miércoles, 4 de agosto de 2010

Buenos y buenísimos. Por José maría Carrascal

Tomen ustedes los grandes proyectos de Zapatero y verán reproducido el retrato robot del gobernante utópico.

PREFIRIENDO a Trinidad Jiménez a Tomás Gómez, Zapatero se ha retratado como ninguno de sus críticos podría haberlo hecho. Al hacerlo, demuestra, primero, su escaso sentido de la realidad. Luego, su falta de principios. Por último, su incapacidad de reconocer errores.

Fue Leibniz quien estableció el principio, hoy universalizado, de que «lo mejor» es siempre el enemigo de «lo bueno». Buscando lo perfecto, lo que se consigue es el fracaso por la sencilla razón de que vivimos en un mundo imperfecto, donde el ideal es sólo un arquetipo. De ahí que Bismarck estableciese aquella otra máxima de gobierno: «la política es el arte de lo posible». Quien aspire a lo imposible se estrella. Tenemos que contentarnos con lo posible, con lo bueno, decoro de todo lo existente. Sólo los indocumentados, los niños bien que no han dado golpe en su vida y conocen de ésta tan poco como de la «real politik», se empeñan en alcanzar, como esos nuevos ricos piden en un restaurante, hotel o tienda, «lo mejor». Ha sido la tónica del mandato de Zapatero. Quiso acabar con ETA negociando con ella, reinventar la vertebración territorial de España, superar económicamente a nuestros vecinos y, por si todo ello fuera poco, aliar las civilizaciones. El resultado está a la vista.


Como las metas son tan altas, este tipo de individuos se creen autorizados a prescindir de los deberes de todo ciudadano corriente, como decir la verdad y ser leal con los demás. Mienten y traicionan con la mayor naturalidad, contradiciéndose e incluso traicionándose a sí mismos, no una vez, sino todas las necesarias, sin importarles lo más mínimo.

Por último, su incapacidad de aprender de sus errores les viene de la convicción de que no son errores, de que se trata de circunstancias pasajeras, que dejarán paso a la verdad absoluta en las que están instalados.

Tomen ustedes los grandes proyectos de Zapatero —el «proceso de paz» en el País Vasco, el nuevo Estatuto catalán, la superación de la crisis económica — y verán reproducido milimétricamente el retrato robot del gobernante utópico. Lo confirma su preferencia de Trinidad Jiménez, «buenísima», sobre Tomás Gómez, meramente «bueno». Si yo fuese votante socialista, que a todas luces no lo soy, preferiría sin dudarlo a Gómez, del que al menos conozco su trabajo y lealtad, a alguien que presta más atención al atuendo que a las problemas de la calle. Aparte de saber que, si pierde, no me dejará en la estacada. Para Zapatero, en cambio, no hay duda. Alguien tan vacío de ideas y rimbombante de objetivos como él tenía que decantarse por la chupa de cuero y el último modelito. Aquí, la única que tiene que alegrarse es Esperanza Aguirre.


ABC - Opinión

Políticas de partido. Por M. Martín Ferrand

Visto cómo el PP y el PSOE tratan a los mejores entre los suyos es cosa de echarse a temblar

LOS partidos políticos, sin grandes diferencias entre ellos, tienden a ser crueles con sus militantes más abnegados y capaces. Incluso es posible que la autoridad que irradian los grandes jefes de fila, los merecedores de un póster electoral, dependa de lo crudelísimos que puedan llegar a ser y parecer en cada momento. Eso explicaría fenómenos tan singulares como los que, en coincidencia temporal, protagonizan Francisco Álvarez Cascos y Tomás Gómez. El primero es uno de los grandes nombres de la historia del PP y el autor, en sus días como secretario general, de la transformación de un grupito organizado al modo de las tropas de Pancho Villa en un partido bien vertebrado, sólido en sus bases y orgánico en su funcionamiento. Algo que, si es que sigue siéndolo, ya no lo parece. El segundo es un modelo de biografía socialista. Hijo de emigrantes, nació en Holanda y, ya en Parla, una de las grandes ciudades del entorno madrileño, estudió su carrera, se afilió al PSM y llegó a ser, en dos comicios consecutivos, el alcalde más votado de España.

Álvarez Cascos, después de un paréntesis reparador, ha manifestado su deseo de volver a la política activa y aspirar a la presidencia autonómica en Asturias, el escenario de su juventud y origen de sus trabajos políticos. Ningún notable del PP ambiciona, que se sepa, esa responsabilidad; pero, como suele suceder entre quienes tienen la política como medio de vida, los caciques locales ven amenazado su estatus, su pan y, sobre todo, la paz de balneario en la que suelen regodearse los partidos en las circunscripciones en que no ocupan turno de poder. Mariano Rajoy, como de costumbre, mira hacia otra parte y balbucea palabras de bien quedar y poco prosperar.

Lo de Gómez es lo mismo, pero al revés. En acto de obediencia dejó la gloria de su sólida mayoría absoluta en Parla y sucedió, hace ya tres años, a Rafael Simancas como secretario general del PSM. Ha reconstruido los restos de la vieja federación socialista y, con el apoyo de sus bases, aspira a disputarle a Esperanza Aguirre la Comunidad de Madrid, pero a José Luis Rodríguez Zapatero no le parece suficientemente «atractivo». Ignora que Charles Boyer consiguió trabajar como galán hasta el fin de sus días y era bajito, rechoncho y calvo. Como contaba Bette Davis, con la que protagonizó El cielo y tú, usaba peluquín, corsé y grandes dosis de maquillaje… pero gustaba a las señoras.

Visto cómo el PP y el PSOE tratan a los mejores entre los suyos es cosa de echarse a temblar; ¿qué podrían hacernos a quienes les miramos desde la distancia con más desdén que entusiasmo?


ABC - Opinión

PSOE madrileño. ¡Qué tendrá el sillón…!. Por Pablo Molina

Sólo queda que en el arranque de la campaña de las próximas autonómicas y municipales, todos los candidatos del PSOE se reúnan con su jefe máximo y, como los antiguos gladiadores, exclamen "Ave ZP, los que van a pegarse el leñazo te saludan".

El PSOE de Zapatero es tan extraño que sus miembros más destacados se pelean por un puesto electoral en el que saben que van a salir derrotados ampliamente. Concurrir a las urnas sin la menor posibilidad de hacer, al menos, un papel decoroso no es precisamente el modelo de éxito con que sueñan los políticos de todo pelaje, pero entre los socialistas madrileños va a haber bofetadas para ver quien se alza con el dudoso honor de pegarse una ídem contra Esperanza Aguirre y Alberto Ruíz Gallardón. Debe de ser la crisis económica, que también ha acabado afectando a los que han hecho de la militancia partidista una profesión, porque de lo contrario es difícil encontrar una explicación a tanto masoquismo. Y es que en la oposición municipal o autonómica se gana también un buen sueldo sin que las jornadas laborales puedan llegar a calificarse precisamente de maratonianas

Zapatero está utilizando la desazón existente en la Federación Socialista Madrileña para imponer su criterio, que no es otro que deshacerse de un Tomás Gómez al que las encuestas, con gran generosidad, le vaticinan un futuro ligeramente por encima del desastre absoluto.

En Valencia y Murcia, sin embargo, no parece que el PSOE tenga problemas para designar al reo que sacrificará en las elecciones municipales y autonómicas del año próximo, y eso que las expectativas de voto socialista en el levante son similares a las de Madrid. El batacazo electoral del PSOE en esas comunidades es ya es una tradición asumida por sus votantes, que acuden a las urnas simplemente por hábito democrático, con la única esperanza de mejorar, siquiera ligeramente, desastres anteriores.

Es la misma sensación que debe tener el socialista medio de la capital, pero por alguna extraña razón, Zapatero cree que poniendo candidatos distintos arrebatará la alcaldía y la presidencia autónoma a sus actuales inquilinos. El optimista antropológico da una nueva muestra de su confianza en el futuro siempre que se afronte aceptando únicamente su criterio personal.

Y sin embargo, los presidentes y alcaldes socialistas en ejercicio y los candidatos con aspiraciones no quieren ver a Zapatero en la campaña electoral del año próximo a menos de cincuenta kilómetros de distancia. ZP es un activo tóxico del que deben desmarcarse si quieren tener alguna posibilidad de alcanzar la poltrona, pero eso es algo que a su secretario general le trae sin cuidado.

Sólo queda que en el arranque de la campaña de las próximas autonómicas y municipales, todos los candidatos del PSOE se reúnan con su jefe máximo y, como los antiguos gladiadores, exclamen "Ave ZP, los que van a pegarse el leñazo te saludan". De agachar el dedo pulgar ya nos encargamos los votantes.


Libertad Digital - Opinión

Gobierno de guardia. Por Ignacio Camacho

Con 56.836 móviles a su servicio da igual dónde esté el Gobierno: puede montar un lío desde cualquier sitio.

UN daño colateral veraniego de la crisis consiste en que este año el Gobierno no toma vacaciones. Cuando la clase política se va de veraneo no sólo descansan sus alumbrados miembros, sino que nos permiten a los ciudadanos descansar siquiera por un mes de ellos. Pero cuando los asesores de imagen dictan que son tiempos de escenificar sacrificios la dirigencia pública se queda vivaqueando a medio gas en los despachos para aparentar una cierta solidaridad con el pueblo; eso significa que mientras la gente trata de desconectar en la playa de sus preocupaciones cotidianas sigue habiendo en las oficinas del poder un montón de tipos conspirando contra su tranquilidad, y que las sorpresas desagradables pueden llegar antes del otoño. «Otoño caliente», que se decía en la transición, un tópico del que desde entonces a los sindicatos les resulta difícil desprenderse. Este año, tal como se presenta el curso, la otoñada nos puede dejar más bien helados.

La culpa de que el Gobierno no descanse —una idea inquietante tratándose de gente tan propicia a la ocurrencia— la tiene la opinión pública, que tiende a exigir gestos de sobreactuación a los dirigentes. Si se van de vacaciones se les reprocha desafección e indiferencia hacia el sufrimiento de los ciudadanos, sin tener en cuenta que es mucho peor que se queden de guardia. Amén de que con 56.836 teléfonos móviles —la mayoría conectados a internet— al servicio de la Administración del Estado, da igual dónde se encuentren los altos cargos: te pueden montar un lío desde cualquier parte del planeta. Quizá por eso el jefe de la oposición se ha desentendido de la escenificación de la vigilia y se ha largado de Madrid con tanta prisa que olvidó abrocharse el cinturón del coche; pensará que de todas maneras no le van a dar tregua. En teoría si Zapatero se queda tendría que ser Rajoy el que permaneciese cerca echándole el aliento en la nuca, pero el gallego es hombre de tensión baja y metabolismo lento que nunca ha destacado por su atención a las apariencias y simulaciones. En eso se diferencia del presidente, capaz de cualquier cosa por un gesto rentable. Sorprende al respecto que todavía no hayan salido los portavoces de turno a reprocharle al líder del PP su escaso apego al estajanovismo. Ocurrirá; agosto es largo.

Yo no sé ustedes, pero a un servidor le resulta mucho más inquietante andar por esas playas de Dios sabiendo que en Madrid sigue encendida la lucecita de Moncloa. Pensar en un país sesteando a la bartola mientras Zapatero está despierto, maquinando estrategias —bueno, estrategias es un decir, dejémoslo en tácticas— en la soledad del estío, resulta un panorama de lo más desasosegante. Quizá la oposición debiese de reconsiderar su letargo canicular; a este Gobierno sólo le hace falta que los adversarios le otorguen la ventaja de la modorra.


ABC - Opinión

La sombra de Miguel Sebastián es alargada. Por Carlos Carnicero

Hubo una época en la que los partidos funcionaban de acuerdo a la voluntad de sus militantes; luego llego el "cesarismo" cómo fórmula personal de ejercicio del poder. Y se manifiesta más claramente allí donde es determinante la constitución de las élites: en la configuración de las candidaturas que optarán a los puestos institucionales; por un sistema de cooptación, el líder supremo elige a los más afines. Además, la fórmula despótica ha adquirido el supuesto prestigio que tiene la autoridad frente al desorden.

Hay precedentes en el PSOE de que además las fórmulas de unción han promovido verdaderos desastres. En las anteriores elecciones autonómicas, el presidente del Gobierno se sacó de la chistera a su asesor económico, Miguel Sebastián, frente al aparato del partido en Madrid, que como en esta ocasión se entero de la designación del candidato por la prensa. Sebastián cosechó el peor resultado de la historia electoral del socialismo madrileño y ni siquiera recogió su acta de concejal: se retiro a la vida privada hasta que fue reclamado para ser ministro, en una demostración de que los elegidos sólo se acercan a la política para ejercer el poder. El candidato decidido para el presidente no ejerció sus funciones de oposición y ahora hay que volver a empezar de cero.


Ministros independientes encabezaron las listas de organizaciones territoriales en las elecciones generales. Todos iniciaron la desbandada cuando fueron cesados de ministros y ninguno de ellos, Bernat Soria, Mariano Bermejo, Cesar Antonio Molina, conservan sus escaños. O ministros o nada.

Ahora la historia se repite y el presidente de Gobierno vuelve a decidir personalmente y sin contar con la organización territorial quienes "son los mejores". Con los precedentes de su gestión en la designación de candidatos, parece muy atrevida la aseveración del presidente.

La demoscracia o gobierno demoscópico ha sustituido a la participación de los militantes. El líder máximo observa una encuesta y decide quienes son los candidatos. El partido asiste impasible a la acción despótica de quienes suplantan su voluntad. Ya no hacen falta militantes, porque ni siquiera se pegan carteles. Unas cuantas computadoras y unos centenares de fieles son suficientes para constituir un partido siempre que se disponga de dinero suficiente para los coches oficiales. La participación consiste en aplaudir: Nada más.


Periodista Digital - Opinión

El cinturón. Por Alfonso Ussía

Lo del cinturón en el coche de Rajoy es de multa, pero no de escándalo. Moragas estaba distraído y Rajoy en las nubes. Moragas es peculiar. Alfonso de Senillosa, al que conozco desde que era niño, compañero de veranos norteños, me ha llamado en alguna ocasión para organizar una comida con Moragas. Tengo la costumbre de no comer con políticos por un motivo muy sencillo. Me aburren. No son tan aburridos como los escritores, pero más o menos. Una comida de escritores es algo que no deseo ni a mi peor enemigo, siempre que no sea escritor. Sobre todo si hay pretensión de trascendencias de por medio. Y los políticos lo mismo. Aprovechan el tiempo del condumio en explicar lo que está bien y lo que está mal, y uno sale convencido de que lo que está bien está mal y lo que está mal está bien. Además, impostan la voz y se muestran campanudos.

A Rajoy hay que mandarle la Guardia Civil de Tráfico, pero no los leones. Y quitarle unos cuantos puntos del carné, pero no pasar de ahí. A él o a Moragas, que es el encargado de la imagen. Entre Moragas y Arriola estamos apañados. El primero es el responsable de la imagen de Rajoy y el segundo de su estrategia. Nunca he creído en los asesores de la imagen. Y menos aún en los estrategas remunerados. Como no soy militante del Partido Popular no tengo derecho alguno a pedir cuentas de nada, pero si lo fuera, intentaría saber lo que percibe Arriola a cambio de perjudicar tanto a Rajoy. Para mí, que Arriola es el Corcóstegui del PP. Que haga como don Emilio. Mejor el despido con indemnización que el sueldo mantenido en contraprestación al desastre. Y Moragas, no sé. Ignoro si es político liberado o asesor de imagen gratuito. De cualquier manera, presumo que no necesita de la política para vivir. Su error ha sido memo, pero no merecedor de la cadena perpetua. Unos meses en la nevera, y a seguir olvidándose de los cinturones. Me refiero a los cinturones de seguridad, que los pantalones son otra cosa. Se cuenta de una veterana azafata de «Iberia» en un vuelo Madrid-Río de Janeiro. Ascenso normal, y ya alcanzada la altura de crucero, su voz melodiosa: «Señores pasajeros. Pueden, si lo desean, quitarse los pantalones. No obstante recomendamos por seguridad mantenerlos durante todo el vuelo». A la figuración pertenece lo que habrían hecho Rajoy y Moragas después de oir tan confusa recomendación.

Tengo para mí que una personalidad que necesita de un asesor de imagen carece de ella. Ahí está Churchill, que llevaba las camisas de seda con los cuellos y los puños algo deshilachados. Un parlamentario con asesor de imagen se lo reprochó: «Lleva usted algo deteriorada su camisa». «Es lo normal –respondió Sir Winston–; Uso camisa de seda desde hace muchos años más que usted». Además, que lo primero que tiene que demostrar un asesor de imagen es el atractivo de su propia imagen, y Moragas, hay que reconocerlo, no es mi tipo.

La gravedad de los hechos es, en ocasiones, más perdonable que la falta leve. Lo del cinturón de Rajoy es una falta leve, pero muy merecedora del pitorreo general. Y el pitorreo es peligroso en grado sumo para un político, que es además, el líder de la Oposición. Podría haber tenido la iniciativa de ajustarse él mismo el cinturón de seguridad, pero ya se sabe que los políticos con asesor de imagen no hacen nada hasta que su asesor de imagen se lo dice: «Presidente, el cinturón». Y como Moragas se olvidó de decírselo, servidor, en nombre de la Guardia Civil, le quitó cinco puntos. Y a Moragas, el carné.


La Razón - Opinión

Abusos. Huelga de controladores aéreos. Por Francisco Capella

Durante mucho tiempo advertí a mis compañeros de que se estaban pasando y que estaban generando un sistema insostenible, pero obviamente no me hicieron ningún caso y continuaron los excesos y abusos.

Tengo formación académica como físico, en inteligencia artificial e ingeniería del conocimiento, y como economista. Soy liberal, comentarista de opinión en Libertad Digital y miembro del Instituto Juan de Mariana. Y soy controlador aéreo en Aena desde hace once años, de lo cual no estoy precisamente orgulloso. He estado destinado en las torres de control de Tenerife Sur y en Madrid Barajas (donde fui instructor y supervisor) y ahora estoy en proceso de instrucción en el centro de control de ruta de Madrid Torrejón. Además he estado en comisiones de servicio en las torres de Almería, Ibiza y Málaga. Aclaro que este artículo lo escribo a título estrictamente personal.

Mis sueldos de los últimos años han estado ligeramente por encima de la media dada a conocer por el ministro Blanco (aquellos más de 330.000 euros brutos anuales). Además mi nómina era de las relativamente bajas en la torre de control de Barajas, ya que estando más o menos en la media de antigüedad y carrera profesional yo solo hacía la ampliación laboral básica (el primer nivel de los tres que había de horas extra). Y Barajas es una torre de categoría inferior a los centros de control, que es donde hay más personal destinado.


Estos abultados salarios se han conseguido mediante la elevación de la demanda de controladores y la restricción de su oferta, fenómenos que no han sido ajenos a la presión sindical y a su capacidad de hacer daño al dejar de prestar un servicio esencial difícilmente sustituible (la unión hace la fuerza, especialmente en un monopolio público como éste). Los propios controladores decidían de forma casi unilateral cuántos eran necesarios durante cada turno en cada dependencia (las configuraciones de referencia, con cantidades a mi juicio infladas y exageradas porque prácticamente siempre solía sobrar personal, a menudo se abrían sectores no estrictamente necesarios y las horas efectivamente trabajadas estaban lejos del límite reglamentario). Dada la limitación de horas a trabajar por convenio (1.200 anuales) se programaban grandes cantidades de horas extra.

Algunos controladores se han presentado ante la opinión pública como responsables trabajadores que sacrificaban su tiempo libre, su familia y su salud (el famoso presunto estrés laboral) para hacer las horas extra y salvar la navegación aérea, al turismo y al país: la verdad es que se aprovechaba cualquier oportunidad para generar esos servicios adicionales y se hacía cola para hacerlos y cobrarlos suculentamente. Simultáneamente el sindicato reclamaba con gran cinismo ante la opinión pública más controladores, justo lo contrario de lo que realmente quería (cualquier economista puede explicar cómo a los gremios les interesa restringir la competencia para elevar sus ingresos y mejorar sus condiciones).

Quizás por la bonanza económica o para evitar problemas políticos los ministros y los directivos anteriores de Aena cedieron ante la presión sindical, básicamente las amenazas de dejar de hacer esas infladas horas extra y quizás también retirar a los profesores de la escuela y parar en seco los procesos de formación. Otras medidas eran y son las típicas de las huelgas de celo: utilizar el reglamento y los procedimientos (estos últimos de nuevo decididos y aplicados según el criterio de los propios controladores) como excusas para ralentizar el tráfico (los controladores aéreos insisten mucho en la seguridad, la cual invocan constantemente y aprovechan para meter miedo al personal, pero de lo que no pueden presumir en general es de eficiencia).

Durante mucho tiempo advertí a mis compañeros de que se estaban pasando y que estaban generando un sistema insostenible, pero obviamente no me hicieron ningún caso y continuaron los excesos y abusos. Y entonces llegó la crisis económica, la reducción del tráfico aéreo y el cambio de ministro de Fomento y de equipo directivo en Aena. Y más recientemente las nuevas leyes sobre provisión de los servicios de navegación aérea. Lejos de practicar una sana autocrítica, el nuevo equipo directivo de USCA (Unión Sindical de Controladores Aéreos) ha decidido huir hacia delante, se han autoproclamado víctimas esclavizadas y han promovido la convocatoria de una huelga. Estoy totalmente en desacuerdo, y además me siento profundamente avergonzado e indignado por lo que he visto y oído en los últimos meses en la torre y en la sala de control. Por eso me he dado de baja del sindicato USCA y estoy considerando mi futuro profesional. En próximos artículos espero ir dando más detalles, aclarando ideas y desmontando diversas falacias difundidas interesadamente por algunos controladores aéreos.


Libertad Digital - Opinión

Otro asesino etarra

UNA operación de la Ertzaintza, ordenada por el juez Grande Marlaska, ha permitido la detención en Hernani de Gurutz Agirresarobe y de otra presunta terrorista. De acuerdo con el consejero vasco de Interior, el detenido es, «con toda probabilidad», el asesino de Joseba Pagazaurtundua, antiguo jefe de la Policía Municipal de Andoaín, cuya familia —que se declaraba ayer «emocionada»— mantiene desde entonces un notable protagonismo en la reacción social contra el terror totalitario. Cabe también la posibilidad de que el mismo individuo cometiera el atentado contra Manuel Giménez Abad, presidente del PP en Aragón, puesto que ambos asesinatos se realizaron con la misma arma. Es una excelente noticia que la Ertzaintza actúe —por fin— de forma decidida y sin ambigüedades contra la banda de asesinos que desafía al Estado de Derecho. El Ejecutivo que preside Patxi López, con el decisivo apoyo parlamentario del PP, ha introducido una nueva dinámica en el País Vasco, demostrando que los nacionalistas no tienen derechos exclusivos y que la democracia es capaz de vencer al chantaje terrorista y a la ideología identitaria.

En la etapa anterior, la falta de voluntad política impidió a los agentes de la Policía vasca desplegar una actividad eficaz en un ámbito al que pueden aportar no sólo su preparación técnica, sino también su decisiva cercanía al terreno. Los etarras detenidos formaban parte de un comando «legal», en espera de órdenes para cometer nuevos crímenes. Por ello, queda claro una vez más que la vía de las detenciones y el reconocimiento debido a las víctimas son la clave en la lucha contra el terror. La eficacia policial y la rigurosa aplicación de la ley son el fundamento para la derrota definitiva de ETA, al margen de veleidades oportunistas sobre negociaciones más o menos disfrazadas.

ABC - Editorial

La Ertzaintza se redime

La detención del presunto asesino de Joseba Pagazaurtundua, el sargento de la Policía Local de Andoain y destacado militante del PSE que fue tiroteado el 8 de febrero de 2003, es una excelente noticia que encierra diversos mensajes, unos de naturaleza operativa y otros de carácter simbólico, pero todos ellos muy positivos para acelerar la erradicación del terrorismo etarra. Es de destacar que la operación haya sido llevada a cabo por la Ertzaintza. Era uno de esos sangrientos episodios que la Policía autónoma vasca tenía pendientes de solventar y que le afectaba de manera directa e institucional. Hay que recordar que el asesinato de Pagazaurtundua estuvo rodeado de sombras e incógnitas sobre la actuación de los altos mandos de la Ertzaintza, entonces dirigida por el miembro del PNV Javier Balza. La propia familia del agente asesinado denunció que, pese a la persecución y las reiteradas amenazas de muerte que sufría por parte de los batasunos, no recibió ni apoyo ni protección suficientes. Por tanto, con las detenciones de ayer, además de llevar a la familia de los Pagazaurtundua el consuelo moral de que el asesinato no quedará impune, se cierra un capítulo especialmente hiriente para la propia institución vasca y se demuestra que, cuando existe voluntad política y lealtad democrática, los policías vascos tienen sobrada capacidad profesional y valor para expulsar a los matones de ETA de las calles y plazas del País Vasco. También es muy relevante el contexto en el que se produce esta detención, que eleva ya a más de medio centenar las registradas este año. Desde hace algunas semanas, el Gobierno de la nación está tomando diversas iniciativas tendentes a estimular la ruptura entre los presos etarras y la dirección de la banda mediante el traslado de algunos de ellos a las cárceles próximas al País Vasco. Al mismo tiempo, los batasunos han empezado a maniobrar con la complicidad de EA y Aralar para presentarse a las próximas elecciones municipales, lo que está provocando fuertes disensiones internas y un supuesto alejamiento de la llamada izquierda abertzale de los métodos terroristas. De aquí que la desarticulación de una «célula durmiente» como la formada por el asesino de Pagazaurtundua y su cómplice, así como la incautación de documentos que pueden ser de gran relevancia, suponga un mensaje nítido y contundente para el colectivo de presos y para los dirigentes batasunos que hasta la fecha han seguido sumisamente las órdenes de los pistoleros. En todo caso, ya nadie pone en duda que la acción policial y judicial contra los terroristas constituye no sólo la estrategia más eficiente, sino la única posible en estas circunstancias. Lo expresó ayer el ministro del Interior con loable elocuencia: «Detener, detener y detener hasta que esto se acabe». Ni que decir tiene que en este empeño el Gobierno debe contar con el apoyo sin reservas del PP, como así sucede. Pero también conviene que las principales decisiones de la gestión antiterrorista sean consultadas y puestas en conocimiento del principal partido de la oposición, como es el caso de la política penitenciaria o lo relativo a las aspiraciones electorales de los batasunos.

La Razón - Editorial

Contener el optimismo

La caída del paro en julio es un buen dato, pero debe analizarse con realismo.

El paro registrado volvió a bajar en el mes de julio, esta vez en 73.790 personas, el mayor descenso que se registra en un mes de julio desde 1998. La afiliación a la Seguridad Social también ha aumentado significativamente, si bien se aprecia que, corregida la estacionalidad, en realidad ha bajado en unas 34.000 personas. El hecho de que el paro que se registra en los servicios de desempleo haya bajado por cuarto mes consecutivo y que el descenso sea general, en todos los sectores de actividad, ha dado pie a que el Gobierno insista en que la actividad económica se está recuperando lentamente y vuelva a manejar con soltura expectativas de recuperación ya durante este año.

La recuperación económica está por ver; la contabilidad nacional correspondiente al segundo trimestre del año certificará su intensidad. En todo caso, aunque el crecimiento intertrimestral sea positivo, parece que lo será todavía en una tasa muy modesta. El horizonte de recuperación económica existe, como es lógico, pero el problema radica en que es tan lento y dilatado que el paro no empezará a bajar de forma significativa durante este año. Y la tasa de paro tampoco se reducirá sustancialmente, porque la población activa empezará a crecer conforme vayan mejorando las expectativas de crecimiento.


Ahora bien, es obligado recordar que la medida de la ocupación y el empleo que tiene validez y relevancia es la Encuesta de Población Activa (EPA); los datos del paro registrado que ofrece el Ministerio de Trabajo reflejan muy parcialmente la situación del mercado laboral. El relativo optimismo del Gobierno tiene algo de desmemoria. La semana pasada se conocieron los resultados de la EPA del segundo trimestre y en ellos se pudo comprobar que el paro había subido en 32.800 personas entre abril y junio; y que el aumento de la ocupación (82.700 empleos) fue insuficiente para compensar el aumento de la población activa, por lo que subió la tasa de paro. Tampoco debería olvidar el Gobierno, al menos tan pronto, que durante los meses de mayo y junio bajó el paro registrado, a pesar de lo cual la EPA marcó un récord de parados (4.645.500).

Por lo tanto, la buena evolución del paro registrado debe considerarse solo como un indicador que debe ser ratificado por la EPA. Existe, por supuesto, un repunte del empleo, pero es pronto para saber si se consolidará después del tirón del turismo o si podrá soportar las decisiones de cierre empresarial que con frecuencia se aplican en los meses de septiembre y octubre.

La situación del mercado de trabajo sigue siendo muy precaria; requiere más realismo y menos euforia. El realismo implica reconocer que a corto plazo no hay perspectivas de crecimiento que permitan soñar con aumentos significativos de la ocupación y descensos sustanciales del paro. Así que está contraindicado ese optimismo de carril que consiste en celebrar cualquier resultado que parezca favorable. Al menos hasta que no se cruce la frontera laboral del próximo otoño.


El País - Editorial

La sinrazón de los controladores

No es de recibo es que un grupo de trabajadores secuestre unas instalaciones que son públicas (y que además son las únicas con las que cuenta el país) declarando huelgas salvajes, oficiales o de celo, según los casos y según convenga.

Desde un punto de vista liberal conviene analizar las huelgas con cautela y una cierta distancia. En general, suelen ser mecanismos para tratar de lograr por la fuerza objetivos que no se pueden alcanzar de manera pacífica a través de la negociación; especialmente, si la huelga es en el fondo un instrumento de presión contra el Estado para conseguir algún tipo de privilegio legal.

El conflicto entre los controladores aéreos y Fomento presente numerosas aristas, pues al fin y al cabo Aena es un monopolio público que no siente la menor presión de la competencia para mejorar su servicio, sus precios (o tasas) o incluso las condiciones laborales de sus trabajadores. Sin embargo, en este caso concreto, no parece que los controladores sean un colectivo "explotado", sino más bien lo contrario: durante los últimos años se han comportado como un monopolio dentro de otro monopolio y ello les ha reportado inudables réditos de carácter extraordinario.


El origen de las desavenencias comenzó allá por febrero de este año cuando el Gobierno aprobó un decreto ley que dos meses más tarde se convertiría en la ley de prestación de los servicios del tráfico aéreo. En este decreto se incrementaba la jornada ordinaria de trabajo desde las 1.200 horas anuales a 1.670, motivo que los controladores aducían para quejarse de la sobrecarga de trabajo, del estrés y del riesgo que todo ello suponía para el pasajero.

No obstante, la verdad es que, habida cuenta de que el número de horas extraordinarias trabajadas por la mayoría de controladores en 2009 ascendía a 600, tras la aprobación del decreto la jornada total se reducía desde 1.800 horas a 1.750. ¿De dónde venía, pues, el enfado de los controladores? Se trataba de una simple cuestión crematística: las horas extraordinarias se remuneraban tres veces más que las ordinarias, de modo que trabajando aproximadamente lo mismo iban a percibir un sueldo sustancialmente menor.

Es cierto que desde 2006 no se han ampliado las plazas de controladores, lo que ha obligado a concentrar toda la carga laboral en unos pocos trabajadores. Pero no es menos cierto que hasta la fecha los controladores eran los principales cómplices y beneficiarios de esta limitación a la entrada de nuevos controladores, pues con ello podían percibir altísimas remuneraciones en concepto de horas extraordinarias. Afortunadamente, este ha sido otro de los elementos que las reformas del Gobierno han cambiado, aun cuando la solución real no vendrá hasta que Aena deje de ser un monopolio (público para más inri) y la demanda y la oferta de puestos de trabajo se fije con criterios empresariales y no de acuerdo a intereses políticos o sectoriales.

Desde la aprobación de todas estas medidas, la relación entre Fomento y los controladores se basó en una tensa calma donde no es improbable que estos últimos se instalaran en una huelga de celo a modo de protesta. Hace unas semanas, el Ejecutivo movió ficha y aprobó el reglamento que desarrolla la ley anterior. La medida más llamativa del mismo era la de reducir el tiempo de descanso de los controladores hasta el 20% de la jornada diurna, desde el 25% que contemplaba la ley de abril o el 33% de la regulación anterior. Ésta y otras provisiones, como las guardias obligatorias, pueden tener un carácter más o menos discutible (si bien, sorprendentemente, los controladores piden ahora su aplicación inmediata al tiempo que los aducen como motivo para justificar la huelga), pero en todo caso se trata de un debate estéril en el que ni Fomento ni un sindicato privilegiado de controladores deberían tener mucho que decir: las condiciones laborales –salarios, jornadas, descansos, número de controladores...– deberían fijarse en el mercado y en un marco de libertad y competencia.

Lo que desde luego no es de recibo es que, como ya sucedía en el caso del Metro de Madrid, un grupo de trabajadores secuestre unas instalaciones que son públicas (y que además son las únicas con las que cuenta el país) declarando huelgas salvajes, oficiales o de celo, según los casos. Al final, el ciudadano es el verdadero perjudicado: primero por costear de su bolsillo una empresa ineficiente; segundo, por no poder acudir a una competencia que no existe y de cuya inexistencia se benefician los propios controladores; tercero, por las tasas más altas y los peores servicios que implica un monopolio; y cuarto, por la desprotección y la total ausencia de alternativas que padecen cuando los controladores declaran una huelga.

No se trata tanto de que Blanco lo haya hecho bien, pues muchos puntos de su actuación resultan ciertamente mejorables, como de que la privilegiada situación de Aena y los controladores es insostenible, especialmente en momentos de crisis económica. Por muy arrogante y bravucón que según los controladores haya sido el ministro de Fomento, su estatus es inaceptable, al menos tal y como está configurado actualmente. Si en un mercado libre consiguen salarios y condiciones laborales iguales o mejores a las de ahora, no tendremos nada que objetar, pues lejos de sumarnos a la demagogia socialista de Blanco, creemos que en un mercado competitivo los altos salarios son una señal de que se está prestando un gran servicio a la sociedad. Pero los controladores no parecen muy interesados en liberalizar su profesión. Por algo será.


Libertad Digital - Editorial

Zapatero irrumpe en Madrid

La desorientación del PSOE en Madrid es un síntoma de ausencia de autoridad y planificación para pelear electoralmente en una plaza donde Zapatero siempre ha perdido.

EL PSOE sigue tropezando en Madrid de manera incorregible, incluso antes de elegir candidatos para competir con Esperanza Aguirre y Alberto Ruiz-Gallardón. No es capaz siquiera de hacer las cosas con una mínima discreción, abundando en los errores y torpezas del pasado —polémicas públicas, descalificaciones personales, ausencia de alternativa— que explican el estado de postración en el que se encuentran los socialistas en Madrid. En el caso de las elecciones autonómicas, la situación roza el esperpento, porque la dirección nacional descarta a Tomás Gómez, secretario general de los socialistas madrileños, que es el único que públicamente se ha propuesto para liderar la candidatura sin haber probado suerte aún; pero apoya, con el aval personal del presidente del Gobierno, a Trinidad Jiménez, ministra de Sanidad, cuya principal credencial electoral en Madrid es haber sido derrotada sin paliativos por Ruiz-Gallardón. Jiménez sólo tardó un año en abandonar el Ayuntamiento. Es lógico que cause extrañeza, como mínimo, la apuesta socialista de confiar a una candidata derrotada por Ruiz-Gallardón la responsabilidad de ganar a Esperanza Aguirre. Y aunque su gestión en Sanidad ha estado exenta de polémicas —en buena medida, porque apenas tiene competencias—, tampoco le otorga un balance equiparable al de la presidenta madrileña.

La desorientación del PSOE en la comunidad madrileña es un síntoma de problemas existentes a mayor nivel organizativo, concretamente de ausencia de autoridad y planificación para pelear electoralmente en una plaza donde Zapatero siempre ha perdido, aun en sus mejores momentos, bien directamente frente a Rajoy (generales de 2004 y 2008), bien a través de candidatos de su máxima confianza, como Jiménez y Sebastián, en los comicios municipales y autonómicos. Además, la campaña contra Tomás Gómez, quien fuera el alcalde más votado de España, está revelando una cierta intolerancia del PSOE hacia la democracia interna, tanto más llamativa cuando se produce en un partido que siempre quiere presentarse como paradigma de funcionamiento democrático. Gómez cuenta con el apoyo de sus compañeros y aún no ha podido perder unas elecciones en Madrid. Jiménez, sí. Al obviar este dato, al despreciar la necesidad de un elemental buen hacer frente a dos colosos electorales como Aguirre y Gallardón, y al mostrarse en un estado creciente de nervios, el PSOE está destrozando anticipadamente sus posibilidades en Madrid —confiadas más a un supuesto desgaste de Aguirre o al avance de UPD que a las virtudes de su competidor— y dando más razones a los madrileños para seguir sin confiar en su candidatura.

ABC - Opinión