miércoles, 11 de agosto de 2010

Zapatero en descomposición. Por Edurne Uriarte

La supina torpeza cometida por Zapatero con Tomás Gómez es propia de un liderazgo en descomposición, el de Zapatero.

La supina torpeza cometida por Zapatero con Tomás Gómez es propia de un liderazgo en descomposición, el de Zapatero. Descomposición que, como en otros casos antes que el suyo, tiene como primer rasgo que el último en enterarse del mismo es el propio líder. Incapaz de entender, primer elemento de su torpeza, que él ya no está para imponer candidatos en ningún sitio. Por la sencilla razón de que la gente tiende a rebelarse contra los jefes sentenciados a un próximo e inevitable final político, que ni dan miedo ni tienen ya nada con qué recompensar.

Incapaz de entender, segundo elemento de la torpeza, que el nombre del líder, Jiménez o Gómez, influye poco o nada en la dirección del voto en nuestro sistema de partidos. Pues los españoles votan a los partidos y no a los líderes, cosa que un político como Zapatero, pendiente hasta la obsesión de las encuestas, debería saber, sin necesitar dos tardes adicionales de Ciencia Política, además de las de Economía.

Incapaz de entender que la ventaja de imagen de Jiménez en las encuestas no va a producir ninguna alteración en la intención de voto. Sobre todo, porque es la trayectoria del socialismo nacional la que ha dañado irremediablemente las posibilidades del socialismo madrileño, que puede traerse al mismísimo Obama y ni así llega al Gobierno regional.

E incapaz de concluir de todo lo anterior, y este es el tercer y más llamativo elemento de su torpeza, que su capricho de Madrid va a costarle unos cuantos jirones más de su ya maltrecho liderazgo. Entre los militantes, especialmente, que asistirán al navajeo interno propio de unas primarias sin haber entendido para qué hacía falta este destrozo adicional.

Y que pueden concluir, a falta de mejores respuestas, que para el propio ego de Zapatero. Para demostrarse a sí mismo y a los demás que aún puede imponer un candidato y echar al que le ha salido respondón.


ABC - Opinión

De tal palo... Por José María Carrascal

Trinidad Jiménez ha comenzado su campaña electoral con tres mentiras de campeonato.

PRIMERA mentira: «Llevo bastante tiempo pensando en esta decisión que he tomado hoy». Durante las últimas semanas e incluso meses, Trinidad Jiménez no ha dado la menor señal de estar interesada en la presidencia de la Comunidad de Madrid. Al revés, daba muestras de que lo estaba pasando bomba como ministra de Sanidad. Dado su carácter expansivo, resulta impensable tal ocultación.

Segunda mentira: «Me lo han pedido muchos dirigentes y muchos militantes». No existe constancia de que un solo dirigente o militante socialista se lo haya solicitado de forma directa o indirecta. Y miren ustedes que hablan los tíos.
Tercera mentira: «El presidente no me lo ha pedido». Una de dos, o no considera a José Luis Rodríguez Zapatero dirigente o militante del PSOE o no ve la tele, no escucha la radio y no lee los periódicos, pues todos esos medios han dejado constancia de la clara preferencia del presidente por ella, «buenísima», sobre Tomás Gómez, meramente «bueno» para el cargo. ¿Y no se enteró tampoco de que pidió a su rival que se retirase?


Resultado: no sabemos si Trinidad Jiménez es buena, mala, regular o buenísima candidata a la presidencia madrileña, pero sabemos que miente como su jefe, habiendo comenzado su campaña electoral con tres mentiras de campeonato. Siendo de esperar que siga por ese camino, pues mentir, como comer y cantar, todo es empezar. Aparte de que el mentiroso se ve obligado a seguir mintiendo para ocultar sus previas mentiras.

Ya verán ustedes cómo se nos explica que Trinidad cambió los duros bancos de la oposición en el ayuntamiento de la capital tras perder su envite a la alcaldía por los cómodos sillones de la Secretaría de Estado para Iberoamérica y del Ministerio de Sanidad para hacer un favor a los madrileños. Lo que puede ser en el fondo cierto, pues su superficialidad es lo que menos conviene hoy a Madrid y a su partido.

Más me preocupa si esa campaña pro Jiménez viene acompañada de otra anti Gómez, que incluya todo tipo de insidias, para acabar con el candidato natural del partido como sea, golpes bajos incluidos. Pues no es ya Trinidad Jiménez la que se la juega. Es el propio Zapatero quien se juega su autoridad y su prestigio en la apuesta. Una derrota de su candidata sería una derrota suya, por mucho que intente camuflarse, aparte que no puede camuflarlo mucho, ya que tiene que emplearse a fondo para atraer a la mayor cantidad de socialistas madrileños hacia ella. El partido, o más exactamente, la corte de clónicos que le rodea, lo sabe y va a lanzarse sobre el «bueno» de Tomás Gómez como si fuera el mísmísimo Rajoy. Y es que la política hace no sólo extraños compañeros de cama, sino enemigos de lid.


ABC - Opinión

Electoralismo y corrupción. Por M. Martín Ferrand

La situación no es, todavía, desesperada, pero Zapatero puede conseguir, sin esfuerzo, que llegue a serlo.

ACOSTUMBRO desayunarme con una taza de té negro, pan tostado, aceite de oliva y una pizquita de sal; pero, desde ayer, a la vista de la previsiones económicas del BBVA y de los augurios del sabio profesor Juan Velarde, he suprimido la sal y el aceite. Hay que ahorrar y ponerse al pairo, más en la meditación que en el consumo, para prevenir la que se nos viene encima. La situación no es, todavía, desesperada; pero, a juzgar por sus indecisiones y dichos contradictorios, Zapatero puede conseguir, sin esfuerzo, que llegue a serlo. Según el servicio de estudios del banco que preside Francisco González, sería imprescindible, para que la realidad se acercara a las previsiones de crecimiento que maneja el Ejecutivo, una más rigurosa consolidación del sector financiero, profundizar en la reforma laboral, la drástica reforma de las pensiones, recortar el gasto corriente en las Administraciones, disminuir los impuestos directos, subir los indirectos y reducir el déficit energético. Pregunto: ¿alguien es capaz de imaginar a José Luis Rodríguez Zapatero al frente de un programa como el que reclaman los estudiosos bancarios? Vuelvo a preguntar para que no broten falsas esperanzas: ¿se atrevería Mariano Rajoy con un plan que, a cambio de la salud económica nacional, requiera el suicidio político de quien lo promueva y ejecute?

El electoralismo, la peor de las corrupciones de la democracia en tanto que antepone el interés particular de los partidos al general de la Nación, tiende a impedir que las grandes soluciones remedien los problemas grandes. Quizá por eso, Velarde, en quien se juntan el conocimiento profundo y la experiencia larga, anuncia que nuestra crisis puede convertirse en decadencia «si no se toman medidas más enérgicas» y no descarta, «a la vuelta de la esquina», un corralito como el que, ya va para veinte años, instauró en Argentina el Gobierno de Fernando de la Rúa. Entre otras restricciones institucionales y ciudadanas, los particulares no podían retirar de sus cuentas bancarias más de 250 dólares semanales.

Lejos de abundar en estas cuestiones, en las que nos va el pan de cada día, el Gobierno se entrega a unas raras maniobras electorales en Madrid y la Oposición, a opinar sobre ellas. Más parece que ambos estén entregados a la defensa y conservación de su propio empleo que a la búsqueda de remedios útiles. Algo exigible, pero incompatible con la realidad partitocrática en la que nos hemos instalado. Trinidad Jiménez es muy maja; Tomás Gómez, muy valiente; Esteban González Pons, muy ingenioso; pero, ¿hay alguien dispuesto a concentrarse en lo fundamental?


ABC - Opinión

Coche eléctrico. Zapatero S.A.. Por Manuel Llamas

En el mercado libre cuando un empresario fracasa es únicamente su capital el que se resiente. Zapatero es un nefasto empresario, pero sus proyectos perduran en el tiempo porque preside una S.A. muy especial llamada Estado.

¿Se imaginan a Zapatero dirigiendo una empresa? Pese a tratarse de una utopía, la verdad es que los ejemplos sobre la valía emprendedora del presidente no faltan. De hecho, abundan por doquier. Si algo caracteriza a un empresario de éxito es, sin duda, su capacidad para descubrir una oportunidad de ganancia mediante la satisfacción de las necesidades del consumidor. Para ello ha de prever parcialmente el futuro, ya que arriesgará su capital para producir un bien o servicio con la expectativa de que éste sea demandado a un precio siempre superior al de su coste de producción.

Bajo esta premisa, Zapatero no tiene precio como empresario por ser éste, simplemente, nulo. Sus iniciativas emprendedoras han obtenido un rotundo fracaso. Y no me estoy refiriendo al desastroso conglomerado de empresas públicas (estatales, autonómicas y locales) que arrojan pérdidas mil millonarias año tras año a costa del sufrido contribuyente sino a la innata capacidad del presidente para orientar, a golpe de talonario público, la producción de determinados sectores hacia proyectos ruinosos.


Por poner tres ejemplos, cabe destacar el fiasco de las energías renovables, el desastre de la vivienda pública (VPO) y el ridículo del coche eléctrico. La política energética verde impulsada por el Gobierno supone más de 6.000 millones de euros anuales en subvenciones y ha terminado por configurar un sistema eléctrico enormemente costoso, caro e improductivo. No obstante, el déficit tarifario sigue creciendo al tiempo que la factura que paga la industria española es un 17% superior a la media europea. Hasta el ministro de Industria entona ya el mea culpa. El problema es que el daño ya está hecho y se materializará en nuevas subidas de luz e impuestos.

Por otro lado, el Ejecutivo insiste en invertir dinero público en la construcción y alquiler de viviendas en un momento en el que España cuenta con cerca de 1,5 millones de pisos nuevos a la venta. Lejos de dar marcha atrás, la ministra del ramo, Beatriz Corredor, señala que "ahora el Ministerio de Vivienda tiene más sentido que nunca". El Estado sigue destinando miles de millones a levantar pisos y a financiar promotores, es decir, a despilfarrar los escasos recursos de los españoles. Además, Corredor afirma que "la Sociedad Pública de Alquiler (SPA) ofrece un servicio único". ¡Y tan único! El Gobierno mantiene en pie una inmobiliaria técnicamente quebrada desde 2008.

Pero algunos no aprenden. El coche eléctrico es la última gran visión de Zapatero. El Gobierno prevé la matriculación de 250.000 vehículos de este tipo hasta 2014. Mucho van a tener que crecer las ventas, ya que en lo que va de año apenas se han cerrado 16. ¿El coste para el contribuyente? 8.400 euros por unidad.

Todo ello pone en evidencia la nula visión emprendedora de Zapatero. El Gobierno invierte cantidades ingentes de dinero público en proyectos empresariales (energéticos, inmobiliarios, automovilísticos y un largo etcétera) que el mercado o bien no demanda o bien no está dispuesto a asumir a ese precio. Estas particulares empresas no existirían sin la inyección de dinero público, muestra inequívoca de que no son necesarias. Lo grave, sin embargo, es que siguen en marcha, ya que su éxito o fracaso no depende, en última instancia, de la soberana voluntad del consumidor sino del político de turno.

Y ello gracias a que el coste de sus errores lo asume íntegramente el contribuyente (con su dinero) y el consumidor (con un servicio deficiente y un precio elevado). En el mercado libre sucede justo lo contrario: cuando un empresario fracasa es únicamente su capital el que se resiente. Zapatero es un nefasto empresario, pero sus proyectos perduran en el tiempo porque preside una S.A. muy especial llamada Estado, en la que todos los que pagan impuestos son accionistas de forma obligatoria y coactiva.


Libertad Digital - Opinión

Superbibiana. Por Ignacio Camacho

Cuadra con el principio de Peter que rige en el Gobierno. Y con el modo que ZP tiene de salir de sus propios líos.

«DIME que no es verdad lo de Bibiana. Lo del superministerio de Sanidad, Igualdad y Trabajo. Dime que no es verdad, que os lo habéis inventado. Dime que es una maldad conspirativa de Madrid. Dime que es un bulo para perjudicarnos».

Mi amigo no ha perdido tiempo ni en saludarme, apenas un gesto en el ala de su sombrero panamá. Ha sido encontrarnos en la calle, bajo la canícula, y dispararse como una ametralladora desde varios pasos de distancia. Como siempre que lo veo, le pregunto si sigue siendo socialista.

—Yo seré socialista hasta que me muera, lo que con noticias como ésta puede sucederme pronto. Lo que no soy es gilipollas, como algunos y algunas, que se dice ahora. Ni pienso perder mi capacidad de asombro.


—¿Entonces no te gusta la idea que Bibiana sea superministra?

—No me pinches. Sería una estupenda concejala de cultura en su pueblo. Supongo que ese asunto será una especulación capitalina, pero lo peor es que cuadra con todo lo que está pasando.

—¿?

—Sí, el principio de Peter que rige en este Gobierno. Todo el mundo en su máximo nivel de incompetencia. Y cuadra también con el modo enrevesado que Zapatero tiene de salir de los líos que él mismo monta. Lo de Madrid acabará en una crisis de Gobierno, ya lo verás.

—Eso se dice. Con Blanco o Rubalcaba de vicepresidente primero y Chacón de vice tercera, para manejar las relaciones con Cataluña. Y con Chaves jubilado.

—Si fuese así habría algo de sensatez. Temo cosas peores. Temo ver a Leire con una cartera. Y si yo fuese Griñán temería también que me acabasen sustituyendo por Mar Moreno como candidata en 2012. Aunque esto quizá se lo esté ganando a pulso él solito…

—¿Y lo de las primarias de Madrid cómo lo ves?

—A mí me gustan las primarias, como a ti, pero todo el mundo sabe que Zapatero no las quería. De momento ya ha fracasado al no lograr que Tomás Gómez se retire; ahora tiene que ganar Trini sí o sí. Después de haberse implicado, el presidente no puede perder ante un segundón: lo tienen que arrasar. Si ganase Gómez algunos barones no tardarían un minuto en plantear el relevo al máximo nivel. Pero no, no sueñes, no será Gómez el que acabe con el zapaterismo. Mi teoría es que si tiene posibilidades de vencer no llegará vivo a las primarias. Si no lo pueden comprar lo tumbarán como a Borrell. Si se llega a votar es porque esté derrotado de antemano.

—Lo podrían hacer ministro…

—Quizá debían de haber empezado por ahí. O lo han intentado y él no ha tragado el anzuelo. Pero mira, quizá fuese mejor ministro que la mitad de los que están. Por lo menos de sanidad entiende algo… y es socialista, ¿sabes? A lo mejor hacía falta en el Gobierno alguna gente que sepa relacionarse con la calle, que haya pisado un poco las agrupaciones…como antes.

—Un nostálgico, es lo que eres.

—Sí, un nostálgico de cuando hacíamos las cosas bien…


ABC - Opinión

Pinocha. Por Alfonso Ussía

Me cae bien, hasta simpática, Trinidad Jiménez. Es lista y trabajadora. Aunque sea socialista, se mueve fuera de los tópicos y los lugares comunes de esa estimada menestra de verduras. En muy contadas ocasiones hemos coincidido, y nuestro mutuo trato ha sobrevolado al correcto y protocolario. Su mayor defecto no es suyo propio. Es sobrina de Jiménez Villarejo. Yo también lo soy y lo he sido de algunos majaderos, y he superado la desagradable situación. Por todo ello, no siento alegría por su mal principio en la nueva aventura que le ha inventado Zapatero. Siempre se puede mentir, pero no tan pronto. Trinidad ha dicho que ella no es la candidata de Zapatero a la Comunidad de Madrid y que el presidente no le ha pedido nada. Se trata de una mentira tan gorda como innecesaria. Es la candidata de Zapatero y el presidente se lo ha pedido en público y en privado. Nariz larga y aguileña que le ha crecido. Y está quedando mal para perder. No escribo que contra Esperanza Aguirre en las próximas elecciones, sino frente a Tomás Gómez en las primarias del Partido Socialista de Madrid. Y una gran mentira siempre viene de la mano de otra. Ha declarado la actual ministra de Sanidad que ella no es de las que se van. Tururú. Tararí que te vi. Es de las que se van. Años atrás, su lejano pariente Alberto Ruiz-Gallardón le dio un repaso electoral de padre y muy señor mío. Trinidad no aguantó ni dos meses al frente de la Oposición, que fue el lugar que eligieron para ella los ciudadanos y la libertad de voto. Le inventaron un chiringuito en Exteriores y dejó a los suyos en lamentable situación de calzonas rajadas. Estas mentiras de Trinidad Jiménez nada dicen a su favor. Antaño no las hubiera emitido. Sucede que es ministra del Gobierno presidido por el político más mentiroso y frívolo de nuestra Historia, y todo se contagia.

Madrid y Valencia son las obsesiones socialistas. Son plazas fundamentales que ellos perdieron, y en cada cita electoral, la distancia para recuperarlas se agiganta. Esperanza Aguirre es un hueso dificilísimo de roer, entre otros motivos, porque lo ha hecho y lo está haciendo muy bien. Es intocable, a pesar de la poca simpatía que siente por ella el máximo dirigente del Partido Popular. No me refiero a Mariano Rajoy, sino a Pedro Arriola, el marido de Celia Villalobos. La verdad es que, durante un tiempo, Rafael Simancas nos inspiró a más de uno la risa, pero la lección del calendario nos obliga a reconocerlo como el más digno y directo competidor socialista contra el muro de Esperanza Aguirre. Un candidato no se inventa de la noche a la mañana, y Trinidad es un nuevo y torpe invento del perenne alucinado. Aquí el único que ha ganado ha sido Gómez, que al fin se ha dado a conocer. Ya lo conocen más de cuatro. Me parece que el diálogo es de Tono: –Si eso sucede, se van a enfadar más de cuatro–; –¿Y para usted que son más de cuatro?–; –para mí, son cinco–.

Cuando Zapatero se pone a inventar el lío está asegurado. Le ha salido mal lo de Trinidad Jiménez, y bien haría esta simpática y atractiva mujer en no empecinarse. No está mal quedarse como ministra de Sanidad mientras dure el empleo. Una ministra puede mentir, porque de ser descubierta, le endosa la mentira a cualquiera de sus más allegados colaboradores, que para eso cobran. Pero en una precandidata, las mentiras son de ella, y ya le han pillado en dos. Mal principio. No se puede caer en la elementalidad primaria de Pinocho. Esas cosas no se perdonan en las urnas aunque diviertan a la ciudadanía. Trini, quédate en donde estás, que no es moco de pavo ni cuesco de colibrí.


La Razón - Opinión

Aído. Porque ella lo vale. Por Pablo Molina

Es el momento de los niños de papá criados a los pechos del partido que no conocen otra realidad fuera de sus estructuras.

Todo es susceptible de empeorar. Con Zapatero, además, la simple posibilidad se convierte en un imperativo, porque el vallisoletano criado en León no ha llegado a la política para gestionar eficazmente los asuntos públicos aplicando la técnica administrativa, sino para llevar a la práctica una revolución social que perdure a lo largo de varias generaciones.

Él mismo lo ha dicho. A diferencia del guerrista, el socialismo de ZP no aspira sólo a dejar España irreconocible para su progenitor B. Su objetivo es convertir al país en un centro experimental del "progresismo" aunque la factura de su empeño perdure en el tiempo con consecuencias irremediables. Zapatero quiere poner en práctica un orden social que, hasta que llegó al poder, sólo figuraba en las páginas de los experimentos fracasados de la Historia, pero a él le da exactamente igual. Como buen adolescente intelectual, las consecuencias de sus acciones le traen sin cuidado.


Su decisión de sustituir a Trinidad Jiménez por Bibiana Aído (Aídolf, según los lectores de este periódico, siempre tan incisivos), cediéndole la parte mollar de las competencias del llamado "estado del bienestar", sólo se explica en función de criterios ideológicos y, en esa tesitura, la elección de la ex directora de la oficina andaluza de flamenco es plenamente consecuente.

Zapatero no quiere a su lado gestores eficientes sino fanáticos ideológicos y Bibiana Aídolf es el ser vivo que mejor se amolda a las exigencias presidenciales. Sin la menor idea de cuáles son las instituciones espontáneas que permiten a las sociedades avanzar en el proceso interminable de la civilización, Aídolf es la elección perfecta para el plan de Zapatero. Si hay alguien capaz de convertir a los españoles en votantes mayoritarios de un extremista como su jefe, esa es Bibiana.

Bibiana Aídolf no podría ser ministra de ningún país medianamente serio, pero es la superministra perfecta para la España de Zapatero. Ella, como su jefe, asume toda la basura doctrinal emergente tras la caída del muro de Berlín, en la convicción de que es la mejor manera de que el socialismo siga dirigiendo la existencia del mayor número posible de víctimas potenciales.

Su tarjeta de presentación, a estos efectos, es difícilmente mejorable, porque convertir un delito con atenuantes como el aborto en un derecho "humano" no está al alcance de cualquiera. Aídolf lo ha conseguido, y de ahí a perfeccionar la técnica del doctor Montes para convertir la eutanasia en una obligación respecto a los octogenarios con problemas de próstata sólo hay un paso que la chiquilla es muy capaz de recorrer.

Si Zapatero lleva a cabo la remodelación ministerial con que amenazan los fontaneros de Moncloa habrá hecho una elección inmejorable. Bibiana es una creyente practicante de la ortodoxia zapateril y, en tiempos difíciles, los líderes tienen que rodearse de servidores tan fanáticos como ellos mismos. Es el momento de los niños de papá criados a los pechos del partido que no conocen otra realidad fuera de sus estructuras. Como Bibiana Aído o Aídolf. Porque ella lo vale. Vaya que sí.


Libertad Digital - Opinión

Cielos despejados

SE despejó la incógnita: no habrá huelga de controladores aéreos ya que —en el último momento— el sentido de la responsabilidad se ha impuesto sobre las posturas radicales que tenían en jaque al sector turístico y a miles de ciudadanos, no sólo españoles. El sindicato de controladores ha mantenido un pulso con AENA y, en último término, con el ministro de Fomento, a quien atribuye todas las culpas de una confrontación que tenía en vilo a miles de pasajeros y que ha causado ya un grave perjuicio a la economía. En efecto, las reservas de hotel anuladas o los planes familiares alterados no podrán ser compensados, aunque haya que alabar el gesto de cordura que supone la renuncia a la huelga por parte de un colectivo que, al apostar por la amenaza, no ha sabido transmitir las razones de su postura a la opinión pública. Nadie pone en duda el derecho de estos profesionales a defender sus reivindicaciones, pero en esta crisis se han superado con demasiada frecuencia los límites que imponen el sentido común y la solidaridad en tiempos de dificultad.

Los controladores aéreos no tenían derecho a convertir a los ciudadanos en rehenes de un chantaje que, una vez concluido, debería llevar a AENA a completar un acuerdo que hace unos días estaba prácticamente cerrado. José Blanco, por su parte, no debería tomar el asunto como una operación de imagen política si no quiere malgastar el apoyo que le ha brindado la opinión pública por su firmeza en esta crisis. Una vez alejado el fantasma de la huelga, llega la hora de celebrar nuevas reuniones en busca de acuerdos, siempre en el marco de la ley y al margen, en todo caso, de personalismos y posturas de fuerzas. El precio a pagar por la huelga fantasma de los controladores ha sido ya demasiado elevado.

ABC - Editorial

La hora de la negociación

La sociedad española ha estado en vilo ante la convocatoria o no de la huelga de los controladores aéreos. El comité ejecutivo de Usca decidió no convocarla en agosto, aunque deja en el aire que pueda ser en septiembre, y ha interpretado acertadamente que las palabras de Zapatero eran una garantía de que Aena se sentará en la mesa de negociaciones. Es difícil encontrar una huelga que hubiera sido más impopular e inoportuna. En primer lugar porque la percepción generalizada es que era una medida de fuerza de un colectivo minoritario que defiende unos privilegios desmesurados que resultan, además, muy ofensivos en estos tiempos de crisis. A esto hay que añadir que las fechas eran demoledoras para los usuarios, el sector turístico y las líneas aéreas. Era posible que coincidiera con el regreso de las vacaciones. El coste para el sector era inconmensurable y hubiera significado un enorme perjuicio para la imagen de España. Es cierto que una huelga de los controladores es siempre negativa, pero hay fechas que la hacen todavía más dañina. Una vez concluida esta incertidumbre, que angustiaba a los afectados por una paralización del espacio aéreo, ha llegado la hora de una negociación seria y responsable. Es cierto que el aspecto más llamativo se centra en los sueldos que han estado recibiendo los controladores gracias a las horas extras, pero no es el único punto de una negociación que es muy importante para la economía española. Unas cuestiones están en manos del Ministerio de Fomento y el organismo público Aena, en otras corresponde ceder a los controladores y, finalmente, está ese gran objetivo colectivo que es conseguir un auténtico cielo único europeo. La diversidad de la Unión Europea, que es muy positiva en el terreno cultural, es un desastre en otras materias. En Estados Unidos, que es la primera potencia mundial y tiene un espacio territorial similar al europeo, no hay tantos controladores y cobran menos. La razón es la eficacia de controlar un espacio aéreo sin tantos países en su interior. A partir de ahora corresponde acabar con la incertidumbre de una huelga y hacerlo en la mesa de negociación para alcanzar un acuerdo que sea justo y razonable. Los controladores tienen que equiparse a lo que sucede en el resto de países, tanto en salarios como en sus condiciones laborales y en su número. Cualquier otra salida sería inaceptable. Por tanto, resulta imprescindible convocar plazas de controladores, aunque esto signifique que los actuales deberán cobrar menos al restringirse las horas extra. Sus horarios deberían ajustarse a unas jornadas razonables que les permitan conciliar la vida laboral y familiar. Este aspecto es impecable y sin lugar a dudas será asumido por ambas partes, ya que el Gobierno ha hecho siempre bandera de la necesidad de conciliar. Es cierto que la posible privatización de Aena es un tema fundamental. Los responsables del Ministerio de Fomento son los primeros interesados en ampliar las plantillas, hasta el número que nos equipare con Europa, y esto nada tiene que ver o influir en la posible privatización. Por tanto, es fundamental acabar con este conflicto y la clave será la capacidad de diálogo de las partes.

La Razón - Editorial

No habrá huelga

El temor a la irritación de los usuarios ha neutralizado la presión de los controladores

Los controladores aéreos no irán a la huelga, según decidió ayer el comité ejecutivo de su sindicato. Nadie renuncia a sus privilegios, si puede evitarlo, y el dilema de los controladores era de qué forma podían mantener los suyos. Que no lo lograrían haciendo una huelga en agosto y en una situación económica como la actual era algo que ya sabían, pero ciertas inercias de la negociación llevaron a sus representantes a aprobar hace una semana, como elemento de presión, la convocatoria de un paro. Lo hicieron con la cautela de no cortarse la retirada: delegando en la dirección de su sindicato la fijación de la fecha, lo que en la práctica equivalía a aplazarla indefinidamente mientras seguían las negociaciones.

Era evidente que AENA no quería asumir la responsabilidad de la ruptura, pero mucho menos lo deseaban los controladores, que han negado haber sido ellos quienes se levantaron de la mesa el viernes pasado. Alegan que propusieron seguir negociando durante el fin de semana, pero AENA ponía como condición la retirada de la amenaza de huelga, a lo que no accedieron. Sin embargo, sí aceptaron luego adelantar en dos días la reunión en la que debía tomarse la decisión, en respuesta a las demandas del sector turístico que ha venido argumentando que la incertidumbre sobre la fecha de la huelga estaba provocando un aumento de las cancelaciones preventivas para todos los últimos días del mes; no solo de viajes sino de reservas hoteleras.


Finalmente, ha sido ese el argumento esgrimido para cancelar la convocatoria: no perjudicar al turismo. Ha sido una decisión inteligente. La capacidad intimidatoria de un sector formado por poco más de 2.000 personas pero capaz de condicionar la de millones de viajeros ha sido determinante en las concesiones que han ido arrancando durante años; pero esa capacidad se ve ahora neutralizada por la irritación de la opinión pública que, con más de cuatro millones de parados, no toleraría que la Administración pública de la que finalmente dependen los aeropuertos volviera a ceder para evitar la huelga.

En una situación menos aguda seguramente también habría habido irritación ante una o dos jornadas de huelga, pero es posible que a la tercera aparecieran voces de usuarios (y políticos) reclamando al Gobierno que solucionase el problema "como sea"; es decir, cediendo. El ministro de Fomento ha hecho bien en mantener su postura ante el conflicto, pero también en dejar abierta la posibilidad de un arbitraje laboral para zanjar los puntos de la tabla de 12 reivindicaciones sobre los que no ha habido acuerdo en la mesa.

Los controladores rechazaron el viernes pasado esa posibilidad con argumentos confusos, como que de nada serviría cuando lo que el Gobierno pretende es privatizar los aeropuertos. No consta, pero si así fuera, un argumento poderoso a favor sería la dinámica impuesta por esos empleados privilegiados que han convertido a España en el país con más altos costes laborales en tráfico aéreo. También por eso ha sido inteligente su decisión.


El País - Editorial

A Zapatero le crecen los enanos

Estas primarias no obedecen a lo que debería ser el normal funcionamiento democrático de los partidos, sino a algo tan excepcional como que un político con muy relativo peso específico no ha querido doblegarse al dedazo del máximo dirigente de su partido.

Nada menos que 106 responsables y secretarios generales del Partido Socialista Madrileño –un 73% del total– ya han firmado un manifiesto en el que muestran su apoyo a Tomás Gómez de cara a las elecciones primarias, que se celebrarán en octubre y dirimirán quien será el candidato socialista a la presidencia de la Comunidad de Madrid.

Es evidente que el objetivo de este manifiesto no es otro que mostrar el amplio apoyo con el Gómez cuenta en el seno del PSOE en Madrid frente a las maniobras con las que la dirección nacional del partido, con Zapatero a la cabeza, ha tratado de vetar las legítimas aspiraciones del ex alcalde de Parla y colocar en su lugar a la actual ministra de Sanidad, Trinidad Jiménez.


El hecho de que Gómez no haya querido doblegarse servilmente a las imposiciones de Zapatero ya es síntoma de la pérdida de peso y liderazgo del actual presidente del Gobierno, que aun podría quedar más de manifiesto si Gómez sale vencedor de estas primarias. Precisamente para evitar ese riesgo de que estas elecciones internas se conviertan en un termómetro para medir el liderazgo de Zapatero, lo primero que la ministra de Sanidad ha querido dejar de manifiesto tras anunciar su candidatura es que esta no obedece a ninguna petición del presidente del Gobierno. La ministra arranca así su carrera como candidata faltando a la verdad, pues de todos es sabido que hasta la fecha no había mostrado el más mínimo deseo o intención de ser cabeza de lista en las autonómicas, ni siquiera durante las últimas semanas en las que se desató la polémica sobre la conveniencia de Gómez como rival de Esperanza Aguirre.

Aunque el pulso entre Zapatero y Gómez haya tenido como resultado algo tan positivo como la celebración de unas elecciones primarias, en las que las bases podrán elegir democráticamente a su candidato, que nadie se llame a engaño: estas primarias no obedecen a lo que debería ser el normal funcionamiento interno de los partidos políticos para designar a sus representantes, tal y como dictamina nuestra Constitución. Obedece, por el contrario, a algo tan excepcional como que un político con un muy relativo peso específico –dicho sea con el máximo respeto– no ha querido doblegarse al dedazo que pretendía llevar a cabo el máximo dirigente de su partido. Por mucho que ahora Zapatero sea capaz de hacer de la necesidad virtud, este saludable ejercicio de democracia interna no ha venido para quedarse. Claro que aún es más patética su nula presencia en el resto de los partidos.

En cualquier caso, lo que resulta evidente es que Zapatero se juega mucho en estas primarias, por mucho que Jiménez lo haya dejado al margen de su subordinada decisión de presentarse.


Libertad Digital - Editorial

Las pistas falsas del gobierno

Rodríguez Zapatero perdió ayer otra oportunidad de ganarse la confianza de quienes consideran ya sus palabras como un síntoma más de la crisis que tratan de conjurar.

TRAS despachar con Su Majestad el Rey en el palacio de Marivent, el presidente del Gobierno compareció ayer ante los medios para celebrar el tímido signo positivo de unos indicadores económicos que en los últimos días han coincidido en avanzar —al menos de forma superficial, si no provisional— el comienzo de la recuperación económica. Rodríguez Zapatero volvió por sus fueros en una lectura muy personal e interesada de las grandes variables analizadas por el Banco de España y, por otra parte, registradas por los servicios públicos de empleo, sobre los que sostuvo un discurso engañoso y de nuevo interesado. El ligero repunte del PIB durante el segundo trimestre quizá sea una realidad, pero también las contundentes advertencias del Banco de España sobre una recaída en el último tramo de 2010 y las aún peores previsiones del BBVA, publicadas el pasado lunes y que sitúan en el 0,6 por ciento el hundimiento de la economía española a lo largo de este ejercicio. De igual manera, y sin abandonar el tono triunfalista que desde hace años utiliza para rechazar el impacto de la crisis o darla por zanjada, Rodríguez Zapatero se hizo eco del descenso del desempleo en julio, pero sin reconocer que el 93 por ciento de los nuevos contratos firmados es de carácter temporal.

Cogido con alfileres y construido con el fin de hacer públicas las presuntas virtudes de su tímido y errático programa de reformas y recortes, el discurso del presidente del Gobierno representa la enésima huida de la realidad de quien ha hecho de la impostura, cada vez más evidente y contraproducente, la primera seña de identidad de su irresponsable gestión en materia económica. La alarmante falta de confianza de la sociedad española hacia Rodríguez Zapatero, del que casi un 80 por ciento de los encuestados en el último barómetro del CIS aseguraba desconfiar en mayor o menor medida, está en la base de la parálisis económica de un país que necesita rigor y al que le sobran anuncios ya inverosímiles sobre la recuperación. Aunque más moderado en sus previsiones que de costumbre, quizá serenado por el carácter institucional de su encuentro con el Rey, el presidente del Gobierno perdió ayer otra oportunidad de ganarse la complicidad de quienes consideran ya sus palabras como un síntoma más de la misma crisis que tratan de conjurar. La salida del bache económico es tarea de todos, pero quien está obligado a marcar el camino no puede seguir dando pistas falsas sobre la distancia restante, los accidentes del terreno y la dirección a tomar. La confianza es clave.

ABC - Editorial