domingo, 23 de mayo de 2010

¿Rubalcaba for president?. Por José María Carrascal

AHORA resulta que Rubalcaba es un genio. El tío más inteligente del mundo. El que las ve venir y, cuando llegan, tiene las medidas apropiadas. La perla del gabinete. El que está acabando con ETA, etcétera.

Pero entonces, ¿por qué se prestó a la farsa macabra de la negociación con la banda terrorista? ¿Por qué aquel traslado de De Juana a San Sebastián, para que pudiera ducharse con su novia en plena huelga de hambre? ¿Creía de verdad que esa «negociación» iba a «traer la paz al País Vasco» como decía su jefe? Si las ve venir, ¿no sabía que ETA no está interesa en la negociación sino en la rendición del Estado español? Si tiene previstas las medidas adecuadas, ¿cómo es que se produjo el atentado de la T4, incluso después del aviso previo?

Por no hablar ya de la crisis económica. ¿Es que tampoco la vio venir, es que creía que no iba con nosotros, es que pensó que las medidas que ha venido tomando el Gobierno del que forma parte bastaban para contrarrestarla? ¿No lo vio o, sencillamente, decidió callarse? Si fue lo primero, no es tan inteligente como dicen. Si, lo segundo, no tiene madera de líder. Solbes, al menos, decidió largarse al darse cuenta de que no había forma de convencer al jefe de que se equivocaba. Rubalcaba no lo hizo cuando se equivocaba con ETA y con la crisis. Le comparan con Fouché. Quien lo dice demuestra ignorar al que fue figura señera de la revolución, del bonapartismo y de la monarquía.

Nadie le niega los éxitos actuales. Pero tampoco son excepcionales. Cuando él llego al Ministerio, ETA estaba ya contra las cuerdas. Lo decía el propio Gobierno, para justificar la negociación con ella, que le permitió reorganizarse y volver a matar. Ha bastado volver a la política anterior de acoso policial y judicial, de coordinación con los servicios de inteligencia extranjeros, especialmente los franceses, y de negar a los terroristas toda esperanza mientras no depongan las armas, para que su margen de maniobra se haga cada vez más estrecho, para que su actividad criminal disminuya y las detenciones se sucedan. La salida del poder de los nacionalistas en el País Vasco y la llegada a su Consejería de Interior de un hombre dispuesto realmente a combatir a ETA, dando a la Erzaintza plenos poderes para ello, ha hecho el resto. Pero en esto último ha colaborado decisiva y desinteresadamente el PP, sin el que el vuelco de poderes allá arriba no se hubiera realizado.

Quiero decir con todo esto que Rubalcaba no está haciendo nada del otro mundo. Está, sencillamente, cumpliendo con su deber. Lástima que no lo hubiera hecho desde el principio. ¡Cuántos dramas nos hubiéramos ahorrado!

Otra cosa es que se esté montando su candidatura a la presidencia, visto que Zapatero está acabado. ¡Hombre, mejor que Zapatero, cualquiera! Pero no creo que alguien que ha mentido y tragado tanto sea el más indicado para sacarnos del foso en el que él, entre otros, nos han metido.


ABC - Opinión

Huelga general. Cría cuervos. Por Emilio J. González

Zapatero creyó que alimentando a los sindicatos a base de ingentes cantidades de dinero público y dándoles un protagonismo que no les corresponde, éstos iban a ser dóciles y jamás se volverían contra la mano que les ha dado de comer.

Seguramente, Zapatero va a lamentar profundamente, a partir de ahora, su política hacia los sindicatos. El presidente del Gobierno, en su idea de hacer política de izquierdas de verdad, quiso contar con centrales sindicales también verdaderamente de izquierdas para que respaldaran su proyecto y sirvieran de correa de transmisión de su pensamiento y sus iniciativas, así como de elemento de control. Y ahora se encuentran con que, a las primeras de cambio y en una situación de emergencia nacional, esos sindicatos tan izquierdistas que él ha fomentado y alimentado a base de generosas transferencias multimillonarias desde los presupuestos del Estado, quieren ejercer como tales y convocarle una huelga general por lo que consideran un giro derechista en su política económica, que no es otra cosa que las condiciones que le imponen a España la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional para ayudar a nuestro país a salir de los graves problemas financieros en que se encuentra metido hasta las cejas. Se lo tiene merecido por andarse con jueguecitos de ingeniería política para construir su modelo de sociedad.

Desde que llegó al poder, Zapatero tenía poco menos que una obsesión, que era la de liquidar a la anterior dirección de Comisiones Obreras, encabezada por su entonces secretario general José María Fidalgo, un hombre sensato e inteligente que supo pactar con el Partido Popular las reformas que necesitaba la economía española para entrar en el euro y acabar con la maldición bíblica del paro. Gracias a ello, España pudo disfrutar de una década de intenso crecimiento económico y situar la tasa de desempleo por debajo del 10%, algo impensable cuando Aznar llegó al poder en 1996. De hecho, las CCOO de Fidalgo lo tuvieron claro desde el primer momento: o se hacía la reforma laboral, la de las pensiones, la de los presupuestos y la de los mercados de bienes y servicios que acometió el PP en su primera legislatura o este país se iba al garete. La posición de Fidalgo, en este sentido, fue fundamental ya que el líder de UGT, Cándido Méndez, pensaba entonces como ahora, esto es, que lo que había que hacer era promover más Estado y menos mercado y no flexibilizar las relaciones laborales. Pero como UGT tiene bastantes menos afiliados y representantes en los comités de empresa, como tenía que lavar la mala imagen que había dejado en el sindicato el escándalo de la PSV –la quebrada cooperativa de viviendas promovida por la central socialista–, y como temía quedarse aislado, al final aceptó transitar por el camino que le había marcado Fidalgo. En resumen, gracias al ex secretario general de CCOO, en este país se pudo hacer lo correcto en aquellos momentos.

A Zapatero, sin embargo, esas posiciones de Fidalgo le molestaban mucho, entre otras cosas porque, llegado el momento, un líder como ese podría llegar a crearle muchos problemas si las cosas de la economía se torcían como se han torcido. Además, ZP se sentía más cómodo con un sindicalista al frente de CCOO más próximo a sus ideas más de izquierdas. Y así, desde Moncloa se hizo todo lo posible para provocar la caída de Fidalgo y el triunfo de Toxo en el Congreso del sindicato, quien siempre se enfrentó a la política de Fidalgo por considerarla demasiado de derechas, demasiado próxima al PP y alejada del ideario izquierdista propio de la central sindical comunista. El presidente del Gobierno estuvo encantado con el cambio. Ahora va a pagar las consecuencias.

Zapatero se encuentra con una fuerte contestación a las medidas de ajuste que aprobó el pasado jueves el Consejo de Ministros, no sólo desde la mayor parte de la sociedad sino también de casi todos los partidos de la oposición hasta el punto de que, hoy por hoy, no está nada claro que ZP vaya a conseguir en el Congreso los apoyos necesarios para convalidar las medidas aprobadas este jueves porque nadie quiere retratarse con un Gobierno como éste, que hace lo que hace y que, en una situación como la actual, se niega a pactar nada con la oposición y lo que pide es una adhesión incondicional a la política de Zapatero, que es la que nos ha llevado al desastre. ZP no quiere cambiarla y por eso no pacta, puesto que un acuerdo con otros partidos le obligaría a recortar el gasto por donde no quiere, o sea, por la economía sostenible, los ministerios de Igualdad y Vivienda, la Vicepresidencia Tercera del Gobierno, la ayuda al desarrollo y demás. Sin embargo, el presidente esperaba que unos sindicatos a los que hasta ahora tenía amordazados y amansados a golpe de ayuda pública respaldaran sus medidas sin darse cuenta de que pedirle eso a Méndez y Toxo es pedirles que traicionen sus convicciones más profundas. Ninguno de los dos está dispuesto a ello y ahora Zapatero no tienen ningún Fidalgo sensato que, en lugar de enfrentarse al Gobierno a cuenta de las duras decisiones que hay que tomar, ayude a hacer lo necesario por el bien de los españoles, en especial de aquellos que no tienen trabajo. La soledad del presidente se acrecienta por momentos.

Zapatero se creyó que alimentando a los sindicatos a base de ingentes cantidades de dinero público y dándoles un protagonismo que no se corresponde con su verdadero grado de representatividad en la sociedad, éstos iban a ser dóciles y jamás se volverían contra la mano que les ha dado de comer estos últimos años de forma tan generosa. Y lo hizo sin percatarse de que, al final, lo que realmente estaba criando eran cuervos que, ahora que empiezan a ver que ZP tiene mucho de cadáver político, se aprestan a sacarle los ojos.


Libertad Digital - Opinión

Y de acabar con el paro, nada. Por Antonio Burgos

LA perdiz, ese pájaro que tiene nombre de bar de cazadores o de hostal de carretera, tiene que estar mareadísima.

Qué mareo me traen con la pobre perdiz, que no sabe dónde acudir, si al cheque-bebé, si a la congelación de las pensiones o a la rebaja de sueldo de los funcionarios. O a la enésima caída de la malísimamente llamada «cúpula militar» de la ETA. Esa es otra. Cuando anuncian que han caído los barandas de la ETA, no me lo creo. Los barandas de la ETA son los moros de Queipo de Llano en «remake» del 2010. Cuando la cosa está achuchada para el Gobierno, hay alguien en La Moncloa que dice:

-Tríncame ya a esa cúpula de la ETA que me dijiste la semana pasada que tenías a punto de caramelo y te dije que pararas la cosa, que aún podíamos aguantar una semanita...

Y el otro va, y dice:

-¡Oído, cocina! ¡Marchando una de caída de la ETA!


Y, como a los moros de Queipo de Llano, los montan en los camiones de los telediarios y empiezan a darles vueltas. Y nos creemos que han acabado con la ETA. Así se explica que por sexta vez en dos años hayan vuelto a detener a la cúpula de la ETA. Cierto que a la ETA se le reproduce la cúpula como el rabo a las lagartijas, pero me escama que siempre justo cuando el Gobierno está achuchadísimo, y no antes ni después, trincan a una pandilla de jefecillos de asesinos.

Por mucho que mareen la perdiz, aquí no acaban ni con la ETA ni con el paro. Tiene triste gracia lo del déficit, el recorte y el tijeretazo. Todo se refiere al problema que han creado ellos mismos, por derrochones y dilapidadores: aquí nadie dice nada de acabar con el paro. Nos meten directamente la mano en el bolsillo para quitarnos el dinero, pagar el déficit de caballo que han creado y Europa no les riña, así que ya me dirá usted cómo va caer el consumo.

Cínicamente considerado es muy conveniente que, por favor, no tomen más medidas contra la crisis. Acuérdense de los 400 euros famosos. Los 400 euros famosos costaron al Estado 5.700 millones de euros. Echen las cuentas: en pensiones ahora dicen que van a ahorrar 1.500 millones y otros 2.400 millones en los recortes a los funcionarios. Ni sumando estas dos partidas se recupera el derroche de aquellos 400 euros con los que dijo ZP que se iba a acabar con la crisis, con el paro y con el sursum corda.

¿Y el Plan E? ¿Se acuerdan del Plan E, que lo iba a solucionar todo levantando aceras y volviéndolas a enlosar? Nos habríamos ahorrado este decretazo y este zapatazo si no hubieran puesto en marcha el Plan E, que costó 8.000 millones de euros. ¿Para qué? Para nada. Para cambiar farolas, abrir calicatas y volver a cerrarlas. Para chorradas. En toda España los ayuntamientos tiraron 8.000 millones de euros en hacer 32.000 chorradas que no sólo no acabaron con el paro, sino que lo incrementaron. Más de 46 millones de euros se despilfarraron sólo en los carteles obligatorios de «Gobierno de España, Plan E» que exigían poner a los ayuntamientos junto a cada cubo de mezcla y a cada andamio.

¿Quién nos asegura ahora que todo esto que acaban de liar para que no los coja el toro de Europa no va a ser tan improductivo y negativo como el Plan E? Deberían seguir el consejo de aquel señor andaluz al que le salió un hijo de lo que ahora llaman «emprendedor», y que se buscaba unas ruinas espantosas en cada negocio que se metía. El padre, harto de pagar como avalista las trampas de los malos negocios del hijo emprendedor, lo llamó un día y le dijo:

- Hijo, ya es hora de que sientes la cabeza y hagas lo que los señoritos andaluces hemos hecho toda la vida.

-¿Y qué hemos hecho, padre?

-¡Nada, hijo, nada! ¡No te metas en más negocios!

Prefiero que ZP se meta a señorito andaluz antiguo y no haga nada. Nos saldría más barato que no tomara más medidas contra la crisis. Y, total, como con el paro no van a acabar de ninguna de las maneras...


ABC - Opinión

Presidente José Blanco. Por Jesús Cacho

Esta semana, el ex secretario de Política Económica argentino Federico Sturzenegger, doctor en Economía por el MIT y profesor visitante en Harvard, además de presidente del público Banco Ciudad de Buenos Aires, a quien en 2001 correspondió la tarea de negociar con el FMI la reestructuración de la deuda externa argentina, llamaba muy animado a un amigo economista español para, tras darle el pésame (“¡Argentina tuvo su default y me temo que ustedes están en puertas!”), preguntarle su opinión sobre la oportunidad de dar el salto a Madrid para explicar cómo se aborda un proceso semejante aprovechando la experiencia por él acumulada. La presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha venido a España para, de la mano de Garzón, darnos lecciones sobre cómo debe ser nuestra Justicia, y los economistas argentinos -muy buenos, por cierto-, quieren enseñarnos a reestructurar nuestra deuda tras la que consideran inevitable bancarrota de nuestro Tesoro público. Bello panorama. El economista madrileño respondió asustado a Sturzenegger que ni hablar de ese viaje: no está el horno español para esos bollos.

La caldera ibérica está tan caliente, tan entreverada de rumores, tan cabreada, que desde hace semanas por las oficinas bancarias desfila un río de gente preguntando qué pueden hacer con su dinero para sacarlo fuera. “Todos se excusan y aclaran”, aseguraba este viernes a un grupo de periodistas de El Confi un banquero madrileño, “que lo quieren hacer dentro de la legalidad y pagando sus impuestos, pero demandan cómo les puedes ayudar, en qué podrían invertir, dónde lo harían. Calculo que de los que preguntan solo una cuarta parte se decide a moverlo, pero, en definitiva, lo que está ocurriendo pone de manifiesto la tremenda inquietud de la gente”. Sensación de que el mal ya está hecho y solo cabe apechugar con las consecuencias. Toca pagar la cuenta de la descabellada política de gasto público puesta en marcha por Rodríguez Zapatero para taponar las vías de agua de una crisis que había negado con vehemencia durante casi dos años. Resulta que el cuantioso déficit engendrado en arreglar aceras y comprar votos no ha servido para reactivar la economía y mucho menos para frenar la caída del empleo.

La deriva es conocida, pero no por eso deja de ser necesario insistir en ella. En apenas dos años España pasó de un superávit presupuestario del 2,2% a un déficit equivalente a 11,4 puntos del PIB, en una alocada carrera hacia el precipicio de la quiebra. Es la velocidad a la que ha crecido esa deuda, más que su porcentaje sobre el PIB, lo que ha resultado espectacular: nada menos 313.000 millones de euros en un par de años, 2008 y 2009, bienio al final del cual el paro rebasa ya el 20% de la población activa, y la crisis se ha llevado por delante a más de 141.000 empresas inscritas en la Seguridad Social. Gasto improductivo. Como asegura mi admirado Carlos Sánchez en este diario, “el déficit público no se debe a que el Gobierno se haya gastado el dinero en suavizar el ajuste, sino al efecto combinado de una política de gasto público equivocada y a una brutal caída de los ingresos derivada del ladrillo. No estará de más recordar, por si acaso, que el gasto en desempleo representa tres puntos del PIB (la cuarta parte del desequilibrio), y que las dos terceras partes de ese dinero se financia con cuotas de empresas y trabajadores. La cobertura de desempleo, por tanto, no es responsable de tamaño déficit. Ni siquiera la crisis financiera (España es uno de los países que menos dinero ha destinado a la banca). La pasta se ha ido en planes que no han servido para enderezar la situación”.

Damnificados del zapaterismo por millones

No han enderezado la situación, sino que la han agravado. Tras negarse en redondo a pactar planes de ajuste con la oposición cuando aún era posible hacerlo sin necesidad de operar a corazón abierto, y ello porque se lo prohibía “la ideología”, los amos de Europa le han impuesto a uña de caballo un duro plan de recorte del gasto público justo en el momento en que a España ya se le habían cerrado las puertas del crédito. El plan de ajuste aprobado el jueves en Consejo de Ministros reduce a pura hojarasca la “política social” del zapaterismo. A los casi cinco millones de ciudadanos en paro encantados con José Luis Rodríguez hay que añadirle ahora los millones de funcionarios recortados, los millones de pensionistas congelados, y lo que está por llegar, esa gran masa de clases medias a cuya renta el genio de León va a meterle un buen bocado también por culpa de “la ideología”. Desde los tiempos de Pablo Iglesias, al PSOE siempre le ha dado buenos resultados darle caña a ricos y a curas. Solo que ahora la riqueza no está en manos de la nobleza terrateniente de antaño, de la que afortunadamente apenas queda rastro, sino que responde al trabajo de millones de ciudadanos que con su esfuerzo han acumulado un pequeño patrimonio como garantía de su vejez y aval para su descendencia.

Ni que decir tiene que los ricos de verdad, las grandes fortunas españolas que tienen su dinero a buen recaudo se disponen a obsequiar al malandrín que nos preside con un monumental corte de mangas. De momento se dedican a asesorarle, caso de Emilio Botín, porque eso es gratis. Lo peor, con todo, es la sensación de desconcierto en que navega el Gobierno. Su falta de expertise es tan grande, la improvisación tan notoria, que sus errores se acumulan en cadena acuciado por la necesidad de tapar una chapuza con la siguiente. Zapatero vuela ya con plomo en las alas, y hay quien dice que está políticamente muerto. Así se lo habría manifestado a un empresario que lo llamó para felicitarle por el coraje demostrado con las medidas de ajuste: “esto tiene un coste electoral y personal también; por eso no quiero ser candidato para las próximas generales”. La figura emergente, el reemplazo, se llama José Blanco López, Palas de Rey, Lugo, 48, hijo de peón caminero y de modista, actual ministro de Fomento, cuya carrera hacia el Poder parece haber despegado en la última semana con la fuerza de un cohete.

Desde el arranque de la legislatura, en medios del PSOE se daba por descontado el protagonismo de Blanco como eventual sucesor de Zapatero para el caso de que éste decidiera no volver a ser cabeza de lista. Lo ocurrido en las dos últimas semanas, sin embargo, ha dado un giro copernicano a esa percepción. Ruptura en dos fases. Cuando el pasado 12 de mayo el propio Zapatero presentó una moción de censura contra ZP, José Blanco no tuvo más remedio que arremangarse para tratar de suplir en primera persona las limitaciones de Leire Pajín. El ministro se pega entonces como una lapa al discurso del presidente, y así aparece en La Noria vendiendo demagogia a espuertas, con un lenguaje muy agresivo contra el PP. El mismo tono mantiene en la sesión de control al Gobierno del pasado miércoles, donde, en ausencia de ZP y de las vicepresidentas, se convierte en el rey del mambo. Entre ambas fechas, el omnipresente vicesecretario general del PSOE tiene respuesta para todo y para todos en defensa de los recortes sociales del Ejecutivo visitando media docena de platós de televisión y otros tantos estudios de radio, además de aparecer en entrevistas varias en prensa.

Blanco actúa como Presidente alterno

Pero de repente algo ocurre o alguien le aconseja un cambio de guión: la vía elegida de pegarse a ZP solo puede llevarle a hundirse con ZP. Si no quiere acabar con su carrera política antes de tiempo, necesita marcar distancias y articular un discurso propio. No puede convertirse en un calco de Zapatero, en una copia en sepia del de León si bien con más entusiasmo. El caso es que en los últimos días el lenguaje del lucense parece haber cambiado de rumbo de forma un tanto drástica. Ha empezado por algo tan elemental, y revolucionario al tiempo tratándose de este Gobierno, como contar la verdad o al menos intentarlo: España no puede mantener un nivel de inversión propio de países mucho más ricos. “Ya nada será como antes”. De ahí a anunciar que los españoles disfrutan de un Estado del Bienestar que no pueden permitirse solo hay un paso. “No hicimos mucho por atajar la burbuja inmobiliaria” (El País este viernes). Las consecuencias serán graves. “Este escenario presupuestario durará muchos años”. Sobrado de talento, como ya demostró llegando a acuerdos con Esperanza Aguirre, Blanco parece haberse dado cuenta de que el político que diga la verdad, o simplemente algo que se acerque a ella, tendrá la mitad del camino andado, porque eso es precisamente lo que está pidiendo a gritos una ciudadanía harta de sofismas, cuando no mentiras a palo seco.

Senda ésta vedada para un Zapatero cuya falta de credibilidad ya es lugar común. Está por ver si el cambio de estrategia del de Fomento se confirma, y si está más o menos pactado con su amigo y mentor. “Pepe Blanco no se va a enfrentar nunca con Zapatero, pero si hará lo posible para que la gente le visualice como una alternativa a Zapatero”, asegura un barón del PSOE. El resultado es que en los últimos días Don José Blanco está actuando como Presidente alternativo del Gobierno, mucho más que como candidato a la sucesión. Su ambición es conocida: “A Pepe Blanco solo le interesa el Poder, no el contenido de la política que hay que hacer para llegar al Poder”. El ministro cuenta en su Grupo Parlamentario con un grupo de fieles con quienes se reúne a almorzar de forma periódica en Sepúlveda, gente joven que reniega de las ensoñaciones de ZP y desde hace meses viene reclamando no solo la necesidad de ajustar los PGE, sino de adoptar reformas estructurales básicas. El propio líder del grupo se encargó hace tiempo de advertirles que “el día que veáis a Pepe Blanco criticar a Zapatero, significará que la sucesión en el PSOE ha comenzado”. Eso parece.


El Confidencial - Opinión

Crisis - Más equivocaciones: aumento de impuestos. Por Jaime de Piniés

Cualquier subida en los impuestos descritos atenta, directa o indirectamente, contra el ahorro nacional y por ello debe considerarse un craso error para una economía como la española, vulnerable y dependiente de la financiación exterior.

El incumplimiento de la reglas de Maastricht preocupa a los mercados en general y a los alemanes en particular. Tienen razón, pero los problemas de la Unión Monetaria Europea (UME) y el euro no terminan ahí. Quizá el mayor problema de la UME son los enormes desequilibrios exteriores entre los distintos países de la zona euro, desequilibrios totalmente insostenibles a la larga. Países como Alemania, Finlandia y Holanda, todos ellos con superávit en sus cuentas corrientes y con alta productividad, encuentran su revés en los demás países del euro, y sobre todo en Grecia, Portugal, España, Italia y Francia que tienen abultados déficits exteriores y una baja productividad.

En un mundo donde la convergencia nominal es la prioridad básica y los países infractores están siendo obligados a dar su brazo a torcer, no se puede olvidar que para alcanzar una estabilidad duradera en la zona euro es fundamental reducir aquellos desequilibrios exteriores. En los países del sur de Europa esto supone fomentar el ahorro y la productividad; disposiciones, que por encima de cualquier otra medida económica, ayudarían a generar estabilidad en la zona euro y a componer la Europa potente que todos deseamos.


Pues bien, teniendo en cuenta esta necesidad de la zona euro, sorprende la reacción populista y equivocada de nuestro Gobierno. Tras anunciar un drástico y anti-social ajuste de 15.000 millones de euros, acaba de apuntar de forma vaga e imprecisa que los impuestos subirán "para los ricos", ya que los que más tienen han de hacer un esfuerzo proporcionalmente mayor. Se nos habla de la posibilidad de resucitar el impuesto sobre el patrimonio o subir el de sucesiones, el IRPF o de los SICAV, pero no se concreta absolutamente nada... y, por supuesto, no se aclara que nuestro sistema impositivo ya es de por sí progresivo.

Conviene tenerlo absolutamente claro. Cualquier subida en los impuestos descritos atenta, directa o indirectamente, contra el ahorro nacional y por ello debe considerarse un craso error para una economía como la española, vulnerable y dependiente de la financiación exterior. Las cantidades que se pueden recaudar con estos impuestos son relativamente escasas y casi siempre recaen en las capas medias de la sociedad que no disponen de los subterfugios legales para sortear el temporal. Veamos por ejemplo lo que pasaría con la reintroducción del impuesto sobre el patrimonio. Por lo pronto, habría un estímulo para evitar que ese patrimonio pueda ser objeto del impuesto, lo que seguramente llevaría a una fuga de capitales. Fuga, también alentada por la incertidumbre que supone desconocer qué impuesto y en qué medida sería afectado. Pero, aún más, en el hipotético supuesto de que los capitales no fueran a abandonar el país, la tendencia sería incentivar el consumo de la renta generada en un año antes de proceder al ahorro, puesto que éste sería susceptible de ser gravado. Es decir, todo lo contrario a lo que necesita la economía de nuestro país.

El aumento de los impuestos que parece proponer nuestro presidente es un remiendo que no resuelve el problema del déficit público y que introduce nuevas distorsiones en la economía. Si se quiere hacer una reforma fiscal en toda regla hay que diseñar un sistema impositivo con todas sus facetas y que intente estimular la creación del empleo y el ahorro nacional. También hay que tener presente que España no es una isla y cualquier modificación en nuestros impuestos, no refrendado por los países de nuestro entorno, abre con seguridad la espita para la fuga de capitales. Antes pasaría un camello por el ojo de una aguja que lograr una recaudación fiscal efectiva a través del aumento de los impuestos descritos.

Si de verdad se quiere hacer algo en el capítulo fiscal que vaya en la buena dirección, tanto para nuestro país como para la zona euro, se debería pensar en reducir las cotizaciones a la seguridad social, compensando de esta forma el incremento del IVA que tendrá lugar el próximo 1 de julio. Esto estimularía el empleo y en principio sería neutral para la recaudación. Otro camino, incluso más potente, sería establecer una lucha determinada contra el fraude. Tengamos presentes las estimaciones que mueve la economía sumergida. Sería lógico que reforzando la inspección y control para evitar la evasión en el pago de impuestos se evitaría la subida fiscal para el resto de ciudadanos que puntualmente sí pagan sus impuestos. Estos dos caminos, reducción de las cotizaciones a la seguridad social y atacar el fraude, son materias que cualquier gobierno sensato debería de estar considerando en el momento presente de acuciada crisis. Pero, lamentablemente, una vez más a nuestro Gobierno solo parece interesarle posturas electoralistas para compensar una imagen deteriorada por el decretazo anti-social que ha tenido que dictar a las órdenes de Alemania, los EEUU y el FMI.

Sin embargo, también es justo indicar, una vez más, que si los españoles tenemos que afrontar un serio ajuste, con o sin Rodríguez Zapatero como presidente, es justo exigir a Alemania que inicie y estimule el consumo en su país. Esto sí que ayudaría a alcanzar la estabilidad y echaría un capote a la serie de países que tan clamorosamente está reclamando actuaciones la zona euro.


Libertad Digital - Opinión

Crisis y fracasos. Por M. Martín Ferrand

LLAMARLE crisis, con todo el sentido clínico y esperanzador que conlleva la palabra, a lo que son auténticos fracasos es una más entre la muchas mañas tramposas en que se ha instalado la política española.

La crisis, para ser verdadera, exige la hipótesis de una solución eficaz y redentora mientras que el fracaso es un punto final y sin remedio. Un enfermo en crisis, por grave que ésta sea, puede tener la esperanza de la recuperación. Tras el fracaso del enfermo, sólo cabe la organización de las oportunas pompas funerarias. Lo sobrenatural escapa del territorio del análisis político y de la praxis periodística. José Luis Rodríguez Zapatero ha fracasado y sus ministros, más próximos al oficio de palmeros que al sesudo trabajo de los estadistas, le jalean la gracia hablándonos de crisis y de prontas soluciones.

La Unión Europea ha decidido castigar a los países que no cumplan con los límites del déficit -el tres por ciento del PIB- con sanciones que pueden llegar a la retirada del voto a los infractores en los Consejos rectores de la Unión. ¿Nos resignaremos, para mayor grandeza de un Zapatero que sólo luce cuando guarda silencio, con ser un país sin voz y sin voto en el conjunto de los Veintisiete? Y, sobre todo, se resignaran los otros veintiséis a tener un socio problemático y altanero, manipulador y fanfarrón, como el que encarna y gobierna el líder socialista español?

España es un país difícil. En ello reside parte del encanto nacional, pero resulta temerario no obrar en consecuencia. Un ejemplo práctico: nuestro sistema financiero funciona sobre un duopolio bancario fáctico, cosa inquietante, y una multiplicidad de Cajas que, peligrosamente politizadas, avanza hacia otro duopolio, cosa alarmante. Algunas de las piezas de ese puzle son tan excéntricas que tenemos Cajas de fundación y gobierno eclesial, como la Cajasur -600 millones de pérdidas en 2009- que acaba de intervenir con inexplicable retraso el Banco de España. Dentro de la doctrina Van Rompuy-Trichet bastaría con los interventores delegados por el BdE; pero, en atención a la naturaleza de la institución y de los demonios y fantasmas que han actuado en ella en los últimos tiempos, la intervención será incompleta si no hay un exorcista en el equipo interventor. El descuido en los detalles es lo que aquí, casi siempre, convierte en fracasos lo que podría quedar en crisis.


ABC - Opinión

11-M. Lo que no puede esconderse en el silencio. Por Gabriel Moris

Ya que en España ni el Estado, ni la ciudadanía, ni muchas víctimas están por la labor de hacer lo que deben –esclarecer el 11M– sugiero que el juez Garzón inicie la investigación pendiente desde la Corte Penal Internacional de La Haya.

Si hay claro algo para los interesados en seguir las investigaciones sobre el 11-M es que la versión oficial es una falacia. Esta afirmación la hago tomando como referencia las investigaciones realizadas por los pocos medios de comunicación no sometidos al nuevo estado nacido a raíz de la masacre de Madrid.

Lo citado anteriormente tiene su origen en la forma y el modo en que se gestó lo que se ha venido en denominar la versión oficial de los atentados de los trenes de cercanías. Aunque para algunos resultará inútil recordar las versiones que no explican los hechos, desde que se produjo el atentado hasta que la versión oficial tomó cuerpo, conviene recordar que inicialmente se habló de la autoría etarra y del Titadyn con cordón detonante. Sólo gracias a la furgoneta Kangoo y a los teléfonos de algunos confidentes policiales la primera versión mutó en hipótesis árabe-islamista. A partir de entonces todas las pesquisas y todas las investigaciones policiales y judiciales se empeñaron en verificarla. Es más, muy pronto se proclamó como absoluta y única verdad por el presidente del Gobierno en su intervención de noviembre de 2004 ante la comisión parlamentaria de investigación: "Está todo claro, el autor de los atentados ha sido un grupo islamista radical".


Por entonces el sumario que instruía el ínclito juez Del Olmo estaba cerrado a cal y canto y orientado obsesivamente a reforzar lo que ya se conocía como versión oficial. No obstante, ni ETA ni Al Qaeda se sentaron en el banquillo. Ni se les juzgó ni se les condenó. El carácter islamista de los tres condenados por su participación en los atentados, tampoco resultó evidente. Conviene observar que ninguno de ellos tenía conexiones con grupos islamistas controlados antes o después de los atentados.

El silencio puede ser una buena herramienta en el ámbito personal, ya que permite la reflexión serena e incluso la comunicación con la parte trascendente del ser humano. Sin embargo, el silencio que rodea al 11-M no es personal. Es tan institucional como cobarde. Tan oficial como desalmado. Delata a quienes lo practican, desprecia el sufrimiento de las víctimas, y a todos debilita como ciudadanos libres.

Seis años después del asesinato de mi hijo, víctima de un atentado indiscriminado, injustificado y no investigado, creo que me asiste el deber y el derecho de reclamar que todas las instancias del Estado abandonen el silencio e investiguen lo que no investigaron, recuerden lo que no olvidamos, y nos ofrezcan la verdad que hasta ahora nos negaron.

Tres reseñas que podrían ilustrar lo que han podido leer:

Lo que respondió Julio Anguita cuando le preguntaron por el 11M: "Me sugiere la similitud con la intervención de un enfermo de cáncer en que los médicos, al verificar la metástasis, deciden coser y dejar al enfermo por considerarlo en estado terminal". La trascripción no es literal pero sí su sentido.

En sendos programas radiofónicos, dos dirigentes del PP –la alcaldesa de Cádiz y el subsecretario de comunicación del partido– al ser preguntados sobre la conveniencia ó no de seguir investigando el 11M, ambos respondieron afirmativamente, alegando que no se conocía toda la verdad.

Recientemente, el ministro del Interior ha negado reiteradamente a AAVV11M la entrega de los procedimientos de actuación de los Tedax; sin embargo, los documentos que ahora se niegan a los que quieren saber de la actuación de Sánchez Manzano, fueron esgrimidos públicamente por él, cuando, sin éxito, acusó a varios periodistas de mentir.

¿Por qué se impide con tanto empeño una verdadera investigación? Ya que en España ni el Estado, ni la ciudadanía, ni muchas víctimas están por la labor de hacer lo que deben –esclarecer el 11M– sugiero que el juez Garzón inicie la investigación pendiente desde la Corte Penal Internacional de La Haya. No encontraría mejor modo de servir a la justicia española y mundial.


Libertad Digital - Opinión

Gobierno asustaviejas. Por Ignacio Camacho

LA decisión de congelar las pensiones es la muestra más palmaria de que este Gobierno no sabe gobernar.

Si supiese habría previsto desde hace tiempo un plan alternativo a su propia estrategia de déficit sostenido, para evitar entregarse al vértigo de un ajuste improvisado «como sea» por imperativo forzoso de las circunstancias. Víctima de su propia incompetencia y de su imprevisión, ha recortado las partidas más inmediatas porque no tenía tiempo ni voluntad de afinar un proceso más complejo que implique la reducción racional del inmenso aparato del Estado. Al meterle a los jubilados la mano en sus delgadas carteras ha violado un tabú socialdemócrata y emitido un mensaje político demoledor que tritura su discurso proteccionista. Se ha convertido en un Gobierno asustaviejas, a su pesar pero por culpa de su ineptitud para afrontar responsabilidades.

La congelación de las pensiones destruye el gran mito de la socialdemocracia española, que ha construido con ellas un relato ficticio de gran eficacia propagandística. González lo utilizó a la desesperada para tratar de frenar la victoria del PP, en un momento en el que las rentas de las pensionistas corrían auténtico peligro por el descontrol financiero felipista. Fue Aznar el que las estabilizó, les dio impulso y creó el Fondo de Reserva, pero no supo envolver ese esfuerzo en una adecuada narración discursiva. Pese a las evidencias contrarias, las pensiones vienen constituyendo en España un patrimonio político de la izquierda, que Zapatero se ha cargado de golpe por su incapacidad de enfrentarse al adelgazamiento de un Estado clientelar hipertrofiado. Es muy difícil, por no decir imposible, convencer a los ciudadanos de que el Gobierno no encuentra soluciones menos traumáticas para recortar 1.500 millones de euros -sólo los sindicatos se llevaron en 2009 subvenciones por valor de 400- en una Administración que todo el mundo percibe como un gigante sobredimensionado.

Toda la retórica progresista del zapaterismo queda en entredicho ante una medida de esta clase. El énfasis laicista, la ampliación de derechos, la igualdad de género o la memoria histórica aparecen como efectismos desnudos frente a la evidencia de que a la primera dificultad seria el adalid de la «no dominación» descarga el peso de su fracaso económico en las espaldas de los débiles. Y aún es más preocupante la certeza de que esta drástica opción, que naturalmente provoca al presidente un grave quebranto en sus convicciones, obedece a la pura incompetencia para hallar una fórmula mejor con que paliar su propio desastre, o a la falta de coraje para abordar una poda profunda de la inmensa y superflua fronda del derroche público. Estamos ante una desoladora confesión de impotencia de un dirigente hábil para desenvolverse en tiempos fáciles de bonanza a favor de corriente, al que la crisis ha situado en el punto de fusión de su limitada capacidad. Lo triste es que, simplemente, no lo hace mejor porque no sabe.


ABC - Opinión

Sobre dónde acaba la opinión y empiezan los insultos. Por Federico Quevedo

El pasado jueves en uno de los comentarios del foro de este Dos Palabras, un lector me reprochaba que había metido la pata respecto de las intenciones del Gobierno sobre la subida de impuestos. En el artículo expresaba mi idea de que el Ejecutivo podría terminar por hacer descansar su amenaza a las rentas más altas sobre las clases medias vía IRPF. A eso del medio día, una filtración del propio Gobierno o de una parte del mismo, limitaba el alcance de la medida de subida de impuestos a los más ricos a la recuperación del extinto Impuesto del Patrimonio, para aquellos contribuyentes con un patrimonio superior al millón de euros -en algunos medios se situaba esa cantidad en dos millones de euros-, lo cual, obviamente, desmentía mi impresión de que, al final, Rodríguez castigaría a las clases medias. Solo un par de horas después de esa filtración, desde otro ámbito del Gobierno se desmentía que se fuera a tomar esa medida y se apuntaba a la posibilidad de aplicar un nuevo tramo del 48% en el IRPF para rentas superiores a los 150.000 euros, lo cual se acercaba ya un poco más a mi idea inicial, teniendo en cuenta que tampoco descartaba en mi artículo que el Gobierno pudiera hacer uso del Impuesto del Patrimonio. Al final, el asunto se ha quedado en que Rodríguez ha enfriado el ímpetu inicial de los suyos, convencido probablemente por los sectores más técnicos de su Gobierno.

Por supuesto, el mencionado forero que tan escandalosamente me echaba en cara, en medio de una cascada de improperios, mi supuesta equivocación, no se ha disculpado, pero empiezo ya a estar acostumbrado a que me insulten y nadie se disculpe por hacerlo. Comprendo que con la que está cayendo y con las desastrosas perspectivas que tiene la izquierda de mantener el poder o, ni siquiera, obtener un resultado aceptable en las elecciones, los más radicales y talibanes del progresismo recurran al único argumento que conocen: el de la descalificación. Pero, verán, lo cierto es que en el seno del Gobierno ha habido un intenso debate sobre esto de la subida de impuestos, y una parte de los miembros del Ejecutivo era, y es, partidaria de una medida ejemplarizante, yo diría que vengativa, contra quienes según la versión oficial de los hechos serían los culpables de la crisis y, por lo tanto, de que el Gobierno se haya visto en la tesitura de tener que aplicar el mayor recorte del gasto social de la democracia. Por el contrario, otra parte del Gobierno, sin embargo, tiene una visión más economicista y es consciente de que esa medida ejemplarizante o vengativa tendría, sin embargo, muy poca rentabilidad en términos de liquidez, razón por la que defiende que, aun siendo más impopular, una subida de impuestos aplicada al IRPF, es decir, a las rentas del trabajo, sería mucho más beneficiosa para el objetivo de reducción del déficit.

«El Gobierno es plenamente consciente de que ha tirado por la borda cualquier posibilidad de ganar las elecciones.»

El debate fue muy intenso en el Consejo de Ministros del pasado jueves. El Gobierno es plenamente consciente de que ha tirado por la borda cualquier posibilidad de ganar las elecciones y de que no le queda más remedio que hacer ahora lo que durante todo este tiempo ha negado como necesario, con las consecuencias que tiene el poner en práctica la política de ajuste tarde, y mal. Contar todo esto, escribirlo, poner negro sobre blanco una opinión crítica en un momento en el que nos estamos jugando el futuro de nuestro país y en el que algunos pensamos que para evitar lo peor es necesario ir a unas elecciones generales y cambiar de Gobierno, no debería provocar como provoca las iras de la izquierda, hasta el punto de recurrir permanentemente al insulto y a la provocación. Miren, los periodistas podemos equivocarnos, incluso a veces podemos excedernos en nuestra crítica, no o dudo, y si es así desde luego seré el primero en pedir disculpas a quienes se hayan sentido ofendidos por cualquier cosa que haya podido decir o escribir, pero ha llegado un momento, se dan unas circunstancias en nuestro país en las que no es de recibo el nivel de ataque y de coacción al que la izquierda pretende someter a todo aquel que no se subyuga al pensamiento único. No porque, insisto, lo que nos estamos jugando es mucho, y es tan evidente que este país necesita un cambio para no perder el paso del progreso y de la modernidad y no hundirse en la peor crisis de nuestra Historia, que todo lo que se haga para evitarlo tendrá y tiene un peligroso componente antidemocrático.

Y lo cierto es que hoy por hoy, en estos momentos que son graves y yo diría que de emergencia nacional, y a pesar de los avisos y de las advertencias, por desgracia la izquierda sigue jugando a ese juego peligroso de evitar perder a cualquier coste, y ya sabemos que consecuencias tiene esa actitud, porque las vimos el 11 de marzo de 2004. La responsabilidad de evitar que en una situación alarmante la izquierda se comporte desde esa posición totalitaria y antidemocrática a la que recurre cada vez que ve peligrar su hegemonía, es sin duda alguna de Rodríguez Zapatero. Es el presidente el que, en estos momentos, debería abandonar su habitual recurso al cortoplacismo y su actitud sectaria y adoptar la posición de responsabilidad que las circunstancias exigen, pero da la impresión de que es incapaz de hacerlo, de que vive atrapado por ese comportamiento sectario y excluyente del que ha hecho gala durante esta legislatura y media que lleva gobernando, y eso le vuelve incapaz de afrontar con generosidad y responsabilidad los difíciles momentos que atraviesa este país. Miren, escribir esto, decir esto, no es insultar a nadie ni descalificarlo, sino que es la constatación de una dolorosa realidad. La respuesta, sin embargo, de los sectores más radicales de la izquierda sigue siendo el insulto, es decir, el recurso de quienes han perdido la razón. Pero lo que este país necesita hoy es un esfuerzo común de todos los españoles para superar esta situación, y sólo será posible si la persona que alimenta las llamas del sectarismo y el resentimiento deja de estar al frente del Gobierno. Les guste, o no.


El Confidencial - Opinión

O sobra Camps, o sobra Rajoy

O es cierto que Camps lidera el PP a nivel nacional, en cuyo caso sobra Rajoy, o no lo es y entonces no es posible entender cómo el partido le permite seguir siendo su referente valenciano para que continúe dando clases de ética política.

Sólo de alocada huida hacia adelante se puede calificar la andanada verbal que Francisco Camps dedicó a Mariano Rajoy en el espectáculo de “adhesiones inquebrantables” que el viernes protagonizó el Partido Popular de la Comunidad Valenciana. Es difícil que fuera de Valencia, no ya un dirigente, sino cualquier sencillo militante del Partido Popular coincida con el análisis de Camps, en virtud del cual fue el presidente valenciano quien llevó a cabo la “hercúlea” tarea de liderar el partido tras la segunda derrota consecutiva de su jefe de filas. Camps debió realizar esa labor sobrehumana con gran discreción, porque hasta ahora no teníamos noticia de su participación en la política nacional más allá de actuar de anfitrión en el congreso a la búlgara de Valencia o de recibir regalos de una trama presuntamente corrupta que actuaba además en otras regiones, lo que no impidió que una afición entregada saludara el exabrupto con una cerrada salva de aplausos.

Es cierto que Camps apoyó a Rajoy en aquél acto en que adquirió carta de naturaleza el cambio de estrategia política del partido, como también lo es que no hubo allí una sola voz discrepante ante el triunfalismo injustificado del resultado congresual. Sin embargo solamente el presidente valenciano se ha atrevido a cobrar aquél servicio exigiendo permanecer al frente del partido y de la candidatura para las próximas elecciones autonómicas, a celebrar el año próximo.

Los recelos de los dirigentes nacionales del PP sobre lo que pudiera decir Camps en ese acto, supuestamente convocado para conmemorar el aniversario de su victoria en la Comunidad Valenciana, estaban pues más que justificados como ahora se ha comprobado. Con buen criterio, ausente en otras cuestiones, en Génova supieron desmarcarse a tiempo de un abrazo del oso del imputado Camps, que hubiera supuesto una desastrosa entrega de municiones a su rival político de cara a las próximas citas electorales.

No obstante, mientras el actual presidente valenciano permanezca al frente de sus actuales responsabilidades, Rajoy seguirá teniendo un problema en casa. La táctica de la inacción hasta que el interesado se rinda por aburrimiento empleada con Bárcenas podría no dar resultado con un Camps que, como se ve, está dispuesto a seguir postulándose como el representante más genuino de la política de Mariano Rajoy, al que se atreve a ningunear con esas declaraciones extemporáneas.

O es cierto que Camps lidera el PP a nivel nacional, en cuyo caso sobra Rajoy, o no lo es y entonces no es posible entender cómo el partido le permite seguir siendo su referente valenciano para que continúe dando clases de ética política aprovechando cualquier ocasión. La cuestión, como se ve, es sencilla. Se trata simplemente de decidir quién de los dos debe retirarse de la política activa.


Libertad Digital - Opinión

Reforma laboral o colapso

ENFRENTADO a un espejo en el que ya apenas se reconoce, y cada vez más presionado, Rodríguez Zapatero tendrá de nuevo que tomar decisiones difíciles esta semana.

Tras un recorte de derechos sociales que nunca pensó tener que anunciar, se arriesga con toda probabilidad a la necesidad de regular una reforma laboral sin consenso. Entonces, la paz social que tanto sirvió de argumento para justificar los sucesivos retrasos estará también en peligro. Es lo que anuncia el nuevo discurso de las organizaciones sindicales, en el que ya tiene cabida la expresión que el presidente más ha temido a lo largo de su mandato, la huelga general. Desde que en 1980 el Estatuto de los Trabajadores estableció el marco de relaciones laborales en nuestro mercado de trabajo, seis han sido las reformas efectuadas. Siendo ambiciosa la que en 1994 promovió el último Gobierno de Felipe González -entonces bloqueada por los sindicatos-, fue la tercera, la llevada a cabo en 1997 por el primer Gobierno del Partido Popular, la única que logró reducir significativamente la tasa de desempleo. Los resultados hablan por sí solos. Al tiempo que la población activa pasaba de 16,2 a 17,8 millones, la tasa de desempleo bajaba en cuatro años desde el 20 al 10 por ciento. Los objetivos declarados entonces eran reducir la contratación temporal e impulsar la contratación indefinida. Trece años después, volvemos adonde estábamos. Pero peor.

Ahora ya no puede ser el primer objetivo de la reforma la sustitución de contratación temporal por indefinida. Siendo visible a través de nuestro desequilibrio con el exterior la pérdida progresiva de competitividad, pero obligados a competir en un mercado cada vez más global y sin la herramienta fácil de la devaluación al alcance, el Gobierno lleva ya demasiado tiempo aplazando una reforma que hoy es vital. El Ejecutivo de Rodríguez Zapatero tuvo la oportunidad de efectuar reformas más profundas en 2006, pero entonces se limitó a introducir subvenciones y a promover, durante un breve lapso de meses, la conversión de empleos temporales en fijos. La prioridad en este momento ya ni siquiera pasa por tratar de contener la destrucción de empleo. Sería insuficiente. La reforma que exige nuestro mercado de trabajo es tan profunda que difícilmente puede salir de las manos de un Gobierno que cada día las tiene más atadas. Sin herramientas monetarias, y agotada la capacidad de gasto público, es la reforma del mercado de trabajo la herramienta más importante, y quizá ya la única que resta a este Gobierno para evitar conducirnos, en el mejor de los casos, a un largo periodo de estancamiento económico.

ABC - Editorial