viernes, 28 de mayo de 2010

Crisis de Estado. Por José maría Carrascal

LA crisis económica española es ya una crisis de Estado.

¿La prueba? Lo ocurrido en las últimas sesiones de ambas Cámaras, donde los partidos, en vez de aunar esfuerzos para sacar al país del agujero en que se encuentra, como ocurre en todas las Cámaras del continente, se lanzan acusaciones como venablos y gritos como guijarros. Una situación que no va a mejorar porque Zapatero haya logrado salvar por la mínima sus medidas de ajuste. Al revés, va a empeorar, ante el desconcierto angustioso de la ciudadanía y la desconfianza creciente de los mercados internacionales. Todo por su forma de gobernar. O, mejor dicho, de no gobernar, ya que su Gobierno consiste en ignorar los problemas importantes y dedicarse a los superfluos, en gastarse el dinero en bagatelas mientras descuida las necesidades, en librar viejas batallas en vez de afrontar los nuevos desafíos, en sembrar el rencor entre los españoles en vez de buscar lo que les une. La talla de un gobernante se mide por su capacidad de unir a los gobernados por encima de las diferencias que pueda haber entre ellos. El debate de ayer en el Congreso nos ofreció la imagen más exacta del fracaso de Zapatero: incluso quienes se abstuvieron, permitiéndole sobrevivir por la mínima, criticaron con tanta o más dureza su gestión que quienes la rechazaron categóricamente. Si los discursos en las Cortes fueran un referéndum sobre el presidente, su derrota hubiese sido aplastante, al obtener tan sólo el endoso de los suyos. Si sobrevive es gracias a algún grupo parlamentario que, temiendo las consecuencias de que España se quede sin gobierno en situación tan crítica, han preferido mantenerle, como esas vigas externas que sostienen las casas que se derrumban.

Los demás han preferido correr ese riesgo y rechazado las medidas propuestas. No como castigo al Gobierno, sino por tres razones igualmente legítimas. La primera, porque esas medidas son improvisadas e injustas, al cargar sobre los más débiles. La segunda, porque no han sido consensuadas con la oposición, sino impuestas desde fuera, sin tener en cuenta las características especiales de nuestro país. La tercera, porque no hay garantías de que las cumplirá un Gobierno que cambia de opinión de un día para otro. Un presidente que, con la que está cayendo, tenía previsto irse a Brasil a reflotar algo tan gaseoso como la Alianza de Civilizaciones y sólo ha cancelado el viaje cuando alguien le ha advertido que a lo mejor ni necesitaba regresar, es un peligro público.

Cuando, a estas alturas, Zapatero se pone a dar lecciones de responsabilidad, de valentía, de patriotismo, se vuelve patético. Si fuese responsable, tomaría las medidas que le señala la oposición. Si fuese valiente, reconocería sus errores. Si fuese patriota, se iría. Pero pueden estar seguros de que no hará ninguna de esas cosas.


ABC - Opinión

Plan de ajuste. ZP y la política del niño enrabietado. Por Emilio J. González

Esa es la cuestión: qué va a pasar la próxima vez. Porque ahora hay que hablar de la reforma laboral, del próximo incremento de la fiscalidad o de los presupuestos para 2011, por poner tan sólo tres ejemplos.

El presidente del Gobierno se ha salido con la suya y ha conseguido que el Congreso de los Diputados refrende el decreto de recorte del gasto público, pero por la mínima, tan sólo por un voto de diferencia y con el único apoyo de los socialistas. ZP, por tanto, ha evitado la catástrofe pero ha demostrado ser un verdadero irresponsable al dedicarse a jugar con fuego, con lo que ha podido provocar en nuestra economía un incendio de dimensiones catastróficas.

En unas circunstancias de la economía española como las actuales, en las que el país está al borde de la suspensión de pagos y con los mercados escrutando hasta el más mínimo detalle de la economía y la política, el Gobierno no podía presentarse a la desesperada en el Congreso sin haberse garantizado previamente una mayoría suficiente para aprobar el decreto. Pero lo ha hecho, llevando las cosas a límites insostenibles y se ha salvado por los pelos. Un solo voto más en contra y el Ejecutivo hubiera salido derrotado, provocándose de esta forma una verdadera debacle de la bolsa y la deuda española. Y es que a Zapatero le ha molestado profundamente que la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional hayan intervenido nuestra economía y le estén dictando la política de saneamiento. Sin embargo, él solito se lo ha ganado, primero por negar la realidad de la crisis, después por minusvalorar su impacto y luego por negarse una y otra vez a hacer lo que hay que hacer por una mezcla de populismo mal entendido e ideología rancia. Ese ZP irritado, en lugar de querer pactar todo un programa de medidas con los principales partidos de la oposición, el cual le hubiera obligado a poner el punto final a la columna vertebral de su estrategia política –o sea, a cerrar los ministerios de Igualdad y Vivienda, así como la vicepresidencia de Chaves; a poner el punto final a todo lo relacionado con la ley de economía sostenible y las energías renovables; a dejar de tirar el dinero en las sucesivas versiones del Plan E, en las subvenciones a los sindicatos, los artistas de la ceja y demás grupos amigos; o a dejar de malgastarlo en proyectos tan ridículos como el apoyo a los gays y lesbianas de Zimbabue–, algo, por lo que estamos viendo, a lo que no está dispuesto a renunciar. Así, su reacción ha sido, al final, la del niño caprichoso y enrabietado porque no le dejan hacer de las suyas y ha optado por decir: me criticáis y queréis ajuste, pues ahí os va y os lo tragáis os guste o no.

Algo tan serio en estos momentos como un plan de saneamiento de las cuentas públicas debería haber sido el fruto de un acuerdo con los principales partidos de la oposición. Pero el Zapatero enrabietado no ha querido ni sentarse a discutir el más mínimo punto con sus rivales políticos y ha estado a punto de encontrarse con un muy grave revés parlamentario. ZP ha querido forzar que el decreto saliera adelante por el simple sentido de la responsabilidad de los demás partidos políticos y a punto ha estado de estrellarse. Ha salvado la situación por los pelos; sin embargo, y aunque ya tiene su plan de recorte del gasto público aprobado, ha sembrado muchas dudas innecesarias y muy negativas para la economía española de cara al medio plazo porque lo que hay que hacer no se agota con congelar las pensiones o bajarle el sueldo a los funcionarios. Zapatero se puede encontrar, por ejemplo, con que el Parlamento le eche por tierra la subida de impuestos que prepara. De darse esta circunstancia, lo normal es que cayera el Gobierno y se convocaran elecciones anticipadas, pero suponerle alguna normalidad a ZP, que se comporta como un verdadero irresponsable, es mucho suponer y, por tanto, cabría esperar que quisiera seguir aferrado al poder como una lapa, con lo cual la situación económica sería ingobernable tanto en términos políticos como por la reacción de los mercados. Esa es la cuestión: qué va a pasar la próxima vez. Porque ahora hay que hablar de la reforma laboral, del próximo incremento de la fiscalidad o de los presupuestos para 2011, por poner tan sólo tres ejemplos; y visto lo visto en el Congreso de los Diputados, no está para nada garantizado que se vayan a aprobar, sobre todo porque el presidente del Gobierno va a seguir en sus trece y no va a querer pactar nada con nadie, sino que va a seguir con su política de si no quieres caldo, toma tres tazas. Así no hay quien gobierne nada.

Dadas las circunstancias, lo mejor que podría hacer Zapatero es coger la puerta, marcharse a su casa y ceder el sitio a otro político con una personalidad distinta, que no esté desgastado y que tenga una actitud dialogante con los demás partidos para alcanzar el consenso necesario y tomar las medidas adecuadas. Y para ello nada mejor que sean los ciudadanos quienes decidan quién debe asumir esa responsabilidad, porque lo que hace falta en estos momentos es un verdadero líder que sepa combinar el inevitable discurso de sangre, sudor y lágrimas con la claridad de ideas imprescindible para hacer lo necesario, el carácter preciso para llevarlo a cabo por muy doloroso que sea y el talante abierto para poder involucrar en ello a todos los partidos que sea posible. Ese líder, en estos momentos, sólo puede salir de las urnas. Por desgracia, a ZP no se le han quitado las ganas de querer seguir jugando a Roosevelt en versión cañí y así nos va.


Libertad Digital - Opinión

Tres alternativas para un gobierno. Por Fernando Fernández

EL Gobierno está muerto. No ha conseguido ni un solo voto para su plan de ajuste y los que lo han hecho posible con su abstención se han sentido obligados a aclarar que no le apoyarán en los presupuestos.

La situación económica está podrida y aumentan las dudas sobre la capacidad para encontrar financiación en los mercados internacionales. Se necesita con urgencia un programa económico creíble, ambicioso y duro. Y nadie cree, ni en España ni fuera, ni en el propio PSOE, por mucho que lo quieran disimular con gestos infantiles, que el presidente Zapatero pueda liderar la situación. La misma persona que ha sido capaz de negar la crisis, de ocultar el ajuste a sus propios alcaldes y de sostener luego el ridículo de la corrección de erratas para tapar su debilidad e improvisación, de saltarse el Pacto de Toledo con premeditación y alevosía -el único consenso que permanecía de la Transición- no puede inspirar confianza a nadie. Si Zapatero es el problema no puede ser parte de la solución. Hay, pues, que buscar urgentemente alternativas y existen al menos tres.

La primera, la que sería normal en un país democrático en el que los partidos no fueran simples maquinarias electorales al servicio de su presidente, sería que los diputados socialistas que encarnan la soberanía popular, aunque no se lo crean, eligieran a su sustituto. Esta persona tendría luego que pedir la confianza de la Cámara, lo que le obligaría a negociar un programa de gobierno que en lo económico habría de buscar un acuerdo amplio. Tan amplio, en mi opinión, que debería llevar a una gran coalición a la alemana. Un gobierno de crisis para la situación económica más crítica que ha vivido la democracia española, porque, no nos engañemos, lo que está en juego es la pertenencia de España al euro y, con ella, la prosperidad de los españoles durante muchos años. Un gobierno de gran coalición con dos únicos puntos en el programa. El primero, realizar los profundos ajustes estructurales en el sistema fiscal, financiero, laboral y de distribución del poder territorial que están pendientes y que impiden el crecimiento en un área monetaria común. El segundo, convocar elecciones generales una vez terminada la fase de excepcionalidad. Sería lo más aconsejable, pero sólo depende de Zapatero, desgraciadamente en eso ha quedado la democracia presidencialista española.

La segunda alternativa es que Mariano Rajoy presentara una moción de censura con ese mismo objetivo. Le daría la oportunidad de ofrecer ese mismo gobierno de coalición con un mapa de ruta público y negociado con nacionalistas vascos y catalanes. Es muy probable que no prosperara, porque los nacionalistas tendrían que elegir entre su sentido de Estado y sus reclamaciones estatutarias, otro favor que le debemos a Zapatero con su suicida estrategia en Cataluña y su empecinamiento torticero en cambiar la Constitución por la puerta trasera. Pero tendría al menos la ventaja de que obligaría a los nacionalistas a desnudarse y sabríamos por experiencia si existe uno de los mimbres necesarios para un Estado federal, la lealtad constitucional imprescindible en momentos críticos.

Sólo nos quedan, pues, las elecciones anticipadas. Es un argumento mentiroso que serían una irresponsabilidad. Lo acabamos de ver en el Reino Unido, donde en plena crisis de la libra y colapso de la city ha habido elecciones, las urnas han arrojado un resultado sorprendente y los políticos han sabido estar a la altura con un gobierno fuerte. Aparte de lo cínico que resulta ver a quienes acusan a los especuladores de cebarse con España, acudir luego presurosos a estos mismos especuladores para evitar tener que concurrir ante el electorado, e impedir el ejercicio de la política con mayúsculas a los defensores de la política frente al mercado, una de las frases más estúpidas y queridas del presidente Zapatero.


ABC - Opinión

Plan de ajuste. ¿Tongo?. Por Emilio Campmany

Ahora, cuando el PSOE empieza a hacer lo que debe, aunque de forma incompleta, Rajoy ha querido aprovechar la oportunidad de ponerse del lado de los doce millones de votantes represaliados por el tijeretazo.

Con independencia de lo que convenga a España, que es cosa más que discutible, el caso es que en la votación de este jueves y por un solo voto, el PSOE ha ganado y el PP ha perdido. ¿Tongo? Es verdad que el PP ya no controla el voto de UPN y que éste ha podido venderlo por vaya usted a saber qué o cuánto. Tampoco cabe duda de que a CiU no le interesa que la grave crisis que se avecina se adelante y dé lugar a que se forme un Gobierno de coalición resuelto a embridar el desmadre autonómico. Y tampoco le conviene que se adelanten las elecciones tanto como para coincidir con las catalanas de este otoño, porque la abstención que padecen sus autonómicas es sobre todo de votantes socialistas que en las generales sí acuden a las urnas. Si forzaran tal coincidencia, quien sólo vota al PSOE en las generales podría verse tentado de hacerlo también en la urna de al lado, la de las regionales. Por eso propone Durán i Lleida que se adelanten a dentro de un año. Pero, ¿por qué se abstiene Coalición Canaria si gobierna su región en coalición con el PP?

Rajoy no podía permitirse que Zapatero perdiera la votación de este jueves. De haber sucedido, le habrían llovido críticas de todo el mundo, sobre todo de Francia y Alemania, gobernados por partidos afines al PP. Por otro lado, la crisis política desencadenada por la derrota del Decreto-Ley podría haber desembocado en un gobierno de coalición preñado de vacas sagradas, lo que hubiera podido devolver al Gobierno a un Rato, o peor, a un Aznar muy capaces ambos de quedarse a vivir en la Moncloa para una larga temporada. Tampoco le convenía obligar al PSOE a sustituir al presidente por uno que, menos desgastado, fuera más difícil de derrotar. Rajoy necesita que Zapatero todavía respire cuando se celebren las próximas elecciones porque es el único contra quien se siente seguro de vencer.

Entonces ¿por qué se ha arriesgado a que el PSOE perdiera ordenando a su grupo votar "no" al decreto? Rajoy ha criticado todas las medidas económicas del Gobierno, pero ha apoyado las que beneficiaban a amplios sectores del electorado, desde la rebaja de los 400 euros hasta el cheque bebé. También ordenó a sus presidentes autonómicos aceptar el reparto de 11.000 millones de euros regalados por Zapatero a las comunidades autónomas. Ahora, cuando el PSOE empieza a hacer lo que debe, aunque de forma incompleta, Rajoy ha querido aprovechar la oportunidad de ponerse del lado de los doce millones de votantes represaliados por el tijeretazo. Estaba seguro de que tal decisión no entrañaba riesgos de que el PSOE perdiera la votación porque contaba con la abstención de CiU y del PNV. Sin embargo, estando ya decidido a votar "no", va y viene el PNV y dice que ellos también se opondrán. Probablemente, Urkullu ha visto en la crisis que la derrota del PSOE desencadenaría la oportunidad de romper la alianza con el PP que permite a los socialistas gobernar en el País Vasco. Al verse que ya no bastaría la abstención de CiU, ha sido necesaria la de los dos diputados de Coalición Canaria para darle oxígeno a Zapatero. O sea, que quien salva al presidente del Gobierno es un partido nacionalista aliado del PP en el Gobierno de su región. Y lo hace por un voto. Tanta emoción no la hay ni en los combates de lucha libre. Ni tanta simulación.


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El mutis del marciano. Por M. Martín Ferrand)

NOS tiene dicho Stephen Hawking, cosmólogo de guardia, que es muy posible que existan los extraterrestres aunque no resulte prudente establecer contacto con ellos. Los representantes de CiU, CC y UPN en el Congreso no deben tener en mucha consideración al sabio británico porque, sabiendo a lo que se exponen -sobredosis de zapaterismo-, se entregaron ayer en brazos del más marciano de todos los jefes del Ejecutivo que ha conocido España desde tiempos de Witiza. Sus abstenciones le permitieron al Gobierno salvar la cara y sacar adelante el recortazo con el que espera aliviar el déficit sin paliar la crisis. Se entiende lo de UPN que sobrevive en Navarra con la ayuda de los socialistas de lugar; pero lo de CC, ese heterogéneo cóctel del nacionalismo canario, es de más difícil comprensión, ya que es el PP el armazón que le da la mayoría para el gobierno insular. Mariano Rajoy siempre termina por resultar incomprensible.

La abstención de CiU es de otra naturaleza. Los nacionalistas catalanes saben que la legislatura está agotada, que Zapatero ya no da más de sí y que las medidas que conlleva el decreto ley que se aprueba con su abstención van en contra de los intereses de quienes les votan en su territorio natural. Aun así, en desacato a sus funcionarios autonómicos y locales, con desprecio a sus pensionistas e ignorando la subida de impuestos «a los ricos» que perpetra Zapatero y que afecta especialmente a sus votantes, han propiciado la continuidad -nada menos que la continuidad- del presidente en La Moncloa. ¿Todo por evitar que un anticipo de las legislativas pueda ensombrecer este otoño el brillo que Artur Mas espera lucir en las autonómicas catalanas? Es útil, pero no cabal.

Lo que sí permite augurar ese único voto que les ha salvado el tipo a los socialistas es que sus días en el Gobierno ya están contados. No parece posible que puedan sacar adelante los próximos Presupuestos y ese puede ser, y seguramente será, el principio del mutis del marciano. Al PSOE le traería más cuenta anticiparse a los acontecimientos y establecer un relevo que les permita, además de alargar la legislatura, poder ganar las legislativas de 2012 -Javier Solana o Alfredo Pérez Rubalcaba están ahí-; pero, como suele suceder en las partitocracias, el aparato instalado es más importante que el partido y éste que la Nación y el Estado. Si supieran inglés escucharían a Hawking.


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Plan de ajuste. Rajoy, como Zapatero. Por Juan Ramón Rallo

Mal futuro tendremos como país si los políticos siguen enardeciendo a las masas para que se opongan a unas reformas que todos saben imprescindibles. No sé si Rajoy es más socialista que Zapatero o viceversa, pero sí sé que los dos son igual de peronistas.

Que el partido que blasonó el "sentido de estado" para votar a favor del FROB, del Pacto de Zurbano y de la ayuda de 420 euros para los parados de larga duración y para abstenerse –sí, abstenerse– a la hora de convalidar el Fondo Estatal de Inversión Local (los 8.000 millones de euros del Plan E para que los ayuntamientos pusieran patas arriba sus respectivas ciudades) descubra ahora, en una de las coyunturas más críticas que vive nuestra economía, que existe el botón del ‘No’ en los asientos del Congreso resulta cuando menos inconsecuente y peligroso.

No sé si el PP tenía en mente ridiculizar a Zapatero con una derrota parlamentaria a fin de que éste abandone lo antes posible La Moncloa, si pretende ondear la irresponsable bandera de "lo social" junto a Izquierda Unida y demás grupúsculos anticapitalistas o si realmente cree innecesario este recorte de gasto propuesto por el Gobierno y piensa que otros muchos son posibles. Estaría bien que lo aclarara, especialmente cuando su responsable de política económica se llena la boca con la necesidad de prohibir el déficit público y cuando llevamos varios días con una loable rebelión cívica contra la subida del IVA.

Porque claro, si el PP reconoce la urgente necesidad de reducir el déficit y no piensa subir impuestos para lograrlo, ¿qué nos queda salvo darle un fuerte tijeretazo al gasto público? Parecería lógico o al menos resultado de la más elemental aritmética; pero hete aquí que cuando el Gobierno más manirroto de nuestra historia presenta un insuficiente plan para consolidar el déficit por el lado del gasto, el PP se subleva contra semejante posibilidad. ¿Y qué ofrece como alternativa esta formación política que pretende ser una inminente alternativa de Gobierno? Nada, apenas un discurso populista mal hilvanado: que si Chaves y Aído sobran, que si hay que acabar con las subvenciones para los sindicatos o que si debemos rebajar el sueldo sólo a los altos cargos.

Todo esto está muy bien, no por su contribución a la reducción del déficit, sino por simple justicia. Es absurdo que quienes nos han arrastrado a esta situación de pobreza –el dogma intervencionista de nuestra clase política y la cerrilidad de nuestros sindicatos– no vayan a padecer en primera persona las consecuencias pecuniarias y políticas de sus disparates. Pero no nos confundamos: con esto no conseguimos ni mucho menos eliminar nuestro déficit, son simples medidas cosméticas.

Y por eso el PP nunca debería haber votado en contra de la reducción del gasto propuesta por el Gobierno sin antes presentar un recorte alternativo que incida sobre partidas realmente cuantiosas. Aquí tienen un ejemplo, pero podría haber muchos más. Puede haber tijeretazos alternativos que no recaigan sobre los pensionistas y ni siquiera, si me apuran, sobre los funcionarios; pero la escandalera cortoplacista no debería hacernos olvidar dos cosas. Una, que España necesita rebajar los costes laborales (salarios) para volver a crear empleo, tal y como refleja la llamativa cifra de cinco millones de parados. Me costaría entender, y supongo que también a mucha otra gente, que todo el esfuerzo salarial se exija a los trabajadores del sector privado y que, en cambio, quienes tienen su puesto garantizado por vida no experimenten ningún recorte. Dos, nuestro sistema público de pensiones es un fraude que más pronto que tarde estallará y en ese momento habrá, no que congelar las pensiones, sino rebajarlas de manera sustancial –agradézcanselo a quienes defienden que la Seguridad Social sea pública–, ya sea alargando la edad de jubilación o extendiendo el período de cálculo. ¿De verdad tiene sentido que sigamos incrementando las pensiones para, en unos años, haber de recortarlas con especial intensidad (justo, por cierto, lo que cabía reprocharle a Zapatero durante años)?

Ya dije hace meses que ni Zapatero ni Rajoy servían para solventar los problemas económicos de España. Tras la votación de este jueves en el Congreso, sólo puedo reafirmarme y confiar en que un eventual Ejecutivo de Rajoy haga justamente lo contrario a lo que votó el jueves; es decir, que practique justo el mismo ejercicio de incoherencia con el que el PP ahora azota a Zapatero.

Mal futuro tendremos como país si los políticos siguen enardeciendo a las masas para que se opongan a unas reformas que todos saben imprescindibles para evitar la quiebra. No sé si Rajoy es más socialista que Zapatero o viceversa, pero sí sé que los dos son igual de peronistas y que, como continúen así, todos nosotros seremos Argentina.


Libertad Digital - Opinión

El caos o el caos. Por Ignacio Camacho

UN mal ajuste es mejor que ningún ajuste. El que ha pergeñado el Gobierno con su impronta de improvisación e incompetencia es injusto, desequilibrado, negligente y hasta cobarde, y en condiciones menos dramáticas merecía ser devuelto a sus ineptos autores forzándolos a convocar elecciones anticipadas; pero si el Congreso lo hubiese rechazado ayer estaríamos ante un cataclismo económico, un crack de los mercados y hasta una posible desestabilización del euro. El Partido Popular tenía que elegir entre lo malo y lo peor, entre permitir con la nariz tapada la aprobación de este recorte-bodrio, con su atropello a los pensionistas y sus tijeretazos ciegos, para que el país salga siquiera provisionalmente del bloqueo financiero, o atender a su instinto de oposición y situar a Zapatero ante el fracaso político que se ha empeñado en cosechar. Se trataba de una cuestión de tacto y de responsabilidad, una de esas decisiones esenciales que pueden marcar el curso de un liderazgo, y Rajoy eligió la opción más antipática y también la que le descubre el flanco más vulnerable a la crítica. Es lo que tiene la democracia, que cada uno es libre de equivocarse como prefiera.

El voto negativo del PP lo expone al fuego graneado de una acusación de oportunismo irresponsable, más interesado en el derribo del Gobierno que en el apuntalamiento de la estabilidad económica, pero no fue el único ejercicio de conveniencia que deparó ayer la tensa sesión del Congreso. Si la responsabilidad política consiste en declinar los intereses propios ante los generales, nadie estuvo ayer a la altura. El nacionalismo catalán se vistió con ropajes de Estado para disfrazar su egoísmo partidista: por nada del mundo desea que la caída de Zapatero se atraviese en su favorable horizonte de las elecciones autonómicas de otoño. Y el propio presidente careció de coraje para defender en primera persona un ajuste en el que no cree; su absentismo del debate constituye una estrepitosa demostración de liderazgo pusilánime.

El dilema de fondo consiste en determinar si es más urgente resolver, aunque sea con parches, la emergencia sociofinanciera o si la prioridad nacional pasa por la salida inmediata de la crisis política que ha desatado el desgobierno zapaterista. A esa cuestión no hubo respuestas porque todos decidieron desde el prisma de su propio provecho. Las grandes palabras, como responsabilidad, designan conceptos profundos que sólo tienen sentido en una política noble, y la nuestra hace tiempo que perdió todo atisbo de grandeza. Quizá si hubiese habido alguna probabilidad real de que el decretazo encallase, unos cuantos diputados de la derecha habrían sufrido un repentino ataque de próstata. Pero CiU, en el borde del abismo de una moción de censura de facto, despejó el vértigo de elegir entre el Gobierno o el caos, como si no fuesen la misma cosa.


ABC - Opinión

El Gobierno toca fondo y Zapatero se esconde. Por Antonio Casado

Lo ocurrido ayer en el Congreso se parece mucho al comienzo de la cuenta atrás para Zapatero. El PP ya no fue el único en embestir. La izquierda y los nacionalistas se sumaron a la cacería.

Por distintas razones, evidentemente. Nadie en su sano juicio entendería los ataques al tijeretazo de Zapatero como un inesperado alistamiento de CiU, PNV, ERC, BNG e IU en la causa política de Mariano Rajoy.

Lo importante era aprobar el decreto-ley para apuntalar la imagen de la economía española ante las instituciones y los mercados. Y eso se consiguió, gracias a la abstención de los diez diputados de CiU. Su portavoz, Duran i Lleida, se despachó a gusto en un discurso durísimo contra Zapatero y su Gobierno. Sin embargo, un voto negativo de su grupo hubiera hundido a la economía española en “un pozo todavía peor”, dijo Duran, cuya abstención, “por responsabilidad”, sirvió para evitar la derrota del decreto-ley, convalidado por un voto de diferencia y sólo con los votos socialistas.


i lo miramos en clave doméstica la sesión de ayer equivale al primer tiempo de una moción de censura contra Zapatero. La segunda se llevaría a cabo en la tramitación de los próximos Presupuestos Generales del Estado. Eso toca en el último trimestre de este año y, a la vista de lo ocurrido, es dudoso que el Gobierno cuente entonces con los siete escaños que le faltan para garantizarse el respaldo a las cuentas públicas de 2011, que en materia de gastos serán tan restrictivas como el decreto convalidado en la Cámara Baja.

Puede que la geometría variable de Zapatero no le saque del apuro en esta ocasión. Eso dio pie a Duran i Lleida para considerar inevitable la convocatoria de elecciones generales. Pero entonces, en el primer tramo de 2011, y no ahora, como quiere el PP, porque a CiU no le interesa esa sacudida electoral antes que las autonómicas catalanas, previstas para el 24 de octubre o el 28 de noviembre (las dos fechas alejarían la jornada de votación de la visita del Papa, prevista para el 7 de noviembre).

A la abstención de CiU se sumó la de CC (2) y UPN(1). Los demás se fueron al “no”, donde se tocaron los extremos. Llamazares y Rajoy, junto al resto de los nacionalismos, unidos contra al plan de ajuste suplementario improvisado por el Gobierno. Si ese frente de rechazo no fuese tan coyuntural, ya estaría dictado el ajusticiamiento político de Zapatero. La sentencia se cumpliría ya en la votación de los próximos Presupuestos del Estado.

Mal cálculo del PP

Pero en Europa nos miran y a los mercados les trae sin cuidado nuestra reyerta política. Por encima de todo, les importa que haya quedado aprobado el ajuste, aunque haya sido por pelos. Claro que si entran en detalles no entenderán la ausencia de Zapatero en la tribuna. Mala señal. Confirma temores sobre la calidad de su liderazgo si se esconde cuando vienen mal dadas. Los tiros van contra él pero pone a Elena Salgado a recibir las tortas. Mal, fatal, indefendible.

Y el PP, peor. Ha hecho un mal cálculo. Los ciudadanos no entenderán fácilmente que, en momentos tan delicados, trabaje por el adelanto de las elecciones y no por recuperar la solvencia de la economía española. Apoyar el decreto-ley hubiera tenido algún coste político para la causa de Rajoy, pero la abstención le hubiera permitido mantener su discurso. Prefirió el “no” y cedió a Duran, un nacionalista, el ejercicio de la sensatez en nombre del interés nacional. Y no podrá decirse que Duran no ha sabido conciliar sus intereses de partido (evitar unas elecciones generales antes del otoño electoral en Cataluña) con lo que en estos momentos es más beneficioso para España.

Rajoy pudo haber logrado lo mismo con la abstención: contribuir a evitar el hundimiento de una economía nacional puesta en cuestión por los mercados y las instituciones internacionales. Y todo ello sin abandonar su discurso hipercrítico con la política económica del Gobierno y el averiado liderazgo de Zapatero. Pero no lo hizo y, en mi opinión, se equivocó. Tiempo al tiempo.


El Confidencial - Opinión

El principio del fin

Decíamos ayer que, salvo que el Gobierno rectificara al menos en el tijeretazo a los pensionistas, los grupos de la oposición no podían respaldar un decretazo injusto ni prestar un aval político a un gabinete que ha fracasado y cuyo tiempo ha expirado. El debate para la convalidación de las medidas de ajuste del gasto y la reducción del déficit público en el Congreso evidenció ayer la soledad del Ejecutivo y la extrema debilidad política de un equipo sin pulso, resignado y sobrepasado por los acontecimientos. El decreto salió adelante por un solo voto de diferencia y únicamente contó con el lógico apoyo de los diputados socialistas, frente al «no» del PP, PNV, IU y otros minoritarios. La abstención de CiU, como la de Coalición Canaria y UPN, impidió el escenario de ruptura y quiebra que suponía la derrota del Ejecutivo en una sesión clave, y que hubiera abocado a un desenlace electoral. En la posición de CiU confluyó tanto el interés de Artur Mas de no provocar la caída del Gobierno a pocos meses de las elecciones catalanas como el temor de Duran Lleida a unos posibles efectos negativos que pudieran tener para la economía española su rechazo. Cabe señalar que el portavoz de CiU, Duran Lleida, realizó un discurso brillante y contundente. Una vez más estuvo a la altura de las circunstancias cuando dirigió su ataque al presidente – «El problema es usted y su Gobierno»– y exigió elecciones anticipadas como la única salida a la encrucijada actual.

El PP rechazó el decretazo porque tenía suficientes argumentos para ello. En palabras de Mariano Rajoy, las medidas eran «improvisadas, insuficientes e injustas» y no reactivarán la economía. «¿De verdad no había 1.500 millones de euros en los presupuestos que reducir antes que recortárselos a los pensionistas?», sentenció Rajoy en una pregunta que resume las carencias del plan. El líder de la oposición respondió a las expectativas y demostró de nuevo su sentido de Estado para no refrendar un castigo «a los más débiles». La reducción del déficit es necesaria, pero no la planteada. La puesta en escena del Gobierno resultó también decepcionante. Que Zapatero rehuyera la responsabilidad de defender el decretazo en la Cámara y la dejara en manos de la vicepresidenta Salgado, desautorizada repetidamente e imagen pública del fracaso y la impotencia del Ejecutivo, fue una decisión errónea e inexplicable. El presidente debió dar la cara, porque la cita era trascendente y el Gobierno y el país se jugaban lo suficiente para no delegar funciones.

Si uno de los objetivos principales de la sesión era calibrar la fortaleza del Gobierno para dirigir la etapa de sacrificios que se avecina y el respaldo social a los ajustes, el balance fue desolador para los socialistas. Soledad y fragilidad. No cuenta ni con apoyos parlamentarios ni con la adhesión de la sociedad ni con el respaldo de los sindicatos, que amagan con una huelga general si se impone la reforma laboral. La jornada retrató a un Gobierno que agoniza entre bandazos, cuando la situación del país demanda un equipo fuerte, unido y que genere confianza. Los socialistas han fracasado y cuanto antes lo asuman, mejor para todos. Hay que convocar a los ciudadanos a las urnas para que decidan en quién depositan su crédito. Es una necesidad democrática.


La Razón - Editorial

Ajuste. El plan "i". Por Cristina Losada

El cortoplacismo de Zapatero se contagia. Nadie quiere encarar unas elecciones con la mácula de haberles apretado el cinturón a los "más débiles". La unánime oposición es ful: está nadando a favor de la corriente.

Una democracia necesita, si quiere sobrevivir, cierta dosis de verdad. En España han venido triunfando dos formas de mentira: la simple y la más sofistificada, que es la ideología. Con Zapatero nunca se sabe, además, donde termina el autoengaño y empieza lo siguiente. Estábamos, pues, en el mejor de los mundos posibles. Es fácil de imaginar la conmoción de los que creyeron –y los que quisieron creer– cuando, de la noche a la mañana, el Gobierno los expulsó de la ubérrima Jauja a la yerma Antártida. ¡A congelarse tocan! De la nada a las más altas cotas de miseria, que diría Marx (Groucho), en horas veinticuatro.

A tal extremo de necesidad se ha llegado no por un complot universal contra Zapatero ni sólo por efecto de una crisis global. Nada hizo el presidente de cuanto era preciso hacer y cuanto hizo sirvió para empeorar. Cuando aceptó in extremis un parcial ajuste, aceptó de facto una rectificación de su extravagante, pero muy socialista, querencia por el gasto. Tarde, mal y a rastro. Y tarde significa: más duro será el tratamiento. Pero a la voz de ajuste, ha surgido en España una oposición que, salvo por el PP, y a ratos, había brillado por su ausencia. Todos tachan los recortes de injustos. Algunos añaden indignos. El PP, con más razón, los califica de insuficientes. Muchas íes parecen. Pero, ¿son necesarios?

Tal cuestión, por lo visto, no cuenta. El cortoplacismo de Zapatero se contagia. Nadie quiere encarar unas elecciones con la mácula de haberles apretado el cinturón a los "más débiles". La unánime oposición es ful: está nadando a favor de la corriente. Sin duda, el castigo al Gobierno produce una satisfacción inmediata. Merecido lo tiene. Su irresponsabilidad y su incompetencia forman parte capital del problema. Y tiene delito que reclame ahora a los demás que sean responsables, un Gobierno que se ha distinguido por corromper el sentido de la responsabilidad. Una virtud carca, ya se sabe. Lo que una no sabe es si los partidos de la nueva y la vieja oposición son conscientes del mensaje que están transmitiendo. Se asemeja peligrosamente al anterior espejismo: no hay que hacer sacrificios. Y España necesita una dosis de verdad.


Libertad Digital - Opinión

Despilfarro de civilizaciones

UNO de los capítulos del gasto público en los que el Gobierno debería cortar por lo sano es el de las acciones puramente propagandísticas.

En tiempos de restricciones se entiende mal el despilfarro del dinero público en iniciativas como la llamada Alianza de Civilizaciones, que no es más que un empeño personal de Rodríguez Zapatero, pagado a cargo del presupuesto del Ministerio de Asuntos Exteriores. El hecho de que el presidente del Gobierno haya tenido que renunciar a asistir a una cumbre que él mismo había convocado en Brasil, precisamente porque las urgencias de la situación económica le requieren en Madrid, ilustra perfectamente la situación: los españoles tendrán que seguir pagando por algo que hasta su principal promotor considera menos importante que las premuras de la situación del país. Se entiende que si el Gobierno insiste en no desvelar las cifras concretas dedicadas a este capítulo es porque es consciente de que la exhibición de esa información sería mal comprendida. El recuerdo del derroche monumental de la bóveda de Barceló en la sede ginebrina de las Naciones Unidas tiene que ser especialmente amargo para los funcionarios y pensionistas en estos momentos.

En la acción exterior de un país con voluntad de proyección mundial, como debería ser España, a veces es necesario sembrar con decisiones que se toman hoy, confiando en que los frutos se verán en el futuro. La Alianza de Civilizaciones no fue bien enfocada desde el principio, y ni el hecho de que recientemente Estados Unidos haya mostrado su interés -muy discretamente, por cierto- llegará a mejorar sus perspectivas. Es más, si hubiera de ser juzgada por sus resultados tangibles, no cabe duda de que sería una de las más ineficaces de todas las que han salpicado la gestión de Zapatero. El mismo Gobierno que ha tenido que aceptar el aplazamiento de la cumbre euro-mediterránea de Barcelona a causa de las diferencias insalvables entre los países de la región no puede seguir pensando que hay problemas que se resolverán sólo envolviéndolos con un buen lema y la mejor de las intenciones. La Alianza de Civilizaciones no es más que un juguete perfectamente prescindible.

ABC - Editorial

Santa Bótox. Por Alfonso Ussía

Lo he leído en LA RAZÓN, en una crónica firmada por Ángel Sastre, y me siento consternado por el silencio de la Iglesia Católica. Un milagro como ése, y ningún comentario al respecto. Esto desmoraliza a cualquier creyente. En Buenos Aires, la Virgen se ha aparecido a doña Bótox, la Presidenta de la República Argentina. La narración del prodigio, por boca de la propia doña Bótox, es tan espeluznante que aún mantengo, horas más tarde de su lectura, lo pelos en punta, y la carne de gallina y los dídimos por corbata. Doña Bótox Kirchner se hallaba en un salón de la Casa Rosada con su madre y su hermana, cuando apareció su esposo, Néstor Kirchner, el ex Presidente, en la sonrosada estancia. Con motivo del bicentenario de la independencia argentina, doña Bótox Kirchner, que no se lleva bien con el arzobispo metropolitano, había ideado celebrar un Tedeum paralelo en la basílica de Luján, menospreciando el tradicional que tiene lugar en la catedral porteña. Doña Bótox no sólo se lleva mal con el arzobispo metropolitano. Tampoco hace migas con las Fuerzas Armadas y menos aún con los jueces, que están investigando las razones de su enriquecimiento súbito. O no tan súbito, porque el patrimonio de los Kirchner comenzó a inflarse durante el mandato de su marido, y ella ha continuado en el empeño, hasta que la Justicia ha decidido meter las narices en las cuentas de doña Bótox. Y en esas estamos.

Pero retornemos al milagro. Recuerden la escena. Doña Bótox, su madre y su hermana en un salón. Ingresa en el mismo su esposo, Néstor Kirchner. Se sienta y le pregunta a su dulce esposa: «¿Estás segura de que haces bien eligiendo la basílica de Luján y no la catedral?». En ese instante, el sillón en el que se sienta Kirchner da la vuelta por decisión propia y el ex Presidente cae sobre la alfombra. Fue entonces cuando la hermana de doña Bótox exclamó: «¡Milagro, es la Virgen!». Y sigue el relato doña Bótox: «Tras la ‘‘señal mariana” no tuve dudas de que había acertado eligiendo la basílica de Luján». Y nadie habla del milagro de la Casa Rosada.

Recuerdo que en mi primer día de trabajo en una empresa de Juan Garrigues Walker, y ante mis dos compañeros de despacho, Manuel Fernández Valverde y Antón Martiarena, fui protagonista de un milagro parecido. Me hizo ilusión que el sillón que me habían adjudicado fuera giratorio. Y probé con entusiasmo su capacidad de giro, de tal modo, que en una vuelta mal medida, excesivamente impulsada, caí con sillón y todo sobre la alfombra del despacho, dándome un jardazo morrocotudo. Aquel principio laboral tan humillante me impidió ascender en la empresa adecuadamente. Y lo entendí. Un tío que lo primero que hace en su primer día de trabajo es caerse de su sillón, no es un individuo con un brillante futuro empresarial. Ahora, después de saber del milagro de doña Bótox, me siento muchísimo más bueno, y sólo lamento no haber interpretado bien, como la fresca de doña Bótox, la señal mariana.

Esperaba de don Antonio Cañizares un comentario al respecto en estas páginas, pero ya se sabe que la Iglesia es prudente y sabia cuando de milagros se trata. Por si acaso, y sin que sirva de precedente, doña Bótox será para mí, a partir de ahora, Santa Bótox. Santa Bótox de la Pampa, que queda más impactante.


La Razón - Opinión

Y ahora, ¿qué?

Rajoy ha optado por que el voto de su partido siga a su discurso, y que su oposición a la política de Zapatero se traduzca en un "no" a sus propuestas. Políticamente era lo mejor, puesto que lo adecuado para España es que Zapatero se vaya lo antes posible

Caben hoy dos posturas entre españoles responsables, apoyen o no al PP. Por un lado, se puede pensar que las medidas de hoy eran necesarias y que la oposición, por sentido de estado, no debería haber votado en contra. Al fin y al cabo, ¿qué cabía esperar que sucediera si el decreto no hubiera sido convalidado en el Congreso? ¿Qué hubieran pensado los inversores extranjeros, que ya desconfían de nuestra capacidad para devolver la deuda, si todos los partidos del arco parlamentario excepto el que gobierna se opusieran a recortar el déficit? No sería de extrañar que se repitieran episodios como los del 7 de mayo, que forzaron a la Unión Europea a elaborar un plan de rescate y obligar al Gobierno español a tomar medidas duras.

Por otro lado, es cierto que no se le puede exigir a la oposición que sea más responsable que el Gobierno más irresponsable que ha tenido la España democrática. Si estos recortes eran necesarios, que lo son, Zapatero tenía que haber llamado a Mariano Rajoy al minuto siguiente de que Bruselas le obligara a tomarlos y debería haberse sometido a las exigencias del PP, que tampoco son muchas ni muy duras, para consensuar qué recortes debían hacerse. Incluso le hubiera sido más rentable al PSOE, electoralmente hablando, compartir el coste de los recortes con los populares. Pero le ha podido más el sectarismo o la seguridad de que, una vez más, el PP haría un discurso y votaría otra cosa, como ya hizo con el Plan E o el FROB.

En cualquier caso, el problema económico más grave que tiene España se llama José Luis Rodríguez Zapatero, no Mariano Rajoy. La razón la ha dejado clara una escena lamentable protagonizada por quien supuestamente está al frente de la economía, Elena Salgado, que se "ha asustado" cuando ha entendido a una periodista que Zapatero había anunciado que habría una fuga de capitales. Estamos ante un Gobierno en el que la vicepresidenta económica parece enterarse de la política económica de su país por lo que le cuentan los periodistas y a quien asusta (es decir, no le no parece imposible), que su presidente diga auténticas barbaridades. Razones para votar no, por tanto, había de sobra.

Así, por una vez, Rajoy ha optado por que el voto de su partido siga a su discurso, y que su oposición a la política de Zapatero se traduzca en un "no" a sus propuestas. Políticamente era lo mejor, puesto que lo adecuado para España es que Zapatero se vaya lo antes posible, y esta negativa se traduce en un mayor desgaste del Gobierno. Económicamente no ha tenido consecuencias negativas a corto plazo, pues aun por la mínima, el Gobierno ha sacado adelante su decreto.

En cualquier caso, lo que no es de recibo es el discurso populista y mentiroso del que ha hecho gala no Rajoy, pero sí otros pesos pesados del nuevo PP, hablando del mayor recorte de derechos sociales de la democracia y otras mamarrachadas similares. Los derechos sólo pueden ser individuales; "derecho social" es el término publicitario inventado por el socialismo para hacer intocables sus incrementos del gasto estatal. Nadie que pretenda convertirse en una alternativa al populismo izquierdista de Zapatero debería hablar de derechos sociales.

Es una buena noticia que se hayan aprobado estos recortes, y lo sería mejor si se añadieran muchos otros, entre ellos los propuestos por el PP. Rajoy ha dejado noqueado a Zapatero en el Congreso, pero no ha ofrecido alternativa. Habiendo quedado ya claro que la única vía para España es que Zapatero se vaya, ha llegado la hora de que el PP actúe para conseguir ese objetivo prioritario para nuestro país.


Libertad Digital - Editorial

Un Gobierno en prórroga

UN solo voto de diferencia ha permitido a Rodríguez Zapatero salvar la legislatura, pero sólo por el momento y con un coste personal y político inasumible.

La votación del «decretazo» ha hecho que dé la cara su falta de apoyos parlamentarios y sólo la alambicada abstención de Convergencia i Unió permitió que el Ejecutivo no diera ayer por cerrado, formalmente, el mandato. Sí está cerrado políticamente, porque, como afirmó Mariano Rajoy, el real decreto-ley que ayer convalidó el grupo socialista sólo con sus votos es un desmantelamiento de la política de Rodríguez Zapatero desde 2004. Ganar por un voto refleja la espantada de los antiguos socios de izquierda y nacionalistas, es el ocaso de aquella capacidad seductora en la que tanto confió Zapatero para construir un muro de aislamiento frente al PP y es la prueba de que no hay Gobierno con entidad suficiente para dirigir España.

El voto negativo del Partido Popular era la opción más coherente, no sin riesgos de incomprensión, dentro y fuera de nuestro país. Pero Rajoy ha sido consciente de que el recorte social era un límite infranqueable para un partido que consolidó por ley el sistema de pensiones y sus revalorizaciones. Para la Historia queda que el único partido que ha mermado las pensiones en España ha sido el PSOE. El eslogan de que la derecha es antisocial se arruinó ayer en el Congreso de los Diputados. Rajoy hizo bien en pensar más en los españoles que en Merkel o Sarkozy, aunque es muy probable que estas medidas acaben defraudando también a los socios europeos, quienes pedían recortes del déficit, no que se asaltara a los pensionistas.

Convergencia i Unió asumió ayer una grave responsabilidad. Abstenerse era cooperar con un recorte social injusto e ineficaz para la reducción del déficit. Pocos dudan de que agravará el desempleo y reducirá el consumo, lo que hará inviable un aumento significativo de la recaudación. Duran i Lleida hizo un discurso correcto y patriarcal, pero incongruente en su planteamiento, porque, si a su juicio tan negativas son las medidas aprobadas, no se entiende que facilitara su convalidación. El electorado de CiU, formado principalmente por clases medias, sabe bien la incongruencia cometida por la coalición nacionalista. Pensar que Zapatero interiorizará la reflexión que le propuso Duran i Lleida, quien le advirtió de que esta legislatura no pasa del 31 de diciembre, es ignorar el estado de supervivencia en que se encuentra el Gobierno socialista, para el que la victoria pírrica de ayer es un poco de oxígeno para unos días. No aspira más que a ganar tiempo, aunque sea una prórroga.


ABC - Editorial