jueves, 25 de marzo de 2010

Feijóo y la derecha gélida. Por Cristina Losada

Núñez Feijóo ha sido fiel a una vieja tradición de la derecha. Una tradición de tecnócratas que detestan involucrarse en asuntos que desaten controversia ideológica.

El cubano Javier Fernández ha dejado la huelga de hambre que mantenía en Santiago de Compostela. Había comenzado su ayuno el 26 de febrero en señal de protesta por la muerte del albañil Orlando Zapata en las cárceles castristas y con la intención de despertar el apoyo hacia la causa de la libertad y los derechos humanos en Cuba. Lo segundo, reconoce, no lo ha conseguido con la amplitud que esperaba y merecía. Fernández se ha dado de bruces con el silencio.

Buena parte de la prensa ha sido cicatera, por no decir hostil. Hace dos semanas, una nota de Europa Press se abría con un escéptico "dice llevar 13 días en huelga de hambre". Un disidente del comunismo siempre es sospechoso. De partidos como el PSdG y el BNG supongo que no esperaba nada. Aún se recuerda la alegre excursión a La Habana que organizaron cuando gobernaban. Se bebieron cuatrocientos mojitos y ni así tuvieron agallas para mencionar la terrible situación de los presos políticos. Bromeo. Ni se les pasó por la cabeza.

Fernández sólo podía mirar hacia el Partido Popular de Galicia y el Partido Popular de Galicia decidió no mirarle. "Ha pasado por delante de mí todos los días y ni siquiera me miró", ha dicho de Feijóo, presidente del partido y del Gobierno gallego. Era razonable confiar en un respaldo explícito cuando la dirección nacional mantiene una posición firme contra la dictadura de Castro. Pero, ay, la autonomía es muy suya. Sólo el portavoz compostelano del PP se dignó a prestarle atención. En los 25 días de la huelga de hambre no hubo forma de que la Xunta tuviera un gesto. Bueno, sí, el de mirar para otra parte.

Típico. Núñez Feijóo ha sido fiel a una vieja tradición de la derecha. Una tradición de tecnócratas que detestan involucrarse en asuntos que desaten controversia ideológica. De gestores que se sienten incómodos en la formulación de ideales y rehúyen expresar la dimensión moral e intelectual de los principios que representan. No extrañe, así, que sea la izquierda la que se haga cargo de ese capítulo. La que aparezca como patrona natural de los derechos humanos, la libertad, la igualdad y la justicia. En relación con Cuba, la derecha está, en España, sola en la defensa de tales causas. Pero con Javier Fernández se impuso la frialdad de las almas de contable.


Libertad Digital - Opinión

Las razones de ETA y los demás. Por Hermann Tertsch

DICE don Jaime Mayor Oreja, ese hombre que ha visto morir a casi todos sus compañeros de UCD en los años ochenta, que vio cómo se liquidó a su partido en aquellos años en nuestras provincias Vascongadas y morían uno tras otro los miembros de la Guardia Civil y la Policía, que el Gobierno español vuelve a embarcarse en una negociación que dejará en la calle a centenares de asesinos de casi un millar de compatriotas nuestros. Volvemos a las andadas. Nuestro gobierno, angustiado por las miserias que ha causado, busca árnica. Y la busca entre nosotros. Quiere una vez más bizcar la confraternización con los asesinos. Mal asunto.

La depravación moral que bajo Zapatero iniciaron los socialistas nada tiene que ver con la miseria encauzada por Felipe González. Es peor porque tiene menos inteligencia. Matar es casi menos malo al final que engañar siempre. Porque es menos sofisticada la solución frente al enemigo. Porque es en realidad mucho más paleta. Si hubiéramos tenido a un Winston Churchill joven lo habríamos comprobado. Y con la seguridad, lo dicen todos los que saben de ello, que lo peor que se puede ser no es malo, sino paleto, no perverso, sino idiota, menos canalla que imbécil. Pero tan tóxico nadie ha podido ser en nuestra historia moderna. Peor casi que el crimen es la complicidad. Y la complicidad existe. Nadie que se haya acercado a este eterno adolescente, dependido de él, ha salido impune ni decente. Si hubiéramos tenido a un Churchilll y no al vallisoletano leonés, hubiéramos tenido una salida digna de nuestras cuitas.


Porque aquel británico enorgullecía a todo aquél que con él trabajara. Mientras este emponzoña todo lo que toca. Nadie que haya visitado la basura intelectual de este presidente del Gobierno ha vuelto a ser una persona con mediana probidad. El veneno de la mentira está tan perfectamente inoculado en todo lo que atraviesa su camino que no hay dignidad después de un almuerzo en la actual Moncloa.

Este hombre que nos ha caído en el Gobierno de la Nación española, en su cúpula, por la gracia ya no de Dios, sino de algún enemigo indescriptible de los intereses de nuestro país y una constelación maldita, ha resultado ser una maldición. Pero además una maldición perfectamente ridícula. Mayor Oreja lo sabe. Ha visto muchos muertos. Sabe quién es el amigo, sabe quién es el enemigo y sabe muy bien quiénes son los cómplices. Aquí hay mucho miserable que cree que nuestros logros contra quienes asesinaron a Javier Ybarra Bergé -¿se acuerda alguien? Yo sí, casi todos los días, como del suicidio de Primo Levi, todos los días pienso en quienes hicieron y vivieron por nosotros- y por supuesto de todos nuestros servidores del Estado, de quienes mataron a Miguel Ángel Blanco.

De quienes han matado a lo mejor de los servidores de una democracia emergente y una sociedad que quería quererse, que supo hacerlo y hoy ha perdido su ilusión en montar una sociedad con esa dignidad que una comunidad de seres honestos y dispuestos, enhiestos y emocionados por la gesta de la convivencia se conceden.

ETA es, sin duda, una basura asesina residual. Pero ETA tiene un plan. Y quienes en el País Vasco viven de ETA no son ETA en sí. Pero no son pocos. Y quienes tenemos unas vidas que sí dependen de ETA, porque nos ha marcado de por vida, sabemos que cualquier acuerdo de este Gobierno con ETA, que lo está labrando, supone una infamia y un insulto a nuestros muertos, que son muchos. Pero también una amenaza para quienes vivos sabemos que la profunda inmoralidad del gentucismo nacional, es decir, de la secta de Zapatero, nos pone siempre en peligro aunque le solvente a él mayorías. Quienes hemos vivido la tragedia nacional del terrorismo, sabemos que Mayor Oreja tiene razón. Los asesinos están en ETA. Sus cómplices necesarios están en nuestro Gobierno y en todas las alianzas miserables que partidos nacionales han hecho.


ABC - Opinión

Mayor Oreja. Por José García Domínguez

Al ex ministro del Interior le asiste la íntima convicción de que aquel Zapatero perito en identificar hombres de paz en las zahúrdas no ha dejado de ser igual a sí mismo tras el cambio de legislatura.

Resulta enternecedor el llanto inconsolable de ese coro de vírgenes impolutas, las plañideras del Gobierno, ante la muy intolerable afrenta a que acaba de someterlas Jaime Mayor; enternecedor e inopinado, por cierto. Y es que en buena lógica cartesiana debiera llenarlas de gozo, cuando no de legítimo orgullo, que Mayor barrunte para sí que aún andan en lo suyo de siempre, o sea, en el "final dialogado de la violencia" tan caro a sus oídos. A esos efectos puramente estimulantes, que el vasco yerre o no habría de ser lo de menos. ¿O acaso no sentenciaron ellas mismas en solemne y ominosa declaración parlamentaria que la política está llamada a finiquitar el terrorismo? La política, no la Guardia Civil; la política, no la Gendarmería. ¿A qué viene entonces tanto crujir de dientes y tanta lágrima de cocodrilo?

Cierto es que las pruebas de cargo ofrecidas por Mayor son puro calco milimétrico de las que aportó Cospedal a cuenta de su célebre espionaje dizque telefónico; esto es, ni más sólidas, ni menos líquidas e igual de gaseosas. Ocurre, simplemente, que al ex ministro del Interior le asiste la íntima convicción de que aquel Zapatero perito en identificar hombres de paz en las zahúrdas no ha dejado de ser igual a sí mismo tras el cambio de legislatura. Certeza que no hace de él ni un miserable ni un desvergonzado, tal como se han apresurado a descalificarlo Blanco, De la Vega, Alonso y demás apologetas amnésicos del "proceso". Que ya apenas falta ver a la Nierga saltando a escena, iracunda, para tildarlo de felón y rastrero por pretender que los socialistas pudiesen andar en algún dialogo con ETA.

Y, sin embargo, desbarra Mayor en la premisa moral sobre la que se sustenta su argumentación toda; es decir, en el supuesto implícito de que el proceder de Zapatero obedecería a algún imperativo que fuese más allá del puro y simple oportunismo inmediatista. En su recta candidez, quiere creer el hombre que la dirección del PSOE aún alberga algo lejanamente parecido a aquello que los antiguos llamaban convicciones, por siniestras que fuesen. Como tantos, no concibe que el gran, supremo peligro de Zapatero reside en que dentro de su cabeza no hay nada. Ni siquiera una conjura.


Libertad Digital - Opinión

Más revolcones a Garzón

LA más que probable invalidación de la mayoría de las grabaciones ordenadas por el juez Baltasar Garzón con conversaciones mantenidas en prisión entre varios imputados del «caso Gürtel» y sus respectivos abogados no supondrá la anulación de este proceso ni tampoco su sobreseimiento inmediato.

Sin embargo, representa un doble varapalo: primero, para el propio Garzón, cuya inicial investigación de este asunto en la Audiencia Nacional -después pasó a ser competencia del Tribunal Superior de Madrid- ha quedado seriamente desautorizada; y segundo, para la propia Fiscalía, que pierde algunas de sus principales bazas para sostener sus tesis acusatorias contra algunos imputados. Una vez que el TSJM dicte oficialmente el auto de invalidación de las escuchas, el «caso Gürtel» tendrá que ser necesariamente sometido a un nuevo enfoque jurídico por parte del magistrado instructor, el Ministerio Público y las defensas. De hecho, a partir de ahora se abre un periodo de incertidumbre jurídica sobre la validez, por ejemplo, de todas las declaraciones prestadas ante el juez en comparecencias posteriores a las escuchas que ya no serán válidas, lo que seguramente obligue al actual instructor a repetir muchas diligencias.

Probablemente tengan razón quienes desde el Gobierno y el PSOE se afanaron ayer en asegurar que el futuro judicial del «caso Gürtel» no está comprometido por una actuación, la de Garzón, que se ha revelado vulneradora de derechos. Si, más allá, esa conducta fue también imprudente o prevaricadora tendrá que decidirlo el Tribunal Supremo, que en febrero admitió a trámite otra querella contra Garzón por estas escuchas. Pero con su actuación, Garzón puede llegar a convertirse paradójicamente en el mejor abogado defensor de algunos acusados, porque su personal forma de entender y administrar la justicia se ha terminado convirtiendo en una trampa para sí mismo y en una ventaja para presuntos delincuentes. En este caso, no se trataba sólo de una cuestión de principios, sino también de legalidad. Un instrumento como el de las escuchas jamás debe utilizarse arbitrariamente, sin la debida justificación y control, y sin garantías de que no se producirá vulneración alguna de derechos. Con tres querellas en su contra admitidas a trámite por el Supremo -una de ellas en la fase previa al juicio oral- y con el revolcón que le ha dado el TSJM, la permanencia de Garzón en la Audiencia se antoja un ejercicio de supervivencia. Sencillamente, resulta insostenible, por muy legitimado que esté hasta que vaya a ser juzgado por el TS o el CGPJ se decida a suspenderlo.

ABC - Editorial