miércoles, 10 de marzo de 2010

Pedazos de nada. Por Ignacio Camacho

NO tiene nada nuevo que decir, pero habla y habla hasta envolver la nada en una nube de palabras vacías; es el ruido del discurso lo que le interesa, la apariencia de unas respuestas que ya no tiene. Pura logomaquia ambigua, imprecisa, hueca, envuelta en el celofán cortés de una expresión preocupada. Hablar por hablar, ante la cámara parlamentaria o ante la televisiva, como la noche del lunes, en TVE: cháchara antigua en un decorado nuevo. De diseño, faltaría más; no conoce otra clave que la puesta en escena.

Cuando Zapatero habla de un problema, de la índole que sea -el terrorismo, la crisis, las relaciones internacionales, una reivindicación sectorial- sigue invariablemente un guión trivial que conduce a ninguna parte. El problema le preocupa, le preocupa seria y profundamente, la causa gran consternación y le provoca honda solidaridad con los ciudadanos que lo sufren. Gesto compungido, ademán cercano, mirada líquida. Y no sólo le preocupa, sino que está, junto con su Gobierno, trabajando en él. Un trabajo intenso, perseverante, responsable, comprometido. Pero, pese a esa preocupación y ese esfuerzo, a esa inquietud y a ese empeño, se trata de un problema que no depende sólo de él; hay factores externos, la situación mundial, la herencia anterior, la intransigencia de otros, la oposición que no arrima el hombro. Necesita comprensión y ayuda, tiempo y paciencia, entiéndanlo, es una cuestión tan compleja. Pero se resolverá, sin duda, porque éste es un gran país que siempre, gracias al trabajo de todos, acaba solucionando sus desafíos y saliendo adelante, etcétera.


Desde que es presidente no ha resuelto un problema. Los ha esquivado, ignorado, eludido o aparcado, salvo los que se empeña en crear él mismo con sus proyectos de ingeniería social y política, que son su única prioridad, su exclusivo desvelo. El resto es finta táctica, oportunismo pragmático. Ha convertido la gobernanza en un ejercicio de marketing y la responsabilidad en un simulacro gestual, al que últimamente añade la parodia de una autocrítica. Pepa Bueno, periodista mucho más que buena, le desnudó la labia preguntando sin anestesia y en picado sobre las realidades inoportunas y necesarias, pero sólo encontró quiasmos, circunloquios, evasivas, oxímorons, tautologías: una elocuencia estéril, un pico brillante y hueco. Y vuelta a empezar.

Lo decía cierto alcalde minero leonés: ni una mala palabra, ni una buena acción. Exageraba esto último; la acción es un concepto ausente del zapaterismo, porque implica profundidad, coraje y compromiso. La política del presidente es escenografía propagandística, superficialidad simbólica y facundia retórica. Puro frasismo: una frase mejor que una idea, una ocurrencia mejor que una solución. Algo sucede, sin embargo, cuando ni derramando cascadas de frases articula respuestas capaces de poblar el vacío de las preguntas.


ABC - Opinión

Gili Toledo y el Amante "Vendido". Por Pablo Molina

Sólo un sectarismo de carácter clínico y la soberbia propia de quienes se identifican con la izquierda pueden disculpar las tropelías de los Castro con la excusa de que en España también hay denuncias de tortura.

Con los fanáticos de la izquierda radical, valga la redundancia, no cabe discutir ningún asunto que tenga que ver con la forma de Gobierno existente en Cuba. En realidad, no vale la pena dialogar sobre nada en concreto pero especialmente acerca del castrismo, porque ni siquiera tienen un manual para contrarrestar los argumentos del adversario, sino que todo se reduce a esgrimir un atavismo sentimental contra el que no cabe la antítesis.

Todo lo más que llegan a intentar, si el otro se pone pesado, es a esbozar el argumento de que ningún país es perfecto. Bien, muy cierto, pero lo que se discute no es la imperfección de los gobiernos, algo natural siendo obra de seres humanos, sino las supuestas bondades de un sistema político que iba a redimir a las clases desfavorecidas de su ancestral opresión, y lo único que ha conseguido es reducirlas a un estado de miseria y terror nunca visto en cualquier otro tiempo y lugar.


Sólo un sectarismo de carácter clínico y la soberbia propia de quienes se identifican con la izquierda pueden disculpar las tropelías de los Castro con la excusa de que en España también hay denuncias de tortura o exposiciones subvencionadas en las que se retiran unas fotografías. A los palanganeros del castrismo que tenemos ahora de actualidad sólo les ha faltado añadir que en España se mata a los toros en la plaza como argumento justificador de la tiranía cubana, pero todo se andará.

Nadie en su sano juicio puede tomar en serio los discursos morales de Gili Toledo y Bosé, porque el hecho de ejercer de artistas no les otorga mayor solvencia intelectual que la que puedan ostentar un quinceañero antiglobalización o un dignísimo perroflauta. Sin embargo, dado que el primero de los dos es empleado de todos los que pagamos impuestos en España a través del cine subvencionado y el segundo presta su imagen a numerosas campañas de márketing de multinacionales opresoras, cualquier ciudadano que sienta arcadas al verles representar el papel de felpudo de un régimen asesino puede actuar en consecuencia para que, al menos, no sigan enriqueciéndose a nuestra costa. Sólo hay que hacer, en cada caso y en uso de nuestra libertad individual, eso mismo que está usted pensando ahora mismo. Exactamente eso y que cunda el ejemplo.


Libertad Digital - Opinión

Tercera fase. Por José María Carrascal

O bien este hombre tiene unas facultades paranormales que le permiten ver más allá de la realidad, o tiene más cuento que Calleja.

Si lo peor ha pasado, si ha tomado las medidas oportunas, si anuncia la recuperación a fin de año, ¿por qué pide ayuda a todos los demás partidos y quita a los españoles una hora de entretenimiento televisivo contestando a las preguntas de periodistas que le sirven balones como Guti a Ronaldo para que los remate a su antojo? Si la crisis, como dice, está bien diagnosticada, mejor tratada y perfectamente encarrilada, a su gobierno debería bastarle mantener la línea que lleva, y esperar el resultado previsto. Pero, no. Venga a darle con lo de «sumar fuerzas», con lo de «juntos saldremos antes», con lo de «tirar del carro». Lo que nos hace sospechar que él mismo duda de lo que está predicando y busca el acuerdo con los demás para diluir su responsabilidad tanto en los errores pasados como en los que aún quedan por venir. No hace falta tener memoria de elefante para recordar que este hombre se equivocó en el diagnóstico de la crisis -negó incluso que existiera-, en su tratamiento -con medidas que no han resuelto nada- y en las previsiones sobre ella, hablando de brotes verdes, de luz al fondo del túnel y de camelos por el estilo. ¿Quién nos garantiza que esa «recuperación en puertas» que anunció anoche no será la misma que anunció hace un año y hace seis meses? Cuando lo que hemos tenido es más paro, más deuda y más dudas sobre la solvencia económica de España. Mientras él, impertérrito, sonriente y embelesado.

Más que un Maquiavelo de León, como ahora se le presenta no sabemos si en serio o en broma, Zapatero se nos aparece como aquellos prestidigitadores que en las plazas de los pueblos divertían al vecindario haciendo aparecer y desaparecer objetos. «¿Veis este huevo?». «Pues ya no lo veis». «¿Veis esta carta?». «Pues fijaros cómo se la saco a este señor de la oreja». Juegos de manos, escamoteos de la realidad, malabarismos del año de catapún, palabrería tan hueca como reiterativa. En vez de a la política, este hombre hubiera tenido que dedicarse a la escena. No habría conseguido un Oscar, pero seguro que hubiese sacado un Goya como actor secundario en una película argentina. Y los españoles nos hubiéramos ahorrado muchos disgustos y mucho dinero.

Porque no estamos en la plaza de un pueblo ni en un escenario ni en unos platós de cine o televisión. Estamos en el siglo XXI, en la peor crisis en 80 años y en los últimos puestos de la cola de recuperación. Pero él se empeña en seguir interpretando su película, que, dice, va ya por la Tercera Fase, como las series de ciencia ficción. ¿Cuántas le quedan? Las que sean necesarias. Esto no se le había ocurrido ni a Maquiavelo.


ABC - Opinión

La comida. Por Alfonso Ussía

En las semanas previas al primer y gran batacazo del Tribunal Constitucional, el que fuera su presidente García Pelayo, visitó y compartió mesa y mantel con Felipe González en La Moncloa. Estaba en juego la independencia de la Justicia. Y la Justicia perdió la partida. Con el voto de calidad, después de producirse un empate a seis entre los magistrados, el Tribunal Constitucional dio por buena la expoliación de las empresas y bienes de Rumasa. Más tarde, avergonzado y superado por las circunstancias, García Pelayo se marchó a Venezuela, donde falleció. Pero su voto de calidad terminó con el prestigio del Alto Tribunal y los españoles nos apercibimos de una realidad pavorosa. La política mandaba en su seno y el compromiso personal voló por encima de la propia Justicia. Eso, los almuerzos, las copas, la camaradería, los chistes en los postres, el gracejo, y el «¡Gracias, Manolo, por tu ayuda!».

Los encuentros institucionales con solomillo de por medio están muy bien, pero hay que ajustar su celebración a la oportunidad. Días atrás, en la sede del Consejo del Poder judicial, su presidente, Carlos Dívar, ofreció un almuerzo al presidente del Gobierno, a la presidenta del Tribunal Constitucional y los presidentes del Congreso y el Senado. Horas después de la interesante y amena comilitona, Zapatero y Bono presionaron a los jueces en beneficio de Garzón. Y esas presiones asustan a la sociedad.

Dívar es un jurista íntegro y los que le conocen aseguran que también es persona de altas bondades y tolerancias. No creo que el presidente del CGPJ admita presiones, por abrumadoras que sean. Nadie puede estar por encima de las leyes, incluidos los jueces. Y nadie puede intentar someter la imparcialidad de los jueces, incluido el presidente del Gobierno. Y menos aún, en presencia de José Bono, el íntimo de Garzón. Fue don Baltasar, a instancias de don José, el que montó el tinglado del lino. Aquello le costó la vida a más de un inocente –el Supremo lo echó por tierra–, y torturó a una política de excepcional honradez, Loyola del Palacio, que se fue de esta vida con anterioridad a la reposición de su honra. José Bono fue el que tuvo la feliz idea de llevarse a Garzón a la política y al PSOE. Se presentó con el número 2 por Madrid y toda suerte de promesas, que Felipe González incumplió. Fue cuando el justo, ponderado y nada rencoroso Garzón se reincorporó a la Audiencia Nacional e inició sus embestidas a su anterior promotor con el GAL. Garzón ha sido un fracasado de la política, cuando es la política el espacio que más le gusta e interesa. Ahora se ha inventado que es víctima del PP y la derecha, cuando los que le han empapelado son jueces de indudable tendencia izquierdista.

Esa comida tendría que haber sido suspendida por inoportuna. Eso, lo de la mujer del César. Dívar no hablará, pero no me cabe la menor duda, conociendo el personal, que Garzón fue el invitado invisible en aquel desajustado almuerzo institucional. Garzón es poderoso, y está moviendo Roma con Santiago para recuperar un prestigio que queda muy lejano, casi en el olvido. Le apoyan los de la ceja, algún torero y los fotógrafos de los burladeros de Las Ventas. Pero también los dueños de la boina del poder. Y Dívar tiene la obligación de manejar su agenda con delicadeza y tino. Con Garzón por medio, meter en el CGPJ a Zapatero y Bono, equivale a abrir las puertas a la coacción y la anormalidad. No mental, sino democrática.


La Razón - Opinión

El Mudito de Álava. Por José García Domínguez

¿O acaso aún ignora alguien que ante la variante criminal del nacionalismo, el PSOE es capaz de hacer cualquier cosa con la Ley, excepto cumplirla? ¿O no, agraciado Hidalgo?

Lejos de buscarle plaza en algún sanatorio ducho en amnesias preventivas, el Maquiavelo de Valladolid ha dado en premiar con un momio en Caja Vital al Mudito de Álava, sospechoso habitual también conocido por Víctor García Hidalgo. Una muy golosa canonjía apenas condicionada a que Hidalgo devenga capaz de recordar el número de cuenta donde la magia del interés compuesto deberá resarcirlo de sus patológicos lapsus. Y es que el PSOE, a diferencia del homo sapiens, nunca tropieza dos veces con la misma caja de Pandora.

El supremo error estratégico de Mister X, bien lo sabe Zapatero, fue descartar en su día la candidatura de José Amedo a la presidencia de Caja Castilla-La Mancha. Que Amedo no lo hubiera hecho mucho peor que el compañero Moltó, es seguro. Y que el dulce efluvio pecuniario de la sinecura habría curado sus episódicos accesos de incontinencia verbal, también. Sin embargo, por aquel entonces no repararon en el milagroso efecto balsámico de las terapias financieras de choque, un yerro que ahora se aprestan a enmendar con el afortunado García Hidalgo.

Un paciente cuyo cuadro clínico, por cierto, presenta paralelismos notables con la escatología hinduista. Como es sabido, para los hindús el misterio de la arquitectura del Cosmos constituye un asunto prosaico, de trivial simplicidad. Según ellos, el globo terráqueo descansa sobre un elefante, el elefante se sostiene sobre una tortuga, y la tortuga reposa encima de una serpiente. El único "pero" surge cuando se les pregunta quién se ocupa de aguantar a la serpiente; llegados a ese extremo, los fieles suelen mirar hacia otro lado y procuran cambiar de conversación.

De idéntico modo, aquel fugaz e intenso romance de la Policía y ETA en las zahúrdas del Faisán sólo pudo apoyarse en la querencia de su jefe, el muy desmemoriado Hidalgo, que, a su vez, se sostenía en el ministro del Interior, quien, por su parte, sólo podía aferrarse al presidente del Gobierno. ¿Quién aguantaba, pues, a la serpiente y quién era aguantado por ella? He ahí la etiología de todos los males súbitos que sufre nuestro enfermo imaginario. ¿O acaso aún ignora alguien que ante la variante criminal del nacionalismo, el PSOE es capaz de hacer cualquier cosa con la Ley, excepto cumplirla? ¿O no, agraciado Hidalgo?


Libertad Digital - Opinión

El caos de la Generalitat

EN democracia, la obligación de los poderes públicos consiste en resolver con eficacia los problemas reales de los ciudadanos.

Desde este punto de vista, la Generalitat ha fracasado de forma lamentable ante el temporal desatado en Cataluña: el colapso en el tráfico viario y ferroviario, más de 200.000 abonados sin luz eléctrica y una información escasa y deficiente han creado un ambiente de indignación general. Al margen del carácter excepcional de la nevada y otros fenómenos atmosféricos, la Administración catalana se ha visto desbordada e incapaz de reaccionar por la carencia de protocolos de actuación y de medios suficientes para hacer frente a las demandas de Protección Civil. Esta situación pone de relieve las nefastas consecuencias de una política «autista», cuyo único objetivo es plantear absurdos debates identitarios y repartir cuotas de poder. El tripartito se preocupa de reformar el Estatuto, poner multas a los comerciantes que rotulan en castellano o promover debates sin sentido sobre la Fiesta de los toros. Sin embargo, no ha hecho nada para remediar el caos en Barcelona y en otras muchas localidades salvo recurrir a la ayuda de la Unidad Militar de Emergencias, a pesar de la manifiesta antipatía de los nacionalistas hacia la presencia de las Fuerzas Armadas en Cataluña

Es muy lógica la indignación de los ciudadanos atrapados en sus vehículos, en los andenes de ferrocarriles paralizados o en su propio domicilio para atender a sus hijos que no pueden acudir a los colegios, ya que se han suspendido las clases. No es extraño que la clase política catalana sufra una seria crisis de credibilidad, según reflejan la escasa participación en el referéndum estatutario o el evidente desinterés hacia las continuas maniobras partidistas con fines electorales. Echar la culpa a los elementos meteorológicos es una disculpa infantil que nadie acepta a estas alturas. Tampoco bastan las amenazas de sancionar a las empresas responsables del suministro eléctrico, eludiendo así las propias obligaciones. Lo cierto es que el tripartito pierde su tiempo lamentablemente en cuestiones que sólo importan a los políticos y en cambio es incapaz de actuar con un mínimo de eficacia ante las emergencias vividas estos últimos días en Cataluña.

ABC - Editorial

Oportunidad perdida

Zapatero dejó patente en TVE su dificultad para encontrar un discurso frente a la crisis

Si el presidente del Gobierno se proponía ofrecer las claves para entender sus últimos meses de gestión, la entrevista de una hora concedida a TVE fue una ocasión perdida. No así para el propio medio, que estuvo a la altura de lo que debe ser una televisión pública. La concreción y pertinencia de los asuntos suscitados por los entrevistadores acabaron por poner en evidencia un discurso del presidente genérico y rutinario, que daba la impresión de querer ocultar tras largas parrafadas la falta de congruencia entre las respuestas y las preguntas.

El grueso de la intervención estuvo consagrado a la crisis económica. Zapatero no reconoció más error que el retraso en advertir su magnitud, pero siempre escudándose en que fue compartido por las instituciones económicas internacionales y los dirigentes de los principales países. No dio razón alguna, sin embargo, de por qué continuó negándola o relativizando su alcance cuando para todos ellos era ya una evidencia. El exceso de didactismo empleado en explicar el origen de la recesión mundial acabó por desdibujar el objetivo de su comparecencia: cómo combatirla. El presidente se refirió a las 137 medidas adoptadas para justificar que entre tantas se haya deslizado alguna contradicción. Sin embargo, el número no explica que se pase en pocas horas de estar a favor a estar en contra de la revisión del acuerdo salarial con los funcionarios, por ejemplo, o de cambiar el sistema de cálculo de las pensiones.

Zapatero tampoco respondió con claridad a las preguntas más políticas, relacionadas con las discrepancias públicas entre ministros, la pérdida de credibilidad del Ejecutivo que registran las encuestas o la capacidad para completar la legislatura. Se extravió en largos rodeos que parecían buscar en el carácter excepcional de la crisis la razón de esas disfuncionalidades.

Pero lo que sobre todo faltó fue una visión política que jerarquizara las prioridades en un discurso claro. La oportunidad de dirigirse directamente a los ciudadanos cuando se han iniciado los contactos con vistas a un pacto frente a la crisis pudo haber sido aprovechada por Zapatero para decirle a la gente que durante años hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades y que para volver a la senda del crecimiento es preciso tomar medidas de recorte del gasto (y seguramente de subida de impuestos), y que ello afecta tanto a la Administración central como a las autonómicas y locales; y que una forma de acortar los plazos entre el inicio del crecimiento y la creación de empleo será reformar el mercado laboral buscando un mayor equilibrio entre contratos fijos y eventuales.

Es decir, perdió la oportunidad de liderar la defensa de las reformas necesarias, y el acuerdo político y social para aplicarlas. Dio la impresión de no querer ser portavoz de una visión más realista pero desagradable, y prefirió buscar una identificación sentimental con los que sufren los efectos de la crisis.


El País - Editorial

Artísticas defensas del totalitarismo

Estos "artistas" nos vuelven a ofrecer buenas muestras de esa "hemiplejia moral" de la que hablara Ortega, o de esa triple "dispensa moral, práctica e intelectual" que, según Revel, ofrecía la ideología hasta para regímenes tan abyectos como el castrista.

Un puñado de artistas, muchos de ellos bastante desconocidos por otro "arte" que no sea el de vivir a costa de los impuestos de sus conciudadanos, acaba de hacer pública una carta en defensa del actor Willy Toledo tras la polémica desatada por las nauseabundas declaraciones de este último, en las que, entre otras "lindezas", denigraba al disidente cubano, muerto en prisión tras una larga huelga de hambre, Orlando Zapata, tratándolo de "delincuente común".

Con la manipulación propia de quienes empiezan por silenciar las diatribas de Toledo en favor del régimen comunista, los firmantes de la carta denigran como "agresiva y desproporcionada" la encomiable y digna reacción que se ha producido en algunos medios de comunicación que, según ellos, se ha dirigido contra "el derecho ciudadano (de Toledo) a participar públicamente del debate político". Lo cierto, sin embargo, es que la única y encomiable reacción que se ha producido ha sido la del ejercicio de ese mismo derecho, que también nos asiste a todos nosotros, y que hemos ejercido para denunciar que Toledo haya ejercido el suyo en favor de la dictadura más sanguinaria y longeva de America Latina.


Los mismos que, en defensa de Toledo, nos llaman hipócritamente a "recuperar un lenguaje despojado de violencia, que se sustente en los hechos y no en los juicios personales", son los mismos que silencian en su carta hechos tan objetivos y constatables como que Toledo denigró a Zapata como "delincuente común", o que denigró a los heroicos disidentes cubanos tachándolos de "terroristas", o que enalteció a la dictadura comunista (para él, "un modelo a seguir en muchos aspectos") al equipararla con democracias como la española que si bien son ciertamente imperfectas, todo lo humano lo es.

Ni que decir tiene que los firmantes de la carta no salen en defensa del derecho de expresión de los policías españoles y de los funcionarios que trabajan en centros para inmigrantes, y a los que Toledo tan grave como injustamente también insultó al acusarlos de llevar a cabo violaciones de derechos humanos como las que se producen en Cuba.

Afortunadamente, sin embargo, desde los sindicatos policiales se ha ejercido ese derecho ciudadano en contra de las declaraciones de Toledo, a quien, con todo, han invitado a visitar las cárceles españolas y los centros de internamiento de inmigrantes para que conozca de primera mano las condiciones en las que viven los internos y cómo a ellos pueden acceder miembros de la Cruz Roja, personal de otras ONGs, jueces o representantes diplomáticos.

Además de los millones de cubanos que todavía padecen la dictadura castrista, quienes van a tener más difícil ejercer ese derecho ciudadano para criticar las declaraciones de Toledo, tan airada y duramente como se merecen, van a ser los familiares de los "soldados españoles destacados en Afganistán", de los que textualmente el artista dijo que "están allí asesinando a afganos civiles" y perpetrando "una ocupación ilegal de un país soberano".

Esa "hemiplejia moral", de la que hablara Ortega, o esa "triple dispensa moral, práctica e intelectual" que, según Revel, ofrecía la ideología hasta para regímenes tan abyectos como el castrista, también la hemos visto en el caso del exitoso cantante y publicista de alguna que otra multinacional, Miguel Bosé.

A Bosé no se le ha ocurrido mejor cosa en defensa de su "colega" Toledo que equiparar las sistemáticas violaciones del régimen cubano, responsable de miles de muertes y generador de uno de los exilios más numerosos de la historia, con la criticable decisión de la dirección del Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat –dependiente del Gobierno del PP– de retirar una serie de fotos en las que aparecía el presidente Camps con algunos de los imputados del caso Gürtel.

Ni que decir tiene que esa absurda decisión de la dirección del Museo no se justifica en modo alguno por el hecho de la inocencia hasta ahora judicialmente reconocida de Camps en este asunto del Gürtel, ni tampoco por el hecho de que otras de las fotografías "políticas" retiradas –de las que Bosé naturalmente no ha dicho nada– hayan sido las del ex presidente Aznar recibiendo el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad del CEU u otra de Camps junto al nuevo arzobispo de Valencia. Sin embargo, equipar esa servil decisión –propia, por cierto, de la cultura subvencionada– con las vidas y los derechos humanos que de forma sistemática ha cercenado y sigue cercenado el régimen castrista es el colmo de la más cruel y frívola impostura.

Finalmente, y hablando de las dispensas de los artistas progres hacia los regimenes más abyectos, no podemos dejarnos en el tintero la que le ha brindado al régimen chavista el actor estadounidense Sean Penn. Este ha considerado que "deberían ir a prisión" cuantos califiquen de "dictador" a Hugo Chavez.

Aunque consideremos a Penn bastante mejor actor, y desde luego mucho menos subvencionado que los firmantes de la carta en defensa de Toledo, también nos ofrece una elocuente muestra de para qué repugnantes dispensas ejercen estos artistas progres "el derecho ciudadano a participar públicamente del debate político": precisamente, para defender a aquellos que lo primero que hacen tras alcanzar el poder es cercenar, entre otros, ese mismo derecho.


Libertad Digital - Editorial

La España menguante

ESCRIBE AQUÍ EL ENCABEZAMIENTO

HA transcurrido la mitad de esta segunda legislatura de Rodríguez Zapatero al frente del Gobierno y el balance de la situación, sin catastrofismo alguno, pone a España ante un futuro de decadencia en los principales capítulos que definen a una sociedad moderna. La crisis española no es sólo económica, y aun siendo ésta muy grave, hay otras mucho más estructurales y dañinas. Ahora bien, nada está sucediendo por azar: junto con los factores cíclicos que afectan a toda nación, España sufre las consecuencias de unas concretas decisiones políticas tomadas por el PSOE, antes incluso de recuperar el poder en 2004, para alimentar una estrategia de revisión histórica revanchista. Tras la ominosa derrota de 2000, el PSOE se conjuró para evitar nuevas victorias de la derecha y no dudó, desde el pacto del Tinell, en 2003, en desvincularse de los valores de la Transición, que consideraba un pacto claudicante ante la derecha, y en instaurar un discurso que trataba al Partido Popular como un enemigo y no como un adversario. La división de la sociedad española en posiciones irreductibles era el escenario deseado por el socialismo para recabar la adhesión de la extrema izquierda y de los nacionalismos radicales. Éste ha sido el fundamento de las victorias electorales del PSOE en 2004 y 2008.

Nada ha quedado a salvo de este movimiento destructivo de los lazos de convivencia. Si el citado pacto del Tinell sentó las bases de una dinámica frentista, su primera formulación legal, el Estatuto de Cataluña, solemnizó la ruptura del Estado unitario y autonómico pactado en la Constitución de 1978. Y esa misma mano disolvente se aplicó a los fundamentos del sistema y la nación. No hay precedentes de una inestabilidad como la que aflige al Tribunal Constitucional, o de un malestar como el que refleja un Poder Judicial politizado y acosado. El sistema educativo se ha deslizado por el camino de la mediocridad, cercenando las expectativas de progreso de cientos de miles de jóvenes, privados de cualificación para el futuro. La proyección exterior de España consiste en el vagabundeo de una diplomacia errática, oscilante entre el abrazo a dictadores -pagado con desprecios- y el abandono de nuestros aliados y vecinos. La presidencia española en Europa se califica por sí sola. Tampoco se ha privado el Gobierno de practicar un intervencionismo moral agresivo contra la sociedad, con leyes como el matrimonio homosexual o el aborto libre. Y, por supuesto, se ha aplicado con ahínco a la tarea de remover la dolorosa historia reciente de esta España menguante.

ABC - Editorial