miércoles, 7 de abril de 2010

Un "ecolojeta" de derechas. Por Lorenzo Ramírez

Como buen político, Costa defiende una cosa y la contraria, haciendo luego con el dinero de los ciudadanos lo que le venga en gana.

La nueva religión mundial ya no es el cristianismo, ni el islam ni por supuesto la fe judía. Todo está preparado para que los ciudadanos reciban con los brazos abiertos a su nuevo dios: el ecologismo de salón. Sus profetas trabajan a destajo en la teoría del cambio climático generado por el hombre y para ello están dispuestos a falsificar los datos que hagan falta, amenazar a los disidentes y utilizar la política para que en todos los rincones del planeta los ciudadanos se sientan culpables y, para resarcirse, llenen las arcas públicas de dinero fresco.

Hasta ahora, la mayoría de estos profetas provenían de las filas de partidos políticos de corte socialdemócrata, pero ahora le toca el turno a personajes que, bajo la careta liberal, hacen buena la dedicatoria del libro de F. A Hayek, Camino de Servidumbre, ya saben: "A los socialistas de todos los partidos".


El último en subirse al carro "ecolojeta" ha sido el ex ministro español Juan Costa que, tras su paso por el Fondo Monetario Internacional (FMI), ha descubierto que el crecimiento económico es malo y la causa de la pobreza mundial, además del origen de la destrucción del planeta. Por supuesto se trata de una gran falacia, pero tristemente la mayoría de la población se la traga.

Cuarenta minutos le bastaron al gran César Vidal para desarmar el discurso cansino y apocalíptico de Costa. El periodista cuestionó la base científica de las afirmaciones que hace este político en su nuevo libro titulado La revolución imparable: un planeta, una economía, un Gobierno. La tesis de Costa no es suya, sino que la ha tomado de sus profetas predecesores, ya saben, el fin del mundo tal como lo conocemos llegará en una década debido a la quema de combustibles fósiles. El Apocalipsis climático ha llegado. Un poco pretencioso, ¿no creen?

Para empezar, el denominado "consenso científico" sobre la influencia del ser humano en el cambio climático (antes denominado como "calentamiento global") no existe. Los únicos que lo defienden son un grupo de personas que han elaborado una serie de informes para Naciones Unidas y que fueron recogidas en el Panel Intergubernamental contra el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en ingles), así como los políticos que se aprovechan de ello. De hecho, muchos de los científicos que participaron en los estudios se negaron a firmar el documento de conclusiones y fueron desterrados al campo de la pseudociencia, arrojados fuera del pensamiento único que impera en nuestros días. Todo aquel que cuestione el informe es un reaccionario que desea el fin de la vida en la Tierra, muy moderado y riguroso, sí señor.

Pero lo más grave del asunto no se encuentra en este lavado de cerebro masivo. A los políticos y a los oligopolios no les interesa nada más que nuestro dinero y poner coto a lo que queda de nuestra libertad. Por ello, los profetas de esta nueva religión quieren que paguemos por el uso de nuestra "huella ecológica" y que nos sintamos bien por ello. Este enfoque, que comparte Costa al 100%, se traduciría en una Hacienda global que se encargaría de recaudar los fondos que los ciudadanos ganan con el sudor de sus frentes. El que consuma energía de forma "excesiva" o "no sostenible" será penalizado, siempre según los criterios de la casta política.

La fiscalidad verde es la etapa final del proceso, acompañada por la pérdida de poder de las naciones y el dirigismo empresarial por parte de los gobiernos, es decir, la nueva cara del capitalismo de Estado. Según Costa, si se acompaña los nuevos impuestos "verdes" con la renuncia al crecimiento económico acabaremos con la pobreza en el mundo. No tiene ni pies ni cabeza, lo sé, pero el caso es que cuela en muchos círculos de intelectuales, especialmente en los "progres". Costa riza el rizo cuando asegura que el libre mercado es la mejor forma de asignar recursos. Como buen político, defiende una cosa y la contraria, haciendo luego con el dinero de los ciudadanos lo que le venga en gana.

Si se quiere acabar con la pobreza mundial y facilitar al Tercer Mundo la salida del pozo económico y político, la solución es mucho más sencilla. Que se eliminen las ayudas a la exportación, que se acabe con los aranceles y con todo tipo de subvenciones, dejando competir a los países menos desarrollados en igualdad de condiciones. Claro que esto provocaría un aumento de los parados agrícolas en Estados Unidos y Europa, haría perder votos a los políticos, generando cambios profundos en casi todos los sectores económicos. Es decir, señor Costa, que se produciría una "revolución" como la que usted reclama, sólo que en esta a lo mejor no se aprovecha de ello.


Libertad Digital - Opinión

Luis Bárcenas & Cía. Por José García Domínguez

Tras las clamorosas revelaciones del sumario, uno de los dos sobra en el Partido Popular, o Bárcenas o Rajoy.

Establecido "sin ningún género de dudas" en fulminante legajo que el senador del Reino de España Luis Bárcenas resulta ser un más que presunto delincuente común, todas las incógnitas del mundo recaen ahora sobre sus nada hipotéticos ángeles custodios, comenzando por don Mariano Rajoy Brey. Y es que, de persistir instalado en lo suyo de siempre, el abúlico dontancredismo ético y estético, quien al final va a tener que demostrar su inocencia, si puede, habrá de ser el propio líder del PP.

De hecho, la única prueba indiciara que apunta a Gürtel como una eventual Filesa bis es la errática, ambigua, desconcertante actitud del mismo Rajoy. Cómo entender, si no, la fulminante decapitación preventiva de Ric Costa, apenas un simple voceras periférico, al tiempo que se pasea bajo palio al Rey Midas de la calle Génova, individuo digno de toda sospecha a quien las Cortes Generales desposeyeran al oprobioso modo de la inmunidad parlamentaria.


Generoso hasta el inconfundible hedor a cuerno quemado, a don Mariano sólo le ha faltado ponerle un piso –otro más– a Luis el Silente. Aunque no le desasiste la razón a Cospedal al señalar que el despacho, el parking, la secretaria y la minuta del abogado de mucho postín no debieran ser llamados privilegios. Pues, en previsión de escarnios tales, el rico idioma castellano dispone de la voz "escándalo", sin duda, mucho más acorde y precisa con tal de retratar un paisaje de connivencia fáctica entre tomante y donante como el que nos ocupa.

Así, tras las clamorosas revelaciones del sumario, uno de los dos sobra en el Partido Popular, o Bárcenas o Rajoy. Sin ningún género de duda, además. Puede el gallego persistir en su indolencia ausente, ajeno como suele a todo roce con los bordes más ariscos de la cruda realidad. Puede, sí, pero seguir alojando a L.B. en el limbo de los justos desacreditaría hasta la nausea esa alternativa de regeneración cívica, moral y política que dice postular el PP. Tiempo habrá, por lo demás, para esclarecer cómo a un contable sin firma, voz ni voto en Administración alguna le cupo apartar un kilo largo en coimas. El mismo tiempo que acreditará si era Rajoy quien sostenía a Bárcenas o viceversa.


Libertad Digital - Opinión

Un año de secreto, un año de filtraciones

Bárcenas también debería haber dejado el partido para demostrar –si puede– que pagó el lujoso viaje contratado a través de una de las empresas de Correa y, sobre todo, explicar el formidable incremento de su patrimonio.

Más de un año después de que la Audiencia Nacional, por orden del juez Garzón, abriera la investigación por la supuesta trama de corrupción conocida como "el caso Gürtel" y que operaba principalmente en Madrid y en la Comunidad Valenciana, el juez Pedreira ha "levantado" el secreto del sumario. Entrecomillamos lo del levantamiento del secreto por tres razones:

En primer lugar, porque desde prácticamente el inicio de la instrucción se han producido de manera reiterada numerosas, parciales e interesadas filtraciones de dicho sumario, tanto a medios de comunicación como a dirigentes políticos, lo que, además de constituir un delito de revelación de secretos, ha sometido a indefensión no sólo a los acusados sino también a personas contra las que no había imputación alguna.


Durante este tiempo de supuesto secreto judicial, el caso Gürtel le ha costado al PP el puesto de tres alcaldes, una concejal, un consejero de la Comunidad de Madrid, un diputado, un director general de ayuntamiento, dos cargos de confianza y, el último, el tesorero del PP, Luis Bárcenas.

Si el diario El País ha sido el principal beneficiario de dichas filtraciones, tampoco podemos olvidar que un dirigente político, como el portavoz socialista en las Cortes Valencianas, Ángel Luna, exhibía hace unos días, nada menos que en sede parlamentaria, uno de los informes de la Brigada de Blanqueo de Capitales del Cuerpo Nacional de Policía de 85 folios, supuestamente bajo secreto sumarial.

En segundo lugar, y a pesar de su inmensa extensión, el de este martes es sólo un levantamiento parcial del sumario, pues no afecta al secreto de las comisiones rogatorias, ni de las escuchas de los abogados en la cárcel, ni las pruebas que de ellas se deriven. Con todo, son precisamente esos 50.000 folios que ocupan la parte del sumario revelado los que, en tercer lugar, más que desvelar parecerían enterrar un secreto para cuyo conocimiento serán necesarios muchas personas y muchos días de lectura.

De hecho, al cierre de esta edición, no ya sólo los periodistas, sino incluso los abogados de las diferentes partes personadas en la causa estaban todavía teniendo numerosos problemas para acceder a la información. Y es que con la idea de evitar el gasto que supondría los como mínimo tres millones de fotocopias que habrían sido necesarias con el sistema tradicional, el juez Pedreira se ha servido de las nuevas tecnologías para dar acceso a la información, guardando en un servidor los numerosos tomos del sumario al que los letrados podrán acceder por medio de una clave personalizada.

De la parte del sumario a la que hemos podido acceder se extrae, no obstante, una buena razón que explica su enorme extensión. Y es que junto a hechos que ciertamente son o podrían ser constitutivos de delito, tales como los de tipo fiscal y de evasión de capitales, hay otros, como los referidos a los regalos navideños que hacían a algunos de sus amigos y clientes, que no lo son en absoluto. Tal es el caso de la parte de sumario dedicada a informar de cosas como los regalos que "El Bigotes" hizo en unas navidades a sus amigos y clientes relacionados con el PP, como los padres de Camps, a los que regaló una manta, o las corbatas y los puros que regaló, respectivamente, a los consejeros de Industria y de Justicia.

A este respecto, hemos de decir que los jueces no sólo han de velar durante la instrucción de un caso por que no se cometan delitos como las filtraciones del sumario o la violación de las conversaciones entre abogados y clientes, delito este último por el que está encausado el juez Garzón. Han de velar también por que no se incluya en el sumario hechos que, pudiendo tener transcendencia mediática e incluso si se quiere moral, no sean constitutivos de delito alguno.

Mención aparte merece, sin embargo, el caso del ex tesorero y ex senador del PP Bárcenas. Aunque el levantamiento del secreto del sumario no haya aportado nuevas ni contundentes pruebas de que la partida en dinero negro de 1,3 millones de euros de la contabilidad haya sido para el pago de sobornos, ni tampoco que el supuesto destinatario de dichos pagos "en negro", L.B, sea Luis Barcenas, lo cierto es que este no sólo debía de haber dimitido como senador y tesorero del partido, sino haber cesado como militante del PP.

De la misma forma que Jaume Matas ha cesado de militancia para demostrar –"si puede", que diría Rajoy– su inocencia, Bárcenas también debería haber dejado el partido para demostrar –si puede– que pagó el lujoso viaje contratado a través de una de las empresa de Correa y, sobre todo, explicar el formidable incremento de su patrimonio y dar pruebas de que no obedece a ningún soborno.

No se trata de violar la presunción de inocencia de nadie, sino de saber distinguir las responsabilidades políticas de las penales. Algo que Rajoy parece no tener claro, con lo que sólo contribuye a generar mayoesr sospechas.


Libertad Digital - Editorial