martes, 2 de marzo de 2010

Zapata, el irreductible. Por Ernesto Hernández Busto

El disidente cubano que acaba de fallecer tras una huelga de hambre nunca aceptó renunciar a su dignidad. El régimen castrista le castigó por ello con un calvario carcelario que duró siete años, hasta su muerte

La Esquina Caliente le dicen los habaneros a un recodo del Parque Central donde suelen tener lugar acaloradas discusiones sobre béisbol. Algunos lo consideran el único espacio de discusión democrática que sobrevive en la isla, siempre y cuando los ardientes polemistas no se salgan del tema deportivo.

Ese fue el lugar que escogió Orlando Zapata Tamayo, miembro del Movimiento Alternativo Republicano (un pequeño grupo disidente, fundado en 2002, de orientación claramente pacífica) para quejarse públicamente de "lo mala que estaba la cosa". Ese mismo día, 6 de diciembre de 2002, dos agentes de la policía política lo detuvieron, y algunas horas después le impusieron cargos de desacato, desorden público y desobediencia. Estuvo recluido varios meses en la prisión de máxima seguridad de Guanajay, en las afueras de La Habana, de donde salió en libertad condicional el 7 de marzo del 2003.


Ni siquiera sus compañeros de la disidencia se explican cómo este modesto albañil y plomero de raza negra sacó valor para participar ese mismo mes en un ayuno opositor. Ya encausado, Zapata hubiera podido rehuir su asistencia. Pero actuó por convicción, y la llamada Primavera Negra se cobró así una nueva víctima.

Zapata fue enjuiciado junto a otros opositores el 18 de mayo de 2004 y condenado a tres años de prisión. Empezó entonces un largo calvario, una historia que podría leerse como un filme trepidante (subgénero "prisión") si no fuera porque Hollywood prefiere las historias con final feliz.

Atendamos, primero, al protagonista, nacido el 15 de mayo de 1967, año oficialmente bautizado como "del Vietnam Heroico", en Banes, un poblado del oriente de la isla donde ahora mismo lo están enterrando. Una madre, Reina, de escasa instrucción, un padre ausente, un padrastro que asumió su crianza... son algunos datos de la atmósfera semi-marginal que rodeó una infancia difícil. Como albañil, Zapata Tamayo se instaló en La Habana, y allí sufrió la marginación del emigrado sin permiso que deja las provincias orientales para tratar de sobrevivir en la capital. Tal vez todo eso tuvo algo que ver en su decisión de convertirse en opositor, en un país donde los disidentes son unos apestados sociales.

De Zapata Tamayo hay apenas dos fotos: una en blanco y negro, formato carnet, y otra, colectiva, del ayuno que le costó su ingreso en prisión, donde ni siquiera aparece mirando a la cámara. Su calvario en las prisiones está, sin embargo, muy bien documentado. Lo primero que llama la atención es la cantidad de prisiones por las que pasó en apenas 7 años. Esto se "explica" (y el eufemismo aquí raya lo indigno) con el argumento de que Zapata era un preso "problemático". Aunque todos sus compañeros de la disidencia coinciden en que se trataba de alguien amable, risueño y de pocas palabras, en la cárcel Zapata mostró un valor inusual y enseñó sistemáticamente un perfil indócil, animado por la convicción de esos obcecados que nunca han permitido que las autoridades "le metan el pie" o los "bajeen". Comportamiento muy semejante al de aquellos comunistas de la abortada Revolución del 30 contra Machado, o los miembros del Directorio Revolucionario en La Habana de los 50.

Los tres años de prisión con que Zapata Tamayo salió de la Primavera Negra parecían poca cosa comparado con las penas de sus compañeros. Pero la pasión política y una vocación que algunos definen como "estoica" desembocaron en actos posteriores de protesta carcelaria que elevaron su pena hasta 36 años.

Cumplió condena, primero, en la penitenciaría de Guanajay. En abril del 2004 peleó con el director del penal al reclamar la devolución de unas revistas incautadas durante una requisa. Los guardias lo esposaron y le propinaron una golpiza que le causó múltiples heridas en el rostro.

Poco después, delante de su madre, el director del penal, el coronel del MININT Wilfredo Velázquez Domínguez, volvió a golpear al preso, que fue recluido en la celda de castigo conocida como La Torre.

El 15 de enero del 2005 fue trasladado a la prisión Taco-Taco, en la provincia de Pinar del Río, donde declaró su primera huelga de hambre. Por esa fecha, un diputado francés, Thierry Mariani, que había sido nombrado "padrino" del preso cubano a través de mecanismos internacionales de solidaridad, se dirigió a Jacques Chirac, presidente de la República Francesa, y a René Mujica, encargado de negocios de la embajada de Cuba en París, para expresar su preocupación por el estado de salud de Zapata. Fue el primero de una larga serie de comunicados públicos sobre este caso espeluznante. Ninguno ha servido de nada.

Desde 2005, Zapata comenzó a comportarse como un "plantado", uno de esos presos que se niegan a vestirse como el resto de los convictos comunes y exigen ser tratados como prisioneros políticos. Ello le costó el segundo de los siete juicios a los que fue sometido. En ninguno se permitió la presencia de familiares durante las vistas orales ni hubo derecho a una defensa real.

Una descripción prolija de las humillaciones y los horrores del "sistema reeducativo" que ha terminado cobrándose esta vida disidente sería poco menos que interminable. Pero no quiero escatimar los nombres de varios miserables -y eso que se trata de una historia llena de miserables-.

Todas las veces que Zapata fue trasladado de prisión las autoridades ni siquiera se tomaron el trabajo de avisar a su madre. Ella se enteraba al llegar, luego de trasladarse con dificultad hasta las cárceles y llevar a su hijo bolsas de comida que en más de una ocasión le fueron confiscadas. Galletas, leche en polvo, cosas de ésas... En julio del 2007, cuando regresaba a Holguín después de la visita en Camaguey, Reina sufrió un accidente de carretera. Dos costillas le dañaron un pulmón, y tuvo que ser operada de urgencia.

Ya en Holguín, Zapata Tamayo fue la víctima preferida de una especie de ralea humana, presos-sicarios que a cambio de visitas, pabellones y rebaja de condena le hacen el trabajo sucio a los carceleros y se dedican a golpear e intimidar a los presos políticos. La golpiza más importante que sufrió tuvo lugar el 21 de marzo de 2008. Poco después, el 26 de julio de 2008, dos reos comunes, uno de Mayarí, y otro llamado Roberto González, alias El Potrico, le tiraron 10 cubos de agua en la celda y le pegaron con un palo de escoba. Como pago por el atropello los militares beneficiaron a El Potrico con un pabellón matrimonial de 72 horas.

Su último año de vida fue el peor. El viernes 15 de mayo del 2009, acusado de "desacato y desórdenes en establecimientos penitenciarios", le agregaron 10 años a la pena.

En octubre de 2009 los militares de la prisión provincial de Holguín le dieron una fuerte patada en la cabeza. Ese golpe acabó provocándole un hematoma interno que hubo que operar.

El 3 de diciembre de 2009 Zapata comenzó una nueva huelga de hambre en la prisión Kilo 8 de Camagüey, reclamando "los mismos privilegios que Fulgencio Batista le dio a Fidel Castro cuando estuvo preso en el presidio Modelo". Encerrado en solitario, las autoridades lo privaron de agua durante 18 días, lo que le ocasionó un fallo renal.

A mediados de febrero, mientras agonizaba tras más de setenta días de huelga de hambre, fue trasladado al hospital de la Prisión Combinado del Este en La Habana, donde no había las condiciones para un trato adecuado.

Zapata Tamayo falleció el 23 de febrero, poco después de las 15 horas, en el hospital Hermanos Ameijeiras, donde había sido ingresado la noche anterior, cuando su defunción era inminente.

Fue llevado a morir y, ni siquiera en esa circunstancia, la policía política se privó del escarnio. Según la madre, un oficial de la policía política bromeó: "Les tengo una noticia buena y una mala: la buena es que está en el hospital Ameijeiras; la mala es que se está muriendo".

Zapata no fue un invicto. Su historia no es la del libertario que consigue ver cumplidos sus ideales. Pero ese hombre que ahora están enterrando en medio de un aguacero en el cementerio de La Guira, representa algo superior en una escala moral que se acerca demasiado al martirologio. Un irreductible.


El País - Opinión

Imperdonable. Por Rosa Montero

Hace un mes hablé en este artículo del infierno de las cárceles cubanas, del maltrato sistemático y de la aterradora indefensión de los presos de conciencia. Por entonces Orlando Zapata ya estaba en plena travesía hacia su muerte, pero yo no lo sabía. No lo sabía casi nadie. La huelga de Aminetu la conocimos desde el primer día, porque España es una democracia y las noticias circulan. Pero las dictaduras feroces, y la cubana lo es, se caracterizan por silenciar los gritos de las víctimas. Y hacen algo aún peor que silenciarlas: las difaman. En los foros de Internet leo comentarios de la gentuza castrista diciendo que Orlando era un delincuente común "de lo peor". ¿Se puede concebir una abyección más grande? Además de torturar, denigran al torturado. Es como si alguien violara a una chica, le sacara los ojos y la decapitara, y luego nosotros dijéramos: algo habrá hecho para merecerlo, la muy puta. Con las agresiones contra las mujeres ya lo vemos claro, ¿no? Pero, asombrosamente, ese sucio prejuicio sigue funcionando con los cubanos. Hablo de la absoluta inhumanidad del pensamiento dogmático, de la pereza intelectual y moral que impide que una buena parte de la izquierda asuma su responsabilidad ante el horror del castrismo. Hablo de Zapatero no diciendo ni palabra el primer día, y luego, tarde y mal, limitándose a lamentar la muerte y no a condenarla. Hablo del PSOE insistiendo en reforzar las relaciones con Cuba, una política que ya ven adónde conduce. Gracias a la presión popular salvamos la vida de Aminetu. Pero, ¿dónde están ahora los actores, los famosos, los de Izquierda Unida, todos esos que apoyaron a la saharaui? Orlando tuvo que pagar con su vida la visibilidad mediática. Ahora hay otras seis personas en huelga de hambre en Cuba reclamando derechos básicos: hay que ayudarlas. Ya se han acabado las excusas: justificar o disculpar hoy el castrismo es como justificar o disculpar el fascismo. Una indecencia imperdonable.

El País - Edición impresa - Opinión

Laporta y el «nacionanismo». Por Tomás Cuesta

EL guía de la brigada del amanecer, el camarada que cierra los bares, el que paga las botellas (de champán, por supuesto), Jan para los amigos, o sea, Laporta, no acaba de dar el salto a la política. Dice que está dispuesto a dar los mejores años de su vida a la vida pública y «a Cataluña, el país que me estimo», pero se resiste a dejar el palco y la visa, a poner el punto y final a los tiempos de copas y rosas, a los amores menos prosaicos, a las patrias de seda. Su sola mención produce terror en la Barcelona asentada y bien pensante, que cree en un supuesto «efecto Laporta» de dimensiones electorales catastróficas para el nacionalismo moderado. En esa clave basan los propagandistas de Jan el nada sutil chantaje que tratan de ejercer en la política catalana, más siciliana que florentina, bastante más basta de lo que se creen sus apologistas. La cuestión es que mientras en los pueblos de Gerona y Tarragona se producen sublevaciones populares a la francesa entre propios y extranjeros, en los mismos pueblos cuatro gatos, acérrimos de Laporta, votan por la independencia de Cataluña sin que a nadie, salvo a la prensa catalana, se le altere lo más mínimo el apetito, autoridades locales incluidas.

En este contexto extraño en el que según un periódico local, en Cataluña -y cito textualmente- hay dos generaciones de inmigrantes, la española y la extranjera, Laporta tiene un gran predicamento en los medios de comunicación, casi más que en los restaurantes laureados por la guía roja. Es más, en ambos ámbitos se considera que el ex alumno de los Maristas del paseo de San Juan dispone de un base doctrinal, de un discurso estructurado, de unas lecturas ordenadas, lo cual es mucho suponer habida cuenta del carácter e inconsistencia de algunas influencias filosóficas y gastronómicas del país vecino. En el plano político, las enormes posibilidades de Laporta se fundan en la circunstancia de que alguien acabe por ofrecerle alguna bicoca empresarial, en Barcelona o en la Filfa, para que el bueno de Arturo Mas no gane por tercera vez en balde unas elecciones catalanas y se formen un tercer tripartito que devuelva Cataluña a la edad del bronce, con el diputado Joan Tardá al frente de la consejería de Instrucción Pública y Buenas Costumbres. El sector financiero observa los devaneos de Laporta con preocupación y al hablar de devaneos no se refieren precisamente a los asuntos del corazón, flanco en el que el presidente del Barcelona es un fajador rocoso, sino a sus pronunciamientos independentistas, a la violencia demagógica de su teorías, a la brutal ingenuidad de sus planteamientos, a la chocante estupidez de su ignorancia, a la pretenciosa vanidad de su estética, a lo extraño y sospechoso que resulta, en general, todo lo que procede de este individuo aparentemente simpático y agradable.

Laporta en política dejaría en ridículo al mismísimo Chávez y tardaría dos minutos en proclamar la república desde una farola de las Ramblas acompañado del tipo de las chaquetas de colores como secretario del tesoro, de ahí el pánico en las cajas y el punto siciliano del asunto.

De modo que el problema catalán no es Montilla. Ni siquiera es Salt. El problema se llama Laporta, el hecho de que alguien así, capaz de quedarse en calzoncillos en medio de un aeropuerto o despedir a un chófer en público, pueda plantearse dar el salto a la política. Menos mal que nadie se plantea dar el salto al periodismo, salvo Sofía Mazagatos. Bromas aparte, Laporta amenaza con extender su «nacionanismo», así como suena, ese asunto de cuatro gatos, al terreno de la inmigración, donde puede hacer daño y ganar votos hasta del PP. Y Jan para los amigos no hace amenazas, tu sabes.


ABC - Opinión

Mañana, ¿será otro día?. Por M. Martín Ferrand

CABE suponer que, por las buenas o por las malas, la presente legislatura será la última con un Gobierno presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. Por las buenas, el presidente sobrevenido entre los efectos demoledores del 11-M no volverá a presentarse a unas legislativas. La crisis que no supo ver venir le ha desahuciado y, según titulaba ayer Diario de Cádiz, como conclusión de una cábala demoscópica, «siete de cada diez andaluces creen que Zapatero no nos sacará de la crisis». Por las malas, el líder socialista volverá a presentarse y, salvo que la razón colectiva se dé a la fuga, el instinto de la supervivencia democrática evitará su triunfo. Es decir, que para prospectar lo que nos aguarda hay que partir de la confrontación entre Mariano Rajoy y el que llegue a ser nuevo secretario general del PSOE, un nombre hoy por hoy impredecible y al que, si la partitocracia operara en razón del mérito, podría optar José Blanco, el ministro con menos estudios y más capacidad y sabiduría de todo el Gabinete.

Tratar de imaginar el futuro es una dedicación inocente, quizá benéfica, que se justifica cuando el pasado nos empuja lleno de rencores y el presente es, por inacción gubernamental, resignación opositora y desorientación autonómica, tiempo muerto. De ahí surge la desesperación ciudadana. Mañana, ¿será otro día? No, desde luego, si no se sientan las bases suficientes -constitucionales, económicas, electorales, sindicales...- para que lo sea. Aun valorando el mérito y la diferencia de los grandes artesanos, con los mismo mimbres e idénticas limitaciones, el cesto tenderá a ser idéntico.

Al pairo, como ha situado su escuadra Rajoy, no se cruza el océano y, dado el limitado aprecio que el electorado viene demostrándole al PP, especialmente en algunas circunscripciones, los de la gaviota tendrán que extremar su actividad para hacer propuestas de redención económica de más calado y solvencia que las que anuncia su líder y, en lo que cabe, desmenuzar las que apunta el pluriempleado Cristóbal Montoro, más atento -como tantas otras cabezas populares- a los asuntos propios que a los colectivos y de interés general. Los andaluces, insisto, creen que Zapatero no puede con la crisis y, siendo Andalucía el mayor vivero socialista, eso es significativo; pero, ¿crece la confianza en Rajoy entre los desengañados del zapaterismo? Ahí, y en Javier Arenas, está el detalle.


ABC - Opinión

Hay que acabar con el refugio de ETA en Venezuela

La Audiencia denuncia que el régimen de Chávez ayudó a la banda terrorista y a las FARC

LA DECISIÓN que ha tomado el Gobierno de pedir explicaciones al Ejecutivo de Venezuela por su ayuda a ETA es lo mínimo que podía hacer después de la acumulación de pruebas de tan pérfida actuación. Si la Audiencia Nacional confirmó ayer que ve indicios de la «cooperación gubernamental venezolana» con ETA y las FARC, también ayer conocimos que uno de los etarras detenidos el domingo en Francia, José Lorenzo Ayestarán, había estado deportado en Venezuela y es uno de los terroristas a los que, hace sólo tres años, Chávez quiso ofrecer la nacionalidad para evitar su extradición. Ayestarán está acusado de una decena de asesinatos.

El juez, que ha ordenado el procesamiento de seis miembros de ETA y de otros siete de las FARC por su colaboración en el adiestramiento en manejo de explosivos y en los planes para el intento de asesinato de líderes políticos sudamericanos en Colombia y en España, ya ha solicitado a los ministerios de Asuntos Exteriores y del Interior que medien para conseguir la ayuda del Ejecutivo de Chávez en la investigación. Pero no es difícil aventurar que Caracas no moverá un dedo.


De entrada, uno de los etarras procesados, Arturo Cubillas, ha ocupado altos cargos en el Gobierno desde que Chávez llegó al poder. Pero además, según los datos de la instrucción, los etarras que se entrenaron con miembros de las FARC en Venezuela tuvieron como anfitrión a un miembro de la Dirección de Inteligencia de ese país e iban escoltados por militares.

La complicidad de Chávez con los etarras es tan descarada que nada cabe esperar de él. Si Ayestarán cruzó el Atlántico -y lo hizo con la intención de volver a atentar- es obvio que las autoridades venezolanas lo sabían, y sin embargo no informaron a España. Se da el caso de que ETA cuenta con decenas de huidos de la Justicia en Venezuela, que ahora son potencialmente más peligrosos, ya que la banda puede tratar de recuperarlos tras ver desmantelada su estructura por las continuas detenciones en Europa.

Así las cosas, el Ejecutivo español ya no puede seguir mirando hacia otro lado. Cuando EL MUNDO denunció en 2008 los vínculos entre ETA y las FARC, el ministro del Interior, Rubalcaba, aseguró que no le constaba tal cosa. Se ha demostrado, sin embargo, que las Fuerzas de Seguridad tenían datos en ese sentido, y su información quedó corroborada por las autoridades colombianas tras intervenir el ordenador de Raúl Reyes, número dos de las FARC. Si ya entonces el Gobierno español debería haber exigido a Chávez que no convirtiera su territorio en un santuario de ETA, con más argumentos habrá que exigírselo ahora.

Estamos en un momento clave en la lucha contra ETA. Un día después de su nuevo descabezamiento en Francia, la Justicia irlandesa falló a favor de la extradición de De Juana Chaos. Esa presión a los terroristas en cualquier situación y en cualquier país -ahí están también las detenciones en Portugal- es lo que conducirá a la derrota del terrorismo. Por eso es tan necesario que España evite que haya paraísos o refugios para los asesinos. Y eso supone ahora exigir responsabilidad a Chávez y no ceder a sus exabruptos -anoche ya calificó la acusación de la Audiencia Nacional de ser un «rezago de un pasado colonial»-, por intensas que sean las relaciones comerciales con Venezuela y por importantes que sean los negocios de empresas españolas en ese país.

Nadie entendería que en estas circunstancias, el dictador que llegó al poder por las urnas en Venezuela asistiera a la cumbre de la UE con Latinoamérica en Madrid como si no ocurriera nada.


El Mundo - Editorial

Un miserable común. Por Raúl Vilas

Lo común son cobardes como Toledo que lanzan su mierda por la espalda pero no tienen los arrestos suficientes para decirle a la cara a Raúl Rivero o Guillermo Fariñas que son unos delincuentes.

Que el tal Guillermo Toledo vomite la porquería propia de su indigencia moral e intelectual no es noticia por novedoso. Este tipejo es el mismo que gritaba "no a la guerra" en una gala de los Premios Goya luciendo una camiseta del genocida vietnamita Ho Chi Minh. El primer impulso, en estos casos, es ignorarle por cansino, pero las entrañas son las entrañas y toda la capacidad que les falta a estos tipos para hacer buen cine –el Willy en cuestión lleva años haciendo el mismo personaje de playboy cutre sin gracia en todas las películas o series en las que interviene– les sobra para removerlas. Y es que ha dicho lo que ha dicho con el cuerpo de Orlando Zapata Tamayo recién enterrado y el conmovedor llamamiento de su madre resonando en la conciencia de cualquier persona decente. Ha dicho que este albañil torturado hasta la muerte es un delincuente común. Ya saben los cacos, trapicheros y demás población carcelaria lo que les esperaría si sus vidas dependiesen de este campeón de la solidaridad con los más desfavorecidos.

Es tan mezquino que ni él se lo cree. Sabe perfectamente que el único delito que cometió Zapata Tamayo fue tener coraje para reclamar lo que él disfruta todos los días: libertad y unas condiciones de vida dignas. Es tan vil que sabe ciencia cierta que lo que él se gasta en cualquiera de sus modelitos de perroflauta de etiqueta es más de lo que disponen las familias de los disidentes a los que llama terroristas para malvivir todo un año. Y les insulta. Si los disidentes son terroristas, ¿con ellos no hay que dialogar? ¿O es que Willy Toledo no respaldaba la negociación con la ETA?

Desgraciadamente lo común no es la delicuencia que atribuye a Orlando Zapata. Ya se han encargado sus amigos los Castro de que no lo sea. Antes de Orlando han matado a miles más, con la complacencia de mucha gente como Toledo. Porque lo que sí es común son estos miserables que lamen el trasero al régimen castrista mientras ellos disfrutan aquí de todo aquello que al pueblo cubano se le niega. Lo común son cobardes como Toledo que lanzan su mierda por la espalda pero no tienen los arrestos suficientes para decirle a la cara a Raúl Rivero o Guillermo Fariñas que son unos delincuentes.

Miserables y cobardes como tú, Willy Toledo ¿O es que tienes otros motivos? ¿Te han grabado en algún hotel del paraíso revolucionario? Cuéntanos Willy.


Libertad Digital - Opinión

El estraperlo de la política. Por Ignacio Camacho

ESE partidito corrupto de Mallorca, el de la princesa Munar, no es más que uno de tantos beneficiarios del mercado negro de la política, donde la quincalla ferretera de las bisagras se cambia por el oro contante de las parcelas de poder. El que permite que una ciudad de 700.000 habitantes, como Sevilla, la gobiernen de hecho tres concejales de Izquierda Unida con poco más de 25.000 votos. El que ha convertido las islas Baleares en una cleptocracia. El que sostiene en Cantabria al espabilado populismo de un Revilla. El que ha hecho de Canarias un feudo agiotista. El mercado negro no son los legítimos pactos de mayorías con minorías, que forman parte de la esencia de la política democrática, sino la turbia operación especulativa que otorga a ciertas fuerzas minoritarias, constituidas con expresa vocación de rapiña, tanto más poder cuanto menor es su respaldo electoral. El que deposita el preciado lápiz del Urbanismo en manos de grupúsculos de intereses. El que cada cuatro años convierte las elecciones locales y autonómicas en una tómbola en la que los premios son más gordos mientras menos papeletas (de voto) obtienen sus beneficiarios.

Estamos a poco más de un año de una nueva edición de este obsceno espectáculo de mercadeo que a menudo subvierte la voluntad ciudadana en provecho de los y las munares de turno. La ley que lo permite está intacta y nadie ha hecho el más mínimo esfuerzo por cambiarla. En junio de 2011, cuando los pactos postelectorales conviertan los ayuntamientos y las autonomías en una feria de saldos, se oirán como de costumbre las voces de los perjudicados, ganadores legítimos que verán birlado su triunfo por un cambalache de tráfico de intereses. Pero ya no tendrán razón de queja. Llevamos años asistiendo al mismo trueque, a idéntico regateo de consejerías y delegaciones, a similar reparto de dividendos y plusvalías a espaldas de los votantes, sin que se haya detectado una mínima voluntad de evitar ese expolio. Está por ver incluso que los sucesores de Munar no acaben de nuevo llevándose el manso en una alianza de gobierno con cualquiera de los dos grandes partidos que ahora castañetean sus dientes con proclamas de desengaño. Como si no hubieran sabido, primero el PP y luego el PSOE, con quién se estaban jugando literalmente los cuartos. No los suyos, lo de los ciudadanos.

Hasta que no se reforme el sistema electoral, hasta que alcaldes y presidentes autonómicos no salgan elegidos según la proyección directa del voto por mayoría simple o por doble vuelta, habrá munares con el cazo presto para especular en el estraperlo de la política. Y se seguirán fundando partiditos localistas o cantonales dispuestos a transformar sus puñados de sufragios en bisagras de alquiler con las que comprar privilegios y prebendas. Y continuará degradándose el crédito de una democracia en la que a menudo sale rentable el contrabando.


ABC - Opinión

Buenas noticias del acoso policial y político a ETA . Por Antonio Casado

De acuerdo, mejor pájaro en mano (detenciones) que ciento volando (negociación). Feliz descubrimiento del Gobierno Zapatero tras su fallido acercamiento a los terroristas de ETA. La opinión pública los quiere en la cárcel, sin mirar el signo político del gobernante de turno. Eso depende del mandato de las urnas, que es rotatorio. Pero el hecho es que nunca como ahora se había registrado tan alta frecuencia de ingresos, en aplicación contante y sonante de la doctrina Rubalcaba: ingresar en ETA es el camino más corto para ingresar en la cárcel.

Con la detención en Francia de Ibon Gogeaskoetxea, queda descabezada la cúpula de ETA por quinta vez en dos años. Es una de las buenas noticias de las últimas cuarenta y ocho horas. La otra es la última decisión judicial del interminable proceso seguido en Belfast sobre la extradición del etarra De Juana Chaos. Esta vez el juez Burgess ordena su traslado a España para ser juzgado por un presunto delito de exaltación del terrorismo. Y así ocurrirá dentro de diez días, si no prospera el recurso que el etarra presentará en el plazo máximo de una semana.


El cerco policial y judicial contra la banda terrorista que ha amargado la vida de los españoles durante los últimos cuarenta años ya no tiene fronteras. Francia e Irlanda del Norte en el caso de las dos noticias anteriores. Venezuela en la del auto del juez Eloy Velasco, donde se señalan indicios de cooperación del Gobierno Chávez en una presunta alianza terrorista de ETA con las FARC colombianas y por el que, además, se dicta auto de procesamiento contra seis etarras y siete miembros de las FARC en relación con un intento de atentado en España contra el presidente de Colombia, Álvaro Uribe.

O sea, que no levanta cabeza. Y si la levanta se la cortan las fuerzas policiales. Rubalcaba desmoraliza a ETA”, decía ayer el periódico más empeñado en desmoralizar a Rubalcaba por cuenta del llamado caso Faisán. Lo tiene difícil tratándose como se trata, según reconoce el propio periódico, de quien está siendo capaz de acorralar policial y políticamente a la banda terrorista. Y a sus amigos, que vuelven a recurrir al camuflaje semántico para ofrecerse de nuevo a los votantes (municipales de 2011) con piel de cordero. La ecuación tantas veces enunciada por el ministro Rubalcaba está más vigente que nunca: bombas o urnas. Las dos cosas al tiempo, imposible.

La operatividad de ETA está seriamente averiada, pero no abolida, a la vista del excelente balance policial. Además de los 2.000 kilos de explosivos aprehendidos en las detenciones del pasado fin de semana, el acoso se refleja en las cifras: treinta y dos detenciones en los dos últimos meses. Gracias, entre otras cosas, a la infiltración policial y la acción de los confidentes como herramientas de la lucha antiterrorista, que a veces pasa por jugar en las dos orillas. Mucho le tiene que gustar a alguien el faisán para reprochar algo así a las fuerzas policiales o sus responsables políticos, de cuyo compromiso y eficacia estamos teniendo pruebas prácticamente a diario.

No obstante, ayer volvió a recordarnos el ministro Rubalcaba que aunque se han logrado buenos golpes policiales a ETA, hemos de seguir confiando en la suerte. Ha de estar de nuestra parte siempre. En todas y cada una de las ocasiones. Lo malo es que, por desgracia, los etarras necesitan que les acompañe una sola vez. Suficiente para helarnos la sonrisa en cualquier momento.


El Confidencial - Opinión

Montilla y la máscara del Partido. Por Cristina Losada

En su comportamiento privado, Montilla escapa de la inmersión lingüística en catalán que, desde su condición pública, ha fijado como norma ineludible.

Simon Leys describió en Sombras chinescas un fenómeno curioso que había observado en China. La gente disponía de dos tonos de voz distintos. Cuando hablaban sobre la salud, el tiempo, la comida y cosas por el estilo, su tono era natural. Pero si tocaban temas de alguna relevancia política, sus voces adquirían un sonido mecánico y estridente. En el curso de una conversación, podían cambiar de registro en varias ocasiones según el asunto. Aunque sin virtuosismo vocal, aquella conducta era común en los sistemas comunistas. Todos aprendían a separar sus propios pensamientos de los que expresaban en público y, de hallarse en ese trance, se aseguraban de "llevar la máscara del Partido", como se decía en la Unión Soviética.

Al matrimonio Montilla se le ha caído la máscara del Partido por un descuido. El presidente de la Generalidad la lleva tatuada en el rostro, pero su esposa aún confiesa lo que piensa. Con inocencia entrañable, Anna Hernández ha revelado que les importa mucho que sus hijos aprendan alemán y poco que sólo den una hora de catalán a la semana. Pon que fueran tres. No entremos en las horas de español, que en la Deutsche Schule han de ser más de las que reciben los escolares del común en Cataluña. Y pasemos raudos sobre el veto de su gobierno a la tercera hora de castellano. El caso es que, en su comportamiento privado, Montilla escapa de la inmersión lingüística en catalán que, desde su condición pública, ha fijado como norma ineludible.

Entiendo muy bien a los Montilla, padres de familia. Me recuerdan a los míos, que enviaron a sus hijos a un Colegio Alemán, allá en los sesenta. Todo lo demás son diferencias. Más aún, el presidente catalán no se zafa de una norma cualquiera, sino de una que promulga y defiende apelando a elevados ideales y profundos sentimientos. Igual que Mas, Puigcercós o Laporta, acérrimos catalanistas que también prefieren para sus retoños la inmersión en lenguas y culturas que no son las que, transidos de emoción, llaman propias. Y esos ejemplos representan, a buen seguro, sólo la punta del iceberg. El que puede se salta el racionamiento y acude al mercado negro, y el que no puede, lo haría si pudiera. De ahí la tolerancia exquisita con que se acoge la duplicidad de los dirigentes. Por eso, la franqueza de Hernández. Ve tan natural la hipocresía que ni siquiera se pone la máscara.


Libertad Digital - Opinión

Otro papel inútil

MÁS literatura, pero la misma incapacidad para ofrecer soluciones eficaces.

Este es el resumen elemental del nuevo documento presentado ayer por la vicepresidenta económica del Gobierno, otro pretexto para una sesión de anuncios para la galería. Generalidades, incongruencias y reiteraciones configuran -una vez más- una propuesta decepcionante y cuyo único objetivo es mantener las apariencias de una comisión negociadora en la que nadie confía. El anuncio de 350.000 nuevos puestos de trabajo suena muy oportunista cuando todos los indicios apuntan a nuevas subidas del paro en febrero. Volver a la economía del ladrillo, aunque sea bajo el disfraz de la rehabilitación, contradice el discurso gubernamental desde el principio de la crisis y, en fin, trasladar al ICO la responsabilidad de financiar lo que rechaza la banca privada altera el mensaje sobre la necesidad de sostener el sistema financiero para favorecer el crédito.

Es lógico que tanto el PP como CiU y otros partidos hayan expresado su malestar ante una exhibición permanente de naderías que pretenden hacerse pasar por soluciones. La opinión pública tampoco se hace ilusiones. El acuerdo no es posible porque las posturas son contradictorias y el Gobierno no está dispuesto a rectificar. Ayer mismo, Elena Salgado anunciaba que no hay marcha atrás en la subida del IVA, a pesar de la petición de los empresarios. Si unos expresan claramente su rechazo a la subida de impuestos y otros insisten en mantenerla, es evidente que no haya puntos de encuentro posible.

Mientras tanto, Rodríguez Zapatero visita a Angela Merkel, siempre con el afán de «lucir» la presidencia rotatoria europea, aunque no sirva para nada concreto. En rigor, el presidente del Gobierno debería imitar la política económica de la canciller alemana, que está produciendo buenos efectos contra la recesión. En este contexto, poco cabe esperar de la ronda negociadora que empieza mañana, por mucho que se feliciten por la asistencia del PP. No hay perspectiva de acuerdo porque el Gobierno no rectifica y sería ilusorio pensar que la oposición vaya a apoyar unas medidas que sólo sirven para empeorar las cosas.


ABC - Editorial

Firmeza frente a Hugo Chávez

España no debe permitir que el régimen venezolano ayude a los terroristas de ETA

Dos noticias aparentemente sin conexión divulgadas ayer confirman lo que desde hace años es una sospecha más que fundada: que el régimen de Hugo Chávez es el refugio y sostén de diferentes bandas terroristas, en especial de las FARC colombianas y de ETA. Por un lado, la Guardia Civil ha identificado al tercer etarra detenido anteayer en Francia como Lorenzo Ayestarán, autor de una decena de asesinatos y protegido del régimen bolivariano; de hecho, Caracas rechazó hace años su extradición a España e incluso llegó a ofrecerle la nacionalidad venezolana. Por otro lado, el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco reveló ayer, en el auto de procesamiento contra seis etarras y siete narcoterroristas de las FARC, que existen indicios que demuestran la cooperación gubernamental venezolana en la ilícita colaboración con ambas bandas.

La investigación judicial pone de manifiesto que el etarra Arturo Cubillas ha desempeñado altos cargos en el Ministerio de Agricultura de Venezuela y participó en la trama creada para que ETA diera cursos a las FARC sobre manejo de explosivos y para atentar en España contra relevantes personalidades colombianas, entre ellas el presidente Uribe.


Estos cursos se realizaron en territorio venezolano y con protección de militares de ese país, lo que demuestra no sólo la simpatía más o menos abierta del régimen chavista hacia los etarras, sino también una implicación directa en actos de terrorismo. Es conocido que en Venezuela se refugia una treintena larga de pistoleros de ETA, la mayoría de ellos acusados de haber participado en varios asesinatos, pese a lo cual han sido contratados por organismos oficiales, como el Instituto de Tierras del Ministerio de Agricultura y los Ministerios de Educación y Presidencia. En diferentes ocasiones, el Gobierno español ha intentado la extradición de los más sanguinarios, pero no siempre con éxito. Más aún, Caracas amagó en 2006 con blindar legalmente a los terroristas concediendo a cuatro de ellos la nacionalidad, pero la decidida actuación de Madrid frustró la operación. Asistimos, en suma, a un nuevo y muy delicado episodio que tensará peligrosamente las relaciones de España con ese régimen populista que dirige un bufón decimonónico, fiel trasunto de Tirano Banderas. Pero la actitud del Gobierno español no puede ser otra que la firmeza. El presidente Zapatero manifestó ayer que el Gobierno ha pedido explicaciones a Caracas y que, en función de estas explicaciones, actuará España. Zapatero ha reaccionado con presteza y de forma acertada. Del mismo modo que la vía correcta para derrotar al terrorismo es perseverar en la firmeza policial y judicial, también es imprescindible erradicar los refugios y santuarios internacionales en los que los pistoleros toman oxígeno y refuerzan sus estrategias asesinas.

Precisamente las últimas detenciones ponen de relieve que la banda está echando mano de viejos pistoleros procedentes de sus escondrijos en Iberoamérica. Razón de más para que España, a través de los Ministerios de Exteriores e Interior, reactive una ofensiva sin concesiones contra los santuarios de Venezuela, México y Cuba, plazas principales de los etarras. En la comunidad hispana ha de quedar meridianamente claro que cualquier ayuda, socorro o apoyo a ETA es un acto hostil a España y, por tanto, perseguible diplomática y judicialmente. Al igual que Irán ha sido señalado como un Estado que ayuda al terrorismo, Venezuela y otros países correrán la misma suerte si no rectifican o no colaboran con la Justicia.


La Razón - Editorial

Willy Toledo. Por José García Domínguez

Willy acaba de deponer eso que todos los miserables vascos –y no vascos– repiten desde hace medio siglo, siempre que ETA asesina a alguien y el cadáver aún permanece caliente en la calzada: "Algo habría hecho".

Un indicio tragicómico de la decadencia final de Occidente es la traslación sufrida por los árbitros morales y guías espirituales de la tribu. Ese magisterio que, hace apenas dos siglos, una nueva casta, la de los sacerdotes laicos de la intelectualidad, conseguiría robar a los curas de toda la vida. Hasta que, al silencioso modo, aquellos sesudos custodios paganos de la conciencia colectiva fueron sustituidos por una abigarrada troupe de roqueros a medio alfabetizar, actorcillos del tres al cuatro, cineastas comprometidos con su propio ego, coristas venidas a más, estrellas fugaces de la televisión, y hasta algún que otro futbolista.

De ahí que a nadie importe qué opinaban o dejaban de opinar Conchita Piquer, Manolo Caracol o Juan Belmonte sobre la estrategia del Pentágono en el conflicto de Corea, la Primavera de Praga o la procedencia del Plan de Estabilización del 59. Y sin embargo, las elevadas cogitaciones geoestratégicas de un tal Willy Toledo resultan susceptibles, hoy, de ocupar páginas y páginas en los periódicos. Ese Willy, otro pobre niño rico criado entre algodones y mala conciencia por los golpes que nunca le ha dado la vida, airado rebelde sin causa de los de la escuela de Jannette, del que uno no acierta a discernir si se tratará de un simple cínico o de un simple tonto.

Por lo visto, y en un alarde de las muchas luces que lo adornan, Willy acaba de deponer eso que todos los miserables vascos –y no vascos– repiten desde hace medio siglo, siempre que ETA asesina a alguien y el cadáver aún permanece caliente en la calzada: "Algo habría hecho". Al parecer, la sola aportación original de Willy a guión tan manido ha consistido en deletrear de pe a pa las infamias de la policía política contra Orlando Zapata, publicadas en Granma. Quizá, y en su descarga, cabría conceder que vive atenazado por la ceguera ideológica, esa cárcel del pensamiento. Aunque no semeja el caso. A tenor de lo que pía y, sobre todo, de lo que calla, el marxismo-leninismo de Willy debe ser tan acendrado y profundo como el trotsquismo de Roures o la rojísima rojez de Cebrián. Humo de zanahorias, que diría el de El Bulli. Por cierto, presidente, que le echen de comer.


Libertad Digital - Opinión

Explicaciones y evidencias. Por Hermann Tertsch

NUESTRO presidente Zapatero anunció ayer que su Gobierno se ha puesto muy serio en la exigencia de explicaciones a Venezuela por la colaboración del régimen de Chávez con ETA y la banda narcoterrorista de las FARC en el entrenamiento y preparación de atentados conjuntos. Todo se debe a un incómodo auto de la Audiencia Nacional sobre lo que era un secreto a voces. Que los regímenes mimados y jaleados por el Gobierno y el PSOE como el «progresismo» y el «nuevo socialismo» en Latinoamérica colaboran tanto con grupos terroristas como lo puedan hacer en Oriente Medio, Irán o Siria. Era un secreto tan público y documentado ya casi como las condiciones de los presos políticos en Cuba y la persecución que sufrió Orlando Zapata en sus cárceles hasta la muerte. ¿Tampoco sabía Zapatero hasta hace unos días lo que es la tortura carcelaria en Cuba? Lo sabía perfectamente, pero él es de los que realmente creen que la disidencia cubana es parte de la «gusanada» que quiere reventar la revolución en alianza con los aviesos «fascistas» de la emigración cubana. Aquí debiéramos preguntarnos si nuestra protección a aquellos «regímenes progresistas», como los llaman -la del Gobierno socialista y sus embajadores en Caracas y Cuba, que parecen funcionarios de aquellas dictaduras-, no forma parte también, por extensión, de la colaboración general con las FARC y por extensión con ETA.

El presidente del Gobierno debe pedir explicaciones a Caracas, por supuesto. Por mucho que su mantenida indignación nos parezca un ejercicio más de hipocresía. La cooperación de Venezuela -y también Ecuador y, por supuesto, Cuba- con el narcoterrorismo de las FARC ha sido una política general desde que el chavismo se extendió por la región norte del subcontinente. Pero si la política exterior del Gobierno socialista español no ha hecho sino apoyar los excesos de Chávez, la política parasoviética de Correa y el racismo indigenista y liberticida de Morales, ahora el que tenía que dar muchas explicaciones también es el propio presidente Zapatero. No las dará, no les quepa duda. Como tampoco las dará sobre el constante ninguneo al presidente colombiano Uribe, al que se ha despreciado como un «aliado de los yanquis» y al que siempre se ha negado el apoyo político a la democracia colombiana en su guerra con la contundencia necesaria, precisamente contra los asesinos de las FARC, que han colaborado con ETA.

Porque sobre colaboración con ETA, que al milico Hugo Chávez se le presupone, tiene el señor Zapatero que dar aún muchas explicaciones respecto a la que prestaron algunos miembros de su Gobierno y desde luego mandos policiales. No es muy congruente pedir a Chávez que cuente sus conversaciones y su cooperación con grupos terroristas y negar aquí en España toda explicación sobre el escándalo del bar Faisán y los graves indicios de colaboración con banda armada de su propio Gobierno durante sus negociaciones con ETA. Cuenten el señor Zapatero y el señor Rubalcaba todo lo que realmente sucedió en el caso del bar Faisán, pongan a los mandos responsables de todo aquello a disposición de la Justicia. Después ya podrá pedir explicaciones a quienes nunca han tenido problemas en manifestar sus alianzas con los peores asesinos con tal de atacar los intereses de las democracias y los demócratas en su entorno.

Tiene sentido que hasta ahora el Gran Timonel haya visto sin mayor preocupación la alianza de los socialistas, comunistas e indigenistas totalitarios en América Latina. Y que los haya apoyado en una actuación que ha dejado por los suelos el prestigio de España en los países que sufren todas esas lacras. Porque en el fondo y al margen de coyunturas políticas como la actual, nuestro presidente tiene esa visión pedestre de los que aún creen que el Ché Guevara era un santo laico, que Castro es una figura que inspira a las izquierdas y que sus enemigos reales son eso que conoce como «la reacción», «la derecha», «el imperialismo», la Iglesia católica, etcétera. Pida explicaciones a Chávez, pero explíquese usted también. Porque lo mismo colaboraron con ETA al mismo tiempo.


ABC - Opinión

«La princesa». Por Alfonso Ussía

Rubén Darío, uno de los más grandes y más cursis poetas nacidos de madre, hijo de la nicaragüense Metapa, diplomático y errante, encendido de cisnes unánimes y quioscos de malaquita, nos regaló la infinita tristeza de la princesa en su deleznable «Sonatina». «La princesa está triste… ¿Qué tendrá la princesa?/ Los suspiros se escapan de su boca de fresa». La princesa de Rubén, que se merecía un buen cachete por cursi, repipi y caprichosa, la princesa de la boca de rosa que quería ser golondrina y mariposa, tener alas ligeras, volar hacia el sol y saludar a los lirios de mayo en lugar de contemplar «a los cisnes unánimes de los lagos de azur», esa princesa merecedora de un serio y contundente correctivo paterno, como un par de leches bien dadas, no tenía remedio. Para que su palidez rimara correctamente, Rubén la mete hasta los tobillos: «¡Oh, quien fuera hipsipila que dejó la crisálida!/ (La princesa está triste… la princesa está pálida)». Menos mal –ahí el Hada Madrina interviene y le informa para su buen consuelo–, «que en caballo con alas, hacia acá se encamina/ en el cinto la espada, y en la mano el azor» el feliz caballero vencedor de la muerte a encenderle los labios con su beso de amor. Dicho esto, la majadera de la princesa se repone, sonríe y con disimulo –ahí Rubén Darío no ofrece detalles–, con toda probabilidad, se toca el chichi.

A nuestra «princesa» de hoy no se le presenta un porvenir de armados caballeros y cisnes unánimes o discrepantes. Se le viene encima una buena. De las gordas. Y en la «Milla de Oro» de Madrid, que mientras duren las obras de la calle de Serrano ha pasado a ser la «Mina de Oro», se comparte la preocupación. Las grandes marcas francesas, italianas y españolas –Louis Vuitton, Hermés, Prada, Loewe y demás–, lamentan profundamente la situación actual de «la princesa», la «dona», la dueña y señora de los mejunjes isleños, María Antonia Munar, que está triste por motivos más sencillos y desagradables que los que afligían a la mema de la princesa de Rubén. Está triste porque se le ha acabado el chollo. Está triste porque después de treinta años haciendo y deshaciendo en las islas Baleares, de pactar indistintamente con el PP y con el PSOE, de protagonizar toda suerte de chanchullos y negocios con el dinero público, ha sido trincada. Ha dimitido de su cargo de presidenta del Parlamento balear y ha anunciado que abandona la política y se marcha a su casa. El problema está en el destino de su marcha. Ella dice que a su casa, pero los hay, y son muchos, los que piensan que con anterioridad al gozo hogareño, puede pasarse una buena temporada en la trena. Se veía venir y no ha hecho caso a los que le anunciaban tormentas y tramontanas. Ha dejado al socialista y catalanista Antich con el botijo en la mano y sin agua. Ella, la «princesa», para no ser reconocida en los establecimientos selectos de Palma, garbeaba habitualmente por Madrid, y llenaba su ilusión de pulseras, relojes, collares, bolsos y sedas. Pero fueron cayendo uno por uno todos sus peones de Unión Mallorquina, su gran invento, y al final, la precipitada por el acantilado ha sido ella. La «princesa está triste» porque ha perdido la inmunidad parlamentaria, porque los suyos han decidido contar y cantar, y porque va a verse obligada a rendir cuentas ante la sociedad y la Justicia. Esta «princesa» no se va de rositas ni con Rubén.

La Razón - Opinión

Los etarras de Chávez

A pesar de las buenas relaciones que Zapatero insiste en mantener con Chávez, al que le presta apoyo político y diplomático, el hecho es que el dictador venezolano va a lo suyo y cumplimenta su propio programa caiga quien caiga.

A estas alturas no es ningún secreto que la ETA contaba con santuarios en ciertos países caribeños donde los terroristas son recibidos con los brazos abiertos por ciertos gobiernos de extrema izquierda con los que nos empeñamos en llevarnos bien. Desde siempre el castrismo ha simpatizado con la causa etarra y ha prestado cobijo a sus miembros. Para los Castro, estos asesinos sin escrúpulos son una variedad europea de guerrilleros que luchan por la revolución. Desde su perturbada lógica, por lo tanto, es perfectamente comprensible que los asista y asile en su país. De hecho, hace unos meses, el Gobierno cubano expulsó a un equipo de agentes del CNI que habían viajado hasta la isla para vigilar de cerca a la colonia de etarras que vive exiliada en Cuba. Porque allí, en los predios de la familia Castro Ruz, no se andan con los paños calientes a los que nosotros les tenemos mal acostumbrados.

Pero lo que es bueno para Castro lo es también para Hugo Chávez, su aventajado alumno hispanoamericano que está ya muy cerca de instaurar una férrea e irrespirable dictadura comunista en Venezuela, calcada punto por punto y coma por coma a la cubana. Los etarras, pues, han encontrado un nuevo puerto seguro para evadir la Justicia española e, incluso, para prosperar en la política local. Eso mismo es lo que ha sucedido con el matrimonio de terroristas formado por Arturo Cubillas Fontán y Goizeder Odriozola Lataillade, que han pasado de ser deportados a primeras figuras del Gobierno venezolano.

Estos dos agraciados por la lotería chavista no han sido los únicos. Según Eloy Velasco, juez de la Audiencia Nacional, hasta doce integrantes de la ETA viven en Cuba y Venezuela, lugares donde han continuado con sus actividades terroristas. El magistrado acusa a los procesados de colaborar con los terroristas colombianos de las FARC, a los que lleva varios años adiestrando y con los que ha trazado planes comunes. Según se desprende del auto del juez, los etarras enseñaron a los miembros de las FARC, entre otras especialidades, a montar bombas con teléfonos móviles o a manejar el explosivo C4. Todo, por supuesto, durante la tregua-trampa que la ETA declaró y que sirvió para que los hombres de Zapatero se bajasen, literalmente, los pantalones en una negociación que desembocó en el atentado de Barajas.

Las acusaciones son de un peso tal que sorprende que todo se haya llevado a término bajo la protección del Gobierno venezolano, un Gobierno que dice ser amigo de España y que recibe mimos constantes por parte de su homólogo español. Zapatero es el representante de Chávez en Europa y todavía está por ver que censure alguna de los muchos excesos en los que ha derivado la revolución apadrinada por el padre del así llamado “socialismo del siglo XXI”.

Porque, y esto es lo importante, a pesar de las buenas relaciones que Zapatero insiste en mantener con Chávez, al que le presta apoyo político y diplomático, el hecho es que el dictador venezolano va a lo suyo y cumplimenta su propio programa caiga quien caiga. No puede entenderse si no que la ETA, que es la principal enemiga de España y de los españoles, haya hecho tantos y tan buenos negocios dentro de la República Bolivariana. Urge una respuesta del Gobierno de Venezuela y la extradición de los procesados por Velasco. Si no se obtiene ninguna de las dos exigencias, la política y la judicial, como mínimo habrá llegado el momento de romper las relaciones diplomáticas con un Gobierno –que no con el pueblo venezolano– que respalda y alimenta a una banda terrorista que lleva más de 40 años asesinando españoles.


Libertad Digital - Editorial

El rapto de Europa. Por José María Carrascal

Obsesionados como estamos por el paro y la política, no se concede la debida importancia a un hecho tan significativo como que la inmigración aparece en todas las encuestas europeas como el tercer gran problema tras los económicos. Esto es, como una de las principales amenazas para el ciudadano corriente, mientras las elites apenas le prestan atención. al vivir en la burbuja del poder y de la fama, mientras el ciudadano corriente convive con los inmigrantes en la calle, en su edificio, en el ambulatorio, en la escuela de sus hijos. Y siente miedo. Cada vez son más y más distintos. La inmigración es el cadáver en el armario europeo. Un cadáver que empieza a abrir la puerta.

En algunos países se han tomado medidas frente a ella: la prohibición de los minaretes en Suiza, el rechazo del burka en Francia, los exámenes de «ciudadanía» en Alemania, Italia y Reino Unido. Pero se trata de medidas tangenciales, que no abordan el problema en su conjunto, causa de la aparición de partidos radicales en la mayoría de los países. Se los quiere minimizar calificándoseles de «extrema derecha». Que no se trata de pequeños grupos lo demuestra que han llegado al poder en Austria y empiezan a resultar decisivos para formar gobierno en Italia. Puede que pronto lo sean en otros países.

¿A qué se debe? En primer lugar, a la imprevisión de los gobiernos europeos, que para la reconstrucción de sus países tras la Segunda Guerra Mundial, promovieron la llegada masiva de trabajadores extranjeros. Con italianos, españoles, griegos, portugueses no hubo problema -«Ustedes son cristianos, beben vino, tienen sólo una esposa,» me decía medio en broma un directivo de Volkswagen-, por integrarse fácilmente o regresar a sus países al cabo de algún tiempo. Pero como la curva demográfica de los países huéspedes seguía sin ofrecer suficiente mano de obra, sus gobiernos empezaron a buscarla en países extraeuropeos, Turquía, el Norte de África, con religión y costumbres muy distintas al de acogida. Es más, enemigos durante buena parte de la historia. Los turcos estuvieron a punto de tomar Viena. Hoy, están tomando Berlín pacíficamente, París tiene un cinturón musulmán, Zurich varios barrios, y otro tanto ocurre a las principales ciudades europeas.

La culpa, como digo, está en la imprevisión de unos políticos que creyeron que un buen contrato y unas buenas condiciones laborales, eran suficientes para esos trabajadores, desinteresándose de sus costumbres, cultura, valores. En parte, por comodidad, en parte, por arrogancia, al pensar que la superioridad de la civilización occidental se impondría a la de los procedentes de otras. Tremendo error. El Islam no es sólo una religión. Es también un Código Civil, un Código Penal y un código de vida. Que no debe ser tan malo lo demuestran las escasísimas conversiones del islamismo al cristianismo. ¿Por qué? Pues porque el islamismo es una religión muy simple, muy cómoda. Te indica qué tienes que comer, vestir, practicar para mantener tu salud física y psíquica, mientras las demás religiones dejan que el creyente se las arregle como pueda, para concentrarse en asuntos espirituales. De ahí el éxito del islamismo en las sociedades más elementales, donde no existe siquiera Estado, al que viene a sustituir.

Aunque el principal atractivo del Islam es que ofrece a los varones más ventajas que ninguna otra ley divina o humana. Los musulmanes gozan de un poder casi omnímodo sobre sus mujeres e hijos. Poder al que tendrían que renunciar en caso de convertirse no ya en cristianos, sino simplemente en occidentales. De ahí su resistencia a integrarse. Sus mujeres, no. Sus mujeres saldrían ganando. Pero sus mujeres tienen muy poco que decir, metidas en sus habitaciones. Y Occidente, con su «respeto a la pluralidad de las culturas», apenas ha hecho nada para sacarlas. Algunas lo han hecho por su cuenta y riesgo -costándoles muy caro-, pero la mayoría siguen allí, educando a sus hijos en la norma que las aprisiona con la excusa de defenderlas. Es más, Occidente ha permitido que los imanes, los más interesados en que se perpetúe un modo de vida que les da poderes no sólo religiosos sino también civiles, continúen su labor, que a veces viola las leyes locales, como ocurrió con aquel imán de la Costa del Sol, que enseñaba a los maridos dónde pegar a sus esposas sin dejar huella. Continuarán haciéndolo por puro interés personal. El Islam sabe que es incompatible con Occidente. En el momento que acepte sus valores, se desmorona. Toma de él sólo lo que le interesa -como los iraníes, la tecnología nuclear-, pero rechaza totalmente el resto. Es como la población musulmana que en Europa crece sin europeizarse, mientras la población europea disminuye.

¿Tiene solución? ¿O es ya demasiado tarde? Nunca es demasiado tarde para evitar lo peor. Pero para ello es necesario que adoptemos una estrategia completamente distinta a la seguida hasta ahora. De entrada, aceptar que el Islam nos considera enemigos. Y que a los enemigos no hay que darles facilidades. Quien quiera vivir en Occidente tiene que aceptar sus normas. Quien no se sienta cómodo con ellas, ya sabe, con volver a su país, lo soluciona. Aquí no se retiene a nadie. El segundo frente de batalla es la escuela. Las aulas tienen que ser no sólo lugares de estudio, sino también centros para el aprendizaje de valores. A las niñas musulmanas tiene que inculcárseles su valor como personas, no como mero apéndice de un hombre. O de varios, pues crecen como inferiores a su padre, marido y hermanos. Por último, tolerancia cero para quienes predican el odio a Occidente o sus principios. La religión no es una excusa para violar las normas de convivencia. Y no hablemos de las prácticas claramente delictivas, como la ablación, o de los mensajes subliminales de la «guerra santa» o el terrorismo.

Pero hay también que aceptar un hecho: no hay vuelta atrás. Un amplio contingente de musulmanes se quedará en Europa, por muchos extremistas que se expulsen. La mayor parte de ellos, como ciudadanos respetuosos con la ley, aunque sigan con sus costumbres. Lo que significa que debemos reducir al mínimo nuestros prejuicios, pero mantener al máximo las alertas. Haciendo lo posible para transformar el extremismo de su fe en una versión más liberal de misma. Muy posiblemente no se consiga en las primeras generaciones, pero es posible, aunque no seguro, que en las siguientes surja una Reforma, un Lutero. ¿Lo será Hassem Chalghoumi, el imán parisino que aboga por la prohibición del burka, por considerarlo «una cárcel para las mujeres y un instrumento de dominación sexista?» Ojalá, pero me temo que, hasta ello, se necesiten muchos Chalghoumi, por cierto, amenazado de muerte.

Lo que no pueden esperarse son soluciones rápidas y completas. Europa debe prepararse para una etapa de tensiones religioso-culturales, salpicadas con brotes de violencia, como los ocurridos en París durante el verano, e incluso de atentados contra personas e instituciones, como los que costaron la vida al holandés Pim Fortuny o las amenazas contra el diario danés Jyllands-Posten por sus chistes sobre Mahoma. Esto significa que la vida en el Viejo Continente se hará bastante menos agradable y que su sueño de convertirse en un lugar de encuentro de religiones y culturas se desvanece.

Pero es también el único camino para que en un futuro más o menos lejano, no pase a llamarse Euroarabia.


ABC - Opinión