domingo, 18 de abril de 2010

La hija de Bono de 10 años ‘paga’ una hipoteca de 110.000 euros

La niña es propietaria de un local en Albacete. Es una tienda que gestionaba su madre.

La hija pequeña de José Bono, todavía menor de edad, es ya propietaria de un local en el centro de Albacete, en la zona comercial más importante de la ciudad.

La propiedad está a nombre de la pequeña de los cuatro hijos que tienen el presidente del Congreso y su mujer Ana María Albina Rodríguez Mosquera. Según el Registro de la Propiedad número 4 de Albacete, el título de propiedad pasó a la hija de Bono el 6 de julio de 2009, dos meses después de que la menor hiciese su Primera Comunión. La niña, de origen chileno, fue adoptada por el presidente del Congreso con 7 meses de edad en 2001. En el momento en el que se registró el local a su nombre, la pequeña tenía 9 años.


El local, situado en el número 12 de la calle Tesifonte Gallego, en el Centro Comercial Calle Ancha, tiene una superficie de 130 metros cuadrados. Sobre éste pesa una carga hipotecaria de 110.000 euros con el Banco Popular que vence en junio de 2011. El valor de subasta fijado para esta finca es de 295.886 euros. Según varias inmobiliarias de la zona, el local tiene un valor de mercado aproximado de 350.000 euros.

La hija menor de edad de José Bono es, además, propietaria de un 5% de las acciones de la Hípica Almenara y de la empresa patrimonial Ahorros Familiares SAJA, según consta en el depósito de cuentas de 2008 de esta sociedad.

Tras su fracaso empresarial al franquiciar algunas de las tiendas de la firma de joyería Tous, que dieron pérdidas durante los primeros años, Ana Rodríguez Mosquera cambió su relación comercial y comenzó a gestionar siete de las tiendas propiedad de la marca catalana. El contrato le ofrece a la esposa de Bono un porcentaje de las ventas de cada una de las tiendas, además de un fijo por representar a la joyería. La empresa Ahorros Familiares SAJA es la utilizada por la esposa de Bono para facturar sus acuerdos con Tous.

Actualmente el local del que es propietaria la niña de 10 años aloja una de las tiendas de Tous que gestiona la esposa del presidente del Congreso, Ana María Rodríguez Mosquera. En la misma dirección está domiciliada la sociedad Ópalo 81, dedicada a la intermediación comercial.

La sociedad fue constituida el 5 de febrero de 2007 con la esposa de Bono, Ana María Rodríguez, y Pablo Cañego Muñoz como administradores. Meses después, en diciembre del mismo año, cesaron de sus cargos y fueron nombrados administradores solidarios Amelia Bono –otra hija del político– y Francisco Herrera García.

Amelia es la hija mayor del presidente. Su boda con Manuel Martos, hijo del cantante Raphael, aumentó la popularidad de su madre al frente de algunos negocios de patrocinio de la firma de joyería Tous. De hecho, durante varios años, Amelia, licenciada en Derecho, ha contribuido a los negocios de la familia ayudando a su madre cuando ésta aún tenía alguna de las franquicias de Tous en Castilla-La Mancha.

Aunque la esposa de Bono ya no tiene las franquicias, el local donde está situado el Tous de Albacete sigue siendo propiedad de la familia, en este caso de la hija menor de edad del matrimonio.

Los tutores legales de la niña, José Bono y Ana María Rodríguez Mosquera, son los responsables fiscales y administradores de la propiedad, según fuentes jurídicas consultadas. El domicilio fijado a efectos de requerimientos y notificaciones de la hipoteca es el 17 de la calle Hombre de Palo de Toledo, donde se encontraba la tienda Tous propiedad de la esposa de Bono.

El alquiler de un local en el centro comercial donde se encuentra el de la hija menor de Bono tiene una renta de 6.000 euros mensuales, según información local publicada sobre el precio del suelo en Albacete.
Los descuidos

Bono tampoco incluyó este local en los documentos que se filtraron a un diario nacional sobre el patrimonio del político y su familia. En el mismo artículo el presidente del Congreso aseguraba que sólo tenía un ático en Estepona, su casa de Toledo y un piso en Madrid que le había regalado a su hijo. Sin embargo, tal y como publicó LA GACETA, en el Registro de la Propiedad de Estepona figuran dos áticos a nombre de la sociedad Ahorros Familiares SAJA, participada por José Bono, su mujer y sus hijas, según consta en el depósito de cuentas de la empresa de 2008.

Esta sociedad es también propietaria de un lujoso ático en la calle Ayala de Madrid, adquirido en 2009 y cuyo valor de mercado ronda el millón de euros. Además, Bono es propietario ya de un piso en la localidad alicantina de El Campello, aunque tampoco informó de su adquisición al diario El Mundo.


La Gaceta

Para Garzón no hubo Paracuellos. Por Antonio Burgos

Entrego la cuchara ante los que saben de verdad de dos asuntos sobre los que no tengo la menor idea: de fútbol del bueno y de política nacional.

Yo sé del Betis, pero eso no es saber de fútbol ni nada. Y sé algo del alcalde de mi pueblo, que es la mejor forma de desconocerlo todo sobre política. Por eso me quedo con la boca abierta cuando veo un partido por la tele y el locutor se da cuenta de que están jugando sobre el doble pivote y con las líneas adelantadas. Por mucho que miro por allí, yo no veo pivote alguno. Así que ya te contaré cómo voy a ver el doble pivote, si no encuentro a un solo pivote, ¿seré cara... lo que rima con pivote? Y en cuanto a las líneas adelantadas, pues ni adelantadas ni retrasadas ni en su hora en punto: no veo en el campo más líneas que las blancas que pintan con cal de Morón. Y de política nacional, lo mismo. De momento, no tengo ni idea del lenguaje de los comentaristas políticos que hablan por la radio, qué piquitos de oro. No sé usar lo del «largo recorrido» o lo del «hondo calado», ni los remoquetes de «dicho lo cual» o «hasta donde yo sé». Y en mi suprema ignorancia, colijo que a los autotitulados analistas les pasa como a los comentaristas de fútbol: que saben ver todo lo que yo no endiquelo por parte alguna.

Y así me ha pasado con lo de Garzón. Entendía que la que han formado en pro Garzón era la habitual algarada de la Progresía Visa Oro, de los pijos de la izquierda forreta, del Sindicato de la Zeja, de Pilar Bardem y de los profesionales del manifiesto y la pancarta, de los que trincan tantas subvenciones que mucho presumir de izquierda solidaria, pero viven como el Marqués de Bono. Yo creía que era para que no se hable de la crisis, con el pretexto de que quieren toserle a Garzón, mascarón de proa de esa panda de trincones. Y dentro de la que lleva Garzón en las agujas, que era maniobra de distracción, para que hablemos de las fosas del franquismo, pero no de la prevaricación, ni de la tela del telón del supuesto botín con minúscula que presuntamente mangó a Botín con mayúscula. Y para distraer nuestra atención sobre la crisis, la inoperancia del Gobierno y los cuatro millones de parados.

Creyendo todo eso, claro, me resultaba incoherente que tanto buscar Garzón culpables de la represión de la guerra y tanto protestar los profesionales de la pancarta porque no lo dejaban al hombre escarbar en las fosas y desenterrar el odio, y resulta que allí, en el aula de la Facultad de Medicina, estaba un señor ya mayor, antiguo siervo de la gleba de Stalin, pregonado como responsable político del genocidio de Paracuellos, sobre el que Garzón no ha abierto la boca. Como soy de pueblo y no entiendo de política ni de fútbol, me preguntaba: ¿cómo Garzón dice que la Ley de Amnistía no vale para los cargos del régimen de Franco (por ejemplo, para los padres de muchos socialistas del Gobierno) y en cambio sí vale para el culpable político de Paracuellos? ¿O es que la demanda por lo de Paracuellos se la van a poner a este superviviente de la guerra desde la Argentina?

Pero eran despistes míos, que no veo ni el doble pivote ni las líneas adelantadas de la política. La Jefa de mi Casa Civil, que es más lista que todos los analistas políticos juntos, cuando vio la algarada, me dijo: «Garzón les importa un pimiento. ¿Te acuerdas de aquel micrófono que Gabilondo se dejó abierto cuando Zapatero le dijo que había que crear tensión para que la gente fuese a votar? Pues esto de ahora es lo mismo. Como el «Nunca mais», el «No a la guerra» o el «Queremos saber» del 11-M. No, no es para que no hablemos de la crisis. Quieren movilizar a sus votantes otra vez, por eso recurren a Franco y a los fachas, «que vienen, que vienen» y «no pasarán», para sacarlos de la abstención. Quieren poner en tensión a los radicales, a los antisistema, a las abortistas, a los gays, a las lesbianas, a los canis, a los que quitan el crucifijo en la escuela, a los antiyanquis, a los de la bandera republicana, a los grupos marginales, a toda esa gentuza que les dieron la victoria y quieren que se la vuelvan a dar».


ABC - Opinión

¡Qué sabrá el FMI!. Por José T. Gaga

Hablando con toda franqueza y consideración, reconozca que, si bien el FMI debe de saber poco de la economía española, usted, señora vicepresidenta, si lo que dice coincide con lo que piensa, muestra no tener ni idea de lo que aquí se cuece.

Diga usted que sí, señora vicepresidenta ¡qué sabrá o qué sabe el Fondo Monetario Internacional de lo que pasa en la economía española! Yo, como usted; el día que me levanto con el chovinismo desbordado, no hay quien me gane, por eso hoy, incitado por su aseveración, proclamo en voz alta que somos los mejores, que no hay quien nos gane ni en el saber ni en el hacer, ni en el pensar ni en el actuar. ¡Qué buenos somos! Y qué pena que la humanidad se pierda el fruto de nuestras capacidades, más notorias todavía cuando quien las ostenta ocupa una posición de Gobierno. Incluso a los españoles de a pie, que somos buenísimos, en ocasiones nos cuesta medir con exactitud la grandeza de nuestro Gobierno, su excelsa capacidad para hacer las cosas bien y su virtuosismo para resolver aquello que menoscaba el bienestar de la sociedad.

Señora Salgado, hablemos en serio. Con todo mi respeto, yo no sé si el FMI sabe lo que pasa en la economía española; estoy de acuerdo en que no son dioses, es más, que están muy lejos de la divinidad y que algunos conocidos que por allí andan, están más cerca del diablo que de Dios, y que habría sido mejor no dejarles marchar para que no conocieran allá los entresijos de esta bendita tierra, prostituida por tanto benefactor público. Pero, al menos, estará usted de acuerdo conmigo en que, aún con la escasez de conocimientos que podemos suponer en sus mentes, disponen de una gran información, poseen más datos de los quizá sean capaces de utilizar y tienen la posibilidad de intercambiar experiencias a niveles para los demás inalcanzables.

Es más, como no quiero llevarle la contraria, acepto que, quizá, sepan poco de la economía española. Pero lo que también le pido a usted, hablando con toda franqueza y consideración, es que reconozca que, si bien ellos deben de saber poco de la economía española, usted, señora vicepresidenta, si lo que dice coincide con lo que piensa, cosa que no tendría que ser así necesariamente, muestra no tener ni idea de lo que aquí se cuece; y eso me preocupa mucho más.

Porque, al fin y a la postre, los del FMI están allá lejos y, sobre todo, tienen mucho entretenimiento con todo lo que pasa en el mundo, por lo que la posibilidad de que se fijen en mí para hacerme la vida imposible –de la función pública nunca he esperado otra cosa– la veo muy remota. Así que, sabiendo o sin saber, lo de aquellos señores me trae más bien al fresco. Sin embargo, usted y su función, sí que me inquietan. Porque tampoco es que yo tenga ninguna relevancia para merecer su atención en nuestro territorio patrio, pero, por simple probabilidad, en un sorteo entre menor número de jugadores puede que me vea agraciado por la suerte, pese a que ello nunca ha ocurrido cuando lo que se sortea es algo apetecible o deseable.

¿Entendí bien, Doña Elena, su manifestación según la cual "ya no es el momento de hablar de la crisis, sino de impulsar políticas que garanticen un crecimiento robusto"? Si en efecto quiso decir eso, me deja usted altamente preocupado. Usted sabe, seguramente los del FMI también, que sigue creciendo el desempleo, que la economía española se separa cada vez más y por debajo de la de los países que consideramos de nuestro entorno, es decir, Francia, Alemania, Reino Unido, Italia, etc. que las familias se han puesto a ahorrar como no lo habían hecho desde la posguerra, que los cierres empresariales y los de los autónomos están adquiriendo niveles insospechados en cualquier momento precedente, en fin... qué le voy a contar, si para saber eso no se requiere más que tener los ojos abiertos, con intención de ver la realidad.

Y, con todo eso, dice usted que ya no es momento de hablar de crisis, es decir, que aquello ya es historia, que todo pasó como un mal sueño. Es verdad que tantas veces ha dicho que estamos saliendo de la crisis que ahora se ha visto obligada a cambiar el epitafio por el de ya no es momento de hablar de... Una cosa me preocupa, quizá, más que la crisis: ¿pretende usted que la creamos? Eso supondría una abstracción tal de la realidad, que ningún político, ni siquiera nuestro presidente del Gobierno, se la puede permitir.

Pasando esto por alto, y para no cansar a los lectores, afirma usted que es el momento de impulsar políticas que garanticen un crecimiento robusto. ¿Quiere esto decir que hasta este momento no se había hecho tal propósito? Porque no querrá decir que es nuestra responsabilidad impulsar tales políticas. Señora vicepresidenta, impulsar políticas que garanticen... ¡casi nada dice usted! Y si como hasta ahora lo que se garantiza es la depresión, ¿a quién reclamamos? ¿Quién es el garante? Y si el garante es de dudosa solvencia, cosa que es muy probable conociendo al personal, ¿quién garantiza al garante?

Ha llovido mucho, señora Salgado, y la tierra está empapada. El español medio, un yo cualquiera, ya no acepta aquello de "asumimos, o asumo, la responsabilidad por la necia gestión", cuando después nada pasa, todo sigue igual, nombramiento, sueldo, poder, despacho, secretaria o secretario, coche oficial con su conductor o conductora, etc. Eso ya no satisface ni a los más ingenuos. Es más, han conseguido que, cuando oímos algún pronunciamiento semejante, pensemos al instante que nos están tomando el pelo.

¡Qué pena, no! Con lo bien intencionados y confiados que éramos... pero el cántaro acaba rompiéndose a fuerza de ir a la fuente y, la verdad, es que muchos estamos ya rotos.


Libertad Digital - Opinión

Simposio, Garzón y Estatuto. Por José María Carrascal

LA próxima semana se celebra en la sede del Banco de Santander en Nueva York un simposio sobre «España 1975-2010», en el que intervendrán Maria Teresa Fernández de la Vega, Alfonso Guerra, Manuel Marín y Virgilio Zapatero.

Supongo que todos ellos dejarán muy claro que el «New York Times» se equivocó al decir que procesar a Garzón era una «injusticia». Que demostrarán que a Garzón no se le procesa por antifranquista, sino por un posible exceso en sus atribuciones como juez, por unos cobros discutibles durante su estancia en esta ciudad y por haber violado la confidencialidad entre acusados y sus defensores, principios todos reconocidos por la justicia universal, empezando por la norteamericana. En otras palabras: que la justicia española es tan justa, tan rigurosa y tan legítima como cualquier otra de un país democrático. Un juez español puede equivocarse. Pero no a sabiendas. Ni puede saltarse las leyes, los procedimientos ni los derechos fundamentales de los procesados. Supongo, repito, que las personalidades españolas que vienen a Nueva York a exponer las diferencias entre la España de Franco y la actual dejarán esto meridianamente claro. Cualquier otra cosa sería hacer turismo en Nueva York, como tantos otros españoles, pero vedado a ellos en este caso.

Me queda media «postal» para comentar el fallo del Tribunal Constitucional sobre el nuevo estatuto catalán. Pues el rechazo del quinto borrador de doña Elisa Pérez Vera es una sentencia a la inversa: todos los afeites, amaños arreglos, retoques que la ponente, apoyada por la presidenta del tribunal, ha venido dando al texto para encajarlo en la Constitución española han sido inútiles. El nuevo Estatut no cabe en la Constitución por ser un sucedáneo de constitución. Y, o cede el estatuto o cede la Constitución. Ha bastado que uno de los miembros del tribunal propuesto por el PSOE examinase con ojos jurídicos y no ideológicos el texto aprobado con entusiasmo por el Parlamento catalán y con negligencia por el Congreso español para darse cuenta de ello, sin que valiesen los denodados esfuerzos de las señoras Pérez Díaz y Casas para dejar en él lo substancial, eliminando lo accidental. Permitir el término «nación» para Cataluña, una relación de bilateralidad entre España y Cataluña y un Tribunal Superior catalán como última instancia en aquel territorio es pasar de la nacionalidad la nación, de la autonomía, a la soberanía. Tan simple como eso. Si Zapatero ha perdido dos años negando la crisis y poniéndole parches, doña María Emilia y doña Elisa han perdido tres, intentando hacer constitucional lo que no es. ¿Y ahora, qué? Se me acaba el papel. Mañana responderé, en mis posibles, a esa pregunta. Lo primero era lo primero, y hoy, lo primero era ese simposio en el Banco de Santander, aunque sea un poco citar la soga en casa del ahorcado.

ABC - Opinión

Los motivos de la campaña. Por José María Marco

Se trata, por lo menos en apariencia, de identificar al centro derecha español con el franquismo y de acabar con la pérdida de votos que está sufriendo el PSOE entre los electores más moderados e independientes.

De prosperar el auto de Garzón, la primera víctima no sería Franco ni su régimen, que difícilmente pueden ser ya víctimas de nada. Sería la Ley de Amnistía de 1977. Efectivamente, Garzón argumenta que es posible que hoy, en 2010, siga viva (y secuestrada) alguna de las personas secuestradas durante la Guerra Civil o el régimen de Franco. En tal caso, como el delito continúa, la Ley de Amnistía no se aplicaría. Otro de los argumentos de Garzón vuelve a una de las líneas de acción favoritas del juez de la Audiencia, la de la jurisdicción universal: según esto, las leyes internacionales especifican que algunos de los delitos cometidos durante la Guerra y el régimen de Franco son imprescriptibles, por lo que la Ley de Amnistía del 77 no se les puede aplicar.

El problema que suscita Garzón es, por tanto, y en un primer momento, de orden judicial. Como tal debe ser tratado y como tal va a ser tratado –no tengo la menor duda– por el Tribunal Supremo, y eso a pesar de todas las presiones que está recibiendo de los medios de comunicación socialistas, de las universidades públicas, de los sindicatos de clase, de los titiriteros e intelectuales de la ceja, así como del Gobierno.

El affaire Garzón también tiene consecuencias políticas sobre las que vale la pena reflexionar. De salir adelante el auto de Garzón, se deduce que la Ley de Amnistía de 1977 queda invalidada. ¿Para quién? ¿Sólo para los responsables de crímenes cometidos en el bando nacional? ¿Quedan excluidos los crímenes cometidos en el otro bando, como las matanzas de Paracuellos o el asesinato de cerca de 7.000 católicos por el solo hecho de serlo, lo que técnicamente constituye un genocidio? (La pregunta no es retórica: una de las cosas que puede llevar a Garzón al banquillo es su disposición a aplicar la Ley de Amnistía en el caso de Santiago Carrillo y no en el de los crímenes del bando nacional). Finalmente, ¿los etarras indultados también deberán volver a ser juzgados? ¿O a los etarras se les aplicará la misma indulgencia que a Carrillo? ¿Tan crudamente realista es la idea que esta izquierda tiene de sí misma?

También vale la pena reflexionar un momento sobre los motivos de la campaña desencadenada en estos últimos días. Conviene distinguir entre Garzón, por una parte, y los protagonistas de la campaña. Garzón se embaló en este asunto subido en la ola de la Ley de Memoria Histórica, es decir en el designio gubernamental, liderado por Rodríguez Zapatero, de acabar con los pactos fundacionales de la Transición y con la actual monarquía parlamentaria. Garzón debió de suponer que era una ocasión de oro para reafirmar de una vez por todas su figura de justiciero internacional, en su país además, y con una causa en cierto modo indiscutible, como es la del antifranquismo. En cambio, los apoyos que ha recibido sirven otros intereses, más próximos a la política diaria. Se trata, por lo menos en apariencia, de identificar al centro derecha español con el franquismo y de acabar con la pérdida de votos que está sufriendo el PSOE entre los electores más moderados e independientes. En 1909 fue el anticlericalismo, en la segunda legislatura de Aznar fue el antiamericanismo, ahora es el antifranquismo.

Tras el acto de la Universidad Complutense, Pascual Maragall regaló a Garzón una estatuilla de Ferrer Guardia, el pedagogo anarquista y filoterrorista condenado a muerte y ejecutado después de los terribles sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, en 1909. Es dudoso que Garzón haya apreciado la analogía, o la broma, pero resulta significativa. Se trata, sin duda alguna, de organizar ahora la misma campaña nacional e internacional que se montó entonces. Sus promotores identificaron a Maura y a su Gobierno con las imágenes tópicas de la España negra, inquisitorial y bestialmente atrasada (el franquismo de entonces). Acabaron con Maura, pero también con la posible democratización del régimen liberal que Maura impulsaba. Asimismo, consolidaron la imagen de las dos Españas, imagen que ahora ha vuelto a resucitar: si esta campaña prospera, el conjunto de los españoles volveremos a ser, como nuestros mayores, víctimas de las fantasías masturbatorias de unas elites incapaces de concebir el pluralismo.

Hay una diferencia, sin embargo. Y es que las campañas de 1909 y las de principios del siglo XXI se llevaron a cabo contra la derecha en el poder. Esta campaña, en cambio, es de orden preventivo. Se hace por si acaso el PP volviera, o para evitar que vuelva al poder... Quizás sea posible comprenderla de otro modo.

Es posible que entre el PSOE de Rodríguez Zapatero y el anterior, el de Felipe González, haya habido un cambio de estrategia en cuanto a la Transición. La voluntad de acabar con la Transición, ya sea considerándola un mito, como se explica en muchos departamentos universitarios y se va a acabar enseñando en los institutos, o como continuidad del régimen de Franco, tal como postula la Ley de Memoria Histórica es, efectivamente, nueva. No lo es, en cambio, la ocupación y el monopolio del espacio cultural. Y en este caso, nos encontramos con una paradoja. La ofensiva de Rodríguez Zapatero coincide, y tal vez ha propiciado, un cambio en este aspecto. En tiempos de Felipe González y de José María Aznar, el monopolio ideológico y cultural de la izquierda era absoluto. La gente joven que no conoció esos tiempos ni siquiera puede imaginarlo. Hoy, eso ya no existe. El predominio izquierdista sigue siendo aplastante, sin duda, pero hay medios de comunicación, periodistas, intelectuales, profesores, fundaciones, asociaciones, editoriales, toda clase de foros en internet, universidades y centros de enseñanza privados e incluso pequeños núcleos de la enseñanza pública que han perdido el miedo y ofrecen una visión distinta y plural de la realidad.

Es posible que ante el avance de esta marea, sin duda heteróclita, estridente y a veces no bien avenida, pero evidente e indiscutible, el verdadero objetivo de esta campaña sea escindir al PP de todo ese movimiento social y cultural que, por otra parte, y en muy buena medida, ha ido creciendo solo, por su cuenta, sin liderazgo político. Veremos cómo reacciona el PP. El trance es histórico, por razones que no viene a cuento explicar aquí, y el PSOE lo sabe.


Libertad Digital - Opinión

El gineceo presidencial. Por M. Martín Ferrand

LOS sabios de la Grecia clásica, menos apurados por la deuda y el déficit que Yorgos Papandreu, se proponían a sí mismos problemas de imposible solución, desde la cuadratura del círculo a la trisección del ángulo pasando por la duplicación del cubo.

A partir de tan tenue evocación puede concluirse la condición helénica que aletea en las entrañas de José Luis Rodríguez Zapatero, el líder al que Leire Pajín pretendía planetario y se ha quedado, pobrecito, en personaje de cercanías. Impulsado por su obsesión paritaria, el socialista ha construido un gineceo político y de pensamiento que anula, por su espectacularidad, todos los andrones habidos en nuestra vida pública desde que culminó la Reconquista.

Zapatero le ha encargado a sus elegidas, diz que mujeres de mérito, labores imposibles que convierten la citada cuadratura del círculo en videojuego -violento, por supuesto- de dificultad mínima. Después de consagrar la diferencia «de género» entre el garrotazo que un hombre puede darle a una mujer del que la mujer pueda propinarle al hombre -demagogia en estado puro-, confía en la inteligencia de Bibiana Aído para demostrar la igualdad, no sólo de derechos, entre los niños y las niñas, algo que debiera escandalizar a los ecologistas y que, una de dos, o nos convierte en una Nación de hermafroditas o cierra el ciclo de la perpetuación de la especie.

Siempre en pos de lo imposible, físico o metafísico, Zapatero pretende que María Emilia Casas deshaga en unas cuantas noches, después de un cuatrienio de fracasos, el manto que tejieron los padres de la Constitución y que, al calor de los poderes emanados por el Título VIII, ha degenerado en los escudos que portan los héroes autonómicos con armadura soberanista. Casas no es Penélope. Tampoco Elena Salgado entra en el marco de la Odisea. Ahora, si prospera la prudente propuesta de la Comisión Europea, tendrá que someter el Presupuesto del Estado -un género literario en lo que llevamos de zapaterismo- al más exigente y cabal criterio de Bruselas para que, después y en el Congreso, pueda ser aprobado, enmendado o rechazado por los diputados de sigla y obediencia.

Tal es la carga de imposibles que el líder socialista le impone a sus mujeres paritarias que terminarán cantando, como en La rosa del azafrán: «¡Ay, ay, ay!, ¡qué trabajo nos manda el Señor, levantarse y volverse a agachar!»


ABC - Opinión

La UE no se fía de las cuentas de Zapatero

La lupa de los organismos europeos se dirige hacia unas cuentas públicas, las españolas, cuya debilidad sólo puede disimularse ya a base de maquillaje estadístico y demagogia política.

No es casual que España sea el primer país, junto con Finlandia, cuyas cuentas públicas van a ser sometidas a un riguroso examen por los rectores económicos de la Unión Europea. Las continuas correcciones presupuestarias, obligadas a causa de unas previsiones macroeconómicas totalmente fuera de la realidad, y la absoluta pasividad de un Gobierno incapaz de llevar a cabo las reformas necesarias para iniciar la salida de la crisis, justifican sobradamente que la atención de los miembros del Ecofin se haya centrado en la gestión de Zapatero de forma prioritaria.

La economía española tiene un peso mucho mayor que el de Grecia y nuestros socios no están dispuestos a correr el riesgo de un desplome en nuestras finanzas que sin duda tendría repercusiones mucho mayores que las de Grecia sobre el conjunto de la UE. Pero es que, sumada a esa circunstancia, la incapacidad de Zapatero para gestionar una crisis de esta magnitud es ya una evidencia para toda Europa.

A primeros del pasado mes de febrero, tras la fuerte caída de la bolsa española, el presidente envió a Elena Salgado de gira internacional para intentar convencer a los mercados de que el Gobierno español estaba dispuesto a emprender un severo plan de ajuste que preservara la confianza exterior en nuestra economía. En ese contexto, sus colegas en el Ejecutivo aprovecharon para hacer el más espantoso de los ridículos denunciando que los problemas se debían no a la ineptitud proteica de nuestros gobernantes, sino a una oscura conspiración internacional, actitud impensable en cualquier cabeza mínimamente amueblada si lo que se pretende es dar una imagen de seriedad de cara al exterior. Después del esperpento, Salgado y su segundo en el ministerio aseguraron en ese particular euro-tour que el Gobierno iba a llevar a cabo una fuerte reducción del gasto público, lo que unido a una reforma del sistema de pensiones y a ciertas modificaciones en el mercado de trabajo, pondría las bases para que nuestra economía tomara por fin la senda del crecimiento.

Pues bien, dos meses después nada se ha hecho aparte de algunas propuestas evanescentes incluidas en el habitual "paquete de medidas" que el Gobierno, comisión Zurbano mediante, suele hacer público de forma recurrente para fingir que está actuando de forma decidida contra la recesión. Antes al contrario, a fecha de hoy, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ni ha comenzado a actuar en función de unas previsiones realistas en cuanto al crecimiento del PIB, ni está dispuesto a reducir el gasto público más allá de algún gesto testimonial, ni, por supuesto, goza de la menor autoridad para exigir a las comunidades autónomas que moderen su brutal despilfarro. En cuanto a la reforma de las pensiones y del mercado laboral, aún estamos esperando que los numerosos "globos-sonda" que sus ministros nos regalan de forma insistente acaben concretándose en alguna medida medianamente útil para comenzar a caminar en la buena dirección.

En esta tesitura es normal que la lupa de los organismos europeos se dirija hacia unas cuentas públicas, las españolas, cuya debilidad sólo puede disimularse ya a base de maquillaje estadístico y demagogia política. Esas viejas técnicas socialistas pueden tener virtualidad en clave de consumo interno gracias a unos medios de masas entregados en general al Gobierno de turno, pero de cara al exterior su efecto es inapreciable. El Eurogrupo va a examinar la gestión de Zapatero y sus conclusiones y recomendaciones van a dar a los mercados financieros la medida de la solvencia de nuestro país. Si Zapatero se olvida del grotesco expediente de la "conspiración internacional" contra España y comienza, por fin, a hacer algo útil por todos los ciudadanos, el bochorno de ser considerados los peores estudiantes de la UE habrá merecido la pena.


Libertad Digital - Editorial

Prisas oportunistas por renovar el TC

LA única reacción política bien definida tras la derrota de la ponencia que avalaba en su mayoría el Estatuto de Cataluña ha sido la de José Montilla, que ha pedido a Zapatero y Rajoy la renovación de los magistrados del TC cuyo mandato está en prórroga.

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Con esta secuencia de hechos -primero se pierde la ponencia que «gustaba» al Gobierno y ahora hay que renovar el TC a toda prisa- es evidente que el presidente del tripartito catalán, el PSOE y el Gobierno de Rodríguez Zapatero dan por perdido el Estatuto con la actual composición del Tribunal. Por eso, lo que Montilla plantea es un tribunal «ad hoc», es decir, un tribunal cuya única razón de ser sea salvar este ingente trueque llamado Estatuto, realizado entre socialistas y nacionalistas para desmontar el orden constitucional en Cataluña y perpetuarse en el poder.

Después de tres años y medio de espera, estas prisas son hipócritas, en primer lugar porque a quienes las atizan les interesa únicamente el rescate del Estatuto catalán; en segundo lugar, porque si no ha habido renovación se debe a las maniobras desleales del Gobierno. Al respecto hay que recordar la «enmienda Casas», que ha perpetuado a esta magistrada en la presidencia para evitar que su voto de calidad cayera en manos conservadoras. También hay que traer a la memoria la deslealtad del Gobierno de no cubrir la vacante por fallecimiento del magistrado Roberto García Calvo, que correspondía ser propuesta al Partido Popular. No menos significativos han sido los vetos socialistas a las propuestas de las autonomías gobernadas por el PP con los candidatos al TC (Francisco Hernando y Enrique López). Rajoy no puede obviar estos datos ante los cantos de sirena que empezarán a llegar con llamamientos al sentido de Estado.

La renovación, ahora, es lo menos urgente. La prioridad absoluta es que el TC dicte sentencia cuanto antes sobre el Estatuto de Cataluña y que los actuales magistrados asuman, con libertad e independencia, la responsabilidad histórica que les ha correspondido con la Constitución española. Puestos a discutir legitimidades, no será mayor que la actual la de los nuevos magistrados que entraran en el TC con el estigma de ser mandatarios de sus respectivos mentores, PSOE o PP, para salvar sus posiciones políticas sobre el Estatuto. Hay, sin duda, un fuerte daño al crédito institucional del TC, que se haría definitivo si sus actuales magistrados lo abandonaran sin haber cumplido su deber con el interés nacional puesto en sus manos.


ABC - Editorial