lunes, 17 de mayo de 2010

¿Credibilidad? Cero patatero. Por José María Carrascal

QUIEN se asombre del vuelco dado por Zapatero en su política económica demuestra conocerlo muy mal o tener muy mala memoria.

No es la primera vez que el presidente del gobierno cambia en horas veinticuatro un aspecto de su política. Recuerden lo de ETA. De negociar con ella «la paz en el País Vasco» pasó a perseguirla hasta debajo de las piedras. Recuerden lo del estatuto catalán. De prometer apoyar el que le enviasen los catalanes pasó a olvidarse de ello. No es que este hombre no tenga palabra. Es que no tiene principios. ¿Cómo van a confiar en él no ya sus rivales, sino sus socios? ¿Cómo va a creérsele lo que dice hoy si mañana puede decir lo contrario? Es verdad que España siempre ha cumplido sus compromisos, con la república, con la dictadura, en buenos y malos tiempos. Pero el gran déficit de la España actual no es el de la balanza de pagos. Es el de la credibilidad de su Gobierno. Y sin credibilidad, no se va a ninguna parte.

La falta de crédito se transmite a un equipo desnortado por las guiñadas de un jefe que sólo piensa en sí mismo. Es patético contemplar el desconcierto de sus colaboradores, intentando no ya explicar, sino comprender lo que están haciendo y actuando contra sus convicciones, sin que ninguno ni ninguna tenga la altura moral de marcharse.

Pero más patético aún es contemplar a sus escuadras intelectuales intentando defenderle. Como no encuentran argumentos, lo único que se les ocurre es lo de siempre: atacar al PP. «Ahora que el presidente ha hecho los recortes que pedía -claman-, en vez de apoyarle, lo critican». Otra mentira. Rajoy no pedía los recortes que Zapatero ha dispuesto. Pedía recortar los gastos de un Gobierno elefantiásico, de unas subvenciones descomunales a partidos, sindicatos, patronal, ONGs, asesores, cursos, concursos, cursillos y otros dispendios que se llevan miles de millones de euros, aparte de pedir racionalizar la Administración en sus tres niveles. ¿Saben ustedes cuántos asistentes se llevó la vicepresidenta primera a la Conferencia sobre Haiti en la ONU, donde fuimos los terceros en ayuda prometida? Cuarenta y tres. Teniendo allí una delegación permanente. ¿Cuánto nos han costado las conferencias interministeriales a todo tren en distintas ciudades españolas, con motivo de nuestra presidencia rotativa europea? Nadie lo sabe porque no han terminado. Mientras, en Nueva York, rara es la semana sin un acto español u otro, carentes de todo eco, pero ideales para que los invitados hagan turismo y vayan de compras.

Es ahí donde hay que recortar. Es ahí donde hay que dar ejemplo. Pero poner como ejemplo de seriedad a José Luís Rodríguez Zapatero es como poner a Drácula al frente de un banco de sangre,


ABC - Opinión

La Noria. Por José García Domínguez

¿Acaso procede prueba mayor de que un gobernante muy principal del Reino en nada desentona alojado en la guarida de Coto Matamoros y el novio de Falete?.

Cayó el comunismo una noche en Berlín, es cierto, pero queda su genuina heredera, la televisión, al modo de las difuntas democracias populares, igualando a todos por abajo. Sin excepción. Esa televisión que el sábado avanzó sobre la última trinchera aún ajena a su dominio, la finísima raya divisoria que todavía escindía a las dos basuras: la del (burdo) espectáculo político, cuyo paradigma moral encarna La Noria; y la de la política rebajada a espectáculo (burdo), con ese inopinado híbrido entre Pajares y Esteso, J. Blanco, encumbrado a primer actor cómico de la nueva era sincrética.

Como se decía cuando entonces, todo un genuino marco incomparable, ése de los estudios de Telecinco, siempre tan propicios a las reyertas de muleros y su rica prosa tabernaria, suprema tarima del gruñido, catedral primada del rebuzno, espejo de ganapanes, zahúrda de boceras. La Noria, ¿acaso procede prueba mayor de que un gobernante muy principal del Reino en nada desentona alojado en la guarida de Coto Matamoros y el novio de Falete? Diríase que ese ubicuo tono provinciano que aquí mantiene el debate político, tan tosco, tan pobre, tan básico, tan increíblemente ajeno a cuanto acontece más allá de nuestras fronteras, tan refractario al pensamiento, tan apegado al inmediatismo baladí y la charlatanería huera, ha dado con su genuino lugar en el mundo: el aula magna de Jordi González

Persistan los unos, pues, dando vueltas y más vueltas a la noria del pobre tío Manolo y su hipoteca variable. Y continúen los otros aferrados a su ventriloquia cantinflista, la que les lleva a repudiar el recorte por injusto e insuficiente a un tiempo; esto es, a considerarlo insuficientemente injusto, o injustamente insuficiente, que tanto monta; o sea, en buena lógica formal, a rechazarlo sólo por antojársele a Rajoy todavía muy escasos los sacrificios humanos que exige. Sigan, unos y otros, todos, abonados a ese sentimentalismo tan teatral, tan pornográfico, tan peronista. Manténganse sólo atentos a los ingeniosos juegos de manos retóricos y la preceptiva sal gorda electoralista. Permanezcan con los ojos bien cerrados a la realidad. E ignoren, sobre todo, que lo ya inevitable, un crudísimo plan de estabilización, comenzará a ofrecer algún fruto mucho tiempo después de concluida esta legislatura. Así, gane quien gane, perderemos todos. Seguro.


Libertad Digital - Opinión

El salvador de Europa. Por Ignacio Camacho

NO hace aún ni cinco meses. Tras un fragor de fuegos artificiales que celebraban la Presidencia de turno de la UE, el presidente Zapatero se sumó a la demostración pirotécnica con una exhibición de cohetería retórica en la que afirmó que España iba a mostrarle a Europa... ¡ el camino para salir de la crisis! Con la petulancia henchida por un ataque de ego, en los primeros compases el Gobierno marcó con bizarra soltura la agenda de la recuperación continental: avance de la igualdad de género e impulso de la economía sostenible. Zapaterismo en estado líquido, es decir, puro; había llegado el mesías socialdemócrata para sacar a la Unión de sus afligidas tribulaciones.

Poco después, el estratega redentor fue invitado a sentarse en el foro de Davos junto al primer ministro griego, sobre el que ya pesaba el fantasma de la suspensión de pagos, y su colega letón, líder del país líder en desempleo. Obama se excusó de asistir a la «conjunción planetaria» de Madrid y Francia y Alemania sugirieron una unión monetaria de dos velocidades en la que se atribuía a España una plaza en el vagón de segunda clase. Pero el visionario campeón del déficit no movió una ceja, ni siquiera cuando la Bolsa se desplomó mientras rezaba en Washington junto a la flor y nata del integrismo evangélico. Estaba gozando de las mieles del liderazgo mundial y no tenía tiempo para minucias de especuladores.

Cuando Grecia se desmoronó, la Presidencia de turno era ya una vaga humareda desleída en la identificación y búsqueda de la próxima nación en apuros. Le tocó a Portugal sufrir el señalamiento y apretarse el cinturón por las bravas. Luego fue España la apuntada con severas admoniciones de insolvencia en medio de un bombardeo bursátil. Autoengañado en su ilusorio voluntarismo, ajeno a una realidad que desconoce por falta de formación, Zapatero trató incluso de eludir la reunión del Eurogrupo hace dos fines de semana, donde se encontró una tormenta de reproches y amenazas que un día después el Ecofin descargó sobre la rubia cabeza de Elena Salgado. En los dos días siguientes, el teléfono de Moncloa sonó repetidas veces; Merkel y Sarkozy iban a salvar a su presunto salvador, pero tronaban exigiendo garantías para su rescate. Apremiado por ellos, Obama llamó al sobrado presidente de turno para despertarlo del sueño de grandeza. En esas 48 horas amargas tuvo que digerir un ultimátum categórico: o improvisaba un plan B, un ajuste según su célebre procedimiento «como sea», o lo dejaban caer en el temido default: la quiebra.

El miércoles pasado, los seis años de displicente y alegre zapaterato quedaron escombrados en veinte minutos de patética autodemolición política. Dentro de mes y medio termina el semestre presidencial europeo, jactanciosa ensoñación disuelta, como manriqueña verdura de las eras, en un protectorado tutelar; no habrá muchos cohetes que tirar para despedir la etapa de este humillante, estrepitoso fracaso.


ABC - Opinión

El riesgo de caer en la trampa populista del PSOE

Los populares deberían seguir las pautas que Rajoy marcó en su réplica a Zapatero el miércoles y no precipitarse por la tentadora senda de la demagogia donde el PSOE tiene la batalla ganada: plan de ajuste sí, pero recorte a los apesebrados primero.

Una cosa es que Bruselas le imponga a Zapatero su plan de ajuste presupuestario y otra, muy distinta, que el PSOE renuncie a la propaganda. Al fin y al cabo, el objetivo último de los socialistas nunca fue gobernar en beneficio de los ciudadanos, sino del propio. Poco importa si el precio de semejante fin pasa por convertir a España en un páramo nacional y económico, los intereses del partido siempre se encontraron por encima de los de un pueblo cada vez menos soberano.

Por ello, tras unos días de inevitable desconcierto, los dirigentes del PSOE se han adaptado a su nuevo y contradictorio discurso de la manera más natural posible. Como en 1984, donde Oceanía cambiaba retrospectivamente de enemigo y aliado entre Eurasia y Estasia de manera regular, los socialistas no han mostrado complejo alguno en defender en público la opción que hasta anteayer denostaban y, al mismo tiempo, criticar al PP por pretender hacer lo mismo que ellos.


Esto es, por un lado sugieren que el PP sigue siendo el famoso dóberman que sacaron a pasear en la campaña electoral del 96 y, por otro, que en estos momentos hay que ser valiente y comportarse con el gasto como un dóberman lo haría. Así, menos de una semana después de haber anunciado la primera rebaja de sueldos de los funcionarios de nuestra historia y una congelación de las pensiones que vendrá seguida en el futuro cercano por una importante rebaja, los socialistas desfilan en masa por los programas de televisión y por los mítines de partido para cargar contra el PP por haber congelado las remuneraciones de los empleados públicos en 1997 o por no haber subido tanto las pensiones como hubiese sido posible en caso de despreocuparse por la viabilidad de la Seguridad Social.

Un discurso disparatado que, no obstante, podría terminar teniendo el buscado éxito si el PP no comienza a contraatacar la propaganda socialista con una inteligente divulgación de sus propuestas políticas y con el continuo recordatorio de las mentiras del PSOE.

El PP no debe caer en la trampa de oponerse al plan de ajuste socialista apelando a "motivos sociales". Primero, porque por mucho que lo intente nunca logrará rebasar por la izquierda al PSOE; segundo, porque nada hay menos social que el paro y mientras el ajuste no se complete, éste lejos de reducirse seguirá aumentando; y, por último, porque es improbable que un eventual Ejecutivo de Rajoy pudiese hacer hoy, tras el saqueo de Zapatero, algo muy distinto a lo que se le ha impuesto desde fuera al PSOE.

Por el contrario, los populares deberían seguir las pautas que Rajoy marcó en su réplica a Zapatero el miércoles y no precipitarse por la tentadora senda de la demagogia, donde el PSOE tiene la batalla ganada: plan de ajuste sí, pero recorte a los apesebrados primero; no ya por el monto de ahorro que suponen estas partidas –aunque tampoco hay que despreciar su cuantía– sino porque resulta intolerable que los grupos que han arruinado este país sigan viviendo a su costa.

Si el PP sigue por la vía de pedirle a Zapatero que "mire a la cara a los pensionistas" y descuida la enumeración de todos los ajustes que España necesita, dejará que los populistas del PSOE se fabriquen una inmerecida imagen de estadistas sin que, al mismo tiempo, hayan perdido sus dotes de expertos demagogos. Claramente esa es la estrategia del PSOE –somos los "más sociales", pero de momento una crisis que no hemos causado nosotros nos impide serlo– y para contrarrestarla no hay que ponerse el traje de socialista, sino el de liberal con un programa político y económico serio capaz de colocar a Zapatero ante sus contradicciones, que son tan cuantiosas, flagrantes y aplastantes como para que deje de gobernar este país de inmediato.


Libertad Digital - Editorial

Incertidumbre en el PSOE

EL declive político de Rodríguez Zapatero se manifiesta de forma evidente en su fracaso al frente del Ejecutivo.

Además, como demuestra la amplia información que hoy publica ABC, esa mala gestión se empieza a prolongar en la secretaría general del PSOE, un dato especialmente significativo para un «hombre de partido» en sentido estricto. En efecto, crece el malestar interno por un liderazgo débil y errático, a pesar de los esfuerzos de José Blanco por tapar agujeros aquí y allá. Ferraz ha concebido un PSOE a imagen y semejanza del presidente, cuya caída arrastra consigo a los candidatos territoriales, que intuyen un panorama muy negativo ante las próximas elecciones. El relevo generacional se ha realizado a base de maniobras que sitúan a los aparatos regionales bajo el control de camarillas encabezadas por líderes desconocidos y con una fuerte contestación en sus propias filas. Mientras el PSC va a lo suyo, la única baza positiva del zapaterismo es Patxi López, cuyo Gobierno se asienta sobre un pacto constitucional y no sobre una mayoría partidista. Incluso los barones de mayor relieve, como José María Barreda, corren serio peligro de verse desplazados en comunidades que el PSOE controla desde tiempo inmemorial. Lo mismo ocurre en Andalucía, a pesar de que José Antonio Griñán procura dejar atrás una larga etapa marcada por la figura de Manuel Chaves, hoy en horas bajas.

En muchas federaciones socialistas imperan el desconcierto y la falta de cohesión. En Madrid, Tomás Gómez desafía a Ferraz y nadie importante quiere ser candidato a la Comunidad o el Ayuntamiento porque las posibilidades de éxito son muy reducidas. Lo peor de todo es que los aspirantes socialistas son políticos de segundo nivel, poco conocidos y mal valorados en su propio ámbito, como ocurre -entre otros- con Jorge Alarte en la Comunidad Valenciana. La sucesión de Marcelino Iglesias y de Vicente Álvarez Areces no garantiza, ni mucho menos, que el PSOE continúe gobernando en Aragón y en Asturias. El caos en Baleares es bien conocido. Pocos ciudadanos podrían recordar el nombre de los líderes socialistas en otras muchas comunidades, incluidas Canarias (tras la fallida «operación López Aguilar») o Galicia (después de la jubilación forzosa de Pérez Touriño). Así las cosas, el fracaso de Rodríguez Zapatero trae como consecuencia un partido -ya no un Gobierno- lastrado por la incertidumbre, una inquieta desazón que comienza a olfatearse, por las disputas internas y por la ausencia, a día de hoy, de un mensaje ilusionante que transmitir a los electores.

ABC - Editorial