domingo, 4 de abril de 2010

Cayo y Joan. Por Alfonso Ussía

Dos grandes intelectuales del comunismo español han sido los protagonistas políticos de los últimos días.

La cultura y el buen gusto paseando de la mano, como en la balada de Françoise Hardy. De siempre he admirado la capacidad del comunista comprometido para almacenar sabiduría en su cerebro. Son formidables. La inteligencia, patrimonio de la Izquierda. El sabio diputado Joan Herrera, de «Iniciativa per Catalunya-Verds» (ICV), ha preguntado al Gobierno si tiene previsto cambiar el nombre de la base «Alfonso XIII» de Melilla, en cumplimiento de la Ley de Memoria Histórica, teniendo en cuenta que supone una «exaltación franquista». Admirable la agudeza histórica de Joan Herrera, el eximio patricio. No obstante, aquí se ha equivocado un poquitín, y el Gobierno no ha tenido otro remedio que proporcionarle un disgusto. La figura de Alfonso XIII y su reinado son anteriores al franquismo, y no hay vuelta de hoja. Para mí, que Joan Herrera, con tantos datos y cifras en su privilegiada mente, ha sufrido un lapsus de desmayo histórico. Que nadie dude de su cultura. El alumno de un colegio de Murcia se equivocó con más contundencia que el intelectual catalán. –¿Quién descubrió América?–, le preguntó el profesor. –La Mahoma–, respondió el alumno. Históricamente, hay que reconocerlo en beneficio del sabio de ICV, más burro que Herrera. Siga así y no se desmoralice el joven diputado.

Cayo Lara, el subvencionado mansito al frente de Izquierda Unida, no ha tenido una semana feliz. Me dicen que es avispado y gracioso, pero en esta ocasión no ha estado afortunado. Es uno de los grandes problemas que presenta el alto humor comunista, que sólo lo entienden los cultos. Joan Herrera habrá sonreído con el alcance del chiste de Cayo Lara, pero a mí no me ha hecho gracia. Tengo un sentido del humor antiguo. Me pongo en su situación y puedo comprender su infortunio humorístico. Un dirigente obrero que no puede protestar con más de cuatro millones de parados porque, de hacerlo, le cierran el grifo, no está obligado al acierto chistoso. Se ha reído de Guillermo Fariñas, que bordea la muerte voluntaria por su huelga de hambre en Cuba. Marcelino Camacho, que sufrió la dureza de una dictadura, jamás se habría cachondeado de un hombre que ofrece su vida por la libertad de su pueblo. No quiero decir que lo hubiera defendido, que eso no, pero habría callado. Cayo Lara, el subvencionado, tan mudo en lo político, se ha ido de la húmeda en este caso. Dice Cayo que Fariñas ya estaba flaco antes de iniciar su huelga de hambre. A estos comunistas no les gusta la figura de un hombre que muere por la libertad ajena cuando el que pisotea la libertad es un régimen comunista. Son así. Cultos y tolerantes. Y muy humanos. La prueba de su tolerancia la tenemos en su modélica gestión política, con cuatro millones y medio de parados agradecidos por su silencio. Pero no ha tenido buen gusto. Estos valientes, Cayo Lara, saben morir. No tienen a Saramago para presidir un jurado que concede 40.000 euros a Aminatu Haidar para que se convierta en la Hebe de Bonafini saharaui. A propósito; la señora Haidar, desde que es famosa, se ha olvidado de su desierto y se mueve más que el trasero de Rafaela Carrá, en sus mejores tiempos. Eso, la fama, el dinero, las conferencias, los viajes, los hoteles y los premios. Fariñas agoniza lejos de todo eso, y no está bien que usted se ría de un héroe. A no ser –lo comprendería– que le hayan aumentado la subvención por hacerlo. En ese caso, me callo Cayo, que es un divertido juego de palabras.

La Razón - Opinión

Queremos ser normales. Por Maite Nolla

Creo que en CiU agotarán todas las opciones, incluso las de emergencia y las que no se deben utilizar ni en caso de emergencia, antes de hacer consellera a la señora Camacho.

Según las últimas encuestas, el PP de Cataluña ni sube ni baja. Ni nevadas, ni crisis, ni apagones, ni que el mismo tripartit asuma su posible derrota prescindiendo del eficacísimo Zaragoza; no les afecta nada. Ni siquiera que las encuestas publicadas ya no den representación a Ciudadanos y que no pregunten por Rosa Díez. Nada. Se quedarían con los mismos escaños que ahora y el mismo porcentaje. Lo cual, teniendo en cuenta que la propaganda dice que "Rajoy se está volcando con Cataluña", no deja de ser preocupante. Pero el PP de Cataluña justifica su calma chicha demoscópica alegando que la subida buena, pero buena, vendrá en las generales.

A mí una justificación que se me ocurre para tan pobre botín, es que una cosa es jugar a poli bueno, poli malo y otra decir los días pares que no se va a pactar con CiU porque son muy radicales y porque le ponen flores a Guifré el Pilós –además de verdad– y los impares que esos pactos devolverán al PP a la normalidad en Cataluña.


Desde luego, como estrategia electoral reconocer públicamente que tu partido vive en la anormalidad política es un gran reclamo; el Arriola de la calle Urgell que haya vendido esa moto no duraba ni dos minutos en la Sterling Cooper de Mad Men. Para el PP de Cataluña la normalidad le llegará cuando haga presidente a Artur Mas o a alguien de este PSC. Les recomiendo que en lugar de utilizar eslóganes como "Por el cambio" o "Alicia2010", que son los que usan ahora, utilicen algo así como "Queremos ser normales, por favor". Así que la presidenta de un partido que se sitúa fuera de lo normal, quiere ser consellera de un Gobierno que presida algún nacionalista, da igual quién, aunque lo hará, según ella, por el bien de los catalanes, ya que nunca se ha guiado por sus ambiciones personales.

Lo único, que sería bueno que de cara a las elecciones se centre un poco. No sé, por ejemplo, su defensa cerrada de los medios que están "a la derecha de la derecha", después de los envites de El País, chirría un poco con ir a tevetrés a decir que es tu televisión favorita, vista la última actualización de su libro de estilo nacionalista. O decir que el estatuto ya no es una preocupación para los catalanes es contrario a haber presentado un recurso para que se anule su contenido esencial.

Lo peor de todo es que esta campaña larguísima y desastrosa resultará inútil, como dijo Luis Herrero el otro día, si CiU saca mayoría absoluta o si lo que puede hacer CIU con el PP, lo hace con los socialistas o con ERC si el tripartit no suma. Creo que en CiU agotarán todas las opciones, incluso las de emergencia y las que no se deben utilizar ni en caso de emergencia, antes de hacer consellera a la señora Camacho.

Si hasta algunos partidos se consideran anormales políticamente, es lógico que los políticos estén a la par con los okupas en las preocupaciones de los españoles.


Libertad Digital - Opinión

Premio para corruptos. Por M. Martín Ferrand

PARECE ser que el PSOE y el PP, gatos escaldados, tratan de establecer un pacto contra la corrupción -la política, supongo- para llevarlo al Parlamento y lograr su aprobación por todas las siglas allí representadas.

Nada podría escandalizarme más y eso que, por español y por viejo, tengo el zurrón repleto de escándalos de todos los tamaños y colores. Si, en verdad, hace falta un reglamento para lograr que los representantes del pueblo -nacionales, autonómicos o locales- no abusen de su poder y posición, no tomen nada que no les pertenezca y se comporten según establecen las leyes, las costumbres, la ética y el buen sentido; ¿qué tipejos nos han colado de matute en el anonimato fáctico de las listas cerradas y bloqueadas?

Es común en las partitocracias el acuerdo entre los partidos para el mantenimiento del sistema; por ello, mientras unos pelan sus barbas otros remojan las suyas. Todos saben que la apariencia es indispensable para que los ciudadanos -es decir, los contribuyentes- mantengan sus adhesiones y renueven en las urnas el aval a quienes consideran sus representantes. Los clamores de corrupción excitan la desconfianza cívica y, como antídoto, las máquinas propagandísticas de los partidos, en sincronía con las del Estado, tratan de hacernos creer con sutiles y torticeros mensajes que la corrupción es una epidemia, algo así como la viruela o el sida, que llega por contagio inevitable.


Las instituciones no delinquen. Ese es un privilegio exclusivo de las personas que, eso sí, pueden asociarse con otras para, en cuadrilla, atentar contra lo ajeno; pero la corrupción no es un mal colectivo e incurable que viene dado por la fatalidad. De ahí que los partidos deban seleccionar con rigor a sus militantes y ser radicales en la denuncia de quienes vulneran la norma. Nunca, como suele suceder, sus protectores. Para dejarlo más claro, propongo que el innecesario consenso anticorrupción que buscan los grandes partidos se convierta en acuerdo para que cada año le sea concedido un premio que reconozca, para el escarnio público, el personaje político más corrupto de la temporada. Ese premio, que conllevaría estigma social, podría llevar el nombre simbólico del Duque de Lerma, el valido de Felipe III, que no fue el primero de los corruptos instalados en el poder, pero al que no se le puede negar la grandeza de su miseria.

ABC - Opinión