lunes, 12 de abril de 2010

Gürtel, políticos, jueces. Por Gabriel Albiac

GÜRTEL concita lo peor de España. De ésta cuya endeble armazón deseamos mejor no ver: no es agradable. La que, al final, nos viene de no haber nunca resuelto los límites históricos que impuso la transición de una dictadura caduca a un régimen parlamentario homologable en la Europa de fin de los setenta.

Lo esencial en el éxito y el bajo coste de aquel tránsito vino de que fuera el viejo régimen -sus hombres y sus instituciones- quien dirigiera milimétricamente el paso al nuevo. Fue una compleja operación de ingeniería política que, verosímilmente, nos salvó a todos del riesgo de desastre cuyo último síntoma fue el 23 de febrero de 1981. Tuvo también su coste. No se da un trastrueque semejante de máscaras políticas sin pagar un precio: moral como político. El edificio de la España democrática se alzó sobre una ficción: la de haber roto con la continuidad franquista; poco importaba que a la cabeza de los grandes partidos -sin excepción- se hallaran hombres en distinto grado beneficiarios del viejo régimen, que borraron su pasado con eficiencia digna del mejor Orwell. Fue una ficción necesaria. Puede. Pero que sólo podía justificarse en el intervalo limitado -no necesariamente corto, pero limitado- del tránsito. La Constitución de 1978 era, técnicamente hablando, una Constitución provisional, para unos tiempos que no podían juzgarse definitivos. Fosilizó. Y con ella, nosotros. Lo de ahora nace en eso. Y todo se cruza en Gürtel.

Se cruza la pesada evidencia de que bastaría una contabilidad precisa de gastos e ingresos en todos -todos- los partidos parlamentarios para que sus responsables acabaran en el banquillo. Quien introdujo en la Constitución la norma que atribuía a las autoridades municipales la regulación del suelo edificable, sabía muy bien lo que estaba haciendo. Luego, las vías de financiación se refinaron mucho. Y todos los partidos -todos- saben lo que pasaría si sus contabilidades fueran seriamente auditadas. Cada uno de ellos trata de amagar en ese campo contra el otro. Dentro de ciertos límites. Como aviso. También como herramienta en la cosecha del voto.

Se cruza la pesada evidencia de que no existe en España soporte institucional de la división de poderes, desde que la Ley Orgánica de Felipe González puso en manos de los partidos la designación del Consejo General del Poder judicial y, con ella, la promoción profesional de los jueces. Garzón es la caricatura de lo que esa certeza desencadena. Que un juez intervenga las comunicaciones entre abogado y defendido, no sólo es un delito; es la destrucción del procedimiento judicial. La Albania de Hoxha lo hizo en modo más directo: puesto que el Estado socialista velaba por el bien y defensa del ciudadano, los abogados eran innecesarios; fueron abolidos. Violar la confidencialidad entre defensor y cliente es lo mismo. En más cínico. En el secreto de la comunicación con su abogado, el cliente debe contar todo: sobre eso reposa su relación. Si eso que cuenta es accesible al juez, ¿para qué el juicio? Gürtel puede poner a este país ante un dilema trágico: anular el procedimiento contra sujetos muy verosímilmente culpables, además de moral y estéticamente repulsivos... O... ¿O qué? ¿Juzgar y condenar sobre una instrucción viciada, que cualquier tribunal internacional -Estrasburgo, sin ir más lejos- declarará nula?

Todo se cruza en Gürtel. Financiación ilegal, y, con ella, prodigiosos enriquecimientos personales. Jueces que saben su carrera pendiente de simpatías políticas. Todo lo que define el fin de una época, el crepúsculo de una Constitución. Y la entrada en un período constituyente.


ABC - Opinión

Eguiguren convence a Rajoy. Por Emilio Campmany

Es triste ver a un hombre que, frente a un Chamberlain, pudo ser un Churchill y prefiere ser un Daladier.

Jesús Eguiguren fue el Bruto que asesinó a Nicolás Redondo Terreros. No ciñe la corona de lehendakari por haber sido condenado por maltrato, pero, sin esa condena, vestiría hoy la púrpura. Fue además el hombre de confianza de Zapatero en la negociación con ETA durante la pasada legislatura. Pues bien, Eguiguren ha concedido una entrevista al Diario Vasco para rechazar que el Gobierno siga negociando con ETA. Más concretamente ha dicho: "Cuando [Mayor Oreja] habló, no tenía ni puñetera idea de lo que estaba hablando". Al parecer, él sí sabe de lo que está hablando. Sin embargo, el guipuzcoano a preguntas del entrevistador contesta en cuatro ocasiones: "No tengo ni idea", "no lo sé ni si lo sabrá la Policía", "no lo sé" o simplemente "no sé". No está mal para alguien que dice que Mayor Oreja no tiene ni puñetera idea.

Eguiguren sostiene que el problema es interno del "mundo" abertzale. Según él, son ellos quienes tienen que decidir quién manda, si la ETA, que quiere continuar atentando, o Batasuna, que quiere dejar de hacerlo. Esta manera de ver las cosas ignora que en ese "mundo", como les gusta a los socialistas vascos llamar a los terroristas, siempre han mandado los de las pistolas. Entre otras cosas, porque los que no las empuñan no son diferentes, sólo carecen del valor para disparar y porque la organización terrorista necesita un brazo político que infiltrar en las instituciones políticas vascas. Y la cabeza no puede estar subordinada al brazo. Más bien será el brazo el que esté subordinado a la cabeza. Ahora, es posible que Eguiguren no esté mintiendo y sea sincero cuando afirma creerse esa patraña de que los batasunos quieren dejar las armas y los etarras no, y hay que esperar a ver quién gana.

Lo que no se cree ni él es lo que dice de los mediadores internacionales: "Hay que aclarar que no son mediadores, sino abogados de parte, asesores de Batasuna para ver de qué forma pueden iniciar otro proceso o volver a la legalidad. No pueden exigir contrapartidas al Gobierno. Tienen que exigírselas a su parte". O sea, que es Batasuna quien paga los salarios de esos mediadores. A otro perro con ese hueso. Puede que fuera ETA quien exigió la presencia de los mediadores y puede asimismo que fuera ella quien los eligiera. Lo que es seguro es que quienes los pagan, somos nosotros, los españoles, a través de nuestro Gobierno. Y si siguen dando la tabarra con que hay que sentarse a dialogar, es porque siguen cobrando. ¿Por qué siguen haciéndolo si se supone que ya no hay interés en negociar? Que nos lo explique Eguiguren, pero se le agradecería la caridad de que lo hiciera sin recurrir al "toco mocho" de que los negociadores internacionales son un apéndice de Batasuna.

Rajoy, sin embargo, le cree. El gallego dice ahora estar convencido de que el Gobierno no negocia con ETA. Para mí que le han prometido, a cambio de su discreción durante el proceso, compartir los laureles de la paz, si es que la paz llega. Y no se da cuenta de que no serán laureles lo que habrá para compartir, sino el agrio sabor de la claudicación ante una banda terrorista. Es triste ver a un hombre que, frente a un Chamberlain, pudo ser un Churchill y prefiere ser un Daladier.


Libertad Digital - Opinión

Las caras de la corrupción. Por Félix Madero

En todos los hombres está presente la corrupción: sólo es una cuestión de cantidades. Carlo Dossi

DUDO a la hora de traer aquí verdaderos disparates pronunciados por prebostes de la política. Dudo porque, pudiendo pasar inadvertidos, adquieren resonancia al encontrar espacio en un periódico de gran difusión como ABC. Cuesta soportar que desde Esquerra Republicana de Cataluña den clases de cómo combatir la corrupción. Así es si así os parece, que diría Luigi Pirandello. Sostiene el presidente de ERC Joan Puigcercós que «los votantes del PP son impermeables a los casos de corrupción y que, llegado el caso harían lo mismo». Sostiene tan egregio pensador que «hay gente que cree que la política sirve para esto y vota a partidos que se corrompen. No hay castigo moral».

Pero lo inmoral es que hemos llegado a un punto en que cualquiera se cree cualificado para ofrecer sus recetas en contra de la corrupción. ¿De qué corrupción? Esa que permite y hace legal que un partido que no gana las elecciones sea decisivo en el Gobierno catalán, o sea que titula de legal -y no lo discuto aunque me sorprenda-, que un partidillo secesionista y republicano se siente en las Cortes Españoles para actuar como muleta de la insuficiente mayoría socialista. Y ya puestos a sostener, sostiene Puigcercos que ellos necesitan un Estado para ser felices. ¿Qué me dicen? Ya sé que la tontería no es lo mismo que cobrar comisiones, pero muchos pensamos que la abundancia de semejante mercancía es una forma sutil de corrupción.


Sus caras son infinitas, y por lo que dice el Fiscal General, variadas. En el Congreso, Pumpido asegura que hay en los tribunales 264 procedimientos penales abiertos contra cargos públicos o políticos del PSOE y 200 del PP. Siendo así, sorprende la forma en que el PP encaja los golpes y asume que aunque lo que cae del cielo son orines conviene decir que llueve. Ellos verán. La dificultad del partido de Rajoy para explicarse es proverbial y tiene su origen en la indolencia de la que hace gala el propio Rajoy para explicarse y explicar lo que les pasa a él y a los de enfrente. No debe extrañar que salgan clásicos como Álvarez Cascos demostrando a este PP que la oposición siempre hace bueno eso de que la mejor defensa es un buen ataque.

El miércoles ERC va a preguntar al Gobierno cómo piensa combatir la corrupción. No me consta que desde el PP estén preparando una estrategia para soportar este teatro de pueblo en que han convertido las sesiones de control. El independentista Ridao pregunta por la corrupción -¿sólo del PP?-, y los diputados del PP volverán a sentir en sus hombros que desde el techo cae algo amarillento y caliente. Dirán que es agua, pero les están meando. Igual un día de estos reparan en los números de Conde Pumpido. Y se ponen a trabajar.


Libertad Digital - Opinión

Patriotismo de partido. Por José García Domínguez

Si ante un furriel de tercera se paraliza al patético modo, ni siquiera osando exigirle la renuncia al escaño, ¿qué haría el presidente Rajoy sometido a la presión de una genuina crisis de Estado? Mejor no tratar de imaginarlo.

Tres conclusiones, a cada cual más deprimente, procede extraer de la difusión de esos sesenta tomos que "no aportan nada nuevo", pues, como es notorio, todo el mundo los ha leído ya. La primera, quizá la más triste, obliga a certificar la escala liliputiense a que cotizaba la integridad moral de tantos cargos y carguitos del Partido Popular. Quien conozca la debilidad del alma humana siempre habrá de entender a los grandes cleptómanos. Lo en verdad desconcertante, por el contrario, es acusar recibo de esos leves, ínfimos, obscenos precios de saldo con que Correa y El Bigotes mercaron conciencias de todo a cien a la sombra de Bárcenas & Cía. En sentido literal, la infantería del PP estaba colonizada por gentes, demasiadas, que no valían ni un duro. Y ahora lo sabemos.

No por manida menos sombría, la segunda exige constatar la pervivencia entre nosotros de la más funesta de las lacras cívicas todas, el llamado patriotismo de partido; ese atavismo tan castizo que ordena juzgar los episodios de corrupción no por su propia naturaleza, sino por quién incurra en ellos. De ahí que la dirección del PP se sepa ahora relativamente impune, pase lo que pase con el sumario Gürtel. Tan impune como el felipismo tras aquella sucesión de escándalos que se saldaría al final con un coste electoral nimio, pese al atronador ruido mediático. Por algo, a imagen y semejanza de las tribus indígenas de la selva amazónica, los españoles damos prioridad a las voces "nosotros" y "ellos" por delante de los términos "verdad" y "mentira".

La tercera, en fin, manda reparar –de nuevo– en esa muy palmaria carencia de autoridad natural que se desprende del carácter de Mariano Rajoy. Un atributo insoslayable en la personalidad de todo líder genuino con el que, simplemente, se nace o no. Y es que un hombre que ansíe dirigir la Nación no puede tartamudear, vacilar, descomponer la estampa y travestirse de Hamlet frente a un simple contable sobre el que recaen indicios mil de corrupción. Si ante un furriel de tercera se paraliza al patético modo, ni siquiera osando exigirle la renuncia al escaño, ¿qué haría el presidente Rajoy sometido a la presión de una genuina crisis de Estado? Mejor no tratar de imaginarlo.


Libertad Digital - Opinión

La derecha insegura. Por Ignacio Camacho

LA corrupción, por desgracia, se nota poco en las encuestas porque la universalización del latrocinio -hay 800 cargos públicos procesados actualmente, repartidos en proporción casi correlativa al arco de partidos- estabiliza la intención de voto; la gente sigue votando a los suyos en la creencia de que los adversarios se corrompen igual o más. La mangancia no provoca deserciones electorales aunque incrementa la desconfianza en la clase política; en materia de venalidad institucional hemos vuelto a aquel tiempo en que Julio Camba anotaba con sorna que se decía que los políticos roban como se dice que el caballo relincha, el buey muge o la gallina cacarea: con una resignación zoológica. Lo que sí puede tener consecuencias es el modo en que los aún no se han corrompido tratan a los corruptos, la manera de afrontar la deshonestidad y reaccionar ante sus inevitables episodios. Y en ese sentido la semana-calvario que ha vivido el PP ante la segunda entrega del sumario Gürtel le puede pasar una seria factura.

Nadie puede decir que el Partido Popular otorgue a sus miembros corrompidos trato más favorable que otras fuerzas políticas. Al contrario, reacciona con mayor presteza y un sentido más intenso de la responsabilidad, apreciable en el sincero desgarro moral que la existencia de corrupción en sus filas provoca en la mayoría de sus dirigentes. Sin embargo, y quizá por esa misma conciencia responsable, acaso fruto de una profunda autoexigencia, su reacción corporativa se ha vuelto dubitativa, titubeante, envuelta en una lamentable zozobra. El daño que el PP se ha dejado infligir por su deficiente pauta de actuación ha sido de largo superior al alcance objetivo de unas revelaciones que poco o nada nuevo aportaban a las ya conocidas andanzas delictivas de Correa y sus secuaces.

Ha tenido también mucho que ver en ello el estilo quietista que imprime a su liderazgo Mariano Rajoy, empeñado en considerar como un arte de templanza lo que los demás vemos como irritante proclividad a la demora y la procrastinación en la toma de decisiones. Cuando se recrea en la suerte de marcar los tiempos lo que envía a la opinión pública es el mensaje letal de que le paralizan las dudas, una sospecha demoledora para quien aspira a gobernar la nación. Pero no es sólo esta tendencia vacilante lo que zarandea el prestigio del PP como alternativa, sino la evidencia de sus discrepancias internas, de cuestionamiento de la autoridad, de falta de control del entorno mediático, social y político de una derecha en perpetuo alboroto que se atormenta a sí misma creyéndose incapaz de configurar una mayoría vencedora. Le falta, al PP y a la derecha, fe en sus posibilidades, y le sobra cainismo y vehemencia divisionista. El resultado es una oposición artificialmente atribulada que le ha dado una plácida semana de vacaciones al peor y más quemado Gobierno de la democracia.


ABC - Opinión

El martes negro de Don Tancredo . Por Jesús Cacho

A finales del XIX, cuando la Rusia pobre y campesina de la dinastía Romanov se descomponía víctima de una miseria de siglos provocada por la avaricia de los latifundistas, al tiempo que la semilla de la revolución avanzaba imparable desde los centros urbanos y los barrios industriales, un diplomático ruso, el conde Osten-Saken, ironizaba ante el príncipe alemán Von Bülock -ministro de Asuntos Exteriores que fue de Hohenlohe (1897) y canciller del Reich (1900)-, refiriéndose a la actitud del zar en estos términos: “L’empereur Nicolas a una indifférence qui frise l’heorisme”. La cita viene como anillo al dedo para un Mariano Rajoy empeñado en convertir su falta de autoridad dentro del Partido Popular en una obra de arte. El tancredismo de Don Mariano, en in crescendo sostenido desde la primera derrota electoral de marzo de 2004, ha alcanzado esta semana sus más altas cotas de estilismo, para desesperación de millones de votantes de la derecha.

El levantamiento del secreto sumarial del caso Gürtel –previsto para el lunes, pero retrasado 24 horas porque el martes salían cifras de paro registrado- ha provocado en el PP el trauma que era de prever. Trance excesivo, cuando menos, porque quienes han aparecido ahora en los 56.000 folios del juez Pedreira ya figuraban desde hace tiempo como actores de reparto en este drama chusco de chorizos engominados que surgió en el 2002 en torno a la organización de eventos del partido y que, en contacto con la fontanería de Génova, cobró vuelo cuando algunos de tales fontaneros se hicieron alcaldes –periferia rica del noroeste madrileño- y todos juntos en santa compaña decidieron enriquecerse con las comisiones del negocio inmobiliario, Ayuntamientos gastando a manos llenas, comisiones, fulanas, comilonas y lujo a espuertas en una borrachera de dinero fácil que parecía no iba a terminar nunca, estirpe corrupta desfilando glamurosa por la explanada de El Escorial camino del altar donde matrimoniaba la hija de José María Aznar.

"Ni nombres nuevos ni, lo que es más importante, financiación ilegal del partido, al menos que se sepa."

Ni nombres nuevos ni, lo que es más importante, financiación ilegal del partido, al menos que se sepa. Sí, naturalmente, la constatación ya vieja de la existencia de una red de corrupción muy extensa y absolutamente escandalosa tanto en los fines perseguidos como en los medios empleados para enriquecerse. Un asunto muy grave para el PP y, por extensión, para una democracia esencialmente corrupta como la española, algo evidente desde hace muchos años. Y si no ha habido sorpresa mayúscula, ¿Cómo explicar, entonces, la parálisis de miedo, el ataque de terror que durante 48 horas se apoderó de Génova, mientras la armada mediática de la izquierda disparaba inmisericorde su artillería más gruesa? De nuevo el Rajoy dubitativo, pusilánime, premioso. El líder que se esconde en los instantes cruciales. Portador de una serie de valores muy estimables –prudencia, honestidad personal, lejanía de los poderes fácticos del dinero, entre otros- en un contexto político tan envilecido como el español, el gallego resulta un personaje desesperante a la hora de tomar ese tipo de decisiones que están a la altura del sentido común de cualquier mortal.

El enigma Rajoy. ¿Realmente es Arriola el responsable último de esa pauta de conducta cuya característica esencial viene marcada por su desaparición de la escena en los momentos más calientes, porque la clave para heredar los despojos de Zapatero reside en no quemarse con la toma de decisiones arriesgadas? La explicación resulta a estas alturas poco creíble. Tras las generales de marzo de 2008, el aludido excusó públicamente su derrota aludiendo a que durante 4 años no había podido contar ni con equipo ni con política propia, algo que iba a cambiar de forma drástica. Da la impresión, sin embargo, de que sigue cogido por el ronzal de la maraña de intereses que se mueve en la calle Génova. El soft power parece en su caso un no power at all. Es un hecho cierto que la red Gürtel, emparentada con el Clan de Becerril, echa sus raíces en la segunda legislatura Aznar. La mitad de los casi 29 millones de euros que, según el sumario, se embolsan los Correas, se trajinan entre los años 2002 y 2004. En grandísima medida, la trama está, pues, ligada al PP de Aznar, es parte del PP de Aznar, no del de Rajoy. Pero el gallego no se atreve siquiera a insinuarlo públicamente y a obrar en consecuencia, porque eso supondría colocar a Franquito al pie de los caballos.

Desgaste brutal de Rajoy

En el fondo sigue sin atreverse a lo que en términos freudianos se denomina “matar al padre”, algo que le pasará factura porque, como decía Maquiavelo, “La generosidad que supone abandono de poder, ni es rentable ni se debe esperar que sea agradecida”. La que ha pagado esta semana ha sido terrible: la sospecha de que no se atrevía a desalojar a Luis Bárcenas de Génova porque él también estaba trincado. El resultado del entero lance ha sido un desgaste brutal, cuya importancia medirán las encuestas de opinión. Rajoy termina la semana malherido con la apariencia del líder medroso dispuesto a malbaratar con su tancredismo las posibilidades de llegar al Poder y enderezar el rumbo de un país al que la incapacidad de Zapatero ha sumido en el caos. Los acontecimientos le están poniendo el Poder en las manos, pero él parece empeñado en rechazarlo. Se entiende la perplejidad y el desconcierto que estos días embarga a militantes y votantes del PP. Es la sempiterna desgracia de España con sus clases dirigentes, un lamento tantas veces expresado por los Baroja, Ortega y otros.

"En realidad, Mariano no se atreve a romper con Aznar"

En realidad, Mariano no solo no se atreve a romper con Aznar, sino que se ve obligado a acudir a eventos como el aquelarre que, ad maiorem gloriam suam, el ex presidente montó el jueves en Sevilla para festejar los 20 años de la primera Ejecutiva “del PP de Aznar” (sic). Al pie de la Torre del Oro, el gallego compuso otra pobre estampa al asegurar ante la prensa que Bárcenas se va pero se queda, o no se marcha del todo, en fin, habrá que ver, el grupo parlamentario sabrá… En Sevilla, Aznar predicó duramente contra la corrupción, aunque él se dedica ahora a todo tipo de negocios de intermediación –la llamada “enmienda Florentino”, el último- con toda gran empresa española que se deje, poniendo en un brete constante al propio Rajoy, porque la tarjeta de visita del generalito es que “él es el PP”. Curioso, cuando no deslumbrante, el simbolismo de ese festejo sevillano al que se negó a acudir, cargado de razón, Rodrigo Rato. La ecuación es sencilla: Aznar hizo el PP y Aznar lo deshizo. Se cierra el ciclo. Su responsabilidad a la hora de cercenar las posibilidades de la derecha democrática para gobernar durante los años necesarios para haber acometido la definitiva modernización del país, ha sido y es enorme, y esa derecha democrática no volverá a ser la misma mientras no sea capaz de sacudirse el espantajo de un personaje que ha terminado por convertirse en una caricatura de sí mismo.

El mismo día que se abría el sumario Gürtel, el Parlamento de la nación aprobaba en silencio la ya citada “enmienda Florentino” o la otra cara de una misma moneda llamada corrupción, pero esta al por mayor. Ya conocen la génesis del escándalo: a partir de 2004, en la borrachera de dinero abundante y barato, tres grandes constructoras amigas del Gobierno ZP entraron de la mano del ministro Sebastián en otras tantas empresas energéticas. Una de ellas, Acciona, pudo escapar de la aventura con grandes plusvalías, pero otras dos quedaron atrapadas tras haber invertido grandes sumas que deben a los bancos y que hoy registran importantes minusvalías. Para arreglar ese entuerto, el señor Zapatero ha puesto el Grupo Parlamentario socialista al servicio de Florentino Pérez, presidente de ACS, y de sus accionistas, los hermanos March y los primos Albertos, en orden a modificar una ley que permita a Pérez –y de paso a Luis Del Rivero, presidente de Sacyr, con Juan Abelló como gran accionista- hacerse con el control de Iberdrola y Repsol, respectivamente, y sacar tajada. Para hacerlo posible era preciso acabar con las cláusulas societarias que en ambas empresas limitan los derechos de voto al 10% del capital, con independencia del porcentaje que se posea.

La “enmienda Florentino” o la otra cara de la misma moneda

Y un cambio legislativo en principio lleno de lógica, que hubiera sido necesario abordar con luz y taquígrafos en tanto en cuanto, además, afecta a varias leyes de enjundia, se ha convertido en una operación de alcantarilla directamente pactada, con nocturnidad y alevosía, por el propio Zapatero con Pérez. Tras una serie de aplazamientos motivados por la dificultad de alcanzar la mayoría necesaria, CiU terminó por dar su apoyo al PSOE –nuevo pacto entre ZP y Durán i Lleida- a cambio de aplazar un año la entrada en vigor de la medida y reducirla a las sociedades cotizadas. Pero el propio jueves, y en plena discusión de la enmienda, los socialistas intentaron cargarse ese año de prórroga que, por cierto, no le viene nada bien a una ACS que en marzo de 2011, antes de que entre en vigor la nueva normativa, tendrá que renegociar el contrato de derivados por el 4,88% de Iberdrola aparcado ahora en Natixis. ¿Legislación con nombre y apellido? Más que eso: el presidente del Gobierno cuidando de las fortunas de algunos de los millonarios más notorios de este país. “El asunto March ha sido el más escandaloso que ha habido en el mundo, porque, durante once años, el señor March ha tenido a su disposición a los ex-presidentes del Consejo y a los Ministros, y ha mandado en España destituyendo Gobiernos a su antojo”. Frase pronunciada en las Cortes por Francisco De Asís Cambó, ministro de Fomento y Hacienda entre 1918/1922, con Maura como presidente del Consejo.

"Rajoy, torpe hasta decir basta, aparentemente empeñado en seguir instalado durante muchos años de su cómodo estatus de Ministro de la Oposición."

Dicen que los herederos de la dinastía March no están muy contentos con el resultado final de este lance, porque su gestor en ACS les había asegurado que la operación estaba políticamente “mucho más trabada”, y la misma queja exhibe el propio ZP. Ni el PP (fallida mediación de Aznar), ni el PNV, ni IU han apoyado la enmienda. Pelillos a la mar: el reinado de Sánchez Galán en Iberdrola tiene fecha de caducidad, y gracias a CiU el 12% del ACS en la eléctrica ha sido puesto en valor. El gran constructor del Reino ha entrado ya en contacto con un par de multinacionales de la electricidad para darle el pase a su paquete. Gran pelotazo a la vista. Operación Enel corregida y aumentada. Iberdrola vale en Bolsa casi 34.000 millones, cifra que deja los 29 de los Correa and friends en una simple propina. Y todo ello en medio del silencio espeso de unos medios de comunicación que tanta tinta han hecho correr en el caso Gürtel: unos porque hay que defender a Zapatero, la izquierda, y otros porque Floro es amigo rumboso, que además invita al palco del Real Madrid (como se vio anoche), la derecha.

Tal es la influencia de este nuevo March en pequeño que el propio martes, negro día con negras secuelas, el propio Florentino fue el encargado de pronunciar la laudatio en nombre de la amplia representación empresarial que asistió al festejo que el propio Zapatero organizó en honor del coche eléctrico, esa cosa que nos va a sacar de pobres a los españoles, a pesar de que allí estaban Galán (Iberdrola), Brufau (Repsol) y Prado (Endesa). ¡El ladrillo predicando el fin del motor de combustión! Es la claudicación del Ejecutivo ante “los lobbys poderosos que han convertido a los Presupuestos Generales del Estado en una máquina de entregar dinero a su servicio”, como ayer escribía Carlos Sánchez (“Leed mis labios: Menos ladrillos y más ordenadores”) en este diario. Pena y desventura, en suma, de una España crispada como nunca, desalentada hasta el abatimiento, incapaz de ver la línea del horizonte entre un presidente del Gobierno que, con el aparato del Estado a su servicio, parece empeñado en acabar con la posibilidad de la alternancia por la vía de fumigarse a la oposición, y un Rajoy torpe hasta decir basta, aparentemente empeñado en seguir instalado durante muchos años de su cómodo estatus de Ministro de la Oposición. ¡Bello panorama!


El Confidencial - Opinión

Grecia o la irresponsabilidad del endeudamiento público

Los políticos griegos creyeron en la cómoda copla keynesiana de que bastaba con seguir gastando para que todo se solucionara, y así les ha ido: la única opción que les queda ahora es aceptar los 45.000 millones que le han ofrecido la zonaeuro y el FMI.

Las crisis son períodos traumáticos porque la estructura productiva de una economía debe recomponerse y esto suele ser doloroso. Fruto de una excesiva expansión del crédito por parte de una banca asistida por el banco central, la crisis consiste en un periodo en el que hay que liquidar los malos activos, amortizar el exceso de deuda, trasladar factores productivos de un lado a otro, abandonar proyectos empresariales que hasta la fecha parecían rentables, asumir que una porción de la riqueza que pretendíamos crear se ha destruido definitivamente...

Es comprensible que mucha gente se sienta incómoda perdiendo su empleo o viendo quebrar su empresa, pero sería un error pensar que, una vez acometidas las malas inversiones, no es necesario cambiar nada. Lo único que cabe hacer es, por un lado, poner los medios para que en el futuro no se reproduzcan crisis como la actual –por ejemplo, limitando la magnitud de los descalces de plazos en los que puede incurrir la banca– y, por otro, facilitar todo lo posible el proceso de ajuste de la economía. De lo contrario, el estancamiento y el progresivo empobrecimiento están garantizados.


Sin embargo, los economistas keynesianos tienden a pensar que basta con tirar de la demanda para que una crisis se convierta en un renovado período de crecimiento. Parten de la base de que no existen malas inversiones a nivel agregado y de que todo problema puede solucionarse instantáneamente sólo evitando que la demanda se desplome. Por ello defienden que cuando los agentes económicos empiezan a ahorrar –a no consumir– con tal de reducir su insostenible apalancamiento, debe ser el Estado quien consuma en su lugar. Si las personas no quieren comprar inmuebles o automóviles, debe ser el Estado quien lo haga o lo incentive; si no es rentable contratar a un conjunto de trabajadores debido a sus elevados costes, debe ser el Estado quien los recoloque en proyectos de inversión pública en los que la rentabilidad es lo de menos; si las Administraciones Públicas ven desplomarse sus ingresos ante la depresión económica, deben recurrir sin dudarlo al endeudamiento masivo para no sólo evitar recortar el gasto, sino a ser posible incrementarlo.

Nada de todo esto contribuye a impulsar una pronta y sana recuperación económica, pero al menos permite a los políticos acrecentar sus poderes, comprar voluntades, dirigir la economía y aparentar estar haciendo algo. La posición pasiva de dejar a las empresas readaptarse a las nuevas circunstancias suele serles incómoda a nuestros prohombres públicos, así que optan por arreglarlo todo a golpe de chequera.

Sin embargo, no habría que olvidar que los Estados no son tan distintos del resto de agentes económicos. Por supuesto, tienen una nota muy distintiva, y es que obtienen sus ingresos no de servir a los consumidores, sino de arrebatarles la riqueza a aquellos que les sirven. Pero dejando de lado ese importante matiz, el Estado tiene unas cuentas que cuadrar: posee unos ingresos que no son ni mucho menos infinitos y ha de hacer frente a unos gastos a los que en ocasiones no pueden renunciar. Si los segundos superan a los primeros, se habrá de endeudar. Y la deuda tiene que devolverse en algún momento, para lo cual deberá conseguir que sus ingresos vuelvan a ser superiores a sus gastos como para ir atendiendo a los vencimientos de la deuda.

Si un Estado está muy endeudado a corto plazo y no tiene forma de generar un superávit presupuestario (es decir, no está dispuesto a asumir el coste social de aumentar los impuestos o reducir el gasto lo suficiente), puede pedirles a sus acreedores que le den una prórroga en el pago, cosa que estarán dispuestos a hacer normalmente a tipos de interés cada vez mayores y, sobre todo, siempre que tengan alguna certeza de que en el futuro el Estado volverá a ser solvente. En caso contrario, lo más habitual será que se nieguen a seguirles prestando dinero a los gestores manirrotos.

Esto es básicamente lo que le ha ocurrido a Grecia: en pocas semanas había de hacer frente a unos vencimientos de deuda de más de 10.000 millones de euros y no tenía capacidad alguna ni para obtener los ingresos necesarios ni de refinanciar tanto dinero en el mercado. Sus políticos creyeron en la cómoda copla keynesiana de que bastaba con seguir gastando para que todo se solucionara, y así les ha ido: la única opción que les queda ahora es aceptar los 45.000 millones que al alimón le han ofrecido la zona del euro y el FMI (30.000 la primera, 15.000 el segundo). Y ello podría ser sólo el principio, ya que el préstamo no cubre ni mucho menos los vencimientos de deuda de los próximos años.

Falta ahora que el Gobierno griego acepte el préstamo y las duras condiciones que se impondrán al mismo. Pero en todo caso no hay alternativa y el ajuste deberá hacerse de algún modo. El coste económico será mucho mayor que si las reformas se hubiesen ido implementando poco a poco: Grecia se enfrentará a medio plazo a subidas de impuestos y a reducciones del gasto público enormes que desde luego degradarán aún más la calidad de vida de sus ciudadanos. No se quisieron hacer las cosas a tiempo, se esperaba que la crisis escampara por la mera recurrencia al déficit público, y ahora están al borde de la autarquía social.

En España deberíamos estar muy atentos de lo que está sucediendo con Grecia. Primero porque demuestra que mantener gigantescos déficits públicos no es la respuesta a adoptar frente a una crisis. Y segundo, porque la situación griega podría reproducirse con España: cada día que pasa sin que el Gobierno cuadre sus cuentas, más se dificultará la recuperación y más duro será el ajuste ulterior. No sólo nos estamos endeudando financieramente, sino también económicamente: el problema no serán sólo los altos tipos de interés futuros, sino el enorme coste en términos de bienestar al que tendrán que hacer frente los españoles con impuestos mucho más altos y rentas mucho más bajas. Todo ello por la irresponsabilidad y los prejuicios de Zapatero.


Libertad Digital - Editorial

Lectura española del drama griego

ESPAÑA no es Grecia, pero tampoco es Alemania. El ratio deuda PIB español no permite comparación con el del país heleno y es incluso más bajo que el alemán, pero no hay más que ver la respuesta fiscal a la crisis económica, el déficit público español dobla prácticamente al alemán y se acerca mucho al griego, para entender el por qué de la comparación. El problema no es la historia económica reciente, eso es lo que mide el ratio de deuda, sino el futuro de ambas economías, sus posibilidades de crecimiento con el corsé de la Unión Monetaria en un escenario de creciente aversión al riesgo, drástica consolidación fiscal y con una importante pérdida de competitividad acumulada.

Cuando los inversores internacionales comparan España con Grecia no están cayendo en estereotipos insultantes, ni en conspiraciones seculares, sino que están cuestionando racionalmente la capacidad de crecimiento de ambas economías y la voluntad política y madurez social para realizar reformas estructurales dolorosas pero necesarias. Grecia está claramente en una trayectoria de deuda insostenible. No puede hacer frente a sus obligaciones exteriores sin ayuda concesional, sin que alguien le subsidie los pagos de intereses que le exige el mercado. Esa es la labor del FMI y parece que finalmente también la Unión Europea va a poner algo de dinero blando. España no está en esa situación, por eso hoy paga la mitad por su deuda pública, pero hay elementos muy preocupantes en la dinámica de la deuda española. Primero, el plan de estabilidad presentado en Bruselas sencillamente no es creíble y exige precisiones importantes tanto en el lado de los ingresos, donde el optimismo sobre la intensidad de la recuperación es exagerado, y de los gastos, donde el plan es puro voluntarismo en un Estado de las Autonomías tan complejo. Segundo, la deuda crece cada semana con un nuevo plan económico anunciado por un gobierno desorientado que no parece haberse dado cuenta de que sencillamente no hay financiación disponible para un país que no ha demostrado ser capaz de crecer sin estímulos artificiales. Tercero, no hay voluntad política de realizar las reformas estructurales de calado que liberen el potencial productivo de la economía española y sin ellas, aritméticamente, el ratio deuda PIB crecerá de manera pasiva. El Gobierno de España tiene que demostrar a sus acreedores que ha entendido la crisis griega. Si no lo hace pronto, éstos empezarán a pensar que el país no tiene voluntad ni capacidad de pago. Las consecuencias serían nefastas.

ABC - Editorial

España pasará de ser la novena potencia mundial en 2008 a la duodécima en 2014

Brasil, India y Canadá adelantarán en el ranking a nuestro país, cuyo PIB retrocederá un 2,1% hasta 2014

La crisis pasará costosa factura a España, y las expectativas de que nuestro país se convierta en la octava potencia del planeta se desvanece. España no sólo no ascenderá en el ranking económico mundial, sino que en el próximo lustro perderá tres puestos y pasará de ser la novena potencia del mundo en 2008 a la duodécima en 2014, en términos de PIB, según las estimaciones del Fondo Monetario Europeo.

En estos seis años, la riqueza española no sólo no crecerá, sino que se contraerá un 2,1%, lo cual contrasta con el comportamiento del resto de las grandes potencias mundiales y de los países emergentes. De ahí que Brasil, India y Canadá adelanten a nuestro país en la citada lista de las mayores economías del mundo.


El sueño de Zapatero de superar a Italia se convierte en pesadilla

No hace muchos meses, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, presumía de que la renta per cápita española había superado ya a la italiana e incluso iba mucho más allá, y alardeaba de que en 2013 nuestro país sobrepasaría también a Francia. Ese sueño temporal del presidente del Ejecutivo se puede convertir en una pesadilla permanente para los próximos años.

Ni las estimaciones del Fondo Monetario Internacional ni los datos de Eurostat parecen darle la razón en sus pronósticos. Así, mientras el FMI prevé que España retroceda tres puestos en el ranking mundial por Producto Interior Bruto, hasta ocupar el lugar número doce, a Italia la mantiene en el séptimo puesto. El sueño de estar en el G-8, por tanto, se desvanece también.

En cuanto a Eurostat, hay que recordar que hace poco más de dos meses los datos de la oficina estadística comunitaria aseguraban que, en 2009, la renta per cápita española había caído por debajo de la media de la UE (100), hasta situarse en los 99,4 puntos, lo cual no se producía desde el año 2001. Y las perspectivas para este año y el que viene nos situaban en 97,4 y 96,3 puntos, respectivamente.

Italia cerró ya 2009 con 98,5 puntos, pero la previsión de Eurostat para este año y para el próximo la sitúan su renta per cápita en 98,4 y 98 puntos.


Cae la riqueza alemana

Entre los quince países del mundo con mayor PIB en 2008, además de España sólo Alemania presentará tasas de crecimiento negativas en el periodo citado. El país germano se contraerá un 5,1% hasta 2014, pero a diferencia de España, Alemania mantendrá el cuarto puesto en el ranking mundial.

Según las estimaciones del Fondo Monetario, Estados Unidos seguirá siendo la primera potencia del mundo durante el próximo lustro, con un crecimiento de su PIB del 20,6% . Los que sí varían son el segundo y el tercer puestos, que se intercambian entre Japón y China. El país emergente se convertirá en la segunda potencia mundial, tras duplicarse prácticamente su PIB en este periodo y crecer un 91,4%.

Japón, por su parte, tras el largísimo estancamiento de los años precedentes, registrará un crecimiento de su producción del 17,9%.

Entre los países europeos, Francia, Reino Unido e Italia continuarán ocupando las posiciones quinta, sexta y séptima, con crecimientos del 7,8%, el 8,9% y el 1,8%, respectivamente. Otro de los países emergentes, Brasil, ascenderá dos posiciones en este ranking mundial, y se convertirá en la octava potencia, tras crecer un 37,1%.

Empuje de los emergentes

Rusia es otro país que tendrá un fuerte crecimiento en el periodo, un 26,9%. Sin embargo este dinamismo no es suficiente para mantener su actual estatus entre las potencias mundiales y pierde una posición, al colocarse en 2014 en el noveno lugar, según los pronósticos del organismo internacional.

Y es que los países emergentes que hace tan solo unos años ni siquiera aparecían en el ranking empujan con fuerza, como es el caso de la India. En los seis años analizados este país va a crecer un 58,1%, la segunda tasa más alta de incremento, tan sólo superada por China. En el nuevo ranking, India ocupará el décimo lugar, tras ascender dos posiciones.

Canadá, el tercer país junto con Brasil e India que adelantan a España, se mantiene, sin embargo como undécima potencia económica mundial, a pesar de crecer un 14,3%.

Por detrás de nuestro país, y también entre las quince economías más grandes del planeta, se encuentran México, Australia y Corea. El país norteamericano se mantiene en la decimotercera posición, mientras Australia y Corea se intercambian los puestos décimocuarto y decimoquinto, al crecer los coreanos un 25,7% y adelantar a los australianos, cuyo PIB aumentará un 11,1%, según las estimaciones del Fondo Monetario.

En términos de PIB per cápita, España sale peor parada en el ranking. Los datos del FMI de 2008 colocaban a nuestro país en el puesto veintidós, por detrás de los grandes europeos, como Francia (puesto 14); Alemania (16); Reino Unido (17), o Italia (18).

Cuando el análisis se hace en términos de PIB per cápita en paridad de poder adquisitivo, es decir teniendo en cuenta la riqueza real de las familias en función de los precios del país, el retroceso de posiciones es todavía más considerable, ya que España se coloca en el puesto 29 del mundo. De hecho sólo dos de los quince países con mayor PIB mundial, se encuentran dentro de las quince primeras posiciones en este ranking, que son Estados Unidos, en el puesto sexto, y Canadá en el décimo cuarto.

Qatar, el más rico

Las primeras posiciones de este ranking mundial en 2008 las ocupaban Qatar, cuya economía se basa principalmente en las exportaciones de petróleo y gas natural; Luxemburgo, reconocido centro financiero internacional; Noruega, exportadora de petróleo, además de tener importantes recursos naturales; Singapur, más volcada en los sectores electrónico e industrial; y Brunei Darussalam, cuyos ingresos se obtienen con petróleo y gas natural.

Donde España está mejor situada, y sí gana a países como Italia, es en el tamaño del mercado de capitales. El mercado de valores español era el séptimo en importancia por volumen de capitalización, 948.400 millones de dólares en 2008, y también por volumen de deuda pública y privada.


ABC - Economía