jueves, 8 de abril de 2010

La mano blanda del PP. Por Cristina Losada

De un partido que se enorgullecía de un historial mucho más limpio que el del PSOE y enarbolaba la bandera de la regeneración, se espera que averigüe cómo ha podido mantener tanto tiempo a gentes corruptas en su seno.

En Génova 13 respiran aliviados porque no estalló la tormenta perfecta. La apertura del sumario Gürtel no destapa escándalos nuevos ni ofrece pruebas de financiación ilegal. Tal es el mensaje que transmiten los dirigentes de la casa. Desde luego que aún podía ser peor y más en coincidencia con el espectáculo de Matas. Sin embargo, nada de eso quita un ápice de gravedad a la conducta de un número significativo de altos cargos del Partido Popular. Y tampoco justifica la blandura y la inconsecuencia de Rajoy y compañía ante una podredumbre crecida a la sombra de su organización y extendida en el tiempo y en el espacio.

Entregado al dolce far niente o a hacer lo menos posible, aferrado al deseo de no añadir certeza a lo probable, no ha sido capaz el PP de apartar a todos los sospechosos de haberse enriquecido a costa del erario. La necesaria cuarentena ha sido parcial. Así, Luis Bárcenas dejó de ser tesorero, pero el posible intermediario entre la mafia engominada y los aspirantes a nouveau riche con mando en plaza, permanece bajo el cielo protector de Génova. ¿Cómo no va a deslizar el PSOE que ese trato obedece a un pacto de silencio? ¿No lo haría el PP, y con razón, si fueran los de Ferraz los salpicados? Los ninis de la derecha, que ahora callan o desvían la atención, no dejarían pasar esa oportunidad de oro.

Ante indicios verosímiles de un tráfico de comisiones, sobornos y regalos, un partido ha de preguntarse qué ha fallado en sus mecanismos de control. Máxime cuando no fue cosa de unos meses, sino de nueve años. Y cuando el botín que se repartió al estilo de los piratas del Caribe, asciende a la cantidad de 26 millones de euros. Nada despreciable. ¿Cómo ha sido? De un partido que se enorgullecía de un historial mucho más limpio que el del PSOE y enarbolaba la bandera de la regeneración, se espera que averigüe cómo ha podido mantener tanto tiempo a gentes corruptas en su seno. Una investigación que, de hacerse seriamente, llevaría al epicentro del desastre: la partitocracia, el voto de obediencia, la selección negativa. Y poco importa que Gürtel vaya a tener o no impacto electoral. Si las decisiones de un partido respecto a la corrupción se toman de acuerdo a esa clase de cálculos, apaga y vámonos.


Libertad Digital - Opinión

El banquillo de Garzón. Por José García Domínguez

A efectos sentimentales, los únicos que cuentan para las grandes audiencias de TV, poco importa que los dizque argumentos de Garzón igual hubiesen servido con tal de procesar a Jaime I de Aragón por el feroz exterminio de los moros de Mallorca en 1229.

Si la inteligencia política no constituyera entre nosotros tan exótica planta de invernadero, ni Falange ni nadie se habría querellado con Baltasar Garzón por su penúltimo número circense, aquella peregrina causa general contra el franquismo. Y es que, de los tres procesos judiciales que arrostra el airado telonero de Mister X, es ése el único que sabe ganado de antemano. Una victoria, la suya, llamada a consumarse no ante el Tribunal, que es lo de menos, sino en la errática conciencia de la opinión pública, que es lo de más; sobre todo, tratándose de una víctima de muy patológico narcisismo como la vedette de marras.

Pues, a efectos sentimentales, los únicos que cuentan para las grandes audiencias televisivas, poco importa que los dizque argumentos de Garzón igual hubiesen servido con tal de procesar a Jaime I de Aragón por el feroz exterminio de los moros de Mallorca en 1229. O para abrir diligencias previas contra la calavera de Leopoldo II de Bélgica ante la irregular colonización del Congo, tal como ha señalado el jurista Ruiz Soroa. Desengañémonos, al soberano hervidero audiovisual nada lo conmueve el principio de legalidad. Al contrario, siempre habrá de anteponer cualquier apelación emotiva, por burda que sea, a los tediosos formalismos que exige el proceder del Estado de Derecho.


Así, que un arribista tan sobrado de ambición como huérfano de gramática, el ínclito Baltasar sin ir más lejos, viole todas las reglas procesales habidas y por haber, aquí, ni se comenta. Al cabo, ¿quién iba a echar de menos esos ridículos escrúpulos leguleyos? Es sabido, en este erial del raciocinio, el fin, jamás censurable tratándose de la progresía, siempre justifica los medios. Siempre. Igual da si se trata de acribillar a etarras presuntos por calles y plazas de San Juan de Luz, o de derrocar a Franco treinta y cinco años después de su plácido tránsito en una habitación de la Seguridad Social.

Dispongámonos, entonces, a contemplar el muy previsible espectáculo. El gran Baltasar, héroe incorruptible y paladín de la conciencia democrática, acosado, zaherido y vilipendiado por los vengativos deudos del fascio redentor. Shakespeare planeando a la altura de Manolita Chen. A ver si con un poco de suerte la banca vuelve a patrocinarle la comedia.


Libertad Digital - Opinión

Una buena noticia. Por Hermann Tertsch

EL de ayer fue un día muy especial para los españoles. Al mediodía se enterraba en la cripta de la iglesia de la Concepción de la calle de Goya en Madrid, en presencia del Rey Juan Carlos I, a un auténtico Grande de España, Guillermo Luca de Tena. Y muy cerca de allí, atravesando la plaza de Colón, se daba a conocer que está a punto de concluir una de las anomalías más grotescas del panorama político y jurídico en España. Una situación intolerable que clama al cielo y que sólo pueden defender los que desde el sectarismo quieren hacer de la democracia española una pantomima. Y enterrar definitivamente el espíritu de reconciliación y voluntad de concordia de la transición. Es decir, la secta que asaltó y secuestró al Partido Socialista hace más de siete años con su caudillo de la revancha que es el presidente de menos de la mitad de españoles y de todos aquellos que no se consideran españoles. Y que ha gobernado durante seis años sistemáticamente en contra de la mitad de los españoles a los que considera enemigos a ser castigados. Hoy, cuando quedan cuatro supervivientes de la Guerra Civil que quiere ganar ahora. Y utilizando con todos los medios a su alcance, prensa comprada y vendida, televisiones dependientes y radios sufragadas, además de algunos notorios asesinos que, después de mandar abrir fosas comunes en Paracuellos, hoy nos quieren dar clases de democracia desde periódicos serviles al Gobierno. Lacayos de Stalin al servicio del Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero que, desde luego que yo sepa, no ha hecho ningún gesto nunca para distanciarse de semejantes criminales ni de sus fechorías que sus ideólogos elevan a la llamada «lucha antifascista».


La gran noticia es que el juez Baltasar Garzón se va a sentar en el banquillo de los acusados por lo peor que puede hacer un juez, que es la prevaricación. De momento sólo por un caso de los tres que tiene pendientes. No es poco. Pero esperamos que sea más. Muchos decimos que ya era hora. Que la inseguridad jurídica que provoca este juez dedicado a sus aventuras ventajistas políticas es insoportable en un Estado de Derecho. Y consideramos que la decisión del juez Varela reconforta a quienes creemos en un estado no ideologizado y respetuoso con sus propias leyes. En cuanto que acaba con la impunidad de un juez que, para su mayor gloria propia, se ha buscado sus conveniencias personales en un abuso constante de su posición en la Audiencia Nacional. Como siempre. Hay Grandes españoles como el ayer enterrado, Luca de Tena, y españoles mezquinos que buscan en estrategias populistas o apaños con el poder, sus propios intereses, sus réditos y su gloria mediopensionista. Y que no dudan en generar sentimientos de odio y revancha cuando ven oportunidades de medrar personalmente.

Parece que este miércoles, al menos a un desafuero esperpéntico se le ha puesto coto. El juez Garzón dejará de tener derecho y poder para decidir sobre nuestra libertad, nuestra hacienda y nuestras vidas. Acaba así una inmensa anomalía que empezó con el baile de este juez entre política y judicatura y sus presumibles chantajes a diversos poderes. Quizás ahora se abra el melón del escándalo Faisán, que ha tenido enterrado en su despacho este juez y que, según todos los indicios, implica al Gobierno socialista y a la cúpula de la policía política que mantiene, en una colaboración directa con la banda terrorista ETA. Que al juez le conviniera tener este gravísimo delito en reserva como carta en la manga es muy posible. Como en su día tuvo los crímenes del GAL, que salieron sólo por su fracaso en sus ambiciones en el asalto a la política. En este país donde las cifras, los datos y los hechos nos alarman día a día, donde el pesimismo atenaza las voluntades, hoy podemos dar al menos esta buena noticia. Es más que probable que los españoles nunca más estemos expuestos al capricho y las ambiciones de un juez que es un peligro público. Y así es posible que los españoles sepamos de muchas cuestiones que nos interesan y el Gobierno nos oculta.


ABC - Opinión

Garzón, antes verdugo que víctima

Ante este auto, en el que Varela, magistrado de línea progresista y fundador de Jueces para la Democracia, no desarrolla sino una necesaria defensa de lo obvio, no faltarán quienes traten de volver a presentar a Garzón como víctima de la extrema derecha.

Un auto del magistrado del Tribunal Supremo Luciano Varela acaba de dar "luz verde" al proceso que no sólo llevará al juez Garzón al banquillo, acusado de un delito de prevaricación, sino que conllevará, de acuerdo con la ley, su suspensión cautelar en el ejercicio de la función judicial. En un auto de impecable lógica jurídica, Varela no sólo rechaza las nuevas diligencias que, después de haber apremiado al Supremo, había solicitado Garzón, sino que reafirma la "veracidad probable" de las denuncias que acusan al juez estrella de un delito de prevaricación al abrir, sin competencia legal alguna para ello, una causa general a la guerra civil y el franquismo.

Así, ante la surrealista pretensión de Garzón de atender a un supuesto debate sobre el alcance de la prescripción de los delitos, de la irretroactividad de la ley o de la validez de las leyes de amnistía, Varela recuerda que "el limite y también la razón de ser, la única, de la independencia del juzgador en una sociedad democrática es la recta aplicación de la ley vigente". Varela reconoce el derecho a quienes quieran cambiar la legislación vigente a tratar de obtener la mayoría parlamentaria necesaria para ello, pero lo que no se puede admitir es que ello lo trate de perseguir un juez penal en el ejercicio de sus funciones.


Como bien señala Varela, "el ejercicio de la potestad jurisdiccional no es el ámbito propio de la teorización, como tampoco lo es de lo que algunos denominan imaginación creativa, por muy honesta o bienintencionada que se autoproclame". Pretensión nada honesta –añadimos nosotros– por cuanto Garzón, cuando le ha interesado, sí que ha respetado la legislación vigente para proteger a los acusados por crímenes del llamado "bando republicano", tal y como sucedió con el sobreseimiento de la causa contra Santiago Carrillo.

Varela insiste, no obstante, en la "probable veracidad" de que Garzón procediera a sabiendas de la antijuricidad de sus actuaciones al señalar que, con ellas, vulneró principios jurídicos tan elementales y esenciales al Estado de Derecho como los de la legalidad penal e irretroactividad de la ley penal desfavorable, además de implicar el desconocimiento objetivo de leyes democráticamente aprobadas, como la Ley de Amnistía del 77. Eso, por no hablar de su ignorancia de hechos no menos notorios como el de que Franco, como el resto de los acusados por Garzón, ya ha había fallecido.

Ante este auto, en el que Varela –magistrado de línea progresista y fundador de Jueces para la Democracia– no desarrolla sino una necesaria defensa de lo obvio, no faltarán quienes traten de volver a presentar a Garzón y su afán de notoriedad como alguien que, movido por el afán de Justicia, ha terminado siendo un nueva victima del franquismo y de las denuncias de organizaciones de extrema derecha como Falange, personada en la causa. Con ello dejarán, sin embargo, en evidencia el mismo desprecio a la ley y al Estado democrático y de derecho que el "juez estrella" ha demostrado en su disparatada actuación judicial, que probablemente no será la única por la que vaya a sentarse en el banquillo. Y es que a Garzón no se le va a juzgar por su visión de la Guerra Civil y del franquismo –vergonzosamente maniquea, dicho sea de paso– sino por haberse saltado a la torera la ley en su función de juez y a sabiendas de lo que hacía. Así mismo, cuestionar el proceso contra Garzón por la ideología de quienes lo han iniciado es tanto como discriminar el derecho que tiene todo ciudadano a acudir a los tribunales en función de sus ideas políticas. Y es que la "imaginación creativa" de algunos parece no tener limites ni en autos judiciales ni en titulares de prensa.


Libertad Digital - Editorial

Garzón, imputado y suspendido

EL auto del magistrado Luciano Varela, por el que acuerda la continuación del proceso penal contra Baltasar Garzón por prevaricación en el sumario de los desaparecidos del franquismo, implica la suspensión inmediata del juez de la Audiencia Nacional, que deberá ser acordada por el Consejo General del Poder Judicial.

En este momento, la causa penal está en la llamada «fase intermedia», en la que se decide si, a petición de las acusaciones, se abre o no juicio oral. Sin embargo, el auto de imputación dictado por el magistrado Varela, sin necesidad de esperar a su firmeza, equivale al auto de procesamiento y cumple totalmente la condición establecida por el artículo 383.1º de la Ley Orgánica del Poder Judicial para que el CGPJ -su Comisión Permanente o su Pleno- aparte a Garzón de sus funciones. Cualquier excusa para no tomar esta decisión será un incumplimiento flagrante de la ley, más aún si se pretende esperar al auto de apertura de juicio oral -que será el siguiente trámite-, lo que supondría una arbitrariedad inaceptable y un agravio comparativo para jueces imputados -pese a la oposición del fiscal- con los que no se tuvo tanta consideración.

La campaña de críticas a los magistrados del Supremo arreciará ahora sobre los vocales del CGPJ, cuyo presidente, Carlos Dívar, está legalmente emplazado a cumplir unos trámites tasados que no debe alterar. Garzón está formalmente imputado por el delito más grave que puede cometer un juez, el de prevaricación, y la ley es tajante al ordenar la suspensión. Además, el auto del magistrado Varela no es una ocurrencia personal: este instructor ha culminado una investigación que, en su principio y en su fin, ha contado con el respaldo de otros cinco magistrados del Supremo, quienes han evitado involucrarse en juicios de fondo para no comprometer su imparcialidad, pero que ya han declarado que no hay motivos para archivar la causa. Aun así, es probable que el próximo frente de este caso sea el de la recusación de esos cinco magistrados por la defensa de Garzón, a lo que se añadirá el coro de inquisidores que ha pretendido proteger a este juez con la deslegitimación de las instituciones judiciales y de los jueces del Supremo. A pesar de los esfuerzos por convertir a Garzón en un mártir justiciero, la opinión del magistrado Varela es que merece ser imputado por un delito de prevaricación.


ABC - Editorial