martes, 1 de junio de 2010

Caperucita y el lobo machista. Por Arturo Pérez Reverte

Hoy me he levantado con talante. Como después de haber publicado El pequeño hoplita –un cuento sobre un niño en las Termópilas, que tanto debe a su magnífico ilustrador, Fernando Vicente– le tomé el gusto a la narrativa infantil, he decidido echar un cable. Ayudar a que nuestra ministra de Igualdad y Paridad, Bibiana Aído, rubia joya de la corona, haga realidad su bonito proyecto de conseguir que los cuentos tradicionales para pequeños cabroncetes sean desterrados de escuelas y hogares, y dejen de ser un reducto machista, sexista y antifeminista. O que, expurgados y reconvertidos a lo social y políticamente correcto, contribuyan, ellos también, a la formación de futuras generaciones de ciudadanos y ciudadanas ejemplares y ejemplaras. Como está mandado.

Al principio pensaba hacerlo con el cuento de Blancanieves y las siete personas de crecimiento inadecuado; que, como sostiene Bibiana, requiere, título aparte, una remodelación general urgente. Pero ciertos indicios de intolerable violencia machista en la casita del bosque, como que sea una mujer quien cargue con todas las labores del hogar, o que no haya paridad de sexos en el número de individuos que trabajan en la mina –su número impar complica además el asunto–, me decidieron a dejarlo para más adelante. Lo intenté luego con La soldadita de plomo y ploma; y no es por echarme flores, pero lo tenía casi resuelto. Una soldadita de plomo de la ULFF –Unidad Legionaria Femenina Feroz–, terror de los talibanes afganos y de los piratas del Índico, impedida en su extremidad locomotriz por haber caído poco metal en el molde cuando la fundían. O sea, incompleta física de una pierna, para entendernos. O no. Lo que antes se decía, en jerga fascista, coja. Y que, desde su repisa en el cuarto de juegos de una niña, se enamora de un bailarín de ballet de papel maché que está enfrente, puesto tal que así, de puntillas, y que tiene una bonita lentejuela de plata en el prepucio. Se lo leí a mi hija por teléfono, a ver qué tal iba la cosa; pero al llegar a lo de la lentejuela me aconsejó dejarlo. Te van a malinterpretar, dijo. Así que al final me decidí por un clásico inobjetable: Caperucita Roja. Y está feo que lo diga, pero la verdad es que lo he bordado. Creo.

Caperucita Roja camina por el bosque, como suele. Va muy contenta, dando saltitos con su cesta al brazo, porque, gracias a que está en paro y es mujer, emigrante rumana sin papeles, magrebí pero tirando a afroamericana de color, musulmana con hiyab, lesbiana y madre soltera, acaban de concederle plaza en un colegio a su hijo. Va a casa de su abuelita, que vive sola desde que su marido, el abuelito, le dio una colleja a Caperucita porque no se bebía el colacao, ésta lo denunció por maltrato infantil, y la Guardia Civil se llevó al viejo al penal de El Puerto de Santa María, donde en espera de juicio paga su culpa sodomizado en las duchas, un día sí y otro no, por robustos albanokosovares. Que también tienen sus necesidades y sus derechos, córcholis. El caso es que Caperucita va por el bosque, como digo, y en éstas aparece el lobo: hirsuto, sobrado, chulo, con una sonrisa machista que le descubre los colmillos superiores. Facha que te rilas: peinado hacia atrás con fijador reluciente y una pegatina de la bandera franquista, la de la gallina, en la correa del reloj. Y le pregunta: «¿Dónde vas, Caperucita?». A lo que ella responde, muy desenvuelta: «Donde me sale del mapa del clítoris», y sigue su camino, impasible. «Vaya corte», comenta el lobo, boquiabierto. Luego decide vengarse y corre a la casa de la abuelita, donde ejerce sobre la anciana una intolerable violencia doméstica de género y génera. O sea, que se la zampa, o deglute. Y encima se fuma un pitillo. El fascista. Cuando llega Caperucita se lo encuentra metido en la cama, con la cofia puesta. «Que sistema dental tan desproporcionado tienes, yaya», le dice. «Qué apéndice nasal tan fuera de lo común.» Etcétera. Entonces el lobo le da las suyas y las de un bombero: la deglute también, y se echa a dormir la siesta. Llegan en ésas un cazador y una cazadora, y cuando el cazador va a pegarle al lobo un plomazo de postas del doce, la cazadora contiene a su compañero. «No irás a ejercer la violencia –dice– contra un animal de la biosfera azul. Y además, con plomo contaminante y antiecológico. Es mejor afearle su conducta.» Se la afean, incluido lo de fumar. Malandrín, etcétera. Entonces el lobo, conmovido, ve la luz, se abre la cremallera que, como es sabido, todos los lobos llevan en la tripa, y libera a Caperucita y a su provecta. Todos ríen y se abrazan, felices. Incluido el lobo, que deja el tabaco, se hace antitaurino y funda la oenegé Lobos y Lobas sin Fronteras, subvencionada por el Instituto de la Mujer. Fin.


XL Semanal - Opinión

Crisis. De la reforma laboral a la reforma sindical. Por Ignacio Moncada

Sindicatos y patronal deben ser capaces de vivir de las cuotas de los socios que libremente quieran afiliarse para ser representados.

El zapaterismo se ha caracterizado, entre otras cosas, por legislar a golpe de urgencia. Es la técnica más recomendada para quien se siente incómodo en el debate, para quien teme que las medidas se estudien a fondo y prefiere rectificarlas una vez aprobadas. La permanente sensación de urgencia no es exclusiva del Gobierno de Zapatero. Es moneda común en la política mundial, pues allana el camino a corto plazo. Un claro ejemplo de este patrón de comportamiento es el proceso de reforma laboral que tiene España entre manos. Ha terminado el tiempo reglamentario de las opacas negociaciones entre sindicatos y patronal, que buscan imponer un mercado laboral acorde con sus intereses particulares. Ahora estamos en el tiempo de descuento. Y apuesto a que pretenderán, con la ayuda del Gobierno, apañar en dos días lo que no han logrado hacer en años.

La reforma más necesaria para la economía española es, sin duda, la del mercado laboral. Pero lo más importante no es que se haga rápido, sino que se haga bien. España aspira a ser una potencia económica mundial, pero la tasa de paro es una permanente luz roja que advierte que la avería se encuentra en el mercado laboral. Son fundamentales dos grandes cambios para que la señal de advertencia termine por desactivarse. El primero es una reducción sustancial de los costes laborales. Para que se eleve el empleo es necesaria una disminución de los impuestos sobre la renta del trabajo, cotizaciones a la Seguridad Social y extracostes a la contratación y al despido, además de reducir al mínimo toda traba burocrática. El segundo es establecer un marco laboral más flexible, en el que las partes puedan negociar sus contratos en libertad. Esto pasa, entre otras cosas, por eliminar ese residuo totalitario, ese rescoldo de planificación centralizada que es la negociación colectiva. Estas dos líneas de acción deben ir envueltas en un cambio de mentalidad política que comience a aparcar los planteamientos inoculados al ideario político español tras tantos años de socialismo. Debe quedar claro que el empleo no lo crean los políticos, ni mucho menos los sindicatos, sino las empresas. Que los trabajadores y empresarios no están enfrentados, sino que tienen intereses comunes: si las empresas van bien crearán más empleo; sin van mal, habrá más paro. Y que toda dificultad que se ponga desde el Gobierno a las empresas, se les está poniendo a la vez a los trabajadores.

Estas reformas no son un nuevo y revolucionario descubrimiento, sino algo que los economistas llevan décadas pidiendo, y la mayor parte de los países aplicando. En España, la presión de los sindicatos ha forzado a mantener un modelo laboral que funciona por criterios políticos en lugar de económicos, que destaca por su intervencionismo, rigidez e ineficacia. Los sindicatos son el dique de contención de las reformas laborales que necesitamos, y me temo que el muro está a punto de reventar. El desempleo es el lastre que ancla a España en el fondo de la crisis, y la recuperación económica pasa por soltar amarras con las centrales sindicales.

Es fundamental que la reforma laboral vaya acompañada de una reforma sindical. Los sindicatos y la patronal, que es el sindicato de empresarios, cumplen un papel importante en la sociedad, pero no dejan de ser grupos de presión que velan por sus propios intereses. Por ello, y sin negarles su relevancia, hay que reconvertir el modelo en uno en el que se eliminen las subvenciones y se supriman los poderes legislativos de facto con los que han bloqueado la reforma laboral. Deben ser capaces de vivir de las cuotas de los socios que libremente quieran filiarse para ser representados. Y al resto ni nos tienen que representar, ni nos tienen que cobrar. El actual modelo sindical no sólo bloquea el desarrollo del marco laboral y lastra la economía, sino que además es una sangría que los contribuyentes españoles no se pueden permitir.


Libertad Digital - Opinión

Sindicatos. Los culpables amenazan con protestar. Por Guillermo Dupuy

Los sindicatos, que negaron la realidad de la crisis con tanta desfachatez como lo hizo el Gobierno, y que son tan responsables como él de la misma, parecen ser los únicos con el derecho a protestar.

Tras años de estéril "diálogo social", y ni siquiera cuando Zapatero nos ha querido hacer creer que pretende reducir el déficit público, el Gobierno ha sido capaz de incluir en su increíble plan de ajuste una medida que, como la profunda liberalización de nuestro mercado laboral, permitiría estimular la contratación y, con ella, obtener tanto una reducción de los gastos del Estado como un aumento de sus ingresos. El estímulo de la creación de empleo no sólo es la mejor política "social", sino también la mejor política fiscal.

El supuesto tijeretazo con el que el Gobierno consolida en realidad buena parte del despilfarro publico mantiene la existencia de ministerios inútiles, las subvenciones a sindicatos, patronal y partidos políticos, las ayudas a empobrecedores y liberticidas regímenes del tercer mundo, el ineficiente sector energético o la barra libre al gasto municipal y autonómico. Con todo, el hecho de que tampoco incluya medida alguna para acabar con la suicida rigidez laboral que está destruyendo nuestro mercado laboral ya sería suficiente para rechazar de plano esa ficción con la que el Gobierno quiere hacernos creer que va a reducir drásticamente el diferencial entre lo que ingresa y lo que gasta.

El Gobierno, a diferencia de esas otras muchas carencias de su decreto, ha querido, no obstante, disimular esta última dando unas semanas más para que patronal y sindicatos logren el acuerdo al que no han llegado en años. Ese plazo se supone que acababa este lunes 31 de mayo, por lo que era de esperar que el viernes de la semana que viene Zapatero asumiera de una vez sus responsabilidades de gobierno y aprobara en Consejo de Ministros su propia reforma.

Este lunes, sin embargo, la ministra Salgado ha anunciado que el margen de negociación se amplía a todo junio antes de que el Ejecutivo decida aprobar "sus iniciativas" de forma unilateral. Como por todos es sabido, la razón por la que ni siquiera ahora el Gobierno asume sus responsabilidades en este terreno y prefiere alargar la agonía tanto de los desempleados como las de nuestras cuentas públicas, no es otra que el temor a que los sindicatos cumplan su amenaza de organizarle una huelga general.

Aunque no descubra mucho con ello, yo no me acostumbro a que, con la que está cayendo, la única protesta a la que pueda temer el Gobierno sea la de quienes son, junto con el propio Ejecutivo, los principales responsables de la ruina que estamos padeciendo. Estos inmovilistas y privilegiados sindicatos, junto con los gobiernos que se lo consienten, son el principal foco de agresión a los derechos de los trabajadores, no ya sólo por que vivan de sus impuestos, sino porque usurpan derechos civiles tan elementales como los de aceptar o rechazar las condiciones de su trabajo. ¿Quién es un dirigente sindical para impedir a un desempleado trabajar en función de lo mucho o poco que suponga la cuantía de su eventual despido? ¿Cómo tienen la desfachatez de abanderar los derechos de los trabajadores cuando son ellos los que les impiden el más elemental de todos ellos como es el de poder decidir por sí mismos?

El hecho, sin embargo, es que los sindicatos, que negaron la realidad de la crisis con tanta desfachatez como lo hizo el Gobierno, y que son tan responsables como él de la misma, parecen ser los únicos con el derecho a protestar. Bien es cierto que el país no está para huelgas y que las víctimas no deben secundar protestas convocadas por sus verdugos. Pero lo que es delirante es que las victimas de la crisis y el principal partido de la oposición dejen ese vacío sin ocupar, permitiendo que lo ocupen, por el contrario, los que nos han llevado, junto al Gobierno, a esta situación.

Al PP parece que le basta con que el malestar ciudadano sólo se exprese en los sondeos electorales. Sin embargo, para aprovecharse de esa diferencia que ahora le dan sobre el PSOE y, sobre todo, para impedir que la agonía se alargue dos años más, deberían ser los primeros en manifestarse y en forzar en la calle un adelanto electoral. Lo demás es arriesgarse a que la pedagogía de la crisis –valga la expresión– la hagan los que nos han llevado a ella. Dos años más es demasiado tiempo. Pueden pasar demasiadas cosas, incluido, como diría Ortega, el retorno de los que causaron el trastorno.


Libertad Digital - Opinión

Palabras y contenidos. Por Fernando Fernández

Pareciera como que lo único importante es tener aprobada una reforma laboral en los próximos días y si es por consenso mejor.

Hay quien piensa incluso que el presidente ha pactado una huelga general con sindicatos para así aparecer como un gobernante duro y responsable ante nuestros acreedores. Acreedores que luego no analizarían con tanto detalle el contenido de lo aprobado al interpretar el rechazo sindical como sinónimo de bondad. Nada más lejos de la verdad. Lo importante, lo verdaderamente importante es el contenido de la reforma, el efecto de lo que se apruebe sobre la capacidad de la economía española de crear empleo.

Lo subrayo porque algunas de las cosas que se oyen son contraproducentes. Generalizar la indemnización por despido en 33 días a cambio de encarecer la contratación temporal es un error. Aumentará el nivel de desempleo estructural y el umbral de crecimiento necesario para crear empleo. Además de que supone un paso más en la indeseable segmentación del mercado de trabajo.

Existe un amplio acuerdo entre economistas en que hay que avanzar hacia la unificación del contrato de trabajo, un contrato único con indemnización por despido creciente con la antigüedad. Lo que se propone no es eso, sino que eleven las barreras de entrada. Tampoco se dice nada sobre la reforma de la negociación colectiva, ni de la modificación del seguro de desempleo o el fomento de la movilidad geográfica y funcional.

En resumen se trata más bien de una reforma light, que quizás hubiera valido hace dos años, pero no ahora que todos los inversores internacionales y los organismos multilaterales se han hecho expertos en el mercado de trabajo español y conocen sus limitaciones. Les hemos dado demasiado tiempo para que estudien nuestras peculiaridades. Tiempo que nosotros hemos desperdiciado en discusiones estériles cargadas de ideología y prejuicios, como aquello de que el PP es el partido del despido libre.


ABC - Opinión

Reforma laboral. Méndez y Toxo, monolíticos. Por Emilio J. González

ZP no debería temer la respuesta sindical si hace lo que tiene que hacer. La inmensa mayoría de los españoles está en contra de la huelga general y UGT y CCOO: después de cómo han venido actuando en los últimos años, carecen de un respaldo popular amplio.

El Gobierno se ha empeñado en que patronal y sindicatos le saquen las castañas del fuego y pacten entre ellos la reforma laboral que necesita nuestro país para, de esta forma, eludir el coste político que pueda suponer la misma a corto plazo y, sobre todo, que Zapatero se ahorre el sinsabor de adoptar medidas impopulares y evitar que los sindicatos le convoquen esa huelga general que tanto teme. Así, a estas alturas de la película, y con la que está cayendo, el Ejecutivo sigue mareando la perdiz con la amenaza de hacer la reforma por decreto a ver si con esas la CEOE, UGT y CCOO lleguen a un acuerdo. Sin embargo, el Gabinete se equivoca de plano.

Hoy por hoy, ese acuerdo entre los agentes sociales se antoja imposible porque los sindicatos siguen sin aceptar que hay que reducir el coste del despido y porque siguen demandando al Gobierno cosas imposibles, como medidas presupuestarias de apoyo a la creación de empleo cuando no hay un euro en las arcas de Hacienda con que financiarlas. Y, desde luego, jamás van a renunciar a un instrumento de poder como es la negociación colectiva tal y como se concibe en la actualidad. Además, los sindicatos ni están por la labor ni jamás lo han estado. Entre ellos faltan líderes sensatos que comprendan la gravedad de la situación económica y laboral y, en consecuencia, flexibilicen su postura para poder llegar a un verdadero acuerdo. Sin embargo, tanto Méndez como Toxo siguen aferrados a sus postulados de siempre y hacen imposible ni tan siquiera una leve aproximación a lo que hay que hacer. Por el contrario, son completamente monolíticos y, lo que es peor, siguen pensando que todavía dictan a Zapatero el contenido de la política económica cuando, en realidad, ésta ya nos viene impuesta por el Fondo Monetario Internacional y por la Unión Europea.

Los sindicatos siguen sin querer entender que la reforma laboral es uno de los elementos clave para superar la grave crisis en que se halla inmerso nuestro país. Sólo mediante la creación de empleo se podrá estimular el consumo y, a través de él, el crecimiento económico y los ingresos tributarios imprescindibles para reducir el más que abultado déficit público. Esto es poco menos que de manual. Sin embargo, Méndez y Toxo siguen anclados en sus ideas trasnochadas pidiendo crear empleo a través del gasto público y subidas de impuestos a los que más tienen para reducir el ‘agujero’ presupuestario, sin entender que con el gasto público no se crea empleo alguno, que el presupuesto ya no aguanta a más funcionarios ni a más contratados laborales en las administraciones públicas, y que las subidas de impuestos deprimen aún más si cabe la economía y provocan que el poco ahorro que hay en nuestro país huya despavorido hacia otros lugares donde le traten mejor. Vamos, que no comprenden en absoluto el mundo moderno. Por todo ello, UGT y CCOO siguen y seguirán encastilladas en sus posiciones, haciendo imposible el acuerdo.

Así las cosas, al Gobierno, le guste o no, no le queda más remedio que agarrar de una vez por todas el toro por los cuernos y hacer lo que debe, porque ya apenas tiene margen para seguir esperando a que suceda lo imposible. La buena acogida que dieron los mercados a la aprobación del decreto de recorte del gasto público se ha desvanecido después de que los agentes sociales se hayan mostrado incapaces de negociar la reforma laboral y de que la respuesta del Ejecutivo haya sido una nueva amenaza de legislar por su cuenta –¿cuántas van ya?– si no hay acuerdo. Así, la bolsa vuelve a tener peor comportamiento que el resto de plazas europeas y el diferencial de tipos con Alemania sigue creciendo porque los inversores saben que sin reforma laboral no hay salida de la crisis ni reducción del déficit público y actúan en consecuencia. Y es que con ZP ya saben que las palabras se las lleva el viento y que con él solo vale lo que se aprueba efectivamente en el Consejo de Ministros y en el Parlamento. Tantas veces los ha tratado ya de engañar Zapatero que su credibilidad es nula y, por tanto, le exigen hechos, no meras declaraciones de intenciones que no conducen a sitio alguno.

En este sentido, Zapatero no debería temer la respuesta sindical si hace lo que tiene que hacer. La inmensa mayoría de los españoles está en contra de la huelga general y UGT y CCOO: después de cómo han venido actuando en los últimos años, carecen de un respaldo popular amplio. Por tanto, el coste político de que las centrales sindicales decidieran echarse al monte es limitado y si ZP pretende, como parece, agotar la legislatura, le vendrá bien llegar a 2012 con un empleo al alza, teniendo en cuenta el creciente deterioro que está experimentando el PSOE en las encuestas de intención de voto. La cuestión es si el presidente del Gobierno es capaz de entender que sin reforma laboral no hay puestos de trabajo ni salida de la crisis y de que si no hace lo que tiene que hacer, es muy probable que no llegue a 2012.


Libertad Digital - Opinión

La «Flota de la libertad», una victoria segura. Por Florentino Portero

Cualquiera sabe que si se quiere derrotar a una potencia occidental la vía más fácil para conseguirlo es plantear un «conflicto asimétrico», donde el objetivo es la conciencia de la opinión pública y el arma más letal un periodista, si es del «New York Times» mejor.

Los organizadores de la «Flota de la Libertad» sabían lo que hacían. Una vez puesta en marcha sólo cabía la victoria. Si el gobierno israelí cedía al chantaje «humanitario», el bloqueo militar se rompería y, tras esta expedición, llegarían otra y otra, consolidando la humillación de una potencia militar a manos de unos supuestos cooperantes y facilitando el rearme de Hamás desde Irán.

Si se interceptaba el acto sería retransmitido en todo el mundo por los periodistas afines allí embarcados, presentando a Israel, una vez más más, como un estado que utiliza la fuerza contra civiles sin sentido de la proporción.

En la guerra asimética la distinción entre civiles y militares resulta inútil. No hay militares. ¿Es Osama bin Laden un general? ¿Son las brigadas Al Qasam unidades convencionales? Se trata se situar el conflicto allí donde interesa al atacante y donde más fácilmente pueda ser sometido el atacado.

Fracasaron los ejércitos y los atentados terroristas en acabar con Israel. Ahora toca ensayar el efecto de los misiles, los «ejércitos privados» y maniobras como ésta, que deben ser explotadas con la colaboración de las diplomacias amigas.

El giro turco, desde el laicismo de Mustafa Kemal Atatürk hasta el islamismo de Erdogán, es un hecho. El último califato trata de recuperar influencia en la región y para ello no duda en dar cobijo a la organización de la «Flotilla» y en capitanear la campaña internacional contra Israel, tratando de aislar a este país y de debilitar sus lazos con Occidente.


ABC - Opinión

Plan de ajuste. Héroes de cartón. Por Cristina Losada

La niña de Rajoy admite a media voz que España podía haber sufrido durísimas consecuencias. Pero qué importa cuando el peor de los males es que Zapatero continúe. "El fin justifica los medios" ya es doctrina compartida.

La niña de Rajoy, aquella ilusionante criatura, regresa para contarnos que el Partido Popular votó contra el plan de ajuste con la patriótica finalidad de acabar con un Gobierno nefasto. De acuerdo a la imaginativa narradora, de no haber salido el injusto, improvisado, insuficiente e impuesto decreto, la cabeza de Zapatero habría rodado de inmediato y, colorín, colorao, nuestras penalidades hubieran terminado. Visto por sus ojos soñadores, si hoy no estamos ante la gozosa perspectiva de unas elecciones anticipadas y un presidente expulsado a gorrazos por los suyos, ha sido por la bajeza de unos cuantos.

La cadena de especulaciones que nos regala la niña tiene, sin embargo, algún problema. Sus fundamentos son aproximadamente igual de sólidos que aquellos con los que rellenamos el boleto de la Primitiva. Se omite, además, que en el instante de pulsar el botoncito, los del PP casi tenían la certeza de que el decreto se aprobaría. Cierto: el casi. Quedaba un margen para jugar a la ruleta rusa. Juego al que se aplicó Zapatero antes que nadie, al llevar el ajuste al Congreso por las bravas, a ver si, de nuevo, le sonreía la baraka. Pero siendo improbable el rechazo, los restantes supuestos de la tropa de Rajoy se hallaban aún más cerca de la pura fantasía.

"Todos los argumentos están en contra, pero toda la creencia está a favor", decía el doctor Johnson sobre el fenómeno de los fantasmas. Lo mismo aquí. Tan ayunos de gestos contundentes tiene el PP a los suyos, que celebran su negativa como una heroicidad. Pero Rajoy no presentó una moción de censura. Sólo votó contra el ajuste. Qué astutos. Así, los de Génova se desvinculan del impopular tijeretazo, en línea con su campaña reivindicativa de la "política social" de Zapatero, su defensa de los "débiles" y sus miradas a los ojos de los pensionistas. Puesto a renunciar a un ideario propio, el Partido Popular chamulla incluso la jerga populista de la izquierda.

La niña de Rajoy admite a media voz que España podía haber sufrido durísimas consecuencias. Pero qué importa cuando el peor de los males es que Zapatero continúe. "El fin justifica los medios" ya es doctrina compartida. Si hace falta hundir otro Prestige, se hunde.


Libertad Digital - Opinión

Contrato único y huelga general. Por Valentí Puig

EL alumbramiento de las reformas económicas fundamentales ha ido produciéndose casi con dos años de retraso y aún es pronto para asegurar su concreción real. La reducción del gasto público está en germen, los cambios en el sistema financiero son sólo un esbozo y los inicios de la reforma laboral dependen de un acuerdo en el que ya nadie confía. En los tres casos, en mayor o menor proporción, Zapatero ha dado voz y voto al sindicalismo que hoy le amenaza con una huelga general. No pocos ciudadanos, casi por instinto, suponen que esa huelga general no significaría nada porque UGT y CC.OO. -cada una a su manera- tienen la frágil y endeble condición de los acompañantes de Dorothy en busca del mago de Oz. Pocos consideran que el sindicalismo tenga a día de hoy capacidad significativa de convocatoria.

En casos como el actual, el aumento del paro podría contrarrestarse con acuerdos para que los salarios crezcan menos que los precios o intentando reorganizar la producción para lograr ser más productivos. Esa es una tarea a la que, de haberlos, unos sindicatos de concertación y pacto pueden contribuir no poco. Al contrario: un análisis de FEDEA subraya que en España el crecimiento salarial real ha subido cuando más grave era la crisis. Dicho de otro modo: los acuerdos salariales entre sindicatos y patronal han contribuido al paro. En realidad, las dinámicas más razonables se han producido en los casos en que pudo prescindirse de los convenios del sector.

Elementos que destaca FEDEA: los convenios colectivos afectan al 90 por ciento de los salariados aunque sólo están sindicados entre un 10 y un 15 por ciento; es así que el sindicalismo español de hecho sólo habla en nombre de una parte reducida del mundo del trabajo, y es el que ha tenido pérdidas de empleo limitadas. El método de negociación colectiva es obsoleto y perjudicial, sinónimo de inflexibilidad. En definitiva, los sindicatos han bloqueado la tan esperada reforma laboral, la que daría algo más de oportunidades a los parados y al trabajo temporal. Para la economía y por tanto para la sociedad, lo prioritario es eliminar la dualidad entre contratos fijos y contratos temporales. Para el sindicalismo corporativista y arcaico, el contrato único es un tabú. Para la economía productiva, es causa de más paro.

¿A qué reforma laboral de fuste puede llegarse con tanta dilación y contorsionismo? Para el Fondo Monetario Internacional, esa es la reforma que puede hacer creíble las energías que se pongan en juego para incorporar la economía española a las vías de salida de la recesión. Reducir el paro, salvo que se quiere llegar a la cifra espeluznante de cinco millones de parados. Eso pudiera dar cierta confianza a los mercados, con un «sine quan non» de flexiseguridad. Es una distorsión grave que los trabajadores con nivel de protección obtengan incremento salarial mientras que el trabajador temporal pierde empleo a raudales.

Tiene que dejar perpleja a la ciudadanía constatar que la única respuesta del sindicalismo fuese convocar una huelga general, ese mito caduco que corresponde a la versión más pleistocénica de la lucha de clases. En correspondencia, un presidente de Gobierno superado por la crisis parece tenerle más miedo a ese mito de la protohistoria que a los embates reales de los mercados. Es patente que Zapatero le teme a las reformas. En este momento, el reformismo es el contrato único y la parálisis inmovilista es la huelga general.


ABC - Opinión

Crisis. La contrarreforma laboral. Por José García Domínguez

¿Cómo hacerles comprender que quien debe ser protegido es el trabajador, no el puesto de trabajo?

De creer a El País, Zapatero ultima a estas horas el decreto de la contrarreforma laboral. Grosso modo, ese parto de los montes pretendería universalizar el despido de 33 días por año, frente a los 45 que establecen los contratos indefinidos ordinarios. Ergo, ante cualquier otra alternativa de resultado incierto, el Gobierno, prudente, habría optado por el único fiasco garantizado. Porque ese presunto apaño suyo asegura resultados más que conocidos. Por algo, la sopa de ajo que acabarían de inventar en La Moncloa ya vegeta en nuestra legislación laboral desde hace décadas sin que nadie, ni empresarios ni trabajadores, quiera ingerirla jamás. O sea, de los males, el peor.

Como es norma de la casa, pues, el Adolescente va a embarcarse en otro viaje cosmético a ninguna parte con tal de seguir jugando al gato y al ratón con la realidad. Un autismo, el suyo, que no sólo comparte con esos sindicalistas de camisa abierta, carajillo de anís y puñetazo en la barra del bar, los canónicos por estos lares. Y es que la tropa que con muy generosa licencia semántica llaman "derecha liberal conservadora", en el fondo, piensa exactamente igual. Repárese, si no, en el estupefaciente espectáculo que nos vienen regalando sus cráneos privilegiados desde el jueves pasado. Así que, mejor, aprestémonos a soportar un diluvio de rancia verborrea vacua a cuenta de ese sacrosanto principio tan caro a todos ellos, a saber, el de la famosa defensa de los puestos de trabajo.

En fin, vaya usted a explicarles que la apertura de China al capitalismo y la mundialización han añadido, de la noche a la mañana, 2.400 millones de trabajadores al mercado global. Considérese que entre Estados Unidos, Japón y Europa no sumábamos ni mil millones de almas asalariadas, y se podrá crear un juicio aproximado sobre el limbo donde habita nuestra elite dirigente. ¿Cómo hacerles comprender que quien debe ser protegido es el trabajador, no el puesto de trabajo? Un imperativo colectivo, ése de eludir la concurrencia en miseria salarial y vital con el Tercer Mundo, que sólo lograremos con formación permanente, no con quimeras blindadas de 33 ó 333 días. Lástima que la huelga general de la inteligencia que han proclamado Toxo y Méndez les impida verlo.


Libertad Digital - Opinión

Las tareas de Rajoy. Por M. Martín Ferrand

LOS augurios demoscópicos -¡por fin!- le son propicios al PP.

No sólo Mariano Rajoy puede llegar a obtener mayoría absoluta en 2012, sino que en muchas Autonomías, hoy socialistas, el Gobierno puede ser para los de la gaviota en los próximos comicios. Claro que todo, incluso la victoria política, tiene su trámite. Para que los pronósticos favorables puedan convertirse en victorias concretas se requiere el concurso de los populares e, incluso, el de Mariano Rajoy. A estas alturas de la legislatura y vistos el caos y la pobreza impuestos por José Luis Rodríguez Zapatero, ya no es suficiente con sentarse a las puertas de Génova 13 y esperar el paso de un cortejo funerario.

Son dos las medidas urgentes que le corresponden a Rajoy y su estado mayor si, de verdad, quieren ganar las elecciones que se avecinan en los tres niveles principales de la Administración del Estado. La primera y más urgente es la limpieza general de su propia casa. Son demasiadas las estampas de corrupción y rapiña que presenta el partido en muchas de sus circunscripciones de trabajo y no basta decir, sea o no cierto, que en el PSOE están peor, el gran consuelo habitual de los populares. Gürtel y sus fenómenos parejos han de ser extirpados hasta sus últimos vestigios y complicidades sin esperar la acción de la Justicia. La opinión pública no necesita sentencias para valorar lo que percibe y, por canonizable que fuere Francisco Camps, un aspirante al Gobierno del Estado y a la redención de los males generados por Zapatero, no puede ser simultáneamente el encubridor de un esperpento como el que nos sirven los valencianos.

Otra medida urgente, con valores de llave capaz de abrir las puertas de la victoria electoral, es la expresión clara y rotunda de un programa de Gobierno. Preciso en sus ideas matrices y minucioso en sus detalles. Ya no caben las ideas generales y vaporosas que Rajoy y su pluriempleado equipo económico vienen esgrimiendo en las confrontaciones parlamentarias -pocas- y en los actos de condena -muchos- con que el PP trata de castigar al PSOE. El desmoronamiento de su adversario socialista, verdaderamente penoso, debiera servirle al PP de acicate para escapar de sus defectos y evitar sus vicios. La experiencia demuestra que los buenos propósitos son estériles y que sólo fructifican los planes bien trazados y certificados por su compromiso con la opinión pública.


ABC - Opinión

La flotilla de Hamas

De manera inesperada y sangrienta, la crisis de Oriente Medio se ha agravado tras el enfrentamiento registrado ayer frente a las costas de Gaza, en el que murieron nueve personas y varias decenas resultaron heridas, entre ellas siete soldados israelíes. Al parecer, la llamada «Flota de la Libertad» o «Flotilla humanitaria» no se comportó como tal, sino que recibió con disparos de armas de fuego al Ejército de Israel cuando éste la interceptó de acuerdo a la legislación internacional y no sin antes advertirle que navegaba por aguas que están cerradas al tráfico marítimo por razones de seguridad. De las seis embarcaciones que componían la flotilla, sólo una ofreció violenta resistencia a la intervención militar, a consecuencia de la cual se produjo un intenso tiroteo de trágicas consecuencias.

Ni que decir tiene que es el propio Gobierno de Israel el que debe investigar lo sucedido y aclarar con pruebas y datos todos los extremos. Las autoridades israelíes son las más interesadas en evaluar si la operación militar se ajustó o no a la Ley y si se ejecutó de manera proporcionada. El único país democrático de Oriente Medio no tiene por qué ocultar nada ni justificar lo que no tenga justificación. Así lo hizo a propósito de la última campaña militar en el sur de Líbano, donde la actuación de los mandos militares dejó mucho que desear según una investigación del propio Parlamento israelí. Por tanto, cabe confiar en la transparencia y los mecanismos democráticos de las instituciones israelíes para aclarar lo sucedido en la madrugada de ayer. Mientras tanto, conviene dejar bien sentado que es Hamas, un grupo calificado de terrorista por la ONU y la UE, el que está detrás de esa flotilla presuntamente humanitaria, el que ha fijado su carta de navegación y el que ha tensado la cuerda en aguas cerradas al tráfico para provocar la intervención militar de Tel Aviv. En este sentido, no cabe duda de que Hamas logró ayer un notable éxito de propaganda internacional. Que lo haya conseguido a costa de la sangre de varias personas no debería extrañar a nadie: los terroristas cuentan como victorias las acciones sangrientas en las que participan porque sólo así justifican su razón de ser. Por eso mismo, tanto España como la UE harían bien en no precipitarse a sacar conclusiones y a condenar antes de esclarecer lo sucedido. El Gobierno de Madrid y Bruselas tienden, de manera habitual, a otorgarle el beneficio de la duda a Hamas y negárselo a Israel, lo cual es tan inaceptable como si Tel Aviv se pusiera del lado de los terroristas de ETA o del IRA en vez de apoyar a los gobiernos democráticos. Es muy deplorable y dolorosa, sin duda alguna, la muerte de personas, pero que nadie se llame a engaño: lo que se dirime en el conflicto de Oriente Medio es la pervivencia de la libertad y los derechos democráticos sobre el terrorismo islamista y las dictaduras teocráticas y sangrientas. El enemigo de la ayuda humanitaria a los palestinos no es Jerusalén, sino el régimen iraní, que alimenta a los brazos armados de Hamas y Hezbolá, desafía a la comunidad internacional con la amenaza nuclear y despliega todos sus recursos para organizar flotillas «pacifistas» con armas de fuego a bordo.

La Razón - Editorial

No caigamos en la trampa de Hamas

Todo indica que ha sido un enfrentamiento buscado a propósito en el que los "pacifistas" iban armados y poseían un plan bien delimitado de cómo provocar primero y explotar después la tragedia. Nada nuevo.

El triste episodio del buque Mavi Marmara vuelve a traer a la primera plana de la actualidad el asunto de Gaza, muy olvidado por los medios de comunicación desde hace año y medio, pero no por ello inexistente. Esta vez lo que ha hecho estallar la chispa ha sido un convoy de ayuda humanitaria que se dirigía desde Turquía al puerto de Gaza y que, poco antes de llegar a su destino, ha sido interceptado por la Armada israelí que pretendía, sin portar armas, hacer un registro del cargamento. Al final, la refriega entre los tripulantes y los militares se ha saldado con una decena de víctimas mortales.

La prensa adicta a la causa palestina y los terminales mediáticos con los que cuenta Hamas en Oriente Próximo han desplazado el centro del debate a una supuesta carnicería gratuita a la que se han entregado con delectación las tropas israelíes. Haciendo esto han ocultado arteramente la naturaleza y las intenciones del convoy, así como la verdadera ayuda humanitaria que sí que entra en la franja de Gaza todas las semanas desde Egipto y el territorio israelí. No existe bloqueo alguno sobre la franja más allá del impuesto sobre el tráfico de armas, extremo perfectamente comprensible habida cuenta del uso que los terroristas de Hamas –dueños y señores de Gaza– le dan a las mismas.

Que en Gaza se puede comprar casi cualquier alimento dan fe estas fotografías tomadas recientemente y los sucesivos cargamentos que transitan por los puestos de control israelíes, un millón de toneladas en el último año y medio. Estamos, por lo tanto, ante una grandísima falacia –la del bloqueo israelí– que no se sostiene bajo ningún punto de vista, ya sea éste propalestino, proisraelí o neutro. En Gaza no hay hambre y la asistencia médica está muy extendida. Como prueba de ambas afirmaciones no hay más que tomar los 73 años de esperanza de vida que tienen sus habitantes.

Entonces, ¿por qué la flotilla? ¿Por qué un enfrentamiento armado y un rosario de muertos que a nadie, a excepción de los que viven de este conflicto, interesa lo más mínimo? La razón es simple. El islamismo y su entusiasta partícipe la izquierda radical de Occidente necesitan nuevas pruebas de sangre que apuntalen sus prejuicios antijudíos y su deseo expreso de que Israel desaparezca del mapa. A bordo del Mavi Marmara el papel de los primeros lo ejerció la banda islamista turca "Insani Yardim Vafki", y de los segundos la ONG española "Cultura, Paz y Solidaridad", uno de cuyos miembros transmitió vía internet la "resistencia" que los terroristas iban a oponer al asalto israelí.

Todo indica que ha sido un enfrentamiento buscado a propósito en el que los "pacifistas" iban armados y poseían un plan bien delimitado de cómo provocar primero y explotar después la tragedia. Nada nuevo. Conociendo los antecedentes de casos sangrantes de manipulación como el del niño Mohammed Al Durah, el del Cruce de Netzarim o el del nunca demostrado genocidio de Jenin, lo único que cabe concluir es que este del Mavi Marmara es un muestra más –tan sangrienta como de costumbre– de cuáles son las intenciones y los métodos de Hamas y sus aliados. Sería un error caer en una trampa tan bien tejida, dispuesta más para consumo extranjero que propio y en la que, más que Israel, el que debe una explicación es Turquía, un Estado presuntamente laico y candidato a entrar en la Unión Europea.


Libertad Digital - Editorial

Nobleza y tragedia. Por Hermann Tertsch

AYER fue un día intenso y propio para el abatimiento que parece extenderse en estos tiempos. Para todo el mundo y nunca mejor dicho. Dan ganas de dimitir de todo. Por náuseas o agotamiento. Ha dimitido el jefe del Estado alemán, Horst Köhler, porque su dignidad le impedía aceptar las críticas que recibió por decir verdades. Simplemente la verdad de que nuestra guerra en Afganistán responde también a nuestros intereses y no es buenismo puro, como algún buenista cínico aún pretende por nuestros lares. Como alguna ministra por aquí insiste en mentir. Nuestros intereses de todo tipo, sea seguridad, economía o equilibrio, dependen de aquella guerra en la que estamos. Todo lo que niegue aquello es mentira. Pero la mentira resulta popular. Por lo tanto, la espectacular y sorprendente dimisión de Köhler le honra a él, a su país y a una cultura política que el analfabetismo y la zafiedad de los nuevorricos rampantes siempre ignorarán porque no entienden. Les es totalmente ajena.

Pero ha habido tambien una tragedia este lunes. Una enorme tragedia. Unos provocadores que desafían a un Estado en guerra permanente como es Israel han tenido un gran éxito. Han logrado lo que querían, que no era llevar cuatro paquetes a Gaza, sino desafiar al Estado de Israel para intentar aislarlo más. Ahora que parece que un presidente norteamericano flirtea más con otros países de la región. Ahora que creen a Israel más vulnerable. Ahora que saben que la Turquía de Erdogan, el amiguete de nuestro Gran Timonel, Rodríguez Zapatero, hace manitas con Siria y con el Irán de Ahmadineyad. Con los estados más totalitarios del mundo después de Corea del Norte y China. Esa China, por cierto, que da recomendaciones a nuestro presidente. Corea del Norte, China, Siria e Irán, una compañía estupenda. Entre los cuatro ejecutan al año a más gente, culpable de algo o perfectamente inocente, que todo el resto del mundo.
Todavía no tenemos todos los datos del incidente que ayer produjo esta tragedia, que sin duda se va a aprovechar para lanzar una campaña contra Israel y los judíos. Los judíos nazis, como nos llaman por ahí. Incluso a mí, que no soy ni judío ni nazi, aunque me honro profundamente de ser un conmovido y encendido defensor del pueblo de Israel, el pueblo que mejor sabe entender y transmitir a las generaciones posteriores sus experiencias milenarias.

Pero claro está que unos turistas del ideal, según termino del brillante y lúcido escritor y periodista catalán Ignacio Vidal Folch, aliados con los peores fanáticos del islamismo militante, montaron una excursión -que llamaban por supuesto operación pacifista y humanitaria- que era una provocación directa y flagrante contra Israel. Y han logrado su objetivo. La costa de Gaza es territorio ocupado. Los turistas del ideal podían haber ido a Egipto, dejar allí sus ayudas, que suponen una ridícula aportación frente a la que Israel hace semanalmente a ese territorio de autodestrucción y fanatismo que es Gaza. Pero no. Había que buscar el enfrentamiento con el Estado de Israel. Pues lamentablemente lo han conseguido. Es una tragedia. Pero si entran por Gaza estos supuestos pacifistas que son enemigos de Israel, se habría abierto el flujo de armas, no por túneles desde Egipto, sino por mar, gracias a europeos y turcos aliados de Hamas. Y protegidos por esa extraña alianza que por desgracia el Gobierno de Erdogan en Ankara está creando con Siria e Irán. Y por tanto con Hizbullah y con Hamas. Es decir, con las peores organizaciones terroristas que no sólo amenazan a Israel, sino que nos amenazan a toda Europa. Y, no les quepa duda, en primer lugar a España.

Pero que nadie olvide que ese Estado, Israel -como el nuestro mucho antes-, se ha creado en tragedias. Y mucho mayores que la de ayer. Israel sabe que no puede perder nunca porque desaparecería. Ojalá, término árabe, fuéramos todos tan conscientes de nuestra seguridad como Israel. Podríamos tener un poco más de esperanza para el futuro de nuestros hijos.


ABC - Opinión