domingo, 21 de marzo de 2010

Los calzoncillos del felipismo. Por Pablo Molina

Durante el felipismo trincaba todo el mundo, dentro del Partido Socialista me refiero, y el que no se enriquecía de la noche a la mañana o trataba de ser honrado era señalado por sus compañeros como un esquirol.

Luis Roldán es una excelente materia de estudio para que las jóvenes generaciones de españoles conozcan cómo funcionaba el Gobierno de nuestro país en los primeros años noventa. Los últimos gabinetes de Felipe González Márquez, líder proletario que ahora anda aconsejando a multimillonarios, construyéndose casoplones en la morisma y dando lecciones de ética, no robaron más porque no tuvieron más dinero público a su alcance. En esa época trincaba todo el mundo, dentro del Partido Socialista me refiero, y el que no se enriquecía de la noche a la mañana o trataba de ser honrado era señalado por sus compañeros como un esquirol y obligado a abandonar la política para no dar mal ejemplo. El principal ministro de Hacienda del felipismo, Carlos Solchaga, llegó a decir que España era el país en el que más rápido podía uno enriquecerse y sus compañeros de partido se emplearon a fondo para no dejarlo por embustero. Mientras tanto, el ministro de infraestructuras, un tal José Borrell, aparecía en la televisión pública suplicando a los empresarios que, por el amor de Dios, no corrompieran más a los altos cargos del partido de los cien años de honradez. Terminó defenestrado, claro.

Al socaire de la Exposición Universal de Sevilla y las olimpiadas de Barcelona en el año 92, hubo fortunas que surgieron espontáneamente y miles de semianalfabetos vinculados a "la pesoe" que a base de cafelitos cambiaron de casa, dejaron a su esposa y se montaron por primera vez en un Jaguar con su camiseta de tirantes y sus chanclas reglamentarias. Uno de ellos fue Luis Roldán, director general de la Guardia Civil con Felipe González Márquez (de profesión actual sus bisuterías), que tuvo la virtud de escenificar en la portada de una revista de gran tirada la perfecta vinculación entre la ética y la estética del felipismo, apareciendo en calzones "turbo" y camiseta de rejilla en un "meublé", mientras celebraba el último sablazo a la caja de la asociación de huérfanos de la Guardia Civil rodeado de puticas.

Condenado a treinta y un años de cárcel por cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública, sólo ha cumplido quince, los últimos cinco en régimen abierto. Las estimaciones más modestas calculan que robó a los españoles casi veinte millones de euros, de los cuales sólo se ha podido recuperar poco más de un millón. Del resto se desconoce su paradero. El protagonista dice que fue a su vez robado por otro personaje típico del felipismo, Francisco Paesa, y que vive prácticamente de la caridad. Imaginaciones suyas, claro, pero de ser cierto debería pedirle trabajo a su antiguo jefe. En la mansión de Tánger seguro que andan escasos de mayordomos y jardineros.


Libertad Digital - Opinión

Banderolas. Por Ignacio Camacho

PARA recibir a Zapatero, el alcalde de Sevilla —que está con un pie en la calle y el otro en la puerta— ha mandado colgar banderolas y gallardetes como si se tratase de la boda de Carlos V, que también se celebró, como el Consejo de Ministros, en los Reales Alcázares. Sólo han faltado los arcos triunfales y el Te Deum Laudamus Domine. A los andaluces nos fastidian mucho los tópicos orteguianos, sobre todo los del servilismo y la tendencia a entregarnos en espectáculo al visitante, pero no perdemos ocasión de caer en ellos y ofrecer de nosotros mismos una imagen cortijera, como en esa estampa cruel de «Los santos inocentes» —aunque ésta sucedía en Extremadura— en que llegaban los señoritos a entregar el aguinaldo a la endomingada servidumbre de la finca.

Zapatero traía un limosneo más bien roñica, con el importe de la célebre «deuda histórica» —otra expresión más bien mendicante, que tal parece que el hecho diferencial andaluz es que nos deben dinero-trocado en solares devaluados por la desinflada burbuja inmobiliaria y una calderilla para el PER que solivianta en Madrid a quienes lo confunden con el voto cautivo porque no saben que el verdadero mecanismo clientelar no está en los jornales agrarios sino en los subsidios institucionales.


Pero sobre todo les traía a los socialistas andaluces una especie de socorro de emergencia en forma de operación de propaganda, en un momento en que a tenor de las encuestas el Gobierno bien podría haber declarado zona catastrófica su vivero electoral más querido. Como el zapaterismo ha licuado del todo la política, aventándola de contenidos a beneficio de la apariencia, la ayuda prestada ha sido más bien gestual, escenográfica y vacía de fondos, como si los talones del Estado estuviesen escritos con tinta simpática. Puro marketing: mucha parafernalia y poco dinero. En la pragmática Cataluña se habrían sentido insultados por la maniobra.

En realidad, y dada la caída en picado de la valoración del presidente, el cable se lo tendría que haber echado Griñán a él, que es el que está lastrando con su baja forma la larga hegemonía del régimen andaluz. Pero Griñán no tiene chequera de la que tirar, ni siquiera para firmar en barbecho, y además la gente no lo conoce y aún se pregunta quién es ese señor con barba que antes aparecía al lado de Chaves. Juntos, Zapatero y él parecen dos náufragos tratando de sostenerse mutuamente a flote, a base de trucos virtuales que es lo único que en este momento puede ofrecer la socialdemocracia. El clientelismo se basa en amarrar voluntades con la cuerda del presupuesto, pero cuando éste se queda corto se empiezan a escapar los votos de la gavilla. Entregar suelos baldíos en vez de inversiones contantes equivale a una confesión desesperada de insolvencia que no se puede tapar con las banderolas de Bienvenido míster Marshall porque míster Marshall está en quiebra y debe hasta de callarse.


ABC - Opinión

Roldán, ni tira de la manta ni devuelve lo robado

Ningún corrupto debería salir de prisión hasta que devolviera hasta el dinero robado, porque el aliciente de poder disfrutar de la fortuna amasada ilegalmente tras unos pocos años de cárcel es suficiente para que los casos de corrupción sigan aflorando.

Luis Roldán es el decadente ejemplo de lo que fue el felipismo para España, cuyos últimos años ofrecieron a unos españoles atónitos el mayor cúmulo de escándalos políticos que se recuerdan en la historia de cualquier país. Condenado a treinta y un años de cárcel por los delitos de cohecho, falsedad en documento mercantil, malversación de caudales públicos, estafa y delito contra la Hacienda Pública, el exdirector de la Guardia Civil con el PSOE sólo ha cumplido quince, los últimos cinco en régimen abierto. Excesiva generosidad teniendo en cuenta que no ha devuelto voluntariamente ni un solo euro de los varios millones que amasó ilegalmente al amparo de su cargo.

Tras muchas pesquisas de la administración tributaria, a Roldán sólo se le han podido incautar bienes que, en su conjunto, no llegan a cubrir ni el veinte por ciento de la cuantía total que robó de las arcas públicas, incluida la caja destinada a ayudar a los huérfanos de la Guardia Civil. Es difícil entender que alguien pueda saldar su deuda con la Justicia sin restituir lo robado a sus legítimos dueños, que somos todos los españoles, pero los beneficios penitenciarios de un sistema legal ideado para favorecer al delincuente en detrimento de las víctimas producen situaciones tan lamentables como la que hoy comentamos.

No es ocioso recordar, no obstante, que en la época en que Roldán se escondía de la Justicia española en exóticos parajes, para volver a nuestro país de la mano del entonces ministro de Justicia e Interior Juan Alberto Belloch en uno de los episodios más rocambolescos que se recuerdan, ya había en el Gobierno personajes muy conocidos que Zapatero ha recuperado para su equipo, como si el piélago de corrupción que amparó su partido en los noventa hubiera sido sólo una anécdota. Aquí siguen, por ejemplo, la Secretaria de Estado de Justicia con Belloch, hoy vicepresidenta primera con Zapatero, y el portavoz del Gobierno más corrupto de la historia de la democracia, en la actualidad al frente del Ministerio del Interior.Ninguno de los dos tiene, al parecer, nada que opinar sobre la excarcelación de Luis Roldán sin que se sepa dónde están los muchos millones de euros que se apropió ilegalmente delante de sus narices. En cambio no hay que animarles demasiado para que den lecciones de moral pública al partido rival por un asunto como el caso Gürtel -tan hediondo como el de Roldán, dicho sea de paso-, como si ambos acabaran de aterrizar en la política española.

Ningún condenado por corrupción debería salir de prisión hasta que devolviera hasta el último céntimo robado. En caso contrario, el aliciente de poder disfrutar de la fortuna amasada ilegalmente tras unos pocos años privados de libertad es suficiente para que los casos de corrupción sigan aflorando en la política española. Roldán es un ejemplo, pero lo peor es que con el sistema penitenciario actual no será el último.


Libertad Digital - Opinión

El truco de la Deuda Histórica

LA sorpresa encerrada en los acuerdos alcanzados el pasado viernes en el Alcázar de Sevilla entre el presidente del Gobierno de la Nación y el de la Junta de Andalucía para poner fin al litigio por la Deuda Histórica puede convertirse en el mayor escándalo de la autonomía. Frente a los 509 millones de euros en que se valoraron los activos de Agesa en el acuerdo de pago de la Deuda Histórica entre Rodríguez Zapatero y Griñán, lo cierto es que la página web de esta entidad fija su valor en 155 millones. Estamos hablando, pues, de una sobrevaloración de 354 millones, que ya se veía venir cuando, hace cuatro meses, la Junta valoró Agesa en 200 millones menos de lo que lo hizo el pasado viernes. No contento con desembolsar la Deuda Histórica en solares, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero hace ahora trampa y sobretasa una empresa pública para hacer creer que está saldando la Deuda.

La Deuda Histórica del Estado con Andalucía se cifró en su día en 1.204 millones de euros, de los que todavía quedaban por pagar 784. El viernes se desbloqueó el acuerdo con el presidente de la Junta de Andalucía, Comunidad que recibirá dos millones en efectivo y el resto en solares y en los activos de Agesa. Éstos son el grueso del pago, por lo que el engaño adquiere proporciones de imprevisibles consecuencias. Mientras España estuvo gobernada por el ejecutivo de José María Aznar, el Gobierno de Manuel Chaves no cesó un minuto de reclamar esta deuda estatutaria. Pero la inesperada victoria electoral del PSOE en 2004 obligó a los socialistas andaluces a dar un volantazo, y de no haber sido por la labor de la oposición, la Deuda Histórica se habría olvidado. Pero este súbito cambio de actitud no ha logrado cerrar el expediente, y ahora que las expectativas electorales del PSOE-A están peor que nunca, con unas encuestas claramente favorables al PP, se intenta dar cerrojazo en falso. José Antonio Griñán no puede escapar sin más de un escándalo de esta naturaleza; debe dar explicaciones contundentes cuanto antes, y asumir su responsabilidad en un trato que una vez más ofende a Andalucía y con el que él sirve a su señor, aunque éste se halle instalado en la improvisación permanente de una demagogia sin límites y sin rubor.

ABC - Editorial