lunes, 10 de mayo de 2010

Un buen gestor del odio. Por Gabriel Albiac

¿QUÉ es un profesional de la política? Un buen gestor del odio.

Madrid, 12 de octubre. 2003. Tan trivial era el gesto que ningún asistente se había apercibido. Tan insignificante era también su autor. Ya a media tarde, hubo de ser él mismo quien telefoneara a las redacciones: «¿Qué? ¿Qué os ha parecido lo que he hecho...?» Y, ¿qué diablos es lo que podría haber hecho aquel pesado don nadie?, se preguntaron, tras colgar, los requeridos. Repaso de las fotos, por si acaso. Nadie que no sea del gremio puede imaginar la cifra de las que se hacen en el curso de un desfile. Al fin, en una de esas que los fotógrafos tiran al azar de la ráfaga, aparece la tontada: el chico que sustituyó a Borrell tras levantarle la merienda a Bono, está sentado con cara de mala leche; todos, a su alrededor, de pie. ¡Bingo! Hay quien cambia la «primera», a toda prisa: ahí va la foto. Más por irrisión que por otra cosa. Un cateto, tenso en su silla mientras las tropas de un aliado pasan, no deja de ser un espectáculo. Y José Luis Rodríguez Zapatero -que hasta ese día se llamaba Nadie- inicia su leyenda.

Madrid, 2010. 8 de mayo. Joe Biden ha pedido visitar el acuartelamiento de la Bripac, para «rendir tributo a los verdaderos guerreros» que van a combatir -a combatir- junto a los soldados estadounidenses en Afganistán. «Nuestros soldados en el campo de batalla, cuando pueden elegir quién les acompaña, lo hacen a favor de que sean unidades valientes como éstas». Nada demasiado extraordinario: un vicepresidente americano, cuyo hijo ha combatido en Irak, arenga a soldados que combatirán al mismo enemigo en otro frente. El presidente español habla luego: no a soldados; sí a imaginarios enfermeros y asistentes sociales que nadie ve por ninguna parte. El espectáculo podría ser regocijante. No tanto, si uno recuerda la reacción de ese presidente cada vez que un camarada de estos a los cuales tiene ante sí ha caído en el campo de batalla: ausencia. Regocijante, no. Electoral, sí. Y mucho.

Quienes reímos del infantilismo necio de aquel cateto que, en 2003, llamaba a media tarde a los periódicos para mendigar su foto de adolescente descortés en la primera página del día siguiente, nos equivocábamos. No porque el de la suplicada foto fuera menos infantil o cateto de lo que parecía. Nos equivocábamos en lo esencial: no entendimos que infantilismo y catetez, sumadas a una impecable carencia de escrúpulos morales, son arma eficacísima en las manos de un frío profesional de la política; esto es, de un tipo que jamás se ha ganado ni se ganará la vida de otro modo que no sea engañando al contribuyente, ese pobre animal que vota, calla y paga.

No había sectarismo ideológico en el maleducado gesto de entonces. Como no hubo delirio -no sólo- en el discurso del sábado ante el vicepresidente Biden. Había -y hay- cálculo electoral. Bien medido. La más irracional pulsión -y la más eficiente- del inconsciente político español es el antiamericanismo. Arranca del trauma que liga el ascenso estadounidense al naufragio de la última migaja del imperio español en 1898. Y trasciende a ideologías: igual de antiestadounidense es, en España, la izquierda comunista que el franquismo. La retórica de un Girón de Velasco y la de un Santiago Carrillo son, en eso -no sólo en eso-, intercambiables. Que los Estados Unidos salvaran a Europa del irreversible reparto entre Hitler y Stalin, sólo refuerza ese odio.

Da votos. El rencor, digo. Puede que, de verdad, sea lo único que da votos en España. Y hasta un necio puede entender eso. Un necio sin escrúpulos. Que apueste por administrar en su provecho el odio.


ABC - Opinión

Los especuladores tenían razón: España será rescatada. Por Juan Ramón Rallo

El plan de rescate supone el punto final al sueño de la Unión Monetaria. Podrá reconocerse o no, pero si sólo existen dos formas –inflación o rescates costeados por Alemania– de que el euro sobreviva, es que el euro está muerto.

Quizá alguien se pregunte de dónde sale la cifra de 750.000 millones de euros que los ministros de Economía de la Unión Europea acaban de acordar para, según dicen, proteger al euro y combatir a la "manada de lobos" de los especuladores. Algunos pensarán que es una manera de rescatar por completo a Grecia y despejar las dudas sobre el repago de su deuda. Pero no se dejen engañar, porque al menos los números no dejan lugar a dudas.

La deuda total de Grecia se espera que ascienda a finales de este año a 330.000 millones de euros y la de Portugal se cree que llegará a 140.000. La diferencia entre 470.000 millones y 750.000 son 280.000 millones. ¿Les suena de algo esta cifra? Sí, justamente es la cantidad que la semana pasada se rumoreó que España iba a solicitar al FMI para poder refinanciar los vencimientos de la deuda de este año.


Lo cual, al margen de los diversos encajes numéricos posibles, significa dos cosas: una, que Zapatero volvió a mentir como un bellaco cuando dijo que era "absolutamente falso" que nuestro país necesitara y estuviera negociando un préstamo extraordinario; dos, que los especuladores acertaron de lleno. Si alguien quiso meter en la cárcel a quienes difundían rumores falsos, ahora debería estar reclamando el aprisionamiento de la plana mayor del socialismo nacional.

Por supuesto, la excusa oficial para aprobar este megaplan de rescate para Grecia, Portugal y España no ha pasado por reconocer que estos dos últimos países se encuentran realmente en una situación análoga a la helena, sino por denunciar que los especuladores han desestabilizado tanto los mercados que ya no les resulta posible a las economías más débiles encontrar crédito lo suficientemente barato. Ha sido, dicen y repetirán, una "profecía autocumplida": tanto se rumoreó que hacía falta un rescate que al final ha habido que crearlo.

Pero, de nuevo, no se crean estos camelos. Un plan de rescate de 750.000 millones de euros no se crea porque a España se le haya encarecido durante unos días la deuda 100 puntos básicos. No, el plan se crea bajo la certidumbre de que la economía española, como le sucedió a la griega y le iba a suceder a la lusa, tendrá serios problemas para encontrar toda la financiación que va a necesitar este año, con o sin especuladores.

Eso sí, habrá que reconocerles a los gobiernos europeos una maquiavélica inteligencia a la hora de filtrar rumores sobre lo que piensan hacer, crear con ello el pánico en los mercados, proclamar que ese pánico se debe a rumores falsos y finalmente hacer lo que pretendían hacer desde un principio pero justificándolo en la necesidad de tranquilizar a unos mercados revueltos por especulaciones sin fundamento.

Pero por maquiavélicos que sean, para Europa este plan de rescate supone el punto final al sueño de la Unión Monetaria. Podrá reconocerse o no, pero si sólo existen dos formas –inflación o rescates costeados por Alemania– de que el euro sobreviva a los políticos griegos y españoles, es que el euro está muerto y que no conviene a las sociedades que se preocupan más de su futuro que de vivir por encima de sus posibilidades a cuenta de los vecinos.

Para España, el rescate supondrá un alivio a corto plazo. Nunca nadie se ha empobrecido de la noche a la mañana por el hecho de que le regalen dinero; aunque no diría lo mismo con respecto al largo plazo: si la UE pretende regalarle tiempo a Zapatero para que continúe gastando impunemente, mal negocio haremos. Si la única consecuencia del plan es que Zapatero podrá endeudarnos todavía más, desde luego habrá sido tremendamente contraproducente incluso para los supuestos beneficiarios del mismo.

Por ello, los españoles no deberían dormirse sobre los inexistentes brotes verdes que pregona el Gobierno. Si no entendemos exactamente qué nos ha pasado, si no somos conscientes de que si España no ha quebrado ha sido por obra y gracia de Bruselas, si no reconocemos que padecemos a un Gobierno populista que está dispuesto a emplear el poder punitivo del Estado en sus campañas propagandísticas, si no asumimos la absoluta incapacidad de este Ejecutivo en todo aquello que no sea mentir, si no comprendemos que esta lamentable situación no es culpa de ningún especulador que no sea José Luis Rodríguez Zapatero y que, en definitiva, no saldremos de ella mientras esta calamidad humana continúe en el poder, entonces ningún rescate presente o futuro podrá salvarnos. Al fin y al cabo, el crédito que nos entreguen Francia y Alemania habrá que devolverlo en algún momento, pero ¿podremos hacerlo con un Gobierno que, si Europa no lo remedia, aprovechará el apoyo de Bruselas para seguir gastando a manos llenas?

Si la irresponsabilidad de los socialistas va acompañada de una mayoría ciudadana que también se siente irresponsable por haber aupado y por mantener en el poder a un Gobierno que la ha llevado a la quiebra, entonces esa parte de la sociedad se merecerá cada una de las miserias futuras que inexorablemente le tocará padecer. Por desgracia, también quienes llevamos años alertando contra este proceso de expolio nacional deberemos pagar entonces los platos rotos. Es lo que tiene el socialismo.


Libertad Digital - Opinión

Un país de arrebatacapas. Por José María Carrascal

POR muy desconsolado que esté el ministro Gabilondo por no haber logrado un pacto educativo, mi desconsuelo es mayor. Y es mayor porque teniendo bastante más años que él, conforme avanzo en edad me doy cuenta de que las naciones se forjan en la escuela, en los institutos, en las universidades, y que su futuro depende del nivel educativo de sus ciudadanos. No me refiero sólo al futuro económico, sino también al político, al social, al de convivencia interior y de prestigio exterior. En una palabra: de la educación depende que un país esté en la primera liga de naciones o en la segunda.

Todas las estadísticas arrojan que la educación en España se ha deteriorado hasta extremos vergonzosos. La agenda de todos los gobiernos ha sobrevaluado la política e infravalorado la educación, convirtiéndola en criada de sus intereses, atentos a la cantidad no a la calidad y primando la holgazanería sobre el esfuerzo. Se acusó el régimen de Franco de dejar la educación en manos de la Iglesia. La democracia la ha dejado en manos de cualquiera: los políticos, los padres, los propios alumnos. Así está ella, con las peores notas según el informe Pisa.

Ángel Gabilondo ha hecho un esfuerzo ímprobo para corregirlo, pero, tal vez por su formación teológica, olvidó lo fundamental: que la educación se funda en las matemáticas y la lengua. En el lenguaje de los números y en el lenguaje de las palabras. Un chico o chica que domine números y palabras está preparado para dominar cualquier disciplina y afrontar cualquier tipo de problema. De ahí que el PP acertase al exigir que todo pacto educativo tenía que empezar por restablecer el español como asignatura básica, y el ministro se equivocase al no aceptarlo por razones políticas, pues quiero creer que en su fuero interno coincida con mi tesis y no con las que dicen que «el español ya se aprende en la calle». Lo que nos ha traído generaciones incapaces de expresarse, escribir, aprender e incluso razonar correctamente. Lo peor que puede ocurrir en nuestro mundo del conocimiento.

Junto a ello, no conviene olvidar que la educación empieza por la formación de un buen profesorado. Que el bachillerato -al coincidir con la adolescencia- es la clave humana y cultural de los niveles educativos. Que la formación profesional es tan importante como cualquiera de los demás. Y que dejar a la educación en manos de los políticos es casi tan destructivo como dejarles la justicia.

Claro que para lograrlo, antes habrá que desterrar algo más dañino del alma española: que para la promoción social vale más la recomendación o la política, el famoso «enchufe», que la formación que se tenga. Mientras eso no llega, la educación será un factor secundario en la vida española, y España, un país de arrebatacapas, en el pelotón de los torpes, nunca mejor dicho, europeo.


ABC - Opinión

Las derechas invertebradas. Por José García Domínguez

Que el parche de Gabilondo tampoco garantice el uso del español como lengua docente, lejos de enfrentarlos, es capítulo en el que tanto PSOE como el PP con mando en plaza comparten feliz acuerdo.

Basta con ojear la célebre lista de los diez libros más vendidos en España para hacerse una idea, siquiera aproximada, del cataclismo sufrido por nuestro sistema de instrucción pública desde la implantación de la LOGSE y la pareja eclosión de la dictadura de los pedagogos en escuelas e institutos. Al punto de que ya han devenido lugar común las jeremiadas a cuenta de los informes Pisa; la miseria léxica y gramática de los jóvenes licenciados; o el definitivo divorcio entre la Universidad, apenas mero apéndice del colegio, y la alta cultura. Tan sabido y manido resulta el asunto que hasta el PSOE viene amagando con un pacto de Estado con tal de desfacer su propio entuerto. Aunque sólo un poquito.

Así, al modo del Príncipe de Lampedusa, ese flamante heredero de aquel olvidado Pettit, les urge ahora que todo cambie a fin de que todo siga igual. También, claro, en la educación. Nada cabría objetar, entonces, al rechazo del partido de las derechas a legitimar ese leve apaño cosmético; nada, salvo la premisa mayor expuesta aquí mismo por Cospedal. Y es que ha dado en apelar la secretaria general de la formación de Alberto Núñez Feijóo, Francisco Camps y Manuel Fraga, entre otros muchos, demasiados, a "la imagen de España invertebrada que luce en el frontispicio del actual Consejo de Ministros"; o sea, al mismo paisaje acotado, parcelado, privatizado, amurallado y subtitulado que, a día de hoy, igual se refleja en las relucientes vidrieras de Génova 13.

Pues que el parche de Gabilondo tampoco garantice el uso del español como lengua docente, lejos de enfrentarlos, es capítulo en el que tanto PSOE como el PP con mando en plaza comparten feliz acuerdo. ¿A qué recordar, por lo demás, que todo cuanto el filósofo madrileño repudiara en su España invertebrada supone precisamente lo que con más afán celebran y cultivan los barones –y, ¡ay!, las baronesas– de las derechas confederadas? Así la celosa endogamia particularista de las distintas facciones enrocadas en sus feudos inexpugnables. Por algo, constata ahí Ortega: "La esencia del particularismo es que cada grupo deja de sentirse a sí mismo como parte, y en consecuencia deja de compartir los sentimientos de los demás". Hágame caso, Cospedal, relea el libro con urgencia, pero ante un espejo. Cóncavo, a ser posible.


Libertad Digital - Opinión

Alemania y Europa

LA crisis económica está erosionando las posiciones de todos los gobiernos, incluyendo las de aquellos que están gestionándola con éxito, como es el caso de la canciller alemana Angela Merkel.

Su derrota en las elecciones regionales de Renania del Norte-Westfalia es una señal de descontento que se refiere no tanto a la situación en Alemania, sino a cierta sensación de hartazgo de los electores alemanes ante el estado de cosas en Europa. Lo peor de estas elecciones es que demuestran, por primera vez tan claramente, que el país más importante de la Unión empieza a ser invadido también por el pernicioso ambiente de euroescepticismo, lo cual es una mala noticia para todos.

La canciller alemana ha sido acusada de haber retrasado las principales decisiones para afrontar la crisis de Grecia, para tratar de minimizar las pérdidas en estas elecciones. Es evidente que se equivocó, porque con sus reticencias ha contribuido a dar tiempo a los especuladores en los mercados internacionales que han empeorado la situación, mientras que no ha podido convencer tampoco a sus compatriotas de que lo mejor para Alemania es contribuir a la supervivencia del euro salvando a Grecia.


El euro se encuentra en grave peligro, por primera vez las tesis que dan por hecho su desaparición ya no son tomadas a la ligera y el papel de Alemania es en estos momentos más crucial que nunca para el futuro de Europa. Angela Merkel ha sido con su liderazgo hasta ahora una brillante impulsora del proyecto europeo, pero la imagen que se transmite dentro y fuera de Alemania es que su único papel es el de pagar los desaguisados de otros gobiernos y las ocurrencias de Bruselas. Es evidente que eso no es justo. Alemania es la principal contribuyente porque es el país más rico y más poblado de la Unión Europea, pero también es uno de los mayores exportadores del mundo, hasta el punto de que puede haber quien crea que tiene capacidad para contemplar su proyección estratégica hacia el mundo en solitario. A pesar de esta derrota, la canciller democristiana debe mantener a Alemania anclada en una Europa donde pese a todo tiene sus principales intereses presentes y futuros.

ABC - Editorial

Blindar el euro

La UE y el FMI acuerdan un fondo masivo y sin precedentes para proteger a los países del euro

Los ministros de Economía y Finanzas de la UE (Ecofin) acordaron la pasada madrugada, justo antes de que abrieran los mercados financieros, un fondo de rescate multimillonario y sin precedentes para garantizar el restablecimiento de la estabilidad financiera en la zona euro. Las dificultades que atraviesa Grecia, y las amenazas que se ciernen sobre otros países, como España, requerían medidas rotundas y resortes institucionales permanentes para afrontar crisis de tanta envergadura como la actual. La constitución de un fondo de emergencia que, entre lo que aporten la UE y el Fondo Monetario Internacional, alcanzará los 750.000 millones de euros a través de créditos y avales es una buena muestra del reto que afronta la economía europea, cuyas dificultades amenazan con contagiar al mundo entero.

Están por ver los resultados de la histórica decisión adoptada ayer en Bruselas y si se articula con eficiencia y agilidad en la siempre complicada burocracia europea, pero sin duda marca un antes y un después en la historia de la Unión. Es, sin lugar a dudas, un golpe de acción contundente para transmitir serenidad a los mercados y, con ello, sentar las bases para reducir la explícita asimetría entre una completa unión monetaria y una integración política inexistente. La otra señal que salió de la reunión de ayer es el propósito de enmienda adicional de las autoridades españolas para dar una vuelta de tuerca que refuerce la reducción del déficit público en los dos próximos años.

Aunque esta no es una crisis originalmente europea, su contagio ha hecho de la UE la región más dañada. Grecia fue la primera, pero la semana pasada hemos tenido evidencias suficientes de la facilidad con que se convierte en sistémica esta crisis, azuzada por los ataques de quienes el Ecofin ha tildado de "manada de lobos". Estos males estuvieron precedidos por las arbitrariedades de las agencias de calificación crediticia, tras los errores mayúsculos previos a la crisis. Si a esto se añaden las poco ortodoxas maneras de bancos de inversión como Goldman Sachs o Lehman Brothers, es lógico que los contribuyentes reclamen a los Gobiernos actuaciones firmes como la adoptada esta madrugada. La moneda única europea está siendo más cuestionada que nunca. Es hora de decisiones como las aprobadas por el Ecofin. Y esto incluye al BCE, empeñado demasiadas veces en dar la impresión de que va por detrás de la realidad.

Junto a las actuaciones reguladoras y de mayor supervisión sobre quienes han motivado la crisis, Gobiernos como el español tendrán que aplicar decisiones impopulares de reducción del gasto público. Si las intenciones de austeridad han de ser inequívocas, tal como promete el Gobierno español con reducciones adicionales de gasto público tras los encuentros de Zapatero con los líderes europeos, conviene que se asienten en hipótesis macroeconómicas creíbles a medio y largo plazo. Para ello es fundamental llegar a acuerdos con los demás partidos, especialmente con el PP.


El País - Editorial

El rescate preventivo de España

España debería ser consciente de que con Zapatero en el poder sólo le espera una bancarrota a la que probablemente habríamos llegado en poco tiempo de no haber sido por la UE y el FMI.

La semana pasada se extendió el rumor de que España iba a solicitar un préstamo de 280.000 millones al FMI ante la imposibilidad de hacer frente a la refinanciación de su deuda. Tal circunstancia encendió todas las luces de alarma en torno a nuestra economía, hasta el punto de que el diferencial de la deuda española con la deuda alemana aumentó a 160 puntos básicos y la bolsa se desplomó alrededor de un 15%.

El Gobierno socialista, lejos de entonar el mea culpa por su manirrota gestión durante esta crisis, prefirió echar balones fuera y culpar a los especuladores de estar difundiendo falacias que promovían los ataques contra intereses españoles. Algunos socialistas incluso hablaron de la necesidad de meter en la cárcel a estos especuladores y, de hecho, el fiscal general del Estado no tardó en referirse a la "criminalidad económica" para perseguir a estos enemigos de la patria. El presidente del Gobierno, tratando de tranquilizar a los mercados y aprovechando para cargar contra los especuladores, calificó de "absolutamente falso" ese rumor y volvió a insistir en que "no daba crédito" al escuchar las comparaciones entre Grecia y España.


Sin embargo, de la reunión del Ecofin de este domingo, que se extendió hasta altas horas de la madrugada del lunes, ha salido aprobado un plan de ayuda para los países de la zona del euro dotado de 750.000 millones de euros. Mucho más, por supuesto, de lo que se prevé que pueda llegar a necesitar alguna vez Grecia, cuya deuda total ascienda a 300.000 millones. Mucho más también de lo que puede necesitar Portugal, cuya deuda pública se sitúa en 150.000 millones. Sólo cabe explicar el monto de la operación (superior en 300.000 millones a las necesidades absolutas de Grecia y Portugal) por tener otro destinatario: España.

Al final, pues, los rumores "absolutamente falsos" no han hecho más que confirmarse y la UE y el FMI han creado un fondo para refinanciar la deuda de España. Los especuladores estaban en lo cierto y los ataques del presidente del Gobierno, de la vicepresidenta y del fiscal general no eran más que una nueva mascarada con la que ocultar su responsabilidad en todo este desbarajuste.

Tal es la incapacidad de este Gobierno para hacer frente a la crisis, que sin llegar a una suspensión de pagos oficial, ha tenido que ser rescatado preventivamente por la Unión Europea. Y, pese a ello, pese a sumir al país en una situación de ruina casi total, el único compromiso al que se atreve a llegar es al de reducir para este año medio punto más de lo previsto el déficit público (hasta el 9,3%).

Lo cual, por cierto, sólo es un nuevo engaño de Zapatero, pues las cifras de déficit público registradas hasta marzo de este año no indican precisamente que el país vaya a lograr reducir el déficit un 12%, como prometió en febrero, o un 17% como prometió ayer domingo, sino que por el contrario lo está incrementando a un ritmo del 18% interanual.

España debería ser consciente de que con Zapatero en el poder sólo le espera una bancarrota a la que probablemente habríamos llegado en poco tiempo de no haber sido por la UE y el FMI. Pero Europa también debería tener presente que con Zapatero no se puede ir a ningún lado y que todo compromiso que haya podido adquirir sólo podrá ser incumplido. La palabra de nuestro presidente no les debería resulta suficiente para regalarle cientos de miles de millones.

A Europa y a España se les acaba el tiempo. Zapatero se ha convertido en un problema para todos.


Libertad Digital - Editorial

El horizonte de las cajas

LA reunión entre el presidente del Gobierno y Mariano Rajoy parece haber desbloqueado la reestructuración de las cajas de ahorros.

Esperemos que sea así, porque los problemas de esa parte del sistema financiero y la aparente incapacidad política para resolverlos han contribuido mucho estos días a aumentar la percepción de riesgo España. El acuerdo promete agilizar las fusiones y acabar con el veto autonómico. Lo que supone considerar que los problemas de liquidez y eventual solvencia de una parte de las cajas de ahorros nacen de su pequeño tamaño y de la injerencia política. Lo primero no es del todo cierto, porque una caja grande no es necesariamente más solvente que dos medianas y algunas de las fusiones intrarregionales que se están planteando apuntan en esa dirección. Lo que invita al escepticismo sobre la voluntad de resolver el segundo problema, la injerencia política. Todo se complica porque una vez ratificado en Cataluña el principio de que los trapos sucios se lavan en casa, no hay argumentos para negar su aplicación en otras Comunidades. Lo peor de ese apaño no es sólo que no garantiza la solvencia de las entidades resultantes, sino que hace aún más difícil su despolitización.

Los problemas de liquidez de las entidades financieras van a continuar. La situación de incertidumbre en el área euro sólo los empeora. Todo acuerdo que aspire a funcionar ha de contemplar la necesidad de recapitalizar un buen número de cajas de ahorros y de aumentar el capital de todas ellas, por prudencia y por exigencia regulatoria como consecuencia de la aplicación de Basilea III. Las cuentas de resultados de las cajas no van a generar un flujo de beneficios suficiente y pueden lastrar aun más la recuperación del crédito al sector privado. Es pues necesario atraer capital externo y ese sólo puede venir de particulares o del Gobierno mediante las cuotas participativas. Cambiar la ley de órganos rectores, algo sin duda deseable, puede esperar. Es más urgente, y más eficaz, utilizar ya las cuotas participativas con derechos políticos tal y como prevé el FROB. Forzar la emisión de estas cuotas; testar primero si hay capital privado interesado y si no que sean adquiridas temporalmente por el Banco de España; utilizar luego los poderes políticos que confieren para proceder a la reestructuración, fusión, venta, o liquidación de las entidades. Ese y no créditos para que los actuales propietarios y gestores sigan mareando la perdiz ha de ser el destino del FROB. No se quiso o no se pudo reformar las cajas en tiempos de bonanza. El ajuste habrá de ser ahora, en plena crisis de confianza, más duro y radical.

ABC - Editorial