viernes, 16 de julio de 2010

Debate. Del vicio al crimen. Por Agapito Maestre

Quien dijo que el crimen no tenía moral, en mi opinión, se equivocó, y si no miren el Estatut y el "Estado" de la inexistente unidad de España.

El debate del "estado de la nación" ha dejado claro, según el convencionalismo periodístico al uso, que Zapatero es un killer de la política y Rajoy un buen parlamentario. Eso significaría que Zapatero tendría muchas posibilidades de agotar la legislatura, e incluso remontar sus bajísimos niveles de aceptación popular, y Rajoy correría serios peligros antes de alcanzar la presidencia del Gobierno. Puede que así sea; pero mientras todas esas zarandajas de tipo "electoral" pasarán e incluso cambiarán sin remedio, hay algo que nunca deberíamos olvidar de estas tristes jornadas en el Congreso de los Diputados. Las sesiones del 14 y 15 de julio serán históricas, porque se ha institucionalizado un crimen.

No, no me refiero al posible asesinato "político", retórico y formal que, una vez más, perpetró Zapatero contra Rajoy, especialmente al ejercer el turno de las réplicas y las duplicas. Sería más que fácil, extremadamente irónico, comentar el debate parlamentario refiriéndome al enfrentamiento dialéctico entre un killer y un pasmao de la secta política, pero prefiero hablar, más que nada por motivos estéticos y éticos, del crimen que anima ese intercambio de palabras y discursos, que descalifican a sus propios usuarios y desprecian a sus representados. Hablo, en verdad, de crimen y no de un vicio o defecto del que un político depredador o estulto puede lamentarse más o menos sinceramente.


Los socialistas y populares ya no se lamentan de ese vicio que corroe a España, desde la transición hasta hoy; a saber, soportar, pastelear y sufrir con resignación a los nacionalistas y separatistas, sino que se ponen al frente de sus "causas". "Del vicio al crimen" así titularía yo el debate parlamentario de esta semana. La casta política de los dos grandes partidos ha pasado de la queja a la defensa de un crimen, de considerarse chantajeada por los nacionalistas y separatistas, en las últimas décadas, ha transitado a defender con ardor la causa criminal de los nacionalistas contra España. Ésa es, en mi opinión, la esencia, lo que permanecerá de ese debate en el futuro. Con toda razón, decía un titular de El Mundo, ganan todos, "pierde España"; cierto, aunque quizá sería mejor decir "muere, un poco más, España", o mejor, "muerta España, dominan los criminales.

La principal prueba de ese crimen está a las vista de todos: Nadie en las Cortes Española pone en cuestión el Estatut de Cataluña. El Estatut mata a España, sin embargo, nadie, nadie, nadie se queja del crimen. He ahí la fuerza, la virtud interior, del crimen frente al vicio. Mientras que el vicioso se lamenta de su hábito, el criminal se enorgullece de su crimen. Todo crimen, como dijo Santayana, tiene su virtud interior; lo ocultamos celosamente, con un terror que en parte es amor; o, si se descubre y estamos obligados a confesarlo, lo hacemos con cierta vehemencia de orgullo desafiante. Tan verdad es que Rajoy lo oculta con terror como que Zapatero lo impone desafiando, o mejor, traicionado a su propia nación.

Quien dijo que el crimen no tenía moral, en mi opinión, se equivocó, y si no miren el Estatut y el "Estado" de la inexistente unidad de España. Santayana vuelve a tener razón: "La moralidad interior del crimen aparece claramente cuando el criminal no es un individuo aislado, sino una banda o una secta o una nación. Dentro de esa sociedad, el más intrépido criminal es el hombre más virtuoso". Rosa Díez fue la excepción de esa regla terrible que institucionaliza el crimen contra España; sí, fue la única que le dijo la verdad al virtuoso criminal: "Zapatero ha liquidado con este Estatut la unidad política española".


Libertad Digital - Opinión

La moción de censura. Por M. Martín Ferrand

El problema reside en que los dos grandes líderes españoles, los que deciden hasta los nombres del TC están cruzados.

SANTA Bárbara y Lord Acton, cada cual en su estilo y en su reino, son buenos para recordarles cuando truena. La primera suele venírsenos a la memoria de los artilleros el cuatro de diciembre, su trono en el santoral, y el segundo cuando la vida parlamentaria se obstruye por la rigidez de las posturas de quienes la protagonizan. El verdadero autor del aforismo con más padres entre todos los que integran los dichos políticos al uso —«El poder corrompe, el poder absoluto corrompe absolutamente»— dejó escrito que «el objetivo de la minoría en la oposición es expulsar a la mayoría del poder y el de la mayoría es mantener su dominio sobre la oposición». Tomando como reglamento tan sabio y viejo principio, debemos reconocer que, en el Debate sobre el estado de la Nación, los dos grandes partidos cumplieron con su función canónica. Ahora bien, concluida la función, ¿cabe sacar alguna conclusión de aplicación práctica?

Según Mariano Rajoy, José Luis Rodríguez Zapatero no está en condiciones de gobernar y lo que debiera, para bien servir a España, es «disolver el Parlamento y convocar elecciones anticipadas». A tan platónica y vaporosa solicitud, tan legítima como inane, respondió el presidente del Gobierno provocando a su principal oponente a presentar una moción de censura, pero «para eso hay que tener un programa y el valor de explicarlo». El problema reside en que los dos grandes líderes españoles, los que en función del exceso partitocrático deciden a pachas quién es el alcalde de Albacete, el presidente de Aragón, los diputados y senadores que mayoritariamente pueblan las dos Cámaras y hasta los nombres del CGPJ y el TC, están cruzados. Rajoy parece mejor dotado para ejercer la presidencia y Zapatero para encabezar la oposición, pero no fue eso lo que sentenciamos los ciudadanos en las últimas legislativas y, en eso no le falta razón a Zapatero, la moción es el camino para un nuevo reparto de papeles.

Cuando a Rajoy se le menta la hipótesis de una moción de censura, crispa el gesto como lo hacía la niña de El exorcista, pero ese es el camino reglamentario para expulsar a Zapatero de La Moncloa antes de las próximas legislativas. Es más, aún en la seguridad de salir escaldado del intento, entra en la responsabilidad del líder de la oposición el hacernos saber, con detalles, su plan alternativo. Zapatero no merece la confianza de Rajoy; pero, ¿cuál es el proyecto concreto de Rajoy para que los demás le otorguemos la nuestra? Mientras no se cumpla ese trámite, o lleguemos al otoño de 2012, el PSOE estará en su derecho de «mantener el dominio» sobre la oposición.


ABC - Opinión

Aborto. ¿La diferencia son vidas?. Por Guillermo Dupuy

No conozco un solo caso de una mujer que alegando "perjuicios psíquicos" no haya podido abortar con total tranquilidad. La diferencia está en que ahora esos abortos se podrán perpetrar sin tener que recurrir al coladero de la hipócrita ley anterior.

Los partidarios de la suspensión de la nueva ley del aborto durante el tiempo en el que el Tribunal Constitucional decide si es o no acorde a nuestra Carta Magna alertan sobre el "daño irreparable" que supondría aplicar esta ley si luego el Alto Tribunal dictaminara su inconstitucionalidad. Lo cierto es que, con excepción de los abortos que ahora se pudieran perpetrar en embarazadas menores de edad sin conocimiento de sus padres, no hay ninguna diferencia respecto a la ley anterior en lo que a la protección de la vida del no nacido se refiere.

Hasta la entrada en vigor de la nueva ley, a cualquier mujer le bastaba alegar que el nacimiento de su hijo le podía acarrear "perjuicios psíquicos" para poder acabar con su vida en el seno de su vientre. Yo no conozco un solo caso de una mujer que alegando este motivo no haya podido abortar con total tranquilidad. La diferencia está en que ahora esos abortos se podrán seguir perpetrando sin tener que recurrir al coladero que les permitía la hipócrita ley anterior. Vamos, que la diferencia está en si hay que rellenar o no casillas en el momento en el que se solicita ese criminal eufemismo que constituye la "interrupción voluntaria del embarazo".


Es cierto, tal y como ya reconocí, que la diferencia entre ambas leyes sí se puede cifrar en vidas si tenemos en cuenta los abortos en embarazadas menores de edad sin consentimiento y conocimiento de sus padres. Sólo por esas vidas estaría justificada la suspensión de la nueva ley. Sin embargo, no por ello me resulta menos hipócrita la actitud de un partido como el PP que ha terminado siendo condescendiente con una ley que sí permitía acabar con los no nacidos cuando sus madres eran mayores de edad. Estas criaturas son "abortables" aunque el Constitucional hubiera suspendido la nueva ley, como lo seguirían siendo aunque luego la declarara inconstitucional. Sólo basta alegar, insisto, en que el nacimiento de la criatura constituye un riesgo para la salud psíquica de quien la engendró para poder acabar con su vida.

Por otra parte, me parece sorprendente que el PP, si cree que lo que está en juego son vidas, todavía confíe en que el mismo tribunal, que evidentemente no las ha tenido en cuenta al no querer suspender la nueva ley, termine declarándola contraria a nuestra Ley de Leyes. Claro que, bien pensado, no será la primera vez que vemos cómo, en una sentencia del Constitucional, el vicio rinde homenaje a la virtud.


Libertad Digital - Opinión

El cadáver que anda. Por José María Carrascal

Los dos próximos años serán aún más peligrosos política que económicamente. Que ya es decir.

¡QUÉ poco nos ha durado la alegría! No se habían apagado los ecos de la fiesta del fútbol, y ya estábamos de nuevo enzarzados en la pelea cainita, diría más feroz que nunca. El último Debate sobre el Estado de la Nación se convirtió muy pronto en debate sobre el estado de las nacioncitas españolas, que quieren ser naciones y que están que trinan porque el Tribunal Constitucional no se lo permite. Durán Lleida se quitó la careta de hombre de Estado español, para arremeter contra Zapatero por haberlo consentido. De lo menos que habló fue de la crisis económica, cargando en cambio contra esa sentencia. Hoy se ve claro que lo que buscaban era cambiar la Constitución a través del estatut, con la connivencia de Zapatero. Al no conseguirlo, arremeten contra él, aunque dejándole la posibilidad de que lo consiga usando sus poderes ejecutivos. Otro tanto puede decirse de los nacionalistas vascos, con su eterna demanda de nuevas transferencias, sean o no constitucionales o lesivas para el conjunto de la nación. Y lo más grave es que Zapatero sigue dispuesto al diálogo con ellos, dice que les comprende y da a entender que el cerrojo del TC puede abrirse a través de «normas», dictadas por decreto. Concretamente, la pretensión catalana de tener su propia justicia, al margen y a la altura de la española. O sea, su «Estado de Derecho».

Al fondo de todo ello está aquella maldita frase de «os daré lo que me pidáis», que Zapatero pronunció en el Palau Sant Jordi, cuando él no puede dar lo que es anticonstitucional. Entonces engañó a España con los nacionalistas catalanes. El TC le ha obligado a engañar a los nacionalistas catalanes con España. Y ahora se dispone a engañar de nuevo a España con los nacionalistas.

Ayer les decía que Zapatero es, políticamente, un cadáver. Pero les advertía que es un cadáver que anda, lo que le hace doblemente peligroso. Sabe que del PP y de la auténtica izquierda, a la que ha traicionado, no puede esperar ayuda. Sólo le quedan los nacionalistas. Pero los nacionalistas no se contentarán esta vez con promesas. Quieren realidades. Y ya sabemos la última realidad que buscan los nacionalistas: dejar de ser españoles. Con menos que eso no van a contentarse. Es lo que van a exigir a Zapatero para permitirle seguir gobernando.

Y Rajoy, a todo ello, sin enterarse, con su rimbombante discurso de siempre, pidiendo a Zapatero que se vaya. Cuando todos sabemos que ni se va, porque ya no tiene nada que perder, ni los nacionalistas le dejarán irse, porque es el único que puede darles su nación. Quiero decir que los dos próximos años serán aún más peligrosos política que económicamente. Que ya es decir.


ABC - Opinión

Debate. En la inopia. Por Florentino Portero

Dejamos que los políticos de la Transición configurasen un sistema de partidos que se caracterizan por la falta de democracia interna y ahora padecemos sus resultados. Viven para sus intereses.

Mientras los analistas de política interior valoran el Debate sobre el Estado de la Nación, si Rajoy ganó y por cuánto, el español de a pie ve con resignación que todo sigue igual. Ya sabíamos que Zapatero es un irresponsable, un mentiroso, alguien carente del menor pudor intelectual y, por lo tanto, capaz de decir una cosa y la contraria. Ahora, con la ayuda de Rajoy y otros destacados parlamentarios, lo hemos podido corroborar. Bien está. Pero lo importante, lo que realmente nos afecta, que es cómo salir de la gravísima crisis económica en la que nos encontramos y cómo rehacer una Constitución violada por el Gobierno y el Tribunal Constitucional, eso ha quedado fuera del interés de sus señorías.

El tiempo pasa y el Gobierno no es capaz de proponer un Plan de Estabilización que nos permita salir de la situación de insolvencia en la que nos encontramos. Nuestro presidente se limita a adoptar las medidas que le imponen desde el exterior, pero sin la premura ni la coherencia política que la situación exige.

Mientras por estos lares vivimos entre el subidón de autoestima del Mundial y la depresión por un presente con cinco millones de parados y un futuro incierto, en Bruselas y en las grandes capitales europeas se trabaja para perfilar el futuro de la Eurozona. ¿Cómo es posible que nuestros parlamentarios vivan de espaldas a esta realidad, a un proceso político de enorme trascendencia para el proceso de integración europea y, sobre todo, para nuestra economía y ese conjunto de servicios públicos a los que hemos dado en llamar "estado de bienestar"? ¿Qué va a ser de nuestras pensiones? ¿Cómo se va a ver afectada nuestra sanidad? Lo único seguro es que tendremos que enfrentarnos a ajustes drásticos.

Dejamos que los políticos de la Transición configurasen un sistema de partidos que se caracterizan por la falta de democracia interna y ahora padecemos sus resultados. Viven para sus intereses. Uno trata de aguantar y corteja descaradamente a los nacionalistas para lograrlo. El otro intenta desgastar al partido en el Gobierno para asegurarse un vuelco electoral. Pero, ¿quién se ocupa de hacer frente a nuestras crisis constitucional y política?


Libertad Digital - Opinión

Caballo de Troya. Por Ignacio Camacho

El Estatuto es la obra maestra de Zapatero, un monumento a la improvisación y la irresponsabilidad.

EL Estatuto de Cataluña es la obra maestra de Zapatero, el epítome que compendia como un prontuario su deslavazada forma de gobernar y su frívolo estilo político. Un monumento a la improvisación, a la incoherencia y a la irresponsabilidad; un resumen perfecto de su relativismo intelectual, de su engañosa charlatanería, de su deslealtad constitucional y de su difuso concepto de la nación española. También de su desmañada torpeza legislativa, de su tendencia al apaño circunstancial y a la finta táctica, de ese incompetente manejo de las técnicas de gobierno que no sólo crea problemas donde no los hay sino que aumenta los nuevos con una maraña de rectificaciones y enredos. Convertido por su ineptitud en un lío sin final previsible, el Estatuto condiciona la política de alianzas, el modelo de Estado y quizá la duración real del mandato zapaterista.

Por esa posición cenital que ocupa en su ya menguado proyecto, el presidente mencionó la cuestión catalana como primera prioridad en el Debate sobre el estado de la Nación —¿de qué nación?—, por delante de la recesión económica y de la crisis financiera. Lógico: es lo que más le preocupa, habida cuenta de que a punto de perder la hegemonía andaluza es en Cataluña donde aún puede aspirar a una cierta ventaja electoral respecto al PP. En realidad, todo el descalzaperros estatutario obedece desde el principio a un mero cálculo tacticista de su diseño de poder, que se le ha complicado por incapacidad para manejarlo con una mínima coherencia. Ahora su principal afán consiste en recuperar credibilidad como privilegiado cómplice del soberanismo, un rango que ha quedado en solfa tras el alboroto de la sentencia; los nacionalistas se distancian de él por estrategia electoralista y Montilla se le rebela con furia suicida en un desaforado galope hacia el abismo. Para Zapatero, cuya política esencial consiste en hacer todo lo posible, y al precio que sea, para que le quieran, no hay peor drama que contemplar cómo le dejan de querer.

Para evitarlo no le importa subvertir la legalidad que está obligado a defender y respaldar; de hecho es lo que lleva seis años haciendo al propiciar una reforma encubierta de la Constitución que ahora, fracasada la deriva estatutaria, pretende llevar a cabo mediante leyes orgánicas. En cualquier otro hombre de Estado habría resultado sangrante el lamento que dejó caer en la tribuna sobre el recurso del Estatuto y su sentencia; lo que dijo significaba que hubiese preferido que prevaleciese una ley inconstitucional. En él, sin embargo, resulta de una naturalidad desalentadora; él mismo nos ha acostumbrado a verlo como un deconstructor del sistema. Y las escasas instituciones que aún permanecen sin desguazar parecen sombrías casandras tratando de advertir en vano contra el caballo de Troya.


ABC - Opinión

Debate. Zapatero y el mau-mauing catalanista. Por Cristina Losada

Así estuvo Zapatero ante el mau-mauing catalanista en el debate: firme en su entrega al soberanismo y nulo en la defensa de la Nación común. Qué sorpresa.

Cómo ciegan los mitos. No hay más que ver a Zapatero en sus escenas de adulación a los catalanistas durante un debate que se pretendía sobre el estado de la Nación, un término que evitó emplear, por ser ajeno a su cosmología. A las amenazas secesionistas, a los ataques a la sentencia del TC, a los anuncios de desacato, el presidente fue respondiendo con suprema comprensión, con tremenda sensibilidad, con el servilismo de los que se sienten fascinados por quienes pueden cortarles la cabeza. Como si de algo fuera a servir rebajarse ante los que nunca se contentarán y, además, le desprecian. Pero la fascinación le puede. Viene de lejos.

Algunos no se enteran. Un diputado, miembro de la parroquia mentada, reprochó a Zapatero la "larga tradición jacobina" de su partido. ¿Jacobina? Quiá. El PSOE que conocemos desde las postrimerías del franquismo –aunque entonces más bien lo desconocíamos– no ha hecho honor a tal apelativo: todo lo contrario. Los socialistas fueron colonizados por el nacionalismo. Se hicieron devotos de ese dogma según el cual, los auténticos y genuinos representantes de catalanes y vascos ("identidades fuertes") son los partidos nacionalistas o, andando el tiempo, las propias sucursales conversas. Con Zapatero ha culminado ese viaje retro y su partido se encuentra en las mismas antípodas del jacobinismo que De Maistre. El ciudadano español no existe.


La genuflexión del presidente llevaba las trazas patéticas y grotescas que Tom Wolfe descubrió en aquella flor y nata de la intelectualidad que se reunió en casa de Leonard Bernstein para adorar a los Panteras Negras, una pandilla dirigida por gangsters y proxenetas. La fascinación suicida y el mito. Ese mito acunado en conciertos de Raimon y Llach a los que no asistieron. El mito que Zapatero expresaba al proclamar: "yo admiro a la sociedad catalana". ¿Qué admira en ella? ¿Acaso el alto índice de fracaso escolar, la corrupción transversal, la deuda gigantesca, la expulsión de la lengua común de las aulas, las multas lingüísticas, la prensa del Movimiento, la exclusión de los no nacionalistas? Pero no saquemos defectos, proscribamos la crítica, dispensemos sólo alabanzas, incienso y oro y mirra.

Así estuvo Zapatero ante el mau-mauing catalanista en el debate: firme en su entrega al soberanismo y nulo en la defensa de la Nación común. Qué sorpresa.


Libertad Digital - Opinión

Aborto irreversible

El derecho a la vida proclamado por la Constitución e interpretado por la propia jurisprudencia del TC es el fundamento previo a cualquier otro derecho.

EL TC ha perdido una nueva oportunidad para demostrar su independencia y capacidad de aplicar la Constitución atendiendo a su espíritu genuino y no solo a criterios formalistas. Al rechazar la suspensión cautelar de la ley del aborto con el argumento de que no está prevista para las leyes estatales, el TC desconoce la finalidad del recurso de inconstitucionalidad como garantía en un asunto de máxima relevancia moral y jurídica como es la defensa de la vida del nasciturus. Es evidente —y así lo reflejan los votos particulares— que los efectos de la puesta en marcha de esta ley serán irreversibles, aunque en su día el Tribunal llegue a declarar su inconstitucionalidad. Un asunto de naturaleza patrimonial puede ser objeto de reparación, pero nadie podrá devolver la vida a unos seres indefensos. Por lo demás, las dilaciones excesivas a la hora de dictar sus sentencias y el proceso de renovación de los magistrados, con resultados todavía inciertos hacen prever que pasará demasiado tiempo antes de que se dicte una decisión jurisdiccional.

El derecho a la vida proclamado por la Constitución e interpretado por la propia jurisprudencia del TC es el fundamento previo a cualquier otro derecho. Su protección jurídica debe tener en consideración esas características especiales que alteran en este caso específico la presunción de constitucionalidad que se aplica a otras leyes del Estado. El deterioro que sufre el Tribunal solo podrá superarse si los magistrados hacen honor a la alta responsabilidad que les atribuye el ordenamiento jurídico. En efecto, no se trata de un órgano administrativo obligado a aplicar la ley de forma mecánica, sino de un intérprete supremo que debería haber considerado los sólidos argumentos de un recurso que pretendía paralizar una ley injusta.

ABC - Editorial

Reprobación y hundimiento virtual de ZP. Por Antonio Casado

La comunicación no verbal del presidente del Gobierno nos puso ayer por la mañana frente a un político agonizante. Sus asesores de imagen deben haberse tomado las vacaciones por anticipado. “Un muerto que habla”, oigo a mi lado. Terrible la frase del colega. Pero la frase se hizo carne al ver a Zapatero envejecido, agotado, somnoliento y con unas ojeras hasta los pies, mientras braceaba entre argumentos y palabras de réplica a Rosa Díez, Uxue Barcos, Carlos Salvador, etc., en el tramo final del debate sobre el estado de la Nación tras la dura jornada del miércoles.

En cuanto a la comunicación verbal, propia de los templos de la palabra, como el Parlamento, Zapatero ha perdido la ocasión de reinventarse como personaje del drama. Las recurrentes embestidas contra el PP no curan el estupor de sus electores, que siguen esperando explicaciones creíbles al frenazo en sus compromisos con los más débiles. ¿Y eso como computa en la batalla por el poder? Eso ya necesita de precisiones contables.

Me dicen en el entorno de Mariano Rajoy que el debate ha sido una cuestión de confianza encubierta que el presidente del Gobierno ha perdido por goleada. Hombre, sería más propio hablar de reprobación virtual (la cuestión de confianza la plantea el afectado y no ha sido el caso), pero se entiende la idea. A Zapatero le han apedreado por la izquierda y por la derecha, pero de aquella manera. Como un campeón de boxeo que retiene el título aunque le machaquen en un combate de exhibición.

El título no está en juego. Y no lo estará hasta la primavera de 2012, salvo improbable desfallecimiento del titular (elecciones anticipadas). O paso al frente del aspirante (moción de censura), que tampoco parece una hipótesis manejable a corto o medio plazo. Así que tendrán que seguir toreando de salón los conjurados para destronar a Zapatero. Su hundimiento es sólo virtual. Tan virtual como en las encuestas, en las tertulias y en los pregones de la cuenta atrás, tantas veces desmentidos luego por el BOE.

Lo de estas dos últimas jornadas en el Congreso de los Diputados, por ir al ejemplo que nos ocupa, no pasa de ser una representación. Muy dura, eso sí, como se reflejaba ayer en el rostro del protagonista. El agonista, que diría Unamuno, al verle ojeroso y adormilado en los últimos lances del debate.

En esta ocasión, además, se ha suprimido la votación en caliente de las resoluciones. Los grupos pueden presentarlas hasta las 14.00 horas de hoy, pero sólo podrán votarse a partir del martes que viene y, al no ser vinculantes, ni siquiera sirven para obligar al Gobierno a actuar de conformidad con las mismas.


El Confidencial - Opinión

Aborto: una ley abiertamente inconstitucional

El Tribunal Constitucional ha sido irremediablemente prostituido por los partidos y sus pronunciamientos han dejado de ser jurídicos para convertirse en una patética plasmación de lo que ordenan los políticos a quienes deben el puesto los magistrados.

Cuando se alega que hay leyes que deberían derogarse porque "no han conseguido nada" a la hora de reducir el comportamiento que castigan, se suele responder que no por el hecho de que se siga asesinando debe legalizarse este crimen. Sin embargo, eso es precisamente lo que se ha hecho con el aborto en España. Tras el escándalo que supuso la revelación de que algunas clínicas abortistas mataban nasciturus de hasta ocho meses perfectamente viables con técnicas tan brutales como la de aplastar cabezas, el Gobierno de Zapatero decidió impulsar una nueva ley que redujera los riesgos legales que afrontaban... esas clínicas.

Esta ley socialista, cuya base argumental parece reducirse a los sesudos "nosotras parimos, nosotras decidimos" y aquello de que el feto "es un ser vivo, pero no un ser humano", incumple la famosa sentencia 53/85 del Tribunal Constitucional al eliminar la necesidad de ajustarse a los tres supuestos que ésta contemplaba para despenalizar el aborto en las primeras 14 semanas de gestación. Al relajar las condiciones por las que se puede abortar legalmente cabe esperar que los casos aumenten; si se reduce el precio, que en este caso es el riesgo legal, aumenta la demanda. Por tanto, era razonable pedir la suspensión de una ley cuya constitucionalidad, por decirlo suavemente, está en entredicho y cuya aplicación produciría daños irreversibles, y más cuando éstos afectaban al derecho, que este sí lo es, a la vida.

Sin embargo, el Tribunal Constitucional ha decidido rechazar la petición de que se suspendiera la aplicación de la ley. A la espera de los autos y votos particulares, parece claro que los magistrados han aceptado el argumento de la Abogacía del Estado de que, tras la derogación del recurso previo de constitucionalidad de las leyes orgánicas, el TC sólo podía suspender una ley aprobada en el Parlamento en casos muy tasados, entre los que no se encontraba éste. Sin embargo, esta ley afectaba a derechos fundamentales, en concreto el derecho a la vida, y sus consecuencias son claramente irreversibles, no sirviendo los argumentos empleados en casos como el del traslado de los papeles de Salamanca a Cataluña.

En cualquier caso, sólo hay que emplear el sentido común para lamentar la decisión del Constitucional. Si, para horror de Zapatero y Aído, encontrara inconstitucionales preceptos como el que permite abortar libremente antes de las 14 semanas o el que permite a menores de 16 y 17 años no informar a sus padres siempre y cuando lo justifiquen –precisión que se añadirá al supuesto de "salud psíquica de la madre" como el fraude de ley más habitual en España–, ¿cómo podrá reparar todas las vidas perdidas desde el 1 de julio hasta que lleguen a esa conclusión?

Los cuatro años que han transcurrido hasta la sentencia del estatuto catalán y esta lamentable decisión deben servirnos para concluir la conveniencia de recuperar el recurso previo de inconstitucionalidad, mediante el cual las leyes orgánicas aprobadas en el parlamento no se aplicaban hasta que el TC no resolviera. De este modo se evitaba que leyes que afectaran a derechos fundamentales o a la estructura del Estado se pusieran en funcionamiento sin haber sido examinadas por el tribunal.

En cualquier caso, quizá valiera de poco ante la constatación de que el Tribunal Constitucional ha sido irremediablemente prostituido por los partidos, y que sus pronunciamientos han dejado de ser jurídicos para convertirse en una patética plasmación de lo que ordenan los líderes políticos a quienes deben el puesto los magistrados. Si alguna duda quedaba, la sentencia del estatuto la habrá disipado ya. Poca esperanza hay, por tanto, de que el TC considere inconstitucional incluso aquellos puntos que contradicen abiertamente su propia jurisprudencia. Ya encontrarán excusa.


Libertad Digital - Editorial

Guiño nacionalista de Zapatero

Zapatero ha dejado claro que prefiere transigir su debilidad con los nacionalistas. Cualquier cosa antes que ofrecer a la sociedad un acuerdo responsable con el primer partido de la oposición.

PARA Rodríguez Zapatero, el Debate sobre el estado de la Nación ha sido la ocasión que necesitaba para escenificar sus necesidades políticas y las soluciones que propone para satisfacerlas. Sabe que tiene un problema de mera supervivencia, que no tiene ya capacidad de convicción ante los ciudadanos y que la evolución de la crisis no le va a dar márgenes de maniobra para una resurrección política milagrosa. Sobre estas bases, Rodríguez Zapatero recuperó en el Congreso la esencia de lo que fue su acceso al poder y volvió a ponerse en manos de los nacionalismos. Esta historia es la de 2004, con la diferencia de que entonces partía con la autoridad de una victoria electoral inesperada frente a un PP convertido en bestia negra de los demás grupos; y ahora es el presidente de Gobierno con el peor balance económico y político de la historia de la democracia. Antes que buscar la novedad de un pacto de Estado con el PP para la recuperación de la economía y las grandes reformas estructurales que se necesitan, Zapatero ha dejado claro que prefiere transigir su debilidad con los nacionalistas. Cualquier cosa antes que ofrecer a la sociedad un acuerdo responsable con el primer partido de la oposición.

Para los nacionalistas, la situación de Rodríguez Zapatero es una oportunidad inmejorable para recolocarse en Cataluña y el País Vasco. Un presidente de Gobierno precarizado es una condición de partida muy propicia para Convergencia i Unió, si acaba gobernando en Cataluña, porque la negociación de los presupuestos generales de 2010 puede tener contrapartidas enjundiosas. Y para los nacionalistas del PNV, las elecciones municipales y forales de 2011 pueden permitirles recuperar parte del poder perdido o consolidar el que conservan si los socialistas acuerdan con ellos, y no con el PP, mayorías de gobierno. Si después del frenazo impuesto por el Tribunal Constitucional al modelo confederal del Estatuto de Cataluña, Zapatero aún se empeña en seguir haciendo exégesis del término nación para complacer a los socialistas catalanes y a CiU, es porque el presidente del Gobierno no ha querido aprender nada de su peligrosa aventura estatutaria. Es muy significativo que las únicas declaraciones comprometidas que realizó durante el debate tuvieran como objeto una encendida defensa del Estatuto catalán y su compromiso de desarrollarlo, dando por hecho, además, que en Cataluña no hay más sentimiento político legítimo que el nacionalista. Zapatero ya gobierna mirando con miedo a Cataluña.

ABC - Editorial