viernes, 7 de mayo de 2010

Naderías. Por José María Carrascal

Y ahora, ¿qué? Pues ahora, nada, pues nada se ha resuelto, todo sigue igual. ¿De qué sirve arreglar la deuda griega si no se arregla la española? ¿De qué sirve sanear las cajas de ahorro si no se sanea el sistema productivo español?

El encuentro Zapatero-Rajoy no nos he hecho avanzar un milímetro hacia la solución, lo que el New York Times llama «problemas cruciales españoles», por la sencilla razón de que no los abordaron. Y no los abordaron porque el anfitrión sabía que, de abordarlos, las diferencias con su invitado invalidarían cualquier tipo de acuerdo. Y lo que a él le interesaba era escenificar un acuerdo aunque fuera, no ya de mínimos, sino ficticio. Pues vamos a ver, ¿es que España puede oponerse a la ayuda europea a Grecia, sabiendo que en el futuro puede necesitar esa ayuda? ¿Es que PSOE y PP pueden oponerse a la reforma de las cajas de ahorro, cuando buena parte de ellas están en bancarrota? Además, tampoco es una reforma a fondo, es un cambio de dueño. Las cajas de ahorro españolas ya están intervenidas. Por los gobiernos autonómicos, que son quienes las han llevado a la ruina. Ahora, van a ser intervenidas por el Gobierno central. Esperemos que lo haga mejor, aunque andando por medio los políticos, todo escepticismo es lícito.

Es por lo que creo que este tipo de encuentros hacen más mal que bien, al crear falsas expectativas y dar la impresión de que se ha hecho algo, cuando no se ha hecho nada. Tal vez sirva a los intereses de unos líderes políticos que sólo piensan en salir del paso. Pero no sirve a los intereses de una nación, sobre todo en momentos críticos, como los que atraviesa España. «Cuando algo no tiene arreglo, lo mejor es que se estropee del todo», dicen los ingleses, que precisamente intentan solucionar en las urnas una situación que parecía no tener arreglo. En este sur de Europa que ellos tanto aman y, para su fortuna, tan poco imitan, lo que priva es la máxima lampedusiana de «cambiarlo todo para no cambiar nada».

Seguimos los españoles, como los griegos, sin querer enterarnos de que tenemos una democracia, no una dictadura. Seguimos pensando que el gobierno, del brazo de la oposición, nos resuelva los problemas, pero sin dolor. Seguimos considerando el trabajo un castigo divino y el ocio, el último resto del paraíso. Seguimos considerando la política un medio legítimo de obtener ventajas para uno, su familia y sus compañeros de partido. Seguimos rehusando la responsabilidad y echando la culpa de todos los males a los demás. Y seguimos creyendo que la realidad puede engañarse como nos engañamos entre nosotros.

Hasta que la realidad nos suelta un bofetón que nos tira por los suelos, como les ha ocurrido a los griegos y nos ocurrirá a nosotros si seguimos organizando escenitas como la del miércoles en La Moncloa.


ABC - Opinión

Mal + Mal = Peor. Por M. Martín Ferrand

EUROPA está cansada hasta de sí misma, sin memoria de sus viejos resplandores imperiales y absorta en una crisis que se alimenta por sí sola.

Como ayer recordaba Guy Sorman en La Tercera de ABC, «el euro que debe Grecia se lo debe en realidad a un banco alemán o francés». ¿Tratamos ahora de ayudar a los griegos en sus dificultades o corremos en socorro de un sistema financiero continental instalado en el confort que le produce la protección continua y, por si fuera poco, también la de sus Estados vecinos asociados? Cuando cada palo no aguanta su vela, la embarcación se escora y tiende a naufragar. Como también decía Sorman en tan lúcido artículo, todos los Estados europeos han sido gestionados «a lo socialista», en contra de la esencia liberal que germinó la Unión, y de ahí buena parte de los males.

El mercado -tan perverso como quiera verlo la izquierda pero tan inevitable como acredita el fracaso de todas las ideologías que nacieron para negarle- conlleva el premio de un beneficio que se legitima y compensa con la posibilidad de un fracaso total. Si, en un sospechoso paternalismo público, el riesgo desaparece incluso como hipótesis, estaremos hablando de otra cosa. Algunos nos sentiríamos más tranquilos con supuestos diferentes: los de la responsabilidad, incluso penal, de los gestores de las grandes instituciones financieras -normales como los bancos o atípicas como las cajas, que de momento no tienen dueño- y en la asunción de que el fracaso es siempre efecto de una causa penosa.

La actual situación de nuestras Cajas, tan grave que un encuentro entre Zapatero y Rajoy puede consagrarse a las fórmulas de su salvación con prioridad al paro y otras facetas económicas y políticas de las crisis en presencia, se aliviaría mucho si llegáramos a ver, camino de los penales correspondientes, una cuerda de presos formada por quienes, por acción o por omisión, al servicio de la política regional o de sus propios intereses, las destrozaron y desvirtuaron. La fórmula consensuada para su salvación, fundamentada en la concentración de los monstruos no llevará a ninguna parte. Dos Cajas calamitosas -o tres, o cuatro- reunidas en una de mayor dimensión darán paso a una gran Caja inmensamente calamitosa. No hay antecedentes de que la suma de males genere un bien. Por socialdemócrata que sea carece de sentido el afán perpetuador de fórmulas de probada ineficacia.


ABC - Opinión

Rubalcaba da lecciones. Por Cristina Losada

La izquierda se desarmó ideológicamente frente a ETA y las secuelas de ese desarme permanecen. Ni siquiera ha aprendido que la supremacía moral de la democracia se manifiesta en la negativa a dar carta de naturaleza política a los que matan.

El ministro Rubalcaba es partidario de actuar dentro de la ley en la lucha contra el terrorismo. "Se puede ser más eficaz cuando se respetan las normas porque nos dan la supremacía moral", sentenció en una conferencia, a la vera de Peces-Barba. Una entiende que esas normas deben de respetarse siempre, incluso si no prometen eficacia. No obstante, bienvenido al club. Por un minuto. El minuto que se tarda en recordar que quien imparte lecciones fue miembro de un Gobierno que recurrió a la "guerra sucia". Y que lo hace junto al hombre designado para quebrar la espina dorsal de las víctimas, a fin de allanar el camino a una negociación política con ETA. La ley y la moral nunca han iluminado al PSOE en ese periplo.

Para ilustrar su tesis, Rubalcaba trazó una comparación entre la dictadura franquista y la democracia. Las leyes represivas de la primera, dijo, no consiguieron acabar con ETA; en cambio, la democracia, con su supremacía moral, va a lograrlo. Ojalá fuera tan fácil. En realidad, las dictaduras suelen terminar sin contemplaciones con los grupos terroristas y, en nuestra época, la gran mayoría de esas bandas se han desarrollado en el seno de democracias. ETA fue mucho menos activa bajo el franquismo que después de él. La frecuencia y la intensidad de sus atentados se multiplicaron durante la Transición, para llegar a su máximo entre 1978 y 1980, año en el que causó un centenar de víctimas. ETA perpetró el 29 por ciento de todos los asesinatos de su historia en ese período. Los "años de plomo" fueron en democracia.

El mito, sin embargo, quiere lo contrario. Pues en el mito de la izquierda, ETA pertenece a la familia antifranquista, aunque entonces le surja un interrogante: ¿por qué sigue? Pregunta que no contesta reconociendo que uno de los factores por los que ETA ha perdurado es la legitimidad que le concedió la izquierda, su larga y todavía latente complicidad moral con ella. La que expresa aquel grito: "vosotros, fascistas, sóis los terroristas", que aún corearon los partidarios del "proceso". La izquierda se desarmó ideológicamente frente a ETA y las secuelas de ese desarme permanecen. Ni siquiera ha aprendido que la supremacía moral de la democracia se manifiesta en la negativa a dar carta de naturaleza política a los que matan.


Libertad Digital - Opinión

La crecida. Por Ignacio Camacho

ESTÁN eufóricos en el PP, y no les faltan motivos. La cita de Moncloa fue desde el punto de vista práctico una pantomima sin resultados, un debatillo del estado de la nación, pero por primera vez en siete años Rajoy no sólo ha salido indemne de una encerrona sino que ha logrado proyectarse en ella como alternativa de poder.

Entró como víctima de la enésima operación de imagen de Zapatero, con el presidente dispuesto a endosarle una amplia cuota de su propio desgaste, y se marchó crecido, con un aura de aplomo y responsabilidad, permitiéndose incluso presentar su candidatura en la mismísima sala de prensa presidencial. Fue una decisión atrevida y algo descortés, pero dejó una clara impronta de superioridad sobre un adversario que siempre había sabido llevárselo al huerto y al que ahora se ve tan mermado, tan catatónico, que ha perdido hasta sus indiscutibles reflejos; en sus mejores momentos nunca habría permitido que le clonasen su técnica más reputada, la de la política de gestos, la de los mensajes de apariencias. Y se lo dejó hacer en su propia casa. Animado por el chute monclovita, el jefe de la oposición se fue ayer a ver a Montilla con aires de estadista. La llamada del Honorable fue en sí misma un error, salvo que lo hiciese para fastidiar a Zapatero; a todas luces parecía que quería entrevistarse con el futuro jefe del Gobierno. Rajoy no desperdició la oportunidad y se plantó en Barcelona sacando pecho. Los jarrones del Tinell quedaron hechos añicos

El tiempo y las circunstancias han invertido los papeles y ahora los socialistas catalanes, antiguos firmantes del infamante pacto aislacionista, a quien no quieren ver acercarse es al presidente. A punto han estado de vetarlo en la inminente campaña electoral, como si fuese persona no grata, y protegerse de él con un cordón sanitario. El líder del PP ha aprendido a sentirse importante y no suelta presa; no sólo se mantuvo en sus trece sobre el Estatuto, sino que le pidió a Montilla «pedagogía constitucional» y además le pasó por la cara el conflicto interno del socialismo, al recordarle que también Zapatero está de acuerdo en no renovar el TC. A Mariano le están poniendo las carambolas como a Fernando VII; no es normal que unos tipos tan duros como sus rivales le hagan dos favores así en la misma semana.

Claro que el PP no sería el PP si los aprovechase por completo. Dolores de Cospedal sigue empeñada en equivocarse, y ayer rompió el pacto de la educación sin razones claras ni argumentación convincente, justo cuando su jefe parece haber aprendido a administrar los momentos de los portazos y los momentos de las responsabilidades. Para consolidar su proyección cada vez más asentada, a Rajoy no le deberían bastar los fallos de un zapaterismo en caída libre. Tiene que hacer él también entre los suyos pedagogía del mando. Enseñar a los que no saben no es en política una obra de misericordia sino una necesidad imperativa del liderazgo.


ABC - Opinión

Las cenizas del volcán griego y el futuro político de ZP. Por Antonio Casado

Por la temperatura, solventes. Por la sensación térmica, camino del desastre. Los vientos empujan las cenizas del volcán griego hacia los cielos de España. Todos los intangibles, en picado. El optimismo no vende.

Y lo que se puede contar, pesar y medir, también a la baja. Miramos a la Bolsa -vaya semanita- y tomamos nota de la degradación de la deuda española en los mercados internacionales (ayer, récord de nuestra prima de riesgo). Números contantes y sonantes mientras la avioneta sale entre las nubes de ceniza y sobrevuela el ruedo ibérico con la pancarta: “No somos Grecia”.

Lo dice un ex ministro en la distancia corta: “No somos Grecia pero tenemos que explicarlo”. De acuerdo. Por ahí vamos mal. No se puede salir con los brazos caídos y un discurso indolente a defender la solvencia de la economía nacional. A Zapatero le falta el carisma y la firmeza necesarias para convencernos de que España no es Grecia. Si al problema de liderazgo unimos el hecho de que la crisis económica forma parte de la hoja de ruta del PP para potenciar esa falta de credibilidad del presidente del Gobierno, entenderemos mejor las horas bajas de la opinión pública española.


Hartazgo de los políticos, ánimo deprimido y ganas de ver tierra de una vez por todas. Ver tierra es en este caso disponer de una hoja de ruta, por dura que sea, y atenerse a ella. Ya hemos visto que Zapatero no es la persona indicada para contagiar su incurable optimismo a la ciudadanía. Tampoco funcionaron las ocurrencias del presidente de la Cámara de Comercio, Javier Gómez Navarro, con su campaña “estoloarreglamosentretodos”, montada sobre los componentes psicológicos de la crisis económica. De nuevo los intangibles. Se trataba de masajear la autoestima del hombre de la calle, pero eso era antes de que se desinflase la campaña.

Operación sucesoria

Al final, van a tener razón los estrategas del PP que han decidido la cacería de Zapatero. Es decir, el tiro concentrado en la figura personal del presidente del Gobierno, cuyo futuro es cada vez más incierto. “Ya, pero Zapatero es al mismo tiempo la tabla de salvación del PSOE”, dice el ex ministro. O sea, que no se irá hasta que pierda unas elecciones, salvo claro e improbable repunte de la situación económica. Sólo en ese caso anunciaría su decisión de dar por terminada su estancia en la Moncloa después de ocho años, como Aznar. Por si acaso ya está en marcha la operación sucesoria. El nombre es José Blanco, que en estos momentos reina en el partido, concentra el mayor poder inversor del Estado y hace campaña de obras en las Autonomías, incluidas las gobernadas por el PP.

El problema es el calendario. Se echa encima y eso le quita capacidad de maniobra a Zapatero. Por tanto, lo más probable es que no tenga más alternativa que presentarse de nuevo a las elecciones de 2012. Si para entonces las cosas siguen igual de mal no tendrá otro remedio que hacerlo. Sería impresentable abandonar un barco con tendencia a hundirse. Y si cuando ya ha anunciado su candidatura empieza la recuperación económica, no le daría tiempo a volverse atrás.


El Confidencial - Opinión

Rajoy, también en Cataluña

MARIANO Rajoy mantuvo ayer ante el presidente de la Generalitat, José Montilla, las tesis de Estado que debería haber defendido con igual firmeza el jefe del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero.

ESCRIBE Rajoy reiteró a Montilla que no va a retirar el recurso de inconstitucionalidad contra el Estatuto catalán, que el Tribunal Constitucional está plenamente legitimado para resolverlo y que no es el momento de renovarlo. Pero el mensaje más importante de Rajoy a Montilla fue el emplazamiento para «hacer pedagogía de la Constitución», que es una manera diplomatica de reprochar al presidente del tripartito una cierta deslealtad con el texto constitucional. Es evidente que la negación de la legitimidad del TC para pronunciarse sobre el Estatuto catalán es un argumento que encierra la equivalencia entre esta norma estatutaria y la Constitución, en lo que Montilla coincide con Artur Mas, quien ayer propuso que los estatutos ratificados por referendo queden al margen del TC. En definitiva, las posturas del PP y las del frente social-nacionalista contra el TC quedaron de nuevo expuestas.

Al margen de estas discrepancias, el encuentro entre Rajoy y Montilla prestó al primero una nueva ocasión -la segunda en cuarenta y ocho horas- para reforzar su protagonismo político en dos de las grandes cuestiones nacionales: la crisis económica y la crisis institucional, asuntos en los que Rajoy ha mostrado actitudes y discursos cuya claridad contrasta con la confusión de los socialistas. El hecho mismo de que Montilla propiciara esta reunión, sin considerar sus efectos sobre el PSOE, demuestra que en el socialismo cada cual empieza a hacer la guerra por su cuenta y que la autoridad interna de Zapatero se está deteriorando, situación que se acentuará a medida que avance el año electoral que se avecina.

Sería un error interpretar esta agenda de Rajoy como concesiones a un PSOE en declive. Su papel como líder de la oposición y representante de la única alternativa posible y viable al socialismo comprende también la responsabilidad de mantener abiertas las comunicaciones con sus adversarios. Una derecha que aparente ser impermeable y cerrada no podrá atraerse el voto de aquellos ciudadanos que aún recelan del PP por los prejuicios tópicos de la izquierda.


ABC - Editorial

Contagio global

Wall Street castiga la gestión de la crisis griega desde Europa y desconfía de la solidez del euro

El pánico se apoderó ayer de Wall Street. El Dow Jones se desplomó en minutos hasta un 9,12% (aunque cerró perdiendo en torno al 3,2%) como reacción a la creciente inquietud que está provocando la gestión de la crisis griega. El diagnóstico del pánico, que está llevando a un contagio global de todos los mercados financieros (todas las Bolsas europeas cayeron ayer, con especial mención para el Ibex 35, que se desplomó casi un 3%), es la convicción de los inversores de todo el mundo de que los programas de ayuda pactados por la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI) no son la solución definitiva para Grecia. Wall Street considera que el euro está en grave peligro y que las dificultades de la economía europea van a contaminar el resto de los mercados. Detrás de esa desconfianza cabe separar dos razones de peso para los inversores. Por una parte, la torpe gestión de la crisis, evidente en las discrepancias entre Francia y Alemania sobre el ritmo y condiciones para aportar las ayudas financieras al Gobierno de Papandreu; por otra, la certeza de que 110.000 millones de euros no bastan para asegurar que Grecia podrá hacer frente a su deuda.

A falta de una dirección integrada de la economía europea, es evidente que las dificultades para gestionar la crisis griega nacen de la falta de entendimiento entre Nicolas Sarkozy y Angela Merkel para acordar una intervención económica rápida en auxilio del Gobierno griego. Esta debilidad se agrava con la falta de iniciativa de las autoridades económicas europeas. Los mercados y la opinión pública tuvieron ayer un ejemplo perfecto de esa torpeza en la intervención del presidente del Banco Central Europeo (BCE), Jean-Claude Trichet. Ayer, al término del Consejo de Gobierno del BCE en Lisboa, que dejó el precio del dinero en el 1%, Trichet negó el riesgo de suspensión de pagos de Grecia y señaló con insistencia que Portugal y España no son Grecia. Se esperaba algo más que precarias evidencias. Trichet dejó escapar la ocasión de transmitir a la opinión pública y a los mercados que la autoridad monetaria está dispuesta a adoptar medidas excepcionales. Por ejemplo, adquiriendo, si necesario fuera, deuda soberana de los países. Trichet se quedó ayer corto; casi tan corto como se están quedando los inversores en euros y en activos españoles.

A estas alturas de la crisis griega, los inversores esperan medidas más drásticas que un plan de ajuste del gasto que el país difícilmente podrá cumplir debido a las dificultades de crecimiento de los próximos tres años. Hoy, la solución para Grecia es, además de las ayudas pactadas, la renegociación de la deuda, y esa renegociación no será creíble sin una quita importante en el principal. Frente a los retrasos políticos y componendas para salvar la cara, Wall Street y las Bolsas europeas perciben, con dolorosa claridad, los riesgos que tiene el crash griego para el euro y para el sistema financiero mundial. Por lo pronto, Moody's insinuó ayer graves consecuencias para los bancos de Portugal, España, Reino Unido, Irlanda e Italia.

En el caso de España, las amenazas son más complejas de lo que muestran los discursos oficiales. España no es Grecia, y así lo reconoció ayer el FMI a través de su portavoz, Caroline Atkinson. Pero a continuación instó al Gobierno a aplicar con rapidez las medidas de ajuste fiscal. Es decir, España puede ser Grecia si en lugar de aplicar con rigor el plan de austeridad (Francia ha anunciado una congelación del gasto público hasta 2013) se dedica, como hasta ahora, a suponer que, por el mero hecho de enunciarlo, el recorte fiscal ya está encarrilado. La situación económica tiene soluciones, el diagnóstico está hecho y se saben las recetas; pero faltan capacidad de gestión a corto plazo, sentido del tiempo y destreza política.


El País - Opinión

Veinte años de fracaso de la LOGSE exigen un cambio

Casi todo se resume en lo mismo: libertad de elección. Libertad para escoger el centro, público o privado, donde aprender en la lengua que se prefiera y con la opción pedagógica que se considere más apropiada: cheque escolar.

Entre tantas malas noticias, es un alivio que el PP se haya decidido a hacer oposición en un asunto tan importante como es la educación. Siendo urgente un relevo en el Gobierno por la necesidad que tiene España de un giro completo en materia económica, el penoso estado de nuestro sistema de educación es, a largo plazo, crucial; también para la economía. Resulta ridículo que Zapatero pretenda cambiar el modelo productivo del país y centrarse en la I+D cuando estamos produciendo universitarios con graves problemas para leer y escribir.

Sin embargo, en su rueda de prensa de este jueves, el ministro Gabilondo ha dejado claro que cree que España "tiene un buen sistema educativo", así que resulta comprensible que haya propuesto un texto que en enfoque e importancia parece equiparable a lo que la foto de Zurbano ha supuesto para nuestra economía. Un montón de medidas menores, cosméticas, que no atacan el fondo de los problemas de la educación española. Problemas que arrancan de una pedagogía que ha arruinado las posibilidades de futuro de millones de españoles, especialmente aquellos cuyos padres carecen de recursos para paliar los efectos de la LOGSE.


Resulta ridículo que los socialistas persigan ahora "estabilidad normativa" cuando frenaron las tímidas reformas del PP por medio de un decretazo. Pero aunque pudiéramos darles el beneficio de la duda, privilegio que desde luego no merecen, un mero vistazo al pacto o a las declaraciones de Gabilondo dejan claro que no han estado dispuestos a ceder ni un milímetro a las principales reivindicaciones del PP, léase, que el sistema educativo vuelva a centrarse en la enseñanza y no en seguir dejando en evidencia el fracaso pedagógico del socialismo y que los alumnos puedan aprender en castellano en toda España si los padres así lo quieren.

Para Gabilondo acabar con el modelo fracasado de la LOGSE no es "realista". Pero veinte años después, con tres gobiernos distintos al mando, difícilmente puede calificarse de realista el empeñarse en mantener esa fantasía pedagógica progre. Para Marchesi y sus herederos, los maestros pueden ser facilitadores, pero debe ser el alumno el que "descubra" los conocimientos, como si éstos no hubiesen sido el producto de siglos y siglos de descubrimientos de las mejores mentes de cada momento de la historia de la humanidad, cada uno de los cuales pudo llegar más lejos gracias a que se subieron a los hombros de gigantes, sus predecesores. Los conocimientos se enseñan, y ningún sistema educativo que ignore esa realidad tan básica puede tener éxito.

Por otro lado, resulta increíble que a estas alturas haya que insistir en que en los colegios e institutos públicos españoles se pueda aprender en el idioma común de todos los españoles. La libertad de elegir no sólo debe referirse al centro educativo, como por otra parte también ha reclamado sin éxito el PP, sino también a una herramienta tan básica como es el idioma. Por razones puramente educativas, pues pelear con un idioma que no es el materno añade muchas dificultades al aprendizaje, como de mero sentido común: si el nacionalismo emplea la lengua para separar, un Gobierno nacional debería utilizarla para unir.

Claro que poca esperanza puede quedar para que se haga luz en este oscuro asunto cuando el propio PP, que se declara adalid de la libertad de escoger el castellano en toda España, impide esa posibilidad en las regiones bilingües donde gobierna: Galicia, Valencia y, cuando estaba en el Ejecutivo, Baleares.

Al final todo, o casi todo, se resume en lo mismo: libertad de elección. Libertad para escoger el centro, público o privado, donde aprender en la lengua que se prefiera y con la opción pedagógica que se considere más apropiada. Cheque escolar, para impedir que los pedagogos puedan aprovecharse de quienes menos tienen para sus experimentos. Autoridad para el profesor, para impedir que los alumnos conflictivos obstaculicen el aprendizaje de los demás. El ridículo pacto propuesto por Gabilondo no avanza ni un milímetro en esa dirección. Bien rechazado está.


Libertad Digital - Opinión

Fin de una era en Gran Bretaña

CON las elecciones de ayer se ha puesto fin a un largo periodo de dominio del laborismo británico, inaugurado en 1997 por un Tony Blair que sedujo a sus compatriotas y a no pocos socialistas europeos con la promesa de un ejercicio de renovación ideológica para la izquierda, la llamada «tercera vía», pero cuyo balance, trece años después, es bastante escaso.

De hecho, el paso de esta generación de líderes del laborismo no puede reclamar ningún tipo de reforma significativa en la vida del Reino Unido ni ha aportado soluciones a ninguno de los grandes problemas que tiene la sociedad británica, ni la sanidad pública, ni la cohesión social, ni la emigración ni el déficit público. Blair hizo un intento sincero por conjugar los mitos tradicionales de la socialdemocracia con una mayor dosis de realismo liberal, pero más allá de su continuidad en las grandes líneas de la política exterior -lo que ciertamente exigió un coraje extraordinario en algunos momentos- su retirada hace tres años era el anticipo de este colapso anunciado.

Su sucesor, Gordon Brown, ha llevado el timón del número 10 de Downing Street a través de un fuerte temporal financiero que ha acabado de desarbolar la nave del laborismo. Si hubiera que comparar el papel histórico del anterior periodo conservador gestionado por Margaret Thatcher y John Major con estos trece años de laborismo, es evidente que ni Blair ni Brown quedarían bien parados. Es más, para buscar una herencia más clara de esta década larga de laborismo, la más evidente ha sido la emergencia de los liberal-demócratas que lidera Nick Clegg, no a causa de los defectos del sistema electoral británico, como insisten algunos, sino precisamente porque el desprestigio que ha generado la mala gestión de los laboristas ha terminado por contagiarse al conjunto del estamento político tradicional. De Blair se dijo que era el más europeo de los británicos, pero sus fogosas declaraciones en Bruselas no ocultaron que en los hechos su Gobierno y el de Brown se han comportado siguiendo la tradición más euroescéptica. Es una de las pocas cosas que están claras sobre el resultado de las elecciones de ayer, de las que sale un Reino Unido más alejado del continente. El Partido Conservador ha consumado su divorcio con los populares europeos y David Cameron estará ausente de las reuniones de la familia de la derecha europea, que sería el entorno natural para los «tories».

ABC - Editorial