domingo, 18 de julio de 2010

El mejor negocio de España. Por José María Carrascal

Si catalanes y vascos votan nacionalista es porque el nacionalismo es el mejor negocio en la España actual.

SI sólo el 7,9 por ciento de los catalanes se sienten ajenos a España, sin formar parte del Estado español, según una reciente encuesta del CIS, ¿cómo se explica que la mayoría de ellos voten a los partidos nacionalistas, incluidos los de clara tendencia independentista? Ya sé que pocas cosas hay menos fiables que las encuestas, por muy científicas que sean, al existir entre ellas y la realidad la diferencia que hay entre lo pintado y lo vivo. La gente suele decir al entrevistador lo que siente, sabiendo que no tendrá consecuencias. Pero a la hora de la verdad, actúa según sus intereses.

Lo que explica las discrepancias entre encuestas del CIS y resultados electorales. Si los catalanes, como los vascos, votan mayoritariamente nacionalista, es porque el nacionalismo es el mejor negocio que existe en la España actual. Diría incluso el único buen negocio, visto como va el resto. Sin ir más lejos, el PNV obtuvo la transferencia de la alta investigación tecnológica —un buen pico de millones— por su apoyo a los presupuestos del año pasado, aun sabiendo que eran más falsos que las cuentas de Madoff, y espera que el mismo apoyo le permita seguir ocupando la Diputación de Álava —que son todavía más millones—, pese a que el PP fue el partido más votado en aquella provincia. Mientras nacionalistas y socialistas catalanes esperan que Zapatero anule aquellos aspectos de su estatuttachados por el Tribunal Constitucional —como la creación de un Consejo de Justicia para Cataluña e incluso el reconocimiento como nación— a través de decretos-ley. Ante tan suculentos beneficios, ¿tiene algo de extraño que catalanes y vascos voten a sus partidos nacionalistas, aunque se sientan también españoles? Conociendo la naturaleza humana, lo extraño sería que no lo hicieran.

Ello da a esos partidos un peso en la política española muy superior al que proporcionalmente les corresponde, convirtiéndolos de hecho en árbitros de la misma. Algo que se ha venido agrandado a medida que su peso aumentaba y que PSOE y PP se disputaban su apoyo, hasta el extremo de que el presidente del Gobierno parece dispuesto a adaptar la Constitución al estatut, en vez del estatuta la Constitución, un auténtico fraude de ley, que no escandaliza, tras haber estado gobernados durante seis años por un hombre que no tiene palabra, ni principios, ni otra causa que sí mismo. Mientras PSOE y PP antepongan sus intereses a los de España, el nacionalismo seguirá creciendo y España, disminuyendo. Con un Gobierno que tiene la desfachatez de preguntar con guasa si España se rompe. Peor que eso: la está malvendiendo a unos españoles que alardean de no serlo y están haciendo el gran negocio con ella.


ABC - Opinión

Sátrapa a medianoche. Por Ignacio Camacho

Cinco apariciones televisadas en una semana intentan mostrar al mundo que Fidel permanece al mando.

EN el zapping brumoso de la medianoche, un apergaminado Fidel Castro comparece en Cubavisión con una guayabera de cuadros grises ante un auditorio de embajadores y pelotas, algunos de ellos ataviados con chándals, para soltarles una plúmbea monserga sobre la guerra nuclear que según él se avecina en fecha perentoria. En los años de reclusión hospitalaria no parece haber perdido sólo unos metros de intestino; también ha desaparecido su vibrante tono combativo y su capacidad de análisis. El dinosaurio ilustra a su tropilla de lameculos con batallitas de abuelete y fundamenta sus augurios en caducos datos de hemeroteca polvorienta; escuchado con arrobo reverencial por la meliflua concurrencia, el macilento tirano diserta de geopolítica con la precisión académica de un activista de barrio.

La vulgar perorata del Ministerio de Exteriores, llena de rancia truculencia predictiva, forma parte del montaje propagandístico con que la dictadura cubana pretende revelar la supuesta vuelta al control supremo del sátrapa: cinco apariciones televisadas en una semana intentan mostrar al mundo que Fidel permanece al mando de las operaciones con que el régimen trata de lavarse la cara. Hay un mensaje implícito más allá de la aparente salud del viejo déspota, y es el de que la excarcelación de disidentes cuenta con su anuencia y no forma parte de ningún plan de apertura, tal como Moratinos trata de hacer creer con benevolencia culpable. Desde la fortaleza moral de su ejemplar resistencia, el esquelético Guillermo Fariñas denuncia el montaje con amargo realismo: se trata de un mero amago táctico para ablandar a la Unión Europea con la complicidad de falsos ingenuos voluntaristas dispuestos a colgarse medallas de hojalata.

En España, siete hombres inocentes vegetan en un limbo jurídico que el Gobierno zapaterista intenta pasar por un gesto histórico. No han sido liberados, sino excarcelados, obligados a cambiar la mazmorra por el exilio; una discreta suavización de la pena que en su secuestrado país conlleva el delito de opinar. La supuesta trascendentalidad de esa operación que la propaganda presenta como un punto de inflexión irreversible queda en solfa ante la exhibición mediática del tiranosaurio, aferrado a todos los viejos tópicos de su poder aislacionista. Por alguna razón recóndita de la psicología política, quizá relacionada con los hondos complejos morales de una izquierda abotargada por la esclerosis ideológica, el castrismo vive el extraño fenómeno de poseer ya más adeptos en Europa que en la propia Cuba.

En un momento cumbre de la charleta televisada, unos funcionarios reparten al auditorio copia manuscrita de las reflexiones de Castro. Una de ellas se titula «Cómo me gustaría estar equivocado». El problema es que lleva cuarenta años de contumaces errores cuya factura están pagando, y a qué precio, los propios cubanos.


ABC - Opinión

Que pague el Aullador. Por Alfonso Ussía

«Michel: Algún día Francia se arrepentirá de su indignante colaboración con la ETA. También vosotros tenéis a los terroristas de Iparretarrak». «Con una diferencia, Señor. Francia no reconoce al pueblo vasco como tal. En Francia no hay un departamento vasco. Y los terroristas de Iparretarrak que sacan los pies del tiesto nadan muy mal, y acostumbran a ahogarse en las playas de Biarritz o de Arcangues». Este cambio de pareceres entre Don Juan De Borbón y el ex ministro del Interior francés Michel Poniatowsky tuvo lugar en Madrid.

España sufrió lo indecible con la hospitalidad que Giscard D’Estaign y posteriormente François Miterrand ofrecieron a los criminales de la ETA. Pero no se atrevieron a permitirles que levantaran un campamento con notables edificios de hormigón a pocos kilómetros de la frontera. Para los asesinos de ETA, Francia significaba el cobijo y la libertad, pero siempre que se movieran con discreción y medida. Colombia tiene la mala suerte de compartir muchos kilómetros de frontera con Venezuela. Y Chávez es menos cínico que Giscard. Allí, en territorio venezolano, los narcoterroristas estalinistas de las FARC tienen lo que ellos llaman su «Cuartel General». Asesinan, secuestran y hacen correr la sangre en Colombia, y se refugian en la vecina Venezuela, amparados por el tirano bolivariano. Ahí tienen establecido su seguro de vida Joaquín Gómez, Alfonso Cano, Jorge Briceño e Iván Márquez, cuatro homínidos homicidas entre otros muchos. Lo malo es que se descubre el pastel, y el que se enfada es Chávez. El campamento de las FARC tiene un nombre muy original, «Bolívar», y está situado a veinticinco kilómetros de la frontera con Colombia. Las imágenes son incontestables, y no proceden de aviones espías americanos ni de comandos del Ejército de Colombia adentrados en Venezuela. Son vídeos entregados por terroristas desertores.

Ingrid Betancourt le exige al Gobierno de Colombia seis millones de euros de indemnización por su secuestro. Doña Ingrid fue repetidas veces advertida del riesgo que contraía cuando quiso hacerse la tolerante y salvadora. Le costó la insensatez de seis años de secuestro brutal en las selvas colombiana, y quizá, venezolana. Su liberación fue celebrada por todos, y especialmente por el Gobierno de Francia. Doña Ingrid se considera más francesa que colombiana y tiene todo el derecho a sentir lo que sea. Otros centenares de secuestrados, tan inocentes como doña Ingrid, no han pedido nada. La libertad y la recuperación de sus vidas es suficiente. Doña Ingrid podría haberse ahorrado su tortura de haber hecho caso al Ejército y muchos de sus colaboradores. Ella consideró que era intocable, y la tocaron. Su imprudencia la pagó no sólo ella, sino su familia y el pueblo de Colombia. Tuvo suerte y fue liberada por el Ejército. Un éxito más del Presidente Uribe. Se recuperó con prontitud y recorrió el mundo de agasajo en agasajo. En Francia se estableció durante un tiempo, para sosegar sus heridas anímicas y agradecer al Gobierno francés sus desvelos y gestiones. Con el Gobierno de Colombia y sus soldados no fue tan cariñosa. Y ahora le pide a los colombianos que aflojen hacia su bolsillo seis millones de euros en compensación a un secuestro que fue consecuencia de su osadía e imprudente empecinamiento.

Creo que se ha equivocado de destinatario la extraña y peculiar doña Ingrid. Si las FARC mantienen su fuerza se debe, en gran medida, al sostén económico, territorial y estratégico que les brinda el régimen de Hugo Chávez. Modifique pues, el objetivo de su indemnización. Colombia hizo lo que pudo para que no fuera secuestrada y ella lo que quiso para serlo. Colombia le rescató del horror. Venezuela apoya a sus secuestradores. Que le pida dinero al Mono Aullador y deje a Colombia en paz.


La Razón - Opinión

Zapatero. No hay quien lo crea. Por José T. Raga

Frente a todos estos sufrimientos, su corte celestial o, mejor, infernal de ministros, ministras, ministrucos y ministrucas, ahí siguen sin saber por qué, mandando y disponiendo en un constante prohibir.

Les puedo asegurar que he hecho todo lo que he podido para confiar en él, para creer cuanto comunica, al menos cuanto comunica de forma oficial, y no he conseguido mi propósito; me es imposible. Lo malo es que pienso que no soy el único, por lo que si mi enfermedad es una epidemia que ha hecho presa de nuestra sociedad, la labor de un gobernante la veo difícil cuando los gobernados no le creen; no creen en sus postulados, tampoco en sus objetivos, por lo que aquellos slogans de "todos juntos podemos", "arrimando todos el hombro lo conseguiremos" suenan a frases vacías, carentes de sentido, o a ofensas directas a los ciudadanos que se sienten vapuleados, como pelotas de ping pon, golpeados hasta el remate por gobernantes sin escrúpulos.

El Debate sobre el Estado de la Nación del pasado miércoles día catorce de julio –la verdad es que no sé por qué le llamo así, porque de debate tuvo muy poco, y en cuanto al Estado de la Nación, como de costumbre, brilló por su ausencia– no pudo ser más deprimente. Un rifirrafe de descalificaciones mutuas, que en nada aclaran los temas que el pueblo español siente como apremiantes y que, si me apuran, ni siquiera consiguen interesar a los propios parlamentarios; las ausencias son más elocuentes que las presencias.


La cosa es tan grave que no pocos grupos y grupúsculos políticos en la Cámara Baja, después de poner a caldo al señor presidente del Gobierno, siguen ofreciéndole el cauce para el pacto –un pacto por interés de grupo, que no por bien común– sin que ello les avergüence ante sí mismos y ante la sociedad en su conjunto. Por eso, la tragicomedia de cada miércoles es cada vez más difícil de soportar.

Cuando la clase política, en general, carece de vergüenza, cuando la estima personal está por los suelos en busca de una utilidad próxima, cuando la dignidad no se considera el mayor patrimonio de la persona, la estructura toda del sistema político está montada sobre arenas movedizas, careciendo de consistencia y de solidez. El Estado de Derecho se resquebraja dando lugar a la confusión e interferencia de los poderes –como bien pronosticó Alfonso Guerra "Montesquieu ha muerto"– y el Ejecutivo, que es quien maneja los cuartos aunque los maneje mal, tiene el privilegio de condicionar al resto de los poderes del Estado de Derecho, que sólo lo será en la medida de su independencia.

Por eso, la mentira profusamente difundida, la falsedad incluso ante los tribunales y bajo juramento, es decir, el perjurio, y el engaño, como quiera que se le llame, se han convertido en simples datos de un historial de vida que tienen tanto más valor cuanto con mayor frecuencia se hayan practicado. El presidente es un simple eslabón de esa cadena triste que estoy describiendo. Hoy blanco y mañana negro, con el mismo aplomo, sin parpadeo. Es más, en no pocos casos hoy por la mañana en Madrid, blanco y, hoy mismo por la tarde, en Bruselas, negro; y aquí no ha pasado nada.

Como serán las cosas que ahora el señor ZP se nos presenta como paladín de la energía nuclear, dispuesto a prolongar la vida de tales centrales tras las repetidas amenazas y hasta decisiones de su cierre. Reducir las ayudas a las energías verdes es también uno de sus objetivos, después de haber engañado a no pocos para desarrollar su producción acumulando un buen número de inversiones de cuantías apreciables. También considera ahora que sólo flexibilizando el mercado de trabajo se podrá recuperar la economía y fomentar el empleo, cuando por activa y por pasiva había advertido que esas medidas, propias de un capitalismo salvaje, nunca se establecerían en España. Hasta lo más garantizado en el escenario socioeconómico español, que eran las pensiones, están ahora ya en proceso de reforma, para desgarantizar lo que estaba garantizado. Y todo eso, sin que se le mueva un músculo, sin reconocer ante el pueblo español que su gestión ha sido nefasta, que su prodigalidad, haciendo regalos innecesarios y a gentes que ningún atributo tenían para ello, le han obligado ahora a negar derechos adquiridos por los españoles mediante el sacrificio de muchos años en sus vidas laborales.

Su torpeza es tal que, tras promulgar la reducción salarial de los funcionarios, un tribunal ha declarado tal norma contraria a derecho. Una reducción que, además, se incluía en el paquete de medidas para afrontar el déficit público, presentado a la Unión Europea, por lo que si su imagen parecía que no podía deteriorarse más en el exterior, este es un nuevo golpe inesperado que desmorona un artesonado de ficción, cogido con alfileres y sólo sostenido por la propaganda irresponsable.

Nuestro endeudamiento alcanza niveles insoportables, y la capacidad del Estado para colocar la deuda pública en el exterior es cada vez menor y a tipos de interés que ya sobrepasan el cinco por ciento; más de dos puntos porcentuales por encima del bono alemán. Si en el exterior no, acude a los bancos españoles para que se endeuden ellos con el Banco Central Europeo y con los préstamos obtenidos compren la deuda que no puede vender fuera; unos préstamos que en junio superaron los 126.000 millones de euros, mientras siguen con dificultad de financiación la mayor parte de las empresas productivas españolas. Pero el presidente, impertérrito, como si la cosa no fuera con él, lanzando su palabrería, amenazando a los españoles que cada día les cuesta más vivir, confrontando con las fuerzas políticas y sociales, y prometiendo ahora que va a gobernar. ¡A buenas horas mangas verdes!

Frente a todos estos sufrimientos, su corte celestial o, mejor, infernal de ministros, ministras, ministrucos y ministrucas, ahí siguen sin saber por qué, mandando y disponiendo en un constante prohibir, puesto que hacer es mucho más complicado, reduciendo la libertad de los españoles a niveles que muchos pensábamos ya olvidados. Y el examinador, Comisión Europea y ECOFIN, diciéndole que no es suficiente, que tiene que hacer más, lo que no significa hablar más, sino concretar más medidas eficaces para equilibrar las cuentas públicas.

Por este camino, queridos conciudadanos, lo peor aún no ha llegado, así que no sonrían que no hay motivos para la alegría, porque él hará lo que quiera, y nosotros a sufrir hasta que Dios quiera.


Libertad Digital - Opinión

Un genocida en España

Sustituir la reunión oficial en La Moncloa por un encuentro fugaz en un hotel con Moratinos ha sido una salida de emergencia.

HE aquí que el Gobierno ha descubierto quién es Paul Kagame gracias a la vigilancia de las distintas organizaciones que se interesan por la situación de los derechos humanos y el respeto a la vida en África. La política exterior de un Gobierno dedicado a gesticular para ser admitido en el G-20 parece no haber tenido ni información ni criterio para determinar si cierto dirigente extranjero es o no presentable para aparecer en una foto con el presidente Rodríguez Zapatero, hasta que el rumor sobre el dossier judicial del dirigente ruandés se ha convertido en un estruendo imposible de ignorar. La decisión a última hora de sustituir la reunión oficial en La Moncloa por un encuentro fugaz en un hotel con el ministro Moratinos ha sido una salida de emergencia que no ha servido más que para subrayar la ausencia total de planificación en un campo de la política exterior —la ayuda al desarrollo— del que el Gobierno presume especialmente.

En cuanto a la ONU, el episodio demuestra por enésima vez que seguirá caminando hacia la irrelevancia y el desprestigio mientras no recupere los valores esenciales cuya defensa tiene encomendada. Atribuir la responsabilidad de verificar la marcha de los objetivos de desarrollo del milenio a un dirigente acusado de genocidio, o conceder al excéntrico dictador libio Gadaffi o a la dictadura cubana la capacidad de juzgar el respeto a los derechos humanos en otros países son decisiones que obligan a poner en duda la validez de un modelo basado en la simple imposición numérica de países, sin distinguir ni las dictaduras ni los tiranos, bendecido por un secretario general que con el pretexto de la neutralidad favorece a los enemigos de la libertad.


ABC - Editorial

Ninguneo al Parlamento

Estos días los grupos parlamentarios intentan reunir las mayorías suficientes para sacar adelante las resoluciones del Debate sobre el Estado de la Nación. Esas propuestas son tomas de posición y compromisos políticos que supuestamente responden a los problemas de la nación y de la gente. Otra cosa muy distinta es que las iniciativas que salgan adelante sean cumplidas por aquel a quien se dirigen: el Gobierno. El balance de la actitud del Ejecutivo ante los acuerdos del Parlamento raya en lo desolador, y más si se tiene en cuenta que la máxima del presidente y de su partido fue el compromiso de que las Cortes se convertirían en el centro de la vida política. Ése fue su primer incumplimiento de muchos. LA RAZÓN publica hoy un informe sobre la situación de las propuestas de resolución refrendadas en el Debate de política general de hace un año. Entonces, los grupos, incluido el PSOE, alumbraron iniciativas en distintos ámbitos de la vida nacional. Zapatero prometió controlar el déficit y frenar el desempleo y anunció la Ley de Economía Sostenible con carácter de urgencia para impulsar un nuevo modelo de crecimiento.

El resultado en déficit y paro es conocido y la ley, pese a las prisas, permanece anclada en el Congreso un año después. Tampoco hay novedad sobre la reforma de los organismos reguladores sectoriales, el acuerdo sobre el desarrollo del Pacto de Toledo, la reforma del sector eléctrico, que debía eliminar gradualmente el déficit tarifario, la ley de igualdad de trato, el nuevo marco legal de la libertad de conciencia, la nueva Ley de Enjuiciamiento Criminal, la nueva demarcación y planta judicial y la reforma más amplia de la Administración de Justicia. Nada. Pero el evidente ninguneo al Parlamento afecta también a las mociones y proposiciones no de ley. En lo que va de Legislatura, más de un centenar de proposiciones y 99 mociones han sido apoyadas por la mayoría del Congreso sin que el Ejecutivo se haya dado por enterado. Es cierto que estas iniciativas no son vinculantes, pero si el Gobierno no las atiende, cuál es su utilidad, para qué se votan. Es obvio que existe una actitud deliberada y persistente de ignorar al Legislativo. Es una posición que debilita el Estado de Derecho y fractura el crédito de las instituciones, con el consiguiente riesgo de desafección de los ciudadanos hacia la esencia de la democracia, lo que ya se percibe en las encuestas de forma inquietante. Si los españoles asumen que los acuerdos del Congreso son desoídos como un automatismo, pueden concluir con toda razón que es prescindible y que el equilibrio de poderes ha sucumbido a manos del Ejecutivo.

Rajoy avisó en el pasado Debate de que el principal problema del país era la desconfianza que generaba Zapatero. Recordó precisamente el incumplimiento de los compromisos y le acusó de ir de engaño en engaño. La realidad es tozuda. Esta semana se votarán las propuestas de resolución del último pleno, entre ellas alguna en apoyo al desarrollo del autogobierno catalán y respaldo al sentimiento nacional de Cataluña, entre otras. No hay motivos para creer que el presidente piense cumplir lo que salga de la Cámara, salvo que los cálculos políticos y electorales así lo aconsejen. La democracia se sustenta en complejos equilibrios, que no se sostienen cuando la soberanía nacional es adulterada.


La Razón - Editorial

Reformas a medias

El Gobierno muestra dificultades para concluir los cambios económicos y recuperar la confianza

El discurso económico del presidente del Gobierno en el debate sobre el estado de la nación dejó una declaración de principios para la memoria ("Tomaré las decisiones que España necesita aunque sean difíciles, cueste lo que cueste y me cueste lo que me cueste") y la defensa de las cuatro grandes líneas de política económica, una de las cuales es un plan de reducción del gasto público y tres consisten en reformas estructurales (sistema financiero, mercado de trabajo y pensiones) con distintos grados de elaboración. Obsesionado en la descalificación genérica, el PP ha sido incapaz de articular ningún argumento sólido contra cualquiera de esas políticas. Y no es de extrañar, porque las cuatro parten de un diagnóstico correcto de la situación (aunque quizá se podría objetar que la prioridad de la reforma laboral y el plan de ajuste del gasto podría haberse estructurado sin tanto daño para la inversión pública) y son exactamente las sendas por las que debería transitar un gobierno del PP.

EAhora bien, diagnosticar un problema y decidir una solución no equivale a resolverlo correctamente. El salto entre ambos términos se cubre con una gestión política y administrativa a corto plazo; y en este aspecto el Gobierno ha demostrado una dificultad que, en último extremo, puede comprometer la recuperación económica. Los cambios y decisiones de austeridad se han visto demediados por las vacilaciones o la incapacidad de sumar aliados. El recorte del gasto público, imprescindible para convencer a los acreedores de la deuda española de que es posible reducir el déficit desde más del 11% del PIB actual al 3% en 2013 tendría que haberse acompañado por comparecencias periódicas del Gobierno ante los inversores. Pero sobre todo requería una negociación a fondo con los poderes autonómicos para exigir un recorte drástico de los gastos y una redefinición en profundidad de las relaciones económicas del Estado con las autonomías.

La reforma financiera también pende del hilo autonómico. Las fusiones de cajas, calientes o frías, se han realizado a duras penas, porque los Gobiernos regionales no aceptan otras fusiones que no sean las de entidades de la misma autonomía. Pero cuando Zapatero da por hecho que la reforma financiera ha concluido, se olvida de que falta la tarea principal, el ajuste en personal y oficinas de las cajas fusionadas; y que en esa tarea los Gobiernos autónomos no van a colaborar, sino que esgrimirán la defensa del empleo. Tampoco mira a los bancos, cuya liquidez está estrangulada por la desconfianza de las entidades bancarias europeas.

La reforma laboral se fía a un proceso político enrevesado, con un decreto ley de efectos inmediatos enturbiado por la expectativa de que algunos aspectos de la norma pueden ser modificados durante la tramitación parlamentaria; y la reforma de las pensiones permanece varada, en estado de enunciación y sin expectativa de concreción a corto plazo. Ni el Gobierno ha demostrado fuerza política para imponerse a los poderes autonómicos ni suficiente arrojo para enfrentarse a los sindicatos.

No debe sorprender que las reformas económicas, anunciadas con alboroto pero tan torpemente instrumentadas, no acaben de servir del todo para recuperar la confianza de los mercados (aunque algo se ha avanzado), no se vean como imprescindibles por parte de la opinión pública española y tan solo susciten críticas arrebatadas entre quienes se oponen a ellas. A pesar de lo que crea el jefe del Gobierno, la credibilidad de la economía española pende hoy de las estadísticas. Un mal resultado del paro, una evolución torcida de la morosidad o cualquier accidente no previsto pueden dar al traste de forma súbita con la recuperación del diferencial de deuda o ahondar la desconfianza en los bancos, castigados con saña en el interbancario. Las reformas están a medio hacer; y en esas condiciones sirven de bien poco.


El País - Editorial

El multiculturalismo no alcanza a los judíos

Si el multiculturalismo es la solución al conflicto entre árabes y judíos, la reina de Jordania tiene ahora una ocasión excelente para predicar con el ejemplo. Hasta que llegue ese momento, las lecciones de tolerancia mejor que las guarde para ella.

La Reina de Jordania no es una persona que se distinga especialmente por la observancia metódica de las versiones más radicales del Islam. Al contrario, su formación académica y su estilo de vida son claramente occidentales, aunque comparta el trono de una nación islámica con todo lo que ello lleva consigo.

Rania de Jordania publicó en abril de este año un libro infantil en el que, utilizando una historia de amistad entre niñas, hacía un canto al entendimiento entre integrantes de culturas y religiones completamente distintas. Su condición de figura pública suficientemente conocida en todo el mundo y la nobleza de intenciones que le llevaron a escribir el libro, han hecho que la publicación se convierta en un éxito tanto en Estados Unidos como en los países árabes.

A tenor de la temática del cuento y de los afanes de su autora en torno al entendimiento entre las culturas, era de suponer que Rania fuera la primera en predicar con el ejemplo permitiendo la difusión del libro en varias lenguas. Y así ha sido... hasta que una editorial israelí solicitó autorización para publicar el ya famoso cuento en hebreo, momento en el cual, la Reina ha decidido que los niños israelíes no tienen derecho a disfrutar de la lección de multiculturalismo que, al parecer, encierran sus páginas.


Rania de Jordania es una persona que podemos calificar como representante de la corriente más abierta y tolerante del mundo musulmán, con lo que tes fácil hacerse una idea de las dimensiones del odio que el Islamismo promueve en contra de los judíos, que llega hasta el extremo de que una autora distinguida por su tolerancia y su occidentalismo prohíba la traducción de un cuento infantil a la lengua en la que leen los niños israelíes.

Los que niegan a Israel a su derecho a defenderse, tienen aquí un excelente ejemplo de hasta dónde llega la hostilidad de una cultura formada por más de cuatrocientos millones de personas hacia una pequeña nación a la que se han propuesto destruir por todos los medios a su alcance. Si el multiculturalismo es la solución al conflicto entre árabes y judíos, la reina de Jordania tiene ahora una ocasión excelente para predicar con el ejemplo. Hasta que llegue ese momento, las lecciones de tolerancia mejor que las guarde para ella.


Libertad Digital - Opinión

Frenazo en infraestructuras

No se trata de salir del paso «como sea» —según el estilo habitual de Zapatero— sino de evaluar con rigor las necesidades de los ciudadanos y los recursos disponibles.

UNO tras otro, los planes del Gobierno para hacer frente a la crisis económica se ven superados por la realidad implacable de los hechos. Así ocurre con la prometida reactivación del mercado de la vivienda, que ha sido incapaz de gestionar un ministerio perfectamente prescindible y superado por unas circunstancias que no le dejan capacidad alguna de maniobra. También se dijo en su día que la inversión pública en infraestructuras iba a ser el motor para reactivar la economía, con especial protagonismo para el Ministerio de Fomento. Sin embargo, el recorte presupuestario se aplica ahora especialmente al departamento que dirige José Blanco, que habrá de reducir sus inversiones en 6.400 millones de euros entre 2010 y 2011. La situación es tan grave que ya no hay dinero para pagar las certificaciones de obra hasta fin de año porque los fondos están agotados. Todo apunta a que el año próximo será todavía peor, puesto que las previsiones hablan de una cantidad ínfima (304 millones) para licitar obra nueva. Dadas las circunstancias, habrá que seguir con atención las explicaciones de José Blanco en su comparecencia del día 22 en el Congreso, aunque por mucha retórica que utilice el ministro los datos son contundentes y las consecuencias se van a notar a corto plazo. En efecto, las empresas del sector calculan que tendrán que plantear expedientes de regulación que afectarán a miles de trabajadores, aproximadamente entre el 20 y el 40 por ciento del personal.

Fomento pretende salvar algunas inversiones previstas en la red ferroviaria a través de una reasignación que solo garantiza determinados proyectos y obliga a renunciar a otros, incluso en el caso emblemático del AVE. Nadie duda de la necesidad de cuadrar las cuentas en tiempos difíciles, pero es imprescindible evitar la discriminación que perjudica a algunas regiones por razones puramente partidistas. La inversión en carreteras sale peor parada todavía y ello supone una vez más que se van a defraudar las expectativas creadas en tiempos de bonanza con más oportunismo político que realismo presupuestario. El voluntarismo choca siempre de frente con la realidad objetiva, y no se trata de salir del paso «como sea» —según el estilo habitual de Rodríguez Zapatero— sino de evaluar con rigor las necesidades de los ciudadanos y los recursos disponibles, ahora más escasos que nunca. Al margen de la gestión de su departamento, José Blanco juega un papel determinante en el aparato del PSOE. Por ello, tendrá que buscar un equilibrio que resulta imposible cuando las arcas están vacías.

ABC - Editorial