viernes, 6 de agosto de 2010

Castillos en el aire. Por M. Martín Ferrand

No debiera servir de consuelo para la derecha el hecho de que los españoles (78,9 por ciento) no confíen en Zapatero.

SORPRENDE la alegría con que muchos de los santones del PP han acogido la sospechosamente extemporánea encuesta del CIS que ayer se enseñoreaba de los diarios nacionales. Es cierto, y constituye una buena señal, que, si las elecciones se celebraran hoy, el 41,2 por ciento de los españoles votarían al partido de la gaviota: 6,3 puntos de ventaja sobre las estimaciones de voto que se le atribuyen al PSOE; pero también lo es, según la misma fuente, que el 84,6 por ciento de los electores piensan que Mariano Rajoy les produce «poca a ninguna confianza». Aun sabiendo que la demoscopia, siempre más cercana a la sociología recreativa que al análisis científico de la realidad, es la organización de la entelequia, el dato es sobrecogedor. Además, del 1 al 10, los encuestados del CIS valoran a José Luis Rodríguez Zapatero con 3,48 puntos y a Mariano Rajoy con tres décimas menos: 3,18 puntos.

Si se ahonda en las tripas de la encuesta del CIS, la realidad se hace todavía más negra para un PP, que, irresponsablemente, se jalea a sí mismo por su pírrica victoria. El PP, con respecto a las legislativas de 2008, solo ha crecido 1,3 puntos en expectativa de voto, mientras que el PSOE ha bajado 9 puntos. Es decir, por formularlo llanamente, que la abstención, IU, CiU y UPyD recogen más renta electoral de las pérdidas socialistas que el PP, lo que, en una formulación drástica, niega la cacareada opción alternativa que encabeza Rajoy. No debiera servir de consuelo para la derecha, como se han hartado de repetir ayer en los programas de la radio fofa que cubre el expediente veraniego, el hecho de que los españoles (78,9) no confíen en Zapatero. Es mayor, como señalaba más arriba, la desconfianza que provoca Rajoy.

El PP, sometido a la astucia rajoyana, un cóctel entre el no hacer nada y estarse quieto, es un partido sin liderazgo y, que sepamos, sin programa. Su tremenda debilidad se expresa en la encuesta que comentamos. Cuando el PSOE pierde 9 puntos, el PP solo gana 1,3. Así no hay manera de acortar distancias, todo lo contrario. Esa pasividad actuante está configurando y fortaleciendo nuevos partidos bisagra —atención a UPyD de Rosa Díez— que, unidos al vampirismo operativo de los nacionalismos ya establecidos, pueden llegar a condicionar, e incluso impedir, la recta gobernación de la Nación. Algo que por cierto, y sin que nadie lo impida, ya sucede en virtud de los excesos socialistas y de las perezosas carencias populares. Aun así, el PP se manifiesta contento y esperanzado. Su falta de percepción de la realidad resulta pasmosa y, lo que es peor, define a sus responsables.


ABC - Opinión

Crisis. El verano de 2010. Por Agapito Maestre

Me encojo de hombros, después de haber oído la plática del dueño del chiringuito. Y no me atrevo a largarle un jarro de agua fría a su optimismo, pero me he quedado con las ganas de preguntarle: "¿Cuánto tiempo todavía podremos aguantar?".

Oigo por la radio que los controladores amenazan con huelga, pero el ministro Blanco aguanta, porque se siente fuerte frente a un "colectivo" que parece haber perdido la cabeza. El verano está entretenido con el truchimán de La Moncloa cambalacheando con la ETA. Después de siete años, que ya son años, ha conseguido detener al asesino de Josefa Pagazaurtundua. La gente de bien celebra, cómo no, estas detenciones, pero los periodistas de Zapatero exhiben esa detención como el fin de la negociación con ETA. Falso. Es absolutamente compatible esta política de detenciones con una negociación a medio plazo con los criminales de ETA. Es la gran aportación de Zapatero a la historia de la infamia de la política.

Malo es lo de ETA, pero la crisis económica parece minar aún más la moral de los españoles. Es obvio que las vacaciones se han reducido, o peor, muchas familias españolas no saldrán de sus casas en todo el verano. Escribo cerca del mar. El chiringuito de la playa está casi vacío. La gente apenas consume. Pago por el alquiler del piso la mitad que el año pasado, pero me dice un vecino que lo podría haber conseguido aún más barato. Ya sé que no descubro nada nuevo, pero son datos básicos para saber que la crisis va para largo. Este cronista percibe que el personal está triste. Nadie ve por dónde puede salir esta ruina.

Sin embargo, me atrevo a darle un poco de ánimo al dueño del chiringuito, que no para de quejarse de la puñetera crisis. La gente, digo con cierto desmayo del alma, se adapta. Sobrevive. Parece que las redes familiares funcionan y protegen a los más desfavorecidos. También las ayudas de la caridad, especialmente las gestionadas por la Iglesia Católica, están paliando las desgracias de los más desfavorecidos. Y, por supuesto, la economía sumergida puede todavía mantener durante mucho tiempo esta agonía económica y social. Hay, pues, motivos para la esperanza.

Ya lo creo que hay motivos para la esperanza, me dice mi interlocutor, y si no mire, por ejemplo, lo de la señora Obama en la Costa del Sol. Hasta 800 millones de euros, según ha calculado una consultoría, puede generar la visita de la esposa del presidente de los EEUU. Lo importante ahora es no desesperar; se trata de mantener la cabeza serena, imperturbable, en fin, vital, porque sin esas cualidades Rodríguez Zapatero podría hacer aún más daño.

Me encojo de hombros, después de haber oído la plática del dueño del chiringuito. Y no me atrevo a largarle un jarro de agua fría a su optimismo, pero me he quedado con las ganas de preguntarle: "¿Cuánto tiempo todavía podremos aguantar?". ¡Quién lo sabe!


Libertad Digital - Opinión

Una rebelión. Por César Alonso de los Ríos

La diferencia de seis puntos que hay entre el PP y el PSOE es propia de una rebelión.

Lo que nos ha descubierto el CIS es una «rebelión». La diferencia de seis puntos que hay entre el PP y el PSOE (pongamos diez, como dice Ana Mato) no es simplemente una gran brecha, ni siquiera una alternancia en las preferencias sociales y en los programas económicos. En España esta distancia es, más bien, propia de una rebelión. Desarticulada en buena medida, no liderada, como lo prueba la nota que los encuestados dan a Rajoy; tampoco expresiva de una de las dos grandes concepciones que han dominado el mundo en el siglo XX… Es el rechazo radical de lo instalado que es la forma de organizarse que tienen las ideologías a estas alturas del desarrollo de los medios de comunicación. Como ha señalado hace tiempo André Glucksmann.

Es verdad que la razón principal de esta rebelión tiene su fundamento en la crisis, pero no sólo. Tiene que ver con la forma de gobernar de los socialistas. Está en relación con los contenidos en otras cuestiones: esa brutalidad de animar al aborto a las menores; ese modo sibilino y paternalista de imponer el igualitarismo y el estatismo en la Educación; esa utilización del maquiavelismo incluso en la «lucha» contra el terrorismo y, sobre todo, el entreguismo con los nacionalistas a fin de dominar el Estado hasta destruirlo a su conveniencia… Esta forma de plantarse la mayoría de la opinión pública tiene algo de levantamiento general frente a la normalidad que venido representando el socialismo a lo largo de esta tres décadas de democracia. Incluso los tardofranquistas de UCD se convirtieron mentalmente a la izquierda y no sólo en lo económico…

Esta ruptura aminorada que señala el CIS era temida por los ideólogos de la izquierda, ahora noqueados. Han comenzado a criticar a Zapatero pero no se atreven a condenarle. Tienen puesta la esperanza en una mejoría económica. No han tirado la toalla pero ya amenazan con hacerlo.


ABC - Opinión

Controladores. Pepiño Peso Pesado. Por Humberto Vadillo

Celebremos la aparente valentía de José Blanco, pero recordemos que es el mismo Pepiño Blanco que el día 29 se septiembre se irá del bracete con Don Toxo y Méndezzone.

Resulta sospechosa la intensidad con la que se conduce José Blanco contra la huelga de controladores aéreos. Una intensidad que contrasta poderosamente con el dulce cruce de miradas que resume la relación del Gobierno Zapatero con los sindicatos. Blanco, sólo o en compañía de su abismal ambición, ha encontrado en la Unión Sindical de Controladores Aéreos el sparring que necesita para comenzar su carrera hacia el título de los Pesos Pesados. Chaves ya ha marcado el terreno al decir que los controladores no defienden derechos sino privilegios y lo primero que hizo Blanco al saltar al cuadrilátero fue hacer públicos los latisueldos de los controladores. Pepiñus Clay pretende volar como una mariposa pero pica como un abejorro.

Como admirablemente ha denunciado Francisco Capella en estas mismas páginas, la USCA ha conseguido para los controladores abultados salarios "mediante la elevación de la demanda de controladores y la restricción de su oferta, fenómenos que no han sido ajenos a la presión sindical y a su capacidad de hacer daño al dejar de prestar un servicio esencial difícilmente sustituible". La USCA lleva meses desarrollando una huelga encubierta, de la que he sido víctima, por cierto, en al menos dos ocasiones. La USCA plantea ahora una huelga-espada de Damocles para este mismo mes sin importarle lo más mínimo los perjuicios, enormes, que causará a millones de pasajeros, a la imagen exterior de España y a nuestro principal sector económico. Unos daños que el mero anuncio de la huelga ya ha comenzado a producir.

Es decir, la USCA se está comportando como se comportan normalmente los sindicatos.

¿Por qué entonces el Gobierno Zapatero ha decidido plantar cara a la USCA cuando no lo hizo con aquellos sindicalistas del Metro que paralizaron la capital al grito de "Si tenemos que entrar a matar, entraremos a matar"? ¿Por qué Cándido Méndez tiene sillón favorito en la Moncloa? ¿Por qué la huelga general anunciada para septiembre tiene ese aire de sainete? Sainete por lo jocoso, sainete por lo liviano, sainete por lo chusco de los protagonistas, pero sobre todo porque, como el sainete, la función de esta huelga es servir de intermedio y alivio breve de una obra principal cuyo argumento es el absoluto control que los sindicatos CCOO y UGT ejercen sobre el mercado laboral español. Para que las carcajadas sean mayores, Zapatero acaba de premiar a los sindicatos con 29 millones de nuestros euros. ¿Cómo están Usteeeedes? ¡Bieeeeen!

Los sindicatos españoles se comportan como monopolistas del factor trabajo. Para tener éxito, el monopolista ha de ser capaz de restringir la cantidad de producto que llega al mercado. Los sindicatos lo han conseguido con la anuencia de sucesivos gobiernos, planteando un mercado de trabajo que semeja un castillo: en el interior del castillo se encuentran los trabajadores "fijos", de grandes empresas, con antigüedad, sindicados o al menos susceptibles de sindicación. En el exterior una enorme masa de desempleados, jóvenes sin experiencia, trabajadores con contrato temporal, trabajadores del sector servicios o de pequeñas empresas. Las armas con las que los sindicatos defienden su castillo son el salario mínimo, las indemnizaciones de 45 días por año trabajado, lo insólito de que los tribunales declaren un despido como procedente, la inexistencia de una Ley de Huelga... Todo ello ha conseguido crear una casta de trabajadores prácticamente intocables y una aristocracia sindicalista liberada por fin de la maldición bíblica de tener que trabajar. Han conseguido al mismo tiempo que España tenga una tasa de paro constantemente superior a la de los demás países de Europa y que llega ahora al 20%. Cinco millones de parados que a los sindicalistas dejan totalmente indiferentes. Han conseguido que España destaque por su baja productividad. Han condenado a miles de jóvenes a la temporalidad y al subempleo (la otra cara de la rigidez laboral), dañando gravemente las perspectivas vitales de toda una generación.

Así que critiquemos, sin duda, a la USCA pero recordemos que no hace nada que no hagan mejor UGT y Comisiones. Celebremos la aparente valentía de José Blanco, pero recordemos que es el mismo Pepiño Blanco que el día 29 se septiembre se irá del bracete con Don Toxo y Méndezzone, y con Zapatero si se tercia, a manifestarse en favor del Gobierno contra la pertinaz sequía.


Libertad Digital - Opinión

Elegir la derrota. Por Ignacio Camacho

Si la brecha sigue aumentando Zapatero va a tener que elegir por cuánto quiere perder y ponerle fecha a la derrota.

COMO la célebre rosa de Gertrude Stein, una encuesta es una encuesta es una encuesta es una encuesta. Sólo una encuesta. Es decir, un retrato (aproximado) de opinión pública en unas determinadas circunstancias, que no conviene extrapolar sin riesgo a situaciones eventualmente diferentes. No es un pronóstico, ni una predicción ni una cábala, y sólo tiene el valor del momento en que sus preguntas han sido contestadas. Ahora bien, cuando muchas encuestas coinciden en similares resultados y además lo hacen durante un lapso de tiempo sostenido, entonces estamos ante una tendencia sociológica, y ésa es la conclusión esencial que se desprende de los numerosos sondeos que desde hace meses reflejan una considerable y creciente ventaja electoral del PP. Lo que esa variopinta serie de estudios indica es que, en primer lugar, el Partido Popular ganaría las elecciones si se celebrasen ahora mismo, y en segundo, que tiene toda la traza de ganarlas en un plazo medio porque el desgaste del Gobierno está consolidando un vuelco político.

La última y recién conocida oleada del CIS señala, además, que la relativamente baja valoración de Mariano Rajoy no influye demasiado en esa expectativa de triunfo, porque la imagen y el crédito de Zapatero se han desmoronado y la gente ha dejado de creer en sus maniobras tácticas. También indica el sondeo que la intención directa de voto del centro-derecha es ya sensiblemente superior a la de los socialistas; y por último, revela que el instituto de opinión oficial maneja de forma discrecional sus propias proyecciones, cocinando a la baja los resultados del PP porque no se los acaba de creer del todo. En realidad, la ventaja probable —y la que habría reflejado cualquier otro estudio a partir de los mismos datos— es de unos diez puntos, o sea, una verdadera paliza; pero el CIS, que dispone de los mejores encuestadores y de la mejor red de campo de España, tiende a corregir sus cifras con un criterio político. A lo mejor, sin embargo, está en lo cierto y cuando lleguen las elecciones el PSOE consigue recortar la distancia hasta esos cinco o seis puntos que ahora mismo parece haberse sacado de la manga con un sesgo favorable al Gobierno.

Con esas perspectivas tan poco alentadoras para sus intereses, es evidente que el único recorrido político viable para Zapatero consiste en principio en sostener «como sea» la legislatura a ver si le mejoran un poco las expectativas, y no adelantar de ningún modo unas elecciones que a día de hoy tiene más perdidas que el famoso barco de arroz de Perón en la autarquía franquista. Pero si la brecha sigue aumentando va a tener que tomar una decisión dolorosa: elegir por cuánto quiere perder y ponerle fecha a la derrota. Quizá ésa sea su última prerrogativa, aunque está por ver si tendrá la responsabilidad suficiente para comprenderla.


ABC - Opinión

Al carajo. Por Alfonso Ussía

Durante un tiempo, no breve, he creído que el CIS, creado como Centro de Investigaciones Sociológicas, se había convertido en el Centro de Invenciones Socialistas. Y todavía no las tengo todas conmigo. Sus máximos responsables son designados por los gobiernos de turno, y el perro no muerde la mano de quien le regala el pan. Pero en esta ocasión no ha sido posible el mejunje. Se ha podido camuflar la catástrofe, pero no el desastre. El Partido Popular ganaría, de celebrarse ahora las elecciones, por seis puntos. Y no se debe a una espectacular subida del PP, que ha contagiado su entusiasmo a la ciudadanía. El PP de Arriola sigue donde estaba. Sucede que el PSOE de Zapatero se está yendo al carajo, que no es oración fina ni sutil, pero muy expresiva. Tenemos que recuperar la libertad de expresión de nuestros clásicos, que no se cortaban un pelo. Al pan, pan; al vino, vino, y al que se marcha al carajo, al carajo. Con anterioridad a los sumos sacerdotes del Siglo de Oro, Cervantes, Góngora, Quevedo y Villamediana –Calderón de la Barca era todavía un niño–, la poesía castellana del áspero medievo no se paraba en barras. Y de Juan de Valladolid a Perálbarez de Ayllón, pasando por el mismo Conde de Paredes, padre de Jorge Manrique y cuya muerte llevó al gran poeta a escribir una de las joyas inalcanzables de la poesía española, el carajo era habitual inquilino en las composiciones poéticas. Ahora nadie se atreve a mandar al carajo al Presidente del Gobierno, y el que escribe forma parte del grupo de los prudentes, pero lo ha hecho el CIS, muy a pesar suyo, y no hay más remedio que comentarlo.

Se deduce de la última encuesta que los españoles están hasta las narices de sus representantes. Los políticos se han convertido en el tercer problema de España, después del paro y de la situación económica, que son, a su vez, consecuencia de las decisiones políticas. Se empiezan a oír voces contra las autonomías, y se miran con lupa los despilfarros de dinero público. Como hay que pagar las vacaciones de los liberados sindicales, el Gobierno les ha mandado una limosna estival de veintinueve millones de euros, con el fin de que la anunciada huelga general sea más huelguita que huelga y menos general que Fidel Castro, que se quedó en comandante.

La valoración de los políticos es pavorosa. Y más de uno tendría que pensar si es conveniente su insistencia en permanecer en la cosa. Sorprende que el PP, al que el propio CIS da por ganador rotundo en las próximas elecciones, cuente con un líder que no alcanza ni cuatro puntos de estima popular. Así está la gente. Harta del Gobierno, harta de sus «girls» inútiles, harta de sus compromisos subvencionados, harta de sus mentiras y harta de su desfachatez. «Fuése don Gomo al trabaxo/ y don Alvar al caraxo», que escribió Antón de Montoro, «El Ropero».

Ya no le queda al CIS, Centro de Investigaciones Sociológicas o Centro de Invenciones Socialistas, que a estas alturas lo mismo da, margen para la manipulación de datos. Me los figuro suavizados, después de un denodado esfuerzo. Y aún así, devastadores para Zapatero y su Gobierno. Me gustaría conocer los resultados de una encuesta sobre los sindicatos, pero no se atreven. Lo que se palpa aquí es que la política va por un lado y la ciudadanía por el otro. Viven aparte, como decía el gran Saki. «Vivo tan por encima de mis posibilidades, que por decirlo de una manera, vivimos aparte». Eso se deduce. El CIS ha mandado al carajo a Zapatero. Ayer cumplió cincuenta años, no el CIS, sino Zapatero. Felicidades atrasadas.


La Razón - Opinión

Políticos. Lo peor de cada casa. Por Emilio Campmany

Da la impresión de que a la política va lo peor de cada casa y que, después de una rigurosa selección, son escogidos los peores de todos los que aspiran a un cargo público.

Los españoles tenemos en Europa fama de violentos y pasionales. La Guerra Civil y los toros tengan quizá la culpa de esta imagen tan deformada. Yo creo más bien que somos ingenuos e indulgentes. Díganme si no por qué cuando el CIS nos pregunta cuáles son los más graves problemas que padecemos, los españoles ponemos por delante de los políticos a la crisis y el paro. Es absurdo. Buena parte de la responsabilidad de la crisis y el paro que padecemos la tienen los políticos, de forma que ellos son los que deberían aparecer en primer lugar. Luego, cuando dentro de varias décadas desaparezcan la crisis y el paro, los españoles atribuiremos la milagrosa curación a los políticos, cuando lo más probable es que la solución de ambos problemas, si es que algún día se superan, se habrá logrado a pesar de ellos, no gracias a ellos.

El problema que tenemos es tan grave que ni siquiera el señor Lobo, ese personaje de Pulp Fiction que interpretaba Harvey Keitel, podría arreglarlo no obstante ser su oficio el de resolver problemas. Sólo en estas horas, han detenido a un concejal de IU de Martín de la Jara (Sevilla) por sacudirle a su hija. Otro del PSOE, de San Antoni, en Ibiza, lo ha sido por poseer pornografía infantil. Y en Asturias, han arrestado a un concejal del PP con ocasión del atropello mortal de un ciclista acusándole de omisión de socorro.

Da la impresión de que a la política va lo peor de cada casa y que, después de una rigurosa selección, son escogidos los peores de todos los que aspiran a un cargo público. Ya no es sólo la corrupción, que puede asumirse como un mal endémico. Ya no es la soberbia y la vanidad de la que hacen gala, que puede ser perdonable si se considera que nadie sin un ego del tamaño del Taj Mahal podría dedicarse a una profesión en que los desayunos consisten en media docena de sapos con una generosa guarnición de culebras a cambio de un cargo. Ya no es el desprecio que sienten respecto de las leyes que ellos mismos dictan y que violan sistemáticamente, desde las normas de tráfico hasta las de Sanidad. Ya no es que empleen todos los medios públicos que se ponen a su servicio para el mejor desempeño del cargo con fines privados utilizando helicópteros y aviones de la Fuerza Aérea en viajes privados o encargándole a la Guardia Civil que les localicen a la criada porque se olvidaron las llaves de casa. Todo eso es más o menos asumible si aceptamos que nuestro país es poco más o menos una república bananera con forma de reino.

Lo que no hay quien aguante es una casta política rodeada de pelotas y aduladores que, no conforme con esquilmar los fondos públicos que se nutren de lo que nos sacan con impuestos abusivos, se dedique a destrozar la estructura social, económica y política del país como un modo de justificar sus privilegios. No encuentran otro modo de merecer los muchos abusos que perpetran que "haciendo cosas". Y luego resulta que esas "cosas" son del estilo del estatuto de Cataluña, por poner el ejemplo más flagrante.

Así que tenemos en nuestros políticos un gravísimo problema. Lo que no sé es cómo lo vamos a resolver. Ahora, sí sé que somos nosotros quienes tenemos que hacerlo.


Libertad Digital - Opinión

Lo que no se puede

El Gobierno sigue buscando burlar un fallo que anula el intento nacionalista de un gobierno judicial propio.

DE espaldas a la sentencia del Tribunal Constitucional y, lo que resulta más grave, al margen de su papel institucional, el Gobierno sigue buscando subterfugios legales para burlar un fallo que anula, entre muchos otros artículos, el intento nacionalista de poner en marcha un sistema de gobierno judicial propio. Ayer fue el secretario de Estado de Justicia el encargado de asegurar que «poderse, se puede perfectamente», en relación con la creación de consejos territoriales de justicia en las diferentes comunidades autónomas. Ni siquiera la negativa con que distintos miembros del CGPJ respondieron a este nuevo y alegre desafío hace desistir de su empeño a un Ejecutivo decidido a abanderar la batalla por una causa en la que defiende intereses particulares.

ABC - EDitorial

Alerta ante Al Qaida

El terrorismo islamista sigue siendo una amenaza real para España. Así lo advierte el informe del Departamento de Estado de Estados Unidos, en el que se subraya que nuestro país continúa siendo un «objetivo principal» de los grupos islámicos terroristas. Prueba de ello es que, en la actualidad, dos españoles permanecen secuestrados desde noviembre por la rama de Al Qaida en el Magreb Islámico, que tiene en el punto de mira a España. Lejos de ser casual, es significativo, y preocupante, que hayan bautizado su unidad de propaganda como «Al Andalus». Y es que, como subraya el informe del Departamento de Estado, parte del arsenal ideológico de los grupos islámicos terroristas descansa en su imaginario sobre la necesidad de reconquistar el solar donde floreció la cultura musulmana, ese mítico Al Andalus que tienen como paraíso perdido o tierra de promisión. También se amparan en la necesidad de «liberar» los enclaves españoles en África de Ceuta y Melilla y en la retirada militar de los contingentes españoles en Afganistán y Líbano. La primera conclusión de este informe es que desmonta la falacia del discurso que azuzó la izquierda que afirmaba que el salvaje atentado del 11-M era una trágica consecuencia de nuestra presencia en Irak. La realidad nos dice que, desde 2004, el terrorismo islamista no ha dejado de mostrarse activo en nuestro país. Prueba de ello son las más de 28 operaciones antiterroristas que han llevado a cabo las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad contra redes cuyas principales funciones eran el apoyo logístico, el reclutamiento y envío de voluntarios para integrarse en células terroristas, así como la preparación de atentados en nuestro país que fueron finalmente abortados. Entre ellas cabe destacar la detención, en enero de 2008, de una célula que preparaba un ataque contra el sistema de transporte en Barcelona. Los once acusados, la mayoría pakistaníes, fueron condenados, en 2009, con sentencias de entre 8,5 y 14,5 años. Aunque la comunidad musulmana está bien arraigada en nuestro país sin que protagonice ningún altercado cívico o algún episodio que altere la convivencia, sí es cierto que hay una minoría ante la que conviene estar alerta. Los radicales están asentándose en torno a ciertas mezquitas con la intención de captar adeptos entre los más moderados. Recientemente, especialistas en combatir el terrorismo islamista advirtieron del riesgo de que el canal de televisión de contenido religioso «Córdoba» se convierta en plataforma del yihadismo a partir de octubre. No en vano difundiría el wahabismo, una doctrina radical del islam, con la intención de adoctrinar y desestabilizar a la comunidad musulmana. Conviene estar más que atentos a la evolución de estos focos radicales, calibrar su operatividad dentro y fuera de nuestras fronteras y actuar con diligencia en cuanto aparezca cualquier indicio de delito. Hasta el momento, el Ministerio de Interior y los jueces están haciendo una notable labor, pero hay que insistir en ella, diseñando unas líneas de actuación aún más eficaces dentro y fuera de nuestras fronteras para impedir que los fanáticos vuelvan a golpear brutalmente a los españoles.

La Razón - Editorial

El fracaso del feminismo socialista

Las organizaciones feministas radicales podrán buscar las excusas que quieran, pero la realidad ha desmentido sus presupuestos ideológicos. El socialismo no sólo fracasa en la economía; legislar olvidando al individuo siempre será un error.

La ley integral contra la violencia de género fue aprobada merced a un gran consenso político y judicial. Ahora que tanto se critica al Tribunal Constitucional por su infame sentencia sobre el Estatuto, no está de más recordar que ese mismo órgano dictaminó que considerar los mismos hechos como delito o falta dependiendo del sexo del culpable no chocaba con el artículo 14 de nuestra carta magna, ese que dice que todos somos iguales y no podemos ser discriminados por razón, entre otras cosas, de sexo. Aquel consenso iba a traernos la desaparición o, al menos, una gran reducción de la violencia doméstica. Sin embargo, las cifras de asesinatos no muestran ninguna tendencia a reducirse.

Aquella ley violaba obscenamente un principio sagrado que observa todo Estado de Derecho que merezca tal nombre: la igualdad ante la ley. Cabía esperar que, al menos, fuera efectiva en su propósito. Pero no. Sin embargo, no existe arrepentimiento ni mucho menos propósito de enmienda, porque quienes promulgaron la ley están seguros de tener razón al margen de lo que nos digan los hechos: están blindados ante la realidad por una ideología, en concreto la de genéro: el feminismo socialista.


El feminismo nació como un movimiento liberal, que buscaba equiparar a las mujeres en derechos y libertades; es decir, buscaba la igualdad ante la ley, acabar con la discriminación por razón de sexo. Pero una vez desapareció en los países occidentales esa desigualdad legal, el feminismo mutó y se convirtió en una más de las múltiples ideologías socialistas, que no buscan la defensa de los derechos de las mujeres como individuos, sino como colectivo. Así, el feminismo pasó de defender la igualdad ante la ley a patrocinar la igualdad mediante la ley: es decir, pretender que las mujeres en conjunto tengan unos resultados idénticos al de los hombres en conjunto, aunque eso suponga cometer numerosas injusticias con hombres y mujeres reales, de carne y hueso.

En las cloacas más radicales de este nuevo feminismo antiliberal, al no alcanzarse esa igualdad de resultados, derivó en la denigración del hombre y la exaltación de la mujer: la culpa de que no funcionaran sus recetas era el machismo, la agresividad y demás taras del hombre, que impedían que la mujer, netamente superior, alcanzara su sitio en la sociedad. Herencia de esta basura ideológica, que culpa al hombre no por sus propios actos, sino por ser hombre, es la ley de violencia de género. En ella se creó una jurisdicción especial, se consiguió que un hecho fuera considerado delito por el hecho de que lo cometiera el hombre y se aprobó que se pudieran aplicar todo tipo de medidas cautelares contra un hombre con sólo la palabra de la mujer, lo que ha llevado a muchas de ellas –no precisamente las destinatarias de la ley– a abusar de este prerrogativa denunciando falsamente a su pareja.

No cabe duda de que para muchos esas injusticias merecerían la pena si se lograra reducir esa lacra que es la violencia de género. Pero el caso es que no se ha conseguido, de modo que estamos globalmente peor que antes de la aprobación de la ley. La solución del feminismo radical, como siempre sucede con el socialismo al verse el fracaso de sus recetas, es la huida hacia delante. La última del ministerio de Aído ha sido culpar a los jueces por no activar suficientes pulseras para controlar a los maltratadores, lo que ha provocado la lógica respuesta de los magistrado, algo cansados ante tanta demagogia.

El Ministerio de Igualdad y las organizaciones feministas radicales podrán buscar las excusas que quieran, pero lo cierto es que la realidad ha desmentido sus presupuestos ideológicos. El socialismo no sólo fracasa en la economía; legislar olvidando al individuo siempre será un error. Ha llegado el momento de reformar o derogar la ley contra la violencia de género. Cada minuto que pase sólo supondrá la perpetuación de la injusticia y la desigualdad ante la ley.


Libertad Digital - Editorial

Violencia creciente

El Ministerio de Igualdad ha fracasado a la hora de poner freno a una lacra social que no desaparece con su recurrente palabrería y, menos aún, con acusaciones hacia los jueces.

LA violencia contra la mujer es un problema que debe ser combatido con acciones eficaces y no con mera propaganda. Sin embargo, el Ministerio de Igualdad parece empeñado en buscar cualquier pretexto para eludir su responsabilidad en un fenómeno que desde el principio le vino grande. Durante la presentación de su último informe estadístico, el delegado del Gobierno para la Violencia de Género quiso ir más allá del enorme drama que revelan las cifras para responsabilizar a los jueces de la presunta desprotección en la que se hallan 161 mujeres —«en riesgo extremo», dijo— que deberían llevar pulsera de protección. Es lógico que desde el ámbito judicial le hayan recordado a este alto cargo que el deber de los jueces es aplicar la ley y que, por tanto, no pueden «repartir» pulseras si no se cumplen estrictamente los requisitos legales y sin los preceptivos informes policiales. A la desesperada, y sin rigor alguno, el departamento que dirige Bibiana Aído ha fracasado a la hora de poner freno a una lacra social que no desaparece con su recurrente palabrería y, menos aún, con acusaciones tan graves como las vertidas hacia los jueces. Las campañas se suceden, los medios no llegan a tiempo y la violencia no cesa: este año se está registrando un repunte del número de víctimas, con el peligro de un incremento a corto plazo, habitual en la segunda quincena de agosto.

Un amplio sector social sigue siendo particularmente insensible a la violencia de género, lo que obliga a intensificar las medidas educativas. Resulta alarmante que el 40 por ciento de la población culpe de la violencia a la mujer cuando continúa viviendo con el maltratador, y roza lo intolerable que un 6 por ciento justifique la agresión cuando una mujer pone fin a la relación de pareja. Tampoco es un éxito el teléfono 016, que Aído presentó como la panacea de todos los males: el número de llamadas ha disminuido más del 15 por ciento y, por supuesto, no es creíble que este descenso se deba a que ahora resulta menos necesario que antes, como afirma sin pruebas el delegado del Gobierno. Sigue siendo un reto pendiente mejorar la situación de las mujeres extranjeras, un colectivo especialmente vulnerable por su debilidad. A la vista del informe, está claro que la «ley estrella» de Rodríguez Zapatero, aprobada en su día con el máximo consenso, no ha cumplido las expectativas, acaso porque Aído y otros responsables políticos malgastan el tiempo en una retórica vacía de contenido, cuando no irresponsable, y no ponen los medios personales y materiales imprescindibles para frenar esa auténtica sangría que sufre la sociedad española.

ABC - Editorial