lunes, 9 de agosto de 2010

La primera derrota. Por José María Carrascal

Zapatero, en otra de sus ventoleras, se ha enfrentado con sus bases madrileñas. Y las bases han resistido, lo que advierte que incluso los suyos empiezan a dudar de él.

LE quedan muy pocas cosas que destrozar a José Luis Rodríguez Zapatero, entre ellas, su partido. Pero si le dan tiempo, lo destrozará también. Ha destrozado la nación española, ha destrozado nuestra economía, nuestro prestigio exterior y ha empezado a destrozar el PSOE, con una grieta grande en Cataluña y otra potencialmente mayor en Madrid. Es la consecuencia de sus tres principales características: la carencia de preparación, el exceso de arrogancia y la falta de principios. Zapatero llegó a la Moncloa por la carambola que supuso la crisis interna del PSOE tras la salida de González y la crisis del PP tras los atentados del 11-M. Sin haber sido ni siquiera concejal, su único mérito era ser una página totalmente en blanco, pues ni en su expediente académico ni en su experiencia política había nada relevante, limitándose en el Congreso a votar lo que le mandaban. Pero este historial impoluto resultaba refrescante para un PSOE lleno de borrones y un PP prácticamente K.O.

Pronto se vio, sin embargo, que los planes del nuevo presidente eran tan ambiciosos como radicales. Alfonso Guerra había dicho que querían dejar España que no la reconociese ni la madre que la parió. Zapatero quiso dejarla en que ni siquiera pareciese España. Se puso a negociar con ETA, ofreciéndola casi todo lo que pedía, y prometió a los nacionalistas catalanes todo lo que pidiesen. Puso en entredicho la Transición y a cuantos la habían hecho, socialistas incluidos, abrió fosas de la guerra civil y no contento con ello, quiso dar la vuelta al pasado de éste viejo país con una Ley de Memoria Histórica. En el plano social, fue mucho más allá del consenso ciudadano sobre materias como el aborto y la homosexualidad, y en el político, intento meter en un lazareto al principal partido de la oposición. Mesianismo puro, rodeado de un círculo de incondicionales que excluía a los expertos, para fiarse sólo de su intuición. Como todo aquel que no ha trabajado en serio en su vida, despreció la economía, hasta que se le vino encima, y ha tenido que empezar a hacer cosas que ni en sus peores pesadillas hubiera soñado.

No le quedaba ya mucho por deshacer, pero el partido venía apoyándole por esa suicida solidaridad ideológica que caracteriza a los españoles. Ahora, sin embargo, ha sido él quien, en otra de sus ventoleras, se ha enfrentado con sus bases madrileñas. Y las bases, ¡oh milagro!, han resistido, lo que advierte que incluso los suyos empiezan a dudar de él. La batalla de Madrid no va a ser entre el PP y el PSOE, sino dentro del PSOE. El primer asalto lo ha perdido el presidente. Su primera derrota de verdad.

Más le hubiese valido irse de vacaciones a Doñana.


ABC - Opinión

El mirlo. Por Félix Madero

Gómez ha parado la embestida de Zapatero, la está templando, y le queda lo más difícil, que es mandar.

COMO bien sabe Juan Barranco —más ex alcalde de Madrid que diputado—, el mirlo blanco es un pájaro raro raro, tanto que muchos no lo han visto en su vida. En origen, el macho, más vistoso que la hembra, es enteramente negro y luce un hermoso pico amarillo. Barranco suele decir lo que cree, lo que resulta meritorio y valiente. Pero, ¿desde cuándo decir lo que se piensa es un acto de valentía? Pues desde que está Zapatero al frente del PSOE, mire usted por dónde. El poder en este socialismo tan singular es sinónimo de encuesta. Es demoscopia, sociología caprichosa que el líder esboza cuando le viene en gana. Tomás Gómez es bueno, pero Trinidad Jiménez es buenísima. Fue decir esto y ya está la oficialidad colocándose junto al jefe. Pero el jefe no ofrece razones, sólo encuestas que, por cierto, no enseña.

Lo de Gómez es meritorio. Dejemos las siglas, hablemos de democracia. Este David del PSOE ha tenido los redaños de decirle no a Zapatero, de contradecirle y de luchar por lo que cree. Este impulso, que en política debería ser definitivo, es hoy una antigualla. No sé si le han engañado, aunque resulta inquietante que el alcalde más votado de España —lo fue Gómez en Parla—, ahora sea un retal que debe ceder su puesto a quien ya fracasó. De Trinidad recordamos su chupa de cuero negra, pero no dejó ni una sola idea para los madrileños. Fue perder las elecciones y el mirlo levantó el vuelo. Luego vino Miguel Sebastián, al que Gallardón destrozó. Y el mirlo también voló. Pero mirlay mirlo terminaron ministra y ministro, mientras el PSOE cuenta 21 años en la oposición municipal y 15 en la autonómica.


A Tomás Gómez le dicen que, si se retira, la dirección —o sea, Zapatero— le garantiza que estará al frente del PSOE en Madrid. Esto se llama democracia: los militantes pueden decir, los votantes pueden votar, pero a los jefes se les elige desde arriba. Los mirlos —loros más bien— se van tras perder, y es cuando llaman a gente como Tomás Gómez, al que obligaron a dejar la alcaldía para que sacara lustre a un partido cada vez menos presente en Madrid.

Gómez debe saber dónde está el límite, pero hay que agradecerle el cuajo que le echa. La democracia no está exenta de riesgos, y hay algunos que no tienen miedo. Aplique las reglas de la tauromaquia y saldrá bien del lance: ha parado la embestida de Zapatero, la está templando, y le queda lo más difícil, que es mandar. Tiene todo en contra. Sólo unos cuantos hombres buenos le acompañan. Destaquemos a Juan Barranco, que apoyará al díscolo haga lo que haga. Está por ver lo que hará el dedo perezoso de Zapatero cuando dicte la lista al Congreso por Madrid. No sé, pero creo que Barranco ya ha empezado a buscar trabajo. Mejor terminar así que tragar con esta democracia caprichosa, fofa y blandiblú.


ABC - Opinión

Ideología. El poderoso atractivo del marxismo. Por José Carlos Rodríguez

El marxismo es una secta religiosa. Se disfraza de ciencia y materialismo, pero es un milenarismo que si apela a la ciencia es por puro odio hacia ella.

Estos días, en que las noticias también se van de vacaciones y huyen de los periódicos, se puede mirar a lo que acaece con cierta perspectiva, si logramos que el aire acondicionado evite que el verano nos reblandezca el cerebro. Pío Moa nos propone el atractivo del marxismo, su poder de encantamiento, que ha devorado a una porción importante la sociedad en sucesivas generaciones. Él da su respuesta. Yo no puedo hablar desde la experiencia personal, porque como mucho llegué a ser comunista a los 13 años sin pasar por Marx, para descubrir, a los 14, que la filosofía que defiende la libertad no es esa, sino el liberalismo, del que no me he movido. Pero siempre me ha intrigado la razón de que el marxismo tenga ese poder de persuasión. Más, cuanto más he sabido sobre él y más claro se me hacía que era un error. Un inmenso error.

Nada acontece sin razón suficiente. O, al menos, eso creía Leibniz. El marxismo puede ser tan falso como la teoría del flogisto, pero algo debe tener que lo conecte con la experiencia humana, o con sus entresijos más permanentes y atávicos, para que incluso las almas más despiertas y avisadas caigan embobadas ante sus encantos. La principal razón, o una de las primeras, es que apela a la verdadera justicia, en su concepción más burguesa, como diría despectivamente el propio Marx, y que queda eficazmente acuñada en el dictum de Ulpiano: "Dar a cada uno lo suyo". Marx construye un relato en el que el empresario roba al trabajador.


Ese relato puede ser falso, pero la restitución de lo robado es una exigencia de la justicia en la que creen incluso los ladrones. Y la gran mayoría se identifica con la categoría de los explotados. Además, otorga una explicación para todo. Por un lado, tan sencilla que cualquier iletrado puede quedarse con su mensaje esencial después de escuchar dos o tres frases, y por otro tan compleja y omnicomprensiva que puede satisfacer las inquietudes de cualquier intelectual.

El hecho de que el marxismo sea incoherente y rebatible casi a cada paso, que no se compadezca con la realidad y que su intento de mejorarla haya resultado en océanos de miseria impuestos por las mayores organizaciones criminales jamás creadas por el hombre puede considerarse una gran dificultad para que la doctrina de Marx resulte atractiva, pero, y esto es precisamente lo que produce perplejidad, no ha impedido a millones de personas aferrarse a ella. Si ni la razón ni los hechos le acompañan, ¿qué explica, entonces, ese atractivo?

El marxismo es una secta religiosa. Se disfraza de ciencia y materialismo, pero es un milenarismo que si apela a la ciencia es por puro odio hacia ella. Se saca a sí mismo del debate científico por el sucio truco de decir que la lógica contraria no vale por estar inspirada por la clase social burguesa. Sociología del conocimiento se le llamó luego a ese expediente, que ha tenido un éxito, la verdad, sorprendente. Esta filosofía, protegida así frente a cualquier crítica, se vale del descontento generalizado sobre la sociedad, característico de los dos últimos siglos, pero libera a sus creyentes del sentimiento de culpa propio del cristianismo, como señala el propio Moa. Les pone al paraíso futuro al alcance de su mano y les otorga una misión, transformar el mundo, demasiado importante como para detenerse ante nada. Y les da la oportunidad de sentirse infinitamente justos. Ante esa visión, los críticos deben de parecer espectros reemergidos desde el infierno.


Libertad Digital - Opinión

El perdedor es Zapatero. Por César Alonso de los Ríos

El problema del PSM es Zapatero, su plan confederal, el puzle en que pretende convertir a España.

El problema que tienen los socialistas madrileños no es Tomás Gómez, ni es Trinidad Jiménez, ni lo es la celebración de unas primarias que es un recurso democrático y eficaz…El problema del PSM es Zapatero, su plan confederal, el puzle en que pretende convertir a España. Y Madrid no pasa por ello.

De hecho todo le iba cuadrando a Zapatero. En Cataluña con Montilla. En el País Vasco con Patxi López. En estas regiones los socialistas han conseguido gobernar gracias a ERC en Cataluña y al PP en el País Vasco, y es posible que mañana tengan que entenderse con CiU y con el PNV. Pero esto no funciona en Madrid. ¿Y por qué? Porque en Madrid no hay nacionalistas sino españolistas, quiero decir ciudadanos que ven su realización y la de Madrid en el mantenimiento de la idea de España, no en una agregación de piezas basada en las tensiones y en el ventajismo sino en eso que ha sido siempre la Nación. Porque Madrid es la capital de la Nación y los madrileños, en su inmensa mayoría se sienten bien políticamente cuando comprueban que su misión y la de su ciudad/región está al servicio de la idea española.


En Madrid el Estatuto ideal es la Constitución. A ser posible con otra ley electoral. A ser posible con la corrección de ese título que ha permitido soñar con un Estado propio a las llamadas nacionalidades, esto es, a la dispersión o a la ruptura encubierta. No se trata de que el enfrentamiento que suponen siempre las primarias vaya a desgarrar al partido o hacerle perder credibilidad. Lo que pone al partido socialista de Madrid en condiciones de inferioridad en relación con el PP es que la mayoría de los madrileños tienen una idea de España muy alejada de la que tiene Zapatero y que así como en Cataluña, País Vasco y Galicia los socialistas salen ventajosos de ese puzle confederal que se ha inventado Zapatero, en Madrid Gómez o Jiménez quedan en desventaja. Es Zapatero el perdedor, no ellos.

ABC - Opinión

PSOE. Gómez, a los leones. Por Emilio Campmany

Si logra proclamarse candidato con la patente oposición de Zapatero, habrá abierto una herida por la que el secretario general perderá a borbotones la mucha autoridad que todavía atesora.

Al fin, una buena noticia. Parecía que no era posible hallar en el PSOE nadie con redaños para oponerse a Zapatero y de repente aparece Gómez. Jamás hubiera apostado por que él sería el primero en hacerlo sabiendo como sabe que se arriesga a perder el lujoso aventino que le tuvieran preparado. Y, sin embargo, parece decidido a resistir la voluntad del capo y forzar unas primarias que, si Ferraz no se emplea a fondo, podría ganar el revoltoso.

Puede que Gómez posea un sentido de la decencia muy superior al resto de los políticos. Aceptó abandonar su cortijo de Parla, donde podría seguir siendo alcalde por muchos años, para batirse con la invencible Esperanza Aguirre y ahora que llega el día del duelo no está dispuesto a retirarse se lo pida quien se lo pida. Su actitud se percibe como muy meritoria cuando se cae en la cuenta de que hoy por hoy no tiene posibilidad alguna de ganar y que su objetivo para estas elecciones se limita a salir de ellas como cabeza de la oposición para desde la Asamblea moldearse a sí mismo como un candidato con posibilidades en 2015.


No obstante, también podría ser que Tomás Gómez fuera el primer socialista en percibir que Zapatero ha dejado de ser un ganador y que ya no podrá cumplir nada de lo que prometa a cambio de plegarse a sus deseos, de forma que no merece la pena obedecer. Pero, sea cual sea la explicación a su tozuda resistencia, el caso es que, si logra proclamarse candidato con la patente oposición de Zapatero, habrá abierto una herida por la que el secretario general perderá a borbotones la mucha autoridad que todavía atesora.

En una organización como el PSOE no es la lealtad, ni la admiración ni la reverencia lo que garantiza la obediencia del aparato al líder. Lo que lo hace es el miedo. El miedo a perder el cargo y sobre todo a perder el chollo que el jefe reserva a sus leales cuando les toca abandonarlo por orden suya porque hay que premiar a otro con la butaca que hasta ese momento uno calentaba. Si el miedo desaparece porque hay uno que demuestra que es posible oponerse a él y conservar el puesto que se le exige que abandone, todos los que ostentan uno seguirán el ejemplo. El proceso es el de un motín. Todos obedecen al odiado capitán hasta que un oficial se enfrenta a él y demuestra que es posible contradecir su voluntad. La marinería entonces caerá inclemente sobre él y en un instante habrá perdido todo el poder.

Por eso Zapatero no puede arrugarse y pedirle a Trinidad Jiménez que dé un paso atrás. Está obligado a aguantar. Habrá primarias y Ferraz recurrirá a todo con tal de ganar. Mientras, la militancia asistirá atenta al espectáculo que se viva en la arena. Si Gómez finalmente vence a los muchos leones que desde el hipogeo irán saliendo con la aviesa intención de devorar al díscolo, la plebe se rebelará y ya nadie obedecerá al emperador. Si por el contrario Zapatero logra la muerte de Gómez bajo las garras de una fiera o por la lanza de un pretoriano, su autoridad se habrá restablecido y todos seguirán obedeciendo sus caprichos. No perdamos pues ripio de lo que suceda en la arena y en el palco, que en los dos sitios habrá con qué entretenerse.


Libertad Digital - Opinión

El final del destierro

El miedo ha sido el gran aliado de los nacionalistas: el miedo a exhibir la bandera, el miedo a llevar a la selección nacional, incluso el miedo a aplicar la ley.

LA selección española de baloncesto ha vuelto a jugar en el País Vasco, después de veintidós años de ausencia. Durante el fin de semana, el equipo nacional de baloncesto ha participado en un triangular con sede en Vitoria. La profunda anormalidad que ha caracterizado la situación social y política del País Vasco ha convertido en noticia la presencia de la selección en una ciudad vasca. No es para menos, porque el veto a los combinados nacionales para jugar en esta comunidad autónoma ha sido una más de las expresiones de claudicación ante el ideario nacionalista. El problema nunca fue este prejuicio nacionalista —uno más de los que adornan la doctrina excluyente del PNV—, sino la sumisa actitud con que los gobiernos centrales y las federaciones deportivas lo aceptaron. El cambio de Gobierno en el País Vasco —que ha propiciado también un cambio de régimen: del nacionalista asfixiante a uno plenamente democrático— ha sido decisivo para normalizar la presencia del deporte español en esta comunidad. La Vuelta a España —escenario, en su día, de crímenes de ETA— también pasará por territorio vasco y, antes o después, el equipo de Vicente del Bosque jugará un partido internacional en Bilbao, San Sebastián o Vitoria. Para muchos ciudadanos es posible que todo esto sea anecdótico, pero las reacciones nacionalistas demuestran que no lo es. El portavoz del PNV en el Parlamento de Vitoria, Joseba Egibar, se lamentaba de que la presencia de la selección española de baloncesto en la capital vasca diera a entender que el País Vasco es España. Carod-Rovira también se quejó amargamente de que en Barcelona se exhibieran banderas españolas tras la victoria en el Mundial de Sudáfrica. Los nacionalismos siempre han entendido correctamente la eficacia simbólica y política que tiene el deporte para las aspiraciones soberanistas, y por eso, piden tener selecciones propias con empeño similar al que aplican para desterrar a los combinados españoles.

En Vitoria, la selección de baloncesto llenó el pabellón que lleva el nombre de una víctima de ETA, Fernando Buesa. Fuera, unos pocos cientos de independentistas gritaban contra la bandera española y pedían selecciones vascas. Éste es un pulso que, como tantos otros, se gana siempre que se acepte con convicción y determinación. El miedo ha sido el gran aliado de los nacionalistas. El miedo a exhibir la bandera, el miedo a llevar a la selección nacional, incluso el miedo a aplicar la ley. Cada vez que algo de esto se hace, no sólo no suceden las catástrofes anunciadas por los agoreros, sino que mejora la calidad política, social y democrática del País Vasco.

ABC - Editorial

Una visita muy positiva

Es difícil, por no decir imposible, encontrar algún aspecto criticable en la visita privada de Michelle Obama y su hija Sasha a España. Ha sido muy cariñosa con nuestro país y deferente con todos aquellos que la han tratado. A pesar de ello, han surgido críticas aisladas en algunos medios de comunicación que resultan incomprensibles. Los comentarios de algún articulista tan sólo pueden responder a un estéril deseo de hacerse notar ejerciendo una excentricidad tan pueril como inconsistente. Los españoles deberíamos sentirnos muy satisfechos porque la esposa del presidente de Estados Unidos haya decidido pasar unos días de vacaciones en España. Al margen del indudable beneficio que ha tenido para la imagen de nuestro turismo y especialmente para Marbella, lo razonable sería mostrar nuestra satisfacción, así como el agradecimiento por la proyección que nos ha dado durante su estancia entre nosotros. No se trata, por supuesto, de caer en un absurdo servilismo o rememorar la extraordinaria película «Bienvenido Mister Marshall», pero tampoco realizar críticas cuyo objetivo tan sólo puede ser esa búsqueda de notoriedad que sólo sirve para complacer el ego de sus promotores. España es una potencia turística y la aportación de este sector a nuestra economía es determinante. Es un país tan amable en su gente como agradable de vivir. Contamos con una oferta de ocio cultural extraordinaria que se complementa con el sol y playa que nos hizo famosos en todo el mundo. Nuestro futuro pasa, precisamente, por profundizar en ese campo y realizar grandes inversiones para seguir siendo uno de los destinos más atractivos del planeta. En este sentido, es fundamental que personalidades de todos los ámbitos nos elijan para pasar sus vacaciones. Es cierto que hay que potenciar otros sectores de la actividad económica e invertir más en educación y en la industria de la ciencia, es decir, la investigación y el desarrollo, pero esto es compatible con no descuidar una de las grandes industrias nacionales como es el turismo. Michelle Obama regresa a su país con una excelente imagen del nuestro. Es muy positivo. No hay que olvidar que es la esposa del jefe del Estado de la primera potencia mundial. Esto nos beneficia en todos los terrenos y, por tanto, hay que felicitarse por su elección. Su estancia tuvo como punto culminante su encuentro con los Reyes y la Princesa de Asturias. Don Juan Carlos es el mejor embajador que tiene España y ha mantenido unas relaciones tan estrechas como cordiales con los inquilinos de la Casa Blanca. Es una persona muy querida en Estados Unidos. Nadie puede ser más eficaz en la proyección internacional de nuestro país, algo que han tenido muy claro todos los presidentes del Gobierno y lo han aprovechado. Una vez que ha concluido su estancia sólo cabe esperar que regrese pronto. Es cierto que han surgido críticas interesadas en Estados Unidos en clave de política interna, pero tenemos que esperar que no tengan ningún efecto para que nos vuelva a visitar. Y con ella, cuantos más famosos mejor, porque será muy positivo para la imagen de España como uno de los destinos turísticos mundiales más atractivos.

La Razón - Editorial

¿Dónde quedó aquello de la democracia interna de los partidos?

La postura de Gallardón supone todo un insulto contra el militante y simpatizante medio de su partido, pese a lo cual el alcalde de Madrid tiene su sillón perfectamente asegurado gracias a la ausencia de primarias internas y de listas abiertas.

Se escandaliza Gregorio Peces Barba de que Zapatero pretenda reemplazar a Tomás Gómez por Trinidad Jiménez como candidato a la Comunidad de Madrid. Pareciera como si el ponente constitucional no conociera el texto de la Carta Magna que él mismo ayudó a redactar, pues el escándalo no está en que Zapatero proponga a su ministra de Sanidad en perjuicio del ex alcalde de Parla, sino en que ninguno de los dos se haya sometido a un procedimiento democrático para reclamar la posición que ambos consideran como propia.

Dice el artículo 6 de la Constitución que la estructura interna y el funcionamiento de los partidos políticos "deberá ser democrático". Pero salvo excepciones puntuales, ningún partido en España lo es. Sólo hace falta comparar la viveza con la que se eligen a los candidatos en Estados Unidos (o incluso en otros países de nuestro entorno, como Inglaterra o Francia) para comprender la anomalía que representa la democracia española.


Las cúpulas políticas confeccionan "a dedo" unas listas electorales que para más inri son cerradas para los electores. De ellas salen los congresistas nacionales y autonómicos, los senadores, los concejales, el presidente del Gobierno y los presidentes autonómicos, el presidente del Congreso y del Senado, los alcaldes y concejales y, de manera derivada, todos los ministros, consejeros y subalternos, los miembros del Consejo General del Poder Judicial, los del Tribunal Constitucional y los del Tribunal Supremo (por nombrar sólo algunos de los cargos con mayor relevancia). En el fondo, pues, el poder reside, no en el pueblo, sino en los comités centrales de los partidos y, más aún, en sus líderes máximos. No está dividido, sino concentrado en muy pocas manos. No está controlado, sino que se ha convertido en controlador.

En la práctica totalidad de las situaciones, existe un universo de distancia entre la voluntad de los militantes y electores de los partidos y la configuración final de los órganos de poder. El caso del posible desembarco de Trinidad Jiménez y de Jaime Lissavetzky –o el mantenimiento de Tomás Gómez– como cabezas de carteles del Partido Socialista de Madrid es sólo un ejemplo más de cómo las bases son por completo ignoradas.

Otro, tan o más llamativo, podría ser el de Alberto Ruiz Gallardón. Con el paso de los años, el perfil socialista y populista del alcalde de Madrid no ha dejado de acentuarse, hasta el punto de insultar –a través de su correveidile– a compañeros de su partido y alabar a los de la formación presuntamente opuesta. Ayer, sin ir más lejos, se posicionó al lado de Rubalcaba y en contra de Jaime Mayor Oreja; posiblemente las personificaciones más claras de dos maneras de entender la política y la lucha antiterrorista: las intrigas y maniobras permanentes contra la ciudadanía y la democracia, la cesión ante el terrorismo y la negociación como moneda de cambio, frente al servicio del interés público y la lucha sin cuartel, dentro de la legalidad, contra ETA.

No hace falta ser un reputado analista político para darse cuenta de que la postura de Gallardón supone todo un insulto contra el militante y simpatizante medio de su partido, pese a lo cual el alcalde de Madrid tiene su sillón perfectamente asegurado gracias a la ausencia de primarias internas y de listas abiertas. El votante del PP se ve siempre obligado a ponderar entre el rechazo que le genera Gallardón y el apego que siente hacia su partido, balanza que suele inclinarse hacia la fidelidad partidista.

En caso de que tuviéramos una verdadera democracia, habría que ver dónde terminarían personajes tan mediocres, e incluso siniestros en algunos casos, como Zapatero, Rubalcaba, Tomás Gómez, Trinidad Jiménez, Lissavetzky o Gallardón. Aun siendo conscientes de que la mayor garantía para nuestras libertades es limitar el poder tanto como sea posible, es importante también fragmentar y dividir ese poder. No es una garantía de que, como temía Hayek, los peores no sigan llegando al poder, pero al menos sería un freno adicional a la tremenda arbitrariedad política y al desprecio hacia sus bases de muchos.


Libertad Digtal - Editorial

Crimen al por menor

LA lucha contra la delincuencia organizada es un elemento sustancial para una política eficaz de seguridad pública.

LA lucha contra la delincuencia organizada es un elemento sustancial para una política eficaz de seguridad pública. Como es lógico, los robos en cajeros, los hurtos en lugares públicos o los asaltos a domicilios generan una fuerte alarma social y su importancia no se debe minimizar. Sorprende por ello que el ministro del Interior haya ofrecido recientemente una imagen triunfalista de la actuación contra las bandas organizadas, con una peculiar presentación de los datos que minimiza el hecho de que la mitad de los delincuentes que operan en este ámbito sean extranjeros. Ello explica también que la población reclusa en determinadas instituciones penitenciarias alcance hasta el 60 por ciento de nacionales de otros países. Es preocupante el dato de que el número de nuevas bandas organizadas siga en aumento, siempre según los datos aportados por Pérez Rubalcaba.

Hacen falta nuevos instrumentos penales y policiales para la persecución eficaz de unos delincuentes que actúan con frecuencia agrupados bajo el control de individuos sin escrúpulos. En este sentido, la entrada en vigor dentro de unos meses de la reforma del Código Penal permitirá una tipificación más adecuada de las «organizaciones y grupos criminales» que no encajan en el modelo actual de la «asociación ilícita». Es necesario que los jueces se impliquen a fondo en la lucha contra unos actos punibles que, según el nuevo texto legal, «atentan contra la base misma de la democracia». Sería oportuno, asimismo, introducir en la ley de Enjuiciamiento Criminal un refuerzo para la posición del «confidente», una figura imprescindible para facilitar la acción policial. La opinión pública exige a Interior que actúe con realismo y eficacia frente a un problema cada día más grave.

ABC - Editorial