viernes, 30 de abril de 2010

Proxenetas y alcahuetas en el Senado. Por Agapito Maestre

Es necesario, pues, salvar a las otras lenguas de España de los proxenetas que las prostituyen en el Senado.

La basura generada diariamente por el Gobierno de Rodríguez Zapatero es imposible de reciclar. Moriremos todos contaminados por este basurero infecto en que ha convertido la política Rodríguez Zapatero. Sus socios nacionalistas y separatistas son sus cómplices. Dejemos al margen la dejadez ideológica del PP. Una vez que la "política" ha sido travestida, o peor, deformada en una actividad de mera confrontación de todos contra todos por cualquier cosa y motivo, generadora de tensiones ancestrales y odios salvajes, las instituciones ya no sirven para que sus moradores se comuniquen entre ellos de modo inmediato, sino para que se distancien y enfrenten. El sistema entero está en cuestión, porque Rodríguez Zapatero y sus cómplices así lo han querido. Esto no es fatalismo ni fanatismo, como diría algún palanganero del poder, sino reconocimiento de una condición sine qua non para pensar.

El razonamiento político se hace hoy más necesario que nunca. No obstante, nadie se haga ilusiones sobre el poderío de la inteligencia ante la violencia introducida por Rodríguez Zapatero en el sistema "político". No hay razón que detenga a quien ha hecho de la confrontación y la persecución ideológica del adversario su programa político. A estas alturas de la legislatura nadie niega ya que Zapatero ha ganado la batalla del enfrentamiento, o sea, de poner patas arriba todo el sistema institucional, incluso hay gentes que alientan la llegada de la Tercera República con el de León ocupando la Jefatura suprema. No se rían, peores cosas se han visto en la chunga historia de este país. En cualquier caso, Rodríguez Zapatero ha conseguido hacer plausible su propósito: la confrontación entre los españoles se extiende por todas partes.

La aprobación de la reforma del Reglamento para ampliar en el Senado el uso de las lenguas cooficiales, desplazando a la común, es otro síntoma de la degradación de la "situación espiritual" del régimen socialista. El bochornoso espectáculo de ver a unos tipos, en el Senado, que comparten la lengua castellana con auriculares para ser traducidos entre ellos porque no quieren usar la lengua común es algo peor que ridículo. Es el resultado de un proceso de manipulación, casi criminal, de las otras lenguas de España. Esas lenguas, que usan el pueblo para comunicarse y sus poetas para enriquecerlas, han sido prostituidas por los políticos para conseguir unos pocos votos. Esas otras lenguas de España, sí, son lenguas secundarias comparadas con la lengua española por antonomasia, como nos ha enseñado Gregorio Salvador, pero eso no significa que esas lenguas no hayan sido decisivas, a veces han sido hasta determinantes, para enriquecer y potenciar la literatura de España.

En fin, la institución de la lengua, que es por esencia comunicación, se pervierte cuando es entendida sólo y exclusivamente como "hecho diferenciador". Precisamente, por eso, porque estoy en contra de que conviertan las "otras lenguas de España", el catalán, el gallego, el euskara y el valenciano, en instrumentos del separatismo, mantengo que la aprobación de ese reglamento impositivo del Senado es una cosa de chulos, proxenetas y alcahuetas. La imposición de esas lenguas es una forma de prostituirlas. Porque esas lenguas son bienes culturales de España no puede imponerse a los españoles. Hay, pues, cientos de razones para decir "no" a esta imposición del Senado. Pero daré una de carácter cultural, genuinamente lingüística, que es la base de la emancipación de toda sociedad libre. Las lenguas son cultura viva, antes que mera y simple "manipulación política", de ahí que no haya necesidad de imponerlas.

Parece que todos los españoles, excepto a los nacionalistas y socialistas, consideran esas lenguas como hechos vivos y enriquecedores de España. No necesitan de respiración asistida para sobrevivir: sólo las lenguas moribundas precisan de protección y asistencia, propia de hospital, zoológico o parque temático. Los nacionalistas y los socialistas, en verdad, no creen en esas lenguas. Acomplejados, sin fe en ellos mismos, consideran a las otras lenguas de España como cadáveres. Se empeñan, pues, en la tarea de "revivir" a unos muertos para vivir a su costa. Es necesario, pues, salvar a las otras lenguas de España de los proxenetas que las prostituyen en el Senado.


Libertad Digital - Opinión

Las otras causas contra Garzón. Por José María Carrascal

A mí, qué quieren que les diga, ese brusco frenazo de la primera causa contra Garzón me ha gustado. No por creer que no tenga fundamento, como aseguran sus críticos, sino por ver cómo está contaminando las otras dos abiertas al juez de la Audiencia Nacional. Pues somos testigos de una de las mayores aberraciones judiciales: que los acusadores tienen más relevancia que los cargos. En buena ley, lo que debe dirimirse es si Garzón tomó a sabiendas atribuciones que no le pertenecían. Pero de lo que se habla y escribe es de Falange Española y del «sindicato ultraderechista» Manos Limpias, que han demandado a un juez por intentar hacer justicia a las víctimas del franquismo. Cuando no es eso de lo que se trata, ya que, utilizando la cita clásica, podríamos decir que «una acusación es una acusación la haga Agamenón o su porquero».

Pero la idea ha calado, nacional e internacionalmente, siendo ya muy difícil borrarla. De ahí que me haya parecido excelente la idea del juez Varela de aceptar la recusación de Garzón y apartarse de esta causa hasta que se aclare si fue él quien se excedió en sus atribuciones. Ello deja vía libre a las otras dos causas abiertas contra el magistrado de la Audiencia Nacional, que nada tienen que ver con la primera.

La segunda, presentada por accionistas del Banco de Santander que se creen perjudicados, debe aclararnos si Garzón:

1. -Actuó correctamente al seguir cobrando su sueldo en España durante su estancia en Nueva York por los cursos dados en aquella universidad, después de haber solicitado permiso sin tener ingresos allí.

2. -Si solicitó de algún modo al Banco de Santander financiación de esos cursos.

3. -Si cometió irregularidad al declararse competente para ver una demanda contra el mismo banco a su regreso a Madrid. Ya sabemos que hubo una sentencia que le declaró inocente de este cargo, pero en el entretanto han aparecido cartas y documentos inéditos, que relacionan al magistrado con ese banco y esos cursos.

La última causa es la más clara de todas: se trata de ver si Garzón se excedió en sus funciones al ordenar intervenir las comunicaciones entre detenidos del «caso Gürtel» y sus abogados defensores, algo que la ley sólo contempla en casos de terrorismo. La acusación la lleva, entre otros, el Colegio de Abogados de Madrid.

Esto nada tiene que ver con el franquismo, con sus víctimas, con la ideología ni con las rivalidades entre los jueces. Tiene únicamente que ver con la actuación de un juez en terrenos tan personales e importantes como el económico y el procesamiento judicial. Algo que la primera causa contra él venía distorsionando hasta el punto de no saber ya quiénes son los acusadores, los acusados, las víctimas y los verdugos. Un revoltijo que sólo conduce a que no se haga justicia.


ABC - Opinión

La solución definitiva al insomnio. Por Emilio Campmany

Quienes de ustedes padezcan de insomnio, al quiosco a por el tratamiento del doctor Roures, que es, como todo lo suyo, infalible.

La crisis que azota a la prensa de papel ha llegado al extremo de no ser posible vender periódicos si con el precio de portada o un modesto incremento sobre el mismo no incluye algún regalo. Son frecuentes las películas, un producto atractivo si los filmes son de calidad porque los precios de venta al público con los que las productoras marcan sus DVDs son tan prohibitivos que parecen ser un estímulo a la piratería. Pero han llegado a ofrecer vajillas, cristalerías y toda clase de aparatos electrónicos.

Cuando ya creíamos que ningún periódico sería capaz de regalar nada que pudiera sorprendernos, va Público y ofrece algo absolutamente novedoso, el no va más, la octava maravilla del mundo, la madre de todas las ofertas, el ofertón homérico. Se trata de la solución definitiva al insomnio.

Los que padecen esta enfermedad recelarán. Llevan años probando toda clase de tratamientos y ninguno termina de funcionar. El que Público haya descubierto su tratamiento definitivo es sencillamente increíble. Y por el módico precio de dos euros. Y encima te regalan el periódico de hoy. La mayoría de los que se agolpen en los quioscos lo harán sólo por hacerse con el regalo y quizá nunca vuelvan a repetir la sabrosa experiencia de leer un auténtico y genuino diario de izquierdas. Pero eso no será obstáculo para que, quienes padecen el mal, un tercio de la población adulta española, según el Instituto Nacional de Estadística, le estén eternamente agradecidos a Roures y a su panfleto zapateril por casi regalar la cura definitiva al insomnio.


¿Y en qué consiste el aparato? ¿Va a pilas o funciona con energía solar, como debiera hacerlo un artefacto inventado por la nueva izquierda? Nada de eso. Funciona sin pilas, sin estar conectado a la red y sin más energía que la de la muñeca de quien lo sostiene, como los relojes automáticos. Es un libro.

Bah, un libro, dirán ustedes. Eso lo han regalado con el periódico un montón de veces y no sirve. Por aburridos que sean, y algunos lo son mucho, ninguno puede ser calificado como la solución definitiva al insomnio. Los que han probado con El capital, de Marx, o con el repertorio de sentencias de la sala de lo contencioso-administrativo del Tribunal Supremo, eficaces hasta donde pueden, no merecen ser calificados como la solución definitiva a nada. Un libro no basta, pensarán; hace falta algo más fuerte. Se equivocan. Un libro puede bastar y si no, verán. Lo que hoy regala el diario Público es nada más y nada menos que Garzón contra el franquismo, los autos íntegros del juez sobre los crímenes de la dictadura. Nada de extractos. El libro incluye los autos "íntegros". Como pueden ver, un arma letal contra el insomnio. Quien no sea capaz con esto de acabar en brazos de Morfeo es que es una seta o un arbusto, no un ser humano.

Pero, como cabe la posibilidad de que existan unos pocos enfermos desahuciados para los cuales esta dosis de caballo de autos garzonitas pudiera no ser suficiente, el libro trae un prólogo de Carlos Jiménez Villarejo, algo que no sería capaz de resistir ni un tío atiborrado de anfetaminas, lo que se dice la puntilla final.

Así que, ya saben. Quienes de ustedes padezcan de insomnio, al quiosco a por el tratamiento del doctor Roures, que es, como todo lo suyo, infalible. Suerte y que lleguen a tiempo de encontrar un ejemplar antes de que se agoten.


Libertad Digital - Opinión

La Cámara de los horrores. Por M. Martín Ferrand

VARIAS veces, y por distintas razones, me he referido aquí a la innecesariedad del Senado. Dicen que es la Cámara territorial y más bien parece una factoría en la que se elaboran -con gran productividad, dicho sea en su alabanza- chascarrillos y situaciones cómicas. Es posible que los padres constitucionales, que no quisieron privarnos de ninguna de las piezas del muestrario democrático mundial, vieran en el viejo caserón de la Plaza de la Marina Española una válvula de escape, algo así como el Club de la Comedia, pero con mucho ringorrango, pretensiones institucionales, abundante plantilla de paniaguados y, ya en la demasía, hasta una piscina de agua tibia para que a los senadores no les falte de nada.

Ahora, a partir de una iniciativa de ERC que, en servicio al PSC, arropó con entusiasmo el PSOE, el Senado puede convertirse en un remedo de la torre de Babel de que nos habla el Génesis. Como en Babilonia, podremos asistir a la confusión de las lenguas y no dejará de resultar tan penoso como sintomático, tan ridículo como demostrativo de los efectos nocivos del mal uso de una Constitución, que, por ejemplo, un senador gallego utilice los servicios de traducción simultánea para entenderse con un colega de León o con otro de Guipúzcoa o de Tarragona. En defensa de tan singular y risible «avance» democrático se dice que satisface la demanda de muchos ciudadanos -¿si?- y que el coste de la instalación del servicio y su mantenimiento no es caro. ¿Los disparates de bajo precio son preferibles a los más costosos?


Leire Pajín, la senadora que más demostró su alegría ante la sinrazón mayoritaria, expresó su contento con unas palabras en un vascuence con aromas de doblaje de los sioux en una película de serie B, otro tanto de gallego como el de Xan das Bolas en una película de Cifesa y algo de valenciano al modo de Antonio Ferrandis en Cañas y Barro. España, como oportunamente defendió en el Senado el popular Juan Van-Halen, «no es un Estado plurilingüe». Son bilingües algunas de sus regiones y, a partir de esa incontestable realidad, convertir una Cámara inútil en algo parecido al Parlamento Europeo es un despropósito que sirve para entender la crítica situación, económica y política, que padecemos. En otro momento histórico, menos dramático que el presente, podemos herniarnos con tanta risa; pero, aquí y ahora, el sucedido invita al llanto y la desesperación.

ABC - Opinión

Una majadería en cinco idiomas. Por Guillermo Dupuy

¿Por qué esta gente siempre se empeña en considerar como "normales" las cosas más anormales? Que una persona hable a la vez varios idiomas que desconoce es más propio de lo que le pasaba a la niña del exorcista que de ninguna supuesta normalidad

Sabíamos que Pajín debía confundir los métodos abortivos con los anticonceptivos cuando dijo aquello de que la reforma de la ley del aborto tenía por objetivo lograr "que las mujeres que no lo deseen no se queden embarazadas". Sabíamos asimismo que no era confusión, ni siquiera ignorancia, sino simple estupidez cuando atribuyó el estancamiento económico al hecho de que "el PIB es masculino, claramente masculino, y no cambiará hasta que las mujeres se impliquen en mayor medida en la toma de decisiones". También puso en evidencia su siempre solemne estulticia cuando nos habló del "acontecimiento planetario" que, según ella, iba a suponer la coincidencia temporal de la presidencia de Obama con la presidencia de turno de Zapatero en la UE.

Sin embargo, con lo que ha hecho este miércoles al dirigirse en castellano, valenciano, euskera y gallego al resto de senadores, Pajín nos ha demostrado que hablando no sólo es capaz de decir estupideces, sino también de hacerlas.

El problema, en este caso, es que la última de Pajín va camino de institucionalizarse a cargo de los contribuyentes, al aprobar el PSOE y los nacionalistas una reforma del reglamento del Senado por la que se podrá debatir en valenciano, catalán, gallego y euskera. Así el Estado se gastará una cantidad de dinero en equipos y traductores que oscila entre los 120.000 euros al año –tal y como, a la baja, lo cuantifican los promotores de la estupidez– hasta el millón de euros en que lo cifra de forma más realista el PP. Todo para que los señores senadores no tengan en España por qué debatir en español, única lengua que todos ellos conocen y la única oficial del Estado.

Mucho más se podría decir de esta ridícula y al tiempo ofensiva iniciativa, pero quiero fijarme en las últimas palabras de Pajín tras su políglota intervención: "Hagamos de este hemiciclo lo que los senadores y las senadoras hacemos con normalidad en los pasillos de esta cámara". Sí claro, como si los senadores –y, por supuesto, senadoras– fueran por los pasillos con pinganillos y traductores al hombro para poder charlar entre ellos en lenguas que desconocen.

¿Por qué esta gente siempre se empeña en considerar como "normales" las cosas más anormales? Que una persona hable a la vez varios idiomas que desconoce es más propio de lo que le pasaba a la niña del exorcista que de ninguna supuesta normalidad. Lo que va a presenciarse en el Senado español sería igual de terrorífico si no fuera porque es infinitamente más ridículo.


Libertad Digital - Opinión

Democracia con subtítulos. Por Ignacio Camacho

CUANDO la austeridad se ha vuelto una exigencia tan perentoria que hasta el presidente Zapatero entiende la necesidad de fingirla con recortes cosméticos de la elefantiasis administrativa, el Senado se dispone a contratar traductores de lenguas autóctonas para convertirse en una especie de Cámara subtitulada.

ESCRIBE AQUÍ LA La ONU de las autonomías, un Parlamento con pinganillo. Aunque se trate de un desembolso leve y llevadero, lo fundamental consiste paradójicamente en su carácter accesorio, pura gestualidad superflua destinada a complacer el ego nacionalista con la anuencia de un PSOE que en su torrija posmoderna confunde diversidad con particularismo y se siente subyugado por la tentación de hacer visible el dudoso concepto de la «nación de naciones». El resultado es un ridículo cantonalista que diluye la idea de una nación unida para sustituirla por el dispositivo simbólico -las «sensaciones» perceptivas tan gratas al zapaterismo- de una ficticia pluralidad confederal. El gesto por encima del gasto.

En el fondo de esta absurda retórica diferencialista se halla la ausencia de un sentido coherente para el papel del Senado en nuestro sistema parlamentario, pendiente de una reforma constitucional que ajuste su integración en la arquitectura del Estado. Como Cámara de segunda lectura de las leyes es inútil y carece del poder efectivo del veto. No desempeña ningún rol en la elección del presidente del Gobierno, y su función de control del Ejecutivo duplica y solapa la del Congreso. Se ha optado por otorgarle un cierto carácter de foro territorial, pero para eso le faltan músculo y articulaciones, capacidad para regular el tráfico legislativo de unas autonomías que han devenido en la práctica en soberanas y/o federales. Así que sólo queda la posibilidad de utilizarla, además de como aparcadero clientelar de cargos, como un mero ámbito de discusión, escenario de una suerte de terapia colectiva en la que dar forma a las obsesiones identitarias sin llegar a ninguna conclusión relevante. Y a ser posible en versión original.

Ahí entran las pulsiones simbólicas, en cuyo desarrollo y énfasis coinciden los nacionalistas, siempre atentos a la representación de su imaginario, y el Gobierno zapaterista, volcado en la ingeniería de la apariencia. Juntos pretenden convertir el Senado en un falso parlamento plurinacional a base de repartir auriculares entre unas señorías que disponen de una lengua común para debatir sobre problemas comunes. Pero lo que les interesa es la escenificación de la particularidad, un fragmentarismo casi patológico que tratan de imponer, pinganillos mediante, sobre el concepto igualitario de la nación de ciudadanos. Al galimatías competencial de los estatutos le quieren añadir la babel de una democracia con subtítulos.


ABC - Opinión

Otra burla de De Juana

El historial judicial de Ignacio de Juana Chaos está todavía muy lejos de cerrarse satisfactoriamente para el Estado de Derecho.

El etarra, autor de 25 asesinatos por los que cumplió tan sólo dos décadas de prisión, aguardaba en Irlanda del Norte el desenlace del proceso legal abierto para su entrega a España, donde debe responder de un presunto delito de enaltecimiento del terrorismo en relación con una carta leída en el homenaje que se le rindió en agosto de 2008. Durante 17 meses ha cumplido escrupulosamente con las medidas cautelares impuestas por la Justicia del Ulster: retirada del pasaporte, toque de queda, obligación de presentarse todos los días en comisaría y facilitar información sobre su paradero. Pero desde el pasado 25 de marzo no se sabe nada de él. Fue el último día en el que se presentó en una comisaría de Belfast. Ni la Policía ni el juez ni sus abogados saben cuál es su paradero. La respuesta ha consistido en la apertura del proceso que revocará la libertad condicional del terrorista y que dictará una orden de busca y captura.

La hipótesis barajada por las autoridades irlandesas es que De Juana Chaos ha abandonado el país para eludir la más que probable extradición a España, dado que la primera sentencia del juez le fue desfavorable y nada hacía pensar que instancias superiores pudieran revocar el fallo. El episodio protagonizado por el etarra es el último de una serie en la que el Estado de Derecho no sale bien parado, y que ha resultado desalentadora para las víctimas. La indignación del colectivo que padeció más de cerca sus crímenes nos pareció siempre más que justificada. Entonces y ahora nos resultó inasumible que un terrorista tan brutal como De Juana Chaos no cumpliera ni un año de cárcel por cada uno de los asesinatos que cometió, y que pudiera disfrutar de la vida en libertad que él arrebató a tantos inocentes sin pedir perdón y sin mostrar un síntoma de arrepentimiento. Tampoco contribuyó a que la sociedad confiara más en las instituciones el bochornoso capítulo de la falsa huelga de hambre de De Juana, en la que el Gobierno socialista, inmerso por aquella época en pleno proceso de negociación con ETA, tomó la decisión de que el terrorista, que chantajeaba a la democracia con el supuesto ayuno, no cumpliera los tres años de prisión impuestos como autor de un nuevo delito de amenazas terroristas, con la agravante de reincidencia. La más que probable fuga de De Juana Chaos es una nueva burla a la Justicia, pero, sobre todo, un mazazo, otro más, para las víctimas. Es evidente que han debido existir errores importantes que han permitido que, de momento, un sanguinario pistolero haya eludido la acción de los tribunales. Relajación, negligencia, impericia... El caso es que el Gobierno español y las autoridades del Ulster, de las que forma parte el brazo político del IRA, deben aclarar cómo pudo eludir la vigilancia –queremos pensar que la había– o cuánto se tardó en reaccionar si como parece el etarra acudía a diario a la comisaría. Un caso tan alarmante exige una explicación convincente. La democracia tiene una deuda impagable con las víctimas del terrorismo y el caso De Juana la encarece y agrava.

La Razón - Editorial

El pinganillo de Caín. Por Cristina Losada

Hay que reproducir la escenografía de una sesión de la ONU para que parezca que aquí, como allí, pertenecemos a distintas naciones.

Solemos dar por sentado que el progreso avanza de modo lineal, pero los retrocesos nos acechan. A través de los siglos, los habitantes de lo que ahora es España superaron los inconvenientes de la diversidad de lenguas adoptando una de ellas como lingua franca. Fue un gran paso adelante. Para la convivencia, la movilidad y el comercio, por citar algunas de las ventajas de disponer de un idioma común. Idéntico proceso tuvo lugar en otros países. Aún estamos en ello a otra escala. Hoy, la lingua franca global es el inglés. Los seres humanos no siempre son estúpidos. La política, sin embargo, es otra cosa.

El Senado español está decidido a que se empleen allí cinco lenguas. Por supuesto, el español pierde, así, la condición de lengua común. De eso se trata. De poner de manifiesto que el español no es de todos y que un idioma común no constituye una riqueza, sino una vergüenza. Si se llega al absurdo de hablar en distintas lenguas cuando todos los reunidos comparten una, es porque se quiere subrayar que no la comparten. Estamos ante una impostura, pues la comparten. Pero la impostura se propone hacer realidad una ficción. La relegación y la condena de la lengua común significa relegar y condenar todo lo demás que compartimos: España, en una palabra.


Ese retroceso a la situación tribal se puede realizar, paradójicamente, gracias al progreso tecnológico. En tiempos de los várdulos –supuestos ancestros de una senadora que votó a favor del proyecto en su nombre–, no había pinganillos. Tampoco Gobiernos dispuestos a reclutar intérpretes y traductores para personas que hablan la misma lengua. En realidad, la propuesta coherente, el plurilingüismo auténtico, sería que los senadores aprendieran todos los idiomas que van a utilizarse en la Cámara. Pero pinganillos e intérpretes son esenciales. Sin ellos no se visualizaría que los españoles no nos entendemos y somos forasteros en nuestra propia casa. Hay que reproducir la escenografía de una sesión de la ONU para que parezca que aquí, como allí, pertenecemos a distintas naciones.

Simbólico que el nuevo paso atrás –paso adelante del nacionalismo– lo protagonizara, cual si presentara un festival de Eurovisión, un rostro de la izquierda infantilizada.


Libertad Digital - Opinión

Babel en el Senado

CUANDO falla el sentido común y se impone el oportunismo partidista, cualquier disparate puede convertirse en realidad.

El pleno del Senado aprobó el pasado miércoles tramitar una propuesta de reforma de su reglamento para que las lenguas cooficiales en Cataluña, País Vasco y Galicia se puedan utilizar en las sesiones de la Cámara, con un servicio de traducción simultánea. El argumento de que así se reconoce la «pluralidad lingüística» de España es una falacia porque ese bilingüismo sólo existe -en diferente grado- en algunas comunidades autónomas. Por lo demás, el Senado forma parte de las Cortes Generales y todos los senadores representan al pueblo español en su conjunto y no sólo a sus electores, ya sean ciudadanos o instituciones. Por todo ello, tiene toda la razón el PP para estar en contra de la moción aprobada por considerarla «pintoresca» e incluso «ridícula».

Hay también otros motivos de fondo para oponerse. En plena crisis económica, el PSOE habla mucho de austeridad, pero está dispuesto a gastarse una buena cantidad de dinero en un servicio de traductores completamente inútil y fuera de lugar, porque los senadores conocen -como es natural- la lengua común a todos los españoles. La imagen de una Cámara plagada de auriculares recuerda a una torre de Babel buscada a propósito por criterios claramente partidistas, que tiene mucho que ver con las malas expectativas del PSC ante las próximas elecciones catalanas. Leire Pajín ha puesto cara y voz a este teatro del absurdo, pero son el PSOE en su conjunto y el resto de los grupos que votaron a favor quienes han quedado en evidencia ante una opinión pública que oscila entre la perplejidad y la indignación. A mayor abundamiento, las referencias injustas al senador Fraga Iribarne, debidamente contestadas por el ex presidente de Galicia, son fiel reflejo de que el Senado ha perdido por completo el rumbo. Continúa así el proceso de deterioro institucional que afecta al TC, al Tribunal Supremo y a otros elementos determinantes en la estructura de la Constitución. Rodríguez Zapatero siempre antepone las conveniencias de su partido al interés general del Estado y las consecuencias saltan a la vista.

ABC - Opinión

Amor familiar. Por Alfonso Ussía

El etarra Usabiaga ha sido liberado por Garzón. El motivo de la pasmosa excarcelación no puede ser tomado en serio.

Usabiaga quiere cuidar a su madre, a «amatxo», a mamá. Tiene dos hermanas, pero la madre, «amatxo», mamá, se siente mejor cuando es el niño el que vela por ella. Y Garzón, que está muy sensible con lo que le pasa, lo ha puesto en libertad a pesar de reconocer que hay riesgo de huida y de reincidencia delictiva. Un santito Garzón.

Estos etarras, familiarmente, son encantadores. Otegui solicitó la libertad para cuidar de su hija. Por desgracia para Otegui y la hija, no lo consiguió. Mejor suerte tuvo Joseba Permach, cuya hija, destrozada por la estancia en prisión de su padre, principió un tratamiento psicológico. Y Permach abandonó la cárcel por 50.000 euros de fianza. Lo mismo que su tocayo Álvarez Emparanza, al que abrieron las puertas de su prisión por una cantidad similar porque su padre requería de atención diaria. Los padres, las madres y los hijos del resto de la población reclusa ya saben lo que tienen que hacer. Reclamar a sus hijos y padres encarcelados para que éstos cuiden de ellos. Una hermosa lección de amor familiar y judicial.


Entretanto, hay centenares de padres y de hijos que visitan a sus seres queridos en los cementerios. Suerte para unos y desgracia para otros. A esos padres e hijos enterrados, muchos de ellos cuando eran niños, todos asesinados por la ETA, en nada afectaron a Otegui, Permach, Usabiaga y Álvarez Emparanza. Muchos de ellos fueron asesinados siguiendo instrucciones de estos cuatro hijos de la gran puta. Ellos necesitan a su familia y su familia de ellos, y a las víctimas y los suyos, que les den morcilla. ¿Será que Garzón está cumpliendo su último servicio político al Gobierno de Zapatero?

«Baltasar, libera a Usabiaga, que es dialogante, y te hago Embajador cuando los torturadores del Supremo, los dentistas que arrancan la muela que no es (¿se ha vuelto usted loco, Bono?), los que quieren resucitar a Franco, te aparten definitivamente de la carrera judicial». Se admite el temblor con la sola figuración de esta posibilidad. Pero no creo que se atrevan a tanto. ¿Tienen padre, madre o hijos los secuestradores y asesinos de Anabel Segura? ¿Tiene padre, madre o hijos el sinvergüenza de Francisco Correa? ¿Tienen padre, madre o hijos los condenados por vender copias ilegales en los «top manta» de esquinas y mercadillos? Delitos de diferentes niveles, pero cárcel compartida. ¿Por qué las madres, los padres y los hijos de los etarras tienen más derechos que los padres, las madres y los hijos del resto de la población reclusa?

Si Usabiaga quiere cuidar a su madre, si Otegui y Permach consideran urgente dar apoyo y paternal cobijo a sus hijas, si Álvarez ha llegado a la conclusión de que su padre necesita su atención diaria, ya es tarde para hacerlo. Ellos han mandado en la ETA. Ellos han aprobado y celebrado asesinatos de centenares de inocentes con padres, madres, hijos e hijas. Ellos no han movido un músculo de la cara cuando ataúdes blancos de niños asesinados se cubrían de lágrimas y tierra. Ellos tienen que cumplir hasta el último día de sus condenas sus vilezas de ayer y de hoy. Que lo hubieran pensado antes. Sus amores familiares son soeces y obscenos con tanta sangre inocente regada sobre España.


La Razón - Opinión

Zapatero y el sentido de estado

Zapatero sólo podría demostrar que tiene ese sentido de estado que constantemente está exigiendo a los demás tomando la única decisión que podría ayudar a los más de cuatro millones y medio de parados que hay en España: irse a su casa.

El Gobierno del PSOE empieza a tener cierta práctica en eso de exigir a los demás, siempre a los demás, sentido de estado. El PP debe apoyar sus pactos de Nikon y sus medidas de Polaroid porque, en caso contrario, no estarán "arrimando el hombro" y recaerá sobre ellos toda la responsabilidad de nuestra penosa situación económica. Por supuesto, no es cuestión de proponer nada que suponga una renuncia a su continua propaganda como defensor de los derechos sociales, por más necesario que pueda ser. Porque el PSOE de Zapatero carece por completo de ese sentido de estado que exige a los populares.

En medio del pánico provocado por la decisión de Standard's & Poors de rebajar la cualificación de la deuda española, lo que nos obligará a pagar intereses más altos para sufragar el derroche de Zapatero, el Gobierno no se ha decidido a tomar medidas de verdad. No, lo único que ha pasado es que los teléfonos de los medios sonaron con llamadas desde Moncloa pidiendo que, por "sentido de estado", no dijeran la verdad y procuraran maquillar sus análisis para no asustar a los mercados. El problema es el mensajero, no un mensaje provocado por un Gobierno que hace poco para solucionar nuestros problemas, y lo que sí hace lo hace mal.

Pero lo más escandaloso ha sido descubrir que, pese a que en la génesis de la crisis griega está la pérdida total de confianza en un país que se dedicó a trucar sus datos para engañar a Bruselas y a los mercados, el Gobierno de Zapatero estaba plenamente dispuesto a hacer lo mismo para que su imagen no sufriera un zarpazo más. Las presiones al INE para que los datos oficiales no indicaran que el paro supera ya el 20% de la población activa demuestran lo que significa el "sentido de estado" para el PSOE y para el Gobierno: una nueva aplicación de la ley del embudo.

Desde que Zapatero tomara las riendas del poder, tener sentido de estado significa obedecer los dictados del Gobierno. Es cierto que, en algunos casos, puede ser necesario que la oposición se calle sus críticas para no perjudicar al país. Pero cuando el Gobierno es el mayor enemigo que tiene España, tener sentido de estado es filtrar las cifras de paro reales para evitar que Zapatero y los suyos las cambien para intentar aguantar un poco más en el poder, como algún funcionario honrado se ha visto forzado a hacer. Cuando la economía se va a pique y al frente está el principal responsable del hundimiento, criticarlo con fiereza es la única forma de tener sentido de estado. Porque a estas alturas Zapatero sólo podría demostrar que tiene ese sentido de estado que constantemente está exigiendo a los demás tomando la única decisión que podría ayudar a los más de cuatro millones y medio de parados que hay en España: irse a su casa.


Libertad Digital - Editorial

Cataluña y las argucias de Zapatero. Por Valentí Puig

Una deflación política es el rasgo predominante actual de la vida pública catalana que así se hace de menos relevancia para sus propios intereses y para contribuir a las sinergias generales de España.

Los procesos dinámicos catalanes cuentan menos por qué así lo han querido. Si las pulsiones e inercias nacionalistas no lo impiden, hay un camino entre una ciber-voluntad puesta a la altura épica de Verdaguer o el descenso a una página sombría de Tito Livio. En la trama política catalana, tan peculiar y tan erosionada, los precios de bienes y servicios han bajado al decaer la demanda, hasta el punto de que deje de circular el dinero, es decir, la política. Es el efecto principal de la deflación política, con el dinero de la confianza cívica retenido y fuera de circulación o registrado en forma de abstencionismo. Hace ya muchos años que el arancel no tiene valor determinante. Luego vino el pactismo. Eso quedó sustituido por contribuir a la gobernabilidad de España. Ahora, no se sabe. Por eso la sociedad catalana carece de la suficiente confianza en sí misma, en sus poderes y voluntades, al tiempo que no parece capaz de dar la necesaria confianza al conjunto de la sociedad española.

El nuevo «Estatut» ya fue en su día un producto deflacionario. Con los pactos del Majestic entre CiU-PP en abril de 1996, una de las contraprestaciones del pujolismo consistía en no reclamar ni un nuevo "Estatut" ni una reforma estatutaria. Era como reconocer sabiamente que la reinvidicación estatutaria no tenía una apreciación multitudinaria, por una manifiesta caída de la demanda, si es que la hubo desde el primer estatuto, en 1979. En las etapas políticas posteriores -Maragall, Montilla, Tripartitos- se pretendió todo lo contrario, en un pulso cada vez más endeble contra esa deflación política, hasta el punto de que se acabó por dejar las calles engalanadas para el desfile de un nuevo «Estatut» en el que solo creían reducidos sectores de Cataluña y que ni tan siquiera la clase política catalana deseaba aunque proclamase lo contrario. Antes de sumarse al nuevo proceso estatuario, la CiU de Artur Mas tuvo que caer en una tremenda emboscada zapaterista, en la que Rodríguez Zapatero garantizó que Mas gobernaría después de las elecciones si era el más votado para la Generalitat y que no habría otro Tripartito.

En el penúltimo rellano antes de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el «Estatut», José Montilla intenta impulsar una postura «de unidad a la catalana» exigiendo la reconstitución del TC, en alarde de exótico pluralismo y de una «Cataluña de todos» que margina al PP -como ya se hizo en el Pacto del Tinell- y al partido de Ciutadans. Una vieja resquebrajadura aparece en el desconchado techo común del PSC-PSOE porque Zapatero sigue en un lecho de faquir ajeno a la recomposición del TC y a la espera de que escampe. No es que a Montilla le impulse un interés mito-poético por el «Estatut»: solo le incentivan unas encuestas electorales en las que CiU avanza de modo significativo. En el PSC-PSOE ya solo mandan los capitanes del cinturón industrial de Barcelona y de todos los capitanes quien manda más es Montilla. Perder el poder sería ver desintegrarse el propio ADN, de modo prosaico-trágico. Amplias redes de suma inacción genérica han debilitado las energías políticas, sociales y económicas de la Cataluña civil que en un pasado ya muy lejano tuvo aspiraciones regeneracionistas.

Bajo la concha del apuntador, Zapatero está en una partitura por ahora distinta después de haber sido el máximo instigador del nuevo «Estatut», el padrino del Tripartito y expendedor de la franquicia contra el PP todo vale porque PP es igual a Franco. Eso, claro, lo dice el PP. Pero no cuesta creer que Zapatero haya sido el principal deflacionista de la política catalana. Quien podía sospecharlo cuando en diciembre de 2003 dijo con mirada de entusiasmo: «!Apoyaré el «Estatut» que salga del Parlament de Catalunya!»

Ser un elemento nuclear del socialismo en España y amagar con no asumir una sentencia del TC sobre el «Estatut» no es lo mismo que ser secesionista según los postulados de ERC. Es mucho peor. Lo más posible es que José Montilla vaya de farol -como tantas veces lo hizo el PSC al amenazar con pedir grupo parlamentario en La Carrera de San Jerónimo-, pero el gesto es muy feo, retóricamente procaz y desleal tanto con el PSOE como con el «corpus» institucional hispánico. ¿Habrá o no sentencia del TC -ciertamente tardío en sus pronunciamientos- antes de las elecciones autonómicas? ¿Qué suerte de gestualismo institucional prepara José Montilla para oponerse al Estado? No hay manera de explicarle creíblemente a la sociedad española que la clave de todo sería deslizarse por el tobogán de la bilateralidad.

Apelar a la conciencia de una Cataluña mítica que se enfrente al TC o niegue el valor de las sentencia sobre el «Estatut» carece de futuro, por mucho que Montilla sugiera que el TC no puede oponerse a ningún enunciado del «Estatut». Dicho de otro modo: ni pivota ahí el futuro de la Cataluña real. No se sabe a que otras conciencias -salvo la ficción, la leyenda o farsa- puede apelar José Montilla después de haber tenido el poder y haberlo dejado a la altura de aquellas chapuzas en las que el sentido del ridículo involucra incluso al enemigo político más irreductible. Es el caso, como ocurre con Montilla, de haber querido ser el hombre fuerte del Estado en Cataluña para acabar buscando en el occipucio del Tribunal Constitucional aquella vértebra axis en que la que el punzón de hierro del garrote vil acaba con la vida del condenado.

Es así como la política deflaciona; deflaciona mecanismos vitales de una sociedad plural aunque parezcan desactivados. Hay un margen prácticamente nulo para hablar de las dos almas del socialismo catalán, PSOE y PSC. Lo que queda en pie es un viejo instinto, una concentración inusitada de poderes opacamente imbuida de restos identitarios en contradicción constante, de subterráneos transversales que intercomunican bastiones políticos y mediáticos del poder. Para llegar a donde quería, el PSC -con los chicos más listos e ilustrados en sus filas, con profesores de bibliografía italiana e intelectuales de obra escasa- ha ido dejando los últimos jirones de lo que algún día ya muy lejano se propuso ser y que, en la antepenúltima de sus dislocaciones, ya solo consiste en ir lanzando piedras contra la sede del Tribunal Constitucional como si definitivamente nada más contase. A Zapatero eso le complace íntimamente y le perjudica públicamente. Es que nadie está a salvo en una sociedad políticamente deflacionada.


ABC - Opinión