jueves, 13 de mayo de 2010

Las hipotecas de ZP. Por Emilio J. González

Cuánto ganaríamos si, en lugar de tanta tontería, acabara de un plumazo con tanto derroche como se lleva entre manos e hiciera las reformas que hay que hacer para crecer y crear empleo.

¿Qué nos dice la propuesta de ajuste presupuestario que ha presentado Zapatero? Lo primero, por supuesto, que tiene más cara que espalda porque, después de llenarse tanto la boca con eso de las políticas sociales, ahora resulta que pone buena parte de la carga del saneamiento presupuestario sobre las espaldas de uno de los colectivos económicamente más débiles, los pensionistas. Eso se llama política social, sí señor, aunque no debería sorprendernos lo más mínimo después de ver cómo está condenando a millones de personas al paro por negarse a hacer la reforma laboral que tanto se necesita. Pero vayamos al grano.

Empecemos por las pensiones. Éstas, salvo en el caso de los funcionarios, no se abonan con cargo a los presupuestos del Estado, sino que las paga la caja de la Seguridad Social con los ingresos procedentes de las cotizaciones sociales, cuya finalidad es, precisamente, la financiación de la prestación por jubilación. ¿Por qué, entonces, hay que congelar las pensiones si de lo que se trata es de reducir el gasto del Estado? Pues, en primer lugar, porque no nos están diciendo la verdad sobre la situación financiera de la Seguridad Social, que podría estar ya en déficit por culpa de la política económica y laboral de Zapatero. Con la congelación de las pensiones, el Ejecutivo pretende ganar tiempo y retrasar el momento de la verdad, aquel en el que el sistema público de pensiones registre números rojos y la excusa perfecta para hacerlo es el necesario ajuste presupuestario que nos han impuesto la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional para ayudarnos. Y, en segundo término, porque lo cierto es que lo que pretende Zapatero es dejar prácticamente intacta su capacidad de gasto, la suya propia como presidente del Gobierno y con los dineros de todos, porque si se fijan en la estructura de las medidas de recorte que ha planteado, ninguna de ellas afecta a las partidas presupuestarias que maneja a su antojo para financiar sus caprichos, ocurrencias y compromisos con los grupúsculos marginales de cuyo apoyo presupuestario espera obtener los réditos electorales que necesita.

No nos llamemos a engaño. Los cálculos políticos de Zapatero no han cambiado lo más mínimo y eso condiciona su propuesta de ajuste. ZP sigue pensando que cuenta con un voto de izquierda fiel, pase lo que pase, al que alimenta a base de medidas polémicas, como, por ejemplo, la ley de memoria histórica. Sobre esta base cree que puede ganar las elecciones si le añade el respaldo de aquellos cuyo voto está condicionado por una sola cuestión: el aborto, el ecologismo, etc., a los cuales mantiene las ayudas. Así es que pensionistas, funcionarios, usuarios del sistema público de salud y demás van a pagar la estrategia electoral del presidente del Gobierno porque éste ha decidido hacer recaer sobre ellos el peso del recorte del gasto, en vez de eliminar los miles y miles de millones en subvenciones tan innecesarias como cuestionables, como las multimillonarias ayudas a los sindicatos, las que reciben los artistas de la ceja o los dineros que dedica a cosas tan surrealistas como financiar a las asociaciones de gays y lesbianas de Zimbawe.

Lo mismo cabe decir en relación a las medidas que no toma. Zapatero tiene una apuesta política muy clara que le llevó a crear ministerios tan inútiles como el de Igualdad y el de Vivienda, por no hablar ya de la vicepresidencia tercera del Gobierno, que no se sabe para qué sirve excepto para seguir pagándole a Manuel Chaves un sueldo público y un coche oficial. ¿Han desaparecido estos departamentos, que es lo primero que había que hacer? Para nada, porque son parte de la estrategia de ZP. Lo mismo sucede con las primas a las renovables, que simbolizan su tan cacareado como vacío de contenido concepto de la economía sostenible. Y eso por no hablar ya de los miles de millones que está despilfarrando con sus sucesivas versiones del Plan E. Sumamos todo este dinero, eliminamos estas partidas de un plumazo y no hay por qué amargarle la vida a los funcionarios ni a los pensionistas. Pero eso implica quitarle a Zapatero su juguete presupuestario y, además, admitir que su estrategia política y económica es un completo fracaso y, como no está dispuesto ni a lo uno ni a lo otro, acude a lo más fácil: que paguen la factura los funcionarios y pensionistas. Zapatero es prisionero de las hipotecas que él mismo se ha creado y ni sabe ni quiere salir de esta situación.

Por último, están las consecuencias macroeconómicas de la propuesta de Zapatero. La española es una economía que, por sus características, necesita del consumo para crecer y crear empleo. ¿Qué hace ZP? Golpear insistentemente a la capacidad de gasto de las familias, primero con la subida del IVA que entrará en vigor este verano y ahora con la rebaja del sueldo de los funcionarios y la congelación de las pensiones, lo cual, unido al recorte en la inversión pública, nos va a devolver a la recesión. Denlo por seguro. Y todo por insistir en querer hacer las cosas a su manera, jugando a ser Roosevelt frente a la Gran Depresión pero en versión cañí, sin entender que lo que hizo el presidente norteamericano fue un verdadero desastre para la economía estadounidense, que sólo superó la larga crisis gracias a la Segunda Guerra Mundial. Cuánto ganaríamos si, en lugar de tanta tontería, acabara de un plumazo con tanto derroche como se lleva entre manos e hiciera las reformas que hay que hacer para crecer y crear empleo. Entonces sí que saldríamos de ésta, en vez de hundirnos cada vez más en un abismo socioeconómico ya de por sí muy negro y muy profundo.


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Zapatero y las animadoras. Por Edurne Uriarte

Una imagen demoledora cerró ayer la primera réplica de Zapatero. La del frustrado intento de sus dos últimas animadoras, las dos vicepresidentas, para que la bancada socialista jaleara de pie la intervención del jefe.

En realidad, la cosa se quedó en vice y media. Porque la cheerleader Salgado se levantó decidida a animar al presidente, pero la cheerleader De la Vega, más torpe o más cauta en su entusiasmo, se quedó a medias y se volvió a sentar antes de erguirse por completo, cuando observó que ni un solo diputado socialista las seguía. Lo que se unía a la veintena que ni siquiera había aplaudido la primera intervención.

Esta es la fortaleza de Zapatero entre los suyos para liderar las durísimas medidas anunciadas ayer. Los suyos que se sienten perplejos, cansados y angustiados ante la perspectiva de tener que contar a sus votantes que todo lo defendido por Zapatero estos dos últimos años no es cierto. Que el socialismo ya no consiste en que los ciudadanos no paguen una crisis de la que no son culpables o en que no se recortarán los derechos sociales bajo ninguna circunstancia. Y con añadidos ridículos e innecesarios como que el recorte del gasto público es una medida no prevista ante acontecimientos imprevistos. O que estamos muy bien, aunque no lo parezca por este mazazo a funcionarios y pensionistas, y haga usted el favor, sr. Rajoy, de decir que estamos muy bien, y hágalo por España, sea nacionalista español. O el agradecimiento por su tono a CIU y demás nacionalistas, sus últimas esperanzas de mantenerse en el poder hasta el 2012, cuando le habían atacado de forma aún más dura que Rajoy, muy especialmente Durán.

Y Zapatero pretende el apoyo de la oposición, para «ser insolidario», para «recortar derechos sociales» y para «hacer pagar la crisis a sus víctimas». Con una cheerleader y media como le queda en su propio grupo.


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Se acabó el tiempo. Por Jaime de Piniés

Se acabó el tiempo de marear la perdiz. La situación se ha deteriorado hasta tales extremos que las medidas y condiciones nos han venido impuestas desde el exterior.

La entrada en la Unión Monetaria Europea supuso grandes beneficios asociados con la estabilidad monetaria. Como contrapartida se exigía, por un lado, la cesión parcial de la soberanía, es decir, la peseta desaparecía como moneda y el Banco Central Europeo pasaría a dirigir nuestra política monetaria. Y por otro lado, también suponía alcanzar y seguir las reglas establecidas en Maastricht. En un principio todo eran mieles, pero la llegada de la presente gran recesión ha quebrantado la disciplina y Europa se ha dividió nítidamente en dos bloques: aquellos que toman las medidas necesarias para apuntalar el euro de forma voluntaria y aquellos otros que tienen que ser obligados a hacerlo.

Alemania e Irlanda forman parte del primer bloque de países europeos. Si se echa un rápido vistazo a las cifras macroeconómicas germanas, éstas muestran una economía que crecerá este año por encima del 1,2% y pese a proyectar un déficit público estructural del orden del 3,8% y un nivel de deuda pública del 77%, ambos en relación al PIB a finales del año en curso, Alemania mantiene un superávit en su cuenta corriente o exterior del orden del 5% del PIB. En pocas palabras, Alemania es un acreedor neto en relación al resto del mundo.

Irlanda, por su parte, no crecerá en el año 2010. Según el FMI seguirá en recesión con una tasa de crecimiento negativa de 1,5%. Además, tiene un déficit estructural del orden del 8% del PIB y una deuda pública que se aproxima al 80% del PIB. Pero en Irlanda las políticas económicas que se han adoptado han sido de tal magnitud que ha pasado su déficit exterior de superar el 5% del PIB en el año 2008 a ser positivo, 0,4%, en el año en curso, 2010. Es decir, el ajuste irlandés, implantado de forma totalmente voluntaria, ha sido suficiente para eliminar la dependencia de financiación extranjera. El mercado, consciente del enrome esfuerzo, ha reaccionado consecuentemente; la rentabilidad del bono gaélico está en fase descendiente y el coste de la deuda pública en retrocesión. Enhorabuena para Irlanda y los irlandeses.

Sin embargo, en el segundo grupo de países europeos se encuentran Grecia, Portugal y España. Estos tres países tienen déficits estructurales entre el 7% del PIB, España y Portugal, y el 9% Grecia. Los niveles de deuda son distintos. España tendrá solo 67% en relación a su PIB a finales del año en curso, mientras que Portugal se aproximará al 86% y Grecia superará 124%. Sin embargo, las tres economías tienen en común su dependencia de la financiación extranjera. La previsión del FMI es aplastante; las tres economías tendrán déficits en sus cuentas corrientes, éstos van desde el 5% en relación al PIB de España al 9% para el caso de Portugal y el 10% de Grecia.

Portugal, hace un par de meses, anunció voluntariamente una serie de recortes adicionales del déficit público. Loable, pero, a la postre, insuficiente. Ahora bien, es la situación de España, quizás junto a Grecia, la que genera mayor recelo en los mercados financieros. Hasta este pasado fin de semana, las autoridades españolas han estado insistiendo en su voluntad para reducir el déficit público; eso sí, no de forma drástica y sin dar un atisbo serio de cómo. Pues bien, se acabó el tiempo de marear la perdiz. La situación se ha deteriorado hasta tales extremos que las medidas y condiciones nos han venido impuestas desde el exterior. Durante un periodo de tiempo indefinido, los españoles no seremos dueños de nuestro destino. En este momento, pese al paquete de rescate anunciado de 750 mil millones de euros, la dura realidad nos mostrará un sin fin de presiones para que nuestro país se ajuste y, atención a este dato, sin recibir un solo céntimo de financiación extranjera. Por supuesto, siempre nos quedará una salida: abandonar el euro.

Los debates sobre el tema en cuestión están teniendo lugar por doquier. En concreto, el último Foro Arrupe a partir de la presentación del profesor José Ramón Espínola, el debate posterior concluía unánimemente entre los participantes: aquí el único que no se entera de la crítica fase en que entra España es precisamente el Gobierno del Señor Rodriguez Zapatero. Aunque peor sería que lo estuviera haciendo intencionadamente. Desgraciadamente, el lobo ha llegado y Dios nos ampare. De forma serena los españoles nos tenemos que enfrentar al coste del ajuste y estudiar las soluciones a tomar para devolver la confianza a los mercados internacionales. Cualquier análisis puede llegar a una medida simple y rápida: cambiar los gestores que insistentemente han metido al país en este lío descomunal. Es el menor coste del por otro lado salvaje ajuste que nos espera.


Libertad Digital - Opinión

Una buena noticia, compatriotas. Por Hermann Tertsch

NO pienso hoy hablar aquí hoy del patético cambio de pies de ese zombie que es el presidente del Gobierno español, obedeciendo a la llamadita de Obama. El hecho de que en dos días dé un giro de 180 grados sólo demuestra la solidez de sus principios. Y el valor de su palabra. Que es cero patatero. Les voy a presentar una maravillosa inciciativa de un grupo de jovencísimos españoles que piensan en todos nosotros y nuestro futuro, en nuestra cultura, lengua y libertad. Como no soy capaz de explicar esta magnífica iniciativa mejor que ellos, les cedo la palabra. Por supuesto que este artículo lo cobrarán ellos. Como principio de unas ayudas que espero les lleguen de todos los españoles de bien que crean aun en nuestro futuro común. «A lo largo de la última década en España, fruto de momentos de auge y presencia del movimiento cívico en la sociedad española, se han configurado en diferentes comunidades autónomas, asociaciones cuyos objetivos principales son los de ejercer de oposición a las prácticas que gobiernos nacionalistas ponen en marcha, y que suponen la vulneración de la libertad lingüística y la imposición de la lengua autonómica en detrimento del castellano, dentro de sus respectivos ámbitos regionales de actuación. La Asociación Nacional por la Libertad Lingüística, desde el preciso momento de su nacimiento, ha mantenido como seña de identidad el reconocimiento constante a la labor de estas entidades en Galicia, País Vasco, Cataluña, Aragón y Baleares, como ejemplo de dignidad y perseverancia por las libertades individuales de los ciudadanos españoles residentes en estos territorios. Por todo ello, nuestro nacimiento supone un doble mensaje a todos estos colectivos. 1) Autocrítica por el abandono que estos colectivos han sufrido de parte de quienes fuera de esos territorios, considerándonos demócratas y defensores de la libertad, hemos mantenido una actitud pasiva hacia su reivindicación desentendiéndonos de la misma por no considerarnos parte del sector discriminado de la sociedad. 2) Compromiso de que dicha situación no se volverá a repetir. Actitud activa en la defensa de las libertades individuales y del derecho del ciudadano español, sea cual sea su territorio de origen o residencia, a elegir libremente la lengua, entre las oficiales, en la que desarrolla su vida. Nuestro compromiso responde al entendimiento del problema lingüístico que afecta a nuestro país como un asunto de índole nacional que debe situarse en la primera plana del debate político.

Las prácticas nacionalistas llevadas a cabo por determinados gobiernos autonómicos en los últimos años en materia de política lingüística han dado lugar, a través de la imposición de lenguas autonómicas, a espacios de cada vez menos libertad individual. Galicia, País Vasco, Cataluña y Baleares son las comunidades autónomas donde más directamente se han puesto en marcha mecanismos de persecución de la lengua oficial en todo el Estado, el castellano, relegándola a un plano inferior respecto a la lengua cooficial de cada uno de estos territorios. La imposición lingüística ha sido llevada a su máximo extremo en el campo educativo, donde se ha convertido en una verdadera quimera escolarizar a los hijos en castellano en la educación pública, a través de procesos, primero de inmersión de la lengua autonómica, después de incentivos para ésta, y finalmente, de desaparición del castellano de la oferta educativa. Sin embargo, esta dinámica se ha seguido en otros ámbitos como la Administración, la legislación comercial, el mundo laboral, la cultura, el cine, la señalización en las calles... hasta adentrarse en los espacios privados del ciudadano convirtiéndose en una verdadera amenaza para su libertad individual. Paralelamente se ha desarrollado un fenómeno de mimetismo consistente en la creación de similares estructuras de discriminación lingüística en otros territorios como la Comunidad Valenciana, Aragón, Asturias o León. El resultado de este proceso es un mapa nacional lingüísticamente fracturado en el que se han levantado fronteras idiomáticas que atentan contra la igualdad entre españoles. El derecho a usar el castellano, la libertad de circulación y establecimiento, la libertad de empresa, o la libre elección de puesto de trabajo son preceptos constitucionales vulnerados». Es la descripción de una tragedia provocada por la estulticia, la insensatez y el fanatismo. Es sólo parte de una declaración magnífica de principios de la primera organización de toda España, de jóvenes de diversa ideología, que lanzan una plataforma de regeneración política y cultural. Háganles caso.

ABC - Opinión

La realidad aplasta a Zapatero. Por Juan Ramón Rallo

Lo que ha hecho Zapatero no es recortar derechos sociales, sino ilusiones sociales. No nos está atracando ahora, cuando sólo se resigna a no repartir aquello que no tiene, sino cuando se endeuda para obligarnos a gastar aquello que no nos podemos permitir

Es normal que un presidente que ha mentido a todo aquel que le haya querido escuchar durante más de seis años, que había pronosticado primero que la depresión no afectaría a nuestro país, que superaríamos en renta per capita a Francia y Alemania después, y que lo peor de la crisis ya había pasado más tarde, genere decepción cuando se limita a dar parte de nuestra realidad.

Porque sí, es cierto que, como ha resaltado Rajoy, quedan muchas partidas de gasto por suprimir en los presupuestos –desde ministerios enteros a subvenciones a las oligarquías sindicales y empresariales españoles–, pero me temo que no se trata de optar entre el plan de Zapatero o el de Rajoy, sino que para empezar habrá que aplicar ambos.


La tragedia de este país es que todavía vive instalado en la mentalidad de la burbuja inmobiliaria. El engaño colectivo, azuzado por los políticos de turno, ha sido tal que nos hemos creído que podíamos vivir permanentemente por encima de nuestras posibilidades limitándonos a construir centenares de miles de viviendas a precios que nadie quería pagar. La expansión crediticia orquestada por los bancos centrales permitía endeudarse para vivir a cuerpo de rey con la esperanza de amortizar esas deudas mediante el aumento del valor de unos inmuebles que sólo parecía tener como límite el infinito.

Este chiringuito, por el cual los españoles gastaban hoy con la obligación de hacer frente mañana a más y más compromisos de pago sin poseer una capacidad real para satisfacerlos (¿les suena de algo el adjetivo subprime?), se desmoronó en 2008. Sin embargo, desde entonces, la economía española apenas se ha ajustado: sí, los bancos y cajas están quebrados por la enorme cantidad de malos activos que tienen en sus balances, pero el Estado los ha rescatado evitando así cualquier liquidación; sí, hay empresas que, como promotores y constructores, vieron desaparecer totalmente su demanda cuando se secó el crédito, pero el Estado aprobó diversos "planes de estímulo" que permitieron tenerlas ocupadas en algo; sí, el paro se ha disparado a los cinco millones de desempleados, pero el Estado les ha seguido garantizando un cierto sueldo con el continuar gastando pese a no estar produciendo nada; sí, el Estado vio cómo se desplomaban sus ingresos en casi un 50% con el pinchazo de la burbuja, pero siguió despilfarrando al mismo ritmo desenfrenado de antes y, por si fuera poco, empezó a financiar el gasto de agentes que, como bancos, empresas o parados, deberían haberse adaptado sus demandas a las nuevas circunstancias.

La situación es insostenible, ya lo era hace dos años y desde entonces no hemos hecho más que huir hacia adelante. No podemos seguir endeudándonos para no reconocer que este país es mucho más pobre de lo que nos hicieron creer; no podemos seguir endeudándonos para retrasar sine die una reforma total del mercado de trabajo que implique una reducción sustancial del coste de contratación; no podemos seguir endeudándonos para que el Estado continúe gastando a unos ritmos que sólo eran sostenibles con unos ingresos fiscales derivados de la época de la burbuja; no podemos seguir endeudándonos para que las comunidades autónomas participen en esa ficticia recaudación tributaria que se ha volatilizado; no podemos seguir endeudándonos para que las pensiones públicas aumenten aun cuando el número de cotizantes es cada vez más reducido con respecto al de pensionistas. No podemos, en definitiva, gastar permanentemente aquello que no tenemos.

Lo que ha hecho Zapatero –o Merkel a través de Zapatero– no es recortar derechos sociales, sino ilusiones sociales. No nos está atracando ahora, cuando simplemente se resigna a no repartir aquello que no tiene: nos ha atracado y nos atraca cuando se endeuda para obligarnos a gastar aquello que no nos podemos permitir; ¿o es que acaso los españoles no están inundados ya por suficientes deudas como para añadir aún más pasivos a sus espaldas?

Siento las malas noticias, pero mucho me temo que esto es sólo el principio y que debería haberse hecho hace tiempo. Si hubiéramos ajustado el gasto hace tres años, no sólo nos habríamos ahorrado más de 150.000 millones de euros, sino que ya estaríamos en una mejor situación para volver a generar riqueza. El empecinamiento socialista de Zapatero sólo ha conseguido retrasar y agravar la magnitud de lo inevitable: los funcionarios y los pensionistas van a cobrar menos (habrá más rebajas y congelaciones de sus rentas) y las prestaciones estatales van a reducirse. No porque lo diga yo o porque me agrade, sino porque es absurdo pelearse con la aritmética fiscal. Pero por eso mismo es hora de terminar con los privilegios de políticos, patronal, sindicatos o cineastas: no porque las subvenciones que reciban sean muy cuantiosas dentro del presupuesto público, sino porque es inaceptable que sigan chupando del bote de una prosperidad artificial que ellos contribuyeron a inflar y que luego se negaron a pinchar (¿recuerdan?) para mantenerse en el poder y conservar sus prebendas.

La alternativa izquierdista, a la que también se encomienda ZP; para seguir gastando por encima de nuestras posibilidades –subir los impuestos– no sólo es inviable (habría que duplicar la presión fiscal para lograrlo, lo que debido a la pendiente negativa de la curva Laffer probablemente sea imposible de lograr) sino que nos abocaría a la bancarrota griega: la sociedad española en su conjunto (incluyendo a los ricos) no genera tanta riqueza como la que se pretende consumir. Repito: asumámoslo y dejémonos de excusas de mal pagador.

No es, pues, que Zapatero haya empezado a hacer lo correcto, es que la realidad se está imponiendo. Lo cual, claro, equivale a decir que quien ha construido su presidencia sobre el engaño y la manipulación ha cavado su propia tumba. Pero ahora que la izquierda ultramontana está apelando a la calle, no deberíamos volvernos más zapateristas que Zapatero y pedirle que gaste aquello que no tiene; más bien es hora de recordarle que esto no es ni mucho menos suficiente: quedan más de 90.000 millones de déficit por recortar y una liberalización de los mercados que aprobar. Cuanto antes despertemos de la ilusión colectiva, mejor para todos.


Libertad Digital - Opinión

El sabio y sus fantasmas. Por M. Martín ferrand

SI es verdad que rectificar es de sabios, habrá que incluir a José Luis Rodríguez Zapatero en la lista que confeccionó Platón.

En lo que al tamaño de sus rectificaciones respecta, el presidente resulta omnisciente y deja en pañales de conocimiento a Tales de Mileto, a Quilón de Lacedonia y a todos los griegos que merecieron admiración y respeto por su sapiencia. Dicho sea lo de griegos sin recochineo alguno, sin traslaciones de tiempo y materia, sin pretensión de comparanza. Salomón Zapatero rectificó ayer, en un ratito, toda la política que ha desarrollado en el último sexenio y nos regaló, como estrambote de su descarado soneto, una renuncia a la sacrosanta política social, el santo y seña, la coartada, de su trayectoria presidencial.

Es tan inconsistente Zapatero y es tan inmensa su capacidad para ponerse de perfil ante la adversidad, para adaptarse a las circunstancias, que atribuye nuestros males presentes al ataque de los especuladores. Francisco Franco, su maestro en la sombra, aludía a la confabulación judeomasónica para señalar al enemigo oculto y amenazador; pero, terminologías al margen, el maestro y su disimulado alumno prefieren un fantasma en el que colgar sus carencias y sus errores que aceptar un milígramo de responsabilidad y culpa. Lo que sea preciso con tal de no reconocer los propios errores y ejercer la humildad autocrítica.

La presión internacional, Barack Obama incluido, forzó a Zapatero a rectificar, a negarse a sí mismo, y ya estamos en donde debiéramos haber estado hace un par de años. El retraso nos ha costado cuatro millones y medio de parados, un asiento en el furgón de cola del tren europeo y hasta una parte de la soberanía nacional. Para recortar el gasto social y congelar el sueldo de los empleados públicos no hacían falta tanto viaje ni tanta doctrina socialista. Como su maestro, Zapatero escucha «cantos de sirena» y escuchará también la algarabía sindical y la defensa de los derechos de quienes no parecen tener obligaciones. Comenzamos con la gigantesca rectificación presidencial una nueva etapa política que, para mayor inquietud, se incrusta en un marco de debilidad constitucional y políticas centrífugas y, a mayor abundamiento, con una ciudadanía crispada que no confía en sus representantes políticos ni en las instituciones. No importa. Volveremos a hablar de Francisco Camps y de sus trajes. Hay motivo para ello.


ABC - Opinión

De la Champions a la charca. Por José García Domínguez

Lo obvio es que sin crecimiento, ergo sin cirugía mayor, no habrá euros suficientes en el universo mundo con tal de salvarnos del desastre cierto. ¿Tan difícil resultará de entender?

Contra lo que manda el tópico, en este vivero ancestral de arbitristas espontáneos y ecónomos diletantes, España por más señas, el genuino deporte patrio no es el fútbol sino impartir magisterio ex cathedra en ventas, corros, plazuelas y tabernas. Es sabido, por lo demás, que, aquí, debajo de cada piedra moran no menos de cien expertos en Hacienda Pública, duchos todos ellos en los enrevesados arcanos legales y administrativos que rigen el desglose del Erario. No es de extrañar, entonces, que a estas horas ya tengamos a un Adam Smith ante cada máquina de café, sentenciando al irrefutable modo qué nuevas partidas del Presupuesto deben ser amputadas sin mayor mora con tal de contener la deuda estatal.

Y sin embargo, el gran problema es que la deuda estatal no es el gran problema. Mucho más angustiosa, por ejemplo, asoma la situación de la deuda privada, ese setenta y cuatro por ciento del PIB que la banca debe al extranjero. El fruto de un alegre desenfreno estrictamente particular cuya minuta habrá que renegociar antes de sesenta días, que es cuando vence la broma. Y huelga decir que no hay con qué pagarla. Al tiempo, si esas elites nuestras de vuelo gallináceo no fuesen incapaces de renunciar a la carnaza demagógica, se habría convenido ya que el riesgo que sufre el país no es de liquidez, sino de solvencia. A fin de cuentas, anda por ahí una pobre fracasada presta a avalar con moneda de curso legal el optimismo antropológico de Zapatero.

De nuevo, pues, sabe impune el presidente su abúlica indolencia, y gratuita esa alergia tan suya a cualquier compadreo con la realidad. "Riesgo moral" llaman a semejante cuadro clínico los que conocen de la patología. Así, cautivos y desarmados los siniestros especuladores que ansiaba empapelar Cándido, ya sin presión mayor que su propio sentido de la responsabilidad, puede ahora Zapatero volver a demorar las reformas estructurales que nunca jamás promovió. Por algo repetía el Fernández Ordóñez difunto que éste es un país en el que siempre hay que andar peleando por lo obvio. Y lo obvio es que sin crecimiento, ergo sin cirugía mayor, no habrá euros suficientes en el universo mundo con tal de salvarnos del desastre cierto. ¿Tan difícil resultará de entender?


Libertad Digital - Opinión

ZP o el hombre oxímoron. Por Ignacio Camacho

LA característica más determinante del zapaterismo es la incoherencia. Líquido e inconsistente, el presidente ha hecho de la contradicción un estilo; falto de principios y carente de proyecto, ha convertido su política en un oxímoron perpetuo, en una continua refutación de sí mismo.

La improvisación permanente ha derivado en un estado de esquizofrenia. Su palabra más solemne tiene la consistencia de una nube de vapor o de una cresta de espuma. Sus criterios más sólidos duran apenas unas semanas; los menos comprometidos se disipan en cuestión de horas.

En ese caótico vaivén, en ese desenfadado delirio pendular en que se mueve su gobernanza (?), Zapatero ha diluido incluso el valor de las rectificaciones, porque su política es un puro bandazo donde cualquier cosa cabe al mismo tiempo que su contraria. Por eso ayer no obtuvo un ápice de comprensión para su razonable plan de ahorro: lo había negado hasta antier con mayor intensidad de la que ahora utiliza para presentarlo como la panacea del déficit. Más allá de los detalles del ajuste, lo esencial es la falta de convicción; ese recorte representa justo el anverso de lo que hasta ahora defendía como su epítome ideológico.


El defensor de los derechos sociales no tiene credibilidad para reducirlos. El enfático protector de las pensiones no puede convencer a nadie de su congelación. El afanoso paladín de los salarios públicos carece de autoridad moral para bajarlos. El apóstol de la política indolora no ofrece confianza para practicar cirugía de hierro. Acaso se trate de medidas necesarias, pero todo el mundo sabe que no cree en ellas -porque lo ha repetido él mismo hasta la saciedad- y que se las han impuesto Merkel y Obama a golpe de teléfono para rescatar al país de una zozobra financiera provocada por su frivolidad en el gasto. Al asumirlas por la vía turbo del decreto-ley, envainándose sin empacho todas sus anteriores proclamas, revela una absoluta inconsistencia de principios que tritura cualquier atisbo de respeto a sus propias ideas. Se ha autodemolido como figura política. Todo su empeño político iba en dirección contraria y ha fracasado; al reconocerlo con una claudicación tan manifiesta no debería tener otra salida que apartarse y dejar que sea otra persona -de su propio partido si no quiere convocar elecciones- la que busque el consenso para llevar a cabo un ingrato y necesario programa de ajuste duro. Con un pacto de Estado que ahora es imposible.

El sacrificio exigido por la crisis requiere de un liderazgo sólido y convincente para el que Zapatero ha demostrado no estar en condiciones. No se puede pedir a la sociedad un esfuerzo de ese calibre con el aire renuente y desabrido del que despierta a empujones de una fantasía autoengañosa. Por muy volátil y tornadizo que se haya acostumbrado a ser, el presidente está ya inhabilitado para volver a llevarse la contraria a sí mismo.


ABC - Opinión

Zapatero presenta una moción de censura contra el Gobierno Zapatero. Por Jesús Cacho

Estaba escrito que el resultado de la política del avestruz practicada desde finales de 2007 por el presidente del Gobierno no podía ser otro.

Negar obstinadamente la crisis, primero, echar la culpa al empedrado internacional, después, y tratar de arreglar los desperfectos con una expansión incontrolada del gasto público improductivo, finalmente, no podía sino terminar en el espectáculo de travestismo al que ayer asistimos en la carrera de San Jerónimo: José Luis Rodríguez Zapatero presentando una moción de censura contra el Gobierno Zapatero.

Porque eso es lo que ocurrió ayer en el Congreso de los Diputados. El programa de ajuste adelantado por el señor presidente es una enmienda a la totalidad de la política que él mismo ha venido practicando en lo largo de esta Legislatura. El apóstol del gasto social, el demagogo de los desfavorecidos, no ha tenido más remedio que meter la navaja inmisericorde para dejar en cueros precisamente a los que menos tienen, protagonizando el mayor recorte del gasto social de la democracia española.


En el Con Lupa del pasado domingo dijimos que si el Gobierno no acometía de grado el ajuste que estaban reclamando los mercados por culpa de los desequilibrios macro de nuestra economía, alguien vendría a imponérnoslo por fuerza. Así ha ocurrido. En realidad el pescado ya estaba vendido desde hace meses. El mal ya estaba hecho. El problema de España dejó de tener remedio en el momento en que el insensato que nos gobierna decidió hacer oídos sordos a los consejos de tanto economista, de derechas e izquierdas, incluso de tanto político (del propio Rajoy) que durante meses, años incluso, le advirtieron de que por el camino de la autocomplacencia y la espera de un nuevo milagro de Fátima el país caminaba derechito hacia el precipicio.

Rodríguez Zapatero es hoy un rehén de Bruselas, del BCE y del FMI, que son quienes han puesto sobre la mesa el aval multimillonario capaz de sacar a España del atolladero. País marginal desde hace años en el concierto europeo y no digamos ya mundial, la política presupuestaria española, que es tanto como decir la política económica, y por ende la política a secas, la gran política, está hoy controlada y sometida a estrecho escrutinio de instancias internacionales ajenas a la voluntad del pueblo español representada en el Congreso de los Diputados. A eso nos ha llevado el genio de León.

Ningún Gobierno se atrevió a congelar las pensiones

Y como el que paga manda, Zapatero no ha tenido más remedio que meter la tijera con dureza en el sueldo de los empleados públicos, llegando incluso donde ningún Gobierno de la democracia se había atrevido a llegar: a congelar las pensiones para 2011, asunto delicado desde el punto de vista de su impacto electoral, palabras mayores para cualquier Gobierno que aspire a seguir en el machito. Lo contempló el Gobierno González en la gran crisis de 1993, pero al final se echó atrás. Bien cogido del ronzal franco-alemán, ZP no ha tenido más remedio que pegarse semejante tiro en sus partes pudendas.

¿Serán suficientes los sacrificios ayer anunciados para recortar los 15.000 millones de euros previstos? Hay quien opina seriamente que no, y ello por la sencilla razón de que, sin crecimiento económico apreciable y con un paro que no deja de crecer, las finanzas públicas españolas son un pozo sin fondo, una máquina de generar déficits. Dando por supuesto que se alcance esa cifra, el paso dado ayer no es el final de nada. A lo sumo una estación de tránsito en un camino largo y doloroso. Los recortes de ayer podrán servir para parar el golpe de una eventual bancarrota del Reino de España, pero no van a mejorar la situación de un país deprimido que necesita reformas de fondo para volver a la senda del crecimiento y salir del hoyo.

El problema de España es mucho mayor: es la combinación de endeudamiento y pérdida de competitividad, binomio que siega de raíz la posibilidad de que la economía crezca de nuevo y genere los recursos necesarios para pagar la deuda. Esto implica que sin reformas estructurales -tal que una liberalización muy intensa de los mercados, incluido el laboral-, que generen una caída de los costes internos capaz de restaurar la competitividad, es imposible crecer. De modo que anunciar medidas de ajuste como las de ayer sin poner en marcha al mismo tiempo reformas de calado, es como operar a un enfermo sin anestesia: dolor infame que no asegura la vuelta a la vida.

Un cambio de rumbo que tendrá impacto electoral

Día importante el de ayer, con todo, quizá histórico en el devenir de la democracia española y del juego de alternancias. Obligado a cambiar de discurso, Zapatero se ha dado de bruces con la realidad. Los vigilantes de la playa (UE y FMI) han puesto en fuga el populismo ramplón del líder socialista. El cambio de rumbo es de tal magnitud que indudablemente tendrá un impacto electoral, por mucho que ahora se empeñen los medios de comunicación amigos en convertir al político derrotado por la realidad en un nuevo genio a lo D’Artagnan.

Zapatero ha hecho la apuesta apolítica más arriesgada de sus años de Presidente, y no son pocos los que piensan que ayer sirvió a Mariano Rajoy la victoria electoral en bandeja. Ello, naturalmente, siempre que el propio Rajoy no se empeñe en devolver el regalo, as usual, con su insistencia en proteger a gente impresentable de la talla de Francisco Camps, tipos que no deberían permanecer un minuto más en política. Día importante y día triste también el de ayer. La incompetencia de un tal Zapatero, tantas veces denunciada, se ha hecho carne y habita desde ayer entre nosotros transmutada en mucho dolor, mucho sacrificio y muchas privaciones para millones de personas durante muchos años. Convendría que los españoles de bien lo tuvieran siempre en cuenta.


El Confidencial - Opinión

Zapatero contra ZP

El presidente abandona su retórica habitual para anunciar un necesario ajuste económico

El presidente Zapatero presentó ayer un recorte del gasto público que supone el mayor y más radical cambio de rumbo económico llevado a cabo por un Gobierno democrático en España. Sin duda, la extrema gravedad de la situación lo requería. Como también exigía la dureza de las medidas anunciadas, entre las que se encuentran algunas que eran inaplazables al menos desde finales de 2009.

El discurso del presidente estuvo a la altura de las circunstancias. Lo que, en sentido contrario, implica que no lo ha estado durante los dos últimos años. Sustituir las difíciles decisiones que requerían la economía española y la defensa del euro por una retórica maniquea, y no sin ribetes populistas, en defensa de políticas calificadas de sociales y de izquierda, aunque estuvieran lejos de serlo, ha hecho perder un tiempo que ahora hay que recuperar con urgencia y haber corrido riesgos sólo aplacados de momento.

El Zapatero que ayer tomó la palabra en el Congreso de los Diputados se desmintió a sí mismo con más contundencia que sus críticos, completando un giro copernicano en la plasmación de los principios ideológicos que invocaba. Resulta paradójico que el Gobierno promoviese en el palacio de Zurbano un pacto de Estado en torno a un heterogéneo listado de medidas de escasa trascendencia y que, apenas unas semanas después, afronte en solitario un duro ajuste del gasto público. Si algún paquete de medidas requería intentar un pacto era el anunciado ayer, y el Partido Popular corre el riesgo de erosionar su condición de alternativa si busca capitalizar desde el oportunismo, como dejó vislumbrar ayer, el inevitable coste político y social que acarreará una decisión que no admitía más aplazamientos.

El Gobierno ha optado por un recorte drástico, rápido y capaz de recuperar la credibilidad perdida. El mayor volumen de gasto en la estructura del Presupuesto español se concentra en los salarios de los empleados de la Administración y las pensiones y costes sociales, con especial mención a los directamente derivados del desempleo. Desde el momento en que el Gobierno se ha visto obligado a aplicar un ajuste profundo y rápido bajo presión internacional, le ha resultado imposible mantener inalteradas las partidas con las que pretendía marcar distancias con el PP. La salida de la crisis no se juega en las escaramuzas políticas internas, sino en un tablero mucho más amplio en el que España está bajo atenta observación.

Ninguna de las medidas anunciadas por Zapatero es injusta ni ilógica, incluyendo la no revalorización de las pensiones, a excepción de las mínimas y las no contributivas, o la bajada del sueldo de los funcionarios. La primera es una decisión dolorosa, pero tendrá menos impacto que una drástica rebaja, que sería necesaria si ahora no se aplica la congelación. En cuanto a la segunda, cabe explicarla porque los trabajadores del sector público no habían sufrido hasta el momento el peso de la crisis, que sí han experimentado los asalariados del sector privado.

Los agentes sociales, en especial los sindicatos, no deberían enturbiar el ajuste con suspensión de negociaciones, huelgas y protestas. Tampoco el PP puede desentenderse del esfuerzo al que, por fin, ha convocado el Gobierno. Una recesión tan profunda como la actual exige una pérdida global de rentas, y la anunciada ayer es el sacrificio mínimo necesario para mantener la solvencia en las finanzas públicas. Zapatero y su Gobierno han perdido desde 2007 muchas oportunidades de repartir el coste de la crisis; en esta ocasión, se trata, sin embargo, de no dilapidar una prosperidad lograda entre todos y de cuya salvaguarda todos debemos, hoy más que nunca, hacernos responsables. Que la rectificación llegue tarde no autoriza a nadie responsable a torpedear el esfuerzo.


El País - Editorial

La venganza de una realidad ocultada

La crítica situación de España puede justificar medidas excepcionales, pero siempre que aquellas oligarquías que viven del Estado vean reducir sus privilegios. No se pueden exigir sacrificios mientras la casta política sigue medrando pese a la crisis.

Jamás en la historia democrática de nuestro país un Gobierno ha llevado a cabo un cambio en su política económica, en lo que a gasto público se refiere, tan drástico y en tan poco tiempo como el que nos ha anunciado este miércoles José Luis Rodríguez Zapatero en el Congreso de los Diputados. No hace ni una semana que el presidente del Gobierno, tras entrevistarse con el líder de la oposición, seguía cerrilmente oponiéndose a reducir el déficit público, manteniéndose así fiel a una inmovilista, irresponsable y suicida política de gasto y endeudamiento público que no reconocía el abismo al que nos dirigía.

Este gobernante manirroto, que –insistimos– hasta hace nada consideraba que gastar más de lo que se ingresa iba a ser la vía de la recuperación y que denigraba cualquier política de austeridad como si de un ataque a los "derechos sociales" se tratara, es el mismo que este miércoles nos ha anunciado medidas tales como una reducción del sueldo de los empleados públicos del 5 por ciento para este año, su congelación para el año que viene, la suspensión de la revalorización de las pensiones para 2011, la reducción en el gasto farmacéutico o la eliminación del "cheque-bebe" de 2.500 euros y del régimen transitorio para la jubilación parcial.

Aunque hayan sido la UE y la Casa Blanca los que hayan forzado a Zapatero a afrontar la realidad y a acometer esta imprescindible reducción del gasto público, el presidente del Gobierno es el responsable de esta tardía e insuficiente forma de reducir el diferencial entre lo que el Estado gasta y lo que ingresa. Así, por mucho que los funcionarios gocen de una seguridad en el empleo de la que no gozan el resto de los trabajadores, no es justo que estos y, sobre todo, los pensionistas sufran en exclusiva un recorte del que, aun siendo necesario, se libran las subvenciones a los partidos, organizaciones empresariales y sindicatos. Como decía Rajoy, la crítica situación de España puede justificar medidas excepcionales de esta magnitud, pero siempre y cuando aquellas oligarquías que viven del Estado vean reducir sus privilegios. No es de recibo exigirles sacrificios a los ciudadanos mientras la casta política sigue medrando en medio de la crisis.

Y ello, por exiguas que en algunos casos puedan parecer algunas partidas del presupuesto: todas ellas deben apretarse el cinturón, sin excepción, pero empezando muy especialmente por aquellos sujetos que han contribuido a causar y agravar la crisis: políticos, sindicatos, patronal y los distintos lobbys económicos y culturales que han aupado al PSOE al poder.

Como también Rajoy ha recordado a este respecto, hay ministerios enteros, como el de Vivienda o Igualdad, que bien podrían suprimirse. Otros que podrían integrarse y erradicar de ellos muchas y absurdas partidas, tal y como las que señalaban recientemente nuestros compañeros Manuel Llamas y Juan Ramon Rallo, ninguna de las cuales ni siquiera son necesarias para el mantenimiento del Estado de bienestar (Educación, Sanidad, paro o prestaciones de la Seguridad Social), ni las funciones básicas del Estado (Defensa, Seguridad interior y Justicia, entre otras funciones).

Mención aparte merece la tan desatendida como imperiosa necesidad de acometer una profunda reforma laboral, medida esencial tanto para reducir el gasto como para elevar los ingresos. El paro, siendo esencialmente un drama humano, es también un drama para la contabilidad estatal. Zapatero, sin embargo, sigue dejando esta reforma en unos subvencionados "agentes sociales" que, para colmo, se resisten al cambio.

En lugar de tratar de elevar los ingresos por la vía de aumentar el número de contribuyentes, Zapatero pretende hacerlo elevando la presión sobre ellos, muchos de los cuales pasarán así de contribuir a los ingresos del Estado a ser dependientes de su gasto al incorporarse a las filas del paro. Es decir, Zapatero no ha descartado una nueva subida de impuestos que, ella sí, va a obstaculizar la ansiada recuperación económica.

Aunque el presidente haya anunciado también una previsión de ahorro adicional de 1.200 millones de euros por parte de las comunidades autónomas y entidades locales, lo cierto es que no ha dicho nada concreto respecto a cómo va a evitar duplicidades entre administraciones o cuál es el pacto o el plan que pretende alcanzar mediante el que lograr que las manirrotas autonomías y ayuntamientos se ajusten el cinturón.

Aunque el anuncio de este miércoles sirva para dejar en evidencia las contradicciones e incompetencia de Zapatero, tanto en lo económico como en lo social, la única salida al atolladero sigue siendo la inmediata convocatoria de nuevas elecciones.


Libertad Digital - Editorial

Golpe al Estado del bienestar

EL plan anunciado ayer por el presidente del Gobierno dejó en el tintero una medida inaplazable, de carácter político: su dimisión y la convocatoria de elecciones anticipadas.

Lo sucedido en los últimos días con el Gobierno de España significa su inhabilitación como responsable de la política nacional, porque nada de lo que ayer dio a conocer Rodríguez Zapatero se habría adoptado si la UE -e incluso Estados Unidos- no hubiera decidido decretar una intervención inmediata de la economía española. La gravedad de nuestra situación se mide por la secuencia de injerencias directas protagonizadas por Merkel y Obama para exigir -no para pedir- reformas que hagan que España deje de ser una amenaza para el euro y la estabilidad occidental.

Esta es la situación real de España, como bien dijo Rajoy en uno de sus mejores discursos parlamentarios. España es un «protectorado» económico de Bruselas, y la razón es muy sencilla. Mientras que la crisis griega es un problema esencialmente griego, la crisis española es un problema europeo, agravado por la soberbia del presidente del Gobierno, que ayer mismo seguía anunciando el inicio de la recuperación a lomos de la décima de punto que, según el Banco de España, ha crecido la economía española en el primer trimestre de este año.

En sólo tres días, Rodríguez Zapatero se ha anulado a sí mismo como responsable de la gobernación de España, no por haber tomado medidas duras contra la crisis, sino por haberlo hecho tarde, mal y empujado por la presión internacional. No son decisiones soberanas del Gobierno de España, debatidas con la oposición parlamentaria española y aprobadas con el respaldo de la sociedad española. Son el producto de la desautorización europea a la gestión realizada por Rodríguez Zapatero. Por eso no puede Zapatero presentarse como líder de un giro en política económica que le viene impuesto. Nadie lidera estrategias ajenas. Su discurso es el de un portavoz de Bruselas, no el del presidente del Gobierno de España. De rechazar la semana pasada una aceleración en la reducción del gasto público, Zapatero ha pasado a mutilar algunos de los avances sociales con los que decoraba sus mandatos demagógicamente. Zapatero anunció ayer el mayor recorte social que se recuerda en la historia democrática, afectando aspectos tan nucleares del Estado del bienestar como los sueldos y las pensiones -siempre son gobiernos socialistas los que recortan pensiones, mientras que el PP las garantizó por ley-, y cancelando iconos de su política social como el «cheque-bebé» o los gastos de dependencia. Tendrá que explicar el Gobierno cómo va a dejar sin efecto, salvo que consiga apoyos suficientes en el Congreso, la ley de consolidación y racionalización del Sistema de Seguridad Social de 1997, que estableció que las pensiones serán revalorizadas al comienzo de cada año en función del correspondiente índice de precios al consumo. Por otra parte, la reducción media del 5 por ciento del sueldo de los funcionarios es una decisión profundamente injusta e incluso tramposa, porque no hay medidas complementarias que impidan la contratación de más personal eventual y contratado. No se trata de que los funcionarios cobren menos; se trata de que haya menos gasto de personal, y esto sólo se consigue frenando, y luego reduciendo, el número de eventuales, asesores y gabinetes, lo que incumbe también a todos los gobiernos autonómicos. Además, no es aceptable que los pensionistas pierdan poder adquisitivo mientras la desproporcionada estructura administrativa del Estado (central, autonómica y municipal) permanece intacta. Antes que las pensiones deben ser prioritarios los ministerios ociosos, las subvenciones clientelares, los despilfarros autonómicos y el descontrol municipal.

Las medidas anunciadas ayer -y las que no anunció, pero sí insinuó, como una subida de impuestos- deben ser analizadas meticulosamente, porque no por ser duras van a ser eficaces. Sin duda, servirán de muy poco si el mercado laboral sigue sin ser reformado, si no hay reforma financiera y si no se pone en marcha un proceso legislativo urgente de armonización del Estado autonómico, para reforzar el Estado central y dotarlo de mecanismos de decisión económica y política que han sido transferidos pensando que en España no iban a ser necesarias políticas de cohesión nacional crítica.

En definitiva, hay más que crisis económica. El desprestigio internacional de España es absoluto y será a muy largo plazo. Patética está siendo la presidencia europea. El Gobierno socialista ha perdido definitivamente su discurso político, recortando derechos sociales, pero manteniendo las hemorragias de dinero público en gastos corrientes y en estructuras administrativas ineficientes. Ahora bien, no sólo es responsabilidad del Gobierno. A esta situación también se ha llegado por el coro de complacientes -sindicatos, gurús, minorías parlamentarias- que han secundado por intereses de menor cuantía -o de máxima, según el caso- la gran estafa política cometida por el Gobierno socialista de Rodríguez Zapatero contra la sociedad española.


ABC - Editorial

La intrahistoria de UPyD. Por Gerardo Hernández Les

Rosa Díez no para nunca de hablar, pero en los últimos días lo ha hecho de forma especialmente convulsa en un Chat del Diario "La Razón" el pasado 25 de abril.

Acusar de batasunos (o sea, de filoterroristas) a quienes presentaron una candidatura crítica en el pasado Congreso de noviembre es utilizar palabras mayores; pero tampoco se para en barras con los que le presentamos una demanda judicial, a los que nada menos nos pretende echar en cara la intención de un chantaje, que por delirante y falso se convierte en una calumnia de digestión intolerable. Esta provocación es propia de quien instalada en cierta esfera de poder piensa que le es permitido decir lo que le venga en gana y que da igual lo que digan sus destinatarios.

Creo que ya es el momento de preguntarse por qué un partido tan joven vive en tan poco tiempo (poco más de dos años de existencia) una historia tan desgarradora. Al margen de las víctimas directas, fruto de la voluntad represora, hay que sumar un número importante de afiliados que han ido abandonando silenciosamente el partido –probablemente más del 50%- sin que conozcamos exactamente su cifra, porque los datos reales sobre afiliación es un secreto nunca revelado. Lo que si podemos afirmar, con poco margen de error, es que de los primeros cien militantes que estuvieron presentes en la fundación del partido, y que iniciaron su andadura como miembros del Consejo Político, están fuera del partido más del 70%.


También es inevitable preguntarse cómo el núcleo dirigente del partido –siguiendo a su líder- se empeña en una orgía represiva desproporcionada contra unos discrepantes que en ningún momento discutieron su liderazgo, haciendo gala de una agresividad y unas malas artes que los descalifican para abanderar cualquier proyecto de una supuesta regeneración democrática en España.

Si la historia de UPyD tuviéramos que encajarla en algún género determinado, tendríamos varias opciones, pero seguramente ninguno sería más adecuado que el del absurdo. No se puede calificar de otra manera una situación que partía con unas condiciones inmejorables: una demanda social latente de exigencia de alternativas a la situación política que vive el país, unos militantes ilusionados y entregados a un proyecto de regeneración democrática plasmado en un Manifiesto Fundacional apoyado sin fisuras, y unos procesos electorales en los que los votantes no han dejado de avalar progresivamente la viabilidad del proyecto. Al final, una líder que aparentando reunir las condiciones imprescindibles para hacer triunfar el proyecto, lo ha hecho embarrancar víctima de sus propios demonios personales.

Algunos de los que nos tocó estar desde el principio en los órganos de dirección del partido –fruto de la decisión personal de Rosa Díez, emanada del poder que le otorgó el pacto fundacional- empezamos a ver muy pronto la deriva que iba tomando nuestra formación. Explicar por qué ha pasado todo esto no es fácil de hacer.

Rosa Díez no le interesó ver que la mayoría de la gente que, en un principio, llegó al partido quería, realmente, un partido de nuevo tipo. Que no era sólo crear un instrumento que sirviera durante un tiempo para abanderar la reforma de la ley electoral, la independencia de la justicia, la recuperación de las competencias de educación por parte del gobierno central, o la racionalización del modelo territorial; sino que la consecución de esos fines era incompatible con el modelo de partido tradicional que había hecho posible convertir nuestro sistema democrático en una partitocracia que se ha ido haciendo irrespirable con el paso del tiempo. La Regeneración Democrática –verdadero mascarón de proa de la nueva formación- tendría que empezar por los propios partidos, y el nuestro reunía (o eso creíamos) todos los ingredientes para empezar a dar ejemplo.

Desde el primer momento el personalismo y la centralización de las decisiones se impusieron sin dejar lugar a dudas. Cuanto mayor era el encantamiento que producían las ideas y los discursos del nuevo partido más crecía la vocación aparatista de sus principales dirigentes. Los días de “vino y rosas” duraron seis meses, justamente hasta que se celebraron las elecciones generales de 2008. Esa fecha fue la constatación de que el proyecto era viable.

Con el alborozo de las expectativas que se abrían ante nosotros empezaron los problemas. O para ser más exactos, el líder máximo –en este caso lideresa- víctima de una educación política autoritaria y burocrática en la que había formado su espíritu durante más de 30 años, decide crear un problema donde precisamente estaba la solución. No le bastaba estar rodeada de personas que le éramos absolutamente fieles –y que realmente lo éramos- sino que, además, pretendía que tuviéramos que estar siempre de acuerdo con ella, fueran sus propuestas las que fueran, lo mismo en el ámbito de la estrategia que en el de los nombramientos de cargos orgánicos.

Con este criterio, en vez de convocar un Congreso en los meses inmediatamente posteriores a las elecciones (y no esperar un interminable año y medio, como finalmente se hizo), aprovechando el entusiasmo post electoral, para democratizar cuanto antes las estructuras del partido, prefirió reforzar los aparatos de poder, para no dejar resquicio a la más mínima discrepancia, por la vía de su voluntad carismática. Y lo que consiguió fue dar paso al comienzo de una serie de luchas intestinas en la mayor parte de las estructuras territoriales, que desembocaron en el Congreso en un partido desangrado y seriamente dividido.

Al negarse a democratizar el partido una vez transcurrido el período álgido de su fundación (coincidente con las elecciones generales de 2008) convirtió nuestra formación en una especie de patio de monipodio, que ha obligado a nuestros militantes a vivir en un clima de tensión a veces insoportable, que ha sido la causa del abandono del partido de muchos de ellos. La inexistencia de estructuras democráticas crea un ambiente en donde la discusión y el trabajo por la consecución de objetivos políticos se sustituye por enfrentamientos interminables por cuestiones de poder; de un poder –en el caso de UPyD- materialmente inexistente, pero la ilusión de dar satisfacción a una ambición que se vislumbra en un futuro inmediato no necesita de más ingredientes.

Desde su fundación, UPyD se estaba rigiendo por una norma explícita –los Estatutos aprobados por el Consejo Político- que ha sido vulnerada cuantas veces le ha interesado a la Dirección del partido. Así fue posible incoar –de forma ignominiosa- los 14 expedientes contra militantes que ocupaban todos ellos cargos de responsabilidad en la estructura orgánica del partido, y todo ello por querer abrir en el partido el ineludible debate sobre las listas abiertas y querer proponer una candidatura alternativa. Y así también fue posible redactar y aprobar un Reglamento para el Congreso, que auguraba el desarrollo antidemocrático del mismo (fue la primera ocasión que Rosa Díez endosó a los críticos el adjetivo batasunos), por mucho que otorgara plebiscitariamente un apoyo mayoritario a la líder del partido, que le ha permitido alardear de su triunfo de puertas afuera, pero no le ha servido para ocultar que ha jugado con las cartas marcadas, y que el encantamiento del espíritu fundacional del partido lo ha roto para siempre.

En estas condiciones, la Dirección del partido ha creado el terreno abonado para que quienes entran en el partido pensando en futuras operaciones de poder utilicen todos los medios para hacerlas realidad. Las legítimas aspiraciones de ocupación de cargos públicos dejan de serlo cuando los criterios básicos de capacidad y mérito son sustituidos por el compadreo, la conspiración permanente, la maledicencia gratuita y, sobre todo, el servilismo sin escrúpulos hacia los pocos que de verdad ostentan poder en el partido. Esta –y la sumisión ciega y acrítica a lo que salga de la boca y del dedo de Rosa- es la verdad de UPyD.

Gerardo Hernández Les
Ex miembro del Consejo de Dirección y del Consejo Político de UPyD
Cabeza de lista al Congreso por Málaga en las elecciones generales de 2008




La Razón - Comentario