sábado, 24 de julio de 2010

Obcecaciones varias. Por Hermann Tertsch

A nadie debe sorprender que los nacionalistas, catalanes o vascos, nos canten sus supuestas semejanzas con los kosovares.

El visto bueno de la Corte Internacional de Justicia de las Naciones Unidas a la independencia de Kosovo ha vuelto a llenar páginas y espacios radiofónicos y televisivos de fantasmas más o menos majaderos. Entre los miedos de unos, las alegrías injustificadas de otros por el fallo y la perfecta ignorancia sobre los Balcanes y su historia, no dejan de oírse y leerse jeremiadas por todas partes.

A nadie debe sorprender que los nacionalistas, catalanes o vascos, nos canten sus supuestas semejanzas con los kosovares. Ya les gustaría a estos últimos, pobres, que fueran ciertas. Y ser catalanes españoles o vascos españoles con su actual autonomía. Lo que resulta ridículo es que el Gobierno español —que ya hizo todo para crear estos falsos paralelismos con su negativa a reconocer a Kosovo cuando lo hicieron todas las democracias avanzadas— siga en sus trece. Que siga obcecado en su negativa al reconocimiento de Kosovo y alimente así la inútil obcecación de Serbia que no sirve sino para retrasar una catársis general en la sociedad serbia que permita a esta nación mirar al futuro en una Europa unida y no al pasado en sus tinieblas balcánicas.


¿Qué conseguimos con nuestro cerril apoyo a Serbia? Una flamante medalla de ciudadano de honor de Belgrado para nuestro ministro Moratinos. Además de la creciente desconfianza de nuestros aliados por una política exterior española cada vez más lejana de la UE, cada vez menos fiable por ese prurito izquierdista y tercermundista que Moratinos da a todo lo que toca, se trate de Cuba, de Oriente Medio o los Balcanes. La tontuna de erigir a España en una especie de «Pepito Grillo no alineado» no nos puede traer más que disgustos y marginalidad. En eso estamos.

Por eso convendría que España hiciera caso cuanto antes a la Corte Internacional de Justicia, a Estados Unidos y a nuestros aliados europeos, reconociera cuanto antes a Kosovo y saliera del «fuera de juego» en el que Moratinos nos ha situado. Y que nos perjudica por igual a Serbia, a Kosovo y a nosotros.

Pero parece que no. Que el Gobierno español se empeña en competir en obcecaciones con el campeón en la materia que es Serbia. Mal camino es éste. El único favor que podemos hacer a Serbia es ayudarle a superar la pérdida irreversible, resultado de una guerra por ellos comenzada. Y que es el último capítulo de la dinamitación de Yugoslavia, organizada por Slobodan Milosevic desde Belgrado con el apoyo masivo de su población.

El reconocimiento por parte de España ayudaría a los serbios a reconocer que ahora debe mirar al futuro dentro de la Unión Europea y no hundirse en una inútil melancolía nacional tan corrosiva como inútil. Como los alemanes tras la Segunda Guerra Mundial, que sólo consiguieron dar el salto a la comunidad de naciones libres y democráticas cuando asumieron las pérdidas, territoriales y de todo tipo, Serbia tiene que comprender que su futuro pasa por reconocer esta realidad nueva que es un Kosovo independiente. Obcecarse en Madrid en apoyar a Belgrado para que continúe sumida en su propia obcecación sólo nos perjudica a ambos.


ABC - Opinión

Zapatero. Pro catalán a ratos. Por Maite Nolla

Zapatero acepta y apoya que los españoles ya no seamos iguales; depende de la comunidad en la que vivimos, porque ni siquiera ellas son iguales entre sí.

Zapatero se ha declarado pro catalán. Pro nacionalista, quería decir. El presidente del todo declara que quiere más a una parte. Todos estos años de esfuerzo desde Cataluña han tenido recompensa. Siempre hemos dicho que los catalanes no somos como los murcianos que, como ustedes saben y para cabreo de Pablo Molina, es el ejemplo que los nacionalistas catalanes ponen siempre para rechazar cualquier forma de igualdad y para reivindicar la asimetría; aunque nuestro presidente sea de Córdoba y tengamos dos ministros catalanes de origen almeriense y extremeño. El caso es que por fin han conseguido que un presidente del Gobierno de España haya asumido ese discurso y que lo diga en público. Es decir, el presidente acepta y apoya que los españoles ya no seamos iguales; depende de la comunidad en la que vivimos, porque ni siquiera ellas son iguales entre sí.

De todas formas, estas declaraciones para satisfacer a los de los editoriales comanditarios no son como parecen o son menos de lo que parecen. Y hay que reprochar al PP que no se entere de nada, porque ni siente ni padece. Ellos se dedican a la poesía y al ciclismo. Les digo esto al hilo del descubrimiento arqueológico reciente de que cuando Montilla era ministro consideraba inconstitucional gran parte del contenido del estatuto, –los servicios jurídicos del Ministerio de Industria, tampoco hay que pasarse–; por cierto, incluso más que lo que ha declarado finalmente la sentencia. Y eso pasa con muchas otras cuestiones. Por ejemplo, con las multas lingüísticas, defendidas por todo el PSOE, de Zapatero para abajo, pero que la Abogacía del Estado del señor Caamaño considera ilegales, sobre todo cuando le cascan las multas a Correos. Y en el PP, donde le pegas una patada a un Jaguar y te sale un abogado del Estado, no se enteran y no son capaces de ir al Congreso a decirlo.

Pero es que estos días se ha conocido que el Ministerio de Medio Ambiente –o cómo se llame ahora– está litigando contra la Generalitat por la competencia sobre agua. Uno de los síntomas que demuestran que en España se han creado fronteras es que cualquier paleto se enrosca la boina y dice que el río que pasa por su pueblo es suyo, aunque recorra media España y pase por seis comunidades diferentes. En eso el PP ya ha abandonado cualquier lucha y si no les remito a lo que sobre el agua dice la señora Cospedal. La cuestión es que, como en casi todo, el nuevo estatuto considera a Cataluña en esto un territorio independiente. Sucede que dos de los ríos de mayor importancia en Cataluña, que son el Ebro y su afluente leridano, el Segre, transcurren también por territorio aragonés y aquí viene el problema. Según mis noticias la Abogacía del Estado ha interpuesto no menos de treinta demandas contra la Generalitat, por considerar que la Agencia Catalana del Agua se ha arrogado atribuciones de la "CHE" –Confederación Hidrográfica del Ebro– sobre la materia. Es decir, Zapatero acude a los tribunales contra la dignidad hídrica de Cataluña. Urge otro editorial conjunto, aunque sea sectorial. Ya ven, pro catalán sí; pero a ratos.


Libertad Digital - Opinión

Fomento contra Cantabria. Por M. Martín Ferrand

Revilla mantiene presente la región que lidera en el primer plano de la realidad española, algo titánico y meritorio.

POLACIONES, uno de los municipios menos poblados de Cantabria, en donde nace el Nansa y nació José María Revilla, es un lugar singular y pintoresco que, viéndolo, ayuda a entender la personalidad del presidente de Cantabria, el líder autonómico más valorado entre los 17 que integran el conjunto de nuestra original y costosa —¿sostenible?— panoplia administrativa y política nacional. Revilla es un hombre sencillo, más a la derecha que a la izquierda, populista y socio del PSOE después de haberlo sido del PP, que, dicho sea de paso, tras menospreciarle en su valor representativo, le sometió a todo tipo de malos tratos. Preside sin discusión alguna y con el total acatamiento de sus conmilitones el PRC que es, en votos, el tercero de los partidos de la región. Su minoría natural le obliga a notables equilibrios con su vicepresidenta en el Gobierno, Lola Gorostiaga, una socialista prudente y discreta que le ha sabido birlar el poder, aunque sea para otros, al mayoritario PP, magníficamente representado en la alcaldía de Santander y paupérrimo, tras la herencia presidencial de José Joaquín Martínez Sieso, en su representación autonómica.

El singular Revilla, sesentón avanzado, maneja las anchoas de Santoña con la misma habilidad e idéntico fin que un sheriff del Far West, de los de las películas, manejaba el Colt 45 y, siempre dispuesto a ser el más rápido en sacar, mantiene presente la región que lidera —algo más de medio millón de personas y cinco mil kilómetros cuadrados— en el primer plano de la realidad española, algo titánico y meritorio que exige garbo y dedicación. Ha sabido trajinarse a José Luis Rodríguez Zapatero, a quien visita en taxi y con frecuencia; pero, llegado el tiempo de los recortes amargos, pudiera ser que fuese Revilla el trajinado.

Hace solo un par de días, el mismísimo presidente del Gobierno le garantizó a Revilla la llegada del AVE a Cantabria. Una promesa de Zapatero, como demuestra la experiencia, no es mucha cosa ni mayor garantía, pero sí constituye novedad que solo dure 24 horas. De los 32 grandes parones en las obras públicas que el ministro de Fomento anuncia para toda España, 4 corresponden a Cantabria. Algo desproporcionado. Especialmente si se considera que uno de esos recortes corresponde a los únicos treinta kilómetros —el tramo Torrelavega-Solares— que quedan para terminar la A-8, la pomposamente bautizada como Autovía del Cantábrico. Cabe preguntarse: si el Gobierno de Zapatero trata así a sus aliados, socios y amigos, como el presidente Revilla, ¿qué puede llegar a hacer para perjudicar a sus adversarios?


ABC - Opinión

Bancos. Más allá de los stress test. Por Juan Ramón Rallo

Aun cuando nuestro sistema financiero no quiebre, el futuro que se le abre a la banca y a la economía española no deja de ser lúgubre.

Los stress test de la banca española ya son públicos. Después de varias semanas de expectación, después de varios meses de ocultación, ayer tuvimos acceso a unos datos que supuestamente iban a revolucionar el modo en que observábamos a la banca española. En realidad, sin embargo, en el agregado hay muy poca información novedosa que no pudiera extraerse de las estadísticas que mensualmente publica el Banco de España en su página web. Sin salir de esta casa, Alberto Recarte llegó en 2009 a un cálculo de pérdidas muy parecido al que nos han ofrecido los burócratas europeos.

Aún así, creo que la escasa transparencia que en general caracteriza a toda la contabilidad bancaria aconseja que pongamos las cifras en cuarentena. O, al menos, que no nos creamos que son cálculos que gozan de una precisión apodíctica. Si en economía anticipar el futuro con exactitud ya resulta un ejercicio destinado a fracasar, en el caso de los bancos el margen de error puede oscilar en varias decenas de miles de millones de euros.


Con esto no quiero decir que las pérdidas previsibles del sistema bancario no tengan nada que ver con las ofrecidas por los test de estrés, sino que habida cuenta del enorme deterioro que ha sufrido nuestra economía en los últimos tiempos, los quebrantos finales probablemente se acerquen más a los 250.000 millones de euros que a los 207.000 que anticipan los test para el peor de los escenarios. Al fin y al cabo, no es demasiado difícil que los inmuebles se deprecien más del 30% que se ha presumido y que los impagos (especialmente en el sector empresarial) sean mayores de los supuestos. Además, los test pronostican que, como poco, nuestras entidades de crédito obtendrán en 2010 y 2011 un margen bruto de explotación (beneficios por sus actividades ordinarias) de 100.000 millones de euros, apenas un 20% menos que en los años de bonanza. Un recorte más prudente nos debería llevar a considerar una caída de entre el 30% y el 40%.

Dicho de otro modo, lejos de los 2.000 millones de euros de fondos públicos que los test sostienen que van a necesitar los bancos y cajas españoles para alcanzar una capitalización aceptable, lo más probable es que esa cifra ascienda hasta los 80.000 millones, lo que implicaría agotar de facto la dotación con la que cuenta el FROB.

Pero incluso con estas enmiendas de brocha gorda, el resultado final de los stress test no resulta tan calamitoso como muchos se temían, pues en general, y merced al tráfico del dinero del contribuyente, el sistema financiero español podría sobrevivir. Sin embargo, llegados a este punto, sí querría efectuar cuatro comentarios que, salvo excepciones, no suelen acompañar a las buenistas conclusiones de los test de estrés y que resultan fundamentales para saber dónde estamos y dónde vamos a estar.

Lo primero es que todos los cálculos anteriores asumen que a partir de ahora la economía española va a sufrir un deterioro moderado, tirando a estancamiento, en su crecimiento. En tanto esta hipótesis no se cumpla, la morosidad y por tanto las pérdidas de la banca serán sustancialmente mayores. ¿Hay motivos para pensar que España se desplomará? Los hay. Un paro del 20%-25% de la población activa destruye cualquier economía, especialmente si el Estado trata de jugar un papel "compensatorio" que ni puede ni debe permitirse. O las empresas se reajustan o sólo las partes más productivas de nuestra economía seguirán en funcionamiento, lo que equivale a decir que nuestro PIB puede caer hasta un 20% con respecto al de 2007... y de momento –gracias a los insostenibles planes de estímulo que sólo retrasan lo inevitable– no hemos caído ni siquiera un 5%.

En segundo lugar, los test de estrés no han considerado la posibilidad de que algún Estado (¿Grecia? ¿España?) quiebre. Sólo se han atrevido a recortar el valor de la deuda pública en propiedad de los bancos que éstos esperan vender en menos de un año (trading book) y no el de la deuda pública que buscan conservar hasta su vencimiento (banking book). Pero la parte del león se encuentra en la segunda. Un eventual impago de España, huelga decirlo, acabaría con nuestra banca, de ahí que resulte urgente acabar ya con el elefantiásico déficit público, mejorando la solvencia de la Administración.

Tercero, y esto es esencial, los test de estrés son mediciones de solvencia de las entidades, no de liquidez. Lo que indican es que en principio la banca logrará los recursos necesarios para hacer frente a todas sus deudas, pero no tratan de pronosticar si dispondrá de los recursos suficientes en el instante necesario. La diferencia entre liquidez y solvencia es importante, pues si las entidades carecen en un determinado momento de fondos, se verán forzadas a liquidar anticipadamente su activo, lo que provocará pérdidas adicionales a las previstas por los test. El asunto es endiablado, pues entre la banca y el Estado español se produce una situación de interdependencia que bien podría acabar con ambos: el Estado necesita a la banca para que financie parte de su deuda, y la banca necesita esas emisiones de deuda para, mediante el FROB, ampliar capital y sobrevivir. La posición de ambos es tremendamente débil (ni siquiera merecen ser considerados castillos de naipes) y por ello ante el más mínimo susto los dos se encuentran a punto de colapsar (como sucediera en mayo). Si, por ejemplo, el Estado no logra colocar parte de sus emisiones de deuda a los inversores extranjeros, la banca española se hallará un pelín más cerca de la quiebra, con lo cual se le cerrará el grifo del mercado interbancario y, asfixiada como está, tampoco podrá participar en adquirir esas emisiones de deuda del Estado. Al final, pues, o los dos caen en suspensión de pagos o financian sus pasivos a tipos de interés crecientes, como le pasa a Grecia (lo que provoca depreciaciones adicionales en el trading book de la banca). De momento, ambos han sobrevivido gracias a la muy laxa política del BCE, pero es de esperar –y de desear– que Trichet en algún momento cierre el grifo: en caso contrario, Zapatero y los directivos de la banca nunca se reestructurarán (o tardarán lustros en hacerlo) y la economía se encontrará en un estado zombie.

Y, por último, incluso en el supuesto de que ninguno de los riesgos anteriores se conjure, el futuro que se le abre a la banca y a la economía española no deja de ser lúgubre. Aun cuando nuestro sistema financiero no quiebre –y a la luz de los test, es un futurible al menos razonable–, lo que sí resulta seguro es que sufrirá unas pérdidas cuantiosísimas que erosionarán la mayor parte de su capital. Es decir, la capitalización de nuestros bancos y cajas será mucho menor de la necesaria para que éstos se decidan a asumir el riesgo de seguir concediendo nuevos créditos a familias y empresas.

En esta caso, y como ya supiera ver en 1937 el gran economista Ludwig Lachmann, lo previsible es que bancos y cajas traten de compensar su escaso margen de solvencia con una progresiva mejora de su liquidez (con un incremento de sus saldos de tesorería). Ya que no son suficientemente solventes, al menos tratarán de convertirse en extraordinariamente líquidos (los keynesianos denominan a este proceso "trampa de la liquidez", aunque lo atribuyen a factores del todo distintos). Y esto, para que nos entendamos, se traduce en no conceder nuevos créditos cuando vayan venciendo los existentes.

No es que este ejercicio de prudencia y desapalancamiento resulte a largo plazo perjudicial para una economía, pues al fin y al cabo los agentes no pueden incrementar de manera permanente su endeudamiento (en algún momento tienen que pagar sus obligaciones). Sin embargo, sí deberíamos prepararnos para, en el mejor de los casos, asistir a una década de estancamiento en la que trabajaremos (si la ley laboral nos deja) para devolver todo el endeudamiento extraordinario de nuestros recientes años locos. Algo muy similar a lo que le ocurre a Japón desde 1990.

Si no queremos que nos suceda lo mismo –perder dos décadas en lugar de solo una– convendría no hacer demasiado caso a quienes aconsejan implementar políticas de expansión fiscal o monetaria, pues el problema es real y no parece tener una solución instantánea. Japón lo intentó todo y todo fracasó. Aquí no será distinto (ya lo estamos descubriendo) y puede que de hecho resulte mucho peor, pues al menos los nipones ahorran la mayor parte de sus rentas y pueden sufragar internamente los despilfarros de su gobierno (a nuestro país los malditos especuladores foráneos le cortarían mucho antes el chorro de crédito).

En definitiva, más allá de las pérdidas concretas que vayan a sufrir los bancos y cajas españoles en los próximos años reflejadas en los stress test, lo cierto es que tenemos por delante importantes retos a corto y a largo plazo que deberemos afrontar si no queremos dinamitar la economía. La parte buena del asunto es que los remedios para el corto y el largo plazo son los mismos: liberalización de los mercados y austeridad por parte de todos los agentes económicos. La parte mala es que ambas soluciones son incompatibles con el ADN intervencionista de nuestra casta partitocrática. Hagan sus pronósticos.


Libertad Digital - Opinión

Las rutinas de la libertad. Por Ignacio Camacho

Nos hemos acostumbrado tan pronto a la democracia que hemos dejado de percibirla como un bien moral escaso.

LA libertad, como la salud, el amor o cualquier otro de «los preciosos dones que a los hombres dieron los cielos», que decía Don Quijote, es un valor que se estima mucho mejor cuando no se tiene. La mayoría de los españoles contemporáneos no ha vivido o no recurda ya otro clima civil que el de la democracia, pero tampoco hace demasiado tiempo que carecíamos de ella; nos hemos acostumbrado tan pronto que hemos dejado de percibirla como un bien moral escaso que por desgracia ha sido casi una excepción de nuestra Historia. Del mismo modo que en la sociedad del confort uno llega a sentir como una contrariedad irritante la avería de un teléfono móvil que hace quince años ni nos planteábamos usar, cuestionamos con fastidio arrogante los defectos funcionales de un sistema que sin duda tiene muchos… pero bastante menos que todos los demás. Y tienen que venir de fuera las víctimas de su ausencia, los sufridores de la tiranía, para hacernos ver con la sencillez de su mirada hasta qué punto es valiosa esa cotidianeidad que a veces tanto nos desconsuela.

Así ha ocurrido con los refugiados cubanos recién expulsados por la dictadura castrista, que al poco de aterrizar se extasiaron al ver en la televisión ese debate entre Zapatero y Rajoy que a tantos españoles resultó un cansino ejercicio de repetición sectaria de vicios comunes. «Conocía la democracia en teoría, pero nunca la había visto en la práctica», ha declarado a ABC un embelesado resistente llamado Normando Hernández, al que el delito de opinar le ha costado varios años de cárcel en la isla. El tipo se quedó extasiado ante un episodio de normalidad democrática que jamás ha visto en el paraíso comunista. Y todo el aburrido ritual de reproches mutuos, el pantanoso aislamiento de prejuicios que para nosotros constituye el ejemplo de una política de baja calidad colapsada en su burbuja de endogamia, les pareció a Hernández y a sus compañeros el asombroso, rutilante descubrimiento de una utopía.

Nótese la generosidad moral de la lección de unos hombres que no se han deslumbrado con la exhibición consumista, ni con las tiendas repletas, ni con la energía sin racionar, como le ocurrió a cierto futbolista yugoslavo del Betis que llegó a España en los años ochenta y que, preguntado por sus impresiones, declaró su inmediata fascinación por el supermercado de El Corte Inglés. A los disidentes cubanos, encerrados en las sucias mazmorras castristas por defender un atisbo de libertad relativa en su irrespirable atmósfera de unanimidad forzosa, lo que les ha conmovido es la manifestación elemental del juego democrático, el debate, la discrepancia que a nosotros ya nos hastía como expresión de un bloqueo estéril. Que lo es, ciertamente. Pero que desde la cómoda rutina de la libertad tendemos a despreciar sin cuestionar lo que significa para los que no pueden siquiera imaginarlo.


ABC - Opinión

ZP. El feliz irresponsable. Por Pablo Molina

Estamos en pleno proceso revolucionario, afortunadamente pacífico, impulsado precisamente por aquél que debería garantizar la estabilidad de las instituciones y su continuidad en el tiempo.

En su visita a Barcelona para dictar una conferencia a sus socios del tripartito, Zapatero ha explicado con total tranquilidad que "no se hace responsable" de la sentencia del Tribunal Constitucional. Confesada su irresponsabilidad, de la que en el resto de asuntos ya teníamos abundantes pruebas, Zapatero ha añadido que va a intentar todas las maniobras al alcance de su mano para revertir las consecuencias de la decisión del alto tribunal.

El día que prometió cumplir y hacer cumplir la constitución no dijo que la promesa quedaría sin efecto en caso de que los nacionalistas catalanes necesitaran destruir el orden jurídico-político de la nación española. Al contrario, tomó posesión de la presidencia del Gobierno, salió del paso con la mejor de sus sonrisas y aparcó la imagen en el rincón de la corteza cerebral responsable de la memoria a corto plazo para que no le asaltaran escrúpulos en el futuro cuando faltara a su palabra, cosa que el personaje hace constantemente como una prolongación natural de su personalidad.


Y, sin embargo, el presidente del Gobierno es el principal responsable de que los actos de los poderes públicos se ajusten a la legalidad vigente, por más que se pretenda, como Zapatero, que dirigir un país es tener carta blanca para llevar a cabo golpecitos de estado institucionales cada vez que las necesidades electorales de su partido así lo aconsejen.

Estamos en pleno proceso revolucionario, afortunadamente pacífico, impulsado precisamente por aquél que debería garantizar la estabilidad de las instituciones y su continuidad en el tiempo. La constitución no es una ficción coyuntural sometida a las tensiones de la aritmética electoral de los agentes políticos, sino la voluntad expresa de un pueblo acerca de cómo ordenar la vida en común. Si se subvierte de forma artera sin consultar a los ciudadanos podremos hablar de consulado, imperio, señorío, oligarquía, caudillaje, regencia o federalismo bilateral, que es la forma que finalmente parece que va a adoptar el engendro. De cualquier cosa menos del estado de derecho, fruto de una constitución que consagra la monarquía parlamentaria como sistema de gobierno de una nación de ciudadanos libres e iguales. Igual a la vuelta de las vacaciones la Casa Real tiene algo que decir al respecto, pero no lo den por seguro.


Libertad Digital - Opinión

Chávez y las FARC

La mejor manera de ocultar los graves problemas internos de Venezuela es encender un conflicto con el exterior que nadie desea.

COMO era de esperar, el caudillo venezolano Hugo Chávez ha vuelto a decretar la ruptura de relaciones diplomáticas con la vecina Colombia a cuenta de la presentación por parte del presidente saliente, Álvaro Uribe, de ciertas evidencias sobre las actividades de la narco guerrilla colombiana en Venezuela. Las simpatías de Chávez hacia grupos como las FARC no son un secreto para nadie, y, aunque no se ha atrevido a dar el paso, en varias ocasiones ha expresado su interés por otorgar a este grupo terrorista la condición de «parte beligerante». Su fundador, Manuel Marulanda, alias «Tirofijo», ha sido reconocido hasta con estatuas en la Venezuela de Chávez, y las citas de este último para elogiarle son innumerables. Lo que Colombia ha llevado por primera vez al seno de la OEA son pruebas de que, además de este apoyo dialéctico y moral, los terroristas colombianos han recibido ayuda material por parte de las autoridades venezolanas, y ha advertido que puede llevar el caso al Tribunal Internacional para probar que un número significativo de combatientes se encuentran en territorio venezolano. En condiciones normales, lo que debería hacer Chávez es desmentir las acusaciones con pruebas, no con bravatas, pero una vez más ha preferido movilizar a los países sobre los que ejerce un ascendiente político, de manera que parezca que Colombia está aislada, acusar a Uribe de estar al servicio de intereses extraños y amenazar con un conflicto armado que heredaría el presidente electo, Juan Manuel Santos. La mejor manera de ocultar los graves problemas internos de Venezuela es encender un conflicto con el exterior que nadie desea. En definitiva, Chávez prefiere romper con Colombia antes que romper con una organización terrorista.

ABC - Editorial

Vuelta a la normalidad

Las pruebas de solvencia son la base para que se recuperen el crédito y el interbancario en Europa.

Las pruebas de resistencia (stress tests) de la banca europea, esperadas con gran expectación por los inversores y los Gobiernos, han confirmado la percepción general de que las entidades financieras del área euro tienen un grado de solvencia razonable. Solo siete entidades europeas, entre los que se encuentran CajaSur, cuatro grupos de cajas españolas en proceso de fusión, el nacionalizado Hypo Real Estate alemán y el griego Atebank, han suspendido las pruebas, mientras que los españoles Santander y BBVA se sitúan entre los mejores ratios de capital (10% y 9,3%, respectivamente) de la eurozona. El Banco Central Europeo (BCE), los Gobiernos y la Comisión Europea se apuntan un tanto, puesto que han jugado con éxito la carta de la transparencia como el mejor remedio para combatir los rumores poco fundados sobre la debilidad de la banca europea y, al mismo tiempo, se demuestra que los costosos programas de rescate y recapitalización (236.000 millones en toda Europa) han tenido éxito.

El caso de las cajas españolas que no han pasado el examen (el grupo Caixa Catalunya, Caixa Tarragona y Caixa Manresa, el formado por Caja Duero y Caja España, la Banca Cívica, Unimm y CajaSur) tampoco se aparta del guión previsto. Como puede apreciarse, están incursas en procesos de fusión y requerirán en conjunto una recapitalización de poco más de 2.000 millones de euros para cumplir con los requisitos de solvencia en el peor de los escenarios establecidos. En función de los resultados conocidos de los exámenes, está claro que el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB), cuya prórroga autorizó ayer Bruselas, está suficientemente dotado para hacer frente a la recapitalización de la banca española. Las pruebas demuestran además la malevolencia de las interpretaciones según las cuales el hecho de que el FROB hubiese aportado apenas 11.000 millones de los 99.000 que entre capital y avales tenía como dotación era prueba inequívoca de que el sistema español requería fortísimas inyecciones de capital que el Gobierno y la propia banca se negaban a reconocer. Pues bien, el Banco de España ha facilitado toda la información necesaria sobre el 95% del sistema financiero español, un esfuerzo de transparencia muy por encima del que han realizado otros países europeos (Francia solo examinó a cuatro bancos). Lo propio ahora es que las entidades suspendidas acuerden con el Banco de España si el nuevo capital que requieren puede ser privado.

En apariencia, con las pruebas de resistencia publicadas ayer los inversores y las entidades financieras tienen la información necesaria como para tomar decisiones razonablemente seguras. Difícilmente tendrán los mercados y los propios bancos por otras vías una información tan detallada y exacta como la que se dio a conocer ayer en Londres. Los controles son más duros que los que se aplicaron a la banca estadounidense hace algo más de un año. Los mercados abiertos recibieron ayer con subidas los resultados de las pruebas. Por tanto, en condiciones normales deberían despejar las dudas sobre la solidez financiera europea (y española), tal como ayer sugirió el gobernador, dar por superada la primera fase de la crisis bancaria e iniciar la segunda, que será la recuperación del crédito y la normalización de los préstamos interbancarios, que se habían secado.

Ahora bien, los mercados pueden empecinarse en mantener la desconfianza con el argumento de que los datos facilitados son falsos, las estadísticas están trucadas o los requerimientos legales de solvencia de un país son demasiado laxos. La banca española sufre de graves problemas de liquidez en el interbancario por la sencilla razón de que en Europa se calcula que su exposición al hundimiento inmobiliario no se refleja en una tasa de morosidad excesivamente baja. Si esa desconfianza se mantiene, estaríamos ante un caso de mala fe.


El País - Editorial

Un sistema solvente

España puede sentirse muy satisfecha con los resultados de los conocidos test de estrés o pruebas de resistencia, que miden la capacidad de aguante de las entidades financieras en un escenario macroeconómico extremo. Los resultados de los exámenes, hechos públicos ayer por el Comité Europeo de Supervisores Bancarios, recogen una situación de fortaleza de nuestros bancos y de las cajas más importantes del país. Hay que recordar que España es el país que más entidades ha aportado a la prueba europea, con 27 en total –el 95% de sus entidades frente al 50% del resto de países–, y que, según explicó el presidente del Gobierno, ha hecho un esfuerzo adicional al facilitar datos más allá de los comunes a todos los países, como el de la cartera de crédito inmobiliario, lo que da todavía más valor a la robustez mostrada en los test.

Las entidades financieras de nuestro país han cumplido con creces el objetivo de las pruebas, que era calibrar la solvencia del sector financiero y enviar con las conclusiones de esta exigente criba un mensaje de confianza a los inversores sobre las posibilidades reales de afrontar con garantías circunstancias muy adversas. La experiencia de estos años de recesión han demostrado que las dudas sobre la firmeza del sistema han provocado graves daños y perjuicios, entre ellos un frenazo en seco del crédito, con consecuencias que no hemos superado todavía. En este sentido, estas revisiones comunitarias han aportado también el valor de la transparencia, necesaria e intrínsecamente beneficiosa cuando la solidez del sistema se pone en cuestión. Con las aportaciones de los bancos y cajas, los supervisores y las propias entidades dispondrán de un caudal de información que permitirá evaluar de forma mucho más ajustada su potencialidad y su grado de vulnerabilidad ante escenarios extremos.

Para España, los test han sido un instrumento muy positivo que nos consolida en un contexto de inquietud y vacilaciones de los mercados y los inversores hacia nuestro país. La mejora de ese estado de ánimo repercutirá en el flujo del negocio y, por ende, debería aliviar tensiones y presiones sobre la economía española. Desde luego, somos conscientes de que el sistema necesita mejoras y que necesitamos proseguir en el camino de las reformas para consolidar esa robustez. La Ley de Cajas ha sido un salto adelante muy significativo. Las entidades deben hacer con urgencia sus deberes con unas nuevas reglas de juego, en las que las fusiones, las entradas de capital privado y la despolitización delimiten directrices y posibilidades que es preciso explotar. Lo relevante hoy es que ese nuevo marco normativo permita a las entidades capitalizarse y administrarse mucho mejor, y que esa solidez posibilite prestar dinero a los ciudadanos y a las empresas. Nuestro sistema financiero es solvente y sólido, genera confianza y está en condiciones de asumir cualquier reto. El excelente resultado en las pruebas de estrés lo demuestra.


La Razón - Editorial

El socialismo puede rematar a nuestra banca

Todas las pérdidas que se generen a partir de ahora –que son las que podrían hacer quebrar a nuestro sistema financiero– tendrán un origen claro: la incapacidad del Ejecutivo para liberar a España del corsé regulatorio que le impide volver a crear riqueza.

Sería un error tomarse los resultados de los test de estrés de la banca española como cálculos exactos sobre cuáles van a ser las pérdidas que experimentará nuestro sistema financiero en el futuro. Desde el momento en que las cifras bailan en una horquilla de entre 150.000 y 200.000 millones de euros según adoptemos una perspectiva más o menos pesimista, la precisión queda desde luego diluida. Pero, al menos, sí cabe extraer una primera conclusión de los test que se hicieron públicos ayer: la banca española hoy por hoy no está quebrada.

Esto no significa, obviamente, que no haya muchas entidades que sí se encuentran al borde de la bancarrota, sino que el conjunto del sistema tiene activos suficientes con los que hacer frente a sus deudas. Las pérdidas serán de una enorme magnitud (cerca del 20% del PIB) pero de momento soportables. La capitalización de nuestras entidades les permitirá absorber, no sin ciertas dificultades, todos los excesos que se cometieron durante los años de la burbuja inmobiliaria, esto es, liquidarán sus malas inversiones sin necesidad de entrar en concurso de acreedores.


Los bancos han sido los que mejor han capeado el temporal, mientras que las cajas, dirigidas por los mismos políticos que ahora se afanan por controlar y regular el sector privado, han sido con diferencia las que peores resultados exhiben. Se demuestra, de nuevo, que incluso en un mercado tan tremendamente intervenido como el financiero, las entidades privadas tienden a ser más eficientes y responsables que las públicas y que la solución contra los ciclos económicos no está tanto en regular o nacionalizar a los bancos como en terminar con los privilegios de unas entidades de crédito que pueden acudir siempre que lo requieran al correspondiente banco central para que les refinancie los vencimientos de sus deudas.

Ahora bien, por mucho que la mayoría de economistas esté echando las campanas al vuelo por los resultados, convendría no dejarse llevar por una euforia excesiva. Las pérdidas aproximadas de los test de estrés dependen críticamente de que la economía española no se desplome, pues en caso contrario la morosidad será mayor de la prevista, los ingresos de los bancos decrecerán y, además, el Estado podría llegar a perder la capacidad para hacer frente a sus deudas. En otras palabras, a menos que la economía española deje de decrecer y comience a crear empleo, los cálculos europeos sobre las pérdidas esperadas de nuestro sistema bancario podrían resultar muy insuficientes.

Es, por tanto, tarea del Gobierno emprender cuando antes todos los ajustes necesarios para que la economía reflote, incluyendo una reforma laboral en condiciones, muy distinta del decreto-ley aprobado por el Ejecutivo. Si las pérdidas acaecidas hasta el momento cabe atribuirlas grosso modo al pinchazo de la burbuja creada por el Banco Central Europeo, todas las que se generen a partir de ahora –que son justo las que podrían hacer quebrar a todo nuestro sistema financiero– tendrán un origen claro: la incapacidad del Ejecutivo para liberar a España del corsé regulatorio e intervencionista que le impide volver a crear riqueza.

En todo caso, y aun aguantando el tipo, hay serios motivos para la preocupación. Que nuestro sistema financiero no quiebre no significa que goce de gran salud. Las pérdidas previstas por los test de estrés son de tal magnitud que nuestra banca quedará muy debilitada durante bastantes años. Hay un importante riesgo de que España se convierta en una especie de Japón, país que ya lleva dos décadas de estancamiento por una combinación de bancos infracapitalizados y pésimas políticas keynesianas. Lo lógico sería aprender de la historia y rectificar el rumbo seguido durante los últimos años, pero este Gobierno parece claramente dispuesto a sacrificar el bienestar de la sociedad por sus intereses electorales. Los test de estrés pueden no haber sido catastróficos, pero desde luego Zapatero sí lo es.


Libertad Digital - Editorial

Aprobado con reparos

A pesar de los resultados razonables que consigue la banca española, el Ejecutivo debería ser prudente antes de lanzar una de sus habituales operaciones de propaganda

AYER se hizo público por fin el resultado de las «pruebas de resistencia» de la banca europea. Las instituciones financieras españolas —nueve bancos y dieciocho cajas— han conseguido resultados muy dispares. En efecto, las instituciones principales aprueban el examen con holgura, mientras que varias cajas de ahorro suspenden claramente, incluidas algunas que han recibido ayudas del FROB. Se trata, sin duda, de un mecanismo razonable para que los inversores valoren la solvencia de las entidades, logrando así la imprescindible estabilidad de los mercados financieros. A partir de ahora, los rumores infundados no deberían afectar al crédito de los bancos, de manera que nadie podrá culpar de los vaivenes financieros a los especuladores malintencionados. En todo caso, los resultados ofrecen pocas sorpresas, puesto que los «grandes» demuestran su solvencia y, por el contrario, determinadas entidades de segundo nivel ofrecen serias dudas en cuanto a su capacidad de supervivencia en época de crisis.

Debe tenerse en cuenta a la hora de valorar el examen planteado por el Comité de Supervisión Europeo Bancario que la prueba ha sido superada por una amplia mayoría de las 91 entidades analizadas, si bien hay que destacar que entre las siete que suspenden figuran cuatro grupos de cajas españolas, así como la intervenida Caja Sur. Las entidades que necesitan recapitalización o avales los obtendrán de manera automática por parte de los Estados, lo que supone una carga notable para todos los ciudadanos. Sea como fuere, la transparencia es un elemento positivo, si bien a juicio de muchos expertos y del propio FMI los niveles exigidos para el aprobado han sido demasiado indulgentes. A pesar de los resultados razonables que consigue la banca española, el Ejecutivo debería ser prudente antes de lanzar una de sus habituales operaciones de propaganda. Que las entidades financieras estén preparadas para afrontar —en su caso— una situación de crisis extrema no es la panacea de todos los males porque estos datos tienen poco que ver con la economía familiar y de las pymes, así como con la imprescindible creación de empleo. El gobernador del Banco de España explicaba ayer con rigor el significado de este examen de estrés, situando los resultados en su justa medida. Por supuesto que es una buena noticia que la gran mayoría de nuestros bancos estén en condiciones de afrontar un hipotético panorama desolador, que nadie descarta en un futuro, pero ello no justifica ningún triunfalismo por parte de un Ejecutivo desbordado por las circunstancias.

ABC - Editorial