sábado, 27 de marzo de 2010

Un apagón contra el calentón (global). Por Pablo Molina

Adelanto que este sábado, entre las 20:30 y las 21:30, voy a encender todas las luces de casa, el aire acondicionado, la calefacción y voy a conectar de nuevo las luces navideñas, que siempre dan un toque entrañable al conjunto.

Este sábado, la humanidad entera está convocada a realizar un gesto simbólico para salvar al planeta de la voracidad capitalista. A instancias del equipo calentólogo habitual, todos estamos invitados a apagar durante una hora las luces de nuestras casas, en una especie de ritual destinado a aplacar la ira de la Pachamama que, según los ecologistas y los alcaldes del PP, no deja de calentarse.

Los datos dicen lo contrario, que la Tierra no ha dejado de enfriarse en la última década como hemos podido comprobar especialmente durante este invierno con sólo asomarnos a la calle, pero ¿qué es la realidad para unas ONG que han hecho del chantaje ideológico su principal fuente de financiación?


El patriarca del calentamiento, con permiso de Su Goricidad, ha dimitido después de demostrarse que había mentido como un salvaje en los supuestos estudios que avalaban la teoría del calentón. Ha nevado en lugares donde no se recordaba la presencia de este fenómeno desde hace décadas, los termómetros han pulverizado a la baja sus registros en más de medio mundo, se congelan mares y ríos por primera vez en muchísimos años, se ha demostrado, en fin, que el calentamiento global es un fraude, y la única reacción de sus promotores ha sido dejar a un lado lo del calentón y volver a hablar genéricamente del "cambio climático", porque un cambio puede producirse en ambas direcciones y así quedan cubiertas todas las eventualidades.

Además de insultar a la inteligencia de los ciudadanos, los políticos están sangrando nuestros depauperados bolsillos con medidas restrictivas de todo tipo que no sirven más que para llenar el de los que se han erigido en justicieros climáticos en representación de todo el planeta. En la izquierda esta actitud es consecuente con su trayectoria, pero se suponía que los representantes de la derecha liberal y conservadora iban a tener una disposición más respetuosa con sus votantes y una relación menos conflictiva con la realidad. Bueno, pues no. No hay alcalde del PP que no se haya sumado con todo entusiasmo a hacer el chorra este sábado apagando las luces del consistorio, no sea que los progres del municipio lo acusen de asesino de bebés foca. Pero es peor aún, porque de sus declaraciones se extrae la evidencia de que estos tíos realmente creen que la tierra se está calentando a pasos agigantados y que hay que luchar en la misma trinchera de los que hacen todo lo posible para expulsarlos del poder, y no durante una hora, sino todos y cada uno de los días del año.

Pues bien, ante semejante rendición neuronal, adelanto que este sábado, entre las 20:30 y las 21:30, voy a encender todas las luces de casa, el aire acondicionado, la calefacción y voy a conectar de nuevo las luces navideñas, que siempre dan un toque entrañable al conjunto. La Tierra se está enfriando y no quiero que los ancianos del Pirineo se congelen en uno de estos arrebatos antiecológicos de la Pachamama, empeñada en no hacer caso a los dictados de sus defensores de cuota. Eso sí es solidaridad. Están todos ustedes invitados.


Libertad Digital - Opinión

Las verdades de Mayor. Por Tomás Cuesta

LA rotundidad con la que Zapatero afirma que no hay ni habrá diálogo con los asesinos etarras es la misma con la que llamaba antipatriotas a quienes decían en plena crisis que había crisis.

Al presidente del Gobierno le someten a la máquina de la verdad y podría jurar que es políglota sin que el polígrafo registrase el más leve indicio de movimiento. Se puede engañar incluso a sí mismo y no acordarse, que es uno de los síntomas recurrentes del síndrome de la Moncloa. De otra parte, Jaime Mayor Oreja, ex ministro de Interior de Aznar, dice que el Gobierno negocia con ETA y que, como es natural, no dispone de evidencias al respecto para mostrarlas en pública audiencia, pero que no se retracta de la denuncia.

Mayor Oreja es un tipo extraño en política, bastante dado a la reflexión y negado, hasta donde se sabe, al trinque, ya sea de cargos, prebendas, espirituosos o directamente recursos públicos. Un individuo perseguido por ETA con especial saña, pues durante su etapa en Interior diseñó la estrategia global y legal (una diferencia nada sutil respecto al pasado y al presente) que ha reducido la capacidad mortífera de ETA a mínimos históricos. Se trató del Pacto Antiterrorista, la Ley de Partidos, la vía policial y la denuncia internacional de Batasuna y ETA. A día de hoy, el Pacto está disuelto, ANV controla ayuntamientos vascos (que es lo mismo que recibir dinero, tener censos, disponer de información sensible...) y los terroristas han accedido a las instituciones europeas y se pasean por Irlanda dando conferencias. Sí, Otegi está en la cárcel. Pobre. Las víctimas de ETA, por cierto, sean de uno u otro colectivo, después de la experiencia sufrida en la pasada legislatura (y no hace falta dar nombres) sospechan lo mismo que dice Mayor Oreja, aunque ellas, para Zapatero, definitivamente no cuentan.

Es más que probable que Mayor Oreja esté un tanto irritado con lo que sucede, pese a que no es hombre dado a mostrar sus emociones y tampoco es justo poner en la balanza del crédito las veces que Mayor ha dado en el clavo, eso que tanto irrita a la progresía. Pero no deja de ser cierto que fue el primero, lo cual era su obligación, en hablar de tregua-trampa cuando los asesinos intentaron seducir a Aznar y también fue el primero en captar que el PNV se echaba en brazos de Batasuna en aquel Pacto de Estella que luego se versionó como Plan Ibarretxe por si colaba. Es decir, que si alguien entiende de meteorología vasca es Mayor Oreja, por no hablar de los canales habituales y de las múltiples vías de contacto en la sociedad de la comunicación entre unos y otros, aquellos y ellos.

Si hasta Mariano Rajoy se ha puesto del lado de Mayor Oreja en vez de enseñar el perfil. Ante tamaña muestra de apoyo de alguien más bien tibio, habrá que empezar a demandar algunos gestos al Gobierno para confiar en la veracidad de sus afirmaciones. Lo tiene fácil, muy fácil. Basta con que retiren el aval que se pidió en el Congreso para dialogar con ETA. Es sólo un gesto de cara a la galería, pero quedaría tan bien y podría acallar tantos rumores. O el mismo aval que se pidió en el Parlamento europeo. O que se actuara contra los ayuntamientos de ANV. Sólo con esos gestos, los ojos de Rodríguez «mírame a los ojos» Zapatero ganarían en credibilidad.


ABC - Opinión

Zapatero y yo. Por Alfonso Ussía

No han existido dos presidentes en Europa menos valorados que Zapatero y el arriba firmante.

Lo fui de un «broker» de Reaseguros francobritánico. La sociedad se llamaba «Ferrié & Rowbothan» y mi participación presidencial animó la llegada del desastre. Me enteraba de la marcha de la sociedad por la asistenta de uno de los socios. Cuando se reunían en Madrid los representantes de los asociados, era invitado amablemente a sentarme en la mesa del Consejo en el sillón preferente, pero a condición de no abrir la boca. Y cuando septiembre llegaba y se reunían todos los reaseguradores de Europa en Montecarlo –«le rendez-vous de septembre»–, mi presencia en Mónaco se limitaba al turismo. Nadie me hacía ni puñetero caso. El turismo en Mónaco tiene un margen limitado. Al tercer día de visitar el Oceanográfico y conseguir que los congrios del Mar Rojo te reconozcan, el interés turístico monegasco sufre una notable mengua en su intensidad. Allí se reunía el negocio del Reaseguro de Europa, y Europa me daba la espalda con contumacia. Gané en el casino del «Hotel Loews» –sito sobre el túnel que todo el mundo conoce por las carreras de Fórmula Uno–, y aquel detalle me hace guardar un aceptable recuerdo de Mónaco, un Estado bastante chocante. Se puede conocer y recorrer en dos horas y media sin toparse con monegasco alguno. Pero mis quejas europeas tienen base, peana y fundamento.

Para mí, que a Zapatero le hacen todavía menos caso. Ni de presidente semestral de la Unión Europea le invitan a las reuniones importantes. Se hace fotos en Bruselas, junta sus manos a las de Papandreu, y cuando se cree inmerso en el club de los que deciden el futuro europeo, entre Ángela Merkel, Nicolás Sarkozy, Durao Barroso y el belga Van Rompuy, le convencen para que proceda a darse un voltio por la «Grand Place» mientras ellos se reúnen y tratan de asuntos serios.

Bruselas es una grande y triste ciudad, siempre cobijada por las nubes. Los bruselenses, cuando el sol luce, abren la boca del pasmo. Se come muy bien, mejor que en París y Lyon, y tiene la ventaja de la presencia de un extenso funcionariado europeo. Bruselas, que es francófila, puede ser perfectamente dominada sin saber a ciencia cierta el significado de «oui» o «le canard est vert». Se habla español y siempre surge un compatriota en cualquier esquina. No se puede sentir ajeno Zapatero paseando por sus ordenadas calles mientras sus presididos solucionan los problemas económicos de Europa. A Zapatero le permiten hacer un discurso de cuando en cuando para evitar las murmuraciones. Como el Consejo Nacional franquista –ubicado en el Palacio del Senado– hacía con Franco. Le preguntaron a don José María Pemán para qué servía el Consejo Nacional, y estuvo torero. «Para que sus miembros se reúnan una vez al año con el fin de oír un discurso de su aconsejado». Lo mismo sucede con Zapatero. Los presididos se reúnen sin Zapatero y cuando no hay más narices, le dejan soltar un discurso mientras ellos piensan en sus cosas, siempre más importantes. Tengo un amigo, parlamentario europeo holandés, al que Moratinos atemoriza. Dice el de Orange que Moratinos parece una rana siempre dispuesta a dar un salto para comerse al interlocutor. No está mal visto. Sucede que Moratinos también se aburre, y está harto de pasear con el presidente de la Unión Europea mientras los presididos adoptan las decisiones. Europa no es para nosotros, José Luis.


La Razón - Opinión

El euro sobre el alambre

Es todavía una incógnita el desenlace de esta enfermedad infantil de la divisa europea. Podría llevársela por delante o fortalecerla, todo depende de lo acertado de las decisiones en la cúpula política y monetaria de la UE.

La crisis de la deuda griega está tocando sus últimos compases antes de que se produzca lo que parece inevitable: o la expulsión del euro –a lo que le seguiría la bancarrota–, o el fin de la soberanía griega sobre su política económica. Los líderes de la Unión Europea se inclinan por lo segundo, o al menos eso es lo que se deduce del plan de contingencia que, en la reunión de Bruselas, han previsto a dúo Angela Merkel y Nicolas Sarkozy. Sin dar un solo número que asuste a los mercados más de lo que ya lo están, la intención del eje –esta vez monetario– francoalemán es enfriar la olla a presión en la que se ha transformado la eurozona desde que, hace unos meses, los acreedores empezaron a dudar de la solvencia del Estado griego.

Pero, ¿cómo hemos llegado a esta lamentable situación en la que la moneda única corre riesgo de desaparecer arrastrando consigo a la primera potencia económica del planeta? La razón hay que buscarla en la irresponsabilidad de los Gobiernos del continente, de todos, aunque el presidido por el socialista Papandreu haya pulverizado todos los récords de derroche. El Pacto de Estabilidad se firmó hace más de 15 años para evitar situaciones extremas como esta. Los diferentes Estados acordaron cuadrar sus cuentas, no gastar más de lo que ingresaban y mantener la deuda pública a raya. Nadie lo ha cumplido, empezando por los propios alemanes, que se lo saltan a la torera desde hace más de una década.

Pero ha sido en los países del sur, en Grecia, España, Portugal e Italia a raíz de la crisis financiera internacional, cuando el Pacto ha pasado definitivamente a ser papel mojado. Tanto el Gobierno griego como el español han incurrido en tremendos déficits presupuestarios al tiempo que han pedido prestado mucho más de lo debieran. Si Grecia sigue por este camino –y no debe olvidarse que España le sigue de cerca– en un momento u otro habrá de presentar suspensión de pagos, lo que, y esto es seguro, originará un terremoto financiero que dejaría la quiebra de Lehman Brothers en un insignificante e inapreciable temblor de tierra.

Llegados a este punto, a los socios económicos de Grecia, España y demás Estados manirrotos, es decir, a los que se embarcaron con ellos en la aventura del euro, sólo les queda hacerse cargo del desaguisado contra fondos propios y reestructurar por completo la unión monetaria. Por ahora se limitan a tranquilizar, pero más pronto que tarde habrán de aplicar una cirugía muy dolorosa, especialmente para sus cuentas, ya que el rescate de Grecia saldría por unos 75.000 millones de euros que tendrían que salir en gran parte del bolsillo de los contribuyentes de los países "saneados". España, en un alarde de imprudencia solo concebible en la cabeza de Zapatero, se ha apuntado entusiasta a colaborar con unos 2.000 millones de euros que, naturalmente, no tenemos.

Es todavía una incógnita el desenlace de esta enfermedad infantil de la divisa europea. Podría llevársela por delante o fortalecerla, todo depende de lo acertado de las decisiones en la cúpula política y monetaria de la UE. De lo que podemos estar seguros es que, después de esta experiencia, nuestra moneda no va a parecerse en nada a aquel euro confiado y optimista de hace diez años.


Libertad Digital - Editorial

Ni un etarra en los ayuntamientos

EL Consejo de Ministros aprobó ayer la presentación de una serie de reformas que cerrarán las últimas grietas que aún permiten a las formaciones y candidaturas proetarras conservar poder municipal, aun después de ser ilegalizadas.

ABC se congratula de esta iniciativa del Gobierno, porque coincide con la que editorialmente ha venido defendiendo desde 2008, cuando en estas páginas -por ejemplo, «ANV, ilegalización justa y tardía» (17-9-2008)- quedó escrito que «sería oportuno estudiar una reforma que contemplara la inhabilitación de los concejales de la formación ilegalizada que se negaran a realizar una declaración pública y expresa de repudio de la violencia, porque quien es elegido con las siglas de un testaferro de ETA no se rehabilita democráticamente sólo por quedarse sin partido o sin una parte de los fondos de su grupo municipal». La lucha contra ETA no debe dejar cabos sueltos, como ha sucedido con las ilegalizaciones decididas al amparo de la ley de Partidos Políticos -una norma que ha sido y será un ejemplo de determinación política y rigor constitucional-, que no alcanzaba a la privación del acta de concejal o parlamentario a quienes estaban incluidos en una lista anulada. La medida que ahora propone el Gobierno es coherente con la gravedad del terrorismo, se encuentra legitimada por la defensa que todo Estado debe realizar del orden constitucional y está basada en los valores superiores de la democracia y la convivencia.

Ahora bien, no basta con cambiar las leyes para que éstas surtan efecto. Es necesario, además, el compromiso político del Gobierno de llevar ante los tribunales de Justicia a todo colaborador de ETA, aunque aparezca en una lista electoral. Durante la negociación con la banda terrorista, la Fiscalía promovió una aplicación «selectiva» de la Ley de Partidos, mutilando sus efectos y dejando que buena parte de las listas de Acción Nacionalista Vasca accedieran a los ayuntamientos vascos y navarros. Nunca hubo falta de pruebas o insuficiencia de la ley. Se prefirió negociar con los terroristas. Las cosas han cambiado sustancialmente -al menos, no hay indicios de lo contrario- y la unidad política del PP y el Gobierno para acabar con ETA debe continuar asentada en la cooperación y la lealtad recíproca. La definitiva expulsión de ETA de los ayuntamientos vascos cerrará el ciclo de regeneración política de las instituciones regionales y facilitará la deslegitimación de los terroristas, complemento imprescindible de la lucha policial. Otra negociación clandestina con ETA sería traicionar la memoria de las víctimas.

ABC - Editorial