lunes, 16 de agosto de 2010

Engañabobos. Por César Alonso delos Ríos

El PP ha caído en la trampa de entrar en la polémica sobre las primarias del PSM.

El PP ha caído en la trampa de entrar en la polémica sobre las primarias del PSM. Ha picado en el anzuelo de una polémica engañabobos. Consiste ésta en desplazar los grandes problemas con cuestiones menores. Se deja de hablar de la crisis económica y del paro; se relega el debate sobre los derechos de los niños a estudiar en castellano: se pasa del proceso soberanista de Cataluña y el País Vasco…

Así que mientras discutimos sobre Tomás Gómez y Trinidad Jiménez… el PNV no sólo pide una serie de nuevas transferencias para el País Vasco sino un nuevo modelo de Estado a cambio de su apoyo al Gobierno en los Presupuestos Generales. Mientras hacemos elucubraciones sobre la retirada de Gregorio Peces Barba ante la presentación de Lissavetsky a la Alcaldía de Madrid, aceptamos la respuesta de ZP al Departamento de Estado norteamericano en relación con el informe de este sobre la prohibición del castellano… Mientras el PP se pierde en los debates internos de las agrupaciones socialistas, pasa a segundo plano el debate sobre la reforma laboral.

Algunos esperan que la batalla de las primarias de Madrid afecte a Zapatero como líder nacional y como candidato a la Presidencia. Ingenuos. Se hacen ilusiones con el hecho de que la rebelión de Tomás Gómez sea el comienzo de la pérdida de prestigio del presidente y que eso suponga un adelanto de su derrota en el 2012. Llama la atención que los líderes del PP se agarren a estas cuestiones cuando han tenido y tienen tantas posibilidades de demostrar la vulnerabilidad del Gobierno. Y los hay que confían en que el comienzo de la caída del PSOE se dé en las elecciones autonómicas catalanas. Cifran sus esperanzas en que sea CiU con su victoria sobre el PSC la que marque el comienzo de la derrota del PSOE. En definitiva, se agarran al engañabobos de las primarias en vez de hacer una política sería de oposición.


ABC - Opinión

Libertad religiosa. Córdoba en Manhattan. Por José Carlos Rodríguez

No sé si la construcción de Casa Córdoba será buena o mala para la ciudad de Nueva York, que tanto aprecio. Lo que sí sé es que su prohibición será un paso atrás en las libertades de aquél país y lo acabará siendo también en nuestras libertades.

ESe va a construir una mezquita en la zona cero de Nueva York, un recinto en cuya valla se apuestan los visitantes para dejar el enorme hueco que dejó el atentado islamista de 2001. Es una provocación intolerable y, como tal, no se debe tolerar. Esa es la queja de una mayoría de estadounidenses y de no pocos de los españoles que han visto la noticia. Adórnese como se quiera, con la voz de las víctimas, con artículos de muslimes arrogándose la provocación, con el vaivén de los políticos... Esta queja, esta llamada a que se prohíba la mezquita donde cayeron las torres gemelas, es humanamente comprensible pero no tiene razón suficiente para sostener esa pretensión.

Para empezar, no es una mezquita, sino un centro cultural, y no se construye en la zona cero, sino a dos o tres manzanas de distancia. Si la principal razón para prohibirla es que constituye una provocación, dejemos claras sus circunstancias, porque las circunstancias son las que le otorgan valor. Se erigen mezquitas en muchos sitios y a ninguna de ellas se le da esta carga simbólica. Esta no es una mezquita y no ocupará el terreno del world trade center. Es un centro cultural vecino. Estará destinado a "promover la integración y la tolerancia hacia las diferencias y la cohesión de la comunidad por medio de las artes y la cultura". Claro que podría ser falso, pero si de veras fuera una provocación estaría formalmente dedicado a promover la yihad contra el infiel.


Se le ha sugerido a sus promotores que elijan una ubicación distinta. Dos manzanas, al parecer, no son suficiente distancia. ¿Lo serían cuatro? ¿Cuál es el número de calles suficiente para una provocación tolerable? Es un problema moral harto difícil. Porque la provocación está siempre en el provocado. El que la ejecuta lo hace sabiendo, o no, los razonamientos del ofendido. Debería ser evidente, con sólo plantearse la cuestión, que no podemos conocer las mentes de todos los demás para hacer un cálculo exacto, ni siquiera aproximado, del fine tunning de la provocación. ¿Cuántas indignaciones desata una mezquita y cuántas un centro cultural? ¿Cuántos dejarían de ofenderse con cada calle que se alejase de la zona cero? Una mezquita en el Pentágono, ¿sería mayor motivo de escándalo? Hay una y, por el momento, no ha producido mayor problema.

Mucha derecha está indignada. Pero derecha y liberalismo no son la misma cosa. Es cierto que es en la derecha donde mejor se ha acogido a la libertad, pero no siempre el recibimiento es acogedor, como es evidente. Hay cosas que un buen liberal sabe por instinto, o porque lo ha estudiado, o por cualquier otra razón, pero que no le permitirán traicionarse. Como, por ejemplo, que en cualquier parte del mundo, pero más en los Estados Unidos, debería prevalecer la libertad religiosa. O, más precisamente, que esa libertad, como todas las demás, emana del derecho de propiedad. Y la propiedad del terreno ha decidido vendérsela a los promotores de Casa Córdoba, que así se llama el lugar. Debiera saber que nuestra ignorancia sobre todas las circunstancias que puedan derivarse de un curso de acción u otro nos aconseja que confiemos en el libre ejercicio de cada uno con lo suyo, para que vayamos descubriendo qué es beneficioso y qué no lo es. Y que debiéramos desconfiar de que el poder se arrogue el derecho a prohibir tal o cual acción legítima sólo porque la mayoría de la población le respalde.

No sé si la construcción de Casa Córdoba será buena o mala para la ciudad de Nueva York, que tanto aprecio. Lo que sí sé es que su prohibición será un paso atrás en las libertades de aquél país y lo acabará siendo también en nuestras libertades.


Libertad Digital - Opinión

Ministro, ¿de dónde?. Por José María Carrascal

¿Qué puede esperarse de un gobierno que ha venido dando todo tipo de facilidades a Gibraltar para que alcance su sueño de miembro de pleno derecho en la CE?

INDEPENDIENTEMENTE de los derechos seculares de España sobre Melilla, siento envidia de la actitud marroquí en el contencioso. Ellos creen que la ciudad les pertenece y buscan por todos los medios anexionársela. Sin que haya la menor fisura en su actitud. Rey y pueblo, Gobierno y oposición respaldan esa postura y avanzan sus peones por todas las vías a su alcance, incluidas las ilegales. Podrá tachárseles de transgresores, pero no de antipatriotas.

¡Qué diferencia con nuestra actitud ante Gibraltar! En Gibraltar, quienes vienen transgrediendo la legalidad desde el momento mismo de su ocupación son los ingleses y los gibraltareños. Durante dos siglos y medio, España utilizó todas las armas a su alcance para recuperar la Roca, logrando que la ONU reconociese sus derechos sobre ella. Pero en el último medio siglo no ha hecho más que ceder posiciones, hasta convertirse hoy en la principal defensora de los intereses de los colonialistas, esto es, en enemiga de los suyos, pese a las injurias, escarnios y expolios que continúa sufriendo por parte de aquéllos.

Fíjense en lo que está ocurriendo en La Línea. El alcalde, para compensar las pérdidas que le supuso el bloqueo de la carta económica de 2003, intenta establecer un peaje al paso por la ciudad de los vehículos camino del Peñón. Eso, naturalmente, dañaría la economía gibraltareña, por lo que sus autoridades han puesto el grito en el cielo. Lógico. Lo ilógico es que el Gobierno español les apoye y trate de impedir el peaje. Aunque ¿qué puede esperarse de un Gobierno que ha venido dando todo tipo de facilidades a Gibraltar para que empiece a vivir por su cuenta y alcance su sueño de miembro de pleno derecho en la Comunidad Europea? Un Gobierno que ha reconocido de facto a sus autoridades, al aceptarlas en la mesa de negociaciones sobre la Roca, aunque la ONU sólo señala como interlocutores a Londres y Madrid. Un Gobierno que ha enviado a su ministro de Exteriores en viaje oficial a la colonia y viene cerrado los ojos ante el expansionismo de la misma por tierra, mar y aire, a nuestra costa, naturalmente. Pues ¿saben ustedes qué transportan esos camiones que cruzan La Línea, que el alcalde intenta gravar? Pues no sólo los alimentos que alimentan la colonia, sino también escombros con los que se está ampliando el Peñón hacia el Este, para construir un gran centro turístico en aguas nunca cedidas por España. O sea que están ampliando un Gibraltar no español con tierra y piedras españolas. A veces me pregunto de dónde es ministro de Exteriores Moratinos, de Cuba, de Venezuela, de Marruecos o de España.
Ahora comprenderán mi envidia de Marruecos al respecto.


ABC - Opinión

Impuestos. Juan de Mariana contra Zapatero. Por Gabriel Calzada

Seguir estableciendo nuevos impuestos, como bien explicaba Juan de Mariana, reduciría "poco a poco a la miseria a quienes hasta hace poco eran ricos y felices". "Proceder así", concluía el sabio autor, "sería obrar como un tirano".

Charlatanes, aduladores y tiranos

Hace ahora cuatro siglos España estaba en una situación financiera muy parecida a la actual. Durante la primera década del siglo XVII, Felipe III y el Duque de Lerma expandieron el gasto público y desequilibraron las cuentas incurriendo en un déficit que puso en jaque a toda la economía española. Al igual que ocurrió el pasado mes de mayo, la hacienda pública del hijo de Felipe II entro en quiebra técnica y los españoles sufrieron las consecuencias de las políticas irresponsables y manirrotas de sus gobernantes. Todo igualito que ahora.

A lo que no llegaron nuestros gobernantes hace 400 años es a tener la desfachatez de decirnos que nuestros impuestos "son muy bajos" cuando nuestra renta disponible –a los que por fortuna seguimos disponiendo de ella– a duras penas nos dan para llegar a fin de mes. Pues eso, ni más ni menos, es lo que ha hecho José Blanco este fin de semana y lo que llevan repitiendo Zapatero y Salgado desde el debate del estado de la nación para ir preparando la enésima subida de impuestos. Claro que Felipe III aprendió economía de su preceptor, García de Loaysa, un hombre culto y prudente que dedicó años a la formación de su alumno, mientras Zapatero aprendió en dos tardes de Jordi Sevilla, un preparado economista keynesiano que como todos los de su escuela carece de la más mínima prudencia.


Loaysa explicó a su pupilo que no tenía derecho alguno sobre los bienes y la renta de sus súbditos de tal forma que pudiera tomarlos para él o transferirlos a otros. También le enseñó que si realmente la hacienda real estaba en apuros debía esforzarse en recortar los gastos y si aun así era necesario recaudar más, debía explicar el motivo a la ciudadanía para que esta decidiera voluntariamente si estaba dispuesta a pagar más impuestos o no. Juan de Mariana, quien a su vez aconsejaba a Loaysa sobre los contenidos de las instrucciones al príncipe, añadió que quienes sostienen lo contrario "son los charlatanes y aduladores, que tanto abundan en los palacios."

Zapatero no necesita estar rodeado de charlatanes y aduladores para darnos otra vuelta de tuerca impositiva y sin embargo cuenta con una legión de fieles que nos repiten una y otra vez que si queremos servicios públicos decentes debemos pagar mucho más. Es la misma cantinela de siempre. La verdad es que si queremos mejores servicios públicos lo que necesitamos es recortar el gasto público de modo que el Estado deje de abarcar tantos aspectos de la vida de los ciudadanos y así fomentar que los servicios públicos los desarrolle y los ofrezca la sociedad civil. Esta crisis requiere adelgazar el Estado, como bien explicaba Mariana hace cuatro siglos. Tratar de salir de esta crisis cebando el leviatán conllevaría estrangular las posibilidades futuras de crecimiento de este país y requeriría seguir estableciendo nuevos impuestos que, como bien explicaba Juan de Mariana, irían "reduciendo poco a poco a la miseria a quienes hasta hace poco eran ricos y felices". "Proceder así", concluía el sabio autor, "sería obrar como un tirano, que todo lo mide por su codicia y se arroga todos los poderes".


Libertad Digital - Opinión

El muestrario de ZP. Por Félix Madero

El obsequioso Moratinos, silente. Eso qué es, ¿prudencia, diplomacia o sentido de la oportunidad?

UNA de las habilidades del Gobierno es su amplio muestrario para encontrar soluciones. Cuando yo era niño se prodigaba por los pueblos un hombre vestido con traje oscuro que viajaba en un coche pequeñito que tenía cegadas las ventanillas traseras donde llevaba su mercancía. Era el viajante, una profesión que se ha perdido, pero que conectaba al pueblo con el exterior. No sólo traía un muestrario con las telas a vender, traía noticias, sucedidos. Y si no los tenía, quizá los inventaba, que nadie en aquellos tiempos le iba a contradecir, y la mercancía había que colocarla con decisión y desparpajo. Enfrente de mi casa había tres comercios de telas, y en todos tenía yo paso franco porque sus dueños, Ginés sobre todo, conocían mi afición a quedarme con el canuto de cartón en el que iban, y van, enrolladas las telas. Los ojos de un niño vieron a ese hombre oscuro vendiendo el género con decisión y sabiduría: Es que este color no lo vendo, decía el dueño. Será porque no lo pones en el escaparate, replicaba el viajante. Es que esta tela resulta ordinaria. Será que no has dicho que Lola Flores la gasta. Es que esta otra resulta demasiado moderna. Pero bueno, exclamaba el viajante, di a tus clientas que compren el Hola y verán lo que lleva la hija de Franco. El viajante hacia su faena, se marchaba, y allí quedaba el momio, a ver quién era la guapa que quería ir vestida como en las revistas.

Esto recordaba en estos días veloces de verano cuando el viajante se me ha aparecido con la mismísima cara de Zapatero. No quiero ser irrespetuoso con el presidente que es, quiéralo o no, también el mío, pero menos querría ser descortés con los viajantes, cuyo oficio rememoro en un acto de justicia y modernidad. Vamos a ver: ¿Que cree que el Gobierno de España no es claro con el caprichoso y chocarrero Rey de Marruecos? Entonces es que ignora cómo se hace la política exterior, tan delicada y sutil. ¿Que cree que Moratinos debería estar presente cuando Marruecos provoca a nuestra Policía? Bueno, es que entonces usted no sabe para qué sirve el Rey de España. ¿Que nos quejamos porque vemos al presidente incapaz de decir que Melilla y Ceuta son España, incluso antes de que Marruecos existiera? Pues sale el errabundo Manuel Chaves y dice que estamos confundiendo prudencia con diplomacia.

El problema no es la calidad de la mercancía, la cuestión es que el vendedor y su red de agentes colegiados creen que el dueño del comercio, o sea usted amigo lector, es gilipollas y no distingue el lino del tergal. O sea, la prudencia de la diplomacia. Y el obsequioso Moratinos, silente. Eso qué es, ¿prudencia, diplomacia o sentido de la oportunidad? El viajante de mi infancia inventaba historias mientras salían del muestrario las telas que no quería nadie. Siempre estaba al quite y no descansaba, sobre todo cuando había mercancías que colocar. ¿Han visto a Mohamed VI con qué arte las despacha?


ABC - Opinión

PSOE. Tomás: ¿quién tienes detrás?. Por Emilio Campmany

Parece más probable que alguien, con aspiraciones a suceder a un Zapatero que empieza ya a oler a chamusquina, haya pensado que Tomás Gómez y su victoria en las primarias puede ser un buen estímulo para que ZP prefiera no ser candidato en 2012.

Ya es oficial. Las primarias en el PSOE de Madrid para elegir candidato a la Comunidad Autónoma serán un plebiscito para Zapatero. Quiere esto decir que su futuro como candidato del PSOE en las generales de 2012 depende en buena medida de lo que pase aquí.

El País recuerda este domingo que Madrid siempre ha sido el termómetro de lo que ocurriría en las generales siguientes. En 1979, el PSOE arrebató la capital a la UCD y ganó en 1982 las generales. En 1995, Gallardón se impuso en la comunidad y al año siguiente González sucumbió ante Aznar. Y en 2003, la derrota de Esperanza Aguirre hubiera presagiado la de Rajoy si no fuera porque el tamayazo obligó a repetir unas elecciones que el PSOE ya no fue capaz de ganar. Total, que vencer en Madrid en las autonómicas es tanto como garantizarse hacerlo en España en las generales posteriores.


Ferraz dice que Trini tiene muchas más posibilidades que Tomás y es fácil que sea así si se tiene en cuenta que la primera es mucho más conocida que el segundo y que la sobrina de Jiménez Villarejo estorba menos que el más radical ex alcalde de Parla al electorado del PP. No obstante, a pesar de todas las presiones recibidas, que han tenido que ser muchas y poderosas, Tomás Gómez ha insistido en celebrar primarias y enfrentarse al aparato del partido. Todos los analistas de izquierda coinciden que eso es lo que cabía esperar de su carácter, aunque ninguno se atrevió a adelantar esta actitud numantina cuando se conocieron las primeras presiones, de las que estuvo encargado el "hábil" Manuel Chaves.

A lo mejor es verdad que Tomás Gómez es una especie de don Erre que erre, pero parece más probable que alguien, con aspiraciones a suceder a un Zapatero que empieza ya a oler a chamusquina, haya pensado que Tomás Gómez y su victoria en las primarias puede ser un buen estímulo para que el inquilino de la Moncloa prefiera no ser candidato en 2012.

Al respecto, hay tres posibles responsabilidades a las que atribuir el ardor guerrero de Gómez. La primera es Bono, pero al manchego no se le conocen contactos leales en el PSM y políticamente huele a muerto desde hace meses. La segunda es el supuesto sucesor natural de Zapatero, don José Blanco, pero es tradición inveterada que el número dos no pueda suceder al número uno, como Guerra nunca pudo suceder a González ni Cascos a Aznar. La tercera es el felipismo prisaico, que hoy representa Rubalcaba.

Al principio, esta tercera posibilidad parecía tan improbable como las otras dos al ver a El País acudir a apoyar a Trini cuando ésta bajó a la arena de Madrid. Sin embargo, en muy pocos días, el entusiasmo prisaico se ha enfriado y ahora les da por alabar el arrojo del parleño de adopción, mientras los muy felipistas Sotillos y Peces-Barba se dan con los talones en el trasero para cantar las muchas virtudes del indómito.

De forma que habrá que leer con atención los editoriales que salgan de ca’ Janli para saber si, como empiezo a sospechar, es el conglomerado felipista el que ha insuflado al david Tomás el valor para enfrentarse al goliat Zapatero. Si así fuera, acomódense en sus butacas y hagan acopio de palomitas porque desde que Dino de Laurentis produjo Waterloo no habrán visto una batalla más espectacular.


Libertad Digital - Opinión

Córdoba house. Por Ignacio Camacho

De todos los solares de todas las ciudades de América, la Zona Cero es acaso el más inoportuno para una mezquita.

DE todos los cafés de todas las ciudades del mundo, se quejaba Rick Blaine-Bogart en «Casablanca», Ilsa-Ingrid Bergman había tenido que aparecer precisamente en el suyo para resucitar un viejo dolor enterrado. Algo así ha tenido que decir Barack (Hussein) Obama para rectificar su notable patinazo al defender el derecho de los musulmanes a construir una mezquita en la Zona Cero del 11-S: de todos los solares de todas las ciudades de todos los Estados Unidos, ése es probablemente el más inoportuno porque revive heridas mal cerradas en la conciencia de un pueblo atacado. Presa de un ataque de zapaterismo—síndrome que se manifiesta en decirle a todo el mundo lo que quiere oír—, el presidente americano sucumbió a la tentación de granjearse las simpatías islámicas durante una cena conmemorativa del Ramadán, pero la reacción irritada de sus compatriotas le ha forzado a recular ante una lógica corriente adversa de opinión pública. Al final ha dejado las cosas, acaso un poco tarde, en su justo término: el derecho a levantar mezquitas no se discute en una sociedad abierta, pero quizás en ese sitio no se trate de una buena idea.

Al fondo de toda esta polémica, que nos resulta familiar en un país también golpeado por el fundamentalismo islámico, no late tanto el problema de la tolerancia como el de la reciprocidad. El Estado liberal consagra la libertad de culto y la hace efectiva sin mayores problemas, como prueba la celebración masiva del Ramadán en Europa y América, pero esa pacífica coexistencia no debe enturbiarse con gestos interpretables como provocación innecesaria. La alianza de civilizaciones funciona de hecho en la realidad cotidiana —en España los trabajadores musulmanes gozan incluso del derecho a adaptar su jornada a la práctica del ayuno— sin trabas significativas al ejercicio de la oración ni de la prédica. Se trata de una cuestión asumida con naturalidad en el seno de las sociedades democráticas, que sin embargo no cuenta con un tratamiento recíproco en la mayoría de las naciones islámicas, donde no suelen concederse permisos para erigir iglesias cristianas ni para conmemorar la Navidad o la Semana Santa. Es esa falta de correlato lo que causa recelos y da lugar a sentimientos de agravio.

El debate de Nueva York no por eso un asunto de libertades sino de sensibilidad. Esa Córdoba House —vaya por Dios, el mito andalusí— que algún imán quiere edificar en el lugar donde más duele la tragedia no va a cicatrizar heridas, sino a reabrirlas. Y aunque queda claro que el Islam no es responsable de lo que allí ocurrió, también lo está que el impacto ambiental de una iniciativa así no acerca voluntades sino que las separa. La tolerancia es recíproca o no es tolerancia; el error de Obama sugiere que en caso de susceptibilidad al menos es menester atenerse al sentido común de la coexistencia.


ABC - Opinión

¿Impuestazo el 15 de agosto?

En la agenda del Gobierno para el próximo ejercicio figura señalado en rojo la subida de los impuestos como un instrumento esencial de las políticas de ajuste fiscal. Hasta ahora el Gobierno ha sido más bien opaco a la hora de trasladar detalles sobre el alcance de la propuesta en un intento de contener el debate y diluir en lo posible el desgaste social y político de la iniciativa. José Blanco aportó ayer algunas matizaciones y reflexiones que alteran sustancialmente el discurso oficial mantenido sobre este asunto hasta la fecha. Blanco aseguró que los impuestos españoles son «muy bajos» y apuntó que hay que «homologarlos» a la media de la Unión Europea, con el objetivo de lograr servicios e infraestructuras «de primera». Y planteó una reflexión a los españoles para sostener su juicio: «La pregunta que siempre se tienen que hacer los ciudadanos es si queremos unos servicios públicos de primera o unas infraestructuras de primera, tendremos que tener también impuestos homologables a los de los países europeos». Hasta esta aparición de José Blanco en plena festividad de agosto, el Gobierno había limitado con insistencia el incremento fiscal a las rentas más altas, algo que tras escuchar al ministro hay que dejar como mínimo en suspenso.

Sea o no otro globo sonda de los habituales del Ejecutivo, o sea, otro paso para desbrozar el camino en la liturgia previa a una decisión que evidentemente será impopular, el argumento de José Blanco resulta muy poco convincente y creíble para justificar nuevos impuestos. Lo prioritario en la reforma fiscal que está por llegar es si ayudará a la economía española en su imprescindible recuperación, en definitiva, si incentivará la actividad o no. Hablar de impuestos de primera para infraestructuras y servicios de primera en un país con cuatro millones y medio de parados casi parece una frivolidad y, desde luego, parece poco acertado. Habría también mucho que discutir sobre los juicios de valor del ministro y sobre sus verdades dogmáticas. Decir que los españoles y las empresas pagan muy pocos impuestos, sin entrar a evaluar otros parámetros económicos y circunstancias sociales de este país, es un análisis simplista que únicamente responde a la consabida habilidad política de José Blanco.

Existe una opinión mayoritaria entre los expertos y los servicios de estudios más prestigiosos en que las subidas de impuestos en general, y en épocas de crisis en particular, agostan la actividad y el consumo, y ralentizan la economía. El Gobierno tiene como principal objetivo el de aumentar rápidamente los ingresos públicos para hacer frente a las exigencias de un déficit y una deuda disparados como consecuencia de una falta de austeridad pública irresponsable. En todo caso, las políticas de ajustes impuestas por Europa serán insuficientes para corregir los desequilibrios si Gobierno y comunidades autónomas no cierran el grifo de una vez por todas. El Gobierno se equivocará si apuesta por un impuestazo que retraerá y no alentará el flujo de los capitales. Será otra muesca más en una extensa relación de decisiones erradas.


La Razón - Editorial

Libertad y respeto en la Zona Cero

Es un problema de respeto a las víctimas, no de libertad de establecimiento o de religión.

En parte tapado por muchos otros asuntos de mayor actualidad y urgencia, el debate sobre la construcción de un centro religioso, cultural y comunitario musulmán a pocos metros de la Zona Cero, llamado Casa Córdoba, ha alcanzado la primera plana tras un discurso con motivo del Ramadán en el que Obama entró en el debate reafirmando el derecho de los musulmanes a rezar donde quieran, como no podía ser de otro modo. No obstante, el presidente de los Estados Unidos rebajó al día siguiente las expectativas de quienes defienden la mezquita afirmando que eso no significaba que apoyase su construcción o dejara de hacerlo. Y es esa, en apariencia, pequeña diferencia la que marca un mundo de diferencia.

Cándido Azpiazu, el asesino de Ramón Baglietto, tiene un derecho legal a montar una cristalería enfrente de la casa en la que vive su viuda, Pilar Elías. Pero sólo una sabandija apoyaría semejante decisión. Es un problema de respeto a las víctimas, no de libertad de establecimiento. Del mismo modo, los promotores de la mezquita tienen derecho a construirla al lado de la Zona Cero, derribando para ello un edificio dañado por fragmentos de unos de los aviones del 11-S. Pero no es precisamente una idea que respete la sensibilidad del prójimo ni facilita el objetivo de "tender puentes", que es la razón que públicamente se ha dado para su construcción.


Es por eso que una mayoría de los estadounidenses y los neoyorquinos se opone a la Casa Córdoba. Cerca de un centenar de mezquitas funcionaban antes del 11-S en Manhattan y lo siguieron haciendo después con plena normalidad y sin provocar ninguna protesta. Pero este proyecto en particular ha levantado ampollas entre las víctimas y sus compatriotas. "Nadie que haya vivido la historia del 11-S y sentido el aguijón de la pérdida para nuestro país de aquel día puede creer sinceramente que someter a nuestras familias a más dolor pueda suponer un acto de paz", ha declarado Debra Burlingame, víctima del 11-S, mujer del piloto del avión que estrellaron contra el Pentágono.

Burlingame saltó a la fama como portavoz de la oposición de las víctimas a la construcción de un museo en la Zona Cero, financiado entre otros por George Soros, en el que se "contextualizaba" el ataque con referencias a la política exterior norteamericana y el viejo y falso eslogan progresista de enlazar pobreza y terrorismo. Como la responsabilidad sobre el antiguo emplazamiento de las Torres Gemelas era pública, el gobernador del estado pudo prohibir el museo. No es el caso, y aunque ha habido peticiones de convertir el edificio que se derruirá en un monumento público han fracasado, y con razón, porque no lo es.

Muchos temen que edificar la Casa Córdoba tan cerca de la Zona Cero se convierta en un símbolo para los islamistas, un acicate para seguir con su lucha. Pero es un peligro hipotético, y quizá no muy realista. Sin embargo, lo que sí es una realidad innegable es que para las víctimas esta mezquita supone un sacrilegio que viola el suelo sagrado en el que mataron a los suyos. Y que tienen la sensación de que en Estados Unidos se respeta más el derecho de los musulmanes a rezar donde quieran que el suyo a honrar a sus muertos ahí donde cayeron.

Es probable que las palabras de Obama sobre este asunto no sean más que política de la mala, la de quien dice sin decir y se niega a tomar postura. Pero sirven para recordarnos la gran diferencia entre ley y moral; que no todo lo que está permitido es bueno, y que tener derecho a algo no significa que debamos hacerlo. Si el imán Feisal Abdul Rauf, promotor de Casa Córdoba, logra entender esta diferencia y acepta la oferta de trasladarla, habrá cumplido de verdad con su publicitado objetivo de tender puentes.


Libertad Digital - Editorial

Diplomacia de brazos cruzados

La táctica de huir de los conflictos para negar su existencia no es admisible para los intereses nacionales, aunque este Gobierno la practique con excesiva asiduidad.

EL crecimiento territorial de Gibraltar —sobre aguas de soberanía española— sigue adelante gracias a la pasividad del Gobierno de Rodríguez Zapatero, que parece haber optado por cerrar los ojos ante el problema que sigue representando la colonia británica. Los trabajos que se llevan a cabo en la Roca para la futura ejecución de proyectos urbanísticos generan grandes cantidades de escombros con los que las autoridades de Gibraltar ganan terreno al mar. De esta forma, no solo se siguen vulnerando los términos del Tratado de Utrech sobre los concretos límites territoriales de las cesiones que se hicieron a las autoridades británicas, sino que se consolida un statu quoque fortalece la posición británica y debilita las opciones del Gobierno español en cualquier mesa de negociación. Es evidente que un problema histórico como el del Peñón de Gibraltar no tiene soluciones inmediatas, ni responde a diplomacias improvisadas y sincopadas. Pero sí exigen planteamientos claros y un establecimiento nítido de las prioridades, algo que a todas luces no se ha hecho en las dos legislaturas socialistas.

El criterio británico sobre la colonia está definido y es conocido, pero no se sabe cuál es el del Gobierno español ante la expansión territorial del Peñón. En los conflictos diplomáticos tan importante es hallar una solución como evitar que empeoren; y, en el caso de Gibraltar, no se está consiguiendo una cosa ni otra. A mayor abundamiento, el crecimiento territorial del Peñón a costa de aguas españolas —y con un alto impacto medioambiental en la zona— se mantiene en paralelo a una constante actitud de obstrucción por parte de sus autoridades a las labores de control del tráfico marítimo que lleva a cabo la Guardia Civil. Es decir, la cuestión gibraltareña, lejos de estar estancada, aumenta su dimensión en perjuicio de los intereses españoles. El Gobierno socialista debe establecer una estrategia diplomática que sea coherente con el desafío que supone la evolución de los acontecimientos en el Peñón. La táctica de huir de los conflictos para negar su existencia no es admisible para los intereses nacionales, aunque Zapatero la practique con excesiva asiduidad. El telón de fondo de esta «normalidad» con la que se perjudica a España en Gibraltar —lo mismo que en la frontera de Melilla, con la súbita y planificada campaña de nacionalismo marroquí que está saboteando el tráfico de mercancías hacia la ciudad autónoma— es el empequeñecimiento diplomático de nuestro país y su falta de iniciativas sólidas y estratégicas en sus principales áreas de interés internacional.

ABC - Editorial