de seguridad españolas y francesas permitió ayer descabezar a ETA por quinta vez en dos años. A primera hora de la mañana, la gendarmería detuvo en la localidad de Cahan, en Normandía, a Gregorio Jiménez y Beinat Aguinagalde cuando acababan de reunirse con Ibon Gogeaskoetxea, considerado por el Ministerio del Interior como el jefe militar de la banda tras la captura de Francisco Javier López Peña, Thierry, en mayo de 2008. Jiménez es un histórico militante etarra que regresó recientemente a la actividad terrorista y Aguinagalde, por su parte, es sospechoso de haber participado en el asesinato del ex concejal socialista de Mondragón Isaías Carrasco y del empresario vizcaíno Ignacio Uría. Según las informaciones de que dispone Interior, se disponían a volver a España para cometer un secuestro.

Las detenciones se producen en un momento crucial para la ilegalizada izquierda abertzale. Ante la proximidad de las elecciones municipales, en las que podría consumarse su definitiva salida de las instituciones democráticas, el entorno político de los terroristas ha vuelto a retorcer la semántica para declarar ante la galería que desean separarse del terrorismo y, a la vez, dar garantías suficientes de que no lo harán a los cabecillas de la banda. Se trata de maniobras a solas y en la oscuridad: a estas alturas, nadie más que los dirigentes abertzales parece seguir interrogándose sobre la intención de los terroristas a la hora de decidir su estrategia. Para el Estado y las fuerzas democráticas está perfectamente claro, y las detenciones de Cahan son la prueba.

Las especulaciones del entorno político de la banda sobre los efectos que una eventual tregua podría tener en su regreso a la legalidad carecen de sentido. A lo que parece, los dirigentes abertzales sueñan aún con convencer o con engañar al Estado mediante el señuelo de conseguir que la banda perdone la vida a sus potenciales víctimas. Pero ni éstas quieren saber nada de perdones concedidos por quienes matan o extorsionan en virtud de su fanático capricho, ni las fuerzas de seguridad, los tribunales y la cooperación internacional van a detener un acoso a los terroristas como el de los dos últimos meses, saldados con 32 detenciones y 2.000 kilos de explosivo aprehendidos.

Los terroristas seguirán intentando demostrar, de la única manera que saben, que todavía tienen algo que decir en el futuro de Euskadi. Pero, aparte de sumar más ignominia a la mucha que ya han cosechado, no habrán obtenido otro beneficio que el de seguir encerrados en su círculo criminal, arrastrando con ellos a la izquierda abertzale, que ve acercarse con creciente desasosiego la fecha de las municipales. Del mito de la invencibilidad de ETA se está pasando al de su definitiva irrelevancia política. Cuando mata y extorsiona, porque lo único que hace es eso, matar y extorsionar, sin lograr otra cosa que dolor. Y cuando no lo hace, porque es como si hubiera dejado de existir.


El País - Opinión

Guerra policial y psicológica contra ETA

La hipótesis de que es posible terminar con ETA con la acción policial parece ahora más real que nunca después de las últimas detenciones.

LA TRASCENDENCIA de la operación conjunta de la Guardia Civil y la policía francesa que se saldó con la detención del nuevo jefe militar de ETA y dos terroristas dispuestos a entrar en España para cometer un atentado está fuera de toda duda. Los ciudadanos tenemos hoy un doble motivo para la satisfacción. No sólo ha caído el quinto jefe militar de la banda en el último año y medio -Ibon Gogeaskoetxea-, sino que además ha sido detenido Beinat Aguinagalde, el presunto autor de los disparos que acabaron con la vida del ex concejal socialista Isaías Carrasco y el empresario vasco Ignacio Uría. Descabezar a la serpiente es importante, pero igualmente lo es que las familias de los asesinados encuentren el alivio de que los responsables, con cara y ojos, serán juzgados y condenados por sus crímenes.

El ministro Rubalcaba, con la satisfacción lógica y sin escatimar merecidos elogios para la colaboración francesa, dijo ayer que los últimos dos meses han sido los peores de la siniestra historia de ETA, ya que las Fuerzas de Seguridad han detenido a 32 terroristas, han incautado casi 2.000 kilos de explosivos, han inutilizado una futura base logística de la banda en Portugal y han impedido la implantación de otra en Cataluña. A pesar de que al hablar de los terroristas toda precaución es poca, puesto que siempre puede haber coletazos criminales, el acoso policial y el ritmo de las detenciones no sólo están dificultando la capacidad operativa de ETA y las posibilidades de regenerar su estructura de mando, sino que deben de estar minando profundamente la moral de sus activistas. Las declaraciones del ministro del Interior, advirtiendo al que quiera tomar el relevo que ser jefe de ETA tiene un «plus de peligrosidad» son propias de la guerra psicológica contra el enemigo.

Con todo, la hipótesis de que sea posible acabar con ETA por la vía policial parece ahora más real que nunca. Debido precisamente a la debilidad en la que se encuentra la banda, resultan inanes y casi desesperados los intentos de la llamada izquierda abertzale para blanquearse de cara a las elecciones municipales de 2011. Una vez fuera del Parlamento vasco, los proetarras saben que si también les echan de los ayuntamientos, perderán definitivamente toda presencia política en las instituciones vascas.

Ello ha originado un activo movimiento asambleario de las organizaciones adláteres de Batasuna que han alumbrado un documento en el que se declaran dispuestos a defender las «vías políticas» en ausencia de «toda violencia», y para ello están debatiendo la palabra «repudio» como sucedáneo de la «condena» que les exigen las leyes si quieren presentarse a unas elecciones. Se trata más bien de una campaña propagandística montada en torno al enésimo intento de que el Gobierno pique otra vez en el anzuelo de un posible proceso de diálogo, en la que ha participado incluso Gerry Adams, con un artículo publicado en The Guardian y reproducido por EL MUNDO por su enorme valor sintomático. Es obvio que ETA, aunque pueda causarnos sufrimiento todavía, está contra las cuerdas, por lo que el Estado no tiene ninguna necesidad de escuchar los cantos de sirena de los proetarras, cuya única aspiración es sobrevivir a la quema. Como dijo Rubalcaba, con ocasión de detenciones anteriores, los terroristas y quienes les apoyan sólo tienen una posibilidad: «O lo dejan o lo dejan». Hay que esperar, y de momento no tenemos motivos para pensar lo contrario, que el Ejecutivo se mantenga firme en su posición actual e impida por todos los medios legales que los proetarras se presenten a las municipales de 2011.


El Mundo - Editorial

La diferencia crucial entre Haití y Chile

La diferencia más importante entre los terremotos de Haití y Chile no ha sido la magnitud del seísmo, sino que en Chile existen unas instituciones liberales que funcionan, mientras que en Haití el Estado no se ve limitado por nada similar al Derecho.

Aunque la diferencia en la Escala de Richter entre el terremoto que asoló Haití hace mes y medio y el que padeció Chile este sábado sea de apenas 1,8 puntos, en la práctica –por tratarse de una escala logarítmica– significa que el terremoto de Chile ha sido 500 veces más potente que el de Haití.

Y sin embargo el contraste entre ambas tragedias salta a la vista: en Haití los muertos se cifran en 250.000 (sobre una población total de 10 millones de personas) y, de momento, en Chile no superan el millar (sobre una población de 17 millones de personas). Es evidente, pues, que la divergencia de riqueza entre ambos países (la renta per cápita chilena es 11 veces superior a la de Haití) se traducen en algo más que en el bienestar material durante los tiempos tranquilos, sino también en mucha mayor seguridad durante los convulsos.


Al fin y al cabo, el ser humano no conoce otra manera de sobreponerse a los riesgos naturales que someter a la propia naturaleza mediante su riqueza e ingenio. Los países más prósperos pueden permitirse el lujo de destinar una pequeña porción de sus abundantes recursos a reforzar sus edificios, infraestructuras y hospitales para protegerlos en caso de desastre o a constituir fondos comunes de seguros que permitan diversificar el riesgo y reducir la incertidumbre; las sociedades pobres no tienen ninguna de estas opciones porque su objetivo es sobrevivir día a día a partir de unos muy exiguos recursos y no el de preocuparse por un hipotético mañana.

De hecho, la ayuda exterior que fue esencial en el caso de Haití para contener la catástrofe no resulta vital en el caso chileno. Pese a que toda aquella que tiene un origen voluntario constituye una loable muestra de solidaridad, lo cierto es que las propias autoridades chilenas han rechazado cualquier ayuda hasta que se terminen de evaluar los daños con el objetivo de estudiar adecuadamente las inversiones necesarias y evitar despilfarros.

No sólo eso, si tras el terremoto Haití se vio sumida en el caos total, hasta el punto de que tuvieron que ser los marines estadounidenses los que restablecieran el orden, en Chile ha sido el propio Gobierno el que ha tomado la iniciativa y ha tratado de estabilizar la situación. Con mayor o menor éxito, parece claro que, en el mejor de los casos, el auxilio de países extranjeros no habría tenido en este caso resultados muy diferentes a los logrados por las propias autoridades nacionales.

Dicho de otra manera, la diferencia más importante entre los terremotos de Haití y Chile no ha sido la magnitud del seísmo, sino que en Chile existen unas instituciones democráticas y liberales que funcionan, mientras que en Haití el Estado no se ve limitado por nada similar al Derecho. Es más, esta distinta actuación de las distintas administraciones es también la nota que explica el dispar desarrollo de ambas sociedades: allí donde el Estado no protege sino que más bien se dedica a atacar los derechos de propiedad no puede haber ningún tipo de desarrollo.

No es casualidad que Chile sea el país más exitoso y próspero de Hispanoamérica ni tampoco que de todos ellos sea el que probablemente esté más capacitado para hacer frente a un desastre natural de estas características. Aun con todas las dificultades que una situación así obviamente acarrea, el país andino será perfectamente capaz de reponerse y de dejar atrás en pocos años las secuelas materiales causadas. Lo cual no quita para que, al igual que con Haití, haya que hacer un llamamiento a la solidaridad entre quienes no hemos tenido la desgracia de padecer el seísmo y lamentar profundamente todas y cada una de las vidas humanas que se han perdido.


Libertad Digital - Editorial

Subir el IVA es un camino fallido

RECUPERAR el crecimiento económico debe ser el objetivo central de la política económica. Sólo así se podrá crear el empleo necesario para recuperar tasas de paro compatibles con un Estado social de derecho que no se quede en un puro formalismo jurídico. Y sólo así se podrá garantizar la sostenibilidad de las cuentas públicas amenazadas de una trayectoria explosiva por mor del descontrol del gasto público y la cultura del gratis total en la provisión creciente de derechos ilimitados. Hay unanimidad entre los analistas sobre ese objetivo. Por tanto, es necesario juzgar cualquier medida de política económica por su contribución al crecimiento. Subir impuestos en una recesión provoca más recesión. Es un hecho establecido en la literatura económica y en la práctica política.

Se puede comprender y hasta compartir la preocupación del Gobierno por el déficit público. También se puede y se debe criticar que su despertar a la realidad haya sido tan tardío y su gasto tan ineficiente. Pero es evidente que déficits por encima del 10 por ciento del PIB durante varios años son insostenibles y, en este sentido, la necesidad, hasta la urgencia, del ajuste fiscal no puede hacernos olvidar que la forma en que se realiza el ajuste es determinante de su resultado. No vale todo. Subir el IVA es un error. Lastrará el consumo y la incipiente recuperación. Y además no se conseguirá aumentar la recaudación fiscal. Ya pasó en España en los noventa cuando otro gobierno socialista intentó el mismo tipo de ajuste. Lo ha vuelto a repetir la Comisión Europea y lo saben sin duda los técnicos de Hacienda. Si se instala en la mente de consumidores y empresas que el futuro nos depara inevitablemente más impuestos, porque el Gobierno -todos los gobiernos incluidos los autonómicos y locales- no tienen el coraje político suficiente para recortar el gasto público, el daño está hecho. De nada valdrán invitaciones al optimismo; la gente es racional y si los impuestos van a subir es mejor ahorrar y prepararse. Al hacerlo soluciona su problema individual, pero pone en marcha un ajuste aún más recesivo. Una cosa es subir el IVA para reducir las cotizaciones de la Seguridad Social, lo que no aumenta la presión tributaria aunque la desplaza, pues se reducen los impuestos a la creación de empleo y equivale además a una devaluación porque incentiva las exportaciones. Y otra muy distinta es subir el IVA porque es la única forma que entiende el Gobierno de cerrar la brecha fiscal, dada su incapacidad para hacer las reformas necesarias. La subida del IVA puede acabar con toda esperanza de recuperación y arruinar el último vestigio de confianza para luchar contra la crisis.

ABC - Editorial

La AAV11M solicita la colaboración ciudadana

La AAV11M solicita la colaboración ciudadana para poder continuar con las actividades desarrolladas por la Asociación, en la atención a las víctimas y fundamentalmente para esclarecer los atentados del 11M

La Asociación se ha visto afectada por la grave crisis económica que arrastra nuestro país, tanto, que amenaza nuestra existencia como asociación y nos impide continuar con las tareas judiciales previstas
Por eso, desde AAV11M queremos hacer un llamamiento a todos los ciudadanos que comparten los fines de la Asociación; que se conozca toda la verdad sobre el 11M y se persiga y encarcele a los responsables de una masacre que nos conmocionó a todos.

Porque nosotros no podemos asumir durante más tiempo sin el apoyo ciudadano una labor que deberían realizar de oficio el Ministerio Fiscal y los Tribunales de Justicia en la búsqueda de la verdad y la condena de los terroristas a los que todavía no les hemos puesto nombre y apellido
Las víctimas no podemos resignarnos a que no se haga Justicia en el mayor atentado de la historia de España y por eso queremos apelar una vez más a la generosidad de los ciudadanos para que se unan y colaboren con nosotros en esta tarea


Asociación Ayuda 11-M

Los papeles de Wolfgang. Por Arturo Pérez Reverte

Lo llamaremos Wolfgang. Es un guiri simpático, de piel sonrosada y ojos claros, que tras enamorarse como un becerro de una española de rompe y rasga, cambió las brumas bálticas por el jamón de pata negra y el sol trescientos días al año. Y aquí sigue. En una ciudad del sur, junto al mar. Tiene buena biblioteca y gran afición a la cultura local. Como lleva muchos años jubilado, dedica su tiempo a eso: huronea en los archivos, asiste a conferencias, colecciona grabados antiguos de la comarca, fotografía monumentos, edita libritos y folletos, frecuenta tertulias. Lo hace todo, naturalmente, con metódica eficiencia teutónica, tomándoselo muy a pecho. Ésa es la parte más curiosa, por cierto, de algunos fulanos de allá arriba: cuando se ponen a ello, son de piñón fijo. Igual de eficaces diseñando hornos crematorios, taconazo va y taconazo viene, que salvando huerfanitos. Todo depende del lado en que caigan. Donde los pongan o se pongan. De cuáles sean las órdenes en vigor. Y Wolfgang, como digo, es de los que habitan el lado bueno. Una excelente persona. Sólo llegas a detestarlo un poco cuando te estás tomando tranquilamente un plato de menudo con garbanzos y un vaso de vino en la barra de una tasca, te cae encima, y durante tres cuartos de hora se empeña en contarte entusiasmado, con todo detalle, fechas y horas incluidas, cada una de las muchas actividades culturales a las que se ha dedicado en la última semana. Y las futuras. Sin darte cuartel.

El caso, como digo, es que mi amigo ama a su ciudad adoptiva –andaluza por más señas– con pasión desaforada. Por eso, cuando aplica al paisaje el rigor metódico e intelectual de su raza nórdica, se le funden los plomos. En tales casos lo ves vagar desorientado como un niño, con cara de panoli, mirándolo todo con los ojos muy abiertos. Buscando que le expliquen lo que otros sabemos inexplicable, de puro obvio. Sin comprender lo que cualquier español comprende al primer vistazo. Hoy mismo me viene encima, con esa cara atónita que ya le conozco bien. «Estoy mucho sorprendido –dijo–. No sabes lo terrible que pasa. Cosa espantosa.» Emito un gruñido ambiguo que lo mismo puede interpretarse como desinterés que como atención cortés. Pero, en el orden de valores sociales de Wolfgang –sota, caballo y rey–, eso es una señal de aliento para que desahogue sus penas. Así que prosigue: «Durante años busqué documentos antiguos sobre ciudad, ¿comprendes si te digo?... Anticuarios y toda cosa así. Tengo en mi casa. Sí. Pagando yo. Mucho importantes. Documentos no para mí sino para ciudad. Historia de paisanos de aquí. Mucho dato. Memoria toda. Mí tengo archivo abundante en casa mía».

Comento, mientras despacho el menudo con garbanzos, que enhorabuena. Que es estupendo tener esos documentos y poder disfrutarlos. Muy loable, también, que un guiri rescate la memoria local. Si hubiera dependido del interés de tus conciudadanos de aquí, añado, arreglados iban los documentos. A estas horas serían pasto de ratas.

«Pero ése justo es problema –responde–. No creerás lo que cuento. Mismo yo no comprende. Hablo con autoridades y universidad y pongo disposición suya. Digo aquí está archivo importante ciudad, valioso mucho. Sí. Reunido por mí para vosotros. ¿Y sabes qué contestan?... Que bueno y mucho interesante, que los guarde en mi casa. Y pasan de mí, ¿creerlo puedes?... Le importa un mierdo documentos y archivo y memoria ciudad y todo. Hasta me miran raro, yo te juro.»

Pues claro que te miran raro, respondo. Lo normal, si un español reúne una colección de documentos antiguos, es que se los guarde para él, procurando que nadie se entere. No sea que otros puedan beneficiarse de ello. Que le hagan pagar algún impuesto, por ejemplo. O se los reclamen de otra autonomía. O peor aún: que alguien haga con ellos un libro o un trabajo universitario brillante y se apunte el tanto. Y claro. Sale un pavo reuniendo documentos antiguos y ofreciéndolos por amor al arte, y la gente se mosquea. De qué va este tío, dicen. El erudito de los cojones. Una colección reunida de modo particular y puesta a disposición pública les rompe el esquema. Las autoridades se verían obligadas a tomar decisiones, ¿comprendes? Complicas su vida satisfecha y apacible. Los asustas.

«A veces, España mucho triste», concluye Wolfgang, meneando la cabeza. Y pide un vino, que bebe cabizbajo. También se calza una ración de jamón ibérico. Yo miro las paredes del bar, decoradas con equipos de fútbol, fotos de toreros y una estampa de la Virgen del Rocío. «No se puede tener la paga del general y la verga del teniente», digo. Y Wolfgang me mira con sus ojos bálticos y azules, sin comprender un carajo.


XL Semanal